Desde 1967, el 2 de abril
aniversario del nacimiento
Hans Christian Andersen
Había una vez un cuento que contaba el mundo entero. Ese cuento en realidad no era uno
solo, sino muchos más que empezaron a poblar el mundo con sus historias
de niñas desobedientes y lobos seductores, de zapatillas de cristal y
príncipes enamorados, de gatos ingeniosos y soldaditos de plomo, de
gigantes bonachones y fábricas de chocolate. Lo poblaron de palabras, de
inteligencia, de imágenes, de personajes extraordinarios. Le
permitieron reír, asombrarse, convivir. Lo cargaron de significados. Y
desde entonces esos cuentos han continuado multiplicándose para decirnos
mil y una veces “Había una vez un cuento que contaba el mundo entero…”.
Al leer, al contar o al escuchar cuentos estamos
ejercitando la imaginación, como si fuera necesario darle entrenamiento
para mantenerla en forma. Algún día, seguramente sin que lo sepamos, una
de esas historias acudirá a nuestras vidas para ofrecernos soluciones
creativas a los obstáculos que se nos presenten en el camino.
Al leer, al contar o al escuchar cuentos en voz
alta también estamos repitiendo un ritual muy antiguo que ha cumplido un
papel fundamental en la historia de la civilización: hacer comunidad
Alrededor de esos cuentos se han reunido las culturas, las épocas y las
generaciones para decirnos que somos uno solo los japoneses, los
alemanes y los mexicanos; aquellos que vivieron en el siglo XVII y
nosotros que leemos un cuento en internet; los abuelos, los padres y los
hijos. Los cuentos nos llenan por igual a los seres humanos, a pesar de
nuestras enormes diferencias, porque todos somos, en el fondo, sus
protagonistas.
Al contrario de los organismos vivos, que nacen,
se reproducen y mueren, los cuentos, que surgen colmados de fertilidad,
pueden ser inmortales. En especial aquellos de tradición popular que se
adecúan a las circunstancias al contexto del presente en el que son
contados o reescritos. Se trata de cuentos que, al reproducirlos o
escucharlos os convierten en sus coautores.
Y había una vez, también, un país lleno de mitos,
cuentos y leyendas que viajaron por siglos, de boca en boca, para
exhibir su idea de la creación, para narrar su historia, para ofrecer su
riqueza cultural, para excitar la curiosidad y llenar de sonrisas los
labios. Era también un país en el que pocos de sus pobladores tenían
acceso a los libros. Pero esa es una historia que ya ha empezado a
cambiar. Hoy los cuentos están llegando cada vez más a rincones
apartados de mi país, México. Y al encontrarse con sus lectores están
cumpliendo con su papel de hacer comunidad, hacer familia y hacer
individuos con mayor posibilidad de ser felices.
Desde 1967, el 2 de abril, coincidiendo con la fecha del nacimiento del
escritor danés Hans Christian Andersen, el IBBY promueve la celebración
del Día Internacional del Libro Infantil con el fin de promocionar los
buenos libros infantiles y juveniles y la lectura entre los más jóvenes.
Cada año una Sección Nacional tiene la oportunidad de ser
la patrocinadora internacional del Día del Libro Infantil y selecciona
un escritor/a representativo y a un reconocido ilustrador/a de su país
para que elaboren el mensaje dirigido a todos os niños del mundo y el
cartel que se distribuye por todo el mundo, y se promueva la celebración
en las bibliotecas, centros escolares, librerías, etc.