IMPACTO DE LA TECNOLOGÍA EN LA ADOLESCENCIA. RELACIONES, RIESGOS Y OPORTUNIDADES
El objetivo fundamental de este estudio ha sido llevar a cabo un diagnóstico del uso e impacto de la tecnología en la adolescencia.
Se han estudiado los hábitos de uso de Internet, las redes sociales, el consumo de videojuegos y el juego online, así como diferentes prácticas de riesgo (como el sexting o el contacto con desconocidos), informando además del grado de supervisión parental. Se analizan también las motivaciones, creencias y expectativas relacionadas con el uso de las pantallas, ya que sólo a través de la opinión de las y los adolescentes es posible entender el espacio que la tecnología ocupa en sus vidas. Por último, este estudio constituye una magnífica oportunidad para actualizar las tasas tanto de acoso escolar como de ciberacoso del territorio nacional.
A través de este estudio aportamos las opiniones y percepción de las y los adolescentes sobre sus experiencias y relaciones en el entorno digital. Con ello, pretendemos facilitar información clave como herramienta de análisis y reflexión para orien- tar actuaciones en el ámbito familiar, educativo y normativo que permitan fortalecer los meca- nismos educativos, preventivos y de protección necesarios para la infancia en el entorno digital.
Tras la pandemia y con la llegada de la educación a distancia, se ha apreciado un aumento exponencial de las competencias digitales de niños, niñas y ado- lescentes. Tener más herramientas digitales y mayor acceso a las redes sociales les ofrece mayores opor- tunidades, pero también supone estar más expuestos a algunos de los riesgos online. Tomar medidas restrictivas para controlar el uso de la tec- nología puede ayudar a reducir ciertos riesgos, pero también puede dificultar el desarrollo de capacida- des digitales clave para un mundo digitalizado. Para ello, queda claro que la digitalización requiere una mayor inversión de tiempo y recursos destinados a:
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Los expertos afirman que, por el momento, los datos no justifican la alarma sobre el uso de pantallas y llaman a no juzgar los dispositivos sino el uso que se hace de ellos.
Algunos expertos advierten de que las pantallas de los dispositivos electrónicos han creado la primera generación de hijos menos inteligentes que sus padres y esos padres se organizan para restringir el uso de dispositivos electrónicos entre los escolares. Sin embargo, pese a la alarma generalizada, no existen estudios abundantes y de calidad que ayuden a entender el problema. En un editorial de 2019, la revista médica The Lancet afirmaba que “nuestra comprensión de los beneficios, daños y riesgos de nuestro rápidamente cambiante paisaje digital es dolorosamente escaso”. Hoy, la revista Nature Human Behaviour publica una revisión de estudios sobre este asunto con conclusiones poco dramáticas. En un trabajo que recoge los resultados de 2.451 estudios y casi dos millones de participantes menores de 18 años, los autores concluyen que el uso de pantallas se asocia con riesgos y algunos beneficios, pero que, en cualquier caso, los efectos son pequeños.
Los resultados muestran que la habilidad para leer y escribir y el aprendizaje en general empeora ligeramente cuando se pasa más tiempo frente a pantallas, que los anuncios de comida basura en los medios digitales favorecen que los niños la consuman o que el uso de redes sociales incrementa levemente el riesgo de depresión. Había algunos efectos positivos, que más que de las propias pantallas dependen de la utilización que se haga de ellas. Ver televisión con los padres aumentaba la capacidad de lectura y escritura y el uso de pantallas para programas educativos de realidad aumentada tenía efectos positivos en el aprendizaje.
Entre los principales efectos negativos, el uso de redes sociales mostró una relación fuerte con conductas arriesgadas, abuso de sustancias o sexo sin precauciones. Los autores apuntan a que las propias compañías sugieren que sus productos pueden tener efectos negativos para la salud mental de los jóvenes, especialmente de las adolescentes. Entre los efectos positivos, se destacan las intervenciones que emplean pantallas para promover el aprendizaje o los hábitos saludables, aunque insisten en que el beneficio puede no deberse tanto a la pantalla como el empleo que se le da.
“Yo soy padre de un niño de dos años y trato de no contagiarme de esta histeria, porque sé que no hay justificación científica”, afirma Borja del Pozo, investigador de la Universidad de Cádiz y coautor del estudio. “Ni los efectos negativos son tan grandes, ni toda pantalla es mala, es más complejo que eso”, añade. “Con este metaanálisis hemos visto que los efectos de la pantalla dependen de qué se mira, con quién y con qué objetivo. Si se miran contenidos educacionales acompañados de los educadores, el efecto es positivo”, afirma Del Pozo.
Pese a no encontrar datos que justifiquen la alarma, Sanders reconoce que el campo de investigación cambia rápido y es difícil para los investigadores seguir los cambios tecnológicos y de contenido. En opinión de Sanders “Históricamente, nos preocupamos por las novedades y, cuando aprendemos más sobre ellas, nos adaptamos y las integramos en nuestras vidas”, afirma. “Esto no quiere decir que no debamos preocuparnos, sino que debemos parar, respirar y mirar a las pruebas antes de ponernos demasiado nerviosos con el tiempo de exposición a las pantallas”, concluye.