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«La permanencia, todavía una asignatura pendiente», Renovando desde Dentro, Art. 9, Antonio Ferrandis Torres.

¿Hasta qué punto podemos ofrecer a los  niños, niñas y adolescentes la estabilidad que necesitan cuando no pueden o no deben permanecer en su casa? 

¿Podemos considerar “permanente” el acogimiento? Incluso entre colegas y amigos que compartimos preocupaciones, experiencia y sufrimientos, descubrimos discrepancias importantes cuando tratamos esta cuestión.

Intentaré resumir a continuación tres historias recientes que me han empujado a reflexionar sobre este espinoso asunto.

La primera. Una pareja, que probablemente tiene mucho que ofrecer, tras participar en la formación de familias acogedoras, renuncia a ofrecerse como familia acogedora permanente porque imaginan que “no se sentirían capaces de sacar de sus vidas a un niño” después de cinco o diez años de convivencia familiar. ¿No estaremos enfatizando erróneamente la provisionalidad como un rasgo del acogimiento?

La segunda. Uno de nuestros chicos está atravesando muchos conflictos en su vuelta a casa. Se encontraba plenamente integrado en una familia acogedora, después de muchos vaivenes y no pocas dificultades de adaptación finalmente resueltas, cuando ciertos cambios externos y decisiones lo han colocado en un proceso de reincorporación familiar que, por ahora, no le resulta feliz, sino todo lo contrario. Lo que otros han llamado “vuelta a casa”, lo está experimentando como una “salida de casa” hacia un entorno desconocido, ajeno y amenazador. ¿Es que la llamada reunificación familiar es siempre preferible?

La tercera. Unos colegas piden colaboración para encontrar familia para una niña de seis años. Aparte de su familia de origen, con la que convivió durante su primer año de vida, ha pasado por cuatro familias acogedoras distintas. Tras describir las enormes dificultades de vinculación y relación que manifiesta en la actualidad, el técnico concluye: “Lo que le pasa es que no se siente en casa en ningún sitio”. ¿Y si la propia protección llega a ser más desestabilizadora que la situación de partida?

Se trata de una encrucijada compleja del sistema de protección: por un lado, se predica el apoyo a las familias de origen y se pretende el retorno del niño en cuanto sea posible; pero por otro, se quiere que las medidas alternativas tengan también todas las ventajas y características de una familia ordinaria, incluida la estabilidad y seguridad que ésta proporciona. Dada la aparente contradicción entre ambos objetivos, me gustaría recordar en este artículo que las medidas provisionales y la posibilidad de reunificación tienen un plazo, pasado el cual hay que ofrecer a los niños una situación estable, con otro tipo de planteamientos y de intervención.

Que treinta años no es nada…

No fue hasta la decisiva reforma de 1987 cuando nuestro país importó de la legislación italiana la definición del “affidamento” para incorporar el acogimiento a un sistema lastrado por la hiperinstitucionalización y la judicialización. Al comienzo, no resultaba fácil describir esta medida de protección, de modo que muchas explicaciones se resumían en que “la adopción es irrevocable y para siempre;  pero el acogimiento es temporal y reversible”. Sin embargo, dos décadas después, nuestro sistema de protección afirmaba que además de los acogimientos temporales deben existir los acogimientos permanentes. ¿Es una contradicción? El legislador pudo haber elegido otra palabra. Hay quien propone términos como “indefinido”, o “sin fecha de retorno preciso” u otras expresiones; pero la ley dijo “permanente”.

Es una palabra hermosa, que refleja lo que pretendemos. Viene del latín permanentis,  que  significa «que está todo el tiempo en el mismo lugar«. Se compone del prefijo per- (por completo) y el verbo manere (quedarse, parar en un lugar). Ese “manere” aparece en vocablos tan sugerentes como permanecer, mansión, remanso, remanente, inmanente, etc. También me explican que el sufijo castellano “ecer” denota procesos o estados que no son puntuales, sino que se caracterizan por su cierta extensión temporal (crecer, adolecer, envejecer, permanecer…).

Esto parecería una mera disquisición etimológica; pero es que me resulta muy inspiradora la imagen del remanso, de ese alguien que se queda,  de lo que no es pasajero sino propio de un lugar. “Permanecer”… Eso es lo que necesitaba aquella niña que en ningún lugar ha podido sentir que estaba en casa.

La permanencia como aspiración del sistema de protección

La llamada “Planificación para la Permanencia” ha orientado desde los años noventa todos los sistemas de protección infantil. Surgió como reacción al descubrimiento de que muchos niños, supuestamente protegidos, en realidad vivían “a la deriva” de recurso en recurso, de casa en casa, saliendo y retornando de sus hogares y hogares ajenos. Los telefilmes de sobremesa nos han familiarizado con las imágenes de los niños que cambian de familia llevando todas sus pertenencias en una bolsa de plástico.

Producto de esta preocupación, existe una especie de consenso en cuanto a que el plazo de año y medio o dos años es el periodo máximo tolerable para mantener a los niños en situaciones provisionales o temporales; pero más allá de ese plazo los niños deben crecer en un entorno estable. En la ley norteamericana, se consideraba el plazo máximo que un niño/a podía convivir con una familia distinta a la que vive como propia. Transcurrido dicho plazo, o regresaba a la familia o se acordaba una medida definitiva

El inicial planteamiento maximalista que se resumía en que “el niño protegido, o vuelve a casa en dos años o sale en adopción” afortunadamente se ha matizado con el tiempo. Hemos aprendido que algunas familias no podrán volver a convivir nunca, o no será la opción deseable para el niño. Sin embargo, pueden mantener el parentesco, la relación, y la identidad. Sin necesidad de forzar el regreso a un hogar que puede suponer un entorno de riesgo y una nueva ruptura, es posible mantener cierta conexión entre los niños acogidos y sus familias de origen. Ese es el sentido de haber reformulado la finalidad de la planificación para la permanencia como “lograr el nivel óptimo de contacto”, que no se reduce al todo o nada. Existen muchos puntos intermedios en la línea que va desde la “preservación familiar” que mantiene al niño en su casa con apoyos que eliminen el riesgo, hasta la “sustitución definitiva” de una adopción sin contacto. Entre ambos extremos hay muchas posibilidades y cada situación familiar y cada niño, niña o adolescente merece que busquemos la más adecuada. Ese nivel óptimo de contacto quedaría definido en el “plan individualizado de protección”, según la terminología empleada por la reforma de 2015.

Sería un error considerar que el porcentaje de reunificaciones familiares es, simple y llanamente, un indicador de éxito. Una evaluación más rigurosa considera que el verdadero objetivo de la protección es conseguir que los niños alcancen la estabilidad en condiciones satisfactorias. En este sentido, conviene reflexionar sobre los desoladores resultados de la revisión de Farmer[i], que comprueba los elevados porcentajes de niños que vuelven a ser protegidos sólo seis meses después de la reunificación, o dos años después, o cinco años después.  En muchos de esos casos, en vez de una reunificación sin garantías debería haberse planteado otro “nivel óptimo de contacto” con la familia de origen que no implicara la convivencia diaria.

Intentar que vuelva a casa… durante dos años

Nuestro sistema de protección ha incorporado los planteamientos de la planificación para la permanencia durante las últimas décadas, y especialmente con la reforma legislativa de 2015. Esta pretensión de permanencia puede parecer una paradoja en estos tiempos de modernidad líquida, en los que nuestras relaciones se caracterizan por el cambio constante y la transitoriedad. Pero el ser humano para su desarrollo necesita una cierta estabilidad. Entre los elementos a considerar para determinar cuál es el interés superior del menor, la ley incorpora la importancia de la estabilidad. Por ello afirma que debe ponderarse cuidadosamente si es conveniente el regreso a la familia biológica cuando un niño ya está en acogimiento permanente, si tal regreso implica pérdidas y rupturas perjudiciales para él.

El diagnóstico de necesidades de aquella reforma[ii] ya mencionaba, entre otras cuestiones, la necesidad de introducir plazos máximos para las situaciones de cuidado temporal o provisional, así como de buscar familias dispuestas a la coparentalidad, dado que los niños convivirán con la familia acogedora pero podrán mantener sus referencias familiares. Los expertos que impulsaron aquellos cambios subrayaban la necesidad de que nuestro sistema sea capaz de proporcionar cuidado familiar estable y continuo, sea más rápido en la toma de decisiones, y sea respetuoso con los tiempos de los niños en la formación de vínculos de apego.

Nuestra legislación (Art. 2.3. Ley 1/96) afirma que para ponderar el superior interés del niño hay que incluir “el irreversible efecto del transcurso del tiempo en su desarrollo” y su “necesidad de estabilidad”. Cualquier medida de protección de menores no permanente (sea residencial o incluso familiar) que se adopte respecto a menores de tres años debe ser revisada cada tres meses y cada seis meses cuando sean mayores de esa edad. Dos años es el plazo para solicitar la revocación del desamparo si los progenitores o familia de origen consideran que han cambiado sus circunstancias (art. 172.2. CC); pero a los dos años de la tutela decae el derecho de oponerse a las medidas (172.2 CC). Ello puede incluir hasta la adopción, cuando exista un pronóstico fundado de imposibilidad definitiva de retorno.

Por consiguiente, hay que tener presente que la primera opción de protección, que por lo general será ofrecer oportunidades de recuperación a las familias, debe tener también un límite temporal, y son los derechos infantiles los que priman por encima de los derechos de sus familias y de las limitaciones de los técnicos. Pero nos tememos que no todo el mundo está igualmente concienciado de la importancia de limitar la provisionalidad y planificar la protección para ofrecer permanencia al niño. Hay que extender la convicción de que dos años son el plazo máximo que un menor puede estar en una situación provisional. Si durante un plazo razonable se han puesto a disposición de la familia las ayudas objetivamente suficientes para asumir sus responsabilidades, y no ha habido éxito, hay que ofrecer al niño la posibilidad de integrarse de forma estable en otra familia.

En un pasado no muy lejano, parecía aceptable la colocación del niño en protección hasta que era capaz de valerse por sí mismo o trabajar. Hay que desmontar esta fantasía de que los niños están “en depósito” mientras uno arregla sus problemas, como quien empeña los muebles y los recupera años después cuando ha progresado en la vida. La medida de separación tampoco debe ser considerada como si fuera una sanción penal para el adulto, que por tanto finalizaría al cumplirse el plazo previsto. Sería muy poco respetuoso con los niños aplicar esta lógica comercial o penal a su situación. Independientemente de los progresos de los adultos, hay que valorar las condiciones en las que se encuentra cada niño y las condiciones del entorno.

Los dos años de plazo no obedecen sólo a evitar perjuicios a los niños. El mismo funcionamiento de la familia también se ve afectada por su salida de los niños. Algunas se pueden desestructurar por completo y se disuelven… otras se acomodan a su vida cotidiana sin ejercer responsabilidades parentales, de modo que puede ser imposible recuperarlas. Por ello se espera del sistema un plan de intervención intensiva y temporalizada.

Una advertencia

Dada la erosión que padecen los servicios sociales generales y especializados, hay que dar una voz de alarma. La planificación para la permanencia no consiste en esperar el mero paso del calendario para anunciar que se llegó al “punto de no retorno” cuando se cumplen los dos años desde que el niño ha sido temporalmente separado. Se trata de que durante ese plazo, se  debe trabajar activamente con los recursos de preservación familiar y reunificación, poniendo  a disposición de las familias ayudas objetivamente suficientes para que recuperen sus responsabilidades parentales. De lo contrario, si no se trabaja la reunificación familiar, todos los acogimientos temporales se convertirán en permanentes.

Por desgracia, no todas las instituciones han asumido la preocupación por la intervención temporalizada y la revisión de medidas. Hay lugares donde ni siquiera es posible conseguir una contestación en tres meses sobre la situación de un niño o una familia. Pero conviene recordar que hay que remitir un informe justificativo al ministerio fiscal cuando un menor se haya encontrado más de dos años en acogimiento temporal (residencial o familiar), debiendo justificar por qué no se ha adoptado una medida protectora de carácter más estable.

La legitimidad del sistema se resquebraja si no hay intervención familiar cuando existen posibilidades de reunificación. Pero se llegará a una medida permanente si, pese a las ayudas ofrecidas, no hay voluntad de cambio o posibilidad de restablecer la responsabilidad parental en plazo razonable.

Entonces ¿se deja de trabajar con la familia biológica?

Cuando un niño, niña o adolescente se encuentra en acogimiento permanente, podemos entender que el Plan de protección ya no pretende promover cambios decisivos en las circunstancias familiares y recuperar la convivencia. En esta situación, el trabajo con la familia biológica tiene otra finalidad. Lograr que cada niño disfrute establemente del “nivel óptimo de contacto” con sus parientes implica esforzarse por lograr una cooperación favorable de la familia biológica (lo cual no siempre será fácil) y reducir los posibles conflictos, ya que el niño no va a regresar con ella, pero va a mantener la relación. La analogía no es exacta, pero al igual que tras un divorcio la inmensa mayoría de los “progenitores no custodios” aceptan que sus hijos convivan cotidianamente en otro núcleo familiar ¿podríamos conseguir una mayor aceptación de estas situaciones en las que “el niño no regresará con nosotros”, pero tampoco “nos lo arrebatan unos extraños”?

La familia biológica cuyos hijos se encuentran en acogimiento permanente, continúa ofreciendo para éstos pertenencia y referencia, aunque no exista convivencia, o ésta se reduzca a momentos esporádicos. Que los progenitores que han fallado puedan participar en el proceso de reparar el daño padecido por el niño tiene un valor incalculable. Que puedan acompañar el crecimiento de sus hijos desde la distancia física, alentando sus progresos y respetando su actual entorno familiar, también. Que los momentos de encuentro o los periodos de convivencia sean satisfactorios, también. Todo ello implica un trabajo delicado con la familia, que ya no se apoya en la motivación de la vuelta a casa como motor de cambios, sino en ayudarles a encontrar y mantener una relación satisfactoria y beneficiosa para el niño.

El acogimiento permanente ¿es permanente?

El acogimiento permanente puede acordarse desde el comienzo si ya se ha descartado el retorno, o también tras finalizar el acogimiento temporal, cuando no sea posible la reintegración familiar. Hay que recordar que la ley hasta contempla que puede solicitarse al Juez la atribución a los acogedores de algunas de las facultades de la tutela, a fin de facilitar el desempeño de sus funciones. Como han interpretado los civilistas, “la calificación de este acogimiento como “permanente” permite presumir que el mismo se prolongará, en principio, hasta la mayoría de edad del menor[iii].

No obstante, la ley deja abierta la puerta a una posible finalización del acogimiento y regreso a la familia si resultara conveniente para el niño y hubieran desaparecido los motivos de desamparo, tras ponderar su integración en la familia acogedora y el apego emocional a sus figuras de referencia.

Al encontrarse integrado en una medida familiar estable, la mera desaparición de los factores que provocaron el desamparo no será suficiente. Como dice la ley, deberá ponderarse el tiempo transcurrido y la integración en la familia de acogida y su entorno, así como el desarrollo de vínculos afectivos con la misma. De hecho, la ley ni siquiera considera que el acogimiento permanente pueda cesar a instancia de la familia de origen, sino que reserva esta posibilidad a la administración protectora y la fiscalía.

Como bien explicaba aquel excelente Manual de Cruz Roja[iv] , se debe garantizar el derecho a la estabilidad y pertenencia, tanto del niño como de los guardadores. La finalización, si procede, de un acogimiento familiar permanente habrá de realizarse con extremo cuidado, velando por que obedezca al interés superior del niño. Y en todo caso, con apoyo al niño y la familia acogedora que les permita prepararse, integrarlo y desearlo.

No resulta fácil definir a priori en qué supuestos podría plantearse como más beneficioso el regreso de un menor en acogimiento permanente a una familia de origen que con el tiempo ha cambiado. En principio, habría que estudiar dicha posibilidad si el niño, niña o adolescente manifiesta clara y persistentemente su deseo de regresar, o muestra sufrimiento por permanecer separado de su familia de origen, o no se aprecia una fuerte vinculación emocional con los acogedores, o en todo caso menor a la que muestra con su familia biológica. Lo cual no debe confundirse con situaciones de crisis adolescente donde, al igual que cualquier otro coetáneo, experimenta sentimientos de rechazo o enfrentamiento con los adultos. También puede ser que este adolescente, que ha sufrido, arroje su dolor contra la familia acogedora expresando un deseo de volver con los suyos, que de hacerse realidad viviría como un nuevo abandono y una nueva ruptura. El acompañamiento, muchas veces terapéutico, permitirá discernir estas situaciones.

Cómo avanzar en la permanencia

Hay que esforzarse para ajustar la imagen del acogimiento permanente, tanto la que recibe la opinión pública, como la que trasladamos en la captación y formación de familias, como la que perciben muchos profesionales de nuestro ámbito y del judicial. No es la provisionalidad ni la posible reversibilidad lo que caracteriza al acogimiento permanente, sino la experiencia de coparentalidad.

Se trata de dejar de considerar el acogimiento como una medida “de sustitución” de una familia por otra, para acercarse a un concepto “de complementación” donde una familia aporta la convivencia y el cuidado cotidiano que la otra no puede proporcionar. Decimos coparentalidad porque es una situación en la que una familia ofrece a un niño un entorno seguro, afectivo y estable que necesita su desarrollo, pero no le priva de los valores que pueden aportar sus progenitores u otras personas de su entorno. Una familia que ayuda a otra familia, aunque la convivencia no se recupere. Pero se preservan sus vínculos de pertenencia y la identidad que supone su referencia familiar.

Necesitamos personas dispuestas a aceptar sinceramente y con entusiasmo que un niño, niña o adolescente convivirá con ellas, pero mantendrá vínculos y sentimientos de pertenencia y referencia con su familia de origen; y necesitamos dispositivos de acompañamiento para ambas familias, probablemente muy diferentes entre sí en cuanto a sus circunstancias, valores, cultura, expectativas, etc.

Estamos buscando proporcionar al niño un lugar capaz de atender traumas anteriores, satisfacer la necesidad de pertenencia, establecer apegos seguros, incorporar su propia historia e identidad, preservar el vínculo real y simbólico con su familia biológica, y poder relacionarse con ésta, siempre que dicha relación no amenace su bienestar.

La experiencia demuestra que, incluso para adolescentes y jóvenes que dejaron de convivir con sus familias acogedoras, la relación con estas, la calidad del vínculo establecido y la estabilidad que les ofrecieron forman parte de su identidad y de su mundo emocional y familiar. Las familias se han convertido en sus mentores, y probablemente les han ofrecido una experiencia y un aprendizaje decisivo para la futura construcción de su propia familia. Se han convertido en una referencia moral, una base desde la que explorar el mundo, y también en ocasiones un refugio al que volver. Probablemente se trate de uno de los mejores indicadores de los beneficios del acogimiento familiar.

Pero la permanencia no cae del cielo. Como en cualquier otra relación humana (la amistad, la pareja, la misma parentalidad…) no es resultado de una declaración de intenciones, de los contratos iniciales o las promesas… sino que también depende de lo que hagamos. ¿Muchos acogimientos acaban interrumpiéndose? Seguro. ¿Por qué causas? Muchas y muy diversas… Pero la permanencia también es producto del acompañamiento acertado, de la buena orientación, de la percepción de ser escuchado y tomar parte de las decisiones, de la posibilidad de respiro, del respeto y la no imposición, etc. Algunas veces oímos historias de jóvenes o de familias cuyo acogimiento no resultó satisfactorio y parecería que se hizo todo lo posible porque saliera mal… Al igual que solemos decir que cada familia que habla bien del acogimiento hace que otra familia se ofrezca, pero cada familia que habla mal provoca que cinco no lo hagan… deberíamos llegar a decir que gracias a cada acogimiento que acaba mal aprenderemos a sostener otros tres con éxito.

La preocupación por ofrecer estabilidad en su entorno familiar precisamente a niños, niñas y adolescentes cuyo desarrollo se ha visto amenazado por las pérdidas y la provisionalidad debe impregnar el conjunto de nuestras decisiones y actuaciones. Quiero acabar recordando a un sabio compañero[v] – y maestro – que en su reciente jubilación, resumía así sus sugerencias para reducir también otras fuentes de inestabilidad durante el acogimiento:

“Hemos aprendido lo delicado que puede ser para el futuro emocional de los niños cuando les cambiamos de familia, o inician o cesan un acogimiento con origen o destino en una residencia. Por tanto, hemos de ser cuidadosos al extremo con los periodos de adaptación de una familia a otra de desde o hasta una residencia.  Hemos de ser conservadores y evitar los cambios de familia al cambiar de modalidad de temporal a permanente cuando sea posible. Debemos elegir la modalidad de acogimiento que nos facilite evitar cambios de familia de un acogimiento a otro si las previsiones no se cumplen”.


[i] FARMER, E. (2018): Reunification from Out-of-Home Care: A Research Overview of Good Practice in Returning Children Home from Care. University of Bristol, Bristol.

[ii] ADROHER, S., BENGOECHEA, A. y GOMEZ, B.(2015): Se busca familia para un niño. Perspectivas juridicas sobre la adoptabilidad. Universidad Comillas /Dyckinson, madrid.

[iii] LOPEZ AZCONA, A. (2016): Luces y sombras del nuevo marco jurídico en materia de acogimiento y adopción de menores: a propósito de la Ley Orgánica 8/2015 y la Ley 26/2015 de modificación del sistema de protección a la infancia y adolescencia. Boletín del Ministerio de Justicia: Estudio Doctrinal. Año LXX Núm. 2185 Enero de 2016

[iv] CRUZ ROJA (2010): Manual de buena práctica en acogimiento familiar. Cruz Roja, Madrid.

[v] RUBIO LÓPEZ, J.M. (2019): El Acogimiento Familiar 32 años después (1987-2019). Ponencia presentada en las XIV JORNADAS SOBRE INFANCIA MALTRATADA EN LA COMUNIDAD DE MADRID: En el 30 aniversario de la aprobación de la Convención de Naciones Unidas: Propuestas de mejora en la atención a la infancia desde el enfoque de derechos. Asociación Madrileña para la Prevención del Maltrato Infantil (APIMM). Madrid, 23-24 octubre 2019.

Los retos del acogimiento residencial: informe íntegro.

Un análisis retrospectivo tras la aprobación de la Ley de modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia.

 El desarraigo, la segregación y el debilitamiento de las redes sociales básicas de los niños, niñas y adolescentes tutelados afecta a la construcción de su identidad y a su autoestima.
 La organización de atención directa a la infancia recomienda promover la creación de vínculos afectivos sólidos y duraderos, fortalecer sus redes sociales básicas, impedir la separación de hermanos y favorecer la relación con la familia biológica.


Aldeas Infantiles SOS  presentó el informe Los retos del 
acogimiento residencial, un análisis en positivo de esta modalidad de cuidado alternativo que identifica sus debilidades y necesidades y propone medidas específicas para su transformación hacia un modelo que garantice el bienestar de los niños, niñas y adolescentes privados del cuidado parental. 

El estudio, realizado para Aldeas Infantiles SOS por la Asociación Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (GSIA).
Es producto de una investigación que ha incluido entrevistas a jóvenes extutelados, a técnicos de la Administración Pública y a personal educativo de los propios centros de acogimiento residencial.

Siete años después de la entrada en vigor de la Ley Orgánica 8/2015, de 22 de julio, junto a la Ley
26/2015, de 28 de julio, ambas de modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia, el desarrollo normativo que estas exigían de las comunidades autónomas no se ha
producido de forma homogénea. El cambio de modelo que la Ley implica, acorde con los estándares
europeos de calidad y las recomendaciones de Naciones Unidas, no se ha completado en España.
Así se desprende del informe Los retos del acogimiento residencial, presentado hoy por Aldeas
Infantiles SOS.

DESCARGA  AQUÍ  EL INFORME INTEGRO
https://cms.aldeasinfantiles.es/uploads/2022/11/informe-retos-acogimiento-residencial.pdf

https://cms.aldeasinfantiles.es/uploads/2022/10/resumen-ejecutivo-los-retos-del-acogimiento-residencial.pdf

En contra de lo establecido en la Ley, que recomienda priorizar el acogimiento en familia, el residencial continúa siendo el modelo de protección más extendido en España, habiendo experimentado en los últimos años una tendencia alcista, especialmente en la población masculina, que se explica solo en parte por el aumento de la llegada de niños y adolescentes migrantes no acompañados. En dicho aumento también influyen las dificultades para encontrar familias acogedoras para niños y niñas con edades cercanas a la adolescencia y para grupos de hermanos, así como la aparición de nuevos perfiles de niños, niñas y adolescentes que presentan un daño emocional producido por las situaciones vividas que se manifiesta en problemas de conducta.

Según explica Aldeas Infantiles SOS, materializar los mejores intereses de los niños, niñas y adolescentes implica tener en cuenta su opinión en la toma de decisiones que les afectan y que estas
prioricen actuaciones encaminadas a la preservación familiar y a evitar la ruptura de vínculos con su
entorno. Si la separación se produce, es trascendental que mantengan la relación con sus familias
biológicas y que no se separe a los hermanos dentro del sistema de protección.
Sin embargo, tal y como se desprende de la investigación realizada por el Grupo de Sociología de la
Infancia y la Adolescencia (GSIA) para Aldeas, no solo no se tiene en cuenta la opinión del niño, niña
o adolescente para determinar lo que es mejor para él o ella, sino que a menudo los interesados desconocen el tiempo que durará la medida de protección y son víctimas de largos tiempos de espera
y de la cronificación de unos plazos que se pueden extender hasta la mayoría de edad. Esta
incertidumbre les genera una falta de estabilidad.

Asimismo, su recorrido por el sistema de protección no está determinado por las necesidades individuales que presentan, sino por elementos de tipo estructural como la disponibilidad de plazas, la
edad, las competencias del personal o si se acogen varios hermanos. La gestión del vínculo emocional que el niño, niña o adolescente deberá reconstruir queda supeditada, por tanto, a aspectos organizativos y de gestión de recursos.
La desvinculación familiar lleva al niño, niña o adolescente al desarraigo, lo que afecta a la construcción de su identidad y a su autoestima. La separación de hermanos en acogimiento se da, tiene que ver con la falta de recursos y contribuye a debilitar sus redes sociales básicas. El informe afirma, asimismo, que el sistema favorece la segregación por edad, ya que dependiendo de esta se accede a una modalidad de acogimiento u otra.

Para Aldeas Infantiles SOS, el resultado de todo lo expuesto, unido a la discriminación que produce el
desconocimiento que buena parte de la sociedad tiene del sistema de protección, lleva a la anonimización de los niños, niñas y adolescentes en acogimiento residencial.

El niño, niña o adolescente como sujeto de derechos
Todas las recomendaciones de Aldeas Infantiles SOS para transformar el acogimiento residencial parten de la consideración del niño, niña o adolescente como sujeto de derechos, no como objeto de intervención.

Entre las medidas que propone la organización para para avanzar hacia un modelo que garantice el
bienestar de los niños, niñas y adolescentes privados del cuidado parental, se encuentran las siguientes:
1. En la toma de decisiones, permitir que los niños, niñas o adolescentes participen en la determinación de sus mejores intereses, comunicarles las medidas, impedir las demoras en los plazos y favorecer los aspectos relacionales sobre los estructurales.
2. Promover la creación de vínculos afectivos sólidos y duraderos, fortaleciendo sus redes sociales básicas, impidiendo la separación de hermanos, facilitando el vínculo con la familia biológica y evitando la segregación por edad.
3. Ayudarles a construir su historia de vida, promover el arraigo e impedir la anonimización.
4. Limitar en lo máximo posible la frecuencia en la rotación de personal, sobre todo los educadores sociales.
5. Terminar con el estigma social realizando campañas de sensibilización y abriendo los centros a la comunidad.

Aldeas Infantiles SOS proporciona distintas opciones de cuidado alternativo de calidad a 1.250 niños,
niñas y adolescentes en nuestro país: 401 en ocho Aldeas Infantiles SOS; 65 en cinco Residencias
de Jóvenes y 1 piso para Adolescentes Migrantes; 738 en ocho Programas de Apoyo al Acogimiento
en Familia y 46 en un Programa de Primera Acogida y Valoración.

El modelo de acogimiento residencial de Aldeas Infantiles SOS es de carácter familiar. Los niños,
niñas y adolescentes reciben una atención personalizada, lo cual es posible porque viven en hogares
en los que hay grupos muy reducidos, donde los hermanos permanecen juntos independientemente
de su edad, y cuentan con figuras de referencia estables, que son esenciales para que generen
vínculos afectivos fuertes y, a su vez, para que desarrollen un sentido de pertenencia y sepan que
tienen personas que les van a apoyar de forma incondicional. El acompañamiento que reciben es
continuado y se extiende más allá de la mayoría de edad. Aldeas favorece su integración en la
comunidad y la relación con su familia biológica.

Sobre Aldeas Infantiles SOS
Aldeas Infantiles SOS está presente en España desde 1967. Forma parte de una Federación Internacional
fundada en 1949 en Austria, con presencia en 138 países (SOS Children’s Villages). En 2016 fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia.
Su misión es garantizar el derecho de todos los niños y las niñas a crecer en familia: en un hogar en el que se sientan queridos, protegidos y seguros. Para lograrlo, acompaña a las familias que están pasando por dificultades y fortalece sus capacidades para que puedan cuidar mejor de sus hijos, y ofrece un nuevo hogar a los niños y niñas que no pueden vivir con sus padres, bajo el cariño y la protección de personas de referencia estables y garantizando el principio de no separación de hermanos. Un acompañamiento que continúa más allá de la mayoría de edad, hasta la plena integración de los jóvenes en la sociedad. Su objetivo es asegurar que cada niño, niña, adolescente y joven crece con los vínculos afectivos que necesita para convertirse en la mejor versión de sí mismo.

Equipo de GSIA que se ha encargado de la investigación y realización del Informe:
.- Paco Mielgo García, socio de la Asociación GSIA, Diplomado en Trabajo Social en la UGR. Especialista en Mediación Familiar y Civil. Profesional especializado en intervención socio-familiar con infancia en riesgo social en la Asociación IMERIS de Granada. Dentro de este organismo es promotor de técnicas de supervisión de la intervención profesional, con el objetivo de reflexionar sobre los modelos de intervención con infancia, establecer sinergias de trabajo en red y combatir el estrés laboral (burn out) de profesionales de la intervención socio-educativa. Profesor asociado en la UGR en Facultad de Trabajo Social y docente en asignatura “Intervención social con menores conflictivos” en Master “Criminalidad e intervención social con menores” de la Facultad de Derecho.
.- Kepa Paul Larrañaga Martínez, socio de la Asociación GSIA, Ethógrafo. Interesado en el análisis del uso de las Redes Sociales de Internet por los niños, niñas y adolescentes. Implementa sus líneas de investigación para el avance y consolidación de los derechos de los niños y las niñas. Autor de la guía sobre el uso adecuado de Internet por adolescentes editada por Thomson Reuters “Atención Mamás y Papás”. Coordinador del “Diccionario de Política e Intervención Social sobre Infancia y Adolescencia” coeditado por SENAME y Thomson Reuters-Aranzadi, y del libro coeditado por UNED, Ministerio de Justicia y Thomson Reuters­ Aranzadi: “Menores e Internet”. 

Más información en www.aldeasinfantiles.es.
Mónica Revilla: Tel. 650 476 552 // mrevilla@aldeasinfantiles.es
Laura Prados: Tel. 609 900 342 // lprados@aldeasinfantiles.es
Arancha Sanz: Tel. 689 897 430 // arsanz@aldeasinfantiles.es

Estudio de los Centros de Acogimiento Residencia para Niños, Niñas y Adolescentes en el Ámbito de la Protección en España.

Miriam Poole Quintana.
Kepa Paul Larrañaga Martínez.
Asociación Nuevo Futuro.

José María Ruiz de Huidobro de Carlos.
Maria Isabel Álvarez Vélez.
Clara Martínez García.
Cátedra de los Derechos del Niño, 
Universidad Pontificia Comillas.

Se trata de un estudio ecológico comparativo, descriptivo y transversal para compartir conocimiento y experiencia sobre los Centros de acogimiento residencial para niños, niñas y adolescentes del sistema de protección, en cuanto a su estructura y régimen jurídico, que permita consensuar una tipología básica común en base a los centros estudiados y buenas prácticas recogidas.

Los objetivos operativos de este informe son:
1. Recogida de información y análisis comparado de Centros de acogimiento residencial y normativas para menores en el ámbito de la protección en las distintas CC.AA.
2. Identificación del marco jurídico y de los estándares nacionales e internacionales en la materia, de la legislación y de los instrumentos de planificación estatal y autonómicos sobre acogimiento residencial.
3. Elaboración de una tipología básica común de acogimiento residencial y criterios normativos para menores en el ámbito de la protección en España.
4. Realización de un estudio traslacional de los resultados obtenidos....

Comentarios finales
Hay que destacar como resultados de este estudio:
1. Un mapa de todos los Centros de acogimiento residencial en España, que aporta como elementos clave la clasificación de los centros por las características en cuanto a estructura y programas básicos desarrollados en ellos mismos.
2. El consenso establecido entre todas las CCAA con un acuerdo sobre las tipologías de las estructuras, programas desarrollados en los Centros de protección y criterios normativos.
3. Un estudio que analiza, con base en las estructuras de centros, los programas de atención en centros, y la normativa vigente en España, la situación del acogimiento residencial en el sistema de protección presentando una clasificación estandarizada de todos los Centros de protección en España con información desagregada y analizada por cada una de las 17 CCAA en España.
4. El cuadro comparativo de todas las normativas autonómicas de protección de la infancia y la adolescencia
Todos estos son elementos clave para la toma de decisiones futuras en política pública en relación con el sistema de protección a la infancia en España, al aportar una visión holística y de conjunto de los Centros de atención a menores en protección para cumplir con el mandato
de las normativas establecidas a nivel nacional y las recomendaciones emanadas de los organismos internacionales.

"Los retos del acogimiento residencial", Informe, Presentación del. Aldeas Infantiles SOS.

 
 El desarraigo, la segregación y el debilitamiento de las redes sociales básicas de los niños, niñas y adolescentes tutelados afecta a la construcción de su identidad y a su autoestima.
 La organización de atención directa a la infancia recomienda promover la creación de vínculos afectivos sólidos y duraderos, fortalecer sus redes sociales básicas, impedir la separación de hermanos y favorecer la relación con la familia biológica.

acogimiento residencial, un análisis en positivo de esta modalidad de cuidado alternativo que
identifica sus debilidades y necesidades y propone medidas específicas para su transformación hacia un modelo que garantice el bienestar de los niños, niñas y adolescentes privados del cuidado parental. 
El estudio, realizado para Aldeas Infantiles SOS por la Asociación Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (GSIA), es producto de una investigación que ha incluido entrevistas a jóvenes extutelados, a técnicos de la Administración Pública y a personal educativo de los propios centros de acogimiento residencial.

Siete años después de la entrada en vigor de la Ley Orgánica 8/2015, de 22 de julio, junto a la Ley
26/2015, de 28 de julio, ambas de modificación del sistema de protección a la infancia y a la adolescencia, el desarrollo normativo que estas exigían de las comunidades autónomas no se ha
producido de forma homogénea. El cambio de modelo que la Ley implica, acorde con los estándares
europeos de calidad y las recomendaciones de Naciones Unidas, no se ha completado en España.
Así se desprende del informe Los retos del acogimiento residencial, presentado hoy por Aldeas
Infantiles SOS.

https://cms.aldeasinfantiles.es/uploads/2022/10/resumen-ejecutivo-los-retos-del-acogimiento-residencial.pdf

En contra de lo establecido en la Ley, que recomienda priorizar el acogimiento en familia, el residencial continúa siendo el modelo de protección más extendido en España, habiendo experimentado en los últimos años una tendencia alcista, especialmente en la población masculina, que se explica solo en parte por el aumento de la llegada de niños y adolescentes migrantes no acompañados. En dicho aumento también influyen las dificultades para encontrar familias acogedoras para niños y niñas con edades cercanas a la adolescencia y para grupos de hermanos, así como la aparición de nuevos perfiles de niños, niñas y adolescentes que presentan un daño emocional producido por las situaciones vividas que se manifiesta en problemas de conducta.

Según explica Aldeas Infantiles SOS, materializar los mejores intereses de los niños, niñas y adolescentes implica tener en cuenta su opinión en la toma de decisiones que les afectan y que estas
prioricen actuaciones encaminadas a la preservación familiar y a evitar la ruptura de vínculos con su
entorno. Si la separación se produce, es trascendental que mantengan la relación con sus familias
biológicas y que no se separe a los hermanos dentro del sistema de protección.
Sin embargo, tal y como se desprende de la investigación realizada por el Grupo de Sociología de la
Infancia y la Adolescencia (GSIA) para Aldeas, no solo no se tiene en cuenta la opinión del niño, niña
o adolescente para determinar lo que es mejor para él o ella, sino que a menudo los interesados desconocen el tiempo que durará la medida de protección y son víctimas de largos tiempos de espera
y de la cronificación de unos plazos que se pueden extender hasta la mayoría de edad. Esta
incertidumbre les genera una falta de estabilidad.

Asimismo, su recorrido por el sistema de protección no está determinado por las necesidades individuales que presentan, sino por elementos de tipo estructural como la disponibilidad de plazas, la
edad, las competencias del personal o si se acogen varios hermanos. La gestión del vínculo emocional que el niño, niña o adolescente deberá reconstruir queda supeditada, por tanto, a aspectos organizativos y de gestión de recursos.
La desvinculación familiar lleva al niño, niña o adolescente al desarraigo, lo que afecta a la construcción de su identidad y a su autoestima. La separación de hermanos en acogimiento se da, tiene que ver con la falta de recursos y contribuye a debilitar sus redes sociales básicas. El informe afirma, asimismo, que el sistema favorece la segregación por edad, ya que dependiendo de esta se accede a una modalidad de acogimiento u otra.

Para Aldeas Infantiles SOS, el resultado de todo lo expuesto, unido a la discriminación que produce el
desconocimiento que buena parte de la sociedad tiene del sistema de protección, lleva a la anonimización de los niños, niñas y adolescentes en acogimiento residencial.

El niño, niña o adolescente como sujeto de derechos
Todas las recomendaciones de Aldeas Infantiles SOS para transformar el acogimiento residencial parten de la consideración del niño, niña o adolescente como sujeto de derechos, no como objeto de intervención.

Entre las medidas que propone la organización para para avanzar hacia un modelo que garantice el
bienestar de los niños, niñas y adolescentes privados del cuidado parental, se encuentran las siguientes:
1. En la toma de decisiones, permitir que los niños, niñas o adolescentes participen en la determinación de sus mejores intereses, comunicarles las medidas, impedir las demoras en los plazos y favorecer los aspectos relacionales sobre los estructurales.
2. Promover la creación de vínculos afectivos sólidos y duraderos, fortaleciendo sus redes sociales básicas, impidiendo la separación de hermanos, facilitando el vínculo con la familia biológica y evitando la segregación por edad.
3. Ayudarles a construir su historia de vida, promover el arraigo e impedir la anonimización.
4. Limitar en lo máximo posible la frecuencia en la rotación de personal, sobre todo los educadores sociales.
5. Terminar con el estigma social realizando campañas de sensibilización y abriendo los centros a la comunidad.

Aldeas Infantiles SOS proporciona distintas opciones de cuidado alternativo de calidad a 1.250 niños,
niñas y adolescentes en nuestro país: 401 en ocho Aldeas Infantiles SOS; 65 en cinco Residencias
de Jóvenes y 1 piso para Adolescentes Migrantes; 738 en ocho Programas de Apoyo al Acogimiento
en Familia y 46 en un Programa de Primera Acogida y Valoración.

El modelo de acogimiento residencial de Aldeas Infantiles SOS es de carácter familiar. Los niños,
niñas y adolescentes reciben una atención personalizada, lo cual es posible porque viven en hogares
en los que hay grupos muy reducidos, donde los hermanos permanecen juntos independientemente
de su edad, y cuentan con figuras de referencia estables, que son esenciales para que generen
vínculos afectivos fuertes y, a su vez, para que desarrollen un sentido de pertenencia y sepan que
tienen personas que les van a apoyar de forma incondicional. El acompañamiento que reciben es
continuado y se extiende más allá de la mayoría de edad. Aldeas favorece su integración en la
comunidad y la relación con su familia biológica.


Sobre Aldeas Infantiles SOS
Aldeas Infantiles SOS está presente en España desde 1967. Forma parte de una Federación Internacional
fundada en 1949 en Austria, con presencia en 138 países (SOS Children’s Villages). En 2016 fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de la Concordia.
Su misión es garantizar el derecho de todos los niños y las niñas a crecer en familia: en un hogar en el que se sientan queridos, protegidos y seguros. Para lograrlo, acompaña a las familias que están pasando por dificultades y fortalece sus capacidades para que puedan cuidar mejor de sus hijos, y ofrece un nuevo hogar a los niños y niñas que no pueden vivir con sus padres, bajo el cariño y la protección de personas de referencia estables y garantizando el principio de no separación de hermanos. Un acompañamiento que continúa más allá de la mayoría de edad, hasta la plena integración de los jóvenes en la sociedad. Su objetivo es asegurar que cada niño, niña, adolescente y joven crece con los vínculos afectivos que necesita para convertirse en la mejor versión de sí mismo.

Equipo de GSIA que se ha encargado de la investigación y realización del Informe:
.- Paco Mielgo García, socio de la Asociación GSIA, Diplomado en Trabajo Social en la UGR. Especialista en Mediación Familiar y Civil. Profesional especializado en intervención socio-familiar con infancia en riesgo social en la Asociación IMERIS de Granada. Dentro de este organismo es promotor de técnicas de supervisión de la intervención profesional, con el objetivo de reflexionar sobre los modelos de intervención con infancia, establecer sinergias de trabajo en red y combatir el estrés laboral (burn out) de profesionales de la intervención socio-educativa. Profesor asociado en la UGR en Facultad de Trabajo Social y docente en asignatura “Intervención social con menores conflictivos” en Master “Criminalidad e intervención social con menores” de la Facultad de Derecho.
.- Kepa Paul Larrañaga Martínez, socio de la Asociación GSIA, Ethógrafo. Interesado en el análisis del uso de las Redes Sociales de Internet por los niños, niñas y adolescentes. Implementa sus líneas de investigación para el avance y consolidación de los derechos de los niños y las niñas. Autor de la guía sobre el uso adecuado de Internet por adolescentes editada por Thomson Reuters “Atención Mamás y Papás”. Coordinador del “Diccionario de Política e Intervención Social sobre Infancia y Adolescencia” coeditado por SENAME y Thomson Reuters-Aranzadi, y del libro coeditado por UNED, Ministerio de Justicia y Thomson Reuters­ Aranzadi: “Menores e Internet”. 


Más información en www.aldeasinfantiles.es.
Mónica Revilla: Tel. 650 476 552 // mrevilla@aldeasinfantiles.es
Laura Prados: Tel. 609 900 342 // lprados@aldeasinfantiles.es
Arancha Sanz: Tel. 689 897 430 // arsanz@aldeasinfantiles.es

I Jornada de cuidados de calidad en el acogimiento: La garantía del bienestar infantil



Aldeas Infantiles SOS
Miércoles, día 26 de octubre,
De 9:00 a 14:30h.
Facultad de Psicología de la UNED, 
C/Juan del Rosal 10, Madrid.

Entre sus contenidos está la presentación de resultados del Informe sobre "La situación del acogimiento residencial en España", realizado por un equipo de investigación coordinado por la Asociación GSIA.

 
El acogimiento de niños, niñas y adolescentes que por diversas circunstancias están tutelados por la Administración, ya sea con carácter temporal o permanente y en cualquiera de sus modalidades, es una medida de protección mediante la cual se les ofrece un entorno sociofamiliar adecuado a sus necesidades.
 
A día de hoy sabemos cuáles son los factores de protección que más contribuyen al éxito del acogimiento y que influyen en el grado y la calidad del bienestar de los niños, niñas y adolescentes: la creación de vínculos de apego estables, los entornos predecibles que tengan calidez humana y los grupos sociofamiliares cohesionados. Los sistemas de gestión de calidad y la formación son recursos importantes y necesarios para alcanzar estos objetivos.
 
En esta I Jornada sobre cuidados de calidad en el acogimiento, que versa sobre La garantía del bienestar infantil, abriremos un debate sobre acogimiento, identificaremos buenas prácticas familiares y educativas, y reflexionaremos sobre el camino recorrido a lo largo de los últimos años y los retos que nos plantean el presente y el futuro para lograr un acogimiento de calidad. Contaremos para ello con la presencia de la directora general de Derechos de la Infancia y la Adolescencia, Lucía Losoviz, y con profesionales expertos y comprometidos con el apoyo a la infancia y la adolescencia vulnerable.
 
En la jornada participarán los siguientes ponentes:
 
  • Pedro Puig Pérez, presidente de Aldeas Infantiles SOS
  • Ricardo Mairal Usón, rector de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).
  • Lucía Losoviz Adani, directora general de Derechos de la Infancia y la Adolescencia, Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030.
  • Ernesto López Méndez, psicólogo y médico.
  • Jorge Fernández del Valle, catedrático de Intervención Social de la Universidad de Oviedo. Director del Grupo de Investigación en Familia e Infancia (GIFI).
  • María de la Fe Rodríguez, profesora titular de la Facultad de Psicología de la UNED.
  • María Paz García Vera, catedrática de Psicología Clínica de la Universidad Complutense de Madrid y miembro de número de la Academia de Psicología de España.
  • Kepa Paul Larrañaga, vicepresidente del Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (GSIA).
  • Liliana Marcos Barba, Secretaría de Estado de Derechos Sociales.


Talleres Monográficos sobre las especificaciones UNE 0070.


La Cátedra de los Derechos del Niño-ICADE  y la Plataforma de Infancia, tienen el placer de invitarle al ciclo de "Talleres Monográficos sobre las especificaciones UNE 0070" 


Centro de Innovación del Derecho (CID - ICADE)
Universidad Pontificia Comillas - ICADE

La Cátedra de los Derechos del Niño de la Universidad Pontificia Comillas junto con la Plataforma de Infancia, está promoviendo diferentes espacios de reflexión conjunta y aprendizaje en torno a la Especificación UNE 0070 (Sistema de gestión de la protección frente a la violencia en organizaciones de acción social, educación, deporte, ocio o tiempo libre que trabajan con personas menores de edad y/o personas en situación de vulnerabilidad), todo ello en el marco del área de actividades de ambas entidades destinado a concienciar sobre la importancia de la articulación de políticas de protección y de buen trato para la generación de entornos seguros para la infancia.

Los talleres son en formato BIMODAL, realizar la inscripción en cada uno de los días que va a asistir, eligiendo la modalidad.

INSCRIPCIONES:
15 septiembre 2022  
PRESENCIAL - https://eventos.comillas.edu/86093/
ONLINE - https://eventos.comillas.edu/87172/

Los centros de protección de menores como entornos seguros y protectores desde la óptica de la nueva Ley Orgánica 8/2021.

La Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia (LOPIVI) aborda, entre otros muchos temas, la regulación de la atención a los menores en los centros de protección, con el objetivo claro de definir de qué modo han de asegurarse esos lugares como entornos seguros en los que niños y niñas, de por sí, particularmente vulnerables al vivir privados de la protección de un entorno familiar, puedan crecer protegidos de cualquier forma de violencia. 

Almudena Olaguibel Echeverria-Torres*
Revistas IgualdadES, nº 6, enero/junio 2022,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
Gobierno de España.



La ley apuesta por regular prácticas previas no exentas de polémica, como las contenciones físicas, y por dejar en manos de las comunidades autónomas el desarrollo de protocolos concretos de actuación, por lo que reenvía a un momento posterior la concreción final de las modalidades de protección de los niños. La ley se enmarca en un modelo que ha evolucionado a lo largo del tiempo de la mano del derecho internacional de los derechos humanos, pero sigue dejando algunas zonas de sombra que habrá que aclarar progresivamente.

SUMARIO, RESUMEN, ABSTRACT
I. INTRODUCCIÓN
II. LOS SISTEMAS DE PROTECCIÓN DE MENORES DE EDAD PRIVADOS DE CUIDADO PARENTAL
1. Normativa internacional
2. Contexto europeo
3. El sistema de protección de menores en España
III. CONTEXTO ACTUAL DEL ACOGIMIENTO RESIDENCIAL EN ESPAÑA. ABUSOS Y VIOLENCIA HACIA LOS NIÑOS Y NIÑAS ACOGIDOS
IV. LA REGULACIÓN DE LOS CENTROS DE PROTECCIÓN DE MENORES EN LA LEY ORGÁNICA 4/21 DE PROTECCIÓN DE LA INFANCIA Y ADOLESCENCIA FRENTE A LA VIOLENCIA
V. REFLEXIONES FINALES
NOTAS
BIBLIOGRAFÍA


*ALMUDENA OLAGUIBEL ECHEVERRIA-TORRES
Especialista en derechos de infancia. Responsable de protección de UNICEF España. aolaguibel@unicef.es

Los derechos de la infancia y la adolescencia en la Comunidad de Madrid, Agenda 2030.

Portada informe infancia Madrid
Autores: 
UNICEF Comité Madrid 
y Fundación Tomillo.


Así lo refleja el primer informe sobre la situación de la infancia en la región, que realiza un análisis de la situación de los niños y niñas que viven en Madrid en materia de pobreza, desigualdad, educación, protección y cooperación al desarrollo.

La metodología empleada utiliza los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, no sólo para analizar la situación actual de los niños de Madrid, sino para proponer metas que sirvan de orientación para las políticas autonómicas.


Propuestas:
.- ODS1. FIN DE LA POBREZA.

.- ODS 10. REDUCIR LAS DESIGUALDADES, Estado actual del bienestar económico y social de la infancia en Madrid antes y durante la pandemia, Olga Cantó Sánchez.

.- ODS4. EDUCACIÓN DE CALIDAD Madrid, Educación y ODS 4: Necesita mejorar, Carlos Magro Mazo.

.- ODS13. ACCIÓN POR EL CLIMA, La acción por el clima es la acción por la infancia,  Cristina Monge Lasierra.

.- ODS16. PAZ, JUSTICIA E INSTITUCIONES SÓLIDAS, La protección a la infancia y la adolescencia en la Comunidad de Madrid: más retos y mayor complejidad, Pepa Horno Goicoechea.

.- ODS17. ALIANZAS PARA LOGRAR LOS OBJETIVOS, Análisis de la Ayuda Oficial al Desarrollo de la Comunidad de Madrid, Guillermo Santander Campos.

.- Los 5 grandes desafíos de la Comunidad de Madrid en la aplicación de la agenda 2030 

“La situación actual de la protección a la infancia y adolescencia en la Comunidad de Madrid, comparada con la del año 2018 cuando se publicó el informe de UNICEF, se ha vuelto más difícil de abordar, tanto por su complejidad como por su gravedad. Y más teniendo en cuenta que, en muchos de los aspectos concernientes a la protección de la infancia y la adolescencia, aún no se dispone de datos oficiales posteriores a la crisis sanitaria del COVID 19. Como se ha tratado de exponer, los factores que explican esta mayor complejidad son diversos y de diferentes ámbitos. Pero es responsabilidad de las instituciones tratar de dar una respuesta eficaz y clara si se quieren cumplir, al menos en su mayor parte, las metas marcadas en la Agenda 2030”. Pepa Horno en el artículo La protección a la infancia y la adolescencia en la Comunidad de Madrid: más retos y mayor complejidad”, que se incluye en esta publicación de UNICEF Comité Madrid La Agenda 2030 en clave de infancia en la Comunidad de Madrid. Propuestas para la acción, un análisis del Objetivo de Desarrollo Sostenible 16, “Promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas” en su Meta 16.2, “Poner fin al maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra los niños [niñas y adolescentes]”.





«Las imágenes del acogimiento familiar que merman su desarrollo y la captación de nuevas familias». Renovando desde dentro 8.


En otoño de 2021 la ASEAF (Asociación Estatal de Acogimiento Familiar de España) propuso la siguiente reflexión en torno al acogimiento familiar: “¿Cómo captar familias sin conocer el efecto de lo que hacemos … y de la imagen que damos?”. La reflexión parte de la clara conciencia del desconocimiento general de qué es el acogimiento familiar y cuáles son sus logros pasados, presentes e incluso futuros. De esta reflexión surgió una ponencia que presenté en las V Jornadas “Interés Superior del Menor” 2021 de dicha asociación. 

En este artículo no se pretende hacer un análisis sociológico de la imagen del acogimiento familiar en España. Se busca recopilar las diversas imágenes que sobre el acogimiento familiar son conocidas en cuanto a medida protectora que se desea potenciar. Podemos encontrarnos toda una serie de imágenes que posiblemente impiden su desarrollo y hacen que la captación de nuevas familias no solo se estanque, sino que no sean familias adecuadas, o que causan que disminuya o crezca el número de ellas muy por debajo de las necesidades en prácticamente todo el territorio español. 

Hay muchas imágenes diferentes del acogimiento familiar en lo que toca a sus diversos protagonistas: familias de origen o biológicas, niños, niñas y adolescentes, personas acogedoras, profesionales de ayuda, técnicos de protección, responsables administrativos y políticos… Todos sus protagonistas hacen aportaciones a la idea o imagen que difundimos sobre el acogimiento familiar. 

Para empezar, hay que reconocer una imagen que con frecuencia es una no-imagen. El acogimiento familiar de niños, niñas y adolescentes es algo que no existe o es completamente desconocido para una inmensa mayoría de integrantes de nuestra comunidad. No aparece en los medios de comunicación como otras medidas protectoras. Se confunde continuamente con la adopción. 

El “boca a boca”, que dicen que es un buen modo de difusión, no ayuda a la captación. Hay muchas bocas de personas acogedoras llenas de quejas, decepción, sufrimiento y dolor. Dicen los publicistas que un cliente contento te trae a dos o tres más, pero que uno descontento ahuyenta a más de diez. El descontento y las quejas de tantas personas acogedoras desmoviliza a quien se lo esté pensando. 

Haciendo una recopilación de los relatos sobre el acogimiento familiar de niños, niñas y adolescentes se ve cómo continuamente se asocia con demasiada frecuencia esta medida protectora a conceptos como el altruismo, la heroicidad, el bajo coste, la gratuidad, la buena voluntad, algo desconocido, el incógnito, la temeridad o el exceso de riesgo, la apropiación, la extirpación de legado, una serie de requisitos innecesarios para acoger y el sacrificio.

 Altruismo 
Por supuesto que el altruismo está bien y es necesario, pero en el contexto del acogimiento familiar como medida protectora, ideas como “El amor al prójimo como motor del acogimiento familiar”, o que “Los beneficios solo pueden ser morales” o que “El amor no puede tener precio” pueden ser un lastre. Parece que no caben otras motivaciones que no tengan que ver con dicho altruismo, o que no pueden ser legítimas. Un informe alemán sobre las políticas financieras de los servicios de infancia alemanes en el acogimiento familiar constataba que el exceso de apelación al altruismo de los responsables de dichas instituciones era inversamente proporcional a la cantidad de recursos económicos invertidos. Dicho de otro modo, a mayor apelación al altruismo, menor inversión en recursos para el acogimiento familiar. Esto tiene consecuencias muy serias y muy prácticas en el desarrollo del acogimiento familiar. Se evita el debate de los recursos necesarios como si este debate fuera algo innecesario o atrajera solo a personas con fines lucrativos. 

Una sociedad debe promover y asegurar que sus ciudadanos puedan acoger para cumplir el mandato legal y moral de dotar a los niños, niñas y adolescentes en desamparo de un ambiente familiar, que necesitan y al que tienen derecho para la reparación de los daños causados por las adversidades y el abandono del que son víctimas inocentes. Esto no es una opción solidaria de la comunidad. Es una obligación tan seria como pagar impuestos, auxiliar a las víctimas de un accidente, respetar las normas de convivencia o circular por la derecha con nuestros vehículos. Las instituciones tienen que cumplir las leyes vigentes y la ciudadanía tiene que asumir su responsabilidad y su protagonismo. Una comunidad tiene que tener personas y familias acogedoras y las instituciones hacer lo preciso para que puedan acoger. Es más una cuestión de deber ante la justicia, que todos deseamos, que de amor. 

Heroicidad 
“El acogimiento familiar es una heroicidad”. Es propio solo de buenas personas en el sentido más abnegado. Entonces el acogimiento requiere características heroicas: sacrificio total, el bien común o el amor al prójimo como prioridad, dar la vida, generosidad absoluta… y más rasgos que queramos otorgar a las heroínas y héroes. Y los héroes o heroínas son muy escasos. La mayoría somos personas normales con luces y sombras. Por tanto, si reducimos el acogimiento familiar a la población heroica reducimos la población diana de captación de un modo automático. Pocos pueden tener dicho valor. Que se retiren quienes no se consideren héroes. Reducción simplista. 

Además, los héroes actúan solos, no necesitan ayudan. Deben actuar en solitario sin necesidad de tribu, comunidad o cuerpo técnico. Las personas acogedoras deben de ser como el Llanero Solitario. La soledad silenciosa y abnegada como virtud y modelo de referencia puede ser insuficiente ante una labor que requiere el máximo posible apoyos de todo tipo. Pero los héroes del acogimiento familiar posibilitan recortes y ahorros significativos a la comunidad porque no tienen nómina ni intención de lucro. Viven de lo suyo sin que nadie se entere. Deben ser además anónimos. 

 Barato, protección de menores “low-cost” 
“No se debe acoger por dinero porque es inmoral”. Esto es algo que piensa muchísima gente. Es la mentalidad donativo contra el concepto de reparto justo de recursos y, para más inri, en un contexto socioeconómico neoliberal de capitalismo libre, donde cabe hacer negocio y lucrarse con las residencias de ancianos, la salud, la seguridad, la discapacidad, la dependencia y el bienestar en general… Una economía de libre mercado, donde la avaricia, el acaparamiento, la privatización de lo público y el escaqueo insolidario de impuestos son valorados. Las familias acogedoras saben que rara vez las aportaciones por acogimiento familiar cubren realmente los gastos de educación y crianza de un niño, niña, adolescente en una familia española de clase media. No se cubren los gastos de crianza. Tampoco se tienen en cuenta los gastos extras que con frecuencia implican las graves adversidades, secuelas y mochilas emocionales de los niños, niñas y adolescentes en acogida. La diferencia tan abismal en inversiones entre las medidas de protección actuales puede ayudar también a entender la baja captación de familias acogedoras. 

Las familias de acogida con frecuencia ponen su dinero para cubrir los gastos de sus hijos e hijas de acogida, que no cubren las instituciones de protección. Se enfrentan al dilema de empobrecer a su familia por hacer algo que es responsabilidad de todos y que además exige mucho esfuerzo, dedicación y quebraderos de cabeza. El coste del tiempo de dedicación a la acogida familiar es impagable, pero se puede compensar de muchas maneras que facilitarían la captación. Hay una ratio de diferencia de coste “plaza” entre acogida residencial y acogida familiar de muchos múltiplos. Como decía el Sr. Geisler (Senado de Berlín, responsable de planificación económica de los servicios de infancia de la ciudad de Berlín) en una visita realizada en el año 2000 “El acogimiento familiar es maravilloso, tres veces más barato y con diez veces mejor resultado que el residencial”. En España, teniendo en cuenta el coste de la plaza residencial en protección, seguramente se podría incrementar recursos para acogimiento familiar, reducir el número de niños y niñas en acogimiento residencial, como marcan nuestras leyes, y además ahorrar o gastar mejor lo dedicado a protección. Ya hay modelos y programas en España que lo demuestran. 

Temeridad, alto riesgo 
De la alabanza al reproche y sin términos medios es la valoración que reciben las familias de acogida de sus entornos inmediatos. Del “¡Qué buena obra tan maravillosa estáis haciendo!” al “¿Ya sabéis donde os habéis metido? ¿No será pernicioso para vuestros hijos, no les estaréis privando de atenciones para ayudar a alguien que es ajeno a la familia?”. Con frecuencia los entornos cercanos de las familias de acogida alaban o critican de esta manera a quienes deciden acoger. Meter un hijo ajeno, que da problemas, es un riesgo para los propios. Algo digno de insensatos e irresponsables. 

Además, si el acogimiento familiar falla o se trunca, teniendo en cuenta la falta de recursos, acompañamientos, y dificultades que sufren los niños, niñas y adolescentes, víctimas de adversidad temprana, no hay duda de que la culpa es del mal hacer de los acogedores. Hay un perverso consenso social. Todos, técnicos de protección, enseñantes, sanitarios, profesionales de apoyo, familiares, e incluso los propios niños, niñas, adolescentes y personas acogedoras consideran que estas últimas son las culpables de amar mal. Y los técnicos de protección, profesionales, escuelas, centros de salud y comunidad quedan siempre a salvo y libres de responsabilidad. 

“¿No teméis que él/ella (una monstruosidad de mala criatura) o su familia biológica os haga daño?” es otra de las cuestiones que tienen que sortear personas acogedoras de sus entornos inmediatos y de algún que otro profesional mal informado. Las personas desfavorecidas son además de culpables y responsables de su situación, gente peligrosa y muy inadecuada. A veces, con su modo de actuar con la familia biológica, los propios técnicos e instituciones de protección fomentan esta sensación en las familias de acogida. 

“¿Verdaderamente sirve para algo?” es la duda que en este contexto de agresión, prejuicios, soledad y escasez tienen que resolver las familias de acogida. Sin embargo, la experiencia nos dice que incluso los acogimientos familiares truncados en circunstancias difíciles pueden generar beneficios y vínculos que nunca o pocas veces consiguen los acogimientos residenciales. Ser persona acogedora implica con frecuencia arriesgarse a perder su bienestar familiar y ser tachada de incompetente cuando hay dificultades. 

Apropiación 
Todavía flota en nuestra cultura parental la idea de que hijos e hijas son una propiedad biológica que debe ser controlada y administrada para el bien y el futuro de nuestra herencia y estirpe. Desde este pensamiento criar hijos e hijas que no son tu propiedad biológica es un desperdicio de energía y esfuerzo. “Si has de criar a alguien, asegúrate de que es y será para tu bien”. El acogimiento con frecuencia tiene que combatir estas ideas… “Le cuidas, le educas, le coges cariño  y luego te lo quitan para devolvérselo a alguien que no le quiere y destruirá lo que habéis hecho. Te quitan algo que te has trabajado tú, estás haciendo una inversión a fondo perdido y estéril”. 

“Si acoges debes asegurarte de que podrás disfrutar para ti de lo que hagas y de que nadie, nadie se entrometa. Esto sería lo aceptable”. Pero la realidad demuestra que los vínculos creados en las relaciones de acogida familiar son un “para siempre” y trascienden los procesos administrativos de protección de infancia. Lo más probable es que los niños, niñas y adolescentes que pudieron ser acogidos por familias continúen teniendo esas relaciones en el futuro y sigan precisando presencia parental, disponibilidad y acompañamiento en su vida adulta. Algo que se suele desconocer es que los buenos tratos dados por familias de acogida producen efectos reparadores en sus acogidos, que disfrutarán terceras personas y que es posible que las personas acogedoras no lleguen nunca a ver. 

 La familia biológica sobra 
Mientras en la adopción nadie cuenta con la familia biológica, aunque exista a modo de fantasma conviviente, en el acogimiento familiar está presente y suele haber algún tipo de trato. Muy diverso y dependiendo de situaciones muy diferentes. La cantidad de prejuicios en torno a los miembros de la familia biológica es muy significativa y responde más a la ignorancia que a la necesidad de que no estén presentes. Hay un pensamiento compartido por muchos de los actores del acogimiento en el que se asume la idea de que la familia biológica solo puede estropear la tarea de los acogedores. 

Otro prejuicio muy extendido es el referido a las visitas. “Las visitas con la familia biológica solo son un peligro para el niño, niña o adolescente, que va a implicar riesgos y consecuencias que dañan a sus acogedores”. Con frecuencia las visitas son consideradas una insensatez y no se entiende que beneficio tienen. Sin embargo, son fundamentales para los procesos de reparación del daño infligido y son facilitadores de la construcción de la identidad. También son fundamentales para el abordaje de la experiencia de abandono, como entender sus causas, atenuantes y límites. Los conflictos de lealtades divididas también se abordan mejor con su presencia y participación. Estas ventajas no las tienen los niños, niñas y adolescentes adoptados y podría afirmarse que la presencia y el contacto con la familia biológica es un factor protector para su salud mental. Encontramos más casos de patologías graves en niños, niñas y adolescentes que han sido adoptados (23%) que en los que han sido acogidos en familia (3%). 

Colaboración entre familias como algo imposible 
Otra idea que daña el desarrollo y la captación de familias de acogida es la creencia de que los familiares biológicos no pueden colaborar y no quieren entregar a sus niños y niñas. El que les hayan maltratado, no se ocupen adecuadamente de ellos o les hayan dañado no les incapacita para entregar voluntariamente y colaborar en el proceso de reparación del daño causado. La experiencia muestra que cuando se ayuda y se apoya a la familia biológica con acompañamientos y ayudas adecuadas, sin juicios de valor ni prejuicios, se puede llegar a tener más del 90% de colaboraciones y un buen clima entre la familia biológica y la familia de acogida. Esto es un auténtico factor de protección y reparación para los niños, niñas y adolescentes. Si se conociera esta realidad y los servicios de protección ofrecieran estas ayudas de forma sistemática a las familias biológicas, la atención redundaría en mejores resultados y un menor temor a la familia biológica por parte de posibles candidatos o personas que se ofrecen para acoger. 

“O conmigo o contra mí. La familia biológica (simplemente familia) y la familia de acogida no pueden cooperar en la crianza de los niños, niñas y adolescentes”. O la una o la otra. “Los malos fuera, porque no tienen nada que aportarles, solo problemas”. Es frecuente oír que las familias biológicas de los niños, niñas y adolescentes en acogida familiar no pueden colaborar, no tienen nada bueno y no aportan un legado digno de ser tenido en cuenta y, por tanto, no se les permite, no se les apoya ni se les ayuda a tener una presencia con disponibilidad a la cooperación y complementariedad, ni pueden hacer la reparación que sus hijos e hijas necesitan. 

El acogimiento familiar como una ilegítima y fraudulenta puerta hacia la adopción 
Durante muchos años ha habido (y aún hoy quedan) técnicos que consideran el acogimiento familiar como un método para engañar a las autoridades y técnicos. Técnicos que piensan que las personas acogedoras pueden intentar “adoptar a la carta” y por tanto carecen de escrúpulos a la hora de conseguir lo que quieren. “Me quedo con la criatura solo si me gusta y me da garantías de cubrir todas mis expectativas”. La persona acogedora es vista como adoptante emboscada y oculta, dispuesta a apropiarse solo de los niños o niñas que le complacen. Como si el acogimiento se tratara de una tienda de electrodomésticos con derecho a probar el “producto”. 

Todo esto cuando es ya una práctica aceptada por muchos y tendencia clara de futuro el considerar a los adoptantes, que ya han desarrollado un vínculo de apego, como los adoptantes preferentes si están disponibles para hacer el cambio en función de las necesidades del niño, niña o adolescente. La práctica en algunas comunidades autónomas y a instancias de algunos técnicos de protección de entregar en adopción (a familias adoptivas desconocidas por los niños, en contextos sociales, emocionales y culturales nuevos) a niños y niñas que llevan más de doce meses de convivencia con sus familias de acogida es una mala praxis con consecuencias graves. Si deben de ser adoptados y sus acogedores fueran versátiles y aceptaran adoptar, los acogedores deben ser los adoptantes. Actuar de otra manera, aunque sea administrativamente correcto, es una práctica inhumana y cruel. Estas adopciones forzosas, contrarias a los deseos y disponibilidades de las familias acogedoras con vínculos de apego visibles, deben ser denunciadas como mala praxis y eliminadas de nuestro modo de generar adopciones. La imagen del acogimiento familiar cuando se  producen estos casos sale muy dañada, genera estupor en la ciudadanía y espanta a cualquier ciudadano con un mínimo sentido común. 

Requisitos innecesarios 
La idoneidad que se debe de evaluar por ley ha sido (y es aún) algo vivido como un impedimento de las autoridades: porque socialmente suena a capricho de las autoridades, porque hay quien no entiende cómo se atreven las autoridades a cuestionar el deseo de hacer el bien y de ser padres. Este anhelo debería ser suficiente para mucha gente. Acoger a niños, niñas y adolescentes en desamparo no precisa de una solvencia técnica manifiesta y demostrable pues es creencia generalizada que cualquiera puede acoger en su familia si así lo desea. La evaluación de idoneidad no es entendida y frecuentemente se dice “Si para ser madre o padre hiciera falta una evaluación el ser humano se habría extinguido”. La idoneidad debe estar al servicio de garantizar que las personas y familias que acogen tienen las condiciones adecuadas para hacerlo, entendiendo que no todas las personas pueden o están preparadas para acoger niños, niñas y adolescentes en situación de desamparo. 

Sacrificio 
En los términos actuales del acogimiento familiar, con sus recursos de ayuda, sus regímenes de visita, la nula capacidad de participar en las decisiones protectoras por parte de las personas acogedoras, los esfuerzos educativos de crianza de criaturas con adversidad temprana, los tiempos de dedicación necesarios y los costes económicos añadidos que corren por cuenta de la familia acogedora… podemos decir que el acogimiento familiar es una tarea vista como muy sacrificada. 

Tal vez por el Interés Superior de Niños, Niñas y Adolescentes conviene que las personas que acogen en sus familias a niños, niñas o adolescentes en situación de desamparo hagan algún que otro sacrificio. El principal sacrificio deberán ser las expectativas irrealistas y creencias desajustadas y normalizadoras, pero nada más. Las personas acogedoras no deben sacrificar ni sus vidas ni sus familias. Las familias de acogida por el bien del acogimiento familiar pueden hacer sacrificios, pero no deben ser sacrificadas por el Interés Superior de Niños, Niñas y Adolescentes. 

La buena voluntad como herramienta 
La buena voluntad sin otros ingredientes es también un recurso insuficiente para abordar las dificultades de desarrollo de los niños, niñas y adolescentes en situación de acogida familiar. La idea de que cualquiera puede acoger desde esta forma de concebir el acogimiento familiar, porque es suficiente querer hacer el bien, debe desecharse. Esta idea es precursora del pensamiento de  que no es precisa una solvencia en materia de protección para acoger. Acoger implica desarrollar habilidades para trabajar el apego, los daños del abandono, la resiliencia, las vivencias traumáticas, las patologías emocionales posible, la integración, la identidad, la biografía, la inclusión… 

Hoy las personas acogedoras saben que necesitan y piden mucha más formación básica, sólidos contenidos teórico-prácticos sobre protección de infancia, para saber dónde se meten, entender y actuar de manera más solvente con los niños, niñas y adolescentes que se les encomiendan. Piden y reclaman nuevos modelos y herramientas eficaces para afrontar la crianza, educación y las secuelas de las adversidades y el abandono del que son víctimas sus acogidos. Saben que necesitan en muchos casos un reciclaje continuo y amplio para afrontar todos los retos que se le presentan. Reclaman más ayuda y apoyos en modo de seguimiento, acompañamiento, supervisión, refresco… suficientes, continuados y sostenidos. Ya se oyen voces de cansancio y hartazgo ante tanta soledad en una tarea que requiere la responsabilidad, la solvencia y el esfuerzo de toda la “tribu” (técnicos de protección, especialistas en adversidad temprana, enseñantes sensibles, sanitarios con conocimiento, jueces y reguladores…). Sin estos aportes la buena voluntad se marchita y las personas acogedoras huyen o se desmotivan y desmovilizan. No estarán en disposición de hacer y participar en campañas de captación que pueden ser vividas propaganda engañosa. 

Ciudadanas y ciudadanos ejemplares 
Las personas acogedoras en sus familias son consideradas como ciudadanía ejemplar. Esta ejemplaridad suele estar vinculada a la obediencia y al acatamiento de los dictados de los técnicos e instituciones de protección, aunque no los compartan o sean claramente contraproducentes. Esta imagen ligada a una visión de autoridad excesivamente tradicional y fuera del principio de realidad y convivencia moderna es rechazada cada vez más por las personas acogedoras y sus organizaciones, que quieren no seguir siendo ciudadanos y ciudadanas dispuestas al acatamiento de las indicaciones de los técnicos, jueces y especialistas, que desconocen la realidad cotidiana de los niños, niñas y adolescentes que acogen. 

Cada vez más personas acogedoras critican la obediencia ciega a los técnicos de protección, cuando debería ser estos quienes aceptaran más indicaciones y propuestas de quienes llevan sobre sus vidas, convivencias y familias el peso real del acogimiento familiar. Callados y silenciosos es como muchos técnicos de protección y diversos profesionales de los recursos comunitarios quieren verles. Los técnicos del sistema de protección, de la educación, o de la sanidad no tienen costumbre de contar con la opinión, la crítica o la disconformidad de los acogedores y acogedoras. 

No es de recibo en una sociedad democrática, ni fomenta el desarrollo y la captación de personas acogedoras que viven en una democracia, el que no se les concedan espacios para la participación, la opinión o la protesta legítima. No ayuda al acogimiento ni fomenta la captación el que las  personas acogedoras tengan que vivir temerosas de expresar sus quejas razonables y fundadas ante la dimisión que muchos ámbitos de los recursos comunitarios hacen de las necesidades que tiene los niños, niñas y adolescentes que acogen en sus familias. 

Con frecuencia las personas acogedoras se viven como personas comandadas por terceras personas y con una participación muy limitada en procesos que les incumben y afectan familiarmente. No se les oye, ni se les escucha, ni se conocen sus reivindicaciones, sus inquietudes o sus necesidades de manera suficiente. No disponen aún de una interlocución corporativa reconocida, no se organizan suficientemente. Aunque hay una mejoría esperanzadora. 

Todo esto desmoviliza y les puede hacer sentir, además de soledad, que su situación y la de sus acogidos no importan ni a la comunidad ni a sus instituciones. Otra situación que duele a las personas acogedoras y les desmoviliza es que sienten y perciben que cualquier técnico o profesional puede criticarles, reprocharles y quitarles del medio sin consecuencias, sin complejos y con impunidad. Con frecuencia sienten que las instituciones de protección quieren que sean ejemplares, pero sin derechos y sin aliados (organizaciones, profesionales…). 

El acogimiento familiar depende y dependerá de la aportación de las personas acogedoras, no de la de los técnicos, instituciones o responsables políticos. La cultura de la participación de acogedoras y acogedores en los procesos de toma de decisión en lo que respecta al acogimiento familiar es una cultura pendiente y aún muy lejana. Incluso vista como peligrosa o inapropiada. Las personas acogedoras son vividas como un servicio del que pueden disponer los técnicos y las instituciones de protección. La sumisión es vivida como una virtud y se impide la participación en los procesos de diseño de plan de caso y de toma de decisiones de quien mejor conoce a los niños y niñas. Planes y decisiones que afectan a la economía, el tiempo y la presencia de todos los miembros de su familia, de todas las familias y personas implicadas. 

Incógnito, realidad desconocida y desprotegida 
Otra realidad que impide el desarrollo del acogimiento familiar es la constante y continuada confusión entre adopción y acogimiento. Los hijos e hijas son aún una propiedad biológica, no una responsabilidad colectiva y, por tanto, un bien común. Esta falta de cuestionamiento va contra otros modelos de vida familiar que no son la clásica de consanguinidad. El vínculo establecido entre personas acogedoras y los niños, niñas, adolescentes que acogen no está protegido de forma jurídica y social, como los inexistentes vínculos de sangre que no garantizan la existencia de vínculos socioemocionales y sin embargo siguen sobrevalorándose. 

No se habla a nivel social de las dificultades y costes que tiene el acogimiento familiar en las personas acogedoras y sus familias a nivel de tiempo y dedicación, solvencia técnica para abordar la crianza, educación y rehabilitación de estos niños, niñas y adolescentes en acogida familiar y de  sus familias. No se conocen los recursos necesarios y obligatorios, los problemas cotidianos y las secuelas tangibles que sufren los hijos e hijas de acogida. 

Se busca crear excesivamente una imagen del acogimiento familiar como una realidad innecesariamente edulcorada y caramelizada. Sin reconocer explícitamente que acoger en familia, convivir y compartir el dolor y sufrimiento de las víctimas de abandono, con demasiada frecuencia es algo condenadamente complicado, frustrante, desesperante, difícil y doloroso para las familias… y muy beneficioso para los niños, niñas y adolescentes de acogida. Esto que suena desmovilizador ayudaría a captar personas acogedoras con una visión realista que afronten la tarea, conscientes de los esfuerzos y costes necesarios. Porque también es una realidad que mayoritariamente los esfuerzos tienen muchas compensaciones para todos y todas 

 Cultura de “mejor no saber” 
No se habla suficientemente con los niños, niñas y adolescentes de sus orígenes, de su familia biológica, de los problemas, de los sufrimientos, de los motivos de su abandono y de las secuelas y trastornos que este abandono les genera. No se les posibilita una reparación de lo que les convirtió en víctimas, en la medida en que no se habla de ello, ni se posibilita a sus familias reparar el daño infligido. 

Hablar del sufrimiento causado por el abandono todavía sigue siendo algo malo que causa traumas, que es muy peligroso y nos hace sufrir innecesariamente. El incógnito como sistema tampoco facilita la aparición de acogedores realistas, preparados, solventes y decididos a entrar en el mundo emocional del dolor y del sufrimiento, que afecta a sus hijos e hijas de acogida. 

A modo de conclusión: a pesar de todo esto, cabe el optimismo y la esperanza 
Hay que reconocer que percibimos a la par muchas imágenes del acogimiento familiar muy positivas y prometedoras. Pero las imágenes que se proyectan del acogimiento familiar por parte de demasiados de nuestros conciudadanos, responsables políticos, técnicos, medios de comunicación e incluso algunas personas acogedoras no contribuyen a la captación de familias adecuadas, para la tarea de criar y educar niños, niñas y adolescentes, víctimas de abandono y otras adversidades. 

Con la idea o con el desconocimiento social y técnico de acogimiento low-cost que impera, podemos decir que incluso el acogimiento familiar como medida protectora en España es un milagro. El acogimiento familiar tiene una imagen excesivamente lastrada por un altruismo mal entendido, un exceso de voluntarismo y sacrificio, y una dotación insolidaria por parte de las instituciones y de la comunidad. También le perjudica el pensamiento generalizado de la  no-necesidad de una solvencia técnica, la soledad con la que viven y desarrollan las familias su tarea y la falta de acompañamiento a la que se ven sometidas. El exceso de expectativas o deseos de apropiación de los niños, niñas y adolescentes que son acogidos, por parte de sus acogedores, tiene con frecuencia su origen en la mala imagen que algunos técnicos y administraciones dan de sus familias biológicas y de la falsa peligrosidad con la que se las etiqueta. Tampoco ayuda al acogimiento familiar la cultura de protección basada en no-saber e ignorar el pasado y los orígenes para no originar daños y traumas. Estos ya existen desde hace mucho, pero han sido invisibilizados y el silencio los convierten en trastornos y sufrimientos permanentes e inaccesibles. Todas estas imágenes sacadas de los testimonios de las familias acogedoras hacen del acogimiento familiar una obra heroica. 

Hay, por tanto, muchas razones para no considerar adecuada la actual imagen social del acogimiento familiar. Esta imagen debe corregirse para incrementar la captación de familias de acogida y su corrección redundará en un incremento de ofertas y oportunidades para el acogimiento familiar. 

Sin duda, en el acogimiento familiar caminamos hacia otros modos de pensar, actuar y seremos capaces de cambiar esta imagen por otra más acorde al deseable Interés Superior de Niños, Niñas y Adolescentes. Esta tarea sigue siendo nuestra esperanza y nuestra tarea pendiente. Otra imagen del acogimiento familiar diferente, que facilite otros modos de decidir y actuar es posible. Lo que le pasa al acogimiento familiar tiene mucho que ver con la imagen que se crea internamente en sus protagonistas y que la proyectan hacia fuera. Tiene que ver con la ignorancia de la comunidad, sus medios de comunicación y las inadecuadas informaciones y formaciones de los técnicos y de las instituciones, que deben de promocionar el acogimiento, darlo a conocer y captar familias con una visión más realista, eficiente y acorde a las necesidades de todas la partes implicadas y sus protagonistas. 

Por tanto, con la imagen que se proyecta del acogimiento familiar por parte de demasiados de nuestros conciudadanos, responsables políticos, técnicos, medios de comunicación e incluso algunas personas acogedoras, es muy complicado captar familias adecuadas o suficientes para la tarea de criar y educar niños, niñas y adolescentes, víctimas de abandono y otras adversidades. 

Por otro lado, el discurso que posibilita un cambio de imagen ya está en marcha desde hace tiempo y cada vez más voces lo dicen alto y claro: solidaridad, altruismo, buena voluntad, sí, pero sobre todo justicia, solvencia técnica, participación e implicación de todos, recursos especializados y presupuestos económicos más solidarios. Por el Interés Superior de los Niños, Niñas y Adolescentes deberemos mejorar las condiciones del acogimiento familiar y seguramente habrá más familias acogedoras en la medida que la comunidad y sus instituciones incrementen los siguientes elementos:  
1. Dotación económica suficiente y acorde al nivel de dedicación y a la satisfacción de las necesidades de Niños, Niñas y Adolescentes en acogimiento familiar. 
2. Formación inicial y continua, reciclaje y supervisión para personas acogedoras. 
3. Acompañamiento técnico para mejorar la solvencia ante las secuelas de las adversidades y el abandono vivido por Niños, Niñas y Adolescentes. 
4. Estructuras terapéuticas y reparadoras (Sanidad, Educación, Vivienda, Economía, Trabajo…), la comunidad debe ser corresponsable de la satisfacción de las necesidades de los Niños, Niñas y Adolescentes en acogimiento familiar. Tan solo asumir su tarea también con ellos y ellas. 
5. Cercanía, presencia y disponibilidad de todos los recursos sociales, educativos, sanitarios, jurídicos. Basta de lejanía y soledad, que el amor y el acogimiento familiar se construyen en la cercanía y el roce, en sentido amplio. 

¿Pueden la ciudadanía, e incluso las personas acogedoras, pensar en la solidaridad, el altruismo, la heroicidad, la buena voluntad, la colaboración, cierto nivel de heroicidad, generosidad y gratuidad, el ser buenos ciudadanos… como motores de su motivación para el acogimiento familiar? La respuesta es claramente que sí. Ellos y ellas se pueden, por supuesto, apoyar en estos valores para considerar su ofrecimiento como un bien moral. 

¿Pueden los técnicos, profesionales e instituciones de protección pedir, promocionar, seleccionar formar, acompañar y evaluar el acogimiento en base a estos principios? Claramente no. Los técnicos, los profesionales, las instituciones y los diversos recursos que deben participar y responsabilizarse de la protección de niños, niñas y adolescentes en desamparo y víctimas de experiencias de abandono deben promocionar, seleccionar, formar, acompañar y evaluar a las familias de acogida planteando y aportando los recursos necesarios para que las familias (biológicas y de acogida) y los niños, niñas y adolescentes participen, sean protagonistas del acogimiento familiar, formando y formándose en la solvencia técnica de lo que realmente se necesita, comprendiendo las dificultades y conflictos del acogimiento familiar sin prejuicios ni juicios precipitados, siendo realistas, acompañando y apoyando a los protagonistas en las transiciones y momentos difíciles y asumiendo sus propuestas, sus quejas y críticas. 

Haciendo esto se irá creando una imagen y una cultura que puede hacer del acogimiento familiar una tarea a la que toda la ciudadanía se sienta llamada e interpelada a asumir su cuota de responsabilidad social para con los niños, niñas y adolescentes que necesitan de su ambiente familiar y comunitario, de su esfuerzo y colaboración para paliar las secuelas de su abandono y adversidad