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Hagamos que la protección de los niños y niñas contra la violencia sea una prioridad

Cada día, muchos millones de niños y niñas de todo el mundo sufren violencia en su hogar y su entorno, en escuelas  y en zonas afectadas por conflictos. Esta realidad es inaceptable. Todos los niños y niñas tienen derecho a vivir en un mundo en que se sientan respetados y estén protegidos y seguros, y es responsabilidad nuestra que este derecho sea una realidad. 


Organización Mundial de la Salud

Por Dr. Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS  

Sra. Catherine Russell, Directora Ejecutiva del UNICEF

Sra. Najat Maalla M’Jid, Representante Especial del 

Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra los Niños

6 de noviembre de 2024



Como coanfitriones de la primera Conferencia Ministerial Mundial para Poner Fin a la Violencia contra la Niñez, instamos a los mandatarios a visualizar ese mundo y actuar con el convencimiento de que alcanzar este Objetivo de Desarrollo Sostenible no es una mera aspiración, sino una realidad factible.  


A través de la Agenda 2030, los mandatarios se comprometieron a crear un mundo donde los niños y las niñas crezcan libres de violencia. En consonancia con la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño, los gobiernos establecieron las primeras metas mundiales para poner fin a todas las formas de violencia contra la niñez. Con todo, a menos que aceleremos nuestros esfuerzos, nos arriesgamos a no cumplir estas metas y, lo que es más importante, a defraudar a los niños y las niñas del mundo. 


Cada año, más de la mitad de los niños del mundo son víctimas de violencia –más de mil millones de niños y niñas– una estadística que expone nuestro fracaso colectivo en la protección de nuestros ciudadanos más vulnerables. Esta violencia se manifiesta de muchas formas: una bofetada en la cara en casa o en la escuela, amenazas mortíferas en las calles, abusos de familiares del círculo de confianza, los horrores de la guerra, la agresión sexual de un entrenador, un ciclo de desatención y una avalancha de abusos en línea. Estos niños y niñas viven con miedo constante y la esperanza de un mañana mejor.  


Las consecuencias de esta violencia son profundas y duraderas, ya que hay una fuerte correlación entre la violencia en la niñez y mayores riesgos de sufrir enfermedades mentales, mala salud y problemas sociales. Los niños y niñas que son víctimas de violencia en el hogar son especialmente vulnerables a diversas formas de explotación, especialmente en el mundo virtual. 


Es crucial reconocer que la violencia que afecta hoy a mil millones de niños y niñas socavará mañana la salud, la prosperidad y la estabilidad de nuestras sociedades. Esta violencia conlleva costos sociales y económicos catastróficos, y erosiona todas las inversiones en la educación de los niños y niñas, su salud mental y su bienestar físico.  


No es posible alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible sin reducir drásticamente la violencia que cada año sufren más de la mitad de los niños y niñas. 


La buena noticia es que sabemos lo que funciona. Somos la primera generación que entiende las soluciones para prevenir la violencia contra la niñez y tenemos la responsabilidad de actuar. Desde promover la parentalidad positiva y romper el ciclo de la violencia familiar hasta garantizar entornos de aprendizaje seguros en las escuelas y equipar al personal de primera línea para proteger a los niños y niñas que se encuentran en situaciones de alto riesgo. Existen estrategias eficaces. En nuestro mundo cada vez más virtual, es posible integrar la protección desde el principio, con soluciones costoeficaces adaptadas al contexto de cada gobierno.  


Cuando se aplican correctamente, estas estrategias de eficacia probada siguen dando resultados. Países de todas las regiones y niveles de ingresos han logrado reducir la violencia de manera significativa y sostenida, hasta el 50% a corto y medio plazo. La prevención a largo plazo resulta más eficaz, y rentable, que afrontar las secuelas de los traumas.


Sin embargo, aún no se ha aprovechado la oportunidad –ni se ha asumido la responsabilidad– para proteger a todos los niños y niñas. Los avances son irregulares y la respuesta a nivel político no se corresponde con la escala del problema.


Pronto tendremos una oportunidad para impulsar el cambio transformador necesario. Esta semana, los gobiernos de Colombia y de Suecia, en colaboración con la Organización Mundial de la Salud, el UNICEF y la Representante Especial del Secretario General de las Naciones Unidas sobre la Violencia contra los Niños, organizarán en Bogotá la primera Conferencia Ministerial Mundial para Poner Fin a la Violencia contra la Niñez. Este evento histórico reunirá a más de 130 gobiernos, 90 ministros y diversos representantes de la infancia, la juventud, los supervivientes, las instituciones académicas y entidades filantrópicas, y ha de suponer un punto de inflexión.


La repercusión de esta Conferencia depende tanto de los asistentes como de los compromisos concretos que se asuman para aumentar la aplicación de soluciones, propiciar cambios en las políticas e incrementar la inversión de forma proporcional al problema.


Ha llegado el momento de actuar con firmeza  para lograr avances decisivos en favor de los mil millones de niños y niñas que cada año son víctimas de violencia. Debemos dar prioridad a la financiación y la aplicación de soluciones basadas en pruebas. Los niños y las niñas deben sentirse seguros y protegidos en el hogar, en su entorno, en la escuela y en línea, y debemos comprometernos a que todos los niños y niñas que sean víctimas de violencia tengan acceso a los servicios de apoyo necesarios.


Tenemos que tomar una decisión. Como dijo Nelson Mandela hace ya 20 años en la presentación del primer informe sobre la violencia contra la niñez, «la seguridad y la protección no llegan por sí solas; son el resultado de un consenso colectivo y de la inversión».

En cierto modo, la decisión de proteger a nuestros ciudadanos más vulnerables es la más sencilla de tomar. Debemos asegurarnos de que todos los niños y niñas gozan de protección e invertir en nuestro futuro. La Conferencia Ministerial de esta semana brinda la oportunidad de que todos los gobiernos confirmen que su prioridad es proteger a la niñez frente a la violencia. 

No a la guerra contra la infancia

En el nuevo informe 'No a la guerra contra la infancia. Pathways to Peace'  analizamos el número de violaciones graves contra los niños y las niñas en situaciones de conflicto que se han verificado desde que se tienen registros, entre ellas asesinatos, mutilaciones y secuestros, violencia sexual, reclutamiento en grupos armados, ataques a escuelas y hospitales y negación del acceso humanitario a los niños.


31 Octubre 2024

El informe revela que un total de 473 millones de niños (el 19% de la población infantil mundial) vivían en zonas de guerra en 2023, y el número de violaciones graves cometidas contra los niños y niñas (31.721 casos documentados) en situaciones de conflicto armado alcanzó un máximo histórico el año pasado. Los mayores aumentos de los delitos contra los niños se registraron en el Territorio Palestino Ocupado y Sudán.

Cabe destacar que el costo de la violencia se disparó a 19,1 billones de dólares el año pasado, mientras que las inversiones en paz y prevención de conflictos se mantuvieron bajas, con un déficit de 4 billones de dólares para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

Descarga el informe 'No a la guerra contra la infancia. Pathways to Peace' (en inglés):


DESCARGAR EL INFORME

Cientos de niños y niñas en prisiones israelíes, las otras víctimas de la represión sionista contra palestinos.

Varios testimonios dan cuenta del maltrato físico y psicológico que sufren los menores encarcelados en prisiones israelíes, en las que pueden terminar por el mero hecho de lanzar piedras contra un tanque o manifestarse contra la ocupación.



Diario Público

EMILIA G. MORALES

13/07/2024



Soldados israelíes detienen a un joven palestino/ Abed Al Hashlamoun (EFE).

En 2018, la imagen de una niña rubia gritando y abofeteando a un soldado israelí mientras este ríe dio la vuelta al mundo. La niña era Ahed Tamimi y, con sólo 11 años, desafiaba a un miembro de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) por tratar de detener a su hermano. Tres años más tarde, la escena se repitió: Tamimi pateó a un soldado israelí que había disparado una bala de goma a su primo. Por estos actos, la preadolescente estuvo presa durante ocho meses, convirtiéndose en un icono de la causa palestina. Siempre en el ojo del huracán por su activismo contra la ocupación israelí, Tamimi volvió a ser detenida tras los atentados de Hamás del 7 de octubre en una redada en Nabi Saleh (Cisjordania) donde reside. Semanas más tarde, fue liberada.


Las detenciones de menores de edad son una práctica común en esta región de Oriente Próximo. Aproximadamente entre 500 y 700 niños palestinos son detenidos cada año por las FDI, según los datos de la organización local Defense for Children International Palestine (DCIP). Algunos de ellos tan sólo tenían 12 años en el momento de su arresto, edad mínima con la que los niños y niñas palestinos pueden ser juzgados y encarcelados según la legislación israelí. La estimación de la organización palestina es similar a la que hace la internacional Save The Children (STC), que en su informe de 2023 sobre la situación de los niños palestinos estimaba que Israel arrestaba a entre 500 y 1.000 menores anualmente.


Tras los atentados del 7 de octubre, la situación ha empeorado considerablemente. A inicios de julio, 250 niños y niñas palestinos se encuentran entre rejas, según el recuento de la Asociación palestina de Apoyo a Prisioneros y Defensa de los Derechos Humanos (Addameer). Ellos son el 2,5% de las 9.700 personas que Israel mantiene encerradas en prisión, algunos de ellos sin siquiera acusación. También organismos internacionales como la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) hablan de niños y niñas detenidos, maltratados en las prisiones de Israel, aunque no se aventuran a dar cifras concretas.


"Lanzar piedras" contra tanques o soldados, o "manifestarse" son las razones más comunes por las que los menores palestinos son detenidos por Israel, según STC. En otros casos, la mera sospecha de que hayan delinquido es suficiente para arrestarlos, gracias a la figura de la detención administrativa, que permite a las FDI arrestar a palestinos sin que se hayan presentado cargos contra ellos. Mientras que los actos de vandalismo o protestas son considerados como desobediencia civil y juzgados por la Justicia ordinaria en la mayoría de los países democráticos, Israel los somete a la justicia militar.


Tribunales militares para menores


Que militares juzguen a menores "es algo muy anómalo", evidencia a Público Vicente Raimundo Núñez-Flores, director de Cooperación Internacional de Save The Children.  Tanto es así que Israel es el único país del mundo que mantiene este modelo en la actualidad. Dicho de otra manera, los niños y niñas palestinas son los únicos en todo el mundo en ser juzgados por militares. "Cuando un menor comete un delito en cualquier otro país, el sistema judicial es profundamente garantista y más respetuoso precisamente por su condición de niños, que los hace muy vulnerables", abunda Núñez-Flores. En cambio, "el sistema procesal militar es mucho más agresivo a todos los niveles: tienen menos garantías procesales, las sanciones son mayores, las condiciones de detención y reclusión son más duras... todo es peor".


Estas premisas hacen que algunos niños pasen años en prisión. Es el caso de Ahmad Manasra, quien este año ha cumplido 22 años de edad en la cárcel después de ser detenido siendo un niño de 13. Según denuncia Amnistía Internacional, Manasra fue insultado y amenazado durante su interrogatorio cuando era apenas un niño. Además, en aquellos momentos no estuvo acompañado por sus padres ni por un abogado. Este abuso de poder se repite constantemente, de acuerdo a los testimonios recabados año tras año por Save The Children. Según la investigación publicada por esta ONG en 2023, al 58% de los niños y niñas palestinos se les prohibieron las visitas y la comunicación con sus familias mientras estaban detenidos.


A Manasra se le acusó de intento de asesinato y se le impuso una condena de 12 años de prisión que finalmente fueron rebajados a nueve. Ocho años después de su detención –dos de los cuáles los ha pasado en régimen de aislamiento– las secuelas psicológicas de Manasra son brutales. Así lo demostró un informe psiquiátrico que le fue realizado durante su hospitalización a finales de 2022. A pesar de ello, como informó en su momento la organización internacional, cuando pudo recuperarse, Manasra fue llevado de nuevo a su celda de aislamiento.


"Por eso ningún otro país del mundo aplica regímenes militares a niños", defiende Núñez-Flores. "Es como si te hacen un consejo de guerra por hacer un grafiti en el metro", compara. El único avance que ha emprendido el Estado sionista para mejorar la situación de los menores es designar un tribunal militar específico para los casos de menores. Pero la realidad es que lo sustancial no ha cambiado y que, en la actualidad, Israel sigue aplicando condiciones de detención aterradoras a los menores palestinos. Ellos mismos dan cuenta de ello, testimonio tras testimonio, tras ser liberados.


Manual de represión: palizas, desnudos y aislamiento


Llegan en mitad de la noche y los sacan de sus camas a rastras. Después de reducirlos, les atan las manos tras la espalda y colocan una venda en sus ojos. Probablemente, permanecerán cegados y maniatados durante las primeras 24 horas de su detención. Tampoco les dan de comer. Dará igual su condición de niños cuando, durante las primeras horas de su arresto, sean sometidos a trato vejatorio e interrogatorios intensivos sin defensa. Podría ser esta madrugada o la siguiente, en esta casa o en la del vecino. Nunca se sabe cuando vienen, pero sí que tarde o temprano lo harán.


Así son la mayoría de las detenciones de menores de edad palestinos que llevan a cabo las FDI, de acuerdo al estudio publicado el pasado año por Save The Children. De nuevo, no es el único organismo que ha recopilado numerosos testimonios que apuntan al sometimiento de los menores a estas violencias. El trato que reciben los niños y niñas al ser detenidos por el autodenominado "ejército más moral del mundo" dista mucho de hacer honor a su nombre. Las cifras de STC son contundentes: cuatro de cada cinco niños son golpeados durante su detención o estancia en prisión y el 42% son heridos en el momento en el que son arrestados. "Hablamos de heridas de bala o fracturas de huesos, no de cualquier cosa", aclara Núñez-Flores.


El 70% de ellos son desnudados, el 86% sufren palizas y el 60% son amenazados con algún objeto, incluidas armas. Además, un número indeterminado de menores denuncian algún tipo de violencia sexual. Si bien la investigación que sacó a la luz estas cifras se llevó a cabo antes de los atentados del 7 de octubre, todos los reportes apuntan a que la violencia contra los menores no ha hecho más que crecer.


Todas estas prácticas tienen un impacto durísimo en la salud mental de estos menores, aunque algunas están específicamente destinadas a maltratar psicológicamente a niños y niñas. Así, el 60% de los menores palestinos detenidos han sido sometidos a régimen de aislamiento durante un periodo que oscilaba entre uno y 48 días. En algunos casos, como el de Ahmad Mansara, esta situación se alarga durante años. Su caso es un claro ejemplo de cómo el encierro extremo y la incomunicación genera daños gravísimos en la salud mental de los más jóvenes.


Esto contraviene la Convención sobre Derechos del Niño de la ONU y, por tanto, el derecho internacional. "Si tu quieres quebrar a alguien psicológicamente para siempre y reducir su esperanza de vida, sólo tienes que aislarlo", denuncian desde STC. Y sentencian: "Todo esto es tortura psicológica, ya lo sabemos".


Daños colaterales de la deshumanización


Cómo ha llegado Israel a este punto de deshumanización de los palestinos es algo que se preguntan los sectores más críticos de la sociedad israelí, al que pertenece el exsoldado y activista Yehuda Shaul, así como miembros antisionistas de la comunidad judía en el resto del mundo. En una entrevista concedida a Público a principios de julio, Shaul se mostró consternado por "el deterioro moral que hemos atravesado [los israelíes]" y que calificó de "alucinante y vergonzoso".


Yehuda usa un suceso acaecido durante la operación militar israelí de 2002, Escudo Defensivo, para explicar esta degradación. El 22 de julio de aquel año, las FDI bombardearon un edificio en el que se encontraba Salah Shehade, jefe del brazo armado de Hamás. En el ataque también fueron asesinados su esposa y nueve niños y niñas. La fuerte oleada de indignación que desataron aquellos asesinatos corrió como la pólvora, llevando el caso a instancias judiciales en el propio Israel. Fuera de Próximo Oriente el ataque también fue duramente criticado, incluso por el entonces presidente de EEUU, el republicano y firme defensor de Israel, George Bush, quien pidió explicaciones al primer ministro sionista Ariel Sharon. Israel terminó reconociendo un error de cálculo, y aseguró que, de haber sabido que morirían inocentes, no hubiese llevado a cabo el ataque. Esta empatía, al menos narrativa, está a años luz del escenario actual, donde 14.000 menores han sido asesinados sin que nadie detenga la matanza.


No hay cifras claras del número de menores detenidos durante aquella operación militar, si bien la ONU reconoció que entre los 7.000 arrestados en aquel contexto había menores de hasta 15 años. A finales de 2008 y principios del 2009 se produjo otra operación militar, llamada "Plomo Fundido", en la que alrededor de 1.400 palestinos perecieron bajo las bombas israelíes. Entre ellos unos 400 niños. El año 2008 fue el primero en el que la organización Defense for Children International Palestine (DCIP) comenzó a recoger datos de menores de entre 12 y 17 años encarcelados. Febrero de 2009, mes de la finalización de la operación, fue uno de los meses con más niños y niñas palestinos detenidos hasta la actualidad según el registro de la ONG: un total de 423 menores. Esta cifra sólo ha sido superada durante los primeros meses del 2016.


Sin embargo nunca, siquiera durante este conflicto, se han vuelto a alcanzar esas cifras. Al menos, que se sepa, ya que, al igual que ocurre con los datos de fallecidos, las cifras de detenidos también bailan. Israel no aporta datos claros sobre los detenidos y sólo las ONG locales hacen como pueden recuentos de los arrestos de menores. Save The Children ha estimado que actualmente hay 20.000 menores palestinos desaparecidos. Es posible que muchos de ellos se encuentren bajo los escombros, mientras que otros se hayan perdido en el transcurso de alguno de los muchos desplazamientos que sus familias se ven obligadas a hacer para huir de las bombas. Por último, explica a Público Núñez-Flores, otra cantidad indeterminada de niños y adolescentes se encuentran detenidos secretamente en prisiones israelíes.


Mientras las fotos, nombres e historias de vida de los menores israelíes asesinados o secuestrados por Hamás se reproducen constantemente en todos los medios israelíes, un manto de silencio y anonimato cubre los cuerpos con o sin vida de los niños y niñas palestinos desaparecidos. Para una cooperante vasca que ha vivido en Cisjordania y la Franja de Gaza durante años —y que prefiere no dar su nombre—, esta invisibilizarían de forma parte de la estrategia de deshumanización que Israel lleva años desarrollando. Sin cifras claras, ni nombres, paradero, defensa o garantías procesales, estos niños y niñas, no existen.


 

Violencia en las relaciones de pareja entre adolescentes

La violencia en las relaciones de pareja entre adolescentes se ejerce a través de tres acciones principales: a) el control, limitando el contacto con otras personas a partir, por ejemplo, del escrutinio del teléfono; b) la agresión física, con bofetadas, patadas u otro tipo de agresiones, y c) la agresión sexual, forzando relaciones no deseadas. 


Fundación “la Caixa” - ElObservatorioSocial

Proyecto seleccionado en la Social Research Call 2021 (LCF/PR/SR21/52560016)

Noemí Pereda, Marta Codina y Diego A. Díaz-Faes, Universitat de Barcelona



Dicha violencia puede afectar gravemente a la salud mental y física de los jóvenes, así como a su desarrollo personal e integración social. Con el objetivo de evaluar la prevalencia de la violencia autodeclarada, tanto desde la perspectiva de la victimización como de la perpetración, se ha empleado una muestra representativa de 4.004 adolescentes españoles, de 14 a 17 años, mediante la aplicación de un instrumento ampliamente utilizado en el ámbito internacional.


Puntos clave:


  1. En España, los resultados globales del último año muestran que la tasa de prevalencia de victimización por violencia durante las relaciones de pareja entre adolescentes se sitúa en el 13,6% (chicas: 16,9%; chicos: 10,5%). En cambio, la tasa de perpetración es del 4,8% (chicas: 6,6%; chicos: 3,1%).
  2. Por tipo de violencia, el 10,1% declaran ser víctimas de conductas de control (chicas: 13,3%; chicos: 7,1%). El 4,1% se consideran víctimas de agresión física (chicas: 3,6%; chicos: 4,5%) y el 4,3% de agresión sexual (chicas: 6,6%; chicos: 2,1%).
  3. En cuanto a la prevalencia de perpetración, se observan conductas de control en el 3,0% de los adolescentes (chicas: 4,2%; chicos: 1,9%); de agresión física en el 2,2% (chicas: 3,3%; chicos: 1,1%), y de agresión sexual en el 0,6% (chicas: 0,3%; chicos: 0,9%).
  4. El porcentaje de jóvenes que declaran haber sido a la vez víctimas y perpetradores en alguna relación de pareja en el último año es del 2,9% (chicas: 4,0%; chicos: 1,8%).
  5. En definitiva, los resultados sugieren que las chicas sufren más victimización por control y por agresión sexual que los chicos. En cuanto a los tipos de violencia perpetrada, las chicas declaran más control y agresiones físicas a sus parejas que los chicos. Se observa, también, que las chicas presentan más probabilidades que los chicos de situarse en el rol solapado de víctimas y perpetradoras en sus relaciones de pareja. Estos resultados muestran la complejidad de un problema que requiere un análisis profundo de las relaciones de violencia en las parejas más jóvenes.
  6. Esta radiografía de la violencia en las relaciones de pareja entre adolescentes es crucial para diseñar políticas de prevención que sean efectivas. Por ello, se está estudiando también la situación de las personas jóvenes más vulnerables; es decir, las que pertenecen a colectivos de riesgo, tienen alguna discapacidad, o presentan problemas de salud mental.