Hay amor, sí, hay apreciación de la belleza compartida, pero ocurre una imposibilidad de abandono y gozo en la relación sexual. Esta incapacidad de acceso al placer se convierte en algo demasiado real; no hay teatro de género que la sostenga. El deseo de Mila se contorsiona entre la búsqueda de satisfacción y la imposibilidad de encontrar un escenario en la pareja donde tenga lugar. Un novio paciente, que no se hace muchas preguntas, permanece a su lado a costa de perder su masculinidad: “soy un tonto”, pronuncia en ese estado de espera o esperanza por el que él también renuncia a la sexualidad a favor del apego y el proyecto convencional de pareja.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí? La historia del deseo se cuenta hacia atrás…
En el filme la directora, actriz y coguionista Elena Martín Gimeno consigue representar de forma inaugural el modo en que represión, violencia y culpa acompañan la primera educación sexual estrangulando nuestra sexualidad adulta. Creatura es una película que necesitamos ver porque rompe con un tabú fundamental en la constitución de nuestras sociedades: la representación de la pulsión sexual en la infancia, una pulsión desvinculada del coito, de la heterosexualidad y de los fantasmas pornográficos de los adultos. Una sensibilidad que existe y que el mundo adulto violenta por negación o por abuso. Vivimos en la falsa creencia de que tabús como este nos protegen, pero: ¿Protegen el bienestar de los cuerpos o, más allá de eso, su objetivo es proteger el orden social bajo una norma determinada?
Vivimos en la falsa creencia de que tabús como este nos protegen, pero: ¿Protegen el bienestar de los cuerpos o, más allá de eso, su objetivo es proteger el orden social bajo una norma determinada?
Mila es una protagonista que incomoda en todas sus edades. Sus necesidades y su pasión son irreductibles, y la expresión de su pasión rebosa los límites del molde social. Mila es amada, por su familia, por su pareja, pero para sostener ese amor pronto aprende que ha de contenerse, silenciar, cooperar respetando el tabú de su grupo social. A través del bloqueo y la no-representabilidad de las fuerzas y pasiones que nos mueven, el tabú constituye la identidad subjetiva y la social. Su poder, mientras se mantiene el silencio, es absoluto, pero su encantamiento, que pareciera total, se rompe de forma sencilla una vez que un grupo comienza a hablar de un aspecto de lo real que se había mantenido soterrado en el cuarto de atrás de las conciencias.
El acto rompedor de representación de la intimidad que tiene lugar en la película nos recuerda que la frase ya clásica de Audre Lorde: “Tu silencio no te protegerá” tiene relevancia mucho más allá de la denuncia en casos concretos de abuso. El deseo de conversación y de reparación de Mila moviliza la transformación propia y la de las personas de su alrededor. Creatura, con una delicadeza fiera, defiende que ser capaces de hablar, representar e indagar es el movimiento definitivo frente al tabú. Hablar, no necesariamente en voz alta, en la velocidad de las redes o frente a una audiencia. En Creatura el tabú se transgrede en espacios interiores, llevando un poquito más lejos la conversación con los padres, las madres, lxs amantes.
Desde lo femenino aprendemos muy pronto que la represión de nuestro deseo se premia con amor. Es un intercambio: tú controlas y ocultas tu deseo y yo te valoraré positivamente, te querré más
Desde lo femenino aprendemos muy pronto que la represión de nuestro deseo se premia con amor. Es un intercambio: tú controlas y ocultas tu deseo y yo te valoraré positivamente, te querré más. Así lo vive Mila, pues la represión es la demanda que recibe de dos de sus grandes amores: el padre a quien incomoda la niña como ser sexual y el novio que se siente violentado por la forma en que Mila busca la excitación a través de la fantasía.
De niñas se nos pide borrar la sensibilidad sexual. De adolescentes controlarnos, controlar a los otros y ocultar el deseo propio para no ser “unas guarras”. Luego de adultas la demanda es que, en el sacrosanto espacio de la pareja, disfrutemos de todas las prácticas y nos mostremos disponibles casi siempre.
Elena Martín y su equipo (el guion lo escribe junto a Clara Roquet y la fotografía es de Alana Mejía González) nos recuerdan que la represión no hace desaparecer la sexualidad, sino que la convierte en tensión, en conflicto. El filme se aproxima a lo sexual como una energía cuya represión no implica su agotamiento, sino su transformación en síntoma, en expresión del cuerpo incómodo. El sarpullido en la piel acompaña a la protagonista desde el surgimiento del impulso libidinal en la infancia y reaparece cada vez que el cuerpo encuentra obstáculos –moralistas, patriarcales– para su satisfacción.
El filme, con una delicadeza fiera, defiende que ser capaces de hablar, representar e indagar es el movimiento definitivo frente al tabú. Hablar, no necesariamente en voz alta, en la velocidad de las redes o frente a una audiencia
El deseo toma forma a través de la fantasía, el juego, el placer y sus posibilidades, pero también a través del daño, del susto y de la culpa. La realidad dura detrás del relato de Creatura es que nunca sabremos cómo sería nuestro deseo si de pequeñas no nos hubiesen hecho sentir culpables por tener placer, si de adolescentes no nos hubiesen llamado “guarras” por mostrar nuestro deseo. Algunas aspiramos a un ideal de alegría y libertad sexual, pero la amante que queremos ser hoy no olvida lo que fuimos, lo que fueron con nosotras. Tal vez la pregunta generacional que nos toca hacernos sea: ¿Cómo vamos a vivir, follar y amarnos con esta realidad que ya no es reversible?
Y aquí el potencial radical de comenzar juntas, caminos distintos...
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Danos tu opinión, Escribe tu comentario, AQUÍ