Mariano Fernández Engita,
Susana Vázquez Cupeiro,
Telefónica Fundación.
1.
Con la
digitalización vivimos un cambio social
equiparable al que en su día, con la imprenta,
supuso el arranque decisivo de la institución
escolar, pero más veloz. Paradójicamente, es más
fácil crear una institución de la nada que
transformarla con toda su pesada inercia, por lo
que entramos en una larga travesía
experimentación, incertidumbre y
resistencias.
2.
El despliegue de los
recursos digitales configura un nuevo ecosistema
del aprendizaje que integra lo oral, lo impreso y
lo digital; la enseñanza, la colaboración y la
experimentación; el aula, el hogar y la comunidad.
No son herramientas
complementarias, sino un entorno nuevo,
inesquivable y que debe ser dominado por alumnos y
profesores.
3.
Más allá de una
metáfora ingeniosa sobre las actitudes
generacionales, la distinción
alumnos-nativos/docentes-inmigrantes es un error y
entraña el riesgo de la inacción. Los alumnos
precisan que la escuela fomente y oriente su
alfabetización digital; los profesores tienen la
obligación profesional de formarse para poder
hacerlo.
4.
El acceso a la
tecnología, por esencia cambiante, siempre será en
grado desigual y con riesgo de exclusión, pero la
tecnología digital cierra su brecha mucho más
rápido que sus antecesores escolares, la imprenta
y la lectoescritura, reduce más y en menos tiempo
su coste y permite ya un uso prácticamente
ilimitado y gratuito de la
información.
5.
La verdadera brecha
digital está en el tipo de uso, en el que se
reproducen y amplían las desigualdades de capital
cultural entre individuos, hogares y grupos
sociales a lo largo de las viejas divisorias:
clase, etnia, género, funcionalidad, ciudadanía,
hábitat y territorio. Es aquí, más que en el
acceso, donde están los desafíos de la inclusión y
la equidad.
6.
La brecha invisible
y más amenazante es la que se abre entre escuela y
sociedad, profesor y alumno, intramuros y
extramuros. La escuela es sobrepasada por la
sociedad y la enseñanza por la tecnología, lo que
amenaza con una creciente irrelevancia de la
institución. Nativos o no, los alumnos viven en la
escuela como expatriados de su medio
habitual.
7.
La formación docente
en el uso de los recursos digitales es inadecuada.
Insignificante en la universidad, errática en el
trabajo, sesgada hacia la informática de usuario
en detrimento de la competencia pedagógica digital
y sin vinculación a proyectos colaborativos. El
énfasis de los productores de recursos se mueve
hoy, por ello, hacia la formación y el coaching.
8.
La tecnología entra
bien en la trastienda escolar (administración,
preparación, comunicación), pero lo hace mal en el
aula; cuando es aceptada en esta, se suele someter
a las viejas rutinas (la lección magistral, el
estudio individual, el ritmo y el método únicos,
la evaluación de resultados); los usos habituales
fuera del aula son rechazados o temidos dentro de
ella.
9.
La mayoría de los
docentes celebra la disponibilidad de recursos
pero se ve abrumada por su abundancia, reconoce
que crean oportunidades pero se declara sin tiempo
para explorarlas, utiliza recursos libres o no
pero entiende poco de recursos abiertos, quiere
tener la posibilidad de personalizar lo que use
pero produce y devuelve poco al
procomún.
10.
En el aprendizaje,
como en todo lo relativo a la información, ya no
manda el contenido sino el método, en especial la
autodidaxia y la colaboración entre pares que
crecen junto a la enseñanza, pero este horizonte
es a menudo ignorado y resistido por la
institución y la profesión, con una fricción cada
vez más intensa y clara entre cómo se aprende en
la vida y en la escuela.
11.
La innovación
asociada a la tecnología tiene su mejor escenario
en los niveles meso de
equipos, centros y redes, con ventaja sobre los
niveles macro de
las políticas y micro del
aula. Esto redobla la importancia de la
dirección, los proyectos de centro y las
iniciativas de colaboración entre estos, con
carencias que se siente más en la escuela
pública.
12.
El avance del
entorno educativo digital resitúa a sus actores.
Algunos son nuevos, como empresas tecnológicas,
consultoras, nuevos entrantes del mundo editorial
y nuevas redes profesionales. Otros se
reconvierten, como los editores, hacia la oferta
de servicios, o las administraciones, del
intervencionismo detallista a la arquitectura
organizacional. Otros quedan al margen, como los
sindicatos o los viejos movimientos de
renovación.
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