De Brooklyn a Somiedo:
así trabajan los niños para reimaginar las ciudades.
@UNICEF Comité Español
El protagonista de esta primera historia aún no ha cumplido 10 años. Es uno de los dos únicos niños que viven en su pueblo y tiene un gran problema: le encanta jugar a la comba. Para suplir la falta de un tercero que haga posible el ejercicio, él y su vecino atan la cuerda a un árbol, pero les resulta frustrante porque normalmente se acaba atascando. Con motivo de una consulta infantil realizada en su escuela para la elaboración del Plan de Infancia municipal, el niño sorprendió a los dinamizadores con la siguiente propuesta:
«Tenemos un pequeño parque. En él hay algunos postes de madera. Si en uno nos pone el alcalde una anilla metálica giratoria, podemos atar allí la cuerda y cuando uno de los niños haga girar la cuerda desde el otro extremo, la anilla metálica también girará. Así la cuerda no se atascará como pasa a veces cuando la atamos a un árbol».
La historia, recogida por la Asociación Los Glayus en su obra “Avanzando a ritmo de infancia”, tuvo lugar en Somiedo, un concejo asturiano que apenas cuenta con 5 habitantes por kilómetro cuadrado. La “práctica, precisa, sensata y orgánica” solución planteada por este alumno de cuarto de Primaria lleva a los autores del libro a formular la siguiente pregunta: ¿Podemos aprender y practicar los adultos estas formas de pensamiento tan bien enraizadas en la realidad, tan auténticas, hermosas y sintéticas
Planificar el futuro
A más de 5.000 kilómetros de distancia, en el corazón de Brooklyn, Aminah Ricks trabaja cada día en esa misma dirección. A través de su organización, Future Planners, esta arquitecta y planificadora urbana ayuda a los niños y niñas a “reimaginar” las ciudades. “Los niños ven y experimentan las ciudades a menor altura, con ojos más brillantes y mentes más absorbentes. Es nuestro deber como planificadores urbanos y adultos incorporar la perspectiva de infancia en nuestro pensamiento sobre el paisaje urbano”, afirma.
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Desde Nueva York, Ricks imparte clases extraescolares, organiza talleres y analiza con los maestros de primaria la mejor manera de incorporar conceptos de planificación urbana en los planes de estudios. “Nuestro objetivo es revertir la tendencia actual por la cual algunos políticos y planificadores piensan en los niños como un elemento adicional en la planificación de la ciudad, de forma que apliquen un punto de vista orientado a la juventud en el desarrollo de la ciudad”, señala esta arquitecta.
Tras haber visitado más de 70 ciudades de todo el mundo, Ricks está convencida de que los niños pueden convertirse en impulsores del cambio, por lo que su participación en la planificación urbana acaba beneficiando a todos los habitantes de la ciudad. “Cualquier área metropolitana que tenga en cuenta las consideraciones de los ciudadanos de todas las edades será un lugar mejor y más seguro para todos”, asegura.
¿Qué sucede entonces cuando los niños canalizan hacia los adultos sus pensamientos creativos e ideas sobre las intervenciones urbanas? Recientemente hicieron la prueba: en una escuela de Brooklyn, la organización Future Planners realizó un taller para que niños y niñas diseñaran un parque infantil. Aplicando herramientas tan sencillas como el análisis, la observación y la generación de ideas, los alumnos tuvieron la oportunidad de crear su zona de juegos ideal mediante modelos tridimensionales y en un mural. “El producto final del trabajo no fue el enfoque, sino la formación de niños orientados a la planificación de la ciudad”.
El objetivo de este tipo de talleres es que los niños aprendan a diseñar con empatía, teniendo en cuenta para “qué” y para “quién” están dirigidos los espacios públicos. En ese sentido, relata la responsable de Future Planners, los niños y niñas de Brooklyn han demostrado una gran empatía a la hora de concebir nuevas zonas de juego, teniendo en cuenta no sólo a sí mismos sino también a los adultos que supervisarían a sus hijos o las mascotas que los acompañan.
En última instancia, concluye Ricks, ayudar a los niños y niñas a “ver” y “leer” las ciudades no sólo contribuye a reforzar sus vínculos con la comunidad, también aporta a los adultos la pieza que falta para hacer de las ciudades “lugares saludables, seguros, ecológicos y alegres para vivir”.