Infancia artificial

La Infancia Artificial es la infancia de las publicidades, de los consumos de probióticos, de juguetes súper sofisticados, de teléfonos celular, tablets, play station, 
de jugos químicos, de familias patriarcalizadas. 
La Infancia Real es una estadística.  
La Infancia Artificial es una mercancía.



De la virtualidad tan usada, pasamos al paradigma digital de la vida. Nadie puede abrazar a un holograma. Y la cultura represora está perfeccionando los mecanismos para que lo que todavía se llama presencialidad, sea un arcaísmo inoperante. La pandemia es el discurso justificatorio por el cual pasamos a otro plano en la construcción de los vínculos.

El origen de la humanidad humana, es decir los colectivos, primero de cazadores recolectores, luego de agricultores, tiende a un destino de un individualismo autismo digitalizado.


Hace décadas Paul Watzlawick se preguntaba: “¿Es real la realidad?” Hoy tenemos la respuesta. NO. 
La realidad es digital. O sea: la realidad es programada de acuerdo a los intereses de las majestades informáticas. La mirada ingenua es tomar a las computadoras como auxiliares, dispositivos complementarios, nuevos mecanismos de registro. Pero NO.

Cuando Toffler el futurista, escribía sobre la tercera ola, pronosticaba que la robotización permitiría la jornada laboral reducida y el ocio creativo. Pero NO. Por eso denomino Restauración Digital Conservadora a este cambio catastrófico que mientras nos aleja del mundo, alucinamos con que lo tenemos a la distancia de un teclado.

La inteligencia artificial (IA) es en la actualidad de la cultura represora el más formidable intento de mantener la estupidez natural (EN). Por ejemplo: muchos periodistas, comunicadores, zócalos de programas de televisión dicen: corte de luz. (EN) Ese corte de luz es consecuencia de la falta de energía.  Nadie hace mover un ascensor o cargar agua en el tanque con una linterna. El tema es la energía eléctrica.

Mientras hacemos loas al gasoducto o festivales de derechos humanos, la realidad real de la vida cotidiana, está perforada por los modernos mercaderes de la muerte. Al crimen del hambre se han ido sumando muchos otros crímenes. Son criminales de paz y democráticos. Todos impunes. La EN (estupidez natural) deplora el calor, pero no le importa el extractivismo. La tajante escisión entre la causa y el efecto hace imposible la solución real.

La muerte de la nena colombiana Omayra fue transmitida en directo hace más de 3 décadas.
Paulo Freire lo decía así: "La situación concreta de opresión, al dualizar el yo del oprimido, al hacerlo ambiguo, emocionalmente inestable, temeroso de la libertad, facilita la acción divisora del dominador en la misma proporción en que dificulta la acción unificadora indispensable para la práctica liberadora”
La dualización a la que alude Freire es un yo digitalizado. La miseria real ha sido arrasada por la riqueza digital. La riqueza real sigue concentrada en la élite canalla que gobierna al mundo. Pero lo peor de lo peor, es que las víctimas también han sido digitalizadas. O sea:  se ha construido una dimensión artificial de las víctimas en la cual, al mismo tiempo que se pretende ayudarlas, no se dejan de producir los mecanismos de victimización.

Las campañas para “ayudar” a las víctimas de las hambrunas es un ejemplo de esta situación.  UNICEF reconoce que dos tercios de los niños y niñas en Argentina son pobres. Entonces la política más agresiva es promover donaciones. Con insoportables propagandas que llenan de culpa, mostrando la situación de países lejanos, nunca de una comunidad wichí de acá nomás, intentan doblegar al yo egoísta del burgués culposo.

Lo artificial es el mensaje que digitaliza la realidad, programando causa y efectos, de tal modo que la donación es la política adecuada para defender los derechos de la infancia. Donaciones por débito que ni siquiera se sienten. La artificialidad de la solución es la estrategia para ocultar la realidad de los problemas. Mientras las infancias sufren todo tipo de violencias, el Foro Mundial de Derechos Humanos será la digitalización y la artificialidad de las soluciones que están para encubrir los problemas reales.

La Infancia Artificial es la infancia de las publicidades, de los consumos de probióticos, de juguetes súper sofisticados, de teléfonos celular, tablets, play station, de jugos químicos, de familias patriarcalizadas. La Infancia Real es una estadística.  La Infancia Artificial es una mercancía.

La digitalización permite que el valor de cambio haya desplazado totalmente al valor de uso. Porque el uso es el cambio. A esto se le llama obsolescencia programada. La crueldad de la cultura represora establece hace décadas que las infancias son obsoletas. La minoría son digitalizadas, la mayoría exterminadas.

La tragedia es que hoy es más importante el litio que el trigo. Somos obsoletos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Danos tu opinión, Escribe tu comentario, AQUÍ