Adopciones truncadas
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La relación se complica cuando los niños entran en la adolescencia
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Tras el ‘boom’ de llegada de menores en 2005, está ocurriendo ahora en
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España Las ayudas por nacimientos o adopción de hijos llegarán en 2011 a 31,39 millones
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España es el segundo país del mundo con más adopciones internacionales
Un
1,5% de las adopciones internacionales se rompen en los primeros años, según un
estudio de Ana Berástegui, doctora en Psicología e investigadora en el
Instituto de la Familia
de la Universidad
de Comillas. Lo hizo en 2003, pero entonces ya avisaba de que la experiencia de
países con mayor tradición en adopciones, como Holanda, constataba que pasados
de cinco a ocho años de convivencia, cuando el menor entraba en la adolescencia,
las rupturas aumentaban. Ese plazo ya ha pasado en España desde el boom de
adopciones entre 2004 y 2006 (un 273% más que en 1998), y ya han saltado las
primeras alarmas de este problema. Hace unos días, Cataluña alertó de que 72
menores habían sido abandonados por sus padres adoptivos en la última década.
Más de la mitad provenían de adopciones internacionales y tenían más de 10
años. La Consejería
de Bienestar Social catalana anunció que revisará sus criterios de selección de
las familias, pero los expertos consideran que, además, es necesaria una mayor
información, formación y seguimiento de los padres para evitar el fracaso de
los proyectos adoptivos.
Las
dificultades de la paternidad no son exclusivas de los adoptantes, pero sí
existen peculiaridades. “Tienen que admitir que la Administración
fisgará en su vida, que los hijos pueden ejercer su derecho a buscar a sus
padres biológicos, o que pueden sufrir problemas por sus orígenes”, dice
Berástegui. Lila Parrondo, psicóloga especializada en adopciones, añade la
cuestión afectiva: “Normalmente los menores adoptados conflictivos muestran una
conducta desafiante. Intentan constatar una y otra vez que no les van a
abandonar a pesar de lo que hagan”. En sus 22 años de experiencia ha observado
que incluso algunos niños se oponen a aceptar a sus nuevos padres. La mayoría
de las familias acaban superando estos problemas, pero las que no suelen
posponer el momento de pedir ayuda porque les cuesta reconocer que han
fracasado. “Sufren mucho”, comenta Eva Gispert, directora del Instituto Familia
y Adopción, entidad sin ánimo de lucro. Los casos de padres adoptivos que
renunciaron a la tutela de sus hijos que ha conocido este periódico no quieren
recordar el calvario por el que pasaron: las discusiones, la terapia, la
impotencia e, incluso, el divorcio. “Se sienten estigmatizados y fracasados”,
comenta Gispert.
La
cuestión es si aquellas familias eran realmente idóneas para la adopción, si
tuvieron la información y formación necesarias y si contaron con apoyo tras la
llegada del menor. Javier Álvarez-Ossorio, representante de la Coordinadora de
Asociaciones en Defensa de la
Adopción y el Acogimiento (CORA) cree que no. “Nos lanzamos a
la adopción internacional sin tener los recursos necesarios”. No fue hasta la Ley de Adopción Internacional
de 2007 cuando se estableció la obligatoriedad de una “formación previa de las
familias que permitiera comprender y afrontar las implicaciones de la adopción
internacional, preparándolas para el adecuado ejercicio de sus funciones
parentales una vez constituida aquella”.
Pero
cuando empezaron a funcionar esos cursos ya se había producido un boom de
adopciones. Se pasó de poco más de 3.500 en 2002 a 5.500 en 2004 y 2005. A pesar del descenso
de los años siguientes, España es el segundo país del mundo con más adopciones
internacionales después de Estados Unidos, según un informe del Parlamento
Europeo. Para Ana Berástegui, en la última década se ha dado “una visión
demasiado positiva y naif de las adopciones, y la crianza de un hijo adoptivo
es más difícil porque viene con una historia de riesgo detrás”. Aquellos niños
que vinieron hace 10 años hoy son adolescentes, con la rebeldía propia de la
edad y los problemas añadidos de su condición.
Uno
de los principales retos de las familias adoptivas es crear vínculos afectivos
y, por muy deseados que sean los hijos, no siempre llegan a establecerse. “Es
un problema de expectativas que a veces no se cumplen”, apunta Berástegui.
Isabel Machado, responsable del servicio posadopción de Andalucía, pone un caso
reciente: “La familia planteó que no había creado ningún lazo afectivo con su
hija, que ya llevaba tres años con ellos. Normalmente, cuando hay problemas no
es que los padres no los quieran abordar, es que no pueden”.
Pero
aunque no se creen vínculos familiares, una adopción es “irrenunciable”, según
el Código Civil. “Hay cierta fantasía entre algunos padres adoptivos cuando las
cosas no van bien. Piensan que como la Administración
concedió al niño, se tiene que hacer cargo de ellos si fracasan”, apunta la
psicóloga Lila Parrondo.
El
proceso legal para renunciar a la tutela, incluso la custodia, es el mismo para
hijos biológicos y adoptados, pero en términos emocionales es diferente.
“Cuando se dan rupturas pierde todo el mundo, aunque los niños son los que más
sufren porque para ellos es un segundo fracaso. Es un trabajo fundamental que
entiendan que no es su culpa”, asegura Isabel Machado.
En
febrero de 2011 había 25 niños adoptados en los centros de protección de
menores de la Comunidad
de Madrid, según datos de Berástegui. La mitad de ellos habían sido adoptados
cuando tenían menos de 6 años. El 68,2% estaba allí porque a partir de los 11
años tuvo problemas de conducta con sus familias. Entre los niños del centro
hijos de padres biológicos, solo un 20,7% estaba allí por el mismo motivo. A
tenor de los resultados, la investigadora cree que “algunas rupturas tienen que
ver con la ligereza de los criterios en el pasado”. Con el tiempo, los
requisitos para la idoneidad se han endurecido, pero todavía “tienen que
revisarse porque ha cambiado el perfil de los niños adoptables, que ahora son
más mayores”, apunta.
Salomé
Adroher, directora general de Servicios para la Familia y la Infancia del Ministerio
de Sanidad, considera que la
Administración “no es la única culpable de las adopciones
truncadas”, pero reconoce que “hay que analizar si los procesos han sido los
adecuados. Es el momento de abrir el debate”. “Como jurista, veo que no es
concebible que ninguna comunidad contemple como causa de no idoneidad el haber
abandonado a un hijo antes”. El ministerio ha elaborado un manual para las
evaluaciones técnicas en las adopciones internacionales, porque “convendría
procurar una homogeneidad”, según Adroher, pero no deja de ser competencia de
las comunidades.
El
proceso de idoneidad se ha mejorado desde 2005, tras el pico de adopciones.
“Empezamos a buscar en la experiencia unos criterios en la selección de
familias”, explica Berástegui. Pero además de ese camino largo y difícil que
tienen que superar los adoptantes para lograr la idoneidad, los expertos
coinciden en que para evitar las adopciones truncadas es necesaria una buena
formación previa. “No se trata de asustarles, pero tienen que conocer los
riesgos”, dice Parrondo. En el caso de la vía internacional los cursos
preadoptivos son obligatorios, pero “insuficientes”, según Álvarez-Ossorio, de
CORA. En la mayoría de comunidades se imparte un curso de 10 horas en una o
varias sesiones, pero cree que tendrían que ser al menos 15 horas y una
formación más específica. “Si les damos las herramientas y el tiempo para
reflexionar la mitad de las familias se autodescartarían”, apunta.
Cataluña
es la primera que ha anunciado que aumentará el tiempo de formación de 12 a 16 horas repartidas en
cuatro semanas, y no un día y medio como hasta ahora. Sin embargo, las
asociaciones de padres adoptivos demandan un paso más: que la formación no la
impartan las mismas instituciones que evaluarán su idoneidad. Eva Gispert
asegura que las familias tienen reticencias a mostrar sus dudas en los cursos
de preparación, porque piensan que les perjudicará.
La
otra carencia del sistema, según el representante de CORA, es la falta de apoyo
mientras el hijo es menor de edad. En las adopciones nacionales se realizan
evaluaciones periódicas, pero no ocurre lo mismo con las internacionales. Son
los países de origen los que fijan el seguimiento que debe hacerse. Como
ejemplo, Rusia pide cuatro informes en los tres primeros años, China solicita
tres en el primer año y Colombia, dos. Otros países, como Mozambique, no
requieren ninguno. Pero, además, queda a elección de las comunidades hacerlo o
no. Aunque la mayoría cuenta con servicios de apoyo posadoptivo, algunos casos
de adopciones truncadas no se detectan. “Los pocos datos que tenemos”, asegura
Berástegui, “son solo la punta del iceberg, porque sabemos de padres que mandan
a sus hijos a internados y eso son, en realidad, adopciones no constituidas,
que no han creado lazos, y al llegar a la mayoría de edad se rompen”. En esos
casos, dice Parrondo, “los padres se gastan un dineral y así nadie ve que hay
una ruptura, pero solo están cubriendo las necesidades educativas del menor”.
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