Lorena Contreras, Universidad Diego Portales,
- Francisco Maffioletti, Universidad Diego Portales,
- Noemí Pereda, Universidad de Barcelona,
DOI: 10.30849 / ripijp.v54i2.1315.
Fuente The Clinic.cl, Por Felipe González.
Fernando Karadima. Créditos :Fco. Flores/Agencia1 |
El primer abuso se da, en promedio cuando las víctimas tienen 12 años. El 71,4% de ellas consideró que el abusador utilizó su fe para manipularlos con frases como “Dios así lo quiere”, y el 80% dijo haber hecho denuncias en la Iglesia.
La historia reciente de la Iglesia Católica en Chile ha estado manchada por casos de abusos sexuales y de conciencia: se han revelado redes de poder dentro de la institución que favorecen al secretismo y que abogan por la impunidad para los acusados. Uno de los casos más sonados en la opinión pública ha sido el del expárroco de El Bosque, Fernando Karadima, quien murió el lunes, expulsado del clero por el Vaticano y sin haber pasado un solo día en una cárcel.
Entre el estigma que estos delitos connotan en el ámbito social, la cultura del secretismo y la dificultad de obtener pruebas, estos casos han presentado grandes dificultades para el acceso a la información y a la justicia.
En este complejo escenario, los académicos Lorena Contreras y Francisco Maffioletti, de la Universidad Diego Portales junto a Noemí Pereda, de la Universidad de Barcelona, realizaron el estudio “Abuso sexual infantil por representantes de la Iglesia Católica: el caso chileno”, con el cual pretendieron dar cuenta de las características de los perpetradores de estos delitos, de las víctimas y de las situaciones de victimización que se producen en estos contextos.
Para ilustrar la dificultad para acceder a la información relacionada con estos delitos, la psicóloga Lorena Contreras, una de las autora del estudio, comenta: “Hay algo que se llama la cifra negra, que son los casos de delitos que nunca llegan al conocimiento de las autoridades y en delitos sexuales es tan alta como el 90%, es decir: de lo que nos enteramos es 1 de cada 10 casos”.
Los autores del estudio, Francisco Maffioletti, Lorena Contreras y Noemí Pereda. |
Lorena también indica que, probablemente, esta cifra tampoco sea representativa de todos los estratos socioeconómicos, porque, según dice, en los sectores más acomodados se tiende al secretismo y a buscar soluciones por vías privadas. “Los casos que ocupan la atención mediática suelen ser de los niveles socioeconómicos más acomodados, pero no es que esto no ocurra en niveles más vulnerables, ocurre muchísimo, pero no llama la atención de la misma manera”, dice, recordando casos como los abusos de Karadima, en Providencia, o de John O’Reilly, en Las Condes.
El estudio concluyó que, en la muestra estudiada, que corresponde a 21 sobrevivientes de abusos por parte de miembros de la Iglesia, la edad de inicio del delito sexual está alrededor de los 12 años, y termina cuando las víctimas tienen aproximadamente 13 años.
En promedio, la primera revelación de los abusos se produce cuando las víctimas tienen 28,4 años, es decir, alrededor de 16 años después de que estos iniciaron. Entre los factores que explican esto, Lorena comenta: “Por una parte, está el vínculo que une a ese agresor y esa víctima. No es un desconocido quien ha cometido el delito, sino que es una persona relevante para ese niño y también para su familia porque es alguien que representa, de alguna manera, a dios en la tierra, es alguien importante para el desarrollo espiritual de ese adolescente, es una persona que tiene poder e influencia”.
“Se necesita mucho trabajo personal y elaboración para darte cuenta, primero, que lo que ocurrió fue abusivo, dos, poder procesarlo, y tres, poder confiar para revelarle a alguien algo tan complejo como esto”, finaliza Lorena.
“No es un desconocido quien ha cometido el delito, sino que es una persona relevante para ese niño y también para su familia porque es alguien que representa, de alguna manera, a dios en la tierra, es alguien importante para el desarrollo espiritual de ese adolescente, es una persona que tiene poder e influencia”, dice la investigadora Lorena Contreras.
Sobre la notificación de los delitos, el 47,6% dijo haberlos puesto en conocimiento a las autoridades, y la mayoría, el 80% lo hizo ante un “representante de la Iglesia Católica”, la mitad de la muestra lo hizo ante el Ministerio Público y un tercio ante el Poder Judicial.
“Esa alta comunicación a las autoridades eclesiásticas habla de la alta importancia que sigue teniendo la iglesia para esas personas incluso después de lo que ocurrió. Pero también vemos que las notificaciones a las autoridades por parte de la Iglesia es cero”, comenta Lorena Contreras sobre el secretismo con que la institución maneja estos casos. “Es una revictimización por parte de la iglesia que con la cultura del secreto, y la negación participa en la revictimización de los afectados”, concluye.
Sobre las características del abuso, el 66,7% dijo haber sufrido victimización sexual con contacto (tocaciones o masturbación, por ejemplo) y el 33,3% manifestó que hubo “introducción de objeto o parte del cuerpo del perpetrador en ano, vagina o boca de la víctima”, indica el informe. También, según se revela en el estudio, el 95,2% de los abusos fueron cometidos por hombres.
En el informe, el 28% de los sobrevivientes reconocieron la utilización de algún objeto, símbolo o imagen religiosa en la perpetración de los abusos. Entre estos, mencionan el cáliz, el crucifijo y oraciones. En la misma línea, el 71,4% de las víctimas consideró que el abusador utilizó sus creencias religiosas para llevar a cabo los abusos. Con esto, refieren alusiones a dios de parte de los abusadores en el marco de las estrategias de victimización, como: “Dios así lo quiere”, “Eres un elegido de Dios”, “Eres un pecador y Dios te perdona”, o “Tienes que rezar porque me hiciste pecar”, según dice el estudio.
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