J. Nomen ha publicado una trilogía de libros en los que propone ejercicios prácticos para que madres y padres (y profesores) activen el diálogo filosófico con los niños.
Entrevista a Jordi Nomen.
Los niños tienen la capacidad de filosofar, de hacerse
preguntas y de dudar de todo. Afirma que pueden empezar de muy muy
pequeños. ¿Cómo hacemos los padres y las madres para iniciarlos?
La primera premisa es escucharlos. Normalmente no damos espacio
para que los niños y las niñas puedan expresar cuáles son sus preguntas o
dudas o hipótesis. La segunda cuestión sería enseñarles a
problematizar: mostrarles que la realidad es polifacética y polivalente,
que se construye en colectividad y que no hay una verdad absoluta
porque la verdad es contextual. Los padres debemos preguntarles más que
responderles.
Recomienda a los padres y a las madres sobre todo “darles tiempo”.
Vivimos en una sociedad en la que el tiempo se ha monetarizado y
mercantilizado, así que disponemos de poco tiempo para nosotros, y
menos para los niños. Parece que no es importante dedicarles tiempos de
calidad. "De calidad", añadiendo el sintagma preposicional, quiere decir
escuchándoles con atención y dejando el móvil o la lavadora a un lado.
Incluso si son pequeños situarnos a su altura para que podamos ver y
puedan ver nuestros ojos.
¿Es importante mirarnos a los ojos?
Cuando nos comunicamos tenemos que asegurarnos que el canal del
mensaje está libre. Si estamos mirando a otro lado se detecta que el
canal está ocupado. Cuando miramos a alguien, a sus ojos, la persona
entiende que el canal está libre y la comunicación se establece de forma
fluida y plena.
Cuando nos comunicamos tenemos que
asegurarnos que el canal del mensaje está libre. Si estamos mirando a
otro lado se detecta que el canal está ocupado
¿Qué preguntas podemos hacerles para activar el pensamiento filosófico?
Las primeras preguntas podrían ser formarles ante sus decisiones
o acciones. Preguntarles por las intenciones y las consecuencias de sus
acciones. Como cuáles son los medios que se está tomando para llegar a
la decisión, o qué implicación va a tener esta en las demás personas. O
qué consecuencias puede tener o cuál es el contexto o qué alternativas
hay. Tienen que aprender a hacer hipótesis, así que el "tú por qué
crees" hay que practicarlo mucho.
Estas preguntas sirven para formar diálogo y construir
pensamiento propio. Ponen en marcha las habilidades de pensamiento de
las criaturas. Lipman dice que debemos fomentar habilidades diversas y
que las preguntas que les hacemos son las que las mueven. Pedirle un
ejemplo a un niño o a una niña sobre lo que afirma es trabajar la
habilidad de ejemplificar, o pedirles resumir su pensamiento en un
titular procura la habilidad de sintetizar.
Usted dice que el ejercicio de filosofar hace a niñas y
niños creativos, críticos y cuidadosos. ¿A qué se refiere con
cuidadosos?
El pensamiento cuidadoso es el que se ocupa de pensar sobre las
demás personas. Es un pensamiento valorativo, que emplea los valores,
que trabaja la inteligencia emocional porque usa las emociones. Es un
pensamiento que se preocupa por los demás: que tengan su espacio y
lugar. También trabaja sobre las consecuencias que tienen nuestros actos
en el resto y que los tengamos en cuenta cuando tomamos decisiones. Es
lo mismo que el pensamiento ético, es un ejercicio de ciudadanía porque tiene un papel social.
Hay que explicar a los niños que los demás
siempre tienen que estar en nuestra ecuación. Hay que plantearles pensar
cómo van a afectar las decisiones propias en otras personas. Y sobre
todo, cómo mostrar respeto hacia ellos con nuestras acciones
¿Cómo se educa a los niños y niñas en la ciudadanía?
Explicándoles que los demás siempre tienen que estar en nuestra
ecuación. Hay que plantearles pensar cómo van a afectar las decisiones
propias en otras personas. Y sobre todo, cómo mostrar respeto hacia
ellos con nuestras acciones. Estamos acostumbrados a imponer a los demás
cómo deben pensar y cómo deben sentirse. Lo vemos continuamente en las
clases: "Oye, has herido con tus palabras a un compañero", y la
respuesta es "era una broma". Y la pregunta que hay que hacerle es:
¿pero tienes derecho a decidir cómo tiene que sentirse la otra persona?
Quizá será una broma en intención pero, si la otra persona lo ha vivido
mal, ya no es una broma porque no se han reído juntos. Nadie tiene
derecho a decidir cómo deben sentirse ni pensar las otras personas. He
ahí el pensamiento cuidadoso: no decidir por los demás, sino tenerlos en
cuenta.
¿El pensamiento cuidadoso sería el pilar para educar a los niños y las niñas en democracia?
Sí, sobre el bien común y el interés general, se trata por tanto
de pensar que no estamos solos y que convivimos con otras personas que
tienen los mismos derechos y deberes que nosotros. Es imprescindible
educar a nuestros niños en el pensamiento cuidadoso para vivir la
ciudadanía responsable, activa y rebelde. Y digo rebelde porque rebeldes
son aquellos que no se conforman cuando hay alguien que está mal y
piensa y trabaja para que todos estemos bien. Hay un concepto
sudafricano que me encanta: ubuntu, que significa "yo soy
porque nosotros somos". El mundo iría mucho mejor si tuviéramos en el
pensamiento que si los demás no son felices, es imposible que uno lo
sea.
Las familias y la escuela estamos intentando inculcarles
el valor del bien común a la vez que el de la competencia y el sálvese
quién pueda. ¿Cómo casa?
Este es el gran dilema. Entiendo que hay otra manera de
interactuar con el mundo más allá de la adaptación social, me refiero a
la transformación social. Hay demasiada injusticia y cuestiones que no
funcionan y nosotros tenemos el poder, sobre todo si nos asociamos y lo
hacemos con los que tenemos al lado, de intentar cambiar a un mundo
mejor. La filosofía no puede ser una entelequia que sueña y en la que
los filósofos están flotando en el éter: desde pequeños hay que
remangarse e intentar trasformar las cosas para que seamos mejores. Por
supuesto esta idea contrapone a toda idea mercantilista, de súper éxito o
de emprender negocios sin tener en cuenta a los demás.
La filosofía no puede ser una entelequia que
sueña y en la que los filósofos están flotando en el éter: desde
pequeños hay que remangarse e intentar trasformar las cosas para que
seamos mejores
Si la filosofía consiste principalmente en hacerse
preguntas y los niños demandan principalmente respuestas, ¿no les
podemos frustrar?
Lo importante es que comprendan que las respuestas no son
cerradas, porque eso es dogmatismo. Hay que explicarles que las
respuestas dependen del contexto y las circunstancias, así que se
construyen con los demás. Y para esto hay que valorar la diversidad y
educarles en la escucha a todo el mundo. Las respuestas cerradas solo
son posible en la ciencia. Mis alumnos no se frustran con las respuestas
diversas, al contrario, las analizan e incluso aceptan que se han
equivocado. Es importante que aprendan que no tener la razón no
significa inferioridad.
¿Hay que educarles en la tolerancia incluso a la intolerancia?
No, es una línea roja. La intolerancia se carga a la tolerancia,
entonces ya no hay espacio para seguir siendo tolerante. Frente a la
intolerancia hay que actuar con métodos como la denuncia o la
desacreditación de la validez de esas opiniones que seguro estarán
basadas en prejuicios y estereotipos o en sesgos cognitivos erróneos. La
intolerancia se basa en la ignorancia, por tanto es imperiosa la
necesidad de desenmascarar la ignorancia.
¿Cuándo y cómo matamos la curiosidad y las ganas de saber de los niños?
Cuando no les escuchamos. La Filosofía para niños tiene esa
ventaja, no es un currículum cerrado en el que se dice lo que hay que
hacer, sino que se invita a los niños y niñas de qué quieren hablar.
Matamos su curiosidad cuando les entregamos la tecnología sin haber
trabajado su buen uso antes. La tecnología lo que hace es absorber la
atención y a la vez dispersarla. Si los mantenemos encerrados en cuatro
paredes también merma, así que es bueno salir a la naturaleza, viajar y
abrirles el mundo, conocer otras culturas y personas diversas. Y por
supuesto acercarles el arte: ver cuadros, películas o música juntos y
reflexionar luego o mientras.
Dice en sus libros que a sus alumnos los pone a dibujar. ¿Por qué el dibujo puede ser filosófico?
Les propongo por ejemplo dibujar la isla de sus pensamientos.
Les indico que, metafóricamente, su cabeza es una isla, y si esto es
así, qué pensamientos habría en esa isla. El dibujo incluye una forma de
simbolismo, es lo que se llama pensamiento analógico. En esta isla
ellos han llegado a poner el volcán de la rabia, el río de la calma o la
bahía de la amistad. Lo interesante es que te expliquen por qué
identifican un río con la calma. El dibujo les ayuda a hacer un
ejercicio de introspección y a analizar sus pensamientos y sus
emociones. El dibujo es una manera fantástica de entrar en el mundo
filosófico de los niños y las niñas.
Cuando un juego es reflexivo, después del
juego es un buen momento para preguntarles cosas como: ¿por qué solo
juegan a fútbol los niños? o ¿qué han sentido los que han perdido?
¿Por qué es tan importante el juego en la educación y, como cuenta usted en sus libros, también en la filosofía?
El juego es una forma de acercarse al mundo y de conocer la
realidad. Todos nos hemos acercado a las normas de convivencia y a las
reglas sociales a través de este. Así que considero que cuando un juego
es reflexivo, después del juego es un buen momento para preguntarles
cosas como: ¿por qué solo juegan a fútbol los niños? o ¿qué han sentido
los que han perdido? El juego acompañado de preguntas pertinentes puede
dar lugar a buena filosofía.
El Gobierno ha eliminado en la Lomloe la Ética en la ESO. ¿Qué opina usted?
La ética es imprescindible para una democracia y una ciudadanía
de calidad. La ética se centra en el pensamiento cuidadoso. Perder ética
es perder humanidad en las aulas. Considero que la asignatura no debe
impartirse como el estudio de lo que han dicho anteriores pensadores
sino que la ética tiene que bajar a la calle. Esto quiere decir
aterrizarla y abordar los problemas sociales e individuales que tenemos.
Tiene que basarse en dilemas éticos y morales y hablar sobre estos
temas. Por ejemplo, la pandemia nos ha planteado un buen dilema:
libertad o seguridad. Esto debería abordarse en las aulas. No hay ningún
interés en promover una ciudadanía crítica, creativa y cuidadosa y esto
da que pensar. ¿Por qué a los estados no les interesan ciudadanos y
ciudadanas pensantes?, ¿es porque les vuelve más rebeldes y exigentes a
la hora de pedir transparencia al poder?.
*Filosofía para niños fue el proyecto creado en los años 60 por el educador y filósofo Matthew Lipman (Vineland, 1932). Si un niño piensa, un niño puede filosofar, así que el reto consiste en plantearles problemas y preguntas filosóficos desde la cotidianidad, el diálogo entre iguales y la escucha activa.
*Jordi Nomen (Barcelona, 1965) es discípulo de Lipman: profesor de Filosofía y Ciencias Sociales en la escuela Sadako de Barcelona. Nomen ha publicado una trilogía de libros en los que propone ejercicios prácticos para que madres y padres (y profesores) activen el diálogo filosófico con los niños. En El niño filósofo y la ética (Arpa, 2021), su nuevo trabajo, promueve los valores sociales para que ejerzan como ciudadanos comprometidos, empáticos y responsables.
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