Afincado en Toronto, Giroux es conocido por sus publicaciones conjuntas con Paulo Freire,
uno de los pedagogos de referencia del siglo XX por su teoría de la
pedagogía del oprimido, donde propone la rebelión de los más
desfavorecidos a través del acceso a la educación. Giroux, investigador
en la McMaster University de Ontario, fue incluido en la obra Fifty Modern Thinkers on Education: From Piaget to the Present (Routledge, 2002), que nombra a los 50 pensadores que más han contribuido al debate educativo en el siglo XX.
Giroux, que acaba de publicar el libro La guerra del neoliberalismo contra la educación superior (Herder),
critica que las universidades están siendo atacadas con recortes
continuos en su financiación, especialmente los departamentos de
humanidades, para que dejen de ser centros de pensamiento. La semana
pasada, tras dar una conferencia en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, atendió a este diario.
Entrevista
Pregunta. ¿Qué es la pedagogía crítica?
Respuesta. No es un método que se pueda aplicar en
los colegios. Es una revisión del tipo de escuela que queremos. Es un
intento por reconocer que la educación es siempre política y el tipo de
pedagogía que se usa tiene mucho que ver con la cultura, la autoridad y
el poder. La historia que contamos o el futuro que imaginamos se refleja
en los contenidos que enseñamos. La pedagogía tal y como está planteada
ataca en lugar de educar. Es un sistema opresivo basado en el castigo y
en la memorización, que persigue el conformismo. Hay que desarrollar
otros métodos que formen alumnos capaces de desafiar las prácticas
antidemocráticas en el futuro.
P. Desde hace unos años, ha habido una ola de innovación educativa que ha transformado muchos colegios. ¿No cree que estén cumpliendo esa función?
R. Las escuelas están siendo atacadas, especialmente desde Gobiernos fascistas y de derechas. En Brasil, Bolsonaro ha
animado a los estudiantes a denunciar a los profesores de izquierdas de
un supuesto adoctrinamiento y quiere eliminar todas las referencias a
Paulo Freire de los temarios. Acaba de anunciar un recorte en las
carreras de humanidades como filosofía y sociología para priorizar
profesiones que "generen un retorno al contribuyente". La crisis de la
escuela es la crisis de la democracia. Los gobiernos de derechas no
quieren que la gente piense y la educación tiene un papel central en la
lucha contra las narrativas tóxicas y el surgimiento de ideologías
ligadas a la supremacía blanca.
Los exámenes forman parte de un discurso de opresión,
son una forma de disciplinar a los alumnos
P. ¿Cómo se puede aterrizar el cambio que propone? ¿Cree que los partidos de izquierda sí están a la altura?
R. Primero el interés tiene que venir de la calle,
de la comunidad de vecinos y de los propios profesores. El poder se
tiene que tomar la educación en serio. La izquierda es muy estúpida en
lo que se refiere a la educación. No se dan cuenta de la importancia que
tiene. En Estados Unidos, Obama replicó el programa de los republicanos, el teaching for the test (focalizar la enseñanza en la superación de exámenes estandarizados). Los
exámenes forman parte de un discurso de opresión, son una forma de
disciplinar a estudiantes y a profesores y restan imaginación a los
alumnos. Se tiene que potenciar el diálogo, la construcción de
identidades y cómo encajar a los otros, por ejemplo, a la minorías.
P. ¿Cuál es el peligro de los exámenes?
R. Son una estrategia para hacer ciudadanos menos
críticos. A los profesores se les ha dicho que no son intelectuales, que
son tecnócratas y que están ahí para medir el conocimiento de los
alumnos, que lo que importa son los exámenes. Parece que la evaluación
es el centro del sistema educativo. Pero la función de la escuela
debería ser conseguir crear ciudadanos tolerantes, con capacidad de
diálogo. El colegio es el lugar donde se crean las identidades. ¿Quién
quieres ser? Cuando el profesor y los contenidos son incuestionables,
están inculcando una forma autoritaria de entender la sociedad.
Silenciar las dudas sobre lo que viene dado desde arriba. La derecha sabe tomar ventaja de eso.
P. Canadá es un ejemplo de inclusión en las aulas. ¿Cree que es un referente?
R. Canadá tiene un sistema muy progresista, pero
tampoco se salva. En Ontario el nuevo primer ministro, Doug Ford, del
partido conservador, ha suprimido las clases de educación sexual y ha
obligado a volver al plan de 1990. Quiere centrar el sistema en educar
para el trabajo. Los gobiernos transforman la educación en algo que no
debería ser.
Las universidades cada vez funcionan más como empresas. Los estudiantes se han convertido en clientes.
P. ¿No cree que las escuelas deben preparar a los
alumnos para las habilidades que pide el mercado de trabajo? Van a
encontrar un terreno muy competitivo.
R. No les tienen que preparar para el trabajo que
tendrán en el futuro, sino para el tipo de sociedad en la que quieren
vivir. Te ofrezco las habilidades digitales para que trabajes en Google o en Facebook,
pero vivirás en una sociedad fascista e intolerante. Eso no vale. Hay
que priorizar que aprendan a ser ciudadanos informados cuando hay
partidos de extrema derecha que están ascendiendo al poder.
P. Le podrían acusar de tener una visión demasiado utópica.
R. Sobrevivir no es solo encontrar el trabajo
adecuado, es reclamar un buen sistema público de salud o el derecho a
una vivienda digna. El sistema escolar, basado en la competitividad
entre iguales y en la idea de ganadores y perdedores, enseña a creer que
cuando tienes un problema la culpa es tuya. Que los problemas son
individuales. Las personas no pueden trasladar los problemas personales a
carencias del sistema. Así surgen individuos alienados que se
culpan a sí mismos de su situación desgraciada. "No hice lo suficiente
en el colegio, por eso me va mal", piensan, en lugar de mirar al estado
del bienestar, ver si se está desmantelando. Hay que enseñar a luchar y a exigir a la administración que cumpla sus obligaciones.
P. En su último libro hace una crítica muy dura al trato que dan los Gobiernos a las universidades.
R. Trump ha amenazado con retirar fondos federales
de universidades que cree que están copadas por liberales e
izquierdistas y ha propuesto reducir el presupuesto educativo en 7.000
millones en 2020. El 70% de los profesores de educación superior en
Estados Unidos tienen contratos a media jornada.Eso afecta a su libertad
de expresión, piensan que si hablan pueden ser despedidos. Tienen miedo de movilizarse contra la administración.
La universidad debería ser un espacio para el diálogo. Las
universidades cada vez funcionan más como empresas, no contratan
intelectuales para liderarlas, sino CEOs. Los estudiantes se han
convertido en clientes. La gente joven es un valor en el que merece la
pena invertir, una inversión a largo plazo. Pero los políticos, tanto de
izquierdas como de derechas, solo buscan resultados a corto plazo.