Nuestra cultura de la inmediatez y la preferencia por soluciones
simples y rápidas
lleva a una generalizada medicalización de facetas
normales de la vida.
En un país donde los padres tienen que hacer
milagros para conciliar vida profesional y familiar, junto a una
educación pública con recursos cada vez más reducidos, medicalizar se
presenta como una opción más atractiva
Esther Samper
Eldiario.es
EFE |
El número de personas diagnosticadas por trastorno por déficit de atención con hiperactividad
(TDAH) no ha parado de crecer en las últimas décadas en todo el mundo.
En Estados Unidos, en tan sólo 20 años (entre 1997 y 2016), los casos de
niños y adolescentes diagnosticados por este trastorno han pasado del 6.1% al 10.2% de esta población.
Tendencias similares se han registrado en múltiples países
desarrollados como, por ejemplo, España. En nuestro país la incidencia
de TDAH también se ha incrementado considerablemente en las últimas
décadas, hasta diagnosticarse entre el 5% y 7% de los niños y
adolescentes españoles en la actualidad. ¿A qué se debe tal aumento de
casos con TDAH? ¿Es simplemente la consecuencia de una mayor atención
médica a este problema?
Para entender las razones
tras este fenómeno es necesario conocer primero los detalles que hay
tras el diagnóstico del TDAH. Como muchos otros trastornos, no existe
ninguna prueba única que lo diagnostique. Además, las pruebas de
neuroimagen suelen ser inútiles para tal fin, dado que (por el momento)
no existe ningún marcador biológico que sea específico del TDAH. Debido a
esto, existen evidentes dificultades para diagnósticos precisos. De
hecho, los criterios diagnósticos de este trastorno se basan en un
conjunto de síntomas inespecíficos que se recogen en manuales
diagnósticos internacionales como el DSM-5, la "biblia" de la psiquiatría, o la Clasificación internacional de enfermedades CIE-10, elaborada por la OMS.
Así, en el DSM-V, el manual más usado en España para
diagnosticar este trastorno, podemos encontrar los siguientes criterios
diagnósticos: "Con frecuencia parece no escuchar cuando se le habla
directamente" o "Con frecuencia evita, le disgusta o se muestra poco
entusiasta en iniciar tareas que requieren un esfuerzo mental
sostenido". Cuando se cumplen seis o más de criterios similares por
hiperactividad e impulsividad o seis o más por inatención durante los
últimos 6 meses se establece el diagnóstico de TDAH. Por supuesto,
previamente se deben haber descartado otros tipos de trastornos y
problemas de salud.
En las últimas décadas, se ha
incrementado el conocimiento y la consciencia de este trastorno tanto en
padres como en médicos. Como consecuencia lógica, se ha reforzado la
detección clínica de este problema, lo que ha llevado a un menor
porcentaje de personas sin diagnosticar y también a un incremento total
de las personas con TDAH.
Sin embargo, debido a este
sistema diagnóstico basado en criterios difusos, existe una enorme
variabilidad en cuanto al porcentaje de la población diagnosticada que
depende del criterio del médico, del área geográfica, de la cultura, de
la edad y el nivel socioeconómico del niño/adolescente. Múltiples
estudios realizados en las últimas décadas han encontrado que estos
factores influyen considerablemente en las posibilidades de que una
persona sea diagnosticada como TDAH.
En ese sentido, un reciente estudio publicado en la prestigiosa revista médica The New England Journal of Medicine
pone en la picota, una vez más, los criterios para diagnosticar este
trastorno. Los investigadores estudiaron a una población de 407.846
niños de Estados Unidos y el porcentaje de diagnosticados por TDAH en
relación con su fecha de nacimiento. ¿Por qué la fecha de nacimiento?
Porque es el criterio elegido para entrar al comienzo del curso en la
guardería en algunas zonas de Estados Unidos, siendo el corte el 1 de
septiembre. Así, en una misma clase puede haber niños con diferencias de
edad de prácticamente un año: los que nacieron el 1 de septiembre junto
con los que nacieron en agosto del año siguiente.
¿Los resultados? Los niños más jóvenes (nacidos en agosto) tenían muchas
más probabilidades de recibir un diagnóstico de TDAH que los nacidos en
septiembre. Concretamente, el porcentaje de diagnosticados por TDAH en
el grupo de los nacidos en agosto era de 85,1 casos por 10.000 niños
mientras que en aquellos nacidos en septiembre era de 63,6 casos por
cada 10.000 niños. Es decir, una diferencia absoluta de 21,5 casos entre
ambos grupos. Además, los nacidos en agosto tenían también
significativamente más probabilidades de recibir tratamiento.
¿Tienen más TDAH los niños más jóvenes de los cursos de la guardería?
Obviamente no, pero es el contexto de estos chicos lo que lleva a un
sobrediagnóstico de este trastorno, originado por los difusos criterios
diagnósticos. Un niño que es considerablemente más joven que sus otros
compañeros va a presentar comportamientos que podrían interpretarse como
TDAH pero que, en realidad, son consecuencia de esta circunstancia: más
problemas para comportarse en clase, mayores dificultades para seguir
la lección... De hecho, otro estudio descubrió que en algunos distritos
escolares ser el benjamín de la clase suponía 20 veces más
posibilidades de recibir tratamiento para el TDAH. Estudios en otros países han detectado tendencias muy similares.
Por otro lado, diferentes investigaciones han evidenciado que conforme
mayor sea el niño menos probable es que se diagnostique como TDAH
porque, entre otras razones, las conductas de hiperactividad y déficit
de atención disminuyen con el paso del tiempo. En otras palabras, no hay
duda de que hay casos reales de TDAH, pero también hay casos ficticios
de TDAH debido a múltiples circunstancias.
Otro
factor que influye en el porcentaje de personas diagnosticadas es el
manual diagnóstico que se utilice. En ciertos países, como España, se
utiliza principalmente el DSM-V, mientras que en otros se usa más el
CIE-10, como en Francia. ¿Las consecuencias? Como los criterios
diagnósticos son ligeramente diferentes entre estos manuales, los
porcentajes de personas diagnosticadas conTDAH son también diferentes
entre países. Así, con el DSM-V como guía, se sabe que es bastante más
probable diagnosticar como TDAH a formas de hiperactividad e inatención
que, en teoría, serían normales para la edad (lo que llamamos falsos
positivos), en comparación con el CIE-10.
Desde hace
unos años, se está produciendo una "tormenta perfecta” que está llevando
a un aumento del porcentaje de personas diagnosticadas conTDAH. A las
patentes dificultades para diagnosticar este trastorno con precisión se
unen diversas circunstancias y las características de nuestra sociedad
actual. Para empezar, con la aparición en el año 2013 de la nueva
versión del manual diagnóstico DSM (se pasó del DSM-IV al DSM-V), se
ampliaron los criterios para diagnosticar a alguien con este trastorno.
Esta medida fue muy criticada por un sector de la psiquiatría preocupada
por la presión de la industria farmacéutica.
Otras
circunstancias que fomentan el sobrediagnóstico de TDAH son las
escolarizaciones cada vez más tempranas de los niños, así como también
la pérdida de la autoridad de los maestros y profesores que se ven
limitados a la hora de establecer directrices de comportamiento a los
niños. Además, nuestra cultura de la inmediatez y la preferencia por
soluciones simples y rápidas lleva a una generalizada medicalización de
facetas normales de la vida. Así, la tolerancia hacia un niño revoltoso
es considerablemente menor y se tiende más a la búsqueda de un
tratamiento médico cuando, en realidad, podrían aplicarse distintas
pautas educativas tanto por parte de los padres como desde la
escuela/instituto. Sin embargo, en un país donde los padres tienen que
hacer milagros para conciliar vida profesional y familiar, junto a una
educación pública con recursos cada vez más reducidos, medicalizar se
presenta como una opción más atractiva.
Por otro lado, nos encontramos inmersos en la era de los estímulos constantes: móviles, tablets,
ordenadores, redes sociales... Concentrarse durante un tiempo mantenido
se presenta como un reto, incluso para los adultos, al estar rodeados
de tantas distracciones. Aún no sabemos con certeza cómo este panorama
afectará al diagnóstico de TDAH en la población más joven, pero no sería
ninguna sorpresa que llevara a un artificioso incremento de los
diagnósticos. En una sociedad en la que el tiempo siempre escasea, las
cosas se exigen para ya e Internet nos provee de interminables
distracciones, el milagro sería que no hubiera más casos, reales o
falsos, de TDAH.
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