Entrevista a José Antonio Fernández Bravo*.
"·Me enseñaron y me siguen enseñando:
- Que nosotros queremos hacerles mayores y, ellos quieren que seamos pequeños. Una vez me dijo un niño: “Cuando tú seas pequeñito como yo, vienes a mi cole para jugar juntos.”
- Que no escuchan lo que dices sino lo que haces.
- Que no se puede trabajar por proyectos sin advertir que cada uno de tus alumnos es un proyecto de vida.
- A distinguir los deberes y esfuerzos necesarios de los innecesarios. Que los deberes y esfuerzos necesarios son necesarios, los que no son necesarios son los innecesarios.
- Que tanto error se comete cuando se le pide a un niño más de lo que puede alcanzar, como cuando se le priva de aquello que puede conseguir.
- Que son nuestros silencios los que conquistan su voz.
- Que un buen alumno no es sólo aquel al que tú desarrollas, sino también el que te desarrolla a ti. Todos los niños me enseñaron a enseñar. Me lo enseñaron todo. La lista sería interminable..."
Fuente: El Blog de Educación y TIC
Para saber cómo se enseña, hay que saber
cómo se aprende, captar sus inquietudes e intereses y tener en cuenta
sus reacciones y propuestas. Hay que admitir en los deseos del que
enseña las necesidades del que aprende, y hacer coincidir lo antes
posible -compartiendo ilusión-, estas con aquellos. Compartir es pensar
con el otro. Los resultados de la enseñanza solo se pueden medir con los
avances del aprendizaje. Hoy ya se sabe, que no hay aprendizaje donde
no haya un desafío -desde el que enseña- capaz de provocar en el que
aprende una necesidad a su querer conocer. Hay que trabajar para los
niños, con los niños. En el perfil de cualquier docente debe estar la
empatía, la capacidad de escucha, entendimiento y comprensión.
¿Qué implica escuchar a los alumnos?
Escuchar implica enseñar desde el cerebro del que aprende; preguntarse por qué hacen lo que hacen y por qué dicen lo que dicen, y encontrar respuestas; observar y entender sus intereses, sus reacciones, sus experiencias y expresiones; modificar acciones en función de la necesidad del que aprende; provocar sonrisas y ganas de seguir aprendiendo; conseguir que nuevos horizontes se abran, que nuevas tareas se presenten, que nuevos niveles de conocimiento e intuición se concreticen; … Escuchar es dejar de oírte a ti. Cuando escuchas a los niños hay que atender a sus palabras para ver qué piensan, no para ver qué dicen.
¿Cómo lo hace usted?
Cuando yo les hablo el objetivo no es que me escuchen a mí, sino que yo pueda escucharles a ellos. No es hablar para que me escuchen sino hablar para escuchar; no es cuestión de que me sigan a mí, sino de que yo les pueda seguir. Esto se puede mal interpretar y pensar que estoy diciendo que no es importante que los niños nos escuchen; y esto mucho se aleja de lo que quiero transmitir, porque tanto hay que escuchar para educar como educar para escuchar. Lo que quiero decir es que si tú no les enseñas a escuchar ellos no aprenderán a hacerlo, y la única manera que conozco es predicar con el ejemplo. En mi último libro: La sonrisa del conocimiento, se trata en profundidad la importancia de la escucha: escuchar para enseñar y escuchar para aprender.
¿Qué beneficios se derivan?
Los beneficios que se derivan de la escucha son por satisfacción, inimaginables; y, por evolución, sorprendentes tanto para el que enseña como para el que aprende. Si escuchamos contamos con lo que nos dice el otro y tenemos datos concretos para canalizar nuestra intervención educativa con mayor éxito. Sentirse implicados en el proceso educativo, les ayuda a creer en sí mismos y en los demás y a aumentar su confianza. Entienden que encontrar algo es el resultado de un proceso de búsqueda que se realiza conjuntamente, y no el resultado de una información dada por el que enseña sin posibilidad de: probar y refutar, cuestionar, de intervenir para comprobar, considerar su evidencia para acoplarlo a su realidad. Y es que ya no se trata de superar contenidos, sino de adquirir conocimientos. Contenido es lo que se enseña y conocimiento lo que se aprende.
Los docentes enseñan a los alumnos pero… ¿los alumnos/as pueden enseñar a los docentes?
Si el docente supone que ya lo sabe todo, será difícil aprender de nuestros alumnos. Los alumnos pueden enseñar mucho a los docentes solo si los docentes quieren aprender. Para ello, nos tenemos que hacer preguntas como: ¿En qué medida mis formas de enseñar coinciden con sus formas de aprender? ¿Si hubiera utilizado un procedimiento distinto al que he utilizado hubiera obtenido resultados más satisfactorios?, etc.
A veces las respuestas de los niños sorprenden a los docentes.
Tenemos también que creer en principios y criterios que nos hagan entender que ningún niño quiere hacerlo mal o dar una respuesta incorrecta, por lo que siempre hay un por qué en esa acción o expresión que de ellos obtenemos. Que las respuestas que obtengo de los niños no coincidan con las que de ellos espero, no significa en modo alguno que no razonen, sino que existe discrepancia entre lo que espero y lo que obtengo. Para aprender de nuestros alumnos tenemos que aprender a escucharles. No se pone a tu disposición quién te pregunta qué debe ver sino quien te ofrece su mirada.
¿Qué peso tiene la motivación en el proceso de aprendizaje?
La motivación es imprescindible para cualquier aprendizaje, en cualquier momento y a cualquier edad. Pero, ¿qué motivación buscamos? A veces hacemos que les motive algo que a nosotros como docentes nos conviene. Esa motivación, aunque en un principio nos pueda servir, pierde fuerza con rapidez porque no parte de ellos – de una fuente interna-, sino que viene aportada por los otros – por una fuente externa-. Cuando se necesita dormir, motivarle para que continúe despierto no tiene sentido.
¿Y qué cree que motiva hoy día a los alumnos y alumnas?
Motiva la toma decisión propia por descubrir qué construir, qué crear, qué gozar. ¿Lo que hacemos les gusta a ellos o a los adultos que están con ellos? Lo que motiva al que aprende no es hacer para saber, sino hacer porque sabe. En este sentido, habría que enseñar desde el saber, al saber más; nunca desde el no saber. Les encanta hablar, intervenir, participar, ser los constructores de algo y ser conscientes de ello. Les encanta descubrir, asombrarse, …
No siempre es fácil conseguir que se asombren…
¿Cuántas preguntas les hacemos cuyas respuestas ya esperamos? Eso poco motiva, y más cuando el alumno así lo percibe. ¿Cuántas preguntas les hacemos cuyas respuestas desconocemos? ¿Qué piensas tú sobre…? ¿Qué harías para…? ¿Estás de acuerdo con…? ¿Qué cambiarías…? ¿Qué añadirías…? Les ilusiona creer que han sido ellos los que lo han descubierto, creer que han sido ellos los que han logrado explicarte a ti lo que tú tenías que explicarles a ellos. La mejor opción para la vida es invertir en ilusión.
¿Qué valor tiene la novedad como herramienta de motivación?
Nuevo es lo que produce una sensación distinta a la habitual. Lo nuevo provoca curiosidad, pero si esa curiosidad no educa la admiración no formará parte de recurso alguno motivador. Ante las situaciones novedosas el cerebro suele responder con un alto grado de curiosidad e interés: los comienzos de una etapa escolar, la iniciación de un tema, los primeros pasos de una asignatura, la utilización de un recurso o material, … La metodología empleada en estos comienzos es una variable que incide en el aspecto motivacional de la posición de partida, puede: aumentarla, mantenerla o disminuirla. El cerebro guarda en la memoria con extrema fijación los sentimientos generados por la emoción recibida. A partir de ese momento el cerebro toma decisión de aceptación o rechazo al tema o experiencia iniciada, repercutiendo considerablemente en los posteriores aprendizajes que se puedan relacionar con los tratados.
¿Los niños y las niñas son conscientes de qué aprenden, y para qué les sirve?
No suelen ser conscientes de lo que aprenden y muchas veces ellos mismos se preguntan ¿para qué les sirve? Sin embargo, los alumnos y alumnas nunca se formulan esa pregunta cuando comprenden los conceptos que aprenden y se implican en esa comprensión. Habitualmente se suelen preguntar ¿para qué sirve?, no tanto desde la utilidad, sino desde el sentido que aporta para ellos aprender algo que saben cómo se llama pero que no saben lo que es, lo que significa. Esa ausencia de comprensión margina en sí misma la propia aplicación de lo aprendido. No lo reconocen ni en la vida real ni en la adquisición de otros conocimientos de la misma materia de estudio o de otra distinta. También se suelen preguntar ¿para qué sirve? cuando no se les implica en la construcción de los conocimientos. ¿Para qué sirve esto? es una manera de decirle al adulto: ¿Dónde estoy yo en este proceso? ¿Qué importancia tengo? ¿Qué lugar ocupo? ¿Cuánto importa lo que pienso, lo que percibo, lo que siento? ¿En qué parte de mi yo, coloco lo que estoy recibiendo? Hay que tener en cuenta los dos sentidos de esa misma dirección de provecho: implicación y comprensión.
Entonces, ¿les motiva saber, entender las cosas que aprenden?
Antes hablábamos de motivación y de qué les motivaba. Y por experiencia propia puedo decir que les motiva saber. Sí, les encanta entender las cosas que se les explican, que se trabajan en clase. Les encanta comprender y dotar de sentido y significado a lo que están aprendiendo. Y, al contrario, suelen ofrecer rápido rechazo a los aprendizajes que tienen que aceptar sin entendimiento alguno. Me atrevería a decir, que una de las más importantes variables facilitadoras de la motivación es la comprensión.
¿Podría compartir algunos de los aprendizajes que le han enseñado sus alumnos y alumnas?
Me enseñaron y me siguen enseñando:
¿Qué nos tenemos que preguntar antes de evaluar?
Habría que preguntarse ¿qué evaluar? y ¿cómo evaluarlo? Las asignaturas no son fines, son medios para el desarrollo integral de la persona: por su saber, por su estado emocional, por atreverse a…, por creer en… , por discutir sobre…, por buscar argumentos para, por contar con el otro ante…. Esto no significa que no sea importante adquirir conocimientos, sino que, sólo eso, ya no es suficiente si no nos preguntamos cuánto te ha permitido esa adquisición: creer y confiar en ti mismo, valorar al otro, escuchar y atender propuestas distintas a las tuyas, etc. La pregunta fundamental no es cómo de bien realiza el niño la ficha que hace, sino cuánto bien le hace al niño la ficha que realiza.
¿Es la memorización una buena estrategia para aprender?
La memorización responde a los deseos del que enseña, pero son los recuerdos los que responden a las necesidades del que aprende. La pregunta no es ¿qué deben memorizar? Sino, ¿qué necesitan recordar? Lo que se percibe se olvida en función del grado de atención, lo que se piensa se olvida en función del grado de implicación, pero lo que se siente no se olvida jamás. ¿Qué evaluar? Por supuesto que hay que evaluar hasta cuánto cuentan, pero también hay que evaluar cómo se sienten cuando están contando.
¿Los sistemas de evaluación que se llevan a cabo en la actualidad permiten llevar a cabo una docencia adecuada a los tiempos que vivimos?
Los sistemas de evaluación que se llevan a cabo en la actualidad no permiten llevar una docencia adecuada porque deciden qué aprender, cómo y cuándo aprenderlo, sin respetar las necesidades del que enseña y del que aprende. Subordinan la labor del capital humano a la obtención de un conjunto de respuestas asociadas a un contenido, sin tener en cuenta resultados de estrés, desasosiego, memorización no inteligente, confianza, estado emocional, sentimientos, capacidad para establecer relaciones, argumentación, conocimiento, etc. Lo que hace que el docente tenga que prepararles para esa evaluación más que prepararles para saber.
¿Qué herramientas podemos utilizar en el aula para potenciar el pensamiento crítico?
Toda enseñanza seria y responsable se ocupa de poner a disposición del que aprende: autonomía, observación y crítica. Sin duda, la mejor herramienta para potenciar el pensamiento crítico es la formulación de preguntas. Esto conlleva la necesaria utilización paralela de materiales y recursos; y basar la clase en la indagación y la interrogación, más que en la información y la afirmación. Para que aprendan a hacerse preguntas hay que enseñar preguntando. Para ello hay que hacer uso del método socrático, del método científico, del regresivo, del intuitivo, del … Qué tristeza me provocan esos colegios que por calidad utilizan solo el método ABC, pues de alguna manera se están perdiendo el resto del abecedario. Calidad es construir la escuela que no existe para el alumno que no llega.
¿Cuál cree que son las habilidades más importantes que debe tener un buen docente?
Sonreír, creer en lo que haces, saber escuchar y dominar su materia. Por sonreír entiendo entrega y generosidad, adaptarse al que aprende y ofrecer cercanía, alegría y tranquilidad.
Cuando crees en lo que haces, el programa está a tu disposición y no tú a disposición del programa. Hay una gran diferencia entre hacer lo que está programado y programar lo que quieres hacer.
Sobre la importancia de escuchar ya hemos hablado algo anteriormente.
¿Y sobre la importancia de dominar la materia?
Es fundamental que dominen su materia. Cada vez más tendremos que enseñar lo que no sabemos pero será imprescindible hacerlo desde lo que sabemos, y no, desde lo que desconocemos. Una persona que domina su materia sabe preguntar y distingue con claridad el procedimiento, del objetivo y de la finalidad. Una herramienta es la formulación de preguntas pero el procedimiento es escuchar, el objetivo es obtener respuestas y la finalidad es el saber. El docente se hace cada día desde una constante y permanente formación.
¿Estamos tan preocupados por la educación del futuro que no prestamos atención a la educación del presente?
A veces se pierde de vista que la finalidad es el saber. Y que ese saber debe contribuir al desarrollo integral de la persona. Además de enseñar las asignaturas a través de la vida real, hay que enseñar vida a través de las asignaturas. Miramos tanto al futuro que no vemos, que no vemos el presente que nos mira. Y qué les enseñamos; por ejemplo: ¿cuántas formas distintas de restar? Si yo les digo así se resta, les estoy diciendo que todo lo que no se haga así no sirve para restar. Si yo les enseño cinco formas distintas de restar, les estoy preparando para entender que habrá otras por descubrir, y otras, por inventar. El futuro se construye con el presente que ahora viven.
* José Antonio Fernández Bravo: Docente, investigador y autor de más de un centenar de libros, el último La sonrisa del conocimiento.
¿Qué implica escuchar a los alumnos?
Escuchar implica enseñar desde el cerebro del que aprende; preguntarse por qué hacen lo que hacen y por qué dicen lo que dicen, y encontrar respuestas; observar y entender sus intereses, sus reacciones, sus experiencias y expresiones; modificar acciones en función de la necesidad del que aprende; provocar sonrisas y ganas de seguir aprendiendo; conseguir que nuevos horizontes se abran, que nuevas tareas se presenten, que nuevos niveles de conocimiento e intuición se concreticen; … Escuchar es dejar de oírte a ti. Cuando escuchas a los niños hay que atender a sus palabras para ver qué piensan, no para ver qué dicen.
¿Cómo lo hace usted?
Cuando yo les hablo el objetivo no es que me escuchen a mí, sino que yo pueda escucharles a ellos. No es hablar para que me escuchen sino hablar para escuchar; no es cuestión de que me sigan a mí, sino de que yo les pueda seguir. Esto se puede mal interpretar y pensar que estoy diciendo que no es importante que los niños nos escuchen; y esto mucho se aleja de lo que quiero transmitir, porque tanto hay que escuchar para educar como educar para escuchar. Lo que quiero decir es que si tú no les enseñas a escuchar ellos no aprenderán a hacerlo, y la única manera que conozco es predicar con el ejemplo. En mi último libro: La sonrisa del conocimiento, se trata en profundidad la importancia de la escucha: escuchar para enseñar y escuchar para aprender.
¿Qué beneficios se derivan?
Los beneficios que se derivan de la escucha son por satisfacción, inimaginables; y, por evolución, sorprendentes tanto para el que enseña como para el que aprende. Si escuchamos contamos con lo que nos dice el otro y tenemos datos concretos para canalizar nuestra intervención educativa con mayor éxito. Sentirse implicados en el proceso educativo, les ayuda a creer en sí mismos y en los demás y a aumentar su confianza. Entienden que encontrar algo es el resultado de un proceso de búsqueda que se realiza conjuntamente, y no el resultado de una información dada por el que enseña sin posibilidad de: probar y refutar, cuestionar, de intervenir para comprobar, considerar su evidencia para acoplarlo a su realidad. Y es que ya no se trata de superar contenidos, sino de adquirir conocimientos. Contenido es lo que se enseña y conocimiento lo que se aprende.
Los docentes enseñan a los alumnos pero… ¿los alumnos/as pueden enseñar a los docentes?
Si el docente supone que ya lo sabe todo, será difícil aprender de nuestros alumnos. Los alumnos pueden enseñar mucho a los docentes solo si los docentes quieren aprender. Para ello, nos tenemos que hacer preguntas como: ¿En qué medida mis formas de enseñar coinciden con sus formas de aprender? ¿Si hubiera utilizado un procedimiento distinto al que he utilizado hubiera obtenido resultados más satisfactorios?, etc.
A veces las respuestas de los niños sorprenden a los docentes.
Tenemos también que creer en principios y criterios que nos hagan entender que ningún niño quiere hacerlo mal o dar una respuesta incorrecta, por lo que siempre hay un por qué en esa acción o expresión que de ellos obtenemos. Que las respuestas que obtengo de los niños no coincidan con las que de ellos espero, no significa en modo alguno que no razonen, sino que existe discrepancia entre lo que espero y lo que obtengo. Para aprender de nuestros alumnos tenemos que aprender a escucharles. No se pone a tu disposición quién te pregunta qué debe ver sino quien te ofrece su mirada.
¿Qué peso tiene la motivación en el proceso de aprendizaje?
La motivación es imprescindible para cualquier aprendizaje, en cualquier momento y a cualquier edad. Pero, ¿qué motivación buscamos? A veces hacemos que les motive algo que a nosotros como docentes nos conviene. Esa motivación, aunque en un principio nos pueda servir, pierde fuerza con rapidez porque no parte de ellos – de una fuente interna-, sino que viene aportada por los otros – por una fuente externa-. Cuando se necesita dormir, motivarle para que continúe despierto no tiene sentido.
¿Y qué cree que motiva hoy día a los alumnos y alumnas?
Motiva la toma decisión propia por descubrir qué construir, qué crear, qué gozar. ¿Lo que hacemos les gusta a ellos o a los adultos que están con ellos? Lo que motiva al que aprende no es hacer para saber, sino hacer porque sabe. En este sentido, habría que enseñar desde el saber, al saber más; nunca desde el no saber. Les encanta hablar, intervenir, participar, ser los constructores de algo y ser conscientes de ello. Les encanta descubrir, asombrarse, …
No siempre es fácil conseguir que se asombren…
¿Cuántas preguntas les hacemos cuyas respuestas ya esperamos? Eso poco motiva, y más cuando el alumno así lo percibe. ¿Cuántas preguntas les hacemos cuyas respuestas desconocemos? ¿Qué piensas tú sobre…? ¿Qué harías para…? ¿Estás de acuerdo con…? ¿Qué cambiarías…? ¿Qué añadirías…? Les ilusiona creer que han sido ellos los que lo han descubierto, creer que han sido ellos los que han logrado explicarte a ti lo que tú tenías que explicarles a ellos. La mejor opción para la vida es invertir en ilusión.
¿Qué valor tiene la novedad como herramienta de motivación?
Nuevo es lo que produce una sensación distinta a la habitual. Lo nuevo provoca curiosidad, pero si esa curiosidad no educa la admiración no formará parte de recurso alguno motivador. Ante las situaciones novedosas el cerebro suele responder con un alto grado de curiosidad e interés: los comienzos de una etapa escolar, la iniciación de un tema, los primeros pasos de una asignatura, la utilización de un recurso o material, … La metodología empleada en estos comienzos es una variable que incide en el aspecto motivacional de la posición de partida, puede: aumentarla, mantenerla o disminuirla. El cerebro guarda en la memoria con extrema fijación los sentimientos generados por la emoción recibida. A partir de ese momento el cerebro toma decisión de aceptación o rechazo al tema o experiencia iniciada, repercutiendo considerablemente en los posteriores aprendizajes que se puedan relacionar con los tratados.
¿Los niños y las niñas son conscientes de qué aprenden, y para qué les sirve?
No suelen ser conscientes de lo que aprenden y muchas veces ellos mismos se preguntan ¿para qué les sirve? Sin embargo, los alumnos y alumnas nunca se formulan esa pregunta cuando comprenden los conceptos que aprenden y se implican en esa comprensión. Habitualmente se suelen preguntar ¿para qué sirve?, no tanto desde la utilidad, sino desde el sentido que aporta para ellos aprender algo que saben cómo se llama pero que no saben lo que es, lo que significa. Esa ausencia de comprensión margina en sí misma la propia aplicación de lo aprendido. No lo reconocen ni en la vida real ni en la adquisición de otros conocimientos de la misma materia de estudio o de otra distinta. También se suelen preguntar ¿para qué sirve? cuando no se les implica en la construcción de los conocimientos. ¿Para qué sirve esto? es una manera de decirle al adulto: ¿Dónde estoy yo en este proceso? ¿Qué importancia tengo? ¿Qué lugar ocupo? ¿Cuánto importa lo que pienso, lo que percibo, lo que siento? ¿En qué parte de mi yo, coloco lo que estoy recibiendo? Hay que tener en cuenta los dos sentidos de esa misma dirección de provecho: implicación y comprensión.
Entonces, ¿les motiva saber, entender las cosas que aprenden?
Antes hablábamos de motivación y de qué les motivaba. Y por experiencia propia puedo decir que les motiva saber. Sí, les encanta entender las cosas que se les explican, que se trabajan en clase. Les encanta comprender y dotar de sentido y significado a lo que están aprendiendo. Y, al contrario, suelen ofrecer rápido rechazo a los aprendizajes que tienen que aceptar sin entendimiento alguno. Me atrevería a decir, que una de las más importantes variables facilitadoras de la motivación es la comprensión.
¿Podría compartir algunos de los aprendizajes que le han enseñado sus alumnos y alumnas?
Me enseñaron y me siguen enseñando:
- Que nosotros queremos hacerles mayores y, ellos quieren que seamos pequeños. Una vez me dijo un niño: “Cuando tú seas pequeñito como yo, vienes a mi cole para jugar juntos.”
- Que no escuchan lo que dices sino lo que haces.
- Que no se puede trabajar por proyectos sin advertir que cada uno de tus alumnos es un proyecto de vida.
- A distinguir los deberes y esfuerzos necesarios de los innecesarios. Que los deberes y esfuerzos necesarios son necesarios, los que no son necesarios son los innecesarios.
- Qué tanto error se comete cuando se le pide a un niño más de lo que puede alcanzar, como cuando se le priva de aquello que puede conseguir.
- Que son nuestros silencios los que conquistan su voz.
- Que un buen alumno no es sólo aquel al que tú desarrollas, sino también el que te desarrolla a ti. Todos los niños me enseñaron a enseñar. Me lo enseñaron todo. La lista sería interminable.
¿Qué nos tenemos que preguntar antes de evaluar?
Habría que preguntarse ¿qué evaluar? y ¿cómo evaluarlo? Las asignaturas no son fines, son medios para el desarrollo integral de la persona: por su saber, por su estado emocional, por atreverse a…, por creer en… , por discutir sobre…, por buscar argumentos para, por contar con el otro ante…. Esto no significa que no sea importante adquirir conocimientos, sino que, sólo eso, ya no es suficiente si no nos preguntamos cuánto te ha permitido esa adquisición: creer y confiar en ti mismo, valorar al otro, escuchar y atender propuestas distintas a las tuyas, etc. La pregunta fundamental no es cómo de bien realiza el niño la ficha que hace, sino cuánto bien le hace al niño la ficha que realiza.
¿Es la memorización una buena estrategia para aprender?
La memorización responde a los deseos del que enseña, pero son los recuerdos los que responden a las necesidades del que aprende. La pregunta no es ¿qué deben memorizar? Sino, ¿qué necesitan recordar? Lo que se percibe se olvida en función del grado de atención, lo que se piensa se olvida en función del grado de implicación, pero lo que se siente no se olvida jamás. ¿Qué evaluar? Por supuesto que hay que evaluar hasta cuánto cuentan, pero también hay que evaluar cómo se sienten cuando están contando.
¿Los sistemas de evaluación que se llevan a cabo en la actualidad permiten llevar a cabo una docencia adecuada a los tiempos que vivimos?
Los sistemas de evaluación que se llevan a cabo en la actualidad no permiten llevar una docencia adecuada porque deciden qué aprender, cómo y cuándo aprenderlo, sin respetar las necesidades del que enseña y del que aprende. Subordinan la labor del capital humano a la obtención de un conjunto de respuestas asociadas a un contenido, sin tener en cuenta resultados de estrés, desasosiego, memorización no inteligente, confianza, estado emocional, sentimientos, capacidad para establecer relaciones, argumentación, conocimiento, etc. Lo que hace que el docente tenga que prepararles para esa evaluación más que prepararles para saber.
¿Qué herramientas podemos utilizar en el aula para potenciar el pensamiento crítico?
Toda enseñanza seria y responsable se ocupa de poner a disposición del que aprende: autonomía, observación y crítica. Sin duda, la mejor herramienta para potenciar el pensamiento crítico es la formulación de preguntas. Esto conlleva la necesaria utilización paralela de materiales y recursos; y basar la clase en la indagación y la interrogación, más que en la información y la afirmación. Para que aprendan a hacerse preguntas hay que enseñar preguntando. Para ello hay que hacer uso del método socrático, del método científico, del regresivo, del intuitivo, del … Qué tristeza me provocan esos colegios que por calidad utilizan solo el método ABC, pues de alguna manera se están perdiendo el resto del abecedario. Calidad es construir la escuela que no existe para el alumno que no llega.
¿Cuál cree que son las habilidades más importantes que debe tener un buen docente?
Sonreír, creer en lo que haces, saber escuchar y dominar su materia. Por sonreír entiendo entrega y generosidad, adaptarse al que aprende y ofrecer cercanía, alegría y tranquilidad.
Cuando crees en lo que haces, el programa está a tu disposición y no tú a disposición del programa. Hay una gran diferencia entre hacer lo que está programado y programar lo que quieres hacer.
Sobre la importancia de escuchar ya hemos hablado algo anteriormente.
¿Y sobre la importancia de dominar la materia?
Es fundamental que dominen su materia. Cada vez más tendremos que enseñar lo que no sabemos pero será imprescindible hacerlo desde lo que sabemos, y no, desde lo que desconocemos. Una persona que domina su materia sabe preguntar y distingue con claridad el procedimiento, del objetivo y de la finalidad. Una herramienta es la formulación de preguntas pero el procedimiento es escuchar, el objetivo es obtener respuestas y la finalidad es el saber. El docente se hace cada día desde una constante y permanente formación.
¿Estamos tan preocupados por la educación del futuro que no prestamos atención a la educación del presente?
A veces se pierde de vista que la finalidad es el saber. Y que ese saber debe contribuir al desarrollo integral de la persona. Además de enseñar las asignaturas a través de la vida real, hay que enseñar vida a través de las asignaturas. Miramos tanto al futuro que no vemos, que no vemos el presente que nos mira. Y qué les enseñamos; por ejemplo: ¿cuántas formas distintas de restar? Si yo les digo así se resta, les estoy diciendo que todo lo que no se haga así no sirve para restar. Si yo les enseño cinco formas distintas de restar, les estoy preparando para entender que habrá otras por descubrir, y otras, por inventar. El futuro se construye con el presente que ahora viven.
* José Antonio Fernández Bravo: Docente, investigador y autor de más de un centenar de libros, el último La sonrisa del conocimiento.
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