Euskadi lanza su nueva Ley de Infancia para reforzar la protección de los menores.

Incluye el reconocimiento de los niños y adolescentes como titulares de derechos, 
además de acciones específicas frente a la violencia.


Chavales juega en el patio de su centro escolar. / FÉLIX MORQUECHO
Euskadi trabaja ya en la nueva Ley de la Infancia y la Adolescencia para reforzar la protección de los menores y que prevé aprobar a finales de año. Será entonces cuando el anteproyecto de la norma, que incluye el reconocimiento de los menores de edad como titulares de derechos y no solo como merecedores de protección, llegue al Parlamento Vasco. Entre otras cosas, la ley, que tiene su origen en la del año 2005, desarrolla diferentes actuaciones de intervención frente a situaciones perjudiciales y de desprotección, así como acciones específicas de protección frente a la violencia, según recoge el anteproyecto al que ha tenido acceso este periódico. Desatacan un conjunto de políticas, procedimientos y actuaciones de las administraciones públicas que deben desarrollarse cuando un niño, niña o adolescente sea víctima de cualquier tipo de violencia o esté en riesgo de serlo, independientemente del entorno en el que se dé –el colegio, la comunidad o la familia–.

También se contemplan actuaciones para garantizar el adecuado ejercicio de los derechos de los menores y para garantizar su desarrollo integral y armónico cuando se hayan producido situaciones perjudiciales no asociadas a la violencia o la desprotección. Por ejemplo, la atención sanitaria cuando se ha diagnosticado una enfermedad o un trastorno, la atención educativa para corregir situaciones de desescolarización, absentismo o fracaso escolar o la atención de los servicios sociales cuando es necesario adoptar medidas de intervención familiar en casos en los que se observa una necesidad de apoyo para la convivencia y para el ejercicio positivo de la parentalidad sin que la situación sea de desprotección. La prevención es otra de las claves de la nueva ley.

Evitar conductas nocivas
El texto gira en torno a tres ejes: la promoción, la prevención y la intervención. El primero busca mejorar el ejercicio de los derechos reconocidos de los pequeños de la casa, mientras que el segundo quiere evitar la aparición de situaciones nocivas y conductas negativas. En caso de que se observen, se trabajará para limitarlas. La intervención, por su parte, implica una protección de los menores, en el sentido más amplio, además de una intervención socioeducativa en casos de conflictos con la ley penal.

Las bases
El texto gira en torno a tres ejes: la promoción, la prevención y la intervención
El anteproyecto cuenta además con una doble estrategia de prevención. Por un lado, se potenciarán los factores de protección y por otro, se reducirá o controlarán los factores de riesgo. También se le da una especial importancia a la detección precoz y la vulnerabilidad de los menores, al ser este uno de los colectivos más indefensos.

Plazo
La nueva norma llegará al Parlamento Vasco para ser debatida y aprobada a finales de año
Precisamente por eso, el texto hace especial hincapié en la importancia de sensibilizar a la sociedad sobe los derechos y deberes de este colectivo, además de sobre las necesidades de la población infantil y adolescente. De ahí el conjunto de políticas que plantea para favorecer y fomentar el conocimiento, respeto y ejercicio efectivo de estos derechos, así como la asunción de sus deberes y responsabilidades.

"La idealización del amor romántico en los jóvenes lleva a la violencia machista".

Esas creencias son "falacias" que "construyen los cimientos" 
para que surja el control, el dominio y la violencia machista.

La socióloga Carmen Ruiz Repullo participa en el Congreso de InteRed Euskadi: 
"CoEducando para prevenir las violencias machistas", y 

La idealización del amor romántico, con sus mitos sobre los celos como señal de amor e interés, o el sufrimiento por amor o el "esfuerzo" por cambiar la forma de ser de tu pareja, están muy asentados en la adolescencia y la juventud, pero esas creencias son "falacias" que "construyen los cimientos" para que surja el control, el dominio y la violencia machista.
La ONGD InteRed Euskal Herria realizó un homenaje póstumo a Mª José Urruzola Zabalza

"Estamos asistiendo a un rearme de esos mitos románticos, que hace años parecían frenados. También lo vemos en películas y series que se exhiben en las plataformas dirigidas a un público juvenil... se presenta diluido, pero inciden en la idea de que ellos son los que ligan, los chulos, y nosotras sufrimos y esperamos que nos protejan y nos salven... contrarrestar todo esto requiere enseñar otra forma de amar a los chicos y a las chicas", según afirma la socióloga especializada en violencias machistas en adolescentes y jóvenes, Carmen Ruiz Repullo.
C. Ruiz Repullo se encuentra en Bilbao para participar en el congreso CoEducando para prevenir las violencias machistas, que organiza por segundo año la ONG InteRed Euskadi, dedicada a proyectos de colaboración y educación en los colegios.
Talleres de Prevención.
La también profesora universitaria parafrasea en sus talleres de prevención de violencia machista dirigidos a los jóvenes un conocido refrán, que debería decir "quien bien te quiere no te hará sufrir, te hará reír y te respetará", y también transmite que "el amor, la pareja es una opción de vida, no una obligación; no es el pilar de nuestra vida, sino una parte más; el amor es felicidad, alegría, diversión y respeto hacia nuestra forma de ser o de vestir, y debe sumar, no restar libertad, ni autoestima ni seguridad".
Según afirma, las nuevas generaciones presentan una conciencia "ambivalente" hacia el machismo y el patriarcado, ya que se reconocen como feministas y partidarias de la igualdad, pero, por otro lado, incorporan "nuevas formas de machismo, que en realidad son muy viejas", y que "están relacionadas" con el discurso de la ultraderecha que cuestiona la igualdad y la violencia machista.
"Te encuentras una división entre quienes están a favor de la igualdad y los que nunca dirán que están en contra, pero que creen que ya se ha alcanzado y cuestionan qué más queremos las mujeres. También hay chicas y chicos que mantienen que se culpabiliza de todo a los hombres en un relato muy influenciado también por la ultraderecha", según explicó, y remarcó que "el hombre no es el enemigo de las mujeres; el enemigo es el machismo, el patriarcado y la violencia".
Destacó el papel de las redes sociales en la divulgación de estas ideas y subrayó que el machismo "sabe adaptarse a los tiempos y ahora mismo esas redes sociales son su espacio de adaptación, con argumentos de negacionismo expresado a través de memes y frases cortas que van directas al estómago, se asumen con facilidad y siempre culpan a las feminazis o las políticas de igualdad de lo que te pueda ocurrir. La consecuencia es que te encuentras con chicos que se creen que si una chica les acusa de cualquier cosa, la que sea, van directos a la cárcel durante 30 años".

¿Cómo es la adolescencia de los chicos y chicas adoptados en España?.

Salud, bienestar, familia, vida académica y social. 
Comparaciones con adolescentes que no han pasado por la experiencia de adopción 
y con quienes están bajo otras figuras del sistema de protección.

Autores: Moreno, Carmen ; Rivera, Francisco ....




Resumen:

Hay tres ideas relacionadas con este informe que deben ser subrayadas: 

En primer lugar, que con él se ha hecho una aproximación meramente descriptiva al fenómeno de la adopción. No se ha entrado en ningún caso a buscar conexiones entre variables ni a formular hipótesis que traten de explicar estos resultados acudiendo a condiciones previas a la adopción, a las experiencias de adversidad de los diferentes grupos, las edades diferentes, diferentes características familiares, etc. A este trabajo le seguirán otros en los que se tratará de comprender mejor los asuntos descritos.

En segundo lugar, que si hay algo que este informe claramente ha puesto de manifiesto es que la adopción es una medida de protección que ha ayudado a estos chicos y chicas a ir superando las experiencias de adversidad con las que comenzaron sus vidas. 

Y, en tercer lugar, que lejos de que estos datos sirvan para estigmatizar o reforzar estereotipos, lo que pretenden es ayudar a orientar la atención a las necesidades que cada colectivo estudiado muestra hoy y a contribuir a que los servicios de post-adopción y los de protección de menores en general las conozcan y puedan atenderlas mejor. 

Diploma UCM: "Políticas de Infancia y Adolescencia. Retos Actuales".

 

ABIERTO EL PLAZO DE INSCRIPCIÓN.
CURSO UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID
.
DIPLOMA DE POLÍTICAS DE INFANCIA Y ADOLESCENCIA:
Retos actuales

OBJETIVOS


La finalidad del
Diploma en Políticas de Infancia y Adolescencia. Retos actuales es proporcionar un conocimiento multidisciplinar acerca de la posición y el papel de los niños, niñas y adolescentes en el mundo actual. 

Se basa en la consideración de los mismos como actores sociales, y promueve la comprensión de sus derechos y de las políticas dirigidas a su bienestar, así como de los desafíos a los que ambos se enfrentan.


DIRECCIÓN
 
Dª Begoña Leyra Fatou. D. Kepa Paul Larrañaga Martínez

CONSEJO ACADÉMICO

Dª Lourdes Gaitán Muñoz. D. Manfred Liebel. Dª Marta Domínguez Pérez

PROGRAMA
 
  1. Perspectivas teóricas en los estudios de infancia
  • Un cambio de mirada: la sociología y los estudios de infancia
  • Infancia y sociedad: Enfoques teóricos y metodológicos
  • Calidad de vida y bienestar subjetivo en la infancia
  • Análisis y evaluación del bienestar subjetivo en la infancia
  1. Políticas y derechos de niños y niñas
  • Bienestar social y políticas de infancia
  • Los derechos de la infancia en el marco de las Naciones Unidas
  • Los estudios (críticos) de los derechos de infancia
  1. Los derechos de ciudadanía en la infancia
  • Ciudadanía en la infancia. Diversidad y no discriminación
  • Derechos de ciudadanía y participación en la infancia
  1. Retos actuales globales y locales
  • La infancia y la adolescencia desde una perspectiva de género
  • La pobreza de los niños, niñas y adolescentes
  • Los niños como actores en los procesos migratorios
  • La multiculturalidad en el sistema educativo
  • El derecho a la ciudad (segregación/inclusión en los espacios públicos)
  • La infancia como agente en la sociedad digital
 
Duración: Del 20 de abril al 16 de junio de 2022

Horario: Miércoles y jueves de cada semana, de 17,00 a 20,00 (hora España)

Créditos ECTS: 15 (60 horas)

Precio: 600 euros

Becas: 4 Becas parciales a estudiantes preinscritos en el título

Perfil del alumnado:
- Jóvenes graduados/as en el campo de las ciencias sociales interesados/as en especializarse en el campo de los derechos y para la infancia y la adolescencia.
-Profesionales de los campos educativo, social, sanitario o jurídico, interesados en sumar nuevos conocimientos sobre la realidad de los niños, niñas y adolescentes de hoy.


Modalidad: Online (sincrónica)

Informaciónhttps://www.ucm.es/eg//diploma-politicas-de-infancia-y-adolescencia-retos-actuales  

Inscripciónhttps://www.ucm.es/estudios/2021-22/diploma-PoliTinfayAdo2201

Más información: politicasinfancia@ucm.es

Contacto: Kepa Paul Larrañaga. Tfno.: +34 630 043 816

Los niños no son de goma: ¿cómo afecta la violencia en sus cerebros?.

Las criaturas que han sufrido maltrato durante su infancia presentan alteraciones 
en el desarrollo cerebral que les hacen ser mucho más sensibles al miedo 
y viven en un estado permanente de estrés.


«Los niños no son de goma». Con estas palabras Jaume Lanaspa, asesor de presidencia de la Fundación ‘La Caixa’ se ha referido a la creencia popular de que las criaturas superan con mucha facilidad cualquier problema o impedimento, sin repercusiones graves. «Y, en todo caso, las gomas, cuando las pones al sol se agrietan y se rompen», añade Violant Cervera, consejera de Derechos Sociales de la Generalitat de Catalunya. Ambos han sido encargados de inaugurar la primera sesión del ciclo Violencia contra la infancia, prevención y reparación, organizado por CaixaForum Macaya y el Club de Roma y celebrado en Barcelona
En el primero de los encuentros se ha tomado por objetivo analizar las consecuencias del maltrato infantil en la neurobiología del cerebro. Es decir: qué efectos tiene la violencia sobre la conducta y la forma de relacionarse de las criaturas. Y es que “lo que nos enferma mentalmente está muy relacionado con nuestro entorno. El cerebro humano es un intermediario entre el entorno y la conducta que desarrollamos para sobrevivir, aderezado con la conciencia, que nos permite anticiparnos de las consecuencias de nuestras acciones”, ha apuntado Lourdes Fañanás, catedrática de la UB e investigadora principal del CIBERSAM.
Con esta afirmación, Fañanás apunta a que existe una relación directa y científica entre haber vivido una situación traumática y acabar desarrollando dificultades para relacionarse o para controlar los impulsos. Y estos efectos se intensifican en la infancia por una sencilla razón: “los modelos mentales se construyen en buena parte en la infancia, momento en el que el vínculo con la realidad es la familia. Si hay violencia familiar de cualquier tipo, los niños aprenden –y así lo enseñan en su cerebro- que el mundo es hostil”, ha apuntado la investigadora.
Una de las grandes complicaciones de la violencia intrafamiliar es que los niños necesitan a sus agresores para sobrevivir.
De izquierda a derecha: las ponentes L. Fañanás, S. Moreno y L. Marquès,y
 Ester Cabanes, directora general de Atención a la Infancia y la Adolescencia |
 CaixaForum
Así, los síntomas más frecuentes suelen ser el mal comportamiento, la carencia de concentración, la agresividad y, en algunos casos, actitudes autolesivas o depresivas. Pero éstos sólo son la punta del iceberg. «Las criaturas que se han enfrentado a diversas situaciones traumáticas, más o menos sostenidas en el tiempo, sufren lo que llamamos trauma complejo», dice Soledad Moreno, psiquiatra infantil del Hospital Clínic de Barcelona. «Nos referimos a traumas causados ​​por otra persona, que suceden en un entorno que, teóricamente, debería ser de confianza y del que no se puede huir», añade. Y es que ésta es una de las grandes complicaciones de la violencia en la infancia: las víctimas necesitan a sus agresores para sobrevivir.
“Los seres humanos estamos pensados ​​para buscar soluciones. Pero los niños no tienen esa oportunidad porque tienen la necesidad de conservar el vínculo con sus padres, aunque sean sus agresores. Y, a raíz de ello, construyen un autoconcepto negativo, se sienten culpables y merecedores de la violencia, lo que les ayuda a conservar el vínculo”, apunta la psiquiatra. Todo este contexto de trauma genera un Síndrome del Estrés Postraumático Complejo, que se traduce en regresiones, alteraciones extremas y desregulación emocional. “Que nadie les haya acompañado en estas experiencias, que les diga que lo que sienten es normal, hace que invaliden el trauma o intenten enterrar sus emociones, porque no creen que esté bien sentirse como se sienten”, añade Moreno.

Alteraciones en el cerebro
La psiquiatra asegura que los adolescentes que han sufrido violencia suelen reaccionar de forma que podría entenderse como exagerada a situaciones normales. «A menudo un olor, sensación o recuerdo les pueden provocar una regresión a una situación de violencia que haga que reaccionen de forma descontrolada», explica. Este comportamiento, que es una forma de escapar de una situación que les hace rememorar el trauma, no es voluntaria, sino que viene causada por una alteración del cerebro, recorriendo en niños que han sufrido violencia en una edad temprana.
Los niños víctimas de maltrato presentan niveles más elevados de cortisol que les hace más sensibles al miedo y vivir permanentemente alerta y estresados
Así lo afirma Laia Marquès, investigadora de la UB especializada en consecuencias neurobiológicas del maltrato infantil. Para explicarlo debemos remitirnos a la pequeña infancia: durante los primeros dos años, el cerebro se desarrolla en un 80% en base a las experiencias vividas. Una de las más importantes es la corregulación: “el vínculo entre el adulto más cercano y la criatura marca muchísimo. Si el pequeño no se siente protegido y consulado, su cerebro se formará en torno a la duda de si es o no merecedor de ayuda y protección”. Si esto ocurre, el bebé crece con unos altos niveles de cortisol, la hormona del estrés, que nos hace estar alerta en situaciones hostiles. «Un mecanismo de supervivencia que, en altos niveles, es neurotóxico y puede provocar enfermedades mentales», apunta Marquès.
Según se extrae de una investigación realizada en el Departamento de Biología Evolutiva de la UB, los niños que han sufrido maltrato muestran unos niveles constantes y más elevados de cortisol, especialmente por la noche. Es decir: están más estresados ​​y suelen sufrir de insomnio. Esta alteración también afecta a cómo se forman sus cerebros. Según la investigación, “un sobre desarrollo del cerebro primitivo, que gestiona el miedo, no deja paso a la formación del cerebro racional, que da sentido a las cosas. También se detecta menos evolución en la zona que rige la memoria, a fin de olvidar los episodios traumáticos”, apunta Marquès.
Sin embargo, las consecuencias del trauma no son irreversibles. Así al menos lo destaca Marquès, que apunta a que, según la investigación, los niños víctimas de maltrato que fueron adoptados antes de los cinco años fueron capaces de reestructurar los ejes de sus cerebros antes de la pubertad. “Como antes reaccionamos, mejor. La psicoterapia es efectiva, como lo es también la educación. Debemos rehacer los vínculos desde el cariño, no desde el discurso. Los cerebros dañados son un mecanismo de autodefensa, que han servido para que una criatura pudiera sobrevivir, pero que ahora les causa problemas. Y esto nunca es una elección personal. Debemos acompañarles, entender su miedo desde el respeto para que el niño pueda vivir, no sólo sobrevivir”, asegura Laia Marquès.

«Las pérdidas ambiguas de los niños, niñas y adolescentes en el sistema de protección», Artículo 6. Renovando desde dentro.

Artículo 6: 
«Las pérdidas ambiguas de los niños, niñas y adolescentes 
en el sistema de protección»
por Marta Llauradó Miravall.

Introducción

Cuando perdemos algo que es emocionalmente importante para nosotros, ya sea una persona querida, una casa, un trabajo… experimentamos sentimientos dolorosos –tristeza, añoranza, rabia, impotencia, falta de concentración, bloqueo– que van evolucionando a lo largo de un proceso que llamamos duelo. No todos los duelos ni la intensidad de las emociones que los acompañan son iguales. Coincidiremos en que la intensidad máxima corresponde a la pérdida de una persona muy próxima y muy querida –un hijo, una pareja, un hermano, un padre… El dolor que nos genera es como un agujero frío en el corazón cuyo cierre nos parece imposible.

Sin embargo, aun en estos casos es posible superar el duelo de forma saludable cuando aceptamos la pérdida, integrándola en nuestro relato vital. En este momento dejamos de intentar retener lo perdido y empezamos a sentir que somos capaces de poner toda nuestra atención en otras relaciones y en nuevos proyectos. El recuerdo persiste, pero no invade. Los rituales sociales (funeral, despedida) o los documentos acreditativos (trabajo, casa) ayudan a reconocer esta pérdida al señalar el punto final de esa pertenencia o de ese vínculo.

No obstante, las pérdidas pueden no ser tan claras. Pensemos en las personas desaparecidas en una guerra o en un desastre natural, en las personas secuestradas, en los emigrantes y refugiados desaparecidos intentando cruzar las fronteras… Una verdadera lista negra que tiende a crecer y que afecta a millones de personas. Al no existir pruebas que permitan darlos por muertos, sus familiares sufren su ausencia mientras se aferran a la esperanza de encontrarlos con vida. Con el tiempo, la esperanza se puede reducir a encontrar al menos sus restos. Solo en estos dos supuestos, el reencuentro o la certificación de su muerte, las personas sienten que podrían continuar de nuevo con sus vidas, liberadas de esta incertidumbre que las paraliza. Mientras tanto, las informaciones intermitentes hacen que la experiencia, de por sí traumática de la pérdida, sea una experiencia continuada. Por otra parte, al tratarse de una pérdida no reconocida socialmente, los afectados la viven en una dolorosa soledad.

El 24 de agosto del 2019 Blanca Fernández Ochoa salió de casa y no volvió. Cuatro días después la familia denunció su desaparición y once días después apareció su cuerpo sin vida en un pico de la sierra madrileña de Guadarrama. La hermana de Blanca hizo entonces la siguiente declaración pública: ”Lo importante no es el cómo, sino que ya no está y ahora toca empezar una nueva vida” . Esto no era posible durante los días que duró la búsqueda, una auténtica montaña rusa marcada por la incertidumbre y por repetidas esperanzas y sus consiguientes hundimientos. A pesar del fatal desenlace, para la familia de Blanca este periodo de incertidumbre fue relativamente corto, teniendo en cuenta que se podría haber alargado mucho más, incluso años, dejándola con un duelo permanentemente abierto.

Por otra parte, también experimentan pérdidas no cerradas los familiares de enfermos aquejados por enfermedades mentales degenerativas (Alzheimer, demencias) o de personas en estado de coma. Están y no están. No es posible relacionarse con ellas, al menos de la forma en que lo hacían antes de la enfermedad.

Las personas afectadas experimentan una “Pérdida Ambigua”, concepto desarrollado por Pauline Boss, una terapeuta familiar estadounidense que ha trabajado con familiares de enfermos de alzheimer, de soldados desaparecidos, de las víctimas del 11-S y con personas afectadas por duelos migratorios. Ella es la autora del libro La pérdida ambigua. Cómo aprender a vivir con un duelo no terminado[1].

De acuerdo con su teoría, existen dos tipos de Pérdida Ambigua:

.- Cuando los miembros de la familia están físicamente ausentes, pero psicológicamente presentes, como ocurre en el caso de personas desaparecidas.
.- Cuando los miembros de la familia están físicamente presentes, pero psicológicamente ausentes, como ocurre en el caso de personas mentalmente enfermas.

Los límites de la familia se desdibujan con miembros que no están física o psicológicamente del todo presentes pero siguen siendo parte.

Las personas afectadas por una pérdida ambigua pueden experimentar un bloqueo y una alteración en todos los órdenes de la vida, especialmente los relacionales, pero también en los proyectos, ya que todo pasa a depender de una incertidumbre. Por otra parte , la impotencia, el enfado, la culpa (“Debería haber hecho o dicho…”), la negación de lo hechos (“Estáis exagerando, tiene ratos buenos…”), son emociones que se asocian a la pérdida ambigua y que pueden llevar a la depresión. Boss señala el duelo por la pérdida ambigua como uno de los más devastadores al mantenerse repetida e indefinidamente, con síntomas semejantes a los del trastorno por estrés postraumático.

Sin embargo, los adultos con suficiente madurez emocional pueden desarrollar estrategias que les permitan seguir adelante, aceptando que la ambigüedad de la pérdida forma parte (y solo una parte) de sus vidas. Estas estrategias dependen de sus recursos personales, sociales, asistenciales, económicos, y culturales. Después de un tiempo de bloqueo llegan a un punto de inflexión en el que deciden ACTUAR o bien iniciando su propia búsqueda o bien encontrando un sentido a la pérdida.

En la película El intercambio [2](Eastwood, 2008), basada en hechos reales, la señora Collins (Angelina Jolie) no dejará de buscar a su hijo desaparecido a lo largo de toda su vida, pero el haber contribuido a esclarecer los hechos, a demostrar la ineptitud de unos mandos policiales y a ayudar a otras familias envueltas en el mismo caso le devuelve la esperanza necesaria para continuar con su vida.

Asociarse con otros afectados es otra acción estratégica común entre las personas afectadas por una pérdida ambigua , que ofrece soporte y refuerzo para conseguir avances en la investigación o cambios en la sociedad que impidan que estas desapariciones físicas o psicológicas se repitan. Con este objetivo, surgen asociaciones tales como las de familiares de enfermos de Alzheimer o de personas desaparecidas en conflictos armados o en sociedades con altos niveles de violencia.

Las pérdidas ambiguas durante la infancia

Llegar a convivir con la pérdida ambigua de una persona querida puede ser mucho más difícil para un niño o niña (divorcio, emigración de los padres, desamparo). Su falta de madurez y de autonomía le impiden desarrollar las estrategias (aceptación y acción) utilizadas por los adultos.

Fuera del sistema de protección, tanto si la pérdida es definitiva como ambigua, los niños, niñas y adolescentes llevan a cabo el duelo en su propio entorno y en compañía de otros familiares: figuras de apego principales (el otro progenitor) y secundarias (hermanos, abuelos…). Estas personas, así como los objetos, el espacio físico y las rutinas cotidianas, juegan un papel balsámico durante el proceso de duelo en la medida en que se muestren inalterables y sinceramente empáticos.

El periodista Xavier Sardà en su libro autobiográfico Mierda de infancia[3] narra la experiencia de perder a su madre a los ocho años de edad. Mientras el padre y los hermanos mayores se reorganizaban, Xavier y su hermano de cuatro años fueron acogidos, durante un curso escolar y sin demasiadas explicaciones, por unos parientes lejanos que vivían en otra localidad. Los dos niños sufrieron simultáneamente una doble pérdida: una definitiva (la madre) y una ambigua (su padre, sus hermanos mayores y su entorno). Sardà recuerda lo que pensaba en aquel entonces: “…Desearía estar ahora en cualquier otra casa, donde viven sin pensar en otros mundos” (p. 55). No he encontrado un mejor ejemplo de lo que supone una ausencia física y su abrumadora presencia psicológica en la cabeza de un niño o niña. Más adelante, cuando regresa a su familia y a su barrio, siente al mismo tiempo la ausencia de la madre y el alivio de la compañía de los suyos: “Aquí estamos; más solos, pero más unidos que nunca” (p. 102).

Cabe pensar que gran parte de los niños, niñas y adolescentes que, para su protección, han sido separados de su familia y del entorno correspondiente podrían estar experimentando el primer tipo de pérdida ambigua. Todo aquello que les era familiar (padres, parientes, amigos, maestros, mascotas, casa, escuela, objetos, incluso nimiedades para los adultos, como los sabores preferidos…) está físicamente ausente, pero psicológicamente presente. Un auténtico universo psicológico. El duelo por estas pérdidas ambiguas puede ser más doloroso para ellos al encontrarse en un entorno extraño y en ausencia de las personas que les son familiares. Los niños, niñas y adolescentes saben que su mundo, el único mundo que conocen, sigue existiendo y que continúa sin ellos.

Después de la publicación del libro de Pauline Boss, la pérdida ambigua y su manifestación en los niños, niñas y adolescentes que están en el sistema de protección y en los jóvenes ex-tutelados han sido objeto de consideración por parte de investigadores y de profesionales estadounidenses del ámbito de la familia y del cuidado alternativo.

Describiré sucintamente los resultados de dos estudios realizados con niños, niñas y adolescentes acogidos y con jóvenes ex-tutelados, basados en las propias opiniones y sentimientos expresados por los participantes en entrevistas semiestructuradas. En el primero de ellos, los investigadores pretendían saber si los síntomas de malestar emocional que presentaban estos niños, niñas y adolescentes se correspondían con los de un duelo por pérdida ambigua. En el segundo, se analizaron las implicaciones de su pérdida ambigua en su concepto de familia al salir del sistema de protección por mayoría de edad.

A continuación veremos dos propuestas para evitar o reducir las pérdidas ambiguas cuando los niños, niñas y adolescentes se encuentran en situaciones de riesgo o de desamparo, y algunas de las recomendaciones ofrecidas por los expertos para ayudar a estos niños, niñas y adolescentes a reducir la ambigüedad de estas pérdidas.

La pérdida ambigua en niños, niñas y adolescentes acogidos

Robert E. Lee y Jason B. Whiting[4] encontraron todos los síntomas asociados a la pérdida ambigua en una muestra de 23 niños y niñas entre 7 y 12 años, a los que se pidió que relataran su experiencia de ser acogidos, y en otra muestra de 182 niños y niñas entre 2 y 10 años, a los que se pidió que interpretaran unos dibujos que mostraban idílicas escenas de un cachorro de perro con su familia.

Algunos describían así su pérdida ambigua: “Estaba a punto de llorar cuando estábamos hablando de mi madre…No creo que la vaya a ver nunca. Ellos dijeron que la iba a ver, pero…” (p. 419).

Otros estaban indignados con su propia madre: “Me enojo cuando pienso que podría haberme cuidado mejor” (p. 420), con sus actuales cuidadores: “Te quitan a tus padres. Arruinan tu vida”  (p. 420) o con el juez que dictó la sentencia: “Dijo que me escucharía y nunca lo hizo. ¡Yo quería arrestar al juez!” (p. 420).

Otros mostraban confusión acerca de las razones por las cuales habían sido separados de su familia y sobre lo que sucedería en el futuro: “Creces con tus padres de acogida, piensas que son tus verdaderos padres y una vez que vas volviendo a tus verdaderos padres piensas ‘¿Qué diablos? ¿Quiénes son?’ Es difícil para un niño pequeño” (p. 420).

Las especulaciones sobre su futuro mostraban su incertidumbre y falta de control: “Tú tienes que seguir moviéndote, moviéndote y moviéndote hasta que finalmente alguien te para. Toda esa mierda” (p. 420).

Los conflictos de relación fueron reconocidos por muchos de ellos: “…Luego me fui porque la gente no podía tratar conmigo” (p. 421), así como el sentimiento de culpabilidad: uno de los niños cuya madre estaba en la cárcel pensaba que no volvería a verla hasta que “no mejore mi comportamiento” (p. 421), y la negativa a hablar sobre lo sucedido: algunos niños no quisieron ser entrevistados o decidieron no responder a determinadas preguntas (p. 421). Las idílicas imágenes de la familia perruna les sugerían tristeza, enfermedad y muerte, además de ver conflictos en todas ellas (pp. 421-425).

Jae Ran Kim, en su artículo “Ambiguous Loss Haunts Foster and Adopted Children”[5], añade otros síntomas de pérdida ambigua observados en estos niños, niñas y adolescentes: entumecimiento emocional, mal humor, falta de concentración, ambivalencia, indecisión, extrema sensibilidad a las pequeñas pérdidas cotidianas…, así como síntomas físicos tales como cambios en los patrones de alimentación, del sueño, incontinencia, etc.

Aplicando el marco teórico de la Pérdida Ambigua, muchas de las manifestaciones de malestar emocional (la ira intensa, sumisión, autosuficiencia emocional), podrían ser normativas y reactivas a una pérdida (experimentada como un abandono) no resuelta, propias de un duelo abierto que en los niños, niñas y adolescentes se convierte en una aterradora combinación de culpa, impotencia, ansiedad y miedo a ser abandonados de nuevo.

La pérdida ambigua en los jóvenes ex-tutelados

Un sueño no realizado, cuyo alcance es considerado vital, puede ser experimentado como una pérdida ambigua. La mayoría de nosotros hemos tenido la suerte de crecer en el seno de una familia razonablemente estable en su dimensión relacional, física y legal. Como consecuencia, asociamos la palabra hogar a un lugar y a unas personas con las que, desde nuestra más tierna infancia (desde la fase intrauterina), mantenemos vínculos inquebrantables (pase lo que pase) e incuestionables. La imagen es tan tentadora, ofrece tanto abrigo y seguridad que es natural que sea el sueño no realizado de aquellos niños, niñas y adolescentes que por los azares de la vida se han visto en algún momento desprovistos de estas figuras protectoras y, en consecuencia, se han sentido solos y en la intemperie.

Gina Miranda Samuels, en su artículo  de 2009 “Ambiguous Loss of Home”[6], trata de interpretar los relatos de una muestra de jóvenes ex-tutelados que habían salido del sistema de protección por mayoría de edad. A estos jóvenes se les preguntó cómo se sentían con respecto a su ideal de familia y el significado que para ellos tenía pertenecer a una familia.

En todos ellos encontró una misma idea de familia: una familia “real” y un lugar llamado “casa”. Al tratar de definir una familia “real” se referían a unas personas que las habrían cuidado desde siempre y con las que mantendrían lazos perdurables e inquebrantables. Y “casa” era para ellos el lugar habitado por estas personas y al que ellos tendrían libre acceso (llave) y libre disposición (abrir la nevera, cocinar, reír y comer juntos…). Evidentemente, estos jóvenes estaban hablando de un sueño anhelado, pero inalcanzable para ellos.

Mientras estuvieron acogidos, transitaron dos o más veces entre distintos recursos residenciales y familiares. Los repetidos intentos de vinculación y posterior desvinculación les desesperanzaban. Uno de los jóvenes entrevistados manifestaba lo siguiente: “…más que un sentido de hogar, tienes un sentido de supervivencia” (p. 1233). Su hogar ideal se iba alejando hasta convertirse en un quimera. A pesar de ello, siguieron pensando en que la clave estaba en regresar con su familia biológica al alcanzar la mayoría de edad. El último cartucho. Su libertad les permitiría ACTUAR por sí mismos e ir en busca de aquellas personas con las que construir una auténtica familia. De ahí su “lealtad vigilante”, rechazando sustituciones por miedo a traicionar a su familia de origen o a su irrecuperabilidad en caso de adopción.

Para ejecutar su plan, muchos de ellos trataron de conectar con su familia biológica. Sin embargo, en no pocos casos la realidad con la que se encontraron fue decepcionante. Más que la soñada conexión relacional, se producía un desencuentro porque las dificultades de los padres persistían y porque la concepción de vínculo familiar se adquiere durante la infancia temprana, cuando el niño o la niña es totalmente dependiente de los cuidados y del afecto de sus cuidadores.

Estos jóvenes daban una especial relevancia a la dimensión relacional de la identidad familiar, que es distinta y, a veces, independiente de las dimensiones física y legal. El sistema de protección se propone proporcionar al niño una familia estable en sus dimensiones física y legal (reunificación o adopción), y estaría prestando menos atención a la dimensión relacional.

Por otra parte, Samuels deduce que para estos jóvenes la separación de su familia biológica y su ubicación en diferentes hogares de acogida fue una experiencia traumática que conllevó sucesivas pérdidas ambiguas que no llegaron a tener ningún sentido para ellos.

¿Como evitar o reducir las pérdidas ambiguas sin comprometer la seguridad de los niños, niñas y adolescentes?

A pesar de los esfuerzos en sanarla, la herida de las pérdidas, tanto definitivas como ambiguas, en edades tempranas puede ser profunda y su manifestación extemporánea e inesperada. Su inmadurez emocional los hace demasiado vulnerables a las pérdidas de tal magnitud. Más que adaptables, los niños son “afectables”, como dice Francisco González Sala[7].

Escribe Sardà sobre su hermano pequeño, años después de la muerte de su madre y de la emancipación de los hermanos mayores:“Juan anda con gente perdida en el mismo laberinto mental. De libro. Juan, el que de niño parecía tan tranquilo, el que sonreía por todo[…]. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué podemos hacer?” (p. 238). Juan morirá a los 26 años en su “laberinto”.

La significativa correlación entre experiencias infantiles de pérdida de referentes y las dificultades emocionales de diversa gravedad en la edad adulta nos debe llevar a la conclusión de que la mejor pérdida es la que no se produce y que toda prevención es poca.

Excluyendo los casos graves de abuso sexual (6%) y de maltrato físico (16%) según el Boletín de datos estadísticos de medidas de protección a la infancia. Número 23. Datos 2020 del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030[8], la mayor parte del maltrato que justifica que el niño sea alejado de su núcleo original es la negligencia por parte de sus progenitores, muchas veces atrapados en múltiples dificultades fuertemente entrelazadas entre sí. Es para este 78% de los casos para quien es necesario encontrar respuestas a la pregunta formulada.

La preservación familiar y el acogimiento familiar (con o sin parentesco) en la propia comunidad de origen, tal como lo propone Javier Múgica[9] dentro del manifiesto Siete Retos del grupo Renovando desde dentro, tienen la ventaja adicional de evitar que los niños sufran estas pérdidas ambiguas o sólo las estrictamente necesarias para su seguridad.

1- Evitar la separación. Apostar por la Preservación Familiar y la protección comunitaria

Las dificultades de las familias no vienen solas. Acostumbran a ser como una bola de nieve. La primera debilita para la siguiente. Si estás enfermo, si estás solo, si no tienes formación, si tienes un modelo de apego inseguro o fuiste victima de maltrato durante la infancia, si no tienes papeles, si no tienes fuente de ingresos suficientes, si no tienes un lugar seguro donde vivir… eres carne de cañón, tú y tu familia. Atender todas estas necesidades que dificultan el cuidado adecuado de los hijos es un compromiso del Estado que asume al ratificar la Convención sobre los Derechos del Niño (Artículo 4).

Sin embargo, para intervenir con la familia se espera a que se encuentren en situación de riesgo extremo y que alguien lo denuncie. Pequeñas intervenciones, que no tienen porque ser siempre técnicas ni formales, pueden llegar a tiempo para que un pequeño cambio, una pequeña ayuda, una mínima concienciación por parte de los padres, restablezca el equilibrio (concepto de Iñigo Martínez de Mandojana).

Desde los centros escolares se puede generar confianza y crear complicidades entre los docentes y los padres. En la película Hoy empieza todo [10](Tavernier, 1999), su protagonista, un empático, pero desbordado maestro infantil, se culpabilizará eternamente por no haber atendido a una madre, cuya problemática ya conocía, en el momento en el que ella se lo pidió.

Desde los centros de salud primaria se pueden detectar malestares emocionales en los niños, niñas y adolescentes y en sus familias que pueden mejorar con el simple hecho de compartirlos con el médico. No hay por que esperar a que te deriven a un servicio de salud mental.

Desde la propia red social (familia y vecinos) se pueden establecer relaciones informales de apoyo mutuo con ganancias logísticas y relacionales. En el acogimiento familiar se habla con gran solemnidad de crear una “Cultura del Acogimiento” centrada en sensibilizar a la sociedad sobre las necesidades de los niños, niñas y adolescentes tutelados. Teniendo en cuenta la importancia de la prevención, se hace necesario crear una cultura del acogimiento más amplia en la que toda la comunidad esté comprometida, “una cultura de vecindario” en la que el apoyo entre vecinos reduzca la necesidad de intervenciones profesionales. Sin embargo, se tiende a profesionalizar todo. En épocas no tan lejanas los niños y niñas iban libremente de una casa a otra; ahora van a actividades extraescolares y los ayuntamientos están abriendo servicios de canguro con profesionales contratados. Como indica Alberto Rodríguez en su artículo “Diseñando la mesa del cambio.¿Qué tipo de intervención es más eficaz en la reparación de daños por desprotección infantil”, citando a Colapinto: “intervenciones especializadas pueden diluir el papel de la familia”[11]… y el de la comunidad.

2. Separar y dejar en el entorno. Apostar por el acogimiento en familia extensa y en la comunidad de origen

Llegado el punto en que hay que aceptar la imposibilidad de reparar el sistema familiar o que no se dispone de más tiempo para garantizar la seguridad física o psicológica del niño, niña o adolescente, se recurre en primer lugar a aquellos familiares (abuelos, tíos, hermanos mayores de edad, etc.) que puedan cuidarlo. El empleo masivo de estos acogimientos (en España hay 17.000 niños, niñas y adolescentes en Acogimiento Familiar, de los cuales 12.000 (70%) están en familia extensa) se ha producido por diferentes razones: regularizaciones de situaciones de hecho, mayor predisposición por parte de los familiares y menor coste económico.

Por encima de estas razones, hay que poner en valor su demostrado impacto positivo en los niños, niñas y adolescentes así acogidos, en los que se observan mejores resultados de salud mental y bienestar en general, así como una menor probabilidad de cese del acogimiento. Desde la perspectiva de la pérdida ambigua, la bondad del acogimiento en familia extensa residiría en la continuidad relacional, social y cultural que se ofrece a los niños, niñas y adolescentes en situación de desamparo (como explica Leandrea Romero-Lucero[12]). De este modo, los niños, niñas y adolescentes no se ven a sí mismos apartados ni estigmatizados, como si fueran ellos los autores de algún delito, y no experimentan otras pérdidas más que las estrictamente necesarias. Las mejores oportunidades que pretenden ofrecer otros tipos de acogimiento pueden no compensar los riesgos psicológicos que conllevan las otras muchas pérdidas.

Sin embargo, el apoyo que reciben estas familias es manifiestamente mejorable. No se trata de equipararlo a los apoyos que recibe el acogimiento en familia ajena con un mejor estatus social, sino de adecuarlo a sus necesidades económicas, de formación, de orientación y de acompañamiento que obviamente son superiores a las de aquellas. Estos parientes, sin llegar a ser negligentes, comparten muchas de las dificultades y limitaciones de los progenitores que han causado el maltrato, que, a su vez, se pueden ver incrementadas por el hecho de estar acogiendo a estos niños. Cuidar al cuidador o cuidadora es también una forma cuidar al niño, niña o adolescente.

¿Cómo reducir la ambigüedad asociada a la pérdida ambigua experimentada por los niños, niñas y adolescentes acogidos?

Las siguientes recomendaciones, recogidas en la literatura, podrían ayudar a los niños, niñas y adolescentes que por su seguridad han sido separados de su familia y de su entorno para ser ubicados en un acogimiento residencial o en familia ajena. No se trata de un catalogo de intervenciones terapéuticas, sino de una serie de consideraciones a tener en cuenta por todas aquellas personas intervinientes en el sistema de protección, sean o no profesionales.

El primer paso para ayudar a estos niños, niñas y adolescentes es identificar, reconocer y dar valor a sus pérdidas ambiguas.

El segundo paso es ponerse en su piel. Monique Mitchell, en su libro The neglected transition: Building a relational home for children entering foster care[13], antes de abordar cualquier aspecto de la transición desde la familia biológica al hogar de acogida, le pide al lector que piense cómo se sentiría en las mismas circunstancias o que recuerde su experiencia o la de alguien conocido. Más que empatía, se requiere compasión, entendida como activadora y moduladora de la intervención.

El tercer paso, el más importante, es dar adecuadamente a los niños toda la información posible. A diferencia de las pérdidas definitivas, que no requieren mayor información, las pérdidas ambiguas son un mar de dudas y de preguntas. El no saber nos crea una ambigüedad paralizante, que impide avanzar en cualquier dirección conocida o desconocida. En tales circunstancias todos pagaríamos lo que fuera por saber por qué, para qué, quién, cómo, dónde y cuándo. Desde el momento en que se le comunica a un niño, niña o adolescente que va a tener que alejarse temporalmente de su familia, no solo experimentará las pérdidas ya mencionadas, sino que iniciará un viaje hacia lo desconocido, al encuentro de lugares y de personas extrañas y, para ellos, inimaginables. El niño necesita saber el porqué de la separación, pero también lo que va a ser de él a continuación. Los niños, niñas y adolescentes pueden estar entumecidos por el impacto o no ser conscientes de lo que los angustia y, en consecuencia, no demandar esta información que tanto necesitan. Quizás lo hagan más adelante, incluso años más tarde. De nuevo, se hace necesaria la compasión, el ponerse en el lugar del niño, niña o adolescente para sentir lo que sienten, aunque no lo expresen, y adelantarse a sus preguntas con toda la información de la que se disponga. Con honestidad, afecto, respeto, flexibilidad y… compromiso. Ser adecuada y oportunamente informado puede reducir el miedo y la ansiedad que sienten, facilitando así el acceso a dar significado (sentido) al cambio y a la esperanza que les animará a continuar.

Por otra parte, cabe señalar, desde mi punto de vista, otros elementos clave en este proceso de acompañamiento:

.- Proporcionar una persona o familia con la que pueda establecer una vinculación segura y estable. No se trataría de minimizar, sino de evitar nuevas pérdidas que seguirán siendo ambiguas.
.- Redefinir el concepto de familia. Gina Samuels[14] escribe en relación a la pérdida ambigua del concepto de familia experimentada por los jóvenes cuando se encontraban tutelados: “la apuesta del Sistema de Protección por proporcionar una familia sustituta impidió una identidad dual inclusiva de múltiples lazos familiares y lealtades” y que para conseguir esta identidad dual “Es necesario concebir un tipo de familia que vaya más allá de los lazos de sangre sin que estos sean anulados”.
Incluso, cuando no es posible la reunificación, se podría proporcionar un sentido de continuidad y de permanencia relacional al mantener y valorizar las relaciones sanas con otros referentes secundarios (parientes, amigos, vecinos, maestros) mediante visitas, eventos, actividades, como indica Javier Múgica[15] en el anterior artículo publicado en este blog. A su vez, el modelo de intervención propuesto por Alberto Rodríguez[16] en su artículo puede ofrecer también ventajas adicionales en este sentido. Sentar a la familia de origen en la mesa de trabajo con el objetivo de que reconozca el maltrato causado, para así desculpabilizar al niño, podría también facilitar la continuidad relacional entre ellos.

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Para concluir

He abordado la pérdida ambigua en los niños, niñas y adolescentes en el sistema de protección en un modo genérico y desde entender el concepto de pérdida ambigua como toda pérdida que produce ambigüedad en sus diversos grados. Cada profesional decidirá sobre la entidad de estas pérdidas y los tratamientos oportunos para paliar sus efectos.

No obstante, acabaré parafraseando a Jordi Ripoll[17]: las consecuencias de una determinada intervención con un niño deben ser contempladas desde el principio ético de la no maleficencia; ante todo no hacer daño. Este principio obliga a la prevención de aquellos daños que no por ser considerados colaterales, son menores.
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[1]Boss, P. (1999). La pérdida ambigua. Cómo aprender a vivir con un duelo no terminado. Barcelona: Gedisa.

[2]Eastwood, C. (Director). (2008). El intercambio [Película]. Estados Unidos: Imagine Entertainment, Malpaso Productions, Relativity Media.

[3]Sardà, X. (2012). Mierda de infancia. Barcelona: Ediciones B.

[4]Lee, R. E., y Whiting, J. B. (2007). Foster Children’s Expressions of Ambiguous Loss. The American Journal of Family Therapy, 35(5), 417-428. Recuperado de: http://dx.doi.org/10.1080/01926180601057499

[5]Kim, J. R. (2009). Ambiguous Loss Haunts Foster and Adopted Children, publicado en la página web de NACAC (The North American Council on Adoptable Children), recuperado de: https://nacac.org/resource/ambiguous-loss-foster-and-adopted-children/

[6]Samuels, G. M. (2009). Ambiguous loss of home: The experience of familial (im)permanence among young adults with foster care backgrounds. Children and Youth Services Review, 31(12), 1229–1239. Recuperado de: http://dx.doi.org/10.1016/j.childyouth.2009.05.008

[7]González Sala, F. (noviembre, 2021). Del tránsito a la ruptura: claves a tener en cuenta [Ponencia]. V Congreso “El Interés Superior de la Infancia y Adolescencia” en Madrid. Recuperado de: https://www.acogimientoisn.org/ES/pages/Dia-11

[8]Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. (2021). Boletín de datos estadísticos de medidas de protección a la infancia. Número 23. Datos 2020. Madrid: Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030. Recuperado de: https://www.mdsocialesa2030.gob.es/derechos-sociales/infancia-y-adolescencia/PDF/Estadisticaboletineslegislacion/Boletin_Proteccion_23_Provisional.pdf

[9]Múgica, J. (2021). RETO 2: “Van de un sitio para otro y viven sin conexiones a los suyos, a su entorno y origen”. Por una protección a la infancia comunitaria, ligada y pegada al entorno afectivo, familiar, social, cultural y a la comunidad. En Rodríguez González, A. (Coord.) y Múgica Flores, J. (Coord.). Renovando desde dentro. Siete retos y propuestas de mejora del sistema de protección de la infancia en España. Recuperado de: https://renovandodentro.wordpress.com/ Pp. 7-8.

[10]Tavernier, B. (Director). (1999). Hoy empieza todo [Película]. Francia: Les Films Alain Sarde, Little Bear, TF1 Films Production.

[11]Rodríguez, A. (2022). Artículo 4: “Diseñando la mesa del cambio.¿Qué tipo de intervención es más eficaz en la reparación de daños por desprotección infantil?”. En Renovando desde dentro. Recuperado de: https://renovandodentro.wordpress.com/2022/01/19/articulo-4-disenando-la-mesa-del-cambio-que-tipo-de-intervencion-es-mas-eficaz-en-la-reparacion-de-danos-por-desproteccion-infantil-por-alberto-rodriguez/ P. 6.

[12]Romero-Lucero, L. (2020). Addressing Ambiguous Loss Through Group Therapy. The Family Journal, 28(3),         257-261. https://doi.org/10.1177/1066480720929691

[13]Mitchell, M. B. (2016). The neglected transition: Building a relational home for children entering foster care. Oxford (Reino Unido): Oxford University Press.

[14]Op. cit., 1236.

[15]Op. cit.

[16]Op. cit.

[17]Ripoll, J. (2012). La separació infant-família i la proposta de mesura com a recurs de protecció infantil en l’Acolliment d’Urgència i Diagnòstic: qüestions ètiques. Girona: Fundació Universitat de Girona: Innovació i Formació / Fundació Campus Arnau d’Escala. Recuperado de: http://hdl.handle.net/10256/8021

El mundo sería maravilloso si solo se equivocaran los niños: El libro de los errores.

El libro de los horrores los escribimos los adultos,
no hay más que ver la tv, la radio, la prensa...

GIANNI RODARI,
El LIBRO de los ERRORES,
Ilustraciones de Chiara Armellini,
Traducido por Carlos Mayor,
Gianni Rodari estaba convencido de que «los errores no están en las palabras, sino en las cosas; hay que corregir los dictados, pero sobre todo hay que corregir el mundo»; de ahí nacen las historias y las rimas de este libro lleno de personajes divertidos y estrafalarios, y bastantes errores ortográficos y gramaticales. Pero que no cunda el pánico: para corregir los errores, el «maestro» Gianni usaba una valiosa gramática de la fantasía capaz de permitirnos a todos, a través de la sonrisa, el uso total de la palabra, «no para que todo el mundo sea artista, sino para que nadie sea esclavo»
¿Vale la pena que un niño aprenda llorando lo que puede aprender riendo? Si se juntaran todas las lágrimas vertidas en los cinco continentes por culpa de la ortografía, se obtendría una cascada que podría utilizarse para producir energía eléctrica. Claro que el coste de esta energía me parecería excesivo.
Los errores son necesarios, útiles como el pan y a menudo también hermosos: un ejemplo es la torre de Pisa.
Este libro está lleno de errores, y no son solo faltas de ortografía. Algunos son evidentes a simple vista, otros están escondidos en adivinanzas. Algunos están en verso, otros en prosa. No todos son errores infantiles, lo cual responde perfectamente a la realidad: el mundo sería maravilloso si solo se equivocaran los niños. Entre padres podemos decirlo, pero no está mal que también lo sepan los chiquillos.

Prevención de la Explotación y Abuso Sexual (PEAS) 2021, Materiales de Prevención, DNI Costa Rica.


Guía Prevención de la Explotación y el Abuso Sexual (PEAS) 2021.
Guía comunitaria.

Rita y la fiesta de cumpleaños,
Cuento para niñas y niños de 7 a 12 años.

Puros Cuentos los de Daniel,
Un Comic para adolescente.




Yo digo oportunidad, tú dices riesgo, Un diálogo sobre Internet y las redes sociales: Jornada Plataforma Infancia, UCM e INCIBE


El mundo adolescente y el mundo adulto  no tenemos la misma visión sobre las redes sociales, su uso y sus riesgos. Ambos grupos estamos de acuerdo en varias cosas, pero otras las vemos de manera distinta.  Chicas y chicos demandan que las personas adultas les escuchen más y mejor, y les acompañen de forma diferente.
¿Cómo podríamos entendernos mejor? ¿Y si empezamos por hablar? 

Desde la Universidad Complutense de Madrid y Plataforma de Infancia te invitamos a una jornada para todos los públicos, donde podremos saber más sobre estas distintas visiones y sobre todo, dialogar entre personas de distintas edades para comprendernos y llegar a acuerdos.

Jornada para adolescentes y adultos.

Día: 
jueves 21 de abril 2022
Hora: 17 a 18.30 h.

Presencial:  Sala de conferencias, Edificio anexo (aulario) de la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid. (Avda. Complutense, nº 3, Madrid). 


Programa: 
17:00      Bienvenida
17:10      ¿Qué dicen las chicas y chicos sobre Internet y redes sociales? Presentación adaptado a chicas y chicos del estudio “Actitudes de los niños, niñas y adolescentes hacia el uso seguro de internet y las redes sociales»
17:30      Diálogo entre chicas, chicos y personas expertas
18:10      Cierre institucional

Organizan:  Plataforma de Infancia, UCM, ICIBE/SIC-Spain 3.
Esta actividad se desarrolla en el marco del proyecto europeo SIC-Spain 3 para  la promoción de una Internet más segura para las niñas, niños y adolescentes. Proyecto coordinado por el Instituto Nacional  de  Ciberseguridad  (INCIBE)  a  través  del  Centro  de  Seguridad  en  Internet IS4K.


 

Jornada/Curso sobre Mediación: UNED del 2 de abril al 7 de mayo.

 Los retos de la mediación frente a la infancia y la discapacidad. 
Novedades Legislativas. 

Este curso comprende la formación teórica+práctica sobre novedades legislativas en materia de mediación así como una formación práctica a través de ejercicios y simulaciones en los que se trabajarán las técnicas a aplicar en el proceso de mediación cuando intervengan menores o personas con discapacidad.  Forma parte del programa de formación de la Fundación  Roca-Sastre y el Centro Asociado de la UNED de Cervera.  

Lugar y fechas
Del 2 de abril al 7 de mayo de 2022

Online o presencial
Puedes elegir la asistencia presencial o la asistencia online en directo.
Lugar: Centro Asociado de la UNED de Cervera.

Horas lectivas: 20
Créditos: 1 crédito ECTS.