La defensora de los derechos de los niños que apoya el trabajo infantil.

   Patricia Ruiz, 
      



Tania Pariona, lider indígena y de los derechos de los niños y niñas trabajadoras de Latinoamérica y diputada del Frente Amplio de PerúLa diputada indígena peruana Tania Pariona, líder de los derechos de los niños y niñas trabajadoras de Latinoamérica y diputada del Frente Amplio de Perú. 

Tania asegura que "siempre que sea digno, el trabajo infantil puede ser positivo para los niños".

"Diferenciamos entre la explotación y otras formas de trabajo en las que los niños tienen poder de decisión y un papel importante para su país y su familia".

"Un niño trabajador es visto siempre como un pobre, excluido y explotado, pero nadie cuestiona en Europa que un niño sea actor".

Captura del documental de los niños trabajadores de Bolivia.
Vídeo: Polémica sobre la ilegalización del trabajo infantil en Bolivia
Cuando tenía 10 años, Tania Pariona trabajaba y estudiaba. 

El peso de esa experiencia, asegura, recae sobre su defensa del empleo infantil en condiciones dignas. Sus recuerdos de aquella época, en la que se organizaba con sus compañeros para defender sus derechos por sí mismos, le empujan a cuestionar desde el Congreso peruano el "paternalismo" con el que, dice, suele observarse a los niños trabajadores. 


La diputada indígena peruana y líder del movimiento de los niños y niñas trabajadores de Latinoamérica defiende que no se incluya en el saco de la explotación infantil muchos trabajos que, en su opinión, "dignifican a los niños, les hacen crecer en valores y mejoran su desarrollo educativo".

Insiste en que bordar tejidos durante su niñez le permitió aprender el arte de sus antepasados indígenas. Vender gelatinas en el mercado, añade, contribuyó a comprar su material escolar. "Lo hacía porque quería, y lo hacía feliz", reitera la líder indígena. En ningún momento dejó de estudiar. 

No siempre ocurre así. Alrededor de 17 millones de niños indígenas trabajan en América Latina en labores agrícolas o desempeñan en las ciudades actividades domésticas, en la construcción o como vendedores ambulantes, según datos de la OIT. "Parte de ellos pueden estar sometidos a labores que se identifican dentro de la explotación infantil", recuerdan desde la Agencia de la ONU para la Infancia.

La distribución que Unicef considera necesaria para el correcto desarrollo de un niño consiste en ocho horas para estudiar, ocho horas para jugar, ocho horas para dormir. "No es que un niño no pueda ayudar a sus padres en una tienda los sábados por la mañana o colaborar en el campo, pero hay que tener siempre en cuenta que si está trabajando, alguna de esas tres partes se resiente", puntualizan desde Unicef.

Invitada a Madrid por Podemos, Tania  Pariona responde a las preguntas de eldiario.es para exponer su enfoque y explicar sus diferencias con respecto al punto de vista de otras organizaciones. Incide en diferenciar entre trabajo infantil en condiciones de explotación y el empleo digno, reiterando que la clave de la protección de la infancia está en ellos mismos: "Basta con saberles escuchar".

¿En qué se diferencia el discurso de su colectivo sobre el trabajo infantil del que hacen otras organizaciones como la OIT, el Banco Mundial o Unicef?
La consideración de la niñez que hacemos nosotros es distinta. Actualmente el discurso sobre la infancia es muy paternalista, sobreprotector y adultocentrista. El niño es visto como un objeto de sobreprotección, sin capacidades, no preparado, incapaz. Su opinión no vale. Y con ello se invisibiliza la capacidad de los niños para ser actores que construyen y defienden sus propios derechos, que eligen. La escucha y el derecho a participación de los niños en la sociedad actual están anulados.
En este sentido, un niño trabajador es visto como un pobre, excluido, explotado y, además, sin capacidades. Y esto no siempre es así. Se asocia al niño que trabaja con aquel que no va a la escuela, sin futuro, y todos esos clichés que, por lo general, han tenido un impacto fuerte dentro de la manera de abordar las políticas públicas de protección de la infancia.

¿Por qué no abogan por la abolición del trabajo infantil?
El trabajo infantil en sí mismo no es malo, pero sí algunas formas en las que se da. Ahí es cuando hay que denunciar y condenar la explotación. Nadie está de acuerdo con que se explote a los niños en ningún contexto. Pero tampoco se puede echar en el mismo saco todas las formas de trabajo, sin diferenciar cuáles pueden contribuir a la educación de estos niños, porque algunas pueden sumar al desarrollo de su conocimiento y sus capacidades.

¿En qué casos consideran positivo que un niño trabaje?
Bueno, pensemos en los niños en el campo, por ejemplo. En zonas donde la agricultura es la base de la subsistencia, ellos van creciendo y aprendiendo colaborando en la chacra, aprendiendo de las labores que hacen sus padres. Ese aprendizaje es mucho más que solo verlos labrando la tierra, porque tiene que ver con su entorno, su cultura, la relación del hombre con la naturaleza, con las responsabilidades que van adquiriendo en un contexto familiar y comunitario.
Nuestra crítica pasa precisamente por saber diferenciar entre aquellas formas de trabajo que sí son explotación, y otras en las que los niños tienen poder de decisión y una autoría importante para su país y su familia. Y no pierden su dignidad, por supuesto, sino todo lo contrario. Yo cuando era niña crecí en un espacio organizativo. Trabajaba y estudiaba a la vez, y eso me permitió educarme en valores y en derechos, en reciprocidad y hermandad con otros niños y otras culturas.
[La OIT reconoce que "no todas las tareas realizadas por los niños deben clasificarse como trabajo infantil que se ha de eliminar". En su último informe, la organización señala que "la participación de los niños en trabajos que no atenten contra su salud y desarrollo personal ni interfieran en su escolarización se consideran positivos. Ver también reciente doc de la OIT "Abordaje contra el trabajo infantil desde el Mercosur. Sistematización de la experiencia regional en prevención y erradicación del trabajo infantil" ].

La infancia es un colectivo especialmente vulnerable, ¿cómo se garantiza que no se les exponga en mayor medida a situaciones de explotación en un entorno laboral?
Yo no diría que la infancia es vulnerable, sino que está en una situación de vulnerabilidad. No es que sean de por sí seres indefensos, sino que los estados no garantizan sus derechos adecuadamente. En Perú, por ejemplo, tenemos una política nacional de protección de la infancia, con un plan escrito y concreto, pero que no está ni presupuestado.
Para mejorar esto hay que escuchar a los niños, dejar que se organicen. Un ejemplo de buena práctica en este sentido, también en mi país, es el de los 'CONOS', en Lima: consejos de niños y adolescentes dentro de las autoridades municipales, donde ellos mismos ponen la agenda de las cosas que les afectan, son consultados y opinan sobre las medidas políticas que les afectan.

¿Dónde está la línea roja en el trabajo infantil?
En el trabajo digno. Porque la explotación no es un trabajo, es explotación. Para que un trabajo sea digno para un niño debe tener garantizados todos sus derechos: acceso a la educación, a la sanidad, a la salud, a ser escuchados y a participar.
Si esto se logra, el trabajo permite el crecimiento de las capacidades de un niño, no las limita. Siempre que ellos decidan, claro. Porque trabajo digno también es eso: cuando un niño opta, elige, se siente feliz porque nadie le impone y nadie le dice "a ti te toca hacer esto". 

¿Y eso cómo se logra? ¿Cómo se asegura que un niño trabaje porque quiere y no por una situación de pobreza o necesidad?
Es evidente que hay contextos en los que esas situaciones de necesidad se dan, y tiene que ver con un problema de pobreza estructural. ¿Cómo se mide la libertad de un niño en esos casos? Yo creo que haciendo más estudios cualitativos que evalúen las circunstancias, para saber en qué medida estos chicos tienen opción de sentirse bien y de decidir.
En mi caso, por ejemplo, nunca tomé como obligación contribuir a la economía familiar, lo decidí libremente. Mi mamá tenía un puesto en el mercado donde vendía quesos y gelatinas, y yo quise ir a vender a las losas deportivas porque sabía que ahí habría más compradores. Conseguí vender en un día unos 200 helados, apenas gané 20 soles (unos 10 dólares), pero me sentí superbien porque sabía que con eso podía contribuir a que todos juntos tomásemos algo un domingo, o a tener más útiles en la casa.

Su postura es crítica con la prohibición de todas las formas de trabajo infantil. Hablan de excluir la explotación, pero, ¿por qué no concretan límites en la edad mínima o el tipo de trabajo?
Porque hay realidades que sobrepasan los marcos legislativos, y no por ello podemos invisibilizarlas o hacer que el Estado no cumpla con su responsabilidad política. ¿Qué pasa con los niños que trabajan con menos de 14 años, la edad mínima legal para trabajar en Perú? ¿No existen? ¿Están desprotegidos? ¿Son niños a los que hay que borrar? ¿A los que hay que sacar de las calles? Eso es por lo que se está optando ahora, una limpieza social. En lugar de proteger sus intereses y estudiar sus casos, los estamos tratando como un estorbo, porque están "faltando a la imagen pública del país".
Sobre las formas de trabajo, a veces tiene que ver con lo que está bien o mal visto. ¿Qué ocurre, por ejemplo, con los niños actores? ¿Por qué esas formas de trabajo no entran en la discusión sobre el trabajo infantil? Claro, les vemos actuar y nos encanta, pero lo que hacen es trabajo también. Nadie pone en duda en estos casos que lo que están haciendo les está aportando cosas buenas, y que pueden estudiar a la vez.
¿Condiciona el trabajo infantil las oportunidades de futuro de ese niño?
Cuando escucho algunos discursos de la OIT o el Banco Mundial, en los que se tacha al niño que ha trabajado como un niño fracasado, no es tan cierto. Los jóvenes de mi generación que hemos estado involucrados en el movimiento por la defensa de nuestros derechos como niños y trabajadores hoy estamos mucho más comprometidos con el cambio social, hemos accedido a estudios superiores y alcanzado niveles grandes de profesionalización. 
Limpiabotas, niños que vendían helados en la zona, vendedores ambulantes... hoy son chicos profesionales, antropólogos, facilitadores de procesos, etc. En todos esos casos, el hecho de haber trabajado y haberse organizado para defender sus derechos como niños trabajadores ha hecho de ellos mejores ciudadanos.

¿Es posible compaginar los trabajos de estos niños con el colegio sin que esto repercuta en su rendimiento?
Depende mucho de los horarios. Yo, por ejemplo, trabajaba en mis días libres y los fines de semana, pero siempre tenía y sabía que debía responder a la escuela. Claro que es posible, y no es una carga o una obligación. Muchos se sorprenderían al hablar con ellos y ver cómo estos chicos se organizan tan bien ellos solos, sin que sea una carga.
Yo invito a todo el mundo a que conozca la situación a través de lo que explican ellos. Solo así podemos evitar un discurso sesgado y conocer las realidades de las infancias, porque no hay una única infancia homogénea y monocultural.

El discurso actual y legislativo sobre el trabajo infantil y la protección de la infancia, ¿tiene en cuenta esta multiculturalidad de la infancia?
No siempre. Recuerdo un profesor de una escuela rural que estaba en contra de que los niños aprendieran el arte de su pueblo porque decía que "eso ya no servía". Pese a que es el saber más cercano y que tiene un vínculo identitario enorme para el niño.
En las políticas públicas hacemos algo parecido. Estamos asistiendo a un discurso mayoritario que construye cómo debe ser la niñez a partir de un único niño modelo, basado en una visión casi europea. Así estamos creando niños sin voz, invisibles.

Entre la violencia y la paz: Novelas, cuentos y poemas...para hacer habitable el mundo para niños y jóvenes a pesar de las injusticias.

Ahora que recordamos la matanza del 68 en México y el segundo año de Ayotzinapa, 
y que Colombia pone en jaque su proceso de paz, 
María Fernanda Maquieira, Pilar Lozano, Inés Garland, Jeannete Winter, Nuria Santiago, María Baranda, Perla Suez y Lola Larra
nos hablan de crímenes de Estado, desapariciones forzadas, guerra y estudiantes en lucha, para nombrar y recordar.





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Ilustración de Vicente Reinamontes 
para “Al sur de la Alameda” (Ekaré, 2014).

Ellas recuerdan. Y no lo hacen para informarnos o dar cátedra histórica de la dictadura militar argentina, la guerrilla colombiana, el régimen talibán, el crimen organizado en México o las movilizaciones estudiantiles, escriben para contarnos una historia. Hay memoria y dolor, pero primero están los personajes y sus deseos. 

Sobre la pertinencia de ubicar a esos personajes en contextos violentos en la literatura para niños y jóvenes, dice María Fernanda Maquieira: “Creo que en la LIJ caben todos los temas, aún se traten cuestiones difíciles, duras, traumáticas como el abandono, el desamor, la desaparición, la violencia, las guerras, la muerte. Y la historia reciente de nuestros países, con todos sus dolores, es uno de los tópicos que considero pertinentes”.
Pero, otra vez: “Debe prevalecer la historia y no perder de vista el hecho estético. Es decir que el tema no se imponga al hecho literario”, continúa Maquieira. Y además: “Creo que debe haber un abordaje acorde a la edad y a la emoción de los niños, un cuidado porque en el texto haya una tabla de salvación que de alguna manera les permita elaborar el duelo, la pérdida, la tristeza. Y ese abordaje debe ser con verdad, emoción y empatía con el lector”.

También Michèle Petit parece ofrecernos una respuesta cuando afirma que: “La lectura no puede, como tampoco el dibujo, reparar los desórdenes del mundo ni tener en todas las ocasiones una función catártica. Sin embargo, entre más violento e insensato es el contexto, más vital resulta mantener espacios de respiro, de ensueño, de pensamiento, de humanidad. Espacios en los cuales rehacerse, en los cuales mantener la propia dignidad”.

Aquí, entonces, ocho libros que, sin apartarse de esa difícil realidad, la trastocan.

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1. RompecabezasMaría Fernanda Maquieira, Alfaguara, 2013.

Ganadora del Premio Fundación Cuatrogatos 2015, Rompecabezas es primero una novela de amigas inseparables, “Las Chicas de Siberia”, que crecen, empiezan a enamorarse y se cuentan todo en la cotidianidad del colegio, entre tareas, bromas, dudas y primeros besos. Pero ese entorno, que sentimos familiar, va transformándose poco a poco con una guerra que estalla en las Malvinas (con reclutas muy jóvenes, uno de ellos hermano de un compañero del cole), las composiciones escolares sobre “Patria”, “Soberanía” y “Amigos soldados” que están obligados a escribir, las manifestaciones de las madres que buscan a sus hijos en una plaza y la repentina huída de una amiga: Gabi. Este hecho reavivará en Mora, la protagonista y narradora de esta historia, la duda central en su vida: ¿dónde están sus padres? ¿qué pasó con ellos? Mi vida era un curso intensivo de ausencias y espacios vacíos, de preguntas con respuestas múltiples, de fantasmas y secretos. 
Un rompecabezas, como metáfora perfecta del crecimiento, que el lector querrá armar y rearmar, él también, tras la pista de esas piezas que a todos nos faltan. 

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2. Era como mi sombraPilar Lozano, Ediciones SM, 2015.

Yo tenía algo muy claro: uno puede ser muy pelión, pero no falta que por ahí una bala lo coja y lo vuelva nada. Eso se lo hice entender de entrada a Julián… Temía quedar con las piernas partidas, sin un brazo… Prefería, mil veces, un tiro en la frente.
Son guerrilleros sin dejar de ser niños. Dos adolescentes, que buscan mejorar sus condiciones de vida uniéndose a la guerrilla colombiana, se emocionan cuando entrenan, cuando salen a combate y disparan. Pero también quisieran poder jugar con sus canicas y saltar libres en una cama; tienen miedo, recuerdan a sus familias y ruegan por ser enterrados dignamente si los matan.
La potencia en la voz del protagonista, franca y espontánea, cala hondo. No narra desde la miseria y el abandono, narra desde la voluntad de sobrevivir, a pesar de un desánimo insuperable y aunque duela hasta la sangre. Y aunque tampoco nosotros podemos evitar preguntarnos: —¿Y no es injusto que un niño que debe estar jugando y estudiando termine en la guerrilla o en los paramilitares?, leemos porque estamos seguros que ese testimonio que tenemos entre manos, alguna justicia nos dará. 

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3. Piedra, papel o tijeraInés Garland, Alfaguara, 2014.

En capítulos breves, como instantes de una vida, esta autora construye una atmósfera completamente envolvente y una narración intimista imposible de soltar. Al paisaje visual y sonoro lleno de juncos, cañas, chapoteos, pequeños muelles y noches plagadas de estrellas y chicharras, se integra el paisaje afectivo de los personajes con sus desconciertos y alegrías. Alma, Carmen y Marito van y vienen, siempre al margen del río y, como él, cercanos, reales, melancólicos, pequeños… el río era, para ella, una gran compañía. —Con eso que tiene de pasar y pasar y estar siempre moviéndose, les quita importancia a las cosas —decía.
El tono nostálgico con el que recuerda y cuenta Alma la época dorada de su infancia y adolescencia, cuando iba los fines de semana de Buenos Aires a su casa en el Tigre, con sutiles toques humor y una fascinación constante por el devenir de las cosas, no da casi ninguna señal, en toda la primera parte de la novela, del contexto violento al que de pronto se verán enfrentados sus protagonistas. Este giro dramático tiene mucha fuerza; es inesperado sin perder verosimilitud. La historia de amor de Alma, ese paisaje afectivo que tanto se ensancha y cambia, nos tocará profundamente.

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4. La escuela secreta de NasreenJeanette Winter, Editorial Juventud, 2010.

Cada año la American Library Association (ALA) publica una lista con los 10 libros más censurados en Estados Unidos. En 2015, el libro álbum La escuela secreta de Nasreen fue uno de ellos. Distintos grupos de censores, con una mirada conservadora sobre la infancia, lo acusaron de difundir entre el público infantil una realidad aterradora: la del régimen talibán en Afganistán.
Nasreen vivía con su abuela y sus padres en una ciudad pacífica, hasta que llegaron los soldados y todo cambió. El arte, la música y el saber desaparecieron. La ciudad se cubrió de nubes negras. Nasreen se la pasaba encerrada pues los soldados talibanes prohibían que las niñas fueran a la escuela. Por si fuera poco, un día, los allanaron y se llevaron a su papá. Poco después, su mamá salió a buscarlo. Nasreen dejó de hablar, sus padres no volvían, pero su abuela había oído hablar de una escuela, una escuela secreta para niñas. Y su vida empieza a mejorar.
Seleccionado en el programa Libros del Rincón de la SEP en 2011, una historia sobre el poder del conocimiento para abrir espacios de libertad interior y las esperas que nunca terminan. 

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5. Olivia, el bosque y las estrellasNuria Santiago. Ilustraciones de Ángel Campos, Ediciones SM, 2015.

No existía hasta ahora ninguna historia para niños situada en México que abordara el tema de las desapariciones forzadas perpetuadas por el crimen organizado en complicidad con el gobierno. Esta breve novela, ganadora del Premio El Barco de Vapor 2015, se acerca. Abre preguntas con especial resonancia en nuestro país: ¿Y si mi papá decide no aparecer? Peor: ¿y si hay algo que no le permite aparecer?, se pregunta Olivia.
Su papá no es el único que subió al bosque y no regresó. Otros padres de sus amigos y gente de su pueblo también han desaparecido. Los talamontes y la policía local parecen estar involucrados. Olivia está decidida a averiguarlo. 
 ¿A dónde va la gente cuando desaparece? (este era título original del libro: más sugerente pero menos comercial, opinarían, quizás, los editores), ¿Cómo puede algo dejar de estar? ¿O desaparecer? Hasta este martes el único que desaparecía era mi gato Michu. 
Un punto de vista infantil, convincente, mantiene el interés desde el arranque. Sin embargo, quizá por la complejidad y la crudeza del tema, hacia la mitad, la autora decide cambiar el tono y los niños vuelven a su lugar habitual, como observadores de los adultos. Entonces los acontecimientos se suceden rápidamente y predomina un mensaje de resistencia y lucha social que diluye la historia. A pesar de ello, Olivia no pierde el coraje y el libro es una apuesta valiente que abre brecha.

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6. Diente de LeónMaría Baranda e Isidro R. Esquivel, Ediciones El Naranjo, 2012.

Laina tiene once años, cuatro hermanos, dos amigos y, a veces, mucha hambre. La montaña en la que vive se llenó de soldados. Su papá se fue lejos, / muy lejos; tanto, / que a veces ya no se oye /  ni siquiera detrás de las nubes. Y ahora, su mamá se ha ido también para huir de la tristeza y del hambre, y se llevó a sus hermanos. Ella se quedó para cuidar a su abuela.
“Ven, papá, ven”, / grité por toda la casa, / “que el sol nos arde mucho / hasta en los ojos”. / Después llegó el silencio / como si estuviéramos / adentro de la noche.  
Hasta que un día Laina decide ir a buscar a su mamá a un “Campamento”. Va con su amigo Maki. Juntos se preguntan por qué no hay nadie que los cuide. El camino se hace largo y seco. Laina resiste.
Desde la poesía narrativa, con una manera de decir sin censuras pero con sutileza, María Baranda pone en tensión el abandono, la pobreza y la soledad de una niña con su voluntad de sobreponerse y recuperar a su familia. La guiarán las palabras cálidas de su abuela y una voz interna llena de sueños, que ha germinado como un diente de león.

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7. UmaPerla Suez y María Belén Sonnet, Comunicarte, 2016.

También el nuevo libro de Perla Suez nos habla, desde la poesía narrativa y con la voz de una niña, de la soledad que pueden enfrentar los niños y los nuevos caminos, en este caso fantásticos, que se abren para ellos. Pero aquí el tono es de una fábula antigua que se ve interrumpida por la guerra. Uma, así intuimos que se llama la protagonista, aunque no se dice explícitamente, vivía tranquila en una llanura. Daba de comer a los patos y escuchaba historias alrededor del fuego. Pero un día eso cambió. / Una sombra apareció entre los árboles, en la espesura. / Los murciélagos gritaron en los techos de las casas, / y el pasto empezó a encorvarse, a ponerse blanco / como si fuera un viejo (…). 
El relato continúa sombrío acentuado por las ilustraciones en blanco y negro, que en algo recuerdan a la estética de los ilustradores de cuentos de hadas y fábulas del siglo XVI y XVII en Europa, y hasta al Pinocho de Enrico Mazzanti (de hecho, a la usanza de estos artistas, Sonnet firma cada uno de sus dibujos). Sólo que es más que eso: su mezcla de técnicas también dan actualidad a la propuesta visual y se corresponden con el poema, transparente, evocador e inquietante.
Entonces vi hombres de cuero / enfundados en largas botas, / avanzaban, / sus ojos se encendían / como el carbón al arder.
Un bello libro para leer y releer con pausa, y en el que será necesario quedarse, más tiempo del que dura una página, a contemplar el final. 

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8. Al sur de la alameda.Lola Larra y Vicente Reinamontes, Ekaré, 2014.

Alguien los observa hacer y deshacer. Un personaje que se va revelando poco a poco mira desde sus binoculares a un grupo de jóvenes que ha tomado el colegio. Entre ellos hay uno, Nicolás, que vaga solitario, como perdido. Y escribe. Lleva un diario, “diario de una toma”: En estos tres días de toma el colegio ha cambiado y los alumnos también. Están las sillas amontonadas afuera, las mesas pegadas a las ventanas, sacos de dormir en el suelo. Y aunque la mayoría anda todavía de uniforme, se ven distintos, o yo los veo distintos.
Ese cruce de miradas es la clave de esta novela gráfica. No sólo por las dos historias que se entrelazan (la del observador y el observado) y los dos lenguajes: el visual y el escrito (hay que destacar la cercanía que escritora e ilustrador tienen con los lectores), sobre todo por el choque de mundos que implica enamorarse en plena revolución y resistir al sometimiento del mundo adulto.
Este libro rescata un momento histórico en la vida de Chile, la “Revolución de los pingüinos” de 2006, en la que estudiantes tomaron sus colegios para exigir mejoras en el sistema educativo. Desde su publicación, Al sur de la alameda ha generado mucho interés de especialistas, mediadores de lectura, jurados de premios (ha recibido todos los reconocimientos posibles) y, principalmente, de sus lectores. Adolescentes, jóvenes, que se encuentran en estas páginas. Que leen que aquí mandan ellos, con sus porqués en lo alto.
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Y vale la pena mencionar que en 2015, un personaje secundario de la novela, Pablo “el gordo” Mellado, puso en circulación un extraordinario fanzine: Estudiantes en lucha: apuntes para una historia de las movilizaciones estudiantiles. Documento informativo, inspirado en las clases que “el gordo” dictaba a sus compañeros durante la toma del colegio, que se puede descargar de manera gratuita aquíSi nos hemos lanzado a las protestas para desafiar el orden establecido y el obsoleto sistema educativo, la injusticia (…), lo mínimo que podemos hacer es saber un poco de lo que pasó antes de nuestro modesto mayo de 2006 en esta materia. Conocer lo que hicieron nuestros compañeros y compañeras en el pasado: en Córdoba, en 1918. En París y en México, en 1968. En La Plata, en 1976 y en Pekín, en 1989, dice Mellado y ofrece un vivo repaso por frases e imágenes emblemáticas de las principales resistencias estudiantiles del siglo XX. Da cuenta de los hechos respondiendo tres preguntas básicas: ¿Qué pedían los estudiantes? ¿Cómo? y ¿Qué pasó después? De consulta urgente. 
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Imagen de portada de Vicente Reinamontes. 
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Agenda 2030 contra la pobreza: un año de luces y sombras.

Hace un año, 192 Estados daban el pistoletazo de salida de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Coordinadora de ONG para el Desarrollo



Doce meses después, los avances tienden a la lentitud o incluso al estancamiento

Hace un año, 192 Estados daban el pistoletazo de salida de la conocida como Agenda 2030 con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). 
Entonces se comprometieron a cumplir con una serie de metas que garantizarían que en 15 años el mundo en el que vivimos sería mejor para todas las personas que lo habitamos.
Debate de la Asamblea General de la ONU, en su sede de Nueva York. / Efe. El acuerdo al que se llegó fue un importante paso, principalmente porque, bajo el principio de universalidad, responsabiliza a todos y cada uno de los países. También porque sitúa la lucha contra la pobreza, la desigualdad y el respeto por el medio ambiente como caras de una misma moneda. Hasta aquí, los motivos para la celebración.
Doce meses después de la firma de la Agenda, el Overseas Development Institute (ODI) nos dice que si proyectáramos hasta 2030 lo que las políticas existentes darían de sí, no alcanzaríamos mucho. Cinco de los objetivos –entre ellos los avances contra la desigualdad, la lucha contra el cambio climático o la reducción de suburbios en las ciudades– serían inalcanzables.
Nueve de ellos se conseguirían de manera parcial: acceso universal a la energía y saneamiento o acabar con el hambre, entre otros. Y sólo tres podrían tener un cierto grado de éxito como acabar con la extrema pobreza o reducir la deforestación a la mitad. Honestamente, no estamos para tirar cohetes.
Las sombras de la Agenda van apareciendo aquí y allá. Algunas con la lentitud de su puesta en marcha y con el riesgo de que el acuerdo se convierta en una especie de cajón de sastre del que salen trajes a medida adaptados a los intereses de cada cual sin que se consiga el cambio deseado.
Lo cierto es que, entre luces y sombras, hay un faro que debería guiar todos los avances que se vayan dando en la construcción de esta Agenda 2030: nadie debe quedar atrás. Este concepto – leitmotiv de la primera revisión de la Agenda en el Foro de Alto Nivel de Nueva York del pasado julio– lleva a sus espaldas un contenido político trascendental. Significa que las personas más vulnerables, independientemente de su procedencia, género, etnia, edad u opción sexual, deberían mejorar sus vidas gracias a políticas públicas que así lo garanticen.
Esto pasa, necesariamente, por su incorporación en las estrategias de desarrollo sostenible de cada país. Pasa por contar con información sobre su situación. Exige el fortalecimiento de políticas sociales de educación, sanidad o cooperación. En última instancia, requiere que las políticas comerciales, económicas, migratorias o medioambientales sean coherentes entre sí y contribuyan al buen desarrollo del planeta y sus pueblos.

Más ruido que nueces

Como suele ser habitual en estos acuerdos internacionales, hasta ahora los avances tienden a la lentitud o incluso al estancamiento. En el caso de España, el paso parece de tortuga. En el recientemente presentado Índice sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible, España ocupa el puesto número 30 por debajo de países como la República Checa o Eslovenia.
Está claro que ya no podemos perder más tiempo. Debemos acelerar la acción política en varios frentes. Los retos son múltiples y diversos, y eso exige estrategias transversales que empapen todas las políticas.
¿Por dónde empezar? España debe elaborar un Plan de Desarrollo Sostenible en el que se defina qué leyes deben adecuarse, qué gobernabilidad se necesita construir, qué indicadores y sistemas de rendición de cuentas se van a aplicar, qué recursos van a destinarse y cómo se va a informar a la sociedad de todo el proceso.
Todo esto implica no solo a la política de cooperación, sino también a la política económica, ambiental, educativa, comercial o energética. Y no solo al gobierno central, sino también a las autonomías y las grandes ciudades. La coherencia política es esencial para alcanzar los objetivos, de forma que lo que se avance por un lado en términos de desarrollo sostenible no se socave por otro.

Si no la podemos bailar no será nuestra Agenda

Más allá de las decisiones políticas tomadas (o no) hasta la fecha, el cumpleaños que ahora celebramos nos invita a bailar con otras. La ciudadanía debe apropiarse de la propuesta. Para ello, debemos salir de nuestros espacios tradicionales y tender puentes que nos permitan ir mucho más allá de nuestros propios espacios. Solo así podremos impulsar cambios realmente transformadores.
Como organizaciones sociales, ya hemos comenzado el baile. Hemos iniciado un proceso llamado 'Futuro en Común' en el que, de la mano de organizaciones feministas y medioambientales, con sindicatos, organizaciones de base, universidades y centros de estudios, afrontamos los enormes retos que la Agenda nos pone por delante.
Nuestro objetivo común es asumir responsabilidades colectivas y exigir que los políticos hagan los deberes a los que se comprometieron hace un año. Tenemos certeza de que este trabajo colectivo será un importante valor añadido para impulsar leyes, pactos y reformas que garanticen que el proceso camina por la senda adecuada.
Nuestra generación y la que le sigue deberán construir la Agenda 2030. La implicación de las personas más jóvenes será esencial que la construcción sea robusta. El planeta y sus gentes se juegan mucho en este camino. La piñata que construyamos para fiesta de los 15 años de la Agenda dependerá fundamentalmente de la implicación colectiva y política que consigamos. Esperemos que entonces podamos tirar confeti y serpentinas.


Los niños soldado de las FARC comienzan una nueva vida tras el acuerdo de paz.

Los rebeldes de izquierdas entregan a los niños a la Cruz Roja 
como parte del acuerdo que pone fin a décadas de guerra civil en Colombia.


 - Bogotá


La Unidad para Víctimas satisfecha con el anuncio de las FARC de sacar a los niños de sus filas

Los niños soldado serán enviados a centros especiales, algunos volverán con sus familias y todos recibirán atención psicológica y educativa.

El acuerdo de este lunes es definitivo y será sometido a un referéndum nacional el próximo 2 de octubre
La Unidad para Víctimas satisfecha con el anuncio de las FARC de sacar a los niños de sus filas
Damaris cogió su primer rifle AK-47 cuando tenía 14 años el día en el que se convirtió en un nuevo miembro de las FARC. Apenas había cumplido 16 años cuando cayó herida en una refriega contra las fuerzas colombianas gubernamentales. Le alcanzó  metralla de una granada en el cuello y el torso.
Damaris cuenta que se unió a las FARC por su propia voluntad, saliendo a hurtadillas de la casa rural en la que vivía junto a sus padres y a sus cinco hermanos y hermanas. "Me gusta llevar un rifle. Estoy orgullosa de ser una guerrillera", reconoció para the Guardian en una entrevista reciente en un campamento en la selva.
Pero la presencia de Damaris en las filas del grupo armado es una violación grave de los derechos humanos y de la ley humanitaria internacional. Como parte del acuerdo del fin de los 52 años de guerra civil en Colombia, las FARC liberaron este fin de semana a 13 niños soldado de sus filas, entregándolos al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
El CICR dijo el sábado en un comunicado que los menores estaban en buenas condiciones de salud y que estaban siendo transportados a alojamientos temporales bajo la supervisión del Fondo para la Infancia de las Naciones Unidas (UNICEF).
Todos los 7.000 miembros de las FARC se están preparando desmovilizarse como parte del acuerdo de paz histórico que ha sido firmado formalmente este lunes y que se votará en referéndum el próximo 2 de octubre. Sin embargo, la entrega de los menores se consideró una medida humanitaria que iba por delante que el acuerdo final.
El CICR no identificó a los niños liberados, diciendo que la discreción era prioritaria para proteger los derechos de los menores. No estaba claro si Damaris, que sabía que a la larga sería enviada a su familia como parte del acuerdo de paz, estaba entre los niños entregados el fin de semana.
Durante mucho tiempo las FARC han sido acusadas reclutamiento forzoso de menores, aunque el número exacto de combatientes menores de edad es desconocido. El grupo guerrillero dijo a principios de este año que solo tenían 21 miembros menores de 15 años. Por su parte, el Ministro de Defensa dijo en mayo que calculaba que había unos 170 miembros por debajo de 18.
Desde 1999, la agencia de bienestar familiar de Colombia se ha ocupado al menos de 6.000 casos de niños soldados que fueron capturados por grupos armados ilegales o abandonados. El 60% ha pertenecido a las FARC según cifras oficiales.
El reclutamiento forzoso ha sido uno de los motivos principales de desplazamiento interno ya que las familias han estado huyendo de las áreas rurales para proteger a sus hijos de ser forzados o atraídos dentro de las filas rebeldes.

Intentaron encerrarla en una habitación

En su lugar, los padres de Damaris recurrieron a encerrarla en una habitación en su casa cuando anunció que estaba pensando en unirse a la unidad de las FARC que frecuentaban su pueblo. "Tuve una pelea con mi padre y él me golpeó y me encerró en una habitación", cuenta, "escapé".
Ocho meses después de unirse a las FARC fue a visitar a sus padres. "Mis padres lloraron y y me dijeron que esto no era bueno para mí, pero yo ya había decidido quedarme en la guerrilla", asegura.
Damaris y otros niños soldados como ella son consideramos víctimas más que criminales. Pero aquellos que los reclutaron deberán responder por este crimen ante un tribunal especial que se establecerá como parte del acuerdo. Si confiesan, serán candidatos a que se les reduzcan sus sentencias y cumplirán penas alternativas a prisión que todavía no se han definido. Los que se nieguen a confesar puede que terminen en la cárcel con penas de entre cinco y diez años.
Mientras tanto, los menores entrarán en un programa especial de reintegración dentro de la vida civil, que incluirá apoyo psicológico y educativo. Algunos, aunque no todos ellos, quizá se reúnan con sus familias.
Damaris contó que le gustaría volver a casa y aprovechar las ayudas que recibirá del gobierno para estudiar enfermería. Su madre sufre de mala circulación en las piernas. "Como enfermera, podría ayudarle".

Co-gestión del tiempo y de las actividades en el hogar:

 Una mirada sociocultural y cualitativa acerca de las rutinas digitales de niños/as (3-7) de Madrid.


Galera, N. (2016). Co-gestión del tiempo y de las actividades en el hogar: Una mirada sociocultural y cualitaitva acerca de las rutinas digitales de niños/as (3-7) de Madrid.Papers infancia_c nº 14, 1-30.
En este trabajo presento un estudio que explora cómo las familias con niños pequeños organizan sus rutinas y actividades diarias y el lugar que los dispositivos y tecnologías digitales desempeñan en estas rutinas. 
Los datos de este estudio fueron recogidos con un protocolo (JRC, 2015), que incluyó la realización de entrevistas y un vídeo-tour por la casa, con 9 familias y 10 niños del área metropolitana de Madrid (España), y con edades comprendidas entre los 3 y 7 años. 
El análisis se basa en conceptos de la teoría sociocultural actual (Lave, 2011; Lave y Wenger, 1991; Rogoff, 2003, 2014) y examina las interrelaciones entre las actividades del hogar de los adultos, las necesidades de atención y la actividad de los niños/as y la co-organización de las rutinas familiares. 
Nuestros datos permiten dividir a los niños en dos grupos de edad (cinco niñas entre 3-5 años y cinco niños entre 6-7 años), y el análisis transversal sugiere un patrón de desarrollo en la co-organización de la participación y el sistema de actividades familiares. 
Los niños más pequeños parecen tener un mayor acceso, pero no necesariamente un “aislamiento” mayor, en el uso de los dispositivos digitales, que es compatible con la atención de los padres a otras tareas de la casa o con demandas relacionadas con el trabajo. 
Los niños mayores siguen utilizando dispositivos digitales, pero como sus usos se hacen más variados, y las preocupaciones de los padres sobre los riesgos asociados más explícitos, encontramos estrategias de mediación más variadas. 
En ambos casos, los miembros de la familia co-construyen sus rutinas familiares y la ecología de sus actividades, que evolucionan con el tiempo, y nuestros datos sugieren que los dispositivos digitales (en el conjunto de las familias urbanas / suburbanas “europeos” que hemos estudiado) juegan un papel importante en la organización y desarrollo de la vida familiar de los niños. 
Texto completo: (pdf)

Bullying y homofobia en las aulas.

DEL SILENCIO A LA VISIBILIDAD.







La diferencia nunca debe ser simplemente tolerada 
sino que debe ser el fundamento del que surjan las polaridades 
que hagan saltar la chispa de nuestra creatividad


buyBullying es un anglicismo, un término importado, que se ha puesto de moda para designar un problema social del que empieza a hablarse en serio. 
Su equivalencia en castellano sería el tradicional “matonismo escolar” o el más reciente “acoso escolar”. 

Es la verbalización de un sustantivo “Bully”, para explicar o dar forma  a su fuerza destructiva, performativa y actuante. 
Bully puede traducirse por fanfarrón, valentón, lidercillo o macarra. Tanto en la mayor parte de los estudios como en las noticias que aparecen en los medios de comunicación de masas españoles se omite, no obstante, el componente genérico, de género o sexualidad, que tiene el término y que podría suponer un avance sobre el término acoso.

Al decir bullying, en inglés, estamos identificando la conducta de maltratadores en alumnos varones que hacen de su masculinidad, de lo que consideran sus “valores masculinos” un arma. 
Un arma que se ha empleado, desde siempre-también en la escuela- contra la falta o carencia de masculinidad o feminidad al uso, de los otros/as. Pero sobre todo hemos de hablar de diversofobia, un término inclusivo que va mas allá de la consabida y algo trillada “igualdad de género”, que en sí no significa nada.

Es cierto que en la mayoría de los casos, y así lo dicen las noticias, los instigadores o ejecutores suelen ser varones, pero no siempre es ya así. Y el bullying, a mi entender, no puede hacerse en la mayoría de los casos si el modelo educativo, los profesionales implicados y los profesores/as, directivos etc de los centros-o los propios alumnos/as- no consienten en ello y miran hacia otro lado. 
Así una experta norteamericana en el tema, Mila Narone, entrevistada por el diario “La Vanguardia”, nos recuerda En la escuela no se tolera que se llame negro pero si maricón (podríamos decir lo mismo de muchos centros de trabajo). 
Y añade algo significativo: el niño/a o el/la adolescente callará seguramente si cree que “el insulto” coincide con la realidad y ni siquiera lo ha reconocido ante sí mismo/a”. 
Y es que, desde mi punto de vista, el bullying homófobo o lesbófobo no sólo afecta al niño/a gay o lesbiana (dentro o fuera del armario) sino a aquél que muestra una inadecuada representación de los roles de género tradicionales y heterosexuales: de los códigos de la masculinidad y la feminidad.

Un libro, curiosamente venido de Inglaterra, y publicado en castellano mucho antes de la popularización del término por estos lares, llamado “Sexualidades e institución escolar” sí que habla del tema, de la relación entre ambos fenómenos, pero no es un libro específico sobre el maltrato psicológico o, incluso, físico de los alumnos gays o lesbianas por otros alumnos/as. Es un libro sobre las sexualidades en el contexto escolar de las aulas británicas. Los aspectos que ligan ambos fenómenos, bullying y homo o lesbofobia no han sido recogidos, a mi entender, por muchos sectores sociales, ni siquiera por aquellos que se dicen hoy comprometidos, de un modo u otro, en su erradicación, comprometidos, también, en la erradicación de la romanofobia.

El componente homófobo de este fenómeno ha obviado hasta hace poco casi siempre en las noticias impresas y solo empieza a aparecer en los estudios recientes sobre el bullying. En un reportaje del último número de la revista de la Compañía Mutualista MUFACE se habla de la creciente preocupación por éste fenómeno, pero no se habla de homofobia en las aulas porque la diversidad sexual ha desparecido de la “educación para la ciudadanía”. El primer libro traducido al castellano que lleva propiamente el título de “Bullying” y que desarrolla esta terminología, no menciona ni una sola vez la palabra homofobia y para colmo introduce profusamente la noción de conductas instigadoras del acoso, cómo  la falta de garbo al andar, diciendo cosas como que “el niño (¿no puede ser la niña?) aprenda a caminar erguido, con la espalda recta y los hombros cuadrados”.

En esto, claro, no sólo podemos leer una manifestación de consentimiento de odio al diferente (por ejemplo, el alumno/a con alguna discapacidad) sino una manifestación que, a mi entender, puede esconder altas dosis de plumofobia y/o transfobia. Afortunadamente este hueco va siendo llenado por libros más recientes publicados por editoriales LGTB o de mayor calado intelectual como Bellaterra, Egales o Icaria, con el título de “Como combatir el bullyng homofóbico” de Raquel (Lucas) Platero y otros autores..

También las representaciones fílmicas se han ido ampliando, incluyendo también la transfobia en las aulas (“Ma vie en rose”) Solo a partir de casos tan sonados como el suicidio de Jokin en Euskadi o el mucho más reciente, del adolescente transexual Allan han llamado la atención de un fenómeno que empieza a salir a la luz en filmes de fama internacional  como el cortometraje “Indochine” de Xavier Dolan, “Crazy” de Jean-Marc Valle,  o “A escondidas” de Mikel Rueda, entre los ejemplos más recientes.

Un fenómeno que ha salido a la luz, de conocen las herramientas para empezar a detectarlo pero necesita un cambio de actitud en los alumnos y los profesores porque también las formas de acoso y vejación se han refinado, haciéndose tan indetectables como algunos retrocesos en materias de derechos humanos ya incluidos en los programas de la LOMCE. Un cambio que puede empezar porque los propios adultos gays o lesbianas sirvan de modelos para sus alumnos, sin tener la necesidad de ocultarse en una escuela realmente pública y laica.

No se puede expulsar a inmigrantes con hijos europeos aunque tengan antecedentes, Sentencia TJUE.


A los extranjeros padres o madres de menores con nacionalidad 
de algún país de la Unión Europea que soliciten permiso de residencia por arraigo familiar 
no se les podrá denegar por el hecho de que le conste algún antecedente penal.

Javier Ramajo,





.- La sentencia implicará la modificación de la Ley de Extranjería de España y afectará a la legislación de todos los países de la Unión Europea, destaca Málaga Acoge tras un proceso de siete años

.- Alfredo, de nacionalidad colombiana, tiene la guarda y custodia exclusiva de sus hijos pero sus antecedentes penales le impedían renovar su permiso de residencia

A los extranjeros padres o madres de menores con nacionalidad de algún país de la Unión Europea que soliciten permiso de residencia por arraigo familiar no se les podrá denegar por el hecho de que le conste algún antecedente penal. Así lo ha entendido el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE) en una sentencia dictada a raíz de un caso impulsado hace siete años por Málaga Acoge. La resolución interpreta el Derecho de la Unión e implica la modificación, ya no sólo de la Ley de Extranjería de España, sino que afectará a la legislación de todos los países que conforman la UE.

Sede del Tribunal Justicia UE
"El Derecho de la Unión no permite ni denegar automáticamente una autorización de residencia a un nacional de un país no miembro de la UE que tiene la guarda exclusiva de un ciudadano menor de la UE ni expulsarlo del territorio de la UE debido únicamente a que tiene antecedentes penales", señala el TJUE, que concluye que "para que pueda ser adoptada, una medida de expulsión debe ser proporcionada y basarse en la conducta personal del nacional de un país no miembro de la UE, conducta que ha de constituir una amenaza real, actual y suficientemente grave que afecte a un interés fundamental de la sociedad del Estado miembro de acogida".
Se trata del caso de un padre, de nacionalidad colombiana, que cuenta con la guardia custodia de dos menores atribuida judicialmente en España y que había presentado un informe positivo de los servicios sociales municipales de la localidad donde residen.
Alfredo, de cuyo caso ya informó este periódico, cumplía con la mayoría de los requisitos pero tenía el condicionante de los antecedentes penales, que le impedía renovar su permiso de residencia. Hasta ahora, la legislación española no valoraba en ningún momento la posibilidad de otorgar la residencia a personas con antecedentes.
En casos particulares y por vía judicial sí se había llegado a valorar y otorgar el permiso de residencia, pero siempre a través de sentencias que no modificaban la ley, explican desde la asociación.

La Ley de Extranjería no atiende excepciones

En concreto, el artículo 31.5 de la Ley de Extranjería, hasta ahora, no dejaba margen para la interpretación: "Para autorizar la residencia temporal de un extranjero será preciso que carezca de antecedentes penales en España o en los países anteriores de residencia". No hay excepción. Ni siquiera cuando haya menores a su cargo con nacionalidad de un país europeo.
Arantxa Triguero, presidenta y abogada del Departamento Jurídico de Málaga Acoge, señala a  eldiario.es Andalucía que la resolución lo que hace es "interpretar" el Derecho de la Unión y supone "un gran avance para los familiares de miembros de la UE". La sentencia, según destaca, concluye que la autorización o no del permiso de residencia "tiene que ser proporcional" al caso en concreto, "teniendo en cuenta todas las circunstancias".

Liliana De Rossi, abogada del mismo departamento jurídico, añade a través de Málaga Acoge que "este caso nos ha permitido dar un paso más" ya que "no sólo queríamos que esta persona pudiera tener su permiso de residencia y asegurar la manutención de los menores a su cargo sino obtener una resolución que permitiera la modificación de la Ley de Extranjería para evitar que se sigan repitiendo casos similares". Por eso acudieron al Tribuna Supremo, que realizó la pertinente consulta al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, con sede en Luxemburgo. "Con esta resolución, de carácter vinculante a todos los Estados miembros de la UE, hemos acabado con esta situación", destaca.

Sin progenitor que se hiciera cargo de los menores

"El artículo 20 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE) debe interpretarse en el sentido de que se opone a esa misma normativa nacional que exige la denegación automática de una autorización de residencia al nacional de un tercer Estado, progenitor de unos hijos menores de edad, ciudadanos de la Unión y de los que tiene la guarda exclusiva, debido únicamente a que el interesado tiene antecedentes penales, cuando tal denegación tenga como consecuencia obligar a esos hijos suyos a abandonar el territorio de la Unión Europea", dice la sentencia.
Alfredo tiene dos menores a su cargo, uno de nacionalidad española y otro de nacionalidad de otro país de la Unión Europea. Su solicitud de residencia iba a ser denegada sí o sí pese a que, sin un progenitor que se hiciera cargo de los menores, podrían quedar en desamparo o en riesgo de exclusión social.
Así, el equipo jurídico de Málaga Acoge quiso seguir adelante con su caso ya que, según argumentan, el propio Estado de residencia de los menores le había otorgado la guarda y custodia de sus hijos, económicamente a su cargo de forma exclusiva, y la madre no paga la manutención ni se relaciona con ellos.
¿Cómo puede el padre cumplir con sus obligaciones paternos filiales si no tiene siquiera autorización para trabajar? No se había incoado una orden de expulsión por su situación familiar, pero no se le daba ninguna opción para poder mantener a los menores sin concederle un permiso de residencia, concluye la asociación.
Mercedes Portillo, dle turno de oficio de extranjería del Colegio de Abogados de Sevilla, señala al respecto que "el arraigo familiar naturalmente debería influir en todas decisiones que a partir de ahora tome la Administración para denegar la solicitud de residencia en circunstancias similares pero no la obliga". "Esto quiere decir que pueden seguir denegándose al amparo de la legislación nacional porque no se ha declarado inconstitucional nuestra Lley de Extranjería en este extremo y, por tanto, sigue en vigor, pero esta sentencia si da argumentación para litigar en los tribunales posibles denegaciones futuras y que éstos si deban tener en cuenta la decisición del Tribunal europeo".
Este colombiano no llegó a ser expulsado y, con la cancelación de los antecedentes, obtuvo el permiso, recuerda Arantxa Triguero. Sin embargo, hasta este momento, la norma no atendía a sus circunstancias particulares ni a las de otros solicitantes con situaciones parecidas, a sabiendas que hijos con ciudadanía europea de padres extranjeros son ahora más comunes que nunca. En el camino, Alfredo perdió el trabajo que tenía y la casa en la que vivía. Ahora, además de residente legal, su lucha y la de Málaga Acoge ha conseguido sentar precedentes.