En poco tiempo nadie será capaz de auto-excluirse
de la realidad migratoria.
La idea de la ‘infancia en movimiento’ contempla a los niños, niñas y adolescentes
como actores protagonistas de los proyectos migratorios.
La denominada ‘crisis de los medios de comunicación’ ha obligado a economizar para la merma de los recursos de aquel otro periodismo. Convirtiéndose más en una información de expectativa y de mucho menos relato vital.
Kepa Paul Larrañaga,
Asociación GSIA,
La denominada ‘crisis de los medios de comunicación’ ha obligado a economizar para la merma de los recursos de aquel otro periodismo. Convirtiéndose más en una información de expectativa y de mucho menos relato vital.
La
experiencia migratoria se puede transformar en un tránsito inacabado
sobre una cultura-mundo abocada al nomadismo. Y estar determinados,
todos y todas, por ese currículum nómada, compitiendo con la ventaja de
quienes fueron migrantes antes, mucho antes o después, tanto hacia
países de acogida como de retorno hacia los países de origen. No hay
duda, se trata de un fenómeno pluridimensional, y sin finalizar, en
tránsito.
En poco
tiempo nadie será capaz de auto-excluirse de la realidad migratoria. Ni
tan siquiera adoptando una mirada etnocéntrica, dando a entender una
definición sesgada del fenómeno migratorio al observarlo como anfitrión
selectivo, y siempre desde el lado bueno de la valla.
Tómenlo,
lo dicho, como una buena excusa en base a las cuestiones que se
plantearon en la 3ª Jornada Anual “La infancia en movimiento: migración,
asilo y refugio” de GSIA (Grupo de Sociología de la Infancia y la
Adolescencia), que se celebró el pasado 6 de abril con distintas mesas
de profesionales, entre éstas una dedicada a medios de comunicación.
Mesa que debatió en torno a una pregunta troncal: aportaciones que se
pueden hacer desde la profesión de periodista en la defensa de los
derechos de los niños, niñas y adolescentes migrantes, refugiados o
solicitantes de asilo.
La idea de
la ‘infancia en movimiento’ contempla a los niños, niñas y adolescentes
como actores protagonistas de los proyectos migratorios. Decidiendo
sobre el mismo proyecto como estrategia de vida. Pero esta idea
contrasta frente al relato de los medios de comunicación, entre otras
en: el tratamiento de la información con niñas, niños y adolescentes; la
falta de especialización en la prensa; el uso inadecuado de
terminologías; y la falta de interés social por las cuestiones relativas
a infancia y adolescencia. Son buenas o malas razones para frenar la
transformación social que pide este relato.
La
realidad no es una conversación aislada del mundo donde las experiencias
suceden. Esto solo puede ser una réplica de otras experiencias. Pero
los relatos no pueden ser copias de palabras sino el ‘pathos’ de quien
mira al interlocutor protagonista de la idea o su experiencia, ya sea
niño o adulto.
La
denominada ‘crisis de los medios de comunicación’ ha obligado a
economizar para la merma de los recursos de aquel otro periodismo.
Convirtiéndose más en una información de expectativa y de mucho menos
relato vital. No existen desplazamientos, o muchos menos, a los lugares
donde se producen las noticias. No existe información en origen, a veces
meramente la procedente de las ONG movilizadas a terreno.
Evidentemente, nada es suficiente cuando las noticias reproducen el
desgarro colectivo de migrantes refugiados como de niños y niñas
apátridas. Residentes en las fronteras de los interregnos.
Si esta es
la mirada informada pero excusada de la migración de los niños qué
sumará la mirada no informada. Aquella que repite el prejuicio a
mansalva, insistentemente, solo porque se puede redactar. Sin interés,
tan solo por balbucear aquella expectativa de ser migrante o de ser
niño, o de ser, a veces peor, ambas cosas a la vez. Aunque, jamás, sin
entender la ventaja de ambas
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