La escuela infantil (EI) alemana que deja que los niños decidan
En la escuela infantil Dolli Eisntein Haus de Pinneberg,
las decisiones se toman democráticamente, y se vota todo,
desde la
comida al cambio de pañales y la adquisición de nuevos juguetes
Panthermedia/ Gtres |
En la Dolli Einstein Haus las crisis
constitucionales suelen resolverse antes del desayuno.
Una mañana, la
gran mayoría votó en contra de la propuesta de un delegado, que sugirió
comer arroz con leche acompañado de compota de cerezas. Los delegados
tuvieron que decidir si querían torrijas o panqueques con puré de
manzana. Entonces, otro miembro del consejo propuso salchichas con
espaguetis. Una segunda ronda de votaciones consiguió desencallar la
negociación: 12 votos a favor y cuatro votos en contra de los
panqueques; una mayoría absoluta que no daba lugar a quejas.
A la mayoría de padres que llevan a sus hijos a una EI les
preocupa que sus hijos tengan piojos o un resfriado, o aprendan
palabrotas. En cambio, los padres que llevan a sus hijos a la EI Dolli Einstein Haus, situada en Pinneberg, esperan que sus hijos
adquieran otro tipo de hábito: decidir democráticamente.
El centro, que a principios de este año
obtuvo la certificación de “primera escuela infantil democrática” de
Alemania, quiere poner a prueba la capacidad de negociación de los
menores de seis años, y les permite tomar decisiones relativas al
funcionamiento de la guardería; desde el menú del desayuno hasta el
horario de cambio de pañal.
Tres años y medio después de haber iniciado este experimento, los
impulsores de este proyecto no solo han descubierto que la democracia es
contagiosa, sino que además los niños tienen una mayor capacidad de
consenso que los adultos.
Los educadores de esta escuela infantil situada en el norte de Alemania
cuentan el caso de una de las niñas que acude al centro, Pia, de seis
años, que se negó a ir a dormir cuando sus padres se lo ordenaron y citó
la “constitución” de la guardería, que se muestra en todas y cada una
de las aulas: “Puedo decidir cuándo voy a la cama. Es mi derecho”.
La “constitución” del centro reconoce siete derechos básicos: tengo el
derecho a dormir; decido qué quiero comer y qué cantidad; decido con qué
juego; decido dónde me siento; puedo expresar mi opinión siempre que lo
desee; decido con quién quiero acurrucarme, y decido quién me cambia el
pañal.
Lejos del modelo 'antiautoritario'
La directora del centro,
Ute Rodenwald, y la subdirectora, Heike Schlüter, se apresuran a
distanciarse de los modelos educativos inconformistas vinculados con el
movimiento estudiantil de 1968. Huyen de la expresión “antiautoritario”.
“La educación antiautoritaria da por sentado que cualquier grupo de
niños aprenderá a autogobernarse por arte de magia”, indica Schlüter.
“Desde que aprobamos nuestra constitución y los niños participan en la
toma de decisiones tenemos más reglas que antes, no menos”.
Los niños de esta guardería tal vez puedan decidir quién cambia su
pañal pero, tras varias reformas constitucionales, la letra pequeña del
documento deja claro que son los educadores los que deciden cuándo es
necesario hacerlo.
Rodenwald
cree que el principal objetivo de este proyecto no es dar voz a los
niños sino proporcionarles las herramientas para que puedan
desenvolverse en un mundo en constante transformación. “La democracia es
mucho más que celebrar elecciones. Tiene que ver con hacer valer la
opinión de las personas, también de los niños. Y aprender a tomar
decisiones sin ignorar la opinión de los demás”, indica.
Rodenwald explica que debido a que cada vez hay más hogares formados
por un padre y una madre que trabajan, también ha aumentado la presión
para que las guarderías asuman un papel más activo en la educación de
los niños.
Este proyecto fue
concebido en 2001 por un grupo de educadores del estado de
Schleswig-Holstein, pero empezó a tener éxito seis años más tarde,
cuando el primer equipo de Angela Merkel decidió triplicar la cifra de
escuelas infantiles. La mayoría de niños que acuden a la Dolli Einstein
Haus –gestionada por una organización sin ánimo de lucro, Institución
para la protección de los trabajadores, y que debe su nombre a un pájaro
hablador de un libro infantil– tienen un año cuando se matriculan y
asisten de ocho de la mañana hasta las cuatro de la tarde, de lunes a
viernes.
Una vez por semana,
cada grupo celebra una reunión en la que se vota en dos ocasiones: una
para decidir la merienda y la otra para decidir el desayuno. La primera
es un referéndum, ya que los educadores proponen dos opciones, por
ejemplo pastel de chocolate y tarta de limón, mientras que la segunda
votación permite que sean los alumnos los que decidan cuatro desayunos
posibles.
Se escriben las
distintas opciones en unos papeles que se dejan en el centro de un
círculo formado por los niños. Cada uno de los niños se sienta en un
cojín tras escuchar el sonido de un gong. Los niños se dan la espalda
para que su voto sea secreto. Cuando llega su turno ponen una piedra de
color, llamada Muckelsteine, en su opción preferida.
Decisiones de obligado cumplimiento
El resultado de las votaciones es de obligado cumplimiento. El cocinero
de la guardería tiene que acatar las órdenes aunque crea que el menú es
poco sano o repugnante. Este principio ha sido una prueba de fuego para
los educadores y los padres. De hecho, en alguna ocasión la guardería
ha ofrecido como desayuno pizza y estofado con remolacha.
Rodenwald y su equipo puntualizan que, de hecho, son los adultos los
que deben aprender a aceptar las decisiones de los niños, no al revés.
“Se trata de ofrecer alternativas”, explica: “Nuestra experiencia nos
demuestra que los niños comerán espinacas, ensalada o pan de centeno si
les ofreces este alimento y ven cómo otros niños lo comen”.
Otras cuestiones que son más relevantes, como la compra de nuevos
juguetes o cambios de las normas del recreo, se deciden en un encuentro
mensual del consejo de los niños, al que asisten parejas de niños y
niñas que actúan como representantes de su clase. En un encuentro
celebrado recientemente, los niños pidieron a sus delegados que se
pronunciaran después de que Rodenwald decidiera comprar un par de
triciclos sin consultarlo.
“Era una buena idea y sabemos que a los niños les encantan los triciclos
así que decidí comprarlos”, indica. “Los niños no dudaron en
recordarnos que no nos habían dado su aprobación para tomar esa
decisión. Fue uno de esos momentos en los que sabes que lo estás
haciendo bien”.
“No sé si
los niños son los mejores demócratas, pero sin lugar a dudas son menos
calculadores. No hacen ninguna afirmación solo para satisfacer a los
demás”.
Los niños educados
con este sistema democrático podrían tener conflictos de poder en casa
pero, hoy por hoy, ningún padre ha sacado a su hijo de esta guardería.
Todo lo contrario: en febrero, otros siete centros obtuvieron el
certificado de “guardería democrática” y otros 12 lo obtendrán antes de
que termine el año. La organización sin ánimo de lucro quiere que en
2020 las 58 guarderías de Schleswig-Holstein funcionen con este sistema de democracia interna.
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