Son niños o niñas muy intensos y sensibles, con una personalidad arrolladora
que a menudo agota y desconcierta a los padres.
"La sociedad nos transmite la idea equivocada de que al hijo/a le pasa algo.
Nada que ver. Los seres humanos somos diferentes,
en el aspecto físico pero también en el emocional.
Sin embargo, en la infancia no se respetan esas diferencias.
Queremos niños 'estándar'
que se adapten a nuestras expectativas
y que nos permitan vivir una crianza tranquila.
Pero eso no es realista», Úrsula reflexiona Perona*.
Carmen Barreiro,
BurgosConecta.
|
Mikel Casal |
Cuando nació Leyre, su madre se las prometía muy felices. Los mellizos tenían cinco años –«la etapa de pañales, purés y noches en vela estaba más que pasada»–, ya no eran padres primerizos –«con todo lo que supone de agobios y preocupaciones añadidas– y, además, esta vez solo era una. «¡Qué podía salir mal!». En defintiva, estaba «absolutamente convencida» de que la disfrutaría «más y mejor» que a sus hermanos. «Elegí un nombre alegre, porque una amiga me dijo que la tercera sería la alegría de la casa. Y vaya si lo fue. La alegría y unas cuantas cosas más», confiesa la madre de esta pequeña 'drama queen' de siete años, la psicóloga infantil Úrsula Perona.
Leyre es una cría de alta demanda, «un término poco conocido que describe a niños de temperamento fuerte, intensos, muy sensibles y también movidos. No tienen ningún problema psicológico, ni tampoco son malos ni consentidos. Son personitas maravillosas, pero con una personalidad agotadora que suele complicar mucho su crianza», resume la experta, que acaba de publicar 'Hijos de alta demanda' (Ed. Toromítico), un libro con el que pretende «ayudar y guiar» a otros padres en su misma situación. «No se trata de etiquetar a los niños con el fin de colgarles un sambenito. Se trata simplemente de conocer por qué se comportan de una determinada manera para que nosotros sepamos cómo actuar. Y también para que nos liberemos de la culpa y entendamos que el comportamiento de nuestro hijo no se debe a que no sepamos educarle», insiste Perona.
Llorar y llorar
Los padres de niños muy demandantes suelen sentirse a menudo «cansados, estresados y agobiados». Lo que les funciona un día ya no vale al siguiente. Sus hijos les absorben. No les dan tregua y «encima todo el mundo les da consejos que no piden porque la realidad es que ya lo han probado absolutamente todo sin éxito», reflexiona el enfermero pediátrico Armando Bastida, fundador de la comunidad Criar con sentido común. Cuando son bebés son muy llorones, solo quieren estar en brazos, sobre todo en los de su madre, reclaman pecho continuamente y apenas duermen. «Es una crianza muy dura, desesperante en muchos aspectos. Son niños absolutamente normales, pero con ellos todo es muchísimo más intenso. No pueden estar solos, no se entretienen con nada, protestan en la cuna, en la hamaca, en la trona, en el coche... Los padres no viven, sobreviven como pueden», coinciden los expertos.
A medida que crecen algunos aspectos mejoran, pero la intensidad se mantiene en otros muchos ámbitos. 'No tengo sueño', 'en la sillita no', 'me aburro', 'con la abuela no quiero', 'mamá, contigo', 'mamá, solo no', 'mamá, ven', 'mamá, aupitas', 'mamá', 'mamá', 'mamá'... «Si cada vez que Iraia me llama, me regalasen un ladrillo hace tiempo que tendría un chalé», comenta medio en serio medio en broma la profesora alicantina Carolina Hernández, madre de un niña «intensita» de casi dos años. «Es muy sociable y autónoma para su edad, pero cuando no consigue lo que ella quiere monta unas rabietas de escándalo. La pelea es continua. Pasa de la risa al llanto en dos segundos. Vive todo con muchísima intensidad, tanto lo bueno como lo malo», describe su madre.
Actriz de comedia romántica
¿Cómo es un niño de alta demanda? ¿Qué lo distingue de otros de su misma edad? «Su comportamiento es muy característico y lo dejan bien claro desde las primeras semanas de vida», apunta Armando Bastida. Perona identifica en su libro al menos una docena de rasgos representativos de esta manera de ser, que tanto exaspera a las personas que los rodean.
Tienen problemas de sueño. No necesitan dormir demasiado, por eso les cuesta mucho conciliar el sueño, sobre todo si no está presente un adulto. Tardarán meses, incluso años, en hacerlo del tirón. «Leyre se plantó en el año y medio sin dormir más de media hora seguida. Ni ella, ni nosotros, claro. Parecía que la cuna tuviese pinchos. Solo se dormía a ratos en el pecho o en brazos», recuerda Úrsula.
Dependencia del adulto. Su ansiedad por separación es intensa. «Necesitan mucho contacto físico. Estar cerca de sus padres, que les cojan la mano, que los sujeten en brazos, pecho a todas horas... Agotan a cualquiera. Cuando algunos padres se quejan de que su hijo es muy 'inquieto' y tú lo ves todo tranquilo en su carrito, te dan ganas de decirles 'vosotros no sabéis lo que es un bebé movido de verdad'. Ahora mismo estaría berreando sin consuelo solo por estar metido en la silla», explica Bastida, padre de tres niños, uno de ellos de alta demanda.
Poseen un temperamento muy fuerte. «Quieren salirse con la suya a cualquier precio, lo que les lleva a tener grandes berrinches cuando se les niega lo que piden. Suelen ser considerados por su entorno como unos malcriados y caprichosos», lamenta la psicóloga infantil.
Son impredecibles. «Puede que durante un tiempo te sirva una determinada estrategia para que coma o duerma, pero al día siguiente deja de ser efectiva. Resulta muy estresante».
Son hipersensibles. «Experimentan las emociones con mucha intensidad. Son vulnerables, intuitivos y perspicaces. Les afecta cualquier minucia y no le gustan las malas caras o cualquier pequeña riña». Sandra, madre de una niña de alta demanda, describe a su hija Carlota como «una actriz de comedia romántica. Es muy melodramática y me preocupa que si no aprende a gestionar la emociones de otra manera, lo va a pasar muy mal».
No saben calmarse solos. Suelen necesitar a un adulto para tranquilizarse porque «les cuesta contenerse y autorregularse».
Se alimentan con frecuencia, sobre todo durante la lactancia. «No lo hacen únicamente por hambre sino porque necesitan el contacto y sentirse protegidos», señalan los expertos en crianza.
Tampoco saben jugar solos. Necesitan un adulto continuamente a su lado para entretenerse. Además, se aburren con facilidad.
Tienen muchísima energía. Son movidos e inquietos. «Parece que no conocen el cansancio y siempre tienen ganas de más. Nada los agota».
Son inteligentes, despiertos y curiosos. «Esta característica es muy evidente desde los primeros meses», señala Úrsula Perona. Son niños que no pierden detalle de lo que pasa a su alrededor, aprenden deprisa y preguntan mucho.
Son ansiosos y preocupadizos. «En el niño de alta semanda a menudo se dan dos condiciones que le predisponen a la ansiedad: la inteligencia y la sensibilidad. Esto tiene que ver con la agudeza de su sistema sensorial y con su capacidad de análisis, lo que les suele llevar a preocuparse y darle muchas vueltas a las cosas», aclara la psicóloga.
Son obstinados, testarudos y repetitivos. La perseverancia es una cualidad muy presente en la mayoría de los niños, pero en el caso de los de alta demanda la llevan «a otro nivel».
Y la pregunta del millón que se hacen los padres ¿cómo se gestiona la crianza de un niño tan absorbente? «El primer paso es asumirlo. Debemos interiorizar la idea de que no lo estamos haciendo mal y que al niño no le pasa nada malo. Sencillamente y debido a su naturaleza, necesita más atención y cariño. A partir de ahí, el camino es más fácil. Porque no todo es malo. El niño de alta demanda será un adulto muy interesante. Todas esas características que en sus primeros años de vida nos desbordan harán que se convierta en una persona apasionada, inteligente, curiosa, perseverante, sociable y muy cariñosa», anima Úrsula Perona.
"Hyden la niña que lo inspiró 1966", fue la primera vez que se usó el término 'alta demanda' para referirse a los niños de temperamento difícil, como se conocían hasta entonces. Fue acuñado por el conocido pediatra estadounidense William Sears después del nacimiento de su cuarta hija, Hyden, un bebé «difícil y absorbente» que consiguió «desbordar» al matrimonio pese a su dilatada experiencia en crianza, tanto desde el punto de vista de la experiencia (tenían tres hijos más) como de su profesión (pediatra y enfermera pediátrica).
«Todo el mundo te da lecciones sobre lo que tienes que hacer»
«Si tu hijo es de alta demanda, probablemente habrás tenido que aguantar ciertos comentarios como que no sabes calmar al niño o que con tu actitud le pones todavía más nervioso, que lo que ocurre es que es un consentido o directamente que no sabes ponerle límites», explica Úrsula Perona por experiencia propia. La psicóloga cuenta que la mayoría de padres que acuden a su consulta se sienten inseguros y desbordados, «con la sensación de estar haciendo todo mal». «Se han acostumbrado a recibir críticas y lecciones desde el nacimiento de su pequeño. 'Es pesado', 'está mimado', 'es un tirano', 'os manipula'...
Además, les han transmitido la idea equivocada de que a su hijo le pasa algo. Nada que ver. Los seres humanos somos diferentes, en el aspecto físico pero también en el emocional. Sin embargo, en la infancia no se respetan esas diferencias. Queremos niños 'estándar' que se adapten a nuestras expectativas y que nos permitan vivir una crianza tranquila. Pero eso no es realista», reflexiona Perona.
*Úrsula Perona es psicóloga infantil y madre de tres hijos. Lleva más de diez años desarrollando su labor como psicóloga sanitaria en su clínica de Alicante, el Instituto de Psicología Úrsula Perona, donde atiende a personas de todas partes del mundo. Además del abordaje clínico de trastornos complejos, está especializada en Niños de Alta Demanda, y asesora a las familias desde la perspectiva de la crianza consciente. Es docente universitaria, conferenciante y colabora habitualmente con medios de comunicación nacionales e internacionales.