De Rómulo y Remo a Mowgli y Tarzán. Una historia de lo salvaje en la literatura.

El mito del “Buen Niño Salvaje”.


El nuevo mito, que podríamos llamar del “Buen Niño Salvaje”, 

en el que confluyen la pedagogía y cierta libertad de exploración 

con la mirada colonialista, condescendiente pero totalitaria, 

que asocia lo “salvaje” con la inmadurez y justifica la dominación: 


es decir, todo niño es un bondadoso salvaje al que está bien dar algunas libertades 
pero que hay que orientar (dominar) por su “propio bien”.





Fruto de una desilusión amorosa, un melancólico joven se va a vivir a los bosques. De tanto comer hierbas, su barba y su pelo se vuelven verdes y su cuerpo se deforma. Pronto será conocido en los alrededores como el “hombre salvaje”.
En 1550, el italiano Giovanni Francesco Straparola (1480-1557) publica el relato al que pertenece este joven despechado: “Guerrino y el Hombre Salvaje”; incluido en Las noches agradables, unas de las obras pilares de los cuentos de hadas, que influyó a escritores como Charles Perrault, Jeanne-Marie Leprince de Beaumont y Jacob y Wilhem Grimm. En el cuento, este hombre de barbas verdes es capturado por el rey en turno que, cuando lo ve deambular en el bosque, lo considera una amenaza. Pero Guerrino, el joven príncipe, lo libera, y más adelante el Hombre Salvaje, con intervención de un hada, lo ayuda a coronarse rey. 
300 años después, en 1850, los Hermanos Grimm (1785-1863, 1786-1859) escriben un cuento muy similar, pero el hombre salvaje vive en el fondo de un pantano, será conocido como Juan de Hierro y revelará al final que en realidad era un rey bajo un encantamiento.






Juan de Hierro, Pierre Droal, 2014.

Cercano al arquetipo de origen medieval del “hombre salvaje”, pero antes que los Grimm, en 1756, Jeanne-Marie Leprince de Beaumont (1711-1780) escribe la versión más conocida hasta hoy de La Bella y la Bestia. Se cree que el personaje de la Bestia, del que ya circulaban otras historias, pudo haber estado inspirado en Petrus Gonsalvus, el “Salvaje Gentilhombre de Tenerife” o el “Hombre Lobo Canario”, que nació en las Islas Canarias en 1537, padecía hipertricosis y cuando tenía diez años de edad fue enviado a Enrique II de Francia como “regalo”. Enrique II le concedió un título nobilario en su corte y adquirió mucha popularidad.
En 1818, el monstruo de Frankenstein, creado por Mary Shelly (1797-1851), también daría continuidad y actualizaría la imagen de la criatura acechante, atormentada y escondida en los bosques.
Ese tipo de personaje feroz, asilvestrado, es un antecedente de por lo menos dos tendencias en la publicación de literatura infantil y juvenil contemporánea: un nuevo llamado de lo salvaje, lleno de personajes que recuperan cierta fiereza y arrojo interno, y un regreso a la Naturaleza, con otros que valoran o añoran vivir sin artificios en una flora y fauna diversa.






Salvaje, Emily Hughes, 2014.

Tan vasta es la creación actual de libros que “reconectan” con la naturaleza o plantean miradas “salvajes” que me pareció necesario dividir este tema en tres entradas. 
En esta primera intentaré contar una breve historia de lo salvaje para llegar a Mowgli y a Tarzán, dos de los personajes “salvajes” más presentes en el imaginario colectivo y en la cultura infantil y juvenil.
Y en la tercera me concentraré en el romántico llamado de la Naturaleza, con la profusión de libros informativos sobre la Tierra y sus habitantes o sobre personajes o comunidades que nos recuerdan la vida “al natural”.

1ª Parte.
El mito del “Buen Niño Salvaje”.
Desde que empezamos a contar historias, la figura del ermitaño recluido en los bosques, a veces mago o maga, otras tantas un ser monstruoso o una criatura fantástica, ha poblado nuestras ensoñaciones y pesadillas, pues ese personaje, ese Otro, dice Roger Bartra, algún rasgo propio nos refleja, y ello nos inquieta y fascina.
Son tantos los cuentos populares en los que aparecen este tipo de personajes, que existe la tipología de “El Salvaje” en sistemas de clasificación de cuentos folclóricos como el Aarne-Thompson-Uther. Los antecedentes de esta tradición fantástica pueden encontrarse en algunos mitos fundacionales, basta recordar al hombre salvaje o primitivo, Enkidu, criado por animales y el gran amigo de Gilgamesh; o Leshy el espíritu del bosque de la mitología eslava; incluso podríamos evocar el catálogo griego de centauros, sátiros, silenos, cíclopes y otros seres resultado del capricho de un dios o la cruza de un humano con otras especies.
En una línea paralela, pero en una tradición realista, una historia del humano “salvaje” en la literatura quizá arrancaría con el mito del Buen Salvaje y todos los ensayos o cartas de relación que daban cuenta de paraísos terrenales en los que vivían “nativos” felices y pacíficos.
En su ensayo “El mito del Buen Salvaje y su repercusión en el gobierno de Indias”, la investigadora Beatriz Hernández Herrero, identifica el relato “El villano del Danubio” (1529) de Fray Antonio de Guevara (1480-1545) como la primera narración que plantea la dicotomía civilizado/salvaje. En esta, el eclesiástico español defiende e idealiza a los pobladores originarios y cuestiona la mano civilizadora. Este pensamiento se extiende desde España al resto de Europa e influye a humanistas como Michel de Montaigne (1533-1592), quien suscribe la imagen cándida del que vive en la Naturaleza e intenta relativizar lo “salvaje”.






Ilustraciones de A. F. Lydon, 1865.

Y luego de muchos matices, prejuicios y nuevas colonias, con la Ilustración llegamos al polémico Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) cuyo coctel de ideas naturalistas y pedagógicas se asocian comúnmente a este mito. Con él, leemos también a Robinson Crusoe (1719) y la moda de robinsonadas que inaugura, con familias enteras de náufragos viviendo entre cascadas, en casas hechas de tronco y palma, con cantos de pájaros como despertador.
El gusto de los niños y niñas lectores por este tipo de historias fue reafirmado por Rousseau que amaba esta novela y odiaba las fábulas. Según él, un libro así era todo lo que un niño necesitaba leer pues ahí estaba condensada la vida en su “estado natural”, libre de todas las restricciones y perversiones sociales que se adquieren al crecer. De hecho, Rousseau no sólo atribuía a los niños un carácter bueno innato, que debía protegerse, asociaba ese carácter a una forma de estar inmerso en la Naturaleza (y en la tercera entrada de esta trilogía, veremos cómo esa idea influye en los modernos “regresos” a la Naturaleza).
Sus ideas alimentaron un nuevo mito, que podríamos llamar del “Buen Niño Salvaje”, en el que confluyen la pedagogía y cierta libertad de exploración con la mirada colonialista, condescendiente pero totalitaria, que asocia lo “salvaje” con la inmadurez y justifica la dominación: es decir, todo niño es un bondadoso salvaje al que está bien dar algunas libertades pero que hay que orientar (dominar) por su “propio bien”. 
Aunque el pensamiento de Rousseau sirvió para dar especificidad a la infancia y empujar una historia de reconocimiento y derechos, también nutrió esta imagen frágil del niño bueno, sin complejidades, que necesita protección; concepto que se asentaría en el Romanticismo y la época Victoriana y que hoy se traduce en una cultura infantil sensiblera y bien vigilada. 
Muchos libros, sin embargo, han dado espacio a los niños y niñas para liberarse y habitar sus mundos propios indómitos. En algún punto, Rudyard Kipling (1865-1936), en 1894, con Mowgli en El libro de la selva, y Edgar Rice Burroughs (1875-1950), en 1912, con Tarzán de los monoslo hicieron.
Aunque Kipling y Burroughs no eran amigos, de hecho, Kipling denostaba Tarzán, ambas publicaciones tienen como antecedente la figura del héroe criado por animales, como en el mito fundacional de Rómulo y Remo o en algunas versiones de la infancia de Zeus, en las que se cuenta que fue criado por una cabra llamada Amaltea; o el héroe que vive en el bosque, como en la leyenda inglesa de Robin Hood, pero los dos son básicamente herederos de la mirada colonialista sobre lo salvaje (comprensiblemente, en India, Kipling no es leído ni respetado por haber defendido siempre al imperio británico). Se popularizaron en parte por la tendencia al exotismo en el arte (del tipo tahitianas desnudas de Gauguin y  estampados de flores gigantes y aves encopetadas), aunque sin duda también conectaron profundamente con los lectores.
Tarzán fue una especie de superhéroe antes de la época de los superhéroes. Sólo precedido por John Carter (1911), también creado por Burroughs pero muchísimo menos icónico, anterior al Zorro (1919) de Johnston McCulley y 26 años antes que Superman (1938). El hombre cuidado por simios configuró a un superhéroe selvático que prefirió la vida salvaje que reintegrarse a la aristocracia británica a la que pertenecían sus padres. Aunque literariamente siempre fue considerada menor, el personaje y su historia llena de acción funcionaban y eran fácilmente adaptables. Cómics, películas, programas radiales y televisivos circularon rápidamente, dieron perdurabilidad a la serie y afianzaron el nuevo mito, o la actualización del mito del Hombre Salvaje, en la cultura popular. Tarzán sigue siendo hoy uno de los personajes más icónicos del mundo. 
En el caso de Mowgli, los niños y jóvenes lectores encontraron a un personaje todavía más cercano y cautivante, que hablaba con los animales ya no como resultado de un encantamiento fantástico o parte del orden natural de un cuento de hadas o una fábula, sino producto de una construcción literaria compleja. El uso del lenguaje de Kipling resultaba novedoso: lobos, panteras, osos, tigres y serpientes hablaban y se comportaban siguiendo unas reglas propias, instintivas, realistas, no tan evidentemente antropomórficas. Jack London -y tantos más después- también exploraría una perspectiva animal realista con Buck, el inolvidable perro que recupera su naturaleza lobuna en El llamado de lo salvaje(1903). 






Ilustración de Amanda Mijangos y Armando Fonseca para El libro de la selva (Ediciones Castillo, 2017).

La permanencia de Mowgli hasta nuestros días seguramente se deba, sin olvidar la animación que hicieran los estudios Disney en los años 60, a esa calidad de la prosa y las voces narrativas de animales que desarrolló Kipling, cuya canonización quedó sellada cuando le entregaron el Premio Nobel de Literatura en 1907. Pero también gracias a la complejidad del protagonista. Recordemos las líneas con las que cierra “La canción de Mowgli” en la última de sus historias en El libro de la Selva:
Soy dos Mowglis, pero la piel de Shere Khan está bajo mis pies.
Toda la selva sabe que maté a Shere Khan. 
¡Miren, miren bien, oh, lobos!
¡Ahae! Está apenado mi corazón por las cosas que no entiendo.
(Traducción de Darío Zárate Figueroa, Ediciones Castillo, 2017.)
Además de suscribir en alguna medida el mito del “Buen Niño Salvaje”, también, como sucede con el álbum Salvaje de Emily Hughes (Libros del Zorro Rojo, 2014) y otros que veremos la próxima semana, se corresponde con las historias sobre niños y niñas ferales encontrados en los bosques, como Marie-Angélique Memmie Le Blanc y Víctor de Aveyron, hallados en Francia en 1731 y 1799, respectivamente, o Amala y Makala, en India, las niñas que en 1920 fueron separadas de una loba que aparentemente las había criado.
A diferencia de la serie de Tarzán, que decíamos fue poco valorada literariamente y sobrevive adaptada o más como ícono que como publicación, la vigencia de Mowgli también se constata por las muchas ediciones que se siguen haciendo del libro.
Sin ir muy lejos, recientemente se editaron en México dos notables: El libro de la selva/El segundo libro de la selva (Penguin Clásicos, 2016) que al fin pone al alcance cinco nuevas historias de Mowgli que Kipling publicó primero en revistas y luego en un solo tomo, y El libro de la selva (2017) de Ediciones Castillo, ilustrado por Amanda Mijangos y Armando Fonseca y traducido por Darío Zárate Figueroa del inglés a un español más latinoamericano. 
En esta edición, Mijangos y Fonseca dibujan una selva exuberante, de follajes gigantescos, sombras acuosas y estáticas siluetas que perfilan a los personajes como en pinturas rupestres o representaciones tribales. Con ello recuperan el tono mítico, salvaje, de “tierras vírgenes” que tiene el libro.






Ilustración: Amanda Mijangos y Armando Fonseca.

En la edición de Penguin, además de El segundo libro de la selva, se incluye el primer relato en el que aparece Mowgli: “En el rukh”, incluido originalmente en el libro Muchas fantasías (1893). Cronológicamente este cuento nos sitúa mucho después de las aventuras que conocemos. En él, Mowgli ya es un adulto al que un grupo de servidores públicos del Imperio Británico en la India le ofrece un puesto como guardabosques imperial. Mowgli acepta. El trabajo le permite casarse, tener una familia y asegurarse una pensión. Así como a muchos desilusiona enterarse que, según Andersen, la Sirenita no se casa con el príncipe y se vuelve espuma de mar, este desenlace tan “civilizado” para Mowgli puede ser un balde de agua fría para muchos de nosotros.
Como sugiere la especialista Kaori Nagai, en el interesante texto introductorio incluido también en esta edición, podemos prescindir de ese futuro para Mowgli, pero el cuento aclara ciertos datos históricos e ideológicos que en El libro de la selva y en su secuela aparecen desdibujados y “aporta cierto aire conclusivo a la saga de Mowgli como mito imperial”. 
Las cinco nuevas historias de Mowgli en El segundo libro de la selva, que además incluye otros tres relatos independientes, nos muestran algunos momentos previos, paralelos o posteriores a los que conocíamos que disfrutarán mucho si son fanáticos de esta jungla.
Llama la atención que entre tantas ediciones de El libro de la selva ilustradas en colecciones infantiles y juveniles no haya ninguna que reúna todas las historias de Mowgli y solamente éstas, como el propio Kipling haría en 1897 con Outward Bound y en 1933 con Macmillan (aunque sin ilustraciones).
También contemporáneo de Kipling y Burroughs, pero siguiendo una tradición fantástica, no podemos olvidar a ese conjunto de niños perdidos durmiendo entre las raíces de un gran árbol inventados por J. M. Barrie (1860-1937) en 1911. De hecho, la idea realista de niños náufragos viviendo de la naturaleza fue en parte la inspiración de todo el ciclo de Peter Pan. En 1901, Barrie autopublicó un libro experimental, ilustrado con fotografías titulado The Boy Castaways of Black Lake Island (Los jóvenes náufragos de Black Lake Island). La introducción a la aventura está escrita en primera persona por Peter Llewelyn Davies, que por entonces tenía cuatro años y que más tarde daría su nombre a Peter Pan. Y aunque se habla de 16 capítulos, estos nunca aparecen, la historia sólo se cuenta en 35 fotos, con sus notas al pie, de estos robinsones bien ataviados, los hermanos Davies George, Jack y Peter, su perro Porthos y el bebé Michael. Quizá se trate, por cierto, del primer fotolibro para niños. El carácter de estos niños náufragos enfrentado piratas y animales exóticos sin duda es el antecedente de Peter Pan y su tropa de niños perdidos.
Desde los mitos y cuentos de hadas poblados de seres mágicos y “salvajes” o los “salvajes” basados en hechos reales hasta la fecha, siguen circulando los libros que extienden el arquetipo de “el salvaje”. Algunos suscriben una de las caras de aquel mito del Buen Niño Salvaje e intentan domesticar al lector reavivando la dicotomía barbarie/civilidad. 
En contrapunto, otros muchos libros celebran todo lo indomable, ambiguo y desconocido que supone todavía la niñez y la juventud. Y lo hacen evocando un sonido fiero como en Ruge como un jaguar (Ediciones Castillo, 2018), regresando al bosque como en El señor Tigre se vuelve salvaje (Océano, 2014), añorando la vida libre y sin ocupaciones como en La canción del Yukón de Calvin y Hobbes (Océano, 2016) o proyectándose en los rasgos de otras especies como en Soy un animal (Zorro Rojo, 2017).
Otras publicaciones dan continuidad a la tradición fantástica con la invención de nuevos personajes y tierras salvajes como en Las crónicas de Wildwood (Alfaguara, 2013) o La dama de la selva (FCE, 2017). Y hasta podríamos incluir en el análisis la saturación de sagas literarias y series televisivas distópicas en las que los personajes deben enfrentarse a entornos naturales enrrarecidos, indómitos, en los que la Naturaleza recuperó territorio y no está dispuesto a cederlo de nuevo. 
Quizá todos estos libros y otros más, en los que me detendré la próxima semana, busquen de alguna u otra forma dar espacio a una “rebeldía perdida” (hay que reconocer que la rebeldía también es negocio, como dijeran Joseph Heath y Andrew Potter en su libro Rebelarse vende, o si no pregunten a las autoras de Cuentos de buenas noches…), provocar alguna pausa, corresponder la belleza de la Naturaleza con el arte de la literatura y la ilustración, celebrar el estado de “infancia” contra la presión adulta de “madurar” y reinventar las muchas maneras de ser niño o niña salvajes.
Seguiremos pensándolo las próximas semanas.






¿Te da miedo el bosque, Papá Lobo? de Jan De Kinder (Oceáno, 2018).


Ilustración de portada Amanda Mijangos y Armando Fonseca (El libro de la selva, Ediciones Castillo, 2017).

Niño impregnado en su caca para evitar violación:

 Niño impregnado en su caca para evitar violación: 
testimonio impactó a agente ONU por Sename.
Yerko Roa,
Fuente BioBioChile.

Jorge Cardona, miembro del Comité de los Derechos del Niño de la ONU, tiene claro cuál fue el testimonio que más lo impresionó de la situación de los menores bajo el cuidado del Estado de Chile: el de un exresidente de un centro de menores que le contó que se embadurnaba en sus propias heces para que los otros menores no lo violaran por las noches.

Max Pixel

El abogado español vino en enero a Chile a visitar cuatro centros que se consideran bajo la tutela del Estado: los Centros de Reparación Especializada de Administración Directa (Cread) de Playa Ancha y Galvarino en Santiago; y los centros de Organismos Colaboradores (OCAS) Aldea Cardenal Silva Henríquez en Punta Tralca y Pequeño Cottolengo en Santiago. En el país, además, se reunió con trabajadores, autoridades y exinternos de los centros. Finalmente esta semana se conoció el duro informe del Comité de Derechos del Niño.
El martes desde el Sename llamaron a Radio Bío Bío en Valparaíso para quejarse por el titular de la nota publicada ese día (“Tras nuevo informe de la ONU: la promesa incumplida del Estado de cerrar Cread Playa Ancha”).

En la ocasión, aseguraron que no era una promesa incumplida porque nunca se había comprometido una fecha.
Por ello BioBioChile se contactó con la ONU y con el abogado con residencia en Valencia, quien en esta entrevista exclusiva confirmó que el Estado incumplió su promesa de cerrar el Cread de Playa Ancha en abril. Además, criticó duramente el actuar del Estado chileno, que poco ha hecho, dice, para garantizar los derechos de estos menores.

En el informe mencionan, entre otros datos, que el 48,4% de los niños, niñas y adolescentes (NNA) bajo la tutela del Estado han sufrido violencia física o piscológica. ¿Le sorprendió encontrarse con estas cifras?

—Lo primero es que todos los datos que hay en el informe son datos proporcionados por el propio Estado, por organismos oficiales. En segundo lugar, hay muchos NNA que se encuentran bien cuidados, pero un gran número de ellos está en una situación dramática. Y sobre todo la estructura del sistema no favorece el respeto de los niños, niñas y adolescentes. Por eso el informe habla de la responsabilidad del Estado: las violaciones no sólo son graves, sino que son sistemáticas. Es algo que se produce con generalidad y que se produce no por casualidad, sino que porque el propio sistema favorece que así se produzca.

¿Cuál fue su reflexión respecto a estos hechos?

—Lo principal es que esta situación era conocida desde hace tiempo por el Estado, a través de distintos informes de sus propios órganos, y que no ha hecho nada para cambiarla o lo que ha hecho es muy poco. En ese sentido es especialmente llamativo que un Estado, del que no tengo ninguna duda que es democrático y de derecho, se haya olvidado de un grupo de sus ciudadanos, se haya olvidado de tal vez los ciudadanos que se encuentran en la situación de mayor vulnerabilidad de todo Chile. Porque han llegado a esas residencias porque han sido vulnerados ya antes en sus derechos. Es bastante sorprendente que el Estado, que está obligado a protegerlos, en lugar de hacerlo haya seguido violando sus derechos y además sabiendo que eso se producía no haya cambiado esa situación.

En los centros del Sename se ha acusado de golpes de funcionarios a menores, que se aplican llaves para contenerlos, que se los sobremedica.

—La formación que tiene el personal de trato directo no es una formación especializada, tienen los estudios básicos, y muchos de ellos carecen de formación de psicología y para el trato de niños que vienen de situaciones durísimas, donde pueden haber sufrido abuso sexual, que han sufrido malos tratos, que han estado en entornos desestructurados y que llegan ahí y se encuentran con un personal que no está formado para recibirlos. Además es un personal que se encuentra especialmente estresado ya que muchos de ellos doblan o triplican su horario de trabajo para cubrir cuando hay una baja de algún compañero. Entonces es una persona que está en una situación de tensión, sin formación y con 24 horas seguidas de atención a niños que traen todos esos problemas… Yo no los justifico, esas personas son culpables y deben ser juzgadas por lo que han realizado. Pero sí digo que el sistema ha ayudado a que esas personas violen los derechos, y que también es culpable el que ha puesto a esas personas en esas condiciones.

Considerando la situación de los centros, ¿a qué número de niños por hogar debe intentar llegar Chile?

—Lo ideal es que no haya ningún niño en ninguna residencia, lo ideal es que los niños vivan en familia, ya sea la suya biológica; cuando ello no sea posible en la familia amplia, con los abuelos, con los tíos; y cuando ello no es posible en familias de acogida. Es cierto que para atención especializada en casos realmente graves es bueno que haya algún centro pequeño donde haya especialistas que puedan atender, por el menor tiempo posible, a niños y niñas que traen traumas especiales, para que lo antes posible se encuentren en las condiciones de ser desviados, ya sea para retornar a su familia biológica, para ir a la familia amplia o para ir a una familia de acogida. Todo lo que no sea un entorno familiar es una violación del derecho del niño a su desarrollo holístico. Por lo tanto todas las residencias deberían de no existir.

Después de haber conocido los casos, ¿qué es lo que más hay, torturas o maltratos?

—Es que la tortura es algo muy concreto jurídicamente hablando, y se conocen casos de torturas. Normalmente lo que hay más es malos tratos. Y hay inclemencia y hay una especial violación, que también se da en los OCAS, que duele especialmente que es que también hay violencia entre iguales. Es decir, también hay niños y niñas que ejercen violencia contra otros niños y niñas, y el personal no tiene recursos de capacitación para poder intervenir e incluso en ocasiones lo fomenta como un medio de contención, un medio de dominio sobre los otros niños. Y eso es terrible.

¿Hay alguno de esos testimonios, de personas que pasaron por esa situación, que recuerde especialmente?

—Una de las cosas que más me impresionó de toda mi visita a Chile fue una conversación con una persona egresada de un centro. Su experiencia es que cuando él llegó al centro oía cómo entre los más mayores se iban repartiendo a los que entraban: “Este será para mí, este será para ti”. Y él por las noches se embadurnaba en sus propias heces para no ser violado por otros niños. Hay que imaginarse el sufrimiento de esa persona para ser capaz de embadurnarse en sus propias heces al acostarse en la cama para dar asco y no ser violado. Y pensar que ese niño había sido sacado de su familia porque se consideraba que corría peligro en su familia y había sido llevado a un centro de protección. Es terrible pensar que el Estado, y cuando hablo del Estado hablo de la sociedad chilena, acepta que esa situación se dé y no piensa que son hijos suyos los que están en esos centros. Porque los niños y niñas que se encuentran en los centros residenciales se encuentran bajo la tutela del Estado, y por lo tanto el Estado ejerce de padre de esos niños y niñas. Son sus hijos los que están sufriendo esas violaciones y ante los que no ha reaccionado, ha estado permitiendo que eso suceda y eso es terrible.

Cread de Playa Ancha

Usted visitó cuatro centros, pero la única solicitud urgente fue cerrar el Cread de Playa Ancha. ¿Por qué?

—El mismo día de mi llegada a Ginebra desde Chile pedí al comité que solicitara, y así se acordó por unanimidad, que se cerrara con carácter inmediato el Cread de Playa Ancha. Lo que vi fue una estructura física que en sí misma es una violación de derechos. Me encontré con un centro donde había niños y niñas que estaban encerrados en pequeños recintos con llave (las llamadas casas) y que no podían salir si no estaba el encargado o la encargada para abrir la puerta. Eso en sí mismo es peligroso. Las condiciones materiales: los cristales estaban rotos, las duchas estaban arrancadas en varios de los locales, el andar entre esos hogares, de un lado a otro, era peligroso también, porque había unas especies de zanjas en las que si te caías te podías hacer mucho daño. Es decir, las condiciones materiales era lo más alejado a un hogar que uno pueda imaginarse y bastante cercano a una prisión.

¿No había forma de arreglar esa estructura?

—Aunque no era una prisión, es un lugar que debe de ser destruido, no se puede arreglar. Me encontré con que había varios trabajadores pintando las paredes e intentando arreglar la situación y es un centro que sólo por su propia estructura debe de desaparecer. Lo que vi sólo de infraestructura era malo, pero el propio diseño intelectual hace que sea imposible la rehabilitación de los niños que llegan ahí. Con 100 niños y niñas heterogéneos, con niños con discapacidades respecto a los que no había ningún tipo de medida especial, donde estaban mezclados niños y niñas con patologías y con problemas que traían muy diferentes. Por lo tanto también como idea, como concepción, el centro era lo contrario a lo que debe ser un centro para la recuperación, rehabilitación y reinserción de niños y niñas vulnerados en sus derechos.

Ustedes también aseguran que el Estado se comprometió a cerrarlo.

—El Estado aceptó la solicitud del comité en 48 horas, porque conocía esa situación, pero se ve que necesitaba que alguien se lo pidiera. Se respondió diciéndonos que estaba de acuerdo y que se comprometía a cerrarlo en tres meses, cosa que se cumplía en el mes de abril. Y no lo han cerrado. El problema es que el Comité de Derechos del Niño tiene la autoridad de realizar investigaciones y hacer recomendaciones sobre lo que hay que hacer, pero no tiene la potestad para obligarlo a hacerlo. Sólo tenemos la autoridad y desde esa autoridad le volvemos a decir al Estado que debe adoptar medidas urgentes para sacar a los niños y niñas que allí se encuentran.

¿Qué le parece que en su respuesta el Estado haya dicho que lo cerrará en enero de 2019?

—Yo visité también el centro de Galvarino en Santiago, donde murió Lissette Villa. Cuando yo lo visité sólo tenía 20 y algo niños, porque estaban en trabajos de reforma y sí encontraron otros centros para llevar a los niños mientras se terminaban las obras. ¿Y por qué no hacen lo mismo con el centro de Playa Ancha? Tienen que buscar dónde llevar esos niños y niñas, analizando cuál es la situación de cada uno de ellos, y sacar a esos niños de ahí porque lo niños no están bien allí. Porque en cada hora de cada día los niños que se encuentran ahí están viendo violados sus derechos por encontrarse en ese centro. Y cuando a uno le están vulnerando sus derechos no se puede esperar a que se desarrolle, como he leído yo en prensa, un plan piloto de acogimientos familiares en Valparaíso que se llevará a cabo en 2019. Yo creo que con tres meses hubiera sido suficiente para encontrar soluciones alternativas. Al comité le pareció razonable, pero no le parece que se esté hablando de un año desde que se comprometieron a cerrarlo.

Según trascendidos, el presidente Piñera se va a comprometer el domingo a cerrar el Cread de Playa Ancha en cuestión de días.

—Me alegraré. Ahora, lo importante también es que no se cierre en falso, es decir, que los niños y niñas que se encuentran en el centro de Playa Ancha tengan soluciones alternativas que sean respetuosas de sus derechos. Que no se les envíe a centros que no cumplan con los requisitos o se les devuelva a sus familias si sus familias no se encuentran en condiciones de poderlos volver a acoger.

Hace algunos meses se conoció un caso en que un compañero violó a otro y en que fue el mismo Estado el que los devolvió a ambos al Cread de Playa Ancha.

—Eso es una aberración. Cualquiera que tenga el más mínimo sentido común sabe que eso es una aberración.

Después de todo el análisis, ¿de qué forma cree que se debe proseguir para cambiar la situación de los centros?

—Es importante comprender que no todos los NNA que han estado en el sistema durante los últimos 40 años han sido violados en sus derechos. Muchos de ellos son niños y niñas, y ahora adultos, que han tenido un buen trato, y que hay centros en que los profesionales son excelentes. Lo que ocurre que depende de la voluntad de esas personas el hacerlo bien, y muchas veces luchando contra el propio sistema. De ahí la importancia de que lo que hay que cambiar es la estructura, hay que cambiar todo el sistema de protección. No se puede achacar sólo a las personas que han violado los derechos los hechos dramáticos vividos durante todos estos años. Hay que darse cuenta de que hay que cambiar toda la estructura y, en segundo lugar, los NNA que durante todos estos años han sido vulnerados sus derechos tienen derecho a ser reparados, porque el Estado ha violado sus derechos y tienen derecho a reparación y deben ser reparados. Así lo dice el informe del comité.

Se habla en el informe que se debe reparar a quienes han sido vulnerados en sus derechos bajo el cuidado del Estado, ¿de qué forma se debería hacer?


—Hablaba en primer lugar de poder contar lo que has vivido. Por otro lado tener una reparación psicológica, moral y de educación, porque muchos de ellos no han tenido siquiera educación, porque no les daban clases dentro de la residencia, porque no podían ir al colegio ordinario. Pero también hay que plantearse en muchos casos una reparación económica. Si hay un responsable ese responsable, que no es la persona que lo atendió, sino quien creó el sistema que lo atendió, debe de pagar por lo que ha hecho

Malditos bastardos.

Sin embargo, o además, la convocatoria de esta Conferencia es un buen momento para hacer otra invitación: la de reflexionar sobre cuál es la situación de los menores extranjeros no acompañados dentro y fuera de los centros. No es una realidad nueva, lo de los MENA viene de los años 90. Así que, ya tenemos perspectiva suficiente como para evaluar si las políticas migratorias sobre niños y adolescentes extranjeros no acompañados han sido eficaces. Y si no lo han sido, analizar hasta qué punto ha podido afectar que estás políticas hayan sido lideradas por los ministerios de Interior y de Trabajo, en vez de por el ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social como parece que ahora podría llegar a pasar por el protagonismo que está cogiendo en el tema, por primera vez, Carmen Montón.
Puestos a reflexionar, sería bueno que un grupo de expertos que se crea esto de los derechos, evaluase cómo está siendo la intervención socio educativa para definir cómo debería llegar a ser. Quienes hemos trabajado con chavales en situaciones vulnerables, sabemos que nuestro sistema de protección no se ha adaptado a situaciones extremas que requieren un alto grado de cualificación y especialización no solo del personal, sino del dispositivo y lo más importante, del proyecto educativo. No solo por las situaciones que puedan plantear los chavales extranjeros no acompañados sino también por otras también dramáticas como las de las niñas víctimas de la trata o las de chavales que sufren abusos sexuales por parte de alguno de sus progenitores. Los centros de protección a día de hoy, si están desbordados no es por los problemas y conflictos que plantean los chavales sino por la falta de recursos, apoyos, motivación y herramientas para abordar esas situaciones límites, que si las plantean es de lo más normal, porque por algo están donde están, porque necesitan ordenar su mundo emocional, el de los apegos, los límites, la autoestima y sentido vital.

No creo que sea mucho pedir que más allá de repartir niños y adolescentes extranjeros no acompañados por toda España, haya intervenciones de calidad y respuestas acordes a los derechos que todos los niños, niñas y adolescentes tienen reconocidos sin distinción. Incluso quien sabe si es momento para empezar a exigir responsabilidad civil y penal por las vulneraciones de derechos que se están dando y son reflejadas en diferentes informes del Defensor del Pueblo y otras organizaciones. Si las administraciones públicas asumen la tutela de estos y otros chavales en situación de desprotección, debe existir una supervisión independiente que informe sobre cómo su actividad está repercutiendo en el bienestar del menor. Por tanto, el camino que se empiece a recorrer a partir de esta Conferencia no puede ser desde la emergencia y la necesidad de las CCAA que ‘sufren’ el problema, desde su propio interés. La respuesta ha de ser integral y velar por otro interés, el superior del menor. Si son niños además de inmigrantes, es imprescindible hacer valer sus derechos como tales.

Es verdad que, además, hay un tema de fondo que va más allá del problema migratorio. En nuestro país existe un gravísimo déficit a la hora de establecer criterios de calidad que garanticen las respuestas socio educativa que se ofrecen desde los centros de protección de menores. No existe de forma uniforme, sino más bien de modo excepcional, un enfoque de trabajo que parta del respeto de cuatro principios rectores clave en materia de protección: el derecho a que sea el interés superior la consideración primordial a la hora de tomar cualquier decisión que afecte a su vida; el derecho a que sea oído y escuchado; el derecho a vivir en un entorno familiar que le brinde cuidados acordes a su edad y madurez, y el derecho a no sufrir violencia. “El éxito de los recursos de protección ( decía el director de un centro en una investigación de Espirales para UNICEF), no se va a medir por la capacidad de control sino por generar espacios protectores, cálidos y contenedores de las emociones de los niños, niñas y adolescentes”.
Si a las deficiencias del sistema de protección le sumamos la alarma, el victimismo y el racismo con que algunos responsables políticos despliegan su retórica hostil hacia los mal llamados MENAS en los puntos calientes de la Frontera Sur y la ineficacia de la figura del Fiscal de Menor para velar por los intereses de estos niños y adolescentes, nos encontramos con situaciones en las que se les abandona completamente y hay una total impunidad hacia quienes, dentro de la sociedad, tienden a abusar, aprovecharse y utilizar a los niños para fines y propósitos que dañan su integridad física y emocional, que ejerce violencia sobre ellos.

A quien le extrañe por qué un chaval prefiere dormir en la calle, en unas escolleras o en un parque en vez de sobre el colchón de un centro de protección, le invito a que repase la prensa local de ciudades como Melilla que, junto con Ceuta, es la principal puerta de entrada de muchos de estos chavales que (efectivamente) luego van a parar a los centros de Andalucía. Quizá en estos espacios de comunicación masiva encuentre algunas respuestas al ver como determinados políticos (principalmente del PP) pueden llegar a crear un estado de opinión hostil que criminaliza a los mal llamados MENA y los expulsa de sociedades de por sí complejas, empobrecidas, muy desiguales y completamente olvidadas por el resto de España.

Fue el presidente de Melilla, Juan José Imbroda, el que llegó a decir que aquellos (por los MENAS) eran hijos de Marruecos y que, solo por eso, no había obligación de hacerse cargo de ellos. Cuando ser niño, extranjero y no estar acompañado significa para un responsable político no merecer ningún esfuerzo institucional, creo que deberíamos plantarnos y decirle a ese tipo de líder que no se merece otra oportunidad. Más allá del reparto equitativo, de los problemas de espacio y de la carencia de recursos económicos, hay una responsabilidad moral y otra legal: atender a los niños, niñas y adolescentes como menores de edad. Sean nuestros o bastardos tienen derechos innegociables e irrenunciables, como cualquier hijo de vecino, también el marroquí.

Solos contra el Afuera.

Investigación sobre las trayectorias de los jóvenes posteriores 
a que vivieron bajo la tutela en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina.




Doncel (fuente) investigó cómo es el trayecto hacia la vida independiente para jóvenes que vivieron en hogares y otros dispositivos de cuidado de la Ciudad de Buenos Aires. Los resultados demuestran que la mayoría enfrenta ese proceso sin preparación suficiente y con escaso apoyo económico ni emocional, generando así situaciones de vulnerabilidad extrema.

“Estamos solos contra el afuera”, graficó una joven entrevistada sobre el complejo proceso que se abre al momento del egreso de la institución de cuidado. Su frase se consolidó como título para la publicación, que puede descargarse completa aquí.

Cómo se hizo la investigación
El estudio fue realizado con la metodología entre pares, liderada por Guía E, el colectivo que agrupa a jóvenes que vivieron bajo el sistema de protección y que participó en todas las etapas de trabajo: desde la definición de indicadores, hasta las entrevistas a sus pares y la identificación de hallazgos. Las entrevistas se concretaron durante 2017 a 71 jóvenes de entre 18 y 30 años ya egresados del sistema de protección, a quienes se les preguntó sobre la experiencia de egreso y su situación actual en Educación, Trabajo, Vivienda y Salud. La publicación contó con el apoyo de la Dirección de Fortalecimiento de la Sociedad Civil del Ministerio de Desarrollo Urbano y Hábitat del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

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International Development and Early Learning Assessment: IDELA.

 Potenciando la evidencia centrada en los niños 
para cambiar las políticas, las prácticas y la inversión. 

Sara Poehlman Directora sénior de desarrollo y cuidado de la primera infancia
Amy Jo Dowd Directora sénior de investigación sobre educación
Lauren Pisani Especialista en  investigación sénior 
Save the Children, Washington D. C. (EE. UU.)
Fuente Revista Espacio para la Infancia

Cada vez se invierte más en la primera infancia, pero quedan por resolver preguntas fundamentales sobre qué sistemas brindarán los mayores beneficios para la mayor cantidad de niños posible.

Se necesitan parámetros comunes y holísticos para comparar de forma significativa los resultados de distintos contextos  nacionales y culturales.
La Evaluación Internacional sobre Aprendizaje Temprano y Desarrollo (IDELA), con su cuestionario para cuidadores, analiza de forma directa la situación de la infancia mediante la recopilación  de información sobre el estado de desarrollo y aprendizaje temprano y los factores que influyen en él.
Los datos de la IDELA proceden directamente de los niños, no de lo que perciben sus progenitores o docentes. Se trata de un instrumento que han utilizado varias instituciones de investigación, organizaciones de ayuda internacional o de la sociedad civil, y entidades gubernamentales de 54 países.

Según The Lancet, ha marcado un hito por su influencia en las prácticas y políticas sobre desarrollo de la primera infancia (Black y otros, 2016). Varios países, desde Colombia hasta Bután, ya han implantado la IDELA a escala nacional para mejorar la equidad en la primera infancia.

Con un impecable rigor psicométrico y una gran sensibilidad (Wolf, 2017), la  IDELA ofrece información para la mejora continua de los programas, garantiza  una mayor rendición de cuentas en las iniciativas sobre educación infantil y proporciona datos holísticos sobre el desarrollo y el aprendizaje de los niños en diferentes países. Todo esto facilita que los gobiernos y los actores globales implanten a gran escala programas para la primera infancia que prioricen la calidad y la equidad, unos programas de todo tipo cuyo punto en común sea el hecho de estar centrados en los niños. 

En los siete años de andadura de la IDELA, se ha llegado a dos grandes conclusiones. 
.- En primer lugar, no hay una receta válida en todo el mundo  cuando se trata de elaborar programas para garantizar la equidad y el buen  desarrollo de los niños. En el fondo, todos ellos necesitan educación, cuidados y salud para prosperar, pero las lagunas más graves son diferentes en cada contexto, por lo que el tipo de actuación y los mecanismos necesarios en cada caso son distintos. Por ejemplo, incluso en los países de la OCDE, donde el 83,8%  de los niños tienen acceso a servicios de enseñanza reglada para la primera infancia, los  que viven en contextos marginales (como los de las comunidades romaníes)  necesitan más ayuda para desarrollarse bien en sus primeros años de vida.

Las organizaciones que trabajan en favor de este sector de la población utilizan la IDELA para probar soluciones como las transferencias de efectivo condicionales en Bulgaria o la sensibilización cultural adicional y el apoyo con el segundo idioma en Ucrania. Asimismo, en EE. UU. se utiliza la IDELA para analizar la eficacia de los programas de visitas al hogar para niños desfavorecidos. 

Además, los programas para la primera infancia también tienen que ocuparse  de los niños que se han visto obligados a abandonar sus hogares debido a guerras o desastres naturales, o que han estado expuestos a graves situaciones de violencia en su comunidad. En estos casos, la IDELA se está utilizando para valorar programas de ayuda socioemocional a los niños que se crían en campos de refugiados del Líbano y a los que viven en comunidades  colombianas sometidas desde hace generaciones a guerras y violencia (Save the Children, 2017). 



.- En segundo lugar, para los millones de niños de los países de renta media y baja que en 2030 seguirán sin acceso a escuelas de educación infantil, los programas que ofrecen alternativas a la enseñanza preescolar reglada ayudan a lograr un desarrollo óptimo.
Por ejemplo, mediante los estudios realizados con la IDELA sobre los campos de educación infantil acelerada de Tanzania y grupos de encuentros de padres y madres en las zonas rurales de Etiopía, se ha comprobado que estos sistemas alternativos mejoran de forma considerable el desarrollo y el aprendizaje temprano de los niños (Borisova, 2017). En otros casos, se recurre a la IDELA para valorar soluciones tecnológicas utilizadas con niños sin escolarizar o como complemento de los programas escolares  (Borzekowski, 2018).


A medida que se difunde la IDELA en todo el mundo, se obtiene más información sobre la viabilidad y rentabilidad de diversos programas en contextos diferentes, lo cual estimula el apoyo de distintas partes interesadas y los cambios tanto a nivel programático como sistémico. Los datos multidimensionales que aporta ayudan a saber cuáles son las soluciones que merecen inversiones a escala nacional, regional y global. 


Referencias

Black, M.M., Walker, S.P., Fernald, L.C.H., Andersen, C., Di Girolamo, A., Lu, C. y otros. (2016). Early childhood development coming of age: Science through the life course.
The Lancet 389(10064): 77–90. Disponible en: https://doi.org/10.1016/S0140-6736(16)31389-7 (último acceso en marzo de 2018).


Borisova, I., Pisani, L., Dowd, A.J. y Lin, H.C. (2017). Effective interventions to strengthen early language and literacy skills in low-income countries: comparison of a family-focused

approach and a pre-primary programme in Ethiopia. Early Child Development and Care 187(3–4): 655–71. Disponible en: https://doi. org/10.1080/03004430.2016.1255607 (último
acceso en marzo de 2018).


Borzekowski, D.L.G. (2018). A quasi-experiment examining the impact of educational cartoons on Tanzanian children. Journal of Applied Developmental Psychology  54: 53–9. Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.appdev.2017.11.007 (último acceso en marzo de 2018).



Save the Children. (2017). IDELA: Fostering common solutions for young children.  Londres: Save the Children Disponible en: https://idela-network.org/resource/idela-fosteringcommon-solutions-for-young-children/ (último acceso en marzo de 2018).



Wolf, S., Halpin, P., Yoshikawa, H., Dowd, A.J., Pisani, L. y Borisova, I. (2017). Measuring school readiness globally: assessing the construct validity and measurement invariance of the International Development and Early Learning Learning Assessment (IDELA) in Ethiopia. Early Childhood Research Quarterly  41: 21–36.