La infancia estallada,

con la revuelta, las infancias también despertaron, 
están aquí y ya es imposible no verlas.
por Iskra Pávez*,



Es reconocido que asistimos a un momento histórico, dada la actual revuelta y los múltiples movimientos sociales que en ella se expresan, como los vinculados a la niñez y al feminismo -por nombrar algunos- que se han tomado la agenda y exigen verdaderas transformaciones culturales.


En el territorio denominado Plaza de la Dignidad y sus alrededores es posible ver la diversidad de infancias (en plural) que habitan en nuestro país. Históricamente la niñez más pobre, trabajadora o aquella que se escapaba del modelo de infancia “ideal” o “normal” ha estado invisibilizada, porque a través de las políticas públicas se la ha desplazado hacia la periferia o se la ha recluido en centros similares a las cárceles. La imagen de una niña mocosa que juega en el barro a pata pelá está escondida en los confines del mundo, lejos de la mirada adulta, no obstante, con la revuelta, las infancias también despertaron, están aquí y ya es imposible no verlas.

Un breve recorrido por el área de la Dignidad permite ver a adolescentes que trabajan; reconozcámoslo, en Chile hay niñas, niños y adolescentes que trabajan -a veces, al mismo tiempo que estudian- y lo hacen por diversas razones, la primera de ellas, la pobreza. Por ejemplo, en la intersección de Bellavista con el puente Pio Nono trabaja Diego (pseudónimo) como “semáforo humano” durante las tardes, cuando los carabineros se van porque empiezan a recibir insultos, él dirige el tránsito a cambio de unas monedas, tiene 17 años y vive en Cerro Navia. En la llamada Zona 0 (ex Plaza Italia o Plaza Baquedano) se pueden ver a toda hora del día, y en especial al atardecer, a grupos de adolescentes “encapuchados” como señal de protesta y rebeldía, incluso en la llamada “primera línea” resistiendo los ataques de la policía; tal vez, más de alguien haya recibido intervención del Servicio Nacional de Menores (SENAME), que ahí mismo se denuncia.

La Plaza de la Dignidad siempre ha sido un lugar emblemático de nuestra sociedad, antaño era la frontera simbólica que separaba la riqueza de la pobreza, hoy es un espacio donde se observa el conflicto social -inherente a toda sociedad moderna- pero acentuado por el estallido y, al mismo tiempo, se aprecia la acción que la propia sociedad ha desplegado frente al poder, como ejercer su derecho a ocupar el espacio público. Tal como está hoy, no refleja el Chile que describían las guías turísticas -un oasis- o el que creíamos ser -desarrollado-. Ahora se respira tensión en el ambiente. Se dice que esto que genera incomidad y molestia, que ya es insoportable. Entonces se responde que así de insoportable resulta la vida cotidiana de las guaguas, las niñas, los niños y adolescentes que viven en las poblaciones marginales de nuestro país. ¿Ese es el verdadero Chile, mezquino, complejo, un pueblo chico debajo de una cordillera?

Avanzando unas cuadras hacia el poniente, a los pies del cerro Huelén o Santa Lucía, trabaja Marcos (pseudónimo) vendiendo agua mineral para sortear el calor o los gases lacrimógenos, además de bebidas y cervezas, que esconde al fondo del cooler para que no sean vistas por la policía, tiene 15 años y vive en el Barrio Yungay. En la esquina de Alameda con Santa Rosa se puede ver a Pierre (pseudónimo) que trabaja en los brazos de su madre vendiendo superochos, es un bebé de un año y viene de Haití. La niñez migrante trabajadora y que vive en condiciones de marginalidad y pobreza parece invisible e inexistente para la sociedad chilena, lo que se expresa en que no ha sido un tema relevante en el actual debate público. Por último, podemos encontrarnos con la infancia más “normal” que está de vacaciones, disfrutando de un helado con sus familias, bañándose en algún lugar para capear el calor o acompañando en un centro comercial y jugando en el celular.

Hoy es posible palpar la diversidad de infancias que habitan en esta comunidad imaginada llamada Chile, pero que pocas veces son vistas, enunciadas y reconocidas en el discurso público y en las conversaciones privadas. Hoy la infancia idealizada y todas las infancias también han estallado y gritan por dignidad (en el amplio sentido del concepto).

Iskra Pávez* es asociada en la Asociación GSIA.

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