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Informe y Conclusiones: Tejiendo redes seguras para la infancia en Bolivia y España, del


la Fundación Educación y Cooperación EDUCO.
Disponible a través de la web www.protejeres-project.org

El pasado 04 de mayo la Fundación EDUCO y FAPMI-ECPAT España con la financiación de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo AECID, organizamos el seminario internacional sobre trata de niñas y niños con fines de explotación sexual “Tejiendo redes seguras para la infancia en Bolivia y España” [+], en el que 15 expertas compartieron buenas prácticas y experiencias para la mejora en el abordaje de esta problemática.

La trata de personas es un grave delito y una grave violación de los Derechos Humanos. Cada año, miles de mujeres, hombres, niños y niñas caen en manos de tratantes tanto en sus países de origen, como en el extranjero. Y todos los países del mundo están afectados por esta terrible lacra social, ya sea como países de origen, tránsito o destino de las víctimas.

Teniendo en cuenta este contexto, el citado seminario, se configuró como un espacio de encuentro entre todas las personas involucradas en la prevención y detección de la trata de niños, niñas y adolescentes con fines de explotación sexual desde una doble perspectiva: el compromiso con su erradicación y la implementación de dicho compromiso, en base a las aportaciones científicas de la investigación sobre esta problemática.

Fruto de este encuentro, y en este día señalado que nos recuerda que, a pesar de los evidentes avances que se han venido llevando a cabo, aún queda mucho por recorrer en el camino hacia la erradicación de esta terrible forma de violencia, publicamos el “informe de conclusiones y propuestas del seminario” un documento que recoge diferentes iniciativas de éxito contrastadas en nuestro país, y también aquellas resultantes de la implementación del Programa PROTEJERES-Tejiendo Redes Seguras en Bolivia,  

La LO 8/2021, de 4 de junio, de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia y la transformación del Código Penal. Algunas consideraciones.

La LO 8/2021, de 4 de junio, de protección de la infancia frente a la violencia se presenta como una ley integral que tiene por finalidad procurar una mejor y más completa protección de los derechos de los niños y las niñas frente a actos graves que les merman el disfrute de los mismos. Los cambios que esto supone en el Código Penal y la filosofía que impregna a la norma es el objeto de análisis, tomando como punto de partida irrenunciable el cumplimiento de las garantías penales.

Paz Lloria García*,
Revistas IgualdadES, nº 6, enero/junio 2022,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
Gobierno de España.

Acceso al artículo.

La preocupación por tutelar los derechos de los niños, niñas y adolescentes (en adelante NNA) no merece de mayor explicación ni fundamento, puesto que su especial vulnerabilidad por razón de su situación evolutiva y las graves vulneraciones de sus derechos que se han producido a lo largo de la historia (y que se siguen produciendo en determinados territorios o en determinados ámbitos) justifican sobradamente el interés de diferentes organismos nacionales e internacionales en dicha protección.

Los informes‍[1] sobre la materia ponen de manifiesto una variedad de atentados de toda naturaleza que, bajo el paraguas del término común de violencia se clasifican en atención al bien jurídico que afectan como violencia física, psicológica, sexual o económica, y en relación con los entornos en los que se producen se dividen en familiar, escolar, institucional y virtual.

Es por ello que las diferentes declaraciones internacionales y nacionales reconocen la desprotección que se produce de la infancia en estos ámbitos y singularmente, en los últimos tiempos, las acciones lesivas que se realizan en el entorno virtual y que lógicamente están vinculadas al uso de las TIC (tecnologías de la información y la comunicación). En este nuevo entorno es evidente que se pueden producir delitos de los que pueden ser autores o víctimas las personas menores de edad y que constituyen una amenaza para sus derechos fundamentales‍[2].

Con estos precedentes y tomando como base la obligación constitucional de atender a la protección integral que merecen los niños en reconocimiento de sus derechos en el ámbito internacional‍[3] y los diferentes referentes normativos que se recogen en el preámbulo de la ley (Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas de 1989 y sus proyecciones, entre otras el Tratado de Lisboa y la Meta 16.2 de la Agenda 2030), se explica el objetivo fundamental de la misma, que viene recogido en el último párrafo del bloque I del texto explicativo de la ley «La ley, en definitiva, atiende al derecho de los niños, niñas y adolescentes de no ser objeto de ninguna forma de violencia, asume con rigor los tratados internacionales ratificados por España y va un paso más allá con su carácter integral en las materias que asocia a su marco de efectividad, ya sea en su realidad estrictamente sustantiva como en su voluntad didáctica, divulgativa y cohesionadora»...



*Paz Lloria García
Universidad de Valencia
lloria@uv.es

Los derechos de la infancia y la adolescencia en la Comunidad de Madrid, Agenda 2030.

Portada informe infancia Madrid
Autores: 
UNICEF Comité Madrid 
y Fundación Tomillo.


Así lo refleja el primer informe sobre la situación de la infancia en la región, que realiza un análisis de la situación de los niños y niñas que viven en Madrid en materia de pobreza, desigualdad, educación, protección y cooperación al desarrollo.

La metodología empleada utiliza los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030, no sólo para analizar la situación actual de los niños de Madrid, sino para proponer metas que sirvan de orientación para las políticas autonómicas.


Propuestas:
.- ODS1. FIN DE LA POBREZA.

.- ODS 10. REDUCIR LAS DESIGUALDADES, Estado actual del bienestar económico y social de la infancia en Madrid antes y durante la pandemia, Olga Cantó Sánchez.

.- ODS4. EDUCACIÓN DE CALIDAD Madrid, Educación y ODS 4: Necesita mejorar, Carlos Magro Mazo.

.- ODS13. ACCIÓN POR EL CLIMA, La acción por el clima es la acción por la infancia,  Cristina Monge Lasierra.

.- ODS16. PAZ, JUSTICIA E INSTITUCIONES SÓLIDAS, La protección a la infancia y la adolescencia en la Comunidad de Madrid: más retos y mayor complejidad, Pepa Horno Goicoechea.

.- ODS17. ALIANZAS PARA LOGRAR LOS OBJETIVOS, Análisis de la Ayuda Oficial al Desarrollo de la Comunidad de Madrid, Guillermo Santander Campos.

.- Los 5 grandes desafíos de la Comunidad de Madrid en la aplicación de la agenda 2030 

“La situación actual de la protección a la infancia y adolescencia en la Comunidad de Madrid, comparada con la del año 2018 cuando se publicó el informe de UNICEF, se ha vuelto más difícil de abordar, tanto por su complejidad como por su gravedad. Y más teniendo en cuenta que, en muchos de los aspectos concernientes a la protección de la infancia y la adolescencia, aún no se dispone de datos oficiales posteriores a la crisis sanitaria del COVID 19. Como se ha tratado de exponer, los factores que explican esta mayor complejidad son diversos y de diferentes ámbitos. Pero es responsabilidad de las instituciones tratar de dar una respuesta eficaz y clara si se quieren cumplir, al menos en su mayor parte, las metas marcadas en la Agenda 2030”. Pepa Horno en el artículo La protección a la infancia y la adolescencia en la Comunidad de Madrid: más retos y mayor complejidad”, que se incluye en esta publicación de UNICEF Comité Madrid La Agenda 2030 en clave de infancia en la Comunidad de Madrid. Propuestas para la acción, un análisis del Objetivo de Desarrollo Sostenible 16, “Promover sociedades justas, pacíficas e inclusivas” en su Meta 16.2, “Poner fin al maltrato, la explotación, la trata y todas las formas de violencia y tortura contra los niños [niñas y adolescentes]”.





‘F*** your thoughts and prayers’.

"Vivo en un país que ha normalizado que sus niños puedan ser asesinados a tiros en la escuela en la que los padres los dejamos cada mañana para proteger nuestro sacrosanto derecho a llevar armas".
Un joven de 18 años mata a 19 niños y dos adultos en una escuela de Texas. En 2022, ha habido 27 tiroteos en escuelas de Estados Unidos. 119 desde 2018. Unos 81 millones de personas, el 32% de los habitantes del país, posee al menos un arma.

Adolescentes se manifiestan por un cambio en la regulación de las armas en Florida, USA. Lorie Shaull

Hace un par de semanas, como hago todos los días, recogí a mis hijos en su colegio. Mientras íbamos hacia casa, desde el asiento trasero del coche, mi hija me contaba lo que habían hecho en clase. 

Y hoy, papi, tuvimos que ensayar cómo escondernos en una esquina de la clase por si venía un hombre malo. 

Casi sin pensar, mientras conducía, pregunté que qué. Que qué era eso de esconderse, de un hombre malo, que qué hombre malo, que de qué hablaba. Mi hijo, rápidamente, me sacó de dudas: 

–Un homeless (sic). Ms. C (su maestra) dice que a veces los homeless (vagabundo, persona sin hogar, repitió) pueden entrar en la escuela y que tenemos que escondernos. Pude sentir cómo me invadía una tremenda sensación de tristeza y angustia que, poco a poco, tornó en indignación y hasta cabreo. Solo acerté a decirle a mis hijos que no se preocuparan, que no pasaba nada, que solo era un juego y que, por supuesto, los homeless no entraban en las escuelas, que simplemente eran personas con menos suerte que nosotros. 

Y qué mierda, pensé. 

Lo dejé pasar. Ni se lo comenté a mi mujer. Lo cierto es que al cabo de media hora lo había olvidado. Pero ayer este episodio volvió a mi memoria y me golpeó de lleno, al poco de entrar por la puerta de casa, mientras mis hijos, que tienen seis años y están a punto de acabar primero de primaria, dejaban sus mochilas. El tiempo necesario para encender la televisión y volver a apagarla en el momento en el que me daba cuenta de lo que la pantalla estaba escupiendo. Porque uno es padre en EE.UU.; y porque para qué. Lo que hice fue darles la merienda mientras, en silencio, seguía los acontecimientos por el móvil. 

Mientras escribo estas líneas, la CNN reporta 19 niños y dos adultos –uno de ellos una maestra– muertos. El asesino, un chaval de 18 años, también abatido por un oficial del Cuerpo de Fronteras (Border Patrol), uno de los primeros agentes en llegar a la escuela primaria Robb Elementary School en la localidad de Uvalde, Texas, apenas a una hora de la línea divisoria que separa EE.UU. y México. Una de las informaciones que circulaba ayer a media tarde es que el asesino, antes de dirigirse al colegio, habría disparado contra su abuela y que esta luchaba por su vida en un hospital de San Antonio. Todas las de ayer eran informaciones cruzadas, todo podía cambiar en cuestión de horas, incluso de minutos. 

Si esperan leer aquí un sesudo análisis sobre el porqué, siento decirles que no lo van a encontrar en estas líneas. Ya les adelanto que es muy posible que en ninguna de las que lean hoy, mañana o en los días posteriores. En primer lugar porque no hay un solo porqué, sino muchos, de muy diversa índole y que, en el fondo, se resumen en que es lo que hay. Porque en el momento en el que escribo hay 19 niños de entre 7 y 9 años muertos. Dos adultos y un asesino de 18 años. Porque esto es inenarrable y, a la vez, es un día más en la oficina. La última vez que escribí sobre esto, hace años, con Sandy Hook, otro día en la oficina, el peor, dicen las estadísticas que cuentan niños, al menos hasta que se dé por cerrado el conteo de ayer, me prometí que nunca más volvería a escribir sobre matanzas escolares en EE.UU. Precisamente porque desde que soy padre ya no soy capaz de ver películas con niños, he seguido esta regla. Pero ayer decidí romper mi propia promesa. Y porque hoy soy padre solo puedo escribir desde las entrañas.

Ha habido 27 tiroteos en escuelas este año. 119 desde 2018, cuando Education Week comenzó a rastrear este tipo de incidentes. El mayor número de tiroteos, 34, ocurrió el año pasado. Hubo 10 tiroteos en 2020; 24 en 2019 y 2018. La lista es interminable. Tengo algunos de ellos recientes y otros no tanto. Por una razón u otra, varios los guardo clavados en la memoria: Oxford, Michigan, el año pasado; Santa Fe, Texas y Parkland, Florida, en 2018, Newtown, Connecticut, en 2012. O antes en el Virginia Tech de Blacksburg, Virginia, en 2007. Y por supuesto Columbine, Colorado, en 1999. 

En la escuela Sandy Hook de Newtown, 20 niños de entre seis y siete años, y seis adultos fueron asesinados a manos de otro joven de 20 años que acabó suicidándose. Recuerdo especialmente al entonces presidente Barack Obama conteniendo las lágrimas ante una nación a la que hablaba como padre, a duras penas como presidente. Su entonces vicepresidente y hoy máximo mandatario también habló ayer. Lo hizo bien. Joe Biden sabe que no hay dolor semejante al de perder a un hijo, tiene callo. Ante las cámaras apareció sereno. Se hizo la pregunta obvia: por qué estas cosas solo ocurren en EE.UU. La respuesta la sabemos todos, pero en Estados Unidos aprendemos a vivir haciendo como que no. Un americano es una persona que se dice inocente y bienintencionada que, sin embargo, le silba al viento para evitar unas respuestas que por alguna razón no puede pronunciar en alto. 

No hay forma de prevenir esto” dice la única nación del mundo en la que ocurre esto regularmente”, señalaba la publicación satírica The Onion hace unos años. 

Paso a resumirles lo que escucharemos en los próximos días –no muchos: estaba loco; no hay forma de prevenir esto (dice el único país [civilizado] del mundo en el que pasa esto, otra vez); las armas no matan, son las personas las que lo hacen, no se puede politizar la tragedia; la izquierda hace política con la tragedia; quieren quitarnos nuestra libertad.

Alrededor de un 32% de los habitantes de EE.UU. posee al menos un arma, unos 81 millones de personas

Lo cierto es que EE.UU. acumula un tercio de las armas de todo el mundo. Hay unos 400 millones de armas, 100 millones más que hace solo cuatro años. La realidad es que no todo el mundo tiene armas: alrededor de un 32% de los habitantes de EE.UU. posee al menos un arma, unos 81 millones de personas. Según Gallup, en un 44% de los hogares hay al menos un arma de fuego. El mayor problema es que, en realidad, hay una minoría de gente que tiene muchas armas, y muchas quiere decir, literalmente, muchas. Gente que está dispuesta a usarlas, especialmente si alguien –el gobierno– pretende arrebatárselas. La mayoría de estas armas están también muy concentradas: en Estados republicanos y zonas rurales. 

También se ofrecerán soluciones que irán en la línea de lo sugerido ayer por el fiscal general de Texas, Ken Paxton: maestros armados, más policía armada en las escuelas, más armas, en definitiva. Con los cuerpos de las víctimas todavía calientes, casi parecía culparlas. Por no haber tenido una pistola a mano con la que enfrentarse al asesino. Paxton no fue el único, le siguió el senador Ted Cruz. Hubo quien por televisión incluso propuso regalar a los niños “mantas antibalas” en lugar de “juguetes o videojuegos”. No sé muy bien qué decir más allá de lo apuntado unas líneas más arriba: es lo que hay. 

La célebre Asociación Nacional del Rifle (NRA) celebra este mismo viernes su convención anual en Texas. No pocos políticos republicanos participarán en la misma, entre ellos, Donald Trump, Ted Cruz y el propio gobernador de Texas, Greg Abbott, quien hace unos años declaró su enfado públicamente al conocer que California le había sobrepasado en número de nuevos compradores de armas. 

Todos, claro, ofrecieron a las víctimas la fórmula habitual: “Thoughts and prayers” (pensamientos, acompañamiento, y oraciones). 

Otros muchos hablaron por boca del legendario Steve Kerr, entrenador de los Golden State Warriors de la NBA, que ayer no quiso hablar de baloncesto y expresó su rabia y su vergüenza contra la mitad del Senado que se niega a pasar una ley federal que impondría mayores controles a la venta de armas semiautomáticas. 

Dicen que Sandy Hook en 2012 lo cambió todo. Y es cierto: Obama puso al frente a Biden para intentar arrancar del Capitolio una legislación federal encaminada, entre otras cosas, a neutralizar uno de los factores que une a todas estas matanzas: el fácil acceso a las armas semiautomáticas utilizadas, una y otra vez, por los perpetradores. El esfuerzo de la Casa Blanca descarriló. Como tantos otros, antes y después. 

La primera consecuencia de Sandy Hook fue el final del debate sobre el control de armas en EE.UU. Cero, se acabó. Legislaciones cada vez más laxas se han sucedido desde entonces en aquellos estados de mayoría republicana. En Texas, por ejemplo, cualquiera puede comprar un arma, solo necesita dos cosas: ser mayor de edad y dinero, dos requisitos que ayer confirmó haber cumplido a rajatabla el asesino de la escuela elemental de Robb. 

La segunda consecuencia de que veinte niños fueran asesinados un día cualquiera mientras estaban en la escuela donde sus padres los habían dejado como otra mañana cualquiera es que Sandy Hook normalizó la conspiración como argumentario político masivo: buena parte de la ultraderecha estadounidense –hoy dominante en el GOP–, con Alex Jones como punta de lanza, se dedicó a decir y a repetir que aquello nunca había sucedido. Que todo había sido un montaje, que no había niños muertos y que los padres destrozados eran actores. Una gran obra de teatro orquestada por un gobierno federal que solo buscaría acabar con el derecho de los estadounidenses a tener armas. Hoy hay al menos una congresista republicana que sigue manteniendo la conspiración como frontispicio de su quehacer político: Marjorie Taylor Greene, quien ayer mismo se aseguró sus primarias en su Georgia natal y aprovechó para dejar clara su única respuesta a lo sucedido en Uvalde: No necesitamos más control de armas, necesitamos regresar a Dios. 

En Texas, por ejemplo, cualquiera puede comprar un arma, solo necesita dos cosas: ser mayor de edad y dinero

A la Escuela Elemental de Robb asistían este curso 535 estudiantes entre primero y cuarto grado. Alrededor del 90% de los estudiantes son hispanos y alrededor del 81% son de clase trabajadora o directamente pobres, según datos del distrito escolar. El jueves iba a ser el último día de clase antes de las vacaciones de verano. Vivo en un país que ha normalizado que sus niños puedan ser asesinados a tiros en la escuela en la que los padres los dejamos cada mañana para proteger nuestro sacrosanto derecho a llevar armas. Mi mujer, profesora de instituto, va cada mañana a trabajar a un centro en Chicago al que los estudiantes entran tras pasar por arcos de seguridad. En el que todos los años realizan simulacros sobre qué hacer en caso de una situación con tirador activo en el recinto. En el que los docentes conocen una serie de expresiones clave que nunca querrían escuchar a través de los altavoces. En el que los estudiantes se ríen de sus propios comentarios morbosos –“todos apelotonados en esta esquina somos presa fácil”, “no creo que esa puerta aguante mucho”– porque el humor negro es una forma de distanciamiento. 

Alrededor del 90% de los estudiantes son hispanos en la Escuela Elemental de Robb, y el 81% son de clase trabajadora

No siempre fue así. Mi mujer recuerda que ella nunca hizo ese tipo de ejercicios en su época escolar, Columbine lo cambió todo. Ayer por la noche me contó que en la versión que mi hija le había dado a ella –es curioso, hasta ayer nunca habíamos hablado de este episodio– no había homeless, sino “un espía”. Luego me preguntó si mañana, por hoy, debíamos decirles algo a los niños, que seguro que algo les dirían en la escuela, de la misma forma que ni mi mujer ni yo hemos hablado de la guerra pero mis hijos saben que en Ucrania se mata y se muere. Iremos viendo, le dije después.

En Sandy Hook, recuerdo haber leído por algún lado, las autoridades reunieron a todos los padres en una estación de bomberos cercana a la escuela. Poco a poco, el grupo de progenitores iba disminuyendo en número hasta que, en un momento dado, alguien entró y dijo a los que quedaban que si todavía estaban allí era porque sus hijos se encontraban entre los muertos. Dicen que los gritos de dolor sirvieron a los periodistas concentrados en el exterior del parque de bomberos para confirmar que la identidad de las víctimas había sido comunicada a las familias. 

Mientras escribo no alcanzo a imaginar ser un padre que espera noticias. Poco antes de la medianoche de ayer, las noticias anunciaban que se habían comenzado a recoger muestras de ADN entre familiares para identificar a los críos. Imaginen ser uno de esos padres al que le han comunicado que su hijo está entre los muertos, pero todavía no ha podido ver el cuerpo puesto que la escuela seguía siendo lo que en el argot policial se llama una escena activa de un crimen, sede de una investigación en marcha, y en la que policía y forenses trataban de reconstruir lo sucedido segundo a segundo. 

Ahora imaginen ser uno de los padres que ayer por la noche sí pudo abrazar a su hija. Un niño o una niña de la misma escuela, puede que de la misma edad de los fallecidos, igual amigos. Imaginen ser ese padre que conoce al padre que desde ayer ya no tiene hijo al que abrazar, el mismo al que, como cada día, cada mañana, una más como cualquier otra, creía haber dejado a salvo en la escuela. 

A mí solo me sale decir:   f*** your thoughts and prayers
                                           'A la mierda tus pensamientos y oraciones'


*Diego E. Barros: Estudió Periodismo y Filología Hispánica. En su currículum pone que tiene un doctorado en Literatura Comparada. Es profesor de Literatura Comparada en Saint Xavier University, Chicago. 

Los niños no son de goma: ¿cómo afecta la violencia en sus cerebros?.

Las criaturas que han sufrido maltrato durante su infancia presentan alteraciones 
en el desarrollo cerebral que les hacen ser mucho más sensibles al miedo 
y viven en un estado permanente de estrés.


«Los niños no son de goma». Con estas palabras Jaume Lanaspa, asesor de presidencia de la Fundación ‘La Caixa’ se ha referido a la creencia popular de que las criaturas superan con mucha facilidad cualquier problema o impedimento, sin repercusiones graves. «Y, en todo caso, las gomas, cuando las pones al sol se agrietan y se rompen», añade Violant Cervera, consejera de Derechos Sociales de la Generalitat de Catalunya. Ambos han sido encargados de inaugurar la primera sesión del ciclo Violencia contra la infancia, prevención y reparación, organizado por CaixaForum Macaya y el Club de Roma y celebrado en Barcelona
En el primero de los encuentros se ha tomado por objetivo analizar las consecuencias del maltrato infantil en la neurobiología del cerebro. Es decir: qué efectos tiene la violencia sobre la conducta y la forma de relacionarse de las criaturas. Y es que “lo que nos enferma mentalmente está muy relacionado con nuestro entorno. El cerebro humano es un intermediario entre el entorno y la conducta que desarrollamos para sobrevivir, aderezado con la conciencia, que nos permite anticiparnos de las consecuencias de nuestras acciones”, ha apuntado Lourdes Fañanás, catedrática de la UB e investigadora principal del CIBERSAM.
Con esta afirmación, Fañanás apunta a que existe una relación directa y científica entre haber vivido una situación traumática y acabar desarrollando dificultades para relacionarse o para controlar los impulsos. Y estos efectos se intensifican en la infancia por una sencilla razón: “los modelos mentales se construyen en buena parte en la infancia, momento en el que el vínculo con la realidad es la familia. Si hay violencia familiar de cualquier tipo, los niños aprenden –y así lo enseñan en su cerebro- que el mundo es hostil”, ha apuntado la investigadora.
Una de las grandes complicaciones de la violencia intrafamiliar es que los niños necesitan a sus agresores para sobrevivir.
De izquierda a derecha: las ponentes L. Fañanás, S. Moreno y L. Marquès,y
 Ester Cabanes, directora general de Atención a la Infancia y la Adolescencia |
 CaixaForum
Así, los síntomas más frecuentes suelen ser el mal comportamiento, la carencia de concentración, la agresividad y, en algunos casos, actitudes autolesivas o depresivas. Pero éstos sólo son la punta del iceberg. «Las criaturas que se han enfrentado a diversas situaciones traumáticas, más o menos sostenidas en el tiempo, sufren lo que llamamos trauma complejo», dice Soledad Moreno, psiquiatra infantil del Hospital Clínic de Barcelona. «Nos referimos a traumas causados ​​por otra persona, que suceden en un entorno que, teóricamente, debería ser de confianza y del que no se puede huir», añade. Y es que ésta es una de las grandes complicaciones de la violencia en la infancia: las víctimas necesitan a sus agresores para sobrevivir.
“Los seres humanos estamos pensados ​​para buscar soluciones. Pero los niños no tienen esa oportunidad porque tienen la necesidad de conservar el vínculo con sus padres, aunque sean sus agresores. Y, a raíz de ello, construyen un autoconcepto negativo, se sienten culpables y merecedores de la violencia, lo que les ayuda a conservar el vínculo”, apunta la psiquiatra. Todo este contexto de trauma genera un Síndrome del Estrés Postraumático Complejo, que se traduce en regresiones, alteraciones extremas y desregulación emocional. “Que nadie les haya acompañado en estas experiencias, que les diga que lo que sienten es normal, hace que invaliden el trauma o intenten enterrar sus emociones, porque no creen que esté bien sentirse como se sienten”, añade Moreno.

Alteraciones en el cerebro
La psiquiatra asegura que los adolescentes que han sufrido violencia suelen reaccionar de forma que podría entenderse como exagerada a situaciones normales. «A menudo un olor, sensación o recuerdo les pueden provocar una regresión a una situación de violencia que haga que reaccionen de forma descontrolada», explica. Este comportamiento, que es una forma de escapar de una situación que les hace rememorar el trauma, no es voluntaria, sino que viene causada por una alteración del cerebro, recorriendo en niños que han sufrido violencia en una edad temprana.
Los niños víctimas de maltrato presentan niveles más elevados de cortisol que les hace más sensibles al miedo y vivir permanentemente alerta y estresados
Así lo afirma Laia Marquès, investigadora de la UB especializada en consecuencias neurobiológicas del maltrato infantil. Para explicarlo debemos remitirnos a la pequeña infancia: durante los primeros dos años, el cerebro se desarrolla en un 80% en base a las experiencias vividas. Una de las más importantes es la corregulación: “el vínculo entre el adulto más cercano y la criatura marca muchísimo. Si el pequeño no se siente protegido y consulado, su cerebro se formará en torno a la duda de si es o no merecedor de ayuda y protección”. Si esto ocurre, el bebé crece con unos altos niveles de cortisol, la hormona del estrés, que nos hace estar alerta en situaciones hostiles. «Un mecanismo de supervivencia que, en altos niveles, es neurotóxico y puede provocar enfermedades mentales», apunta Marquès.
Según se extrae de una investigación realizada en el Departamento de Biología Evolutiva de la UB, los niños que han sufrido maltrato muestran unos niveles constantes y más elevados de cortisol, especialmente por la noche. Es decir: están más estresados ​​y suelen sufrir de insomnio. Esta alteración también afecta a cómo se forman sus cerebros. Según la investigación, “un sobre desarrollo del cerebro primitivo, que gestiona el miedo, no deja paso a la formación del cerebro racional, que da sentido a las cosas. También se detecta menos evolución en la zona que rige la memoria, a fin de olvidar los episodios traumáticos”, apunta Marquès.
Sin embargo, las consecuencias del trauma no son irreversibles. Así al menos lo destaca Marquès, que apunta a que, según la investigación, los niños víctimas de maltrato que fueron adoptados antes de los cinco años fueron capaces de reestructurar los ejes de sus cerebros antes de la pubertad. “Como antes reaccionamos, mejor. La psicoterapia es efectiva, como lo es también la educación. Debemos rehacer los vínculos desde el cariño, no desde el discurso. Los cerebros dañados son un mecanismo de autodefensa, que han servido para que una criatura pudiera sobrevivir, pero que ahora les causa problemas. Y esto nunca es una elección personal. Debemos acompañarles, entender su miedo desde el respeto para que el niño pueda vivir, no sólo sobrevivir”, asegura Laia Marquès.

FOESSA constata que la exclusión aumentó en la Comunidad de Madrid tras la pandemia, y ese Gobierno no lo ve..

Los hogares con más probabilidades de exclusión social son 
aquellos tienen personas menores de 18 años.
El 22% de los madrileños se encuentra en exclusión social, 
370.000 personas más que antes del Covid-19.


Fila para la entrega de comida en la asociación de vecinos de Aluche por la crisis económica, derivada de la crisis sanitaria de la covid-19

Los principales resultados de este trabajo de investigación alertan de que la cohesión social en nuestra comunidad ha sufrido un “shock” sin precedentes como consecuencia de la tensión que ha sufrido la actividad económica y el empleo a causa de la irrupción del SARS CoV-2.

El informe que se ha presentado, junto con el informe global de la “Evolución de la cohesión social y consecuencias de la Covid-19 en España”, ha sido desarrollado por 30 investigadores de 10 universidades y entidades de investigación. Un equipo de encuestadores profesionales ha llamado a más de 90.000 puertas a nivel estatal y 7.000 hogares en Madrid, recogiendo la información de casi 19.000 personas en el Estado, y 1.600 personas en Madrid.

Los resultados de esta investigación reflejan que en la Comunidad de Madrid un millón y medio de personas se encuentran en situación de exclusión social. Esto supone cinco puntos más que antes de la pandemia (del 17% en 2018 al 22%), es decir, 370.000 personas más en exclusión social. Es especialmente grave el aumento de las personas en situaciones más difíciles, con un aumento del 25% de las situaciones de exclusión severa, que alcanza ya a 800.000 personas.

Los resultados también indican un aumento de la desigualdad entre los más pobres, que han visto reducidas sus rentas un 22%, que contrasta con el crecimiento del 18 % de las rentas de las personas con mayores ingresos. El desplome de rentas del quintil con menores ingresos explica el aumento de la pobreza severa.
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Cuando se niega esa realidad, sin tan siquiera leer ese Informe, se hace flaco servicio a la sociedad; si además se es un representante y gestor de la sociedad quien lo niega, mal vamos: Básicamente, lo indignante es que los poderes públicos estén tan aislados, segregados y retirados de este otro Madrid que es real”, reflexiona Marta Domínguez*.
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Ocho expertos en exclusión social desmontan al consejero de Ayuso: 
Si no ve pobres, demuestra su ceguera”.

Catedráticos y representantes de organizaciones que trabajan con los más vulnerables
 destacan el valor técnico y metodológico del informe de Cáritas 
frente a los argumentos del portavoz del Gobierno ante la exclusión social.

Cualquier académico sabe que la exclusión es más que la pobreza. Lo sabe el Eurostat, el INE y cualquier estadística”. Quien habla es Pedro Cabrera, catedrático de Sociología en la Universidad Pontificia de Comillas, con más de 36 años de investigación sobre la pobreza y exclusión social. Él es uno de los ocho expertos consultados por EL PAÍS para tratar de aclarar si el portavoz del Gobierno regional, Enrique Ossorio, tenía razón cuando el miércoles menospreció un informe de Cáritas, organización ligada a la Iglesia Católica, que eleva la exclusión social en la Comunidad de Madrid a niveles de 2008, con millón y medio de afectados. ”¿Por dónde estarán?”, se preguntó el consejero con sorna. Un día después, la presidenta madrileña, Isabel Diaz Ayuso, lo respaldaba: “Empeñarse en dibujar a un Madrid como una región de pobreza es absolutamente falso”.

Pero ninguno de los consultados avala su tesis.Siendo consejero de educación, demuestra poco nivel técnico y bajo mi punto de vista un nivel ético ínfimo al descalificar el programa FOESSA, que es el más completo, objetivo e independiente que hay en este país”, señaló ayer Cabrera. “Participan 150 investigadores de ocho universidades e institutos, lo que le da un carácter de estudio independiente que no tiene otro, y además se prolonga durante décadas, lo que nos permite hacer una visión longitudinal sobre la pobreza masiva y la exclusión galopante de este país”.

El catedrático continuó: “Que [Ossorio] se permita decir que no ve pobres, demuestra su ceguera, y no hay peor ciego que el que no quiere ver. Es una persona culta que ocupa una posición de relevancia, y sus declaraciones no pueden ser más que un empeño de su voluntad de no querer ver la pobreza y además en querer matar al mensajero, respetada por todo el mundo académico. Los pobres existen. Si no los ve, es que no los quiere ver o que se mueve en espacios de privilegio, o donde no tiene ocasión de cruzarse con los espacios de la periferia, marginalidad y ocultamiento”.

Sí, señor Ossorio, en Madrid hay pobres”, recalca también Carlos Susías, presidente de EAPN-ES y EAPN Europa, (Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español, por sus siglas en inglés). ”Es intolerable e inaceptable la forma en la que [el consejero] se dirige a las personas en situación de pobreza”.

Ossorio: "Dicen que en Madrid hay tres millones de pobres. ¿Pues por dónde estarán?"

“Los datos de Cáritas siempre son rigurosos”

En opinión de este experto, los datos de Cáritas “siempre son rigurosos”. Y añade: Nuestro informe AROPE los corrobora y se elabora con datos oficiales de Eurostat y el INE, con indicadores comunes para toda la UE. La Comunidad de Madrid es una de las comunidades más ricas de España y Europa, pero mantiene unos niveles de pobreza insultantes y nada dignos para una región en la que el señor Ossorio es un alto responsable”.

”Negar la objetividad y validez de los indicadores de pobreza constituye una temeridad”, afirma Alexander Elu, especialista en pobreza de la ONG Save the Children. “Las estadísticas oficiales de pobreza y exclusión social ofrecidas por la Encuesta de Condiciones de Vida del INE adoptan una metodología e indicadores comunes y estandarizados en toda la Unión Europea”, puntualiza. “328.873 niños, niñas y adolescentes en Madrid viven en hogares con unos niveles de ingresos por debajo del umbral de la pobreza”.

Mónica Martínez-Bravo, profesora de Economía en el Centro de Estudios Monetarios y Financieros, institución de investigación de economía del Banco de España, cuestiona la metodología usada por Ossorio. ”Afortunadamente, tenemos datos estadísticos y la evaluación del nivel de pobreza no necesita ser determinada sobre la base de impresiones subjetivas (cómo lo que vemos al salir a la calle)”, puntualiza. “El consejero habla de objetividad, pero se contradice cuando sugiere que las impresiones subjetivas de los ciudadanos pueden tener más peso que un informe de Cáritas”.

Daniel Sorando, profesor de Sociología en la Universidad de Zaragoza y doctor en Sociología por la UCM, trata de interpretar las declaraciones del portavoz regional: “Pueden entenderse desde dos lógicas compatibles entre sí: por un lado, su ignorancia de la metodología con la que se mide la desigualdad y la pobreza en ciencias sociales; y, por el otro lado, su ignorancia de la sociedad que gobierna el equipo al que da voz”. Él remite a los datos del INE: “El 38,3% de los madrileños tenían dificultad o mucha dificultad para llegar a fin de mes en 2020; el 28,8% no puede afrontar ningún gasto imprevisto; el 23,8% no se puede ir de vacaciones al menos una semana al año; y el 10,8% no pueden mantener la vivienda a temperatura adecuada”.

Básicamente, lo indignante es que los poderes públicos estén tan aislados, segregados y retirados de este otro Madrid que es real”, reflexiona Marta Domínguez*, profesora de Sociología Urbana de la Universidad Complutense de Madrid e investigadora sobre vulnerabilidad. “La vulnerabilidad y la pobreza son realidades sociales. Negarlas es legitimar que se puede seguir haciendo política para las clases acomodadas”.

A lo que agrega: “Vemos que la población vulnerable está agotando sus vías de subsistencia y no hay políticas públicas que ayuden. La retracción del estado del bienestar deja en la estacada a gran parte de la población y, en Madrid, a muchos colectivos (mujeres, inmigrantes, mayores, jóvenes precarios) que malviven y subsisten gracias a las redes informales y de apoyo mutuo”.

“Ossorio dice algo correcto y, a la vez, comete un grave error, señala Gabriela Jorquera, asesora en el Alto Comisionado para la Pobreza Infantil. “Es correcto que Madrid es una comunidad rica, pero lo que registramos es una enorme desigualdad: hay gran cantidad de altas rentas y a la vez un grupo grande de personas que vive en condiciones de mucha pobreza y precariedad económica”. Ella se extraña de que el consejero no conozca esta realidad, porque, recuerda, se concentra en barrios extensos de Madrid. “Basta que se dé una vuelta por Vallecas, Carabanchel, Parla o Fuenlabrada, regiones y distritos que concentran altas tasas de precariedad, pobreza y exclusión”, agrega. En su opinión, las declaraciones de Ossorio reflejan “una percepción muy antigua y desajustada de lo que es la pobreza: no es una marca visible, tiene que ver con las condiciones del día a día”.

“Nosotros avalamos este informe porque se incluyen expertos en toda esta materia”. recalca también Ernesto Gasco, otro asesor del Alto Comisionado para la Pobreza Infantil. “Esta es una imagen real. Las administraciones deberían de ser más respetuosas con estas organizaciones. Hay que poner en marcha instrumentos para paliar la brutal desigualdad de la Comunidad de Madrid”.

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* Marta Domínguez, asociada de la Asociación GSIAProfesora Sociología Urbana UCM (Premio extraordinario 2003). Previamente, trabajó en la administración local (1987-2002). Directora de la Revista UCM Sociedad e Infancias y miembro del comité académico del Master de Políticas de Infancia y Adolescencia de la Escuela de Gobierno de la UCM.  Coordinadora local del Master Erasmus Mundus 4 cities y miembro del grupo coordinador de la FES de Sociología Urbana. Ha publicado artículos sobre infancia y ocio, infancia y formas familiares, y además, sobre las dimensiones culturales de la ciudad y la integración, segregación socioespacial, desigualdad social, identidad urbana, colectivos vulnerables, planificación estratégica, etc.



"Caminando en el Buen Trato: Consolidando Modelos de Protección", Congreso Fapmi.

 XV Congreso Internacional de Infancia Maltratada en 2022, bajo el lema 
Caminando en el Buen trato: consolidando modelos de protección”.

Congreso Fapmi,
Santiago de Compostela.
5-7 de Mayo 2022


Con el reconocimiento de los derechos de las niñas y los niños y con la reciente aprobación de la Ley Orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia, la sociedad se ha puesto como destino el buen trato. En la actualidad, gran parte de las y los profesionales caminamos en el buen trato con rumbo a consolidar modelos de protección, buscando que todas las personas que trabajan con la infancia y adolescencia en todos los ámbitos se sumen en nuestra trayectoria para erradicar el maltrato infantil.

Tal y como propone el lema elegido “Caminando en el Buen trato: consolidando modelos de protección”, queremos centrar la atención de todos los agentes involucrados en la atención a la infancia sobre la necesidad de reconocer el buen trato no como una meta que hay que lograr sino como una realidad desde la que trabajar y desde la que partan todas las acciones necesarias para prevenir y proteger a la infancia y adolescencia frente al maltrato infantil.


EJES TEMÁTICOS GENERALES:
– Niños, Niñas y Adolescentes Migrantes No Acompañados.
– Divorcios conflictivos.
– Tecnologías de la Información y Comunicación.
– Diversidad sexual.
– Buenas prácticas en buen trato.
– Violencia de género.
– Entornos protectores.
– Salud Mental.
– Explotación Sexual infantil y Adolescente.

TRANSVERSALES:
Buenas prácticas por ámbitos:  terapéutico; psico-social; educativo, sanitario, judicial; deportivo; acogimiento familiar y residencial; ámbito penitenciario y centros de reforma.

ACTIVIDADES COMPLEMENTARIAS...
PROGRAMAS CIENTÍFICOS...
MATRÍCULAS ABIERTAS...
ENVÍO DE COMUNICACIONES Y POSTERS...

«El trato y la atención a la familia de los niños, niñas y adolescentes en protección...". Renovando desde dentro nº5.

 "...Propuestas de cuidado e intervención social», 



Un poco de reflexión crítica y contextualización

Lo que en este artículo se expone tiene que ver con mi experiencia profesional y no tiene la intención de describir lo que no conozco. Trabajo fundamentalmente para las familias en el ámbito sobre todo del acogimiento y de la adopción, desde un recurso de iniciativa propia de mi cooperativa, Agintzari. La colaboración y la coordinación con los diferentes recursos comunitarios (protección, salud, educación) es constante. Creo que el trato técnico y los cuidados dados a las familias con las que he trabajado es mejorable. Mientras en la reflexión de enero, “Diseñando la mesa del cambio.¿Qué tipo de intervención es más eficaz en la reparación de daños por desprotección infantil”, de Alberto Rodríguez, se ponía el acento en la necesidad de más intervención familiar en los procesos de protección a nuestros niños, niñas y adolescentes, en la reflexión de este mes yo quiero escribir sobre el trato dado a la familia o, mejor dicho, a las familias, en el sistema de protección y otros recursos comunitarios y proponer algunas mejoras de intervención psicosocial.

Siguiendo una de las máximas de este blog, Renovando desde dentro, comparto la idea de familia en sentido amplio y, por tanto, en el sistema de protección se trata no solo de la familia biológica de los niños, niñas y adolescentes, sino de la familia como un continuo que, partiendo de la familia biológica, puede pasar también por la familia de acogida y la familia adoptiva del niño, niña y adolescente, cuando estas se contemplen en su procedimiento de protección.

El sistema de protección debe contemplar a todas ellas, tenerlas en cuenta, hacerlas partícipes del proceso de protección de sus hijos e hijas en lo que a cada una de ellas le corresponda y respetarlas. El no hacerlo debidamente supone un desperdicio de recursos imperdonable, y además es inaceptable y reprochable para cuantos trabajamos en ello.

Con excesiva frecuencia las instituciones, las organizaciones, los y las profesionales de la protección, familiares y conocidos y técnicos del resto de recursos comunitarios hemos culpabilizado a las familias de los niños, niñas y adolescentes de los males originales, la falta de avances y hasta de los fracasos técnicos, cuando no cumplen con nuestras irreales y erráticas expectativas.

Se podría incluso pensar que nuestro sistema se asienta en muchos momentos sobre el señalamiento y el ensañamiento con los causantes del daño y sufrimiento causado a los niños, niñas y adolescentes a los que hay que proteger. No hay dudas a la hora de señalar que la familia biológica es la causante de los malos tratos y sufrimientos infligidos. Tampoco se le considera en demasiadas ocasiones capaz de contribuir en el proceso de protección y de haber aportado también algunas experiencias positivas constituyentes, de un legado, propiedad de sus hijos e hijas en protección. Lo que no alcanza los niveles exigidos en algunos manuales de evaluación y códigos de buen trato no suele ser considerado apropiado, ni digno de conservación. Pero lo cierto es que en las memorias de muchos niños, niñas y adolescentes de protección hay buenos recuerdos y buenas experiencias con sus familias de origen.

Pensábamos que las familias de acogida y las familias adoptivas de los niños, niñas y adolescentes del sistema de protección podían escapar a este trato y cada vez vemos más familias que se quejan del trato recibido cuando piden ayuda y recursos. Y reciben ese trato porque no pueden cubrir los objetivos de reparación deseados o señalados desde unos programas que contemplan sus dificultades como torpeza, fracaso y mala praxis. Y esto se produce cuando, además, el propio sistema de protección todavía desconoce y no se espera la existencia de ciertos conflictos, crisis y procesos identitarios de sus protegidos. Las expectativas de reparación y los logros esperables con ellos y ellas, víctimas de abandono y adversidades graves en edades tempranas, no cuadran, ni coinciden, ni son posibles con la inversión actual y los programas de seguimiento desarrollados para hacer frente a las secuelas. Son muchas las familias de acogida y adoptivas que con todo su potencial de “amor”, idoneidad y buenas prácticas se ven impotentes y solas ante el sufrimiento y daño de sus hijos e hijas. La incomprensión y la mirada sospechosa la reciben de sus entornos cercanos y de bastantes profesionales de los diversos recursos comunitarios.

En la protección de estos niños, niñas y adolescentes, con cierta frecuencia su familia, o sus familias en plural, no salen muy bien paradas, ni tratadas. Estas sienten que se les culpabiliza en exceso, que molestan, que no se les quiere cerca, que no se cuenta con ellas lo suficiente y no entienden ni por qué ni para qué las instituciones, las organizaciones y los profesionales les tratan de esa manera.

Pero como el objetivo de este blog no es solo la reflexión crítica o la queja, quiero dejar aquí de señalar los errores de trato a la familia o familias y a destacar algunas buenas prácticas de la intervención psicosocial que pueden facilitar su integración como protagonistas y artífices de la protección de sus hijos e hijas. A la vez que hemos visto cosas que no hay que hacer, hay también instituciones, organizaciones y profesionales capaces de incorporar a las familias al proceso protector y facilitar el que sean recursos imprescindibles, valiosos y válidos. ¿Qué hacen para ello?

Propuestas de intervención psicosocial con la familia de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes con medidas de tutela, acogimiento o adopción

Estas propuestas vienen sobre todo del intercambio con otros profesionales y del modo en que en nuestra cooperativa (Agintzari) queremos mirar y ver a las familias con las que trabajamos. Somos sistémicos convencidos, creemos en la fuerza de la comunidad y, por tanto, no podemos concebir la protección sin la participación de todos sus protagonistas. En el año 1991 fui becado por el Ministerio de Asuntos Sociales de Alemania para asistir durante cuatro meses a un curso internacional con otros veinte profesionales de muy diversos países. Los recursos y programas conocidos nos ayudaron a diseñar algunos de los proyectos y recursos que hoy gestionamos. Por otro lado, cuando en el año 2000 visitamos los servicios de protección a la infancia de Berlín (Alemania) de la mano de programas de intercambio para profesionales patrocinados por la Unión Europea, nos topamos con un sinfín de buenas ideas y de buenas prácticas que nos trajimos para Bilbao.

Un primer hallazgo que ya nos forzaba a cambiar de idea ante la concepción de la familia biológica en los procesos de acogida y adopción, fue la denominación como familia “donante” (abgebende Familie, abgeben es un verbo con los siguientes significados:entregar, dejar, dar, ceder, pasar). Usaban también la denominación de familia de origen (Herkunftsfamilie), pero la idea de donación sonaba provocadora y curiosa. Había modos de trabajar con la familia para que hiciera la entrega voluntaria de su hijo o hija y para que participara. La familia biológica como la que pone, dona, entrega al niño o la niña en las situaciones de acogimiento y adopción era un modo de trato, algo posible, que rápidamente nos pusimos a diseñar. Nos fascinó esta posibilidad y nos ayudó a proponer situaciones similares sobre todo en los procesos de acogida familiar, adopción y otros programas.

La experiencia nos permite asegurar que, en un contexto de acompañamiento profesional, las familias pueden perfectamente y legalmente cooperar en los procesos de protección (preservación, acogida residencial, acogimiento familiar, adopción, incorporación a la vida adulta…) de su hijo o hija. Esto implica, entre otras acciones, las tomas de decisión, las tareas auxiliares en la acogida residencial, la selección de la familia, la preparación del niño o de la niña que se va a entregar, la preparación de su futura familia acogedora o adoptiva, la entrega a su nueva familia, el seguimiento, el apoyo a crisis y conflictos con el sistema y, por supuesto, en futuras búsquedas de orígenes y relaciones posteriores.

En la visita-estudio a Berlín, en el año 2000, contactamos con una educadora social que había entregado de joven a su hijo en adopción. En aquellos momentos asesoraba a grupos de madres biológicas para acompañarlas en el difícil y doloroso proceso de entrega y encomienda de sus hijos e hijas a sus nuevas familias. Esta entrega y encomienda implica una concepción más amable y consciente del proceso de cesión y un bálsamo significativo para las familias del presente y del futuro.

Esta misma educadora nos dio información sobre una asociación de autoayuda de madres biológicas que informaban, preparaban, acompañaban a madres que quisieran entregar a sus hijos e hijas tanto en acogida residencial, como familiar o adopción. Lo hacían desde la convicción de que ellas eran así útiles para sus criaturas y sus futuras familias. Se sentían colaboradoras y partícipes de un proceso sin la perjudicial y traumática actuación de incógnito ni cesiones a la fuerza. El nombre de la asociación era muy curioso “Madres sin hijo” (Müttern Ohne Kind). Ellas consideraban su tarea como una responsabilidad maternal y colaboraban en el difícil proceso de transición entre unas y otras. Probablemente no es posible un proceso de entrega y donación más amable que este para los niños y niñas y sus diversas familias. A nosotros esta experiencia complementaria, nos inspiró y orientó considerablemente a mejorar el trabajo de información, preparación, acompañamiento, seguimiento y capacitación de las familias en primer lugar en el proceso de acogimiento familiar y posteriormente en las adopciones donde nos lo dejaron hacer.

Esto requiere también un pensamiento sistémico familiar de la transición de los niños y niñas entre sus diversas familias, además de estrategias y tiempo de trabajo con todas las partes. Siempre se nos ha mirado raro por tener esta visión y estas prácticas en nuestra cooperativa, Agintzari. El pensamiento y la consiguiente praxis de que unas familias son las sustitutas de otras nos parece inadecuado. Las familias son complementarias y cada una aporta a los niños, niñas y adolescentes sus diversos legados.

Es bueno informar, acompañar y pedir permiso a la familia que va a entregar a su hijo o hija siempre que se pueda, pensando que son muy pocas veces cuando esto no se puede hacer. Ayudarles a elaborar sus duelos, sus sentimientos de fracaso y pérdida, las bondades de la solución familiar frente a la residencial, que muchos familiares biológicos han experimentado…, todo ello les predispone a la colaboración en la preparación de sus hijos e hijas para ser entregados, les hace asumir responsabilidades para el futuro, aportar sus legados de una forma natural e incluso colaborar en las crisis y dificultades que sus hijos e hijas puedan tener a lo largo de las diferentes etapas evolutivas durante su acogida familiar o su proceso adoptivo. Teniendo estas praxis las familias pueden sentirse y ser consideradas competentes, útiles y protagonistas. Cada cual a su manera pueden también construir red de ayuda mutua ante las dificultades de los niños y niñas y no se desperdician energías en procesos estériles y letales de apropiación (considerar que la única familia aceptable es la de acogida o la adoptiva).

El acompañamiento a madres, padres y familiares de los menores tutelados en los momentos de progresar hacia el acogimiento residencial, familiar, o la adopción es una manera técnica de ayudarles a hacer una transición de la negligencia y desprotección hacia la responsabilización como “madres, padres, familiares sin hijo o hija a cargo”, pero presentes con sus aportes a su crianza. La superación de los prejuicios y recelos de los diversos integrantes de las diversas familias, de los profesionales y del sistema de protección tiene como consecuencia, no solo un modo de mirada distinta, sino además un buen trato y unos cuidados que redundan en el interés superior del niño, niña o adolescente.

Tareas de los padres, madres y familiares

Pensamos que estas son las tareas y funciones que pueden asumir las familias biológicas en las situaciones de acogimiento residencial, familiar o adopción de sus hijos e hijas como “madres, padres, familiares que ceden a su hijo o hija” cuando se les prepara y se les acompaña con respeto, solvencia y mimo:
.- Notificación al hijo o hija de la separación por parte de sus familiares biológicos, explicándoles los motivos e informándoles de su aceptación y permiso para convivir y querer a sus nuevos familiares. Esta notificación puede ser vivida con dolor, pero también como una encomienda y un permiso para vincularse con las nuevas personas
.- La transición entre familias y el consiguiente duelo adaptativo que sufrirán los niños, niñas y adolescentes tendrá menos riesgos de generar excesos de sufrimiento y la frecuente traumatización que han generado en nuestra cultura protectora las rupturas y separaciones abruptas. En el ingreso en centro de acogida residencial, el acompañamiento familiar por parte de la familia biológica se puede hacer también con estos métodos.
.- Rituales de entrega, presentación, encomienda y recomendaciones a los técnicos del centro residencial y a las familias acogedoras o adoptivas por parte de la familia biológica, con la colaboración y mediación de los profesionales, que ayudarán a rebajar la desconfianza mutua, tensiones y temores.
.- La elaboración del legado y de la historia familiar con aportes de datos reales de la biografía familiar y personal de sus miembros es una tarea progresiva y evolutiva que facilita en buena parte la reparación del abandono y de los malos tratos infligidos. La historia, por muy cargada que esté de experiencias de dolor y sufrimiento, debe ser narrada y explicada de forma coherente y cuidadosa, y para ello las familias necesitan ayuda y acompañamiento. La experiencia nos viene a confirmar lo que nos dice Boris Cyrulnik, que, aunque en las historias y biografías familiares de los niños, niñas y adolescentes víctimas de abandono en edades tempranas hay dolor y sufrimiento, este tiene una esperanza frente al horror total que generan los silencios y la falta de transparencia en torno a las adversidades y abandono sufridos. Así, hemos podido comprobar que las historias de vida malas y potencialmente patologizantes son historias y narraciones incompletas, mal elaboradas e incoherentes. Ayudarles a poner orden, lugares, personas, emociones, acontecimientos, fechas… con narraciones libres de juicios y prejuicios es algo que todos agradecemos y es la forma de que historias que podrían ser de terror tengan sentido, significado y aporten claves para reconciliarse con el pasado doloroso.
.- Las familias biológicas deben de poder dejar, con el debido acompañamiento profesional, documentos, fotografías, objetos, medallas, joyas, prendas, juguetes, recordatorios, cartas que posibiliten a los niños, niñas y adolescentes separados de sus orígenes construir su identidad sin trabas, tabúes y ausencias significativas.
.- El acoplamiento en familia de acogida o familia adoptiva se puede hacer mediante la colaboración de la familia biológica con las familias de acogida o adoptivas. Y se puede realizar desde sus respectivos hogares y lugares geográficos, donde las idas y venidas entre unos y otros, cuando sea posible, facilite la integración de los diversos mundos de referencia en la identidad de los niños, niñas y adolescentes. Es recomendable limpiar las dolorosas sensaciones de destierro que provocan las medidas protectoras y hacer lo imposible para que los cambios geográficos algún día puedan desaparecer porque nuestros niños, niñas y adolescentes encuentren y tengan su respuesta protectora en su propia comunidad, barrio, pueblo o ciudad. Lo familiar y lo local y comunitario son aspectos del legado y de la identidad que también deben ser cuidados y promovidos por el sistema de protección. Las visitas regulares a los hogares, barrio y lugares donde uno ha vivido y crecido con los suyos es una práctica muy tranquilizadora. Son lugares y espacios generadores de pertenencia e identidad y facilitan la aceptación de la medida protectora.
.- El seguimiento de los profesionales a las diversas familias y el aprovechamiento de las visitas y lugares de encuentro de los niños, niñas y adolescentes con sus familias biológicas sirve para la notificación de los progresos, las explicaciones y comunicaciones que sean precisas entre las partes sobre los progresos e incluso las dificultades y ayudas necesarias a los interesados y sobre todo para la coordinación interfamiliar. Para los niños, niñas y adolescentes ver coordinadas, juntas y verles actuar juntas en algunas ocasiones a sus familias les aporta seguridad, identidad y sobre todo un sinfín de oportunidades para la reparación y reconciliación.
.- La reparación es un deber significativo de quienes han causado los daños y se puede hacer de muchas maneras para los niños, niñas y adolescentes. En ocasiones puede ser interesarse por los resultados académicos y validar los avances y progresos. Se puede hacer con actividades de ocio y juego programadas, con celebraciones de cumpleaños y fiestas significadas. Con transmisión de historias y anécdotas de la vida familiar e incluso reconociendo explícitamente el daño causado y la culpa sentida por la ausencia de cuidados, malos tratos o situaciones de peligro vividas. Que las familias biológicas pidan perdón y disculpas a los niños, niñas y adolescentes protegidos por los errores, lesiones y daños causados, ayuda a los propios niños, niñas y adolescentes a no repetir los mismos errores de sus padres y madres y a afianzarse en los modelos funcionales de sus familias de acogida y adoptivas. Invertir tiempo y acompañamiento profesional en estos acompañamientos es una inversión que protege de forma considerable.
.- La búsqueda de orígenes y la mediación de orígenes entre la familia biológica y las de acogida y adoptivas tiene que tender hacia algo temporalmente más natural, continuo y permanente y dejar de ser ese acontecimiento vivido frecuentemente como puntual, extraordinario, peligroso y de alto riesgo. El silencio y la ausencia de relato causa más daño que las realidades vividas. Se tiene que tener un cuidado muy especial en los elementos constitutivos de una narración sana, que debe ser lo más completa posible, coherente, veraz y desprovista de juicios. Los juicios con sus correspondientes reacciones emocionales son la prerrogativa de los niños, niñas y adolescentes y les ayudan a integrar la complejidad de sus vida e identidades.

También las familias acogedoras y adoptivas son tratadas como maltratantes, negligentes y culpables de los males y trastornos de sus hijos e hijas

No hace muchos años, en un encuentro de la confederación de asociaciones de familias de acogida y adoptivas de Alemania (PFAD) tituló una de sus reuniones con el siguiente lema: “Familias de acogida y adoptivas, de la alabanza al reproche”. Tradicionalmente estas familias suelen jugar en el equipo de “los buenos”, pero dado el perfil de niños, niñas y adolescentes que se acogen o adoptan pueden llegar a cambiar al bando de “los malos”. Las secuelas y daños que sufren una buena parte de sus niños, niñas y adolescentes, junto con las dificultades propias de sus desarrollos alterados por las adversidades y la escasez de recursos especializados, hacen que sus crianzas y procesos educativos abunden en exceso de tensiones, o que algunos y algunas pasen por graves situaciones de riesgo, y que no pocas convivencias pasen por ruptura. Es en estas situaciones donde las familias acogedoras y adoptivas pueden ser cruelmente juzgadas y tachadas de incompetentes.

Los procesos de abandono y sus graves secuelas por las adversidades vividas en edades tempranas suelen tener un eco escandaloso en la pubertad, adolescencia y entrada en la vida adulta de los jóvenes tutelados, acogidos y adoptados. Son muchas las piedras en el camino que se encuentran especialmente sus familias de acogida y adoptivas por parte de sus amistades, familiares, profesionales de la enseñanza, de los servicios de salud e incluso del sistema de protección cuando acuden pidiendo ayuda con auténtica desesperación, agotados y sin recursos.

La adversidad temprana en combinación con la adolescencia, si además confluye la racialidad y otras posibles diversidades y acontecimientos como el fracaso escolar (causado por un sistema educativo que no les atiende ni entiende), las dependencias, los trastornos de salud mental no diagnosticados ni tratados, y cualquier conducta de riesgo posible… va a suponer una cadena de crisis y conflictos de toda índole que dificulta la integración personal, social, emocional y familiar de estos niños, niñas y adolescentes. La interacción de estos factores no es culpa de las familias. Son la consecuencia de una tribu, de una comunidad que no entiende, que no ayuda, que despista por ignorancia y busca siempre la culpa en los más cercanos, llegando a catalogar como fracaso lo que bien tratado es una crisis importante, que tiene que ser abordada con seriedad y compromiso por toda la comunidad.

Que los niños, niñas y adolescentes de acogida familiar o adopción vuelvan al sistema de protección es vivido como un fracaso de sus familias de acogida o adoptivas, del cual todos los demás recursos comunitarios son “inocentes”. Familiares críticos y distantes, enseñantes impotentes, psicólogos empoderados de nuevas técnicas parcialmente eficaces o inútiles, psiquiatras, educadores de preservación… Todos ellos y ellas desconocedores de las situaciones y necesidades de estos niños, niñas y adolescentes, con miedo en el cuerpo, movidos inesperadamente de sus zonas de confort, a menudo con cierto enfado y con una gran decepción por ver no cubiertas sus irreales expectativas de reparación y curación, pueden llegar a arremeter sin piedad contra familias comprometidas, vinculadas, pero también agotadas y sin recursos, que probaron de todo lo que ha circulado como solución en sus foros de referencia.

Estas familias dolidas y en soledad con frecuencia se plantean tirar la toalla y se llegan a creer lo que este contexto de protección y comunitario enloquecido les propone. No es raro que incluso se lleguen a dictar medidas protectoras contra estas familias como si de maltratantes se estuvieran ocupando. Estos niños, niñas y adolescentes no precisan ser protegidos de sus familias sino ser reconectados.

La mayor parte de los casos difíciles que conocemos, no se trata de fracasos, aunque puedan darse rupturas de convivencia. Estas pueden ser necesarias para recomponer las relaciones y reconducir algunos procesos de salud mental y los tratamientos oportunos. Algunas vidas familiares se han convertido en auténticos infiernos por la cantidad de conflictos acumulados por los adolescentes y jóvenes acogidos y adoptados. Y repito que no es culpa de sus familias ni de los niños, niñas y adolescentes.

En nuestra experiencia la distancia física provocada y acompañada puede ayudar a mejorar en relativamente poco tiempo la situación, si se actúa de forma coordinada y sin quitar a las familias de en medio. Con frecuencia estos adolescentes y jóvenes, víctimas de adversidades tempranas cuyas secuelas les impiden un adecuado autocontrol emocional en medio de una inmadurez generalizada, con falta de recursos personales, fracaso escolar, trastornos de salud mental, consumos de alcohol y drogas, relaciones de dependencia emocional de sus parejas, fugas del domicilio, comisión de hurtos y delitos… necesitan una contención, un control y unas terapias que las familias no tienen a su alcance.

En esta vorágine y situación de crisis generalizada, estos adolescentes y jóvenes necesitan límites, pero también la presencia afectiva y emocional de sus familias y personas acogedoras y adoptantes. A una distancia óptima que les facilite la reparación de las relaciones y la seguridad de que no van a volver a sufrir de otro abandono más y para siempre. Convivencia dañada e interrumpida no es sinónimo de ausencia e inutilidad del vínculo afectivo creado durante años de buenos cuidados y atenciones. La estrategia debería consistir en dar cobertura a las necesidades básicas de contención, salud mental, rutinas y orden para que los adolescentes y jóvenes puedan volver a reconectar y activar sus vínculos emocionales y superar las dificultades de la edad y el desarrollo disarmónico.

Propuestas de atención y cuidado a las familias de acogida y adoptadas que precisan la ayuda

Teniendo en cuenta lo dicho, ¿qué se puede hacer con las familias en la circunstancia de que se hace necesario un ingreso en centro de acogida de sus niños, niñas y adolescentes? Desde nuestra experiencia en rupturas proponemos las siguientes estrategias:
.- No dar crédito a ciertos mensajes de los chicos y chicas donde sus quejas están únicamente dirigidas a acusar a sus acogedores o adoptantes de padres y madres de exceso de rigidez. Sus quejas pueden y suelen estar lastradas por unos excesivos descontroles emocionales provenientes de sus adversidades tempranas y acompañadas de desacato a la autoridad parental, conductas de riesgo (absentismo escolar, compañías peligrosas, incumplimiento de horarios y rutinas, fugas…).
.- Evitar alianzas perversas con estos adolescentes en contra de sus acogedores o adoptantes. Pueden llegar a ser muy convincentes y seductores y defienden muy bien sus intereses y derechos, pero cojean en rutinas, elaboración de orígenes y cumplimiento de deberes.
.- Si se produce ruptura de convivencia, no aislar a los adolescentes de sus figuras parentales de acogida o adopción. Es útil programar visitas y encuentros breves, aunque el adolescente rechace dichas visitas. Hay que animar a sus acogedores y adoptantes a mantener la presencia y a no tirar la toalla.
.- Hay que pedir a los adolescentes respeto por sus acogedores y adoptantes y favorecer que la familia tenga actos de magnanimidad y oferta de continuidad de relación, confirmando su disposición a no abandonar a su hijo o hija con hechos y presencia.
.- Si hay internamiento en centro de acogida, es conveniente hacer a los acogedores y adoptantes partícipes de las tomas de decisión y de tareas de acompañamiento a su hijo o hija (gestiones, visitas médicas o psicosociales, compra de ropa…). Delegar en acogedores y adoptantes todas las tareas que se puedan. Lo que puedan hacer acogedores o adoptantes que no lo hagan los educadores.
.- Es fundamental también mantener bien informados a los acogedores y adoptantes de los acontecimientos relacionados con sus hijos o hijas, de las rutinas en el centro de acogida residencial, en el centro escolar y en las acciones de ocio. Convendría poner al adolescente normas y rutinas similares o idénticas a las de su hogar familiar.
.- Promover las visitas (en el centro o en el domicilio familiar) y contactos tanto presenciales como telefónicos y posibilitar reuniones familiares y relaciones con la familia extensa.
.- No ofrecer a estos adolescentes el recurso de los pisos de emancipación. Si debe iniciar su vida autónoma que lo haga con los recursos y el apoyo de sus familias.
.- No juzgar ni calificar a estas familias como “negligentes” o “maltratadoras” si no hay motivos: conviene centrar los esfuerzos en la reconexión y en la reunificación. La vuelta del joven a casa con sus acogedores o adoptantes tiene que estar supeditada al cumplimiento de las rutinas de la familia de acogida o adoptiva y de los tratamientos rehabilitadores, médicos, farmacológicos o psicoterapéuticos que se consideren oportunos.
.- Establecer una alianza manifiesta con la familia de acogida o adoptiva y que sea evidente la colaboración entre equipo educativo del centro y el padre o la madre para el adolescente. Es necesario empoderar a sus adultos de referencia todo lo que sea posible y promoviendo contactos, relaciones y presencia de las figuras de referencia del adolescente internado en centro de acogida.
.- Diseñar medidas e intervenciones específicas para fortalecer el papel y la participación de las familias acogedoras y adoptivas en el sistema de protección, fomentando su asociación y el que desarrollen programas que favorezcan sus propias necesidades y las de sus hijos e hijas.

Conclusión

La familia biológica puede ser el origen de los problemas de los niños, niñas y adolescentes necesitados de protección, pero también puede ser un recurso valioso cuando se le dedican cuidados y atenciones. El buen trato no cae nunca en saco roto. Con estas medidas tan sencillas puede ser los adolescentes acogidos en familias o adoptados reconectados con sus familias de referencia y acortarse la estancia en el centro de acogida residencial, cuando la ruptura de convivencia se considere necesaria. La interrupción de la convivencia no impide el mantenimiento de los vínculos y puede ser una oportunidad para una puesta a punto tanto de las familias como de sus hijos e hijas. Lo que con frecuencia el sistema de protección lo vive como un fracaso puede convertirse en una nueva oportunidad de cambio y mejora.

Es importante también recordar a las organizaciones de familias, especialmente a las de acogida y adoptivas, de su responsabilidad en el trato y los cuidados que reciben de instituciones, organizaciones y profesionales. Mientras no alcen la voz, den a conocer su situación y reclamen, promuevan y exijan otros modos de actuación, cuando algunas crisis adolescentes les desborden, habrá quien siga tratándoles como los causantes de los problemas de sus hijos e hijas y como familias fracasadas e incapaces de aportar soluciones.

A modo de conclusión es importante volver a insistir en que el trato y los cuidados a las familias de los niños, niñas y adolescentes en protección en los términos que proponemos pueden hacer que sus familias sean tenidas en cuenta como parte de la solución de las necesidades de protección y no como el problema que debe ser apartado. Desde estas páginas os invito a experimentar en vuestras intervenciones estas sencillas estrategias para romper los moldes con los que se forman nuestros prejuicios, ignorancias y temores ante las familias. También pongo a disposición de quien lo desee los materiales y documentos trabajados que os puedan servir de guía y referencia. Y ante todo no dejéis de compartir estas experiencias con todo vuestro entorno.