"Firmamos una preadopción", alega la familia que acogió a la niña
A Miguel Ángel Pérez y Helga Cascos les dieron a una niña en régimen de preadopción. Se la llevaron a su casa en mayo y durante seis meses vivieron con ella como si fuera su nueva hija, la tercera, después de otras dos niñas que adoptaron, las dos extranjeras. Era la recién llegada. Solo les quedaba esperar a que el Instituto Madrileño del Menor y la Familia les concediese la adopción definitiva.
No fue así. El 19 de octubre les comunicaron que la madre había aparecido y que se estaba pensando devolverle a la niña. Cosa inusual, ya que las preadopciones parten de la necesidad de romper los lazos del menor con la familia biológica.
¿Qué ocurrió, entonces? "Un error", explican desde la Consejería de Familia y Asuntos Sociales. Un error sustancial.
No fue así. El 19 de octubre les comunicaron que la madre había aparecido y que se estaba pensando devolverle a la niña. Cosa inusual, ya que las preadopciones parten de la necesidad de romper los lazos del menor con la familia biológica.
¿Qué ocurrió, entonces? "Un error", explican desde la Consejería de Familia y Asuntos Sociales. Un error sustancial.
Según expuso ayer una portavoz del Instituto del Menor, en algún paso de los trámites relacionados con la niña su caso descarriló, pues, de alguna manera que no se precisa, se firmó un contrato de preadopción con Miguel Ángel Pérez y Helga Cascos (ambos de 41 años) cuando lo que se pretendía era darles a la niña en acogida, es decir, como huéspedes temporales hasta que se comprobase si la madre biológica podía hacerse cargo de la niña, que ahora tiene dos años y medio.
La familia asegura que no supo nada del "error" hasta octubre, cuando, según su versión, se lo comunicó en persona el director del Programa de Acogimiento del Instituto del Menor. "Nosotros nunca pedimos un acogimiento", afirma Pérez; "firmamos una preadopción".
Este documento lo refrendaron el 31 de mayo de 2010. En él se estipulaba que la intención del Instituto del Menor era "promover judicialmente la adopción de la niña a corto plazo". De acuerdo con la descripción de los hechos de la Consejería de Familia, el contrato fue papel mojado desde el principio, ya que se debería haber firmado uno de acogida. ¿Por qué?
La enrevesada historia de la chiquilla, que por el momento sigue viviendo con su nueva familia, empezó el 26 de febrero de 2010, el día que su madre la dejó al cuidado de otra mujer, según detalla un informe técnico sobre el caso del Instituto del Menor. El tres de marzo la cuidadora lo entregó al Centro de Primera Acogida de Alcorcón. Las "opacas" explicaciones de esta persona sobre el paradero de la madre, dice el documento, no permitieron determinar si la había abandonado. En primer lugar, el Instituto del Menor supuso que había sido así.
De ahí viene la primera propuesta de la Comisión de Tutela del Menor, optar por darla en adopción (7 de abril). La idea duró menos de un mes, ya que el Instituto descubrió luego que la misteriosa cuidadora había entregado en el pasado a otra menor cuya madre acabó apareciendo y recuperándola. Esto congeló la hipótesis del desamparo. Así, el cinco de mayo, la Comisión acordó que la niña fuese entregada en "acogimiento familiar permanente". Consideraron que debían dar tiempo a una posible reaparición de la madre biológica.
La niña, sin embargo, fue dada en preadopción, un supuesto fallo burocrático que se enmendó cuando apareció la madre. La familia de acogida sostiene en una denuncia que ha enviado a la Fiscalía de Menores que la razón que le ha dado el Instituto para anular la preadopción es que al fin se ha localizado a la madre biológica, que vive en un centro de acogida y es testigo protegido en un caso de trata de mujeres. Los denunciantes afirman, además, que en una reunión (15 de septiembre) se vieron "forzados" a firmar un documento de "acogimiento provisional"; creían que les retirarían a la niña de inmediato si no lo hacían.
La atribulada vida de la niña permanece en suspense. El Instituto del Menor pretende hacer valer el derecho de la madre biológica de tener a su hija, en caso de que compruebe que está en condiciones para ello. Helga Cascos y Miguel Ángel Pérez se aferran a su contrato legal y exigen que se ponga por encima de todo el interés de la niña.
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