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“Ya no quiero dormir, no soporto más pesadillas”. En Gaza hay cerca de un millón de niños. Su miedo es insoportable.

 Mahmoud Mushtaha, el joven periodista gazatí, cuenta el infierno en la Franja. 

Desde su precaria y peligrosa situación, Mushtaha nos ha hablado del terror y 

el sufrimiento que Israel está infligiendo a un millón de niños gazatíes

 que mueren bajo los misiles, la falta de comida y agua o las epidemias 

 que empiezan a aflorar por las pésimas condiciones de vida en la Franja.  

Muchos de ellos sufren trastornos psicológicos por los bombardeos. 

Save the Children advierte de que el 80% muestra signos de angustia emocional.


Mahmoud Mushtaha 

Ciudad de Gaza 

Crónicas desde el Infierno, CTXT.


Una niña palestina y su madre son rescatadas de los escombros, Khan Yunis, sur ciudad de Gaza. / Mohammed Zannoun


Mariam Jarada, de 14 años, expresa su miedo a dormir debido a las pesadillas. “El sonido de los aviones y los bombardeos me da pánico. Cada vez que intento dormir, me atenaza un miedo a que algo malo esté ocurriendo. He llegado a un punto en el que ya no quiero dormir; no soporto más pesadillas”.


En la Franja de Gaza viven alrededor de un millón de niños. Muchos menores y jóvenes nacidos aquí han estado expuestos a los bombardeos y ataques aéreos durante las cuatro guerras israelíes anteriores –en los años 2008, 2012, 2014 y 2021–, además de a varios ataques, y ahora vuelven a estarlo en 2023.


Cuando comenzaron los bombardeos en la ciudad de Gaza, la niña Dana Shamiya, de 11 años, escribió a bolígrafo una carta y la colocó bajo la almohada de su madre. El mensaje dice: “Todo es aterrador y da miedo. Ha sido mi cumpleaños y no he soplado las velas. No recibí regalos ni nada. Echo de menos a mi padre y a mis hermanos. Me siento como si estuviera ardiendo. Casi me vuelvo loca, Dios”.


Decenas de miles de niños sufren distintos síntomas psicológicos relacionados con el miedo a los bombardeos. Entre estos síntomas se encuentran la depresión, la ansiedad, los trastornos de conducta, las pérdidas de orina, la irritabilidad y un largo etcétera. “Dana expresó el miedo y la ansiedad que ella y el resto de mi familia estamos experimentando en Gaza a causa de los ataques aéreos y los cañones que no dejan de disparar”, explica Mohammed Shamiya, hermano de Dana.


Save the Children, organización internacional no gubernamental con sede en el Reino Unido, ha advertido de que las secuelas de la situación en Gaza seguirán afectando a los niños durante muchos años. La organización destaca que los niños de Gaza experimentan miedo persistente, privación del sueño y muestran signos de ansiedad como temblores continuos y micción involuntaria.


Además, Save the Children asegura que “no hay ningún niño a salvo en Gaza en estos momentos. Al menos 4.412 niños han muerto desde que comenzó el ataque israelí contra Gaza. Los niños que sobrevivan sufrirán secuelas mentales a largo plazo: ninguno ha salido ileso”.


En otro hogar, Bassem Al-Shawa, de 51 años, intenta calmar a su hija Marah, de nueve años y medio, al oír los bombardeos israelíes. Dice: “Cuando mi hija oye el sonido de cualquier explosión, empieza a gritar y a llorar y dice: ‘No quiero morir y quiero estar contigo’”.


“Varios días después del ataque israelí a Gaza, Marah cayó en un estado de miedo, mostrando síntomas preocupantes de deshidratación y una coloración amarillenta de la cara. Al principio atribuí su angustia al ruido constante de los ataques aéreos israelíes, pero las terribles circunstancias de los hospitales, desbordados por el gran número de víctimas, me impidieron buscar atención médica inmediata”, explicó Bassem.


Los niños de Gaza se enfrentan ahora no sólo a las crisis de pánico, sino también a una grave escasez de alimento


Y añadió: “A medida que pasaban las semanas, el estado de Marah se deterioró aún más. Hasta tres semanas después no conseguí llevarla al centro de salud más cercano, donde descubrimos que había desarrollado anemia debido a una grave desnutrición”. El miedo de Marah le había dificultado enormemente la ingesta de alimentos.


El psiquiatra Mohammad Abu Al-Sabah advirtió en las redes sociales de que los niños de la Franja de Gaza que han sufrido traumas importantes pueden correr el riesgo de desarrollar tendencias violentas. Explicó que las consecuencias psicológicas de esas experiencias traumáticas suelen manifestarse en forma de comportamientos perturbadores y agresivos. Las guerras, señaló, tienden a contribuir a una mayor prevalencia de la violencia entre los niños, ya sea en el entorno escolar o en sus hogares.


Según Abu Al-Sabah, una mayoría significativa de los niños de la Franja de Gaza se enfrentan a problemas de salud mental, como depresión, ansiedad y trastornos del comportamiento, lo que subraya la urgente necesidad de apoyo e intervención en materia de salud mental.


“¿Qué culpa tiene esta niña de contraer la enfermedad junto con el miedo? Francamente, no sé cómo tratarla dadas las difíciles circunstancias vitales en las que vivimos. Siempre cuido de mi hija y le doy de comer lo mejor posible, pero en Gaza, la calamidad te llega tan hondo que no te lo esperas”, dijo Al-Sabah.


Según Save the Children, el 80% de los niños de Gaza muestran signos de angustia emocional debido a los continuos ataques. La ONU ha emitido repetidas advertencias de que Gaza puede convertirse pronto en un lugar inhabitable.


El impacto traumático de los continuos bombardeos israelíes en los niños de Gaza es desgarrador. Su miedo es insoportable. Además, los niños de Gaza se enfrentan ahora no sólo a las crisis de pánico, sino también a una grave escasez de alimentos, lo que hace surgir el alarmante espectro de la hambruna y de la catástrofe humanitaria que se cierne sobre la Franja.

La situación de niñas y niños en Gaza empeora por momentos ante un ataque terrestre inminente.

Cientos de niñas y niños han muerto en los últimos días en el territorio palestino, convertido en una auténtica cárcel desde hace 16 años. 
El Estado de Israel cortó los suministros básicos, contraviniendo las convenciones internacionales, y exigió a la población civil la huida hacia el sur para comenzar la invasión por tierra de Gaza. 
La situación cada vez es más complicada. 
Unicef reclama un alto el fuego para poder llevar lo básico a niñas, niños y sus familias:
“Un niño es un niño. Los niños y niñas de cualquier parte del mundo 
deben estar protegidos en todo momento y no deben ser nunca atacados”


Un gran número de desplazados del barrio de Shejaiya, en la Franja de Gaza, han buscado refugio en el patio detrás del hospital Shifa,
que por ahora se considera un lugar seguro para niños y mujeres. Foto: UNICEF | Hassan Islyeh

Aunque tímidamente, al menos en algunas esferas, empiezan a alzarse las voces para presionar al Estado de Israel en relación a la situación en la que mantiene a la población civil de la franja de Gaza. Después de una semana de intensos bombardeos que han causado la muerte de cientos de personas, muchas de ellas niñas y niños, y del ultimátum a la población civil del norte de la franja para que evacuen sus casas y vayan hacia el sur para que comience la invasión por tierra.

Hace días que cientos de niñas, niños y familias han buscado refugio en los centros educativos que tiene Unicef en la franja de Gaza para intentar no morir por las bombas.

Una situación endurecida con los cortes de agua y electricidad que sufre la población civil desde hace días ya y que puede provocar, de no cambiar, importantes estragos en esa población civil que no tiene a dónde escapar. Las fronteras con Israel y Egipto, en el momento de esta edición, siguen cerradas a la espera de que la mediación internacional consiga una vía para que miles de personas puedan esquivar una muerte casi segura.

En los últimos días se han podido ver en redes sociales masivas manifestaciones por medio mundo en las que se ha pedido a Israel el cese de un ataque que se entienden como indiscriminado e ilegal y que parece que va mucho más allá del derecho de respuesta del país ante los ataque perpetrados por Hamás.

En cualquier caso, en las próximas horas, cerca de medio millón de menores que residen en la zona norte de Gaza, según informaciones de Unicef, han ido dejando sus casas, junto a sus familias, para intentar ponerse a salvo ante lo invasión inminente de la zona.

Una huida de la que hemos visto imágenes de muertes indiscriminadas realizadas por el ejército israelí.

Organizaciones como Unicef o Save the Children trabajan para poder llevar la ayuda mínima en forma de material, de comida, agua y seguridad, siempre bajo la amenaza de que las personas que trabajan en terreno acaben siendo asesinadas en algún ataque, como aquellos de los que han sido víctima el personal de las ambulancias que operan en la franja.

Un comunicado de Unicef, fechado hace unos días, recogía estas palabras de James Elder, portavoz de la organigazión en Ginebra: “El actual aumento de violencia sigue cobrándose un precio horrible en las vidas de los niños, niñas y sus familias. Nada justifica el asesinato, la mutilación o el secuestro de niños. Cualquier retraso en poner fin al conflicto tendrá inevitablemente consecuencias más devastadoras para los niños y niñas”.

Desde la organización recuerdan que la mitad de la población de los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania es menor de edad y suponen 1,1 millones de niñas, niños y adolescentes. Además, ya tenían graves carencias materiales a las que se van a unir los cortes impuestos por los israelíes sobre el suministro de agua, alimentos, combustible y electricidad.

“Un niño es un niño. Los niños y niñas de cualquier parte del mundo deben estar protegidos en todo momento y no deben ser nunca atacados”, afirmaba hace unos días Catherine Russell, directora ejecutiva de Unicef. “Reiteramos el llamamiento del Secretario General de las Naciones Unidas para que se anule la orden impuesta a más de un millón de civiles palestinos de evacuar el norte de Gaza y se tomen todas las medidas posibles para ofrecerles seguridad y protección. Los niños y las niñas no merecen menos”.

Una de las escuelas de Unicef, con los daños provocados por los ataques israelíes. Foto: UNICEF | Hassan Islyeh

14 libros para hablar sobre la guerra y sus desastres para todas las edades

"Las personas se sujetan unas a otras; si una persona se suelta, las demás caen", Cartel de la Paz.

Anja Rožen, 13 años, ganadora 2022 del Cartel de la Paz, Clubes de Leones. 

Anja Rožen 13 años, ganadora 2022 del Cartel de la Paz, Clubes Leones. 

Anja Rožen, una niña de 13 años de Ravne na Koroškem, Eslovenia, tiene su propia visión de cómo es la paz. 
Dio vida a esa visión a través del arte, lo que le valió el gran premio del Concurso Cartel de la Paz de la Asociación Internacional de Clubes de Leones.

Mi cartel representa la tierra y el hecho de que nos une a todos.

Mi cartel representa la tierra y el hecho de que nos une a todos....Las personas se sujetan unas a otras; si una persona se suelta, las demás caen. Todos estamos conectados con el planeta y entre nosotros”.

Anja fue una de los 600.000 participantes de todo el mundo en el Concurso anual del Cartel de la Paz patrocinado por los clubes de Leones locales. Este concurso ofrece a los jóvenes de 11 a 13 años de edad la oportunidad de compartir su visión de la paz mundial a través del arte.

La paz es muy importante” dijo Anja. “Hay paz interior, que es encontrar felicidad y plenitud sin importar cuán dura sea tu vida. La paz es también vivir sin violencia. Cuando hay paz, las naciones y el planeta entero pueden tener estabilidad y promover el crecimiento cultural. No entiendo las guerras ni cómo la gente puede permitir que sucedan o qué es lo que lleva a la gente hasta ese extremo”.

El cartel ganador de Anja Rožen fue seleccionado por su originalidad, mérito artístico y fiel representación del tema del concurso, “Todos estamos conectados”.

El anuncio oficial de la ganadora del gran premio del concurso se hizo en el Día de los Leones con las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York, donde los asistentes pudieron escuchar a Anja a través de un mensaje de vídeo. . Como ganadora del gran premio, Anja recibió dinero en efectivo, 5000 USD, y un premio. 

Acceso a ganadores del Premio Cartel de la Paz







El mundo sería maravilloso si solo se equivocaran los niños: El libro de los errores.

El libro de los horrores los escribimos los adultos,
no hay más que ver la tv, la radio, la prensa...

GIANNI RODARI,
El LIBRO de los ERRORES,
Ilustraciones de Chiara Armellini,
Traducido por Carlos Mayor,
Gianni Rodari estaba convencido de que «los errores no están en las palabras, sino en las cosas; hay que corregir los dictados, pero sobre todo hay que corregir el mundo»; de ahí nacen las historias y las rimas de este libro lleno de personajes divertidos y estrafalarios, y bastantes errores ortográficos y gramaticales. Pero que no cunda el pánico: para corregir los errores, el «maestro» Gianni usaba una valiosa gramática de la fantasía capaz de permitirnos a todos, a través de la sonrisa, el uso total de la palabra, «no para que todo el mundo sea artista, sino para que nadie sea esclavo»
¿Vale la pena que un niño aprenda llorando lo que puede aprender riendo? Si se juntaran todas las lágrimas vertidas en los cinco continentes por culpa de la ortografía, se obtendría una cascada que podría utilizarse para producir energía eléctrica. Claro que el coste de esta energía me parecería excesivo.
Los errores son necesarios, útiles como el pan y a menudo también hermosos: un ejemplo es la torre de Pisa.
Este libro está lleno de errores, y no son solo faltas de ortografía. Algunos son evidentes a simple vista, otros están escondidos en adivinanzas. Algunos están en verso, otros en prosa. No todos son errores infantiles, lo cual responde perfectamente a la realidad: el mundo sería maravilloso si solo se equivocaran los niños. Entre padres podemos decirlo, pero no está mal que también lo sepan los chiquillos.

Ucrania: Comité de la ONU insta a poner fin a los asesinatos de niños.

El Comité de Derechos del Niño de la ONU exigió hoy a la Federación Rusa 
que cese de inmediato su agresión y acciones militares 
y Cumplir con sus obligaciones de proteger a los niños de la violencia física y psicológica. 

Comunicado del Comité de la ONU para los Derechos Humanos,
GINEBRA (4 de marzo de 2022)
Acceso la comunicado

 
Con al menos 19 niños muertos y 31 heridos en los conflictos armados durante la invasión rusa de Ucrania en los últimos días, el Comité de Derechos del Niño de la ONU exigió hoy a la Federación Rusa que cese de inmediato su agresión y acciones militares y Cumplir con sus obligaciones de proteger a los niños de la violencia física y psicológica. 


El Comité emitió la siguiente declaración:

“Los niños en Ucrania actualmente están sujetos a sufrimientos y traumas extremos. Están siendo asesinados y heridos. Están separados de sus familias. Las casas están siendo destruidas. Su educación es interrumpida. Hay informes de ataques a escuelas, orfanatos y hospitales. Sus vidas y rutinas diarias han sido completamente destrozadas. Como consecuencia del ataque militar a Ucrania, los niños están expuestos a una violencia extrema y experimentan niveles insoportables de miedo y ansiedad.

La Convención sobre los Derechos del Niño consagra los derechos del niño a la vida, la supervivencia y el desarrollo y toda la gama de derechos al agua, la alimentación, la vivienda, la salud, la educación y la protección contra toda forma de violencia. Los niños tienen derecho a cuidados, asistencia y protección en todo momento. Lamentablemente, la historia ha demostrado muchas veces que los niños se encuentran entre los más afectados en situaciones de conflicto armado.

El Comité de los Derechos del Niño está profundamente preocupado por el hecho de que la agresión y el ataque militar de la Federación de Rusia en Ucrania están cometiendo graves violaciones de los derechos del niño en Ucrania, en violación de la Carta de las Naciones Unidas. Según la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos, entre las 4 de la mañana del 24 de febrero y la medianoche del 3 de marzo se registraron la muerte de al menos 19 niños y 31 heridos. Los niños sufrirán consecuencias físicas, psicológicas, emocionales y traumáticas profundas y duraderas.

Como se destaca en el preámbulo del Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados , la paz y la seguridad basadas en el pleno respeto de los propósitos y principios contenidos en la Carta y la observancia de los instrumentos de derechos humanos aplicables son indispensable para la plena protección de los niños, en particular durante los conflictos armados.

El Comité de los Derechos del Niño exige que la Federación Rusa cese de inmediato la agresión y las acciones militares contra Ucrania y que cumpla con sus obligaciones en virtud de la Convención propugnada por el Secretario General de las Naciones Unidas para hacer cumplir la Carta de las Naciones Unidas para proteger los derechos de los niños a el grado más alto y como la prioridad más alta.”

Sección de Medios de la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas ohchr-media@un.org


El Comité de los Derechos del Niño supervisa la adhesión de los Estados partes a la Convención sobre los Derechos del Niño y sus Protocolos facultativos sobre la participación de niños en los conflictos armados y sobre la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía . La Convención a la fecha cuenta con 196 Estados partes . El Comité está compuesto por 18 miembros que son expertos independientes en derechos humanos de todo el mundo, que actúan a título personal y no como representantes de los Estados partes. 

Los bebés del 11-S que crecieron a la sombra de la tragedia y ahora temen el 20 aniversario.

Los 105 bebés del 11-S son un subconjunto dentro un grupo mucho mayor formado por todas las niñas y niños que perdieron a uno de sus padres en las Torres Gemelas, en el Pentágono o en el vuelo 93 de United Airlines que se estrelló en un campo cerca de Shanksville. 
Un total de 3.051 menores sufrieron la muerte de un progenitor. En la mayoría de los casos, el padre (siete de cada ocho víctimas del 11-S fueron hombres).
Estos niños, ahora ya adultos, conviven con el dolor, las preguntas indiscretas y la omnipresencia de las imágenes con la muerte de sus padres que, en algunos casos, no llegaron a conocer.


Robyn Higley, famosa desde el nacimiento, siempre ha odiado septiembre. Es el mes en el que sucede todo lo malo, cuando pierde su jovialidad y alegría habituales para quedarse mustia y apagada. Aunque no termine de comprender bien por qué tiene que ser así, en septiembre se siente mal.
Se acerca el vigésimo aniversario del 11-S y Robyn sabe que este septiembre será peor que los 19 ya vividos. Los medios repetirán hasta la saciedad las imágenes de aquel día terrible, habrá una explosión de emociones y fervor patriótico y ella se sentirá aún más expuesta que en los años anteriores. 
"No me gusta nada", dice. "Sí, lo entiendo, el 20 [aniversario] es algo importante, pero hay muchas expectativas sobre cómo debo sentirme, la gente espera a una niña afligida con el corazón roto, pero yo tengo casi 20 años, ya soy mayor".
Es complicado ser Robyn Higley cuando se acerca el 11 de septiembre. ¿Cómo hacer el duelo por un padre al que nunca conoció? ¿Cómo lidiar con la etiqueta que le han asignado para toda la vida, bebé del 11-S, cuando ella ni siquiera estaba en ese día terrible?

A su padre, Robert Higley, todos lo llamaban Robbie. El 11 de septiembre de 2001 fue a su nuevo trabajo como ejecutivo de una aseguradora en el piso 92 de la torre sur del World Trade Center, en Nueva York. Había comenzado tres meses antes y ese día estaba especialmente emocionado porque le habían pedido que asumiera el cargo de director en funciones.

A las 8:46 de la mañana, un avión alcanzó la torre norte y Robbie llamó a Vycki, su esposa. Le dijo que había ocurrido algo en el otro edificio pero que él estaba bien. "Vista ahora desde el recuerdo, fue una conversación dolorosamente corta", dice Vycki.

A Vycki le llevó un tiempo reconstruir lo ocurrido tras esa llamada: su marido ayudó a evacuar a doce compañeros en un ascensor, uno de los últimos en llegar a la planta baja antes de que el vuelo 175 de United Airlines se estrellara contra la torre sur a las 9:03. Robbie no logró salir. Vycki dice que decidió no entrar en el ascensor porque quería "hacer de director" y asegurarse de que todos los demás estuvieran bien.

Vycki quedó viuda el 11 de septiembre. Una madre sola al cuidado de su hija de cuatro años, Amanda, y con el embarazo de Robyn en estado avanzado. Cuando Robyn nació siete semanas después, el 3 de noviembre de 2001, ya era conocida como "la bebé del 11-S". 

Su condición de recién nacida y víctima de los atentados de las Torres Gemelas generó tanto interés que el día de su nacimiento en la sala de partos había un equipo de cámaras de la cadena ABC. "Fue gracioso", dice Robyn. "Mi madre se puso de parto, llegó al hospital y se encontró con que ABC News ya la estaba esperando".

Crecer siendo "bebé del 11-S"

Robyn Higley es una de las 105 personas que estaban en el vientre materno cuando sus padres murieron en los atentados terroristas de Nueva York, Washington y Shanksville (Pensilvania). Como miembro de este club formado bajo un criterio tan excepcional, Robyn nació y creció en un mundo donde su identidad ya le había sido asignada.

De pequeña empezó a comprender que había ocurrido algo muy grave el día en que su padre perdió la vida, pero no tenía ni idea de cómo procesarlo. "Sabía en qué consistía el 11 de septiembre, pero no cómo debía sentirme”, dice. “Para una niña de cinco años, son cuestiones muy complejas".

El desafío de educar a dos niñas pequeñas tras la calamidad de los atentados también pilló por sorpresa a Vycki. ¿Qué debía contarles? "Nadie le dio un manual a nadie", dice. "No había un manual sobre las Torres Gemelas en el que se nos dijera qué hacer, cómo criar a dos niñas pequeñas que habían perdido a su padre en esta cosa terrible".

Robyn tuvo dificultades con Amanda, su hermana mayor. Eran muy buenas amigas y estaban muy unidas pero sus experiencias opuestas del 11-S provocaban tensiones y rivalidades. Cuando ocurrió el atentado, Amanda tenía cuatro años y Robyn aún no había nacido. "Hay muchos celos entre ellas", dice Vycki. "Como bebé del 11-S, nacida tras la muerte de su padre, Robyn recibió toda la atención mediática y eso molestó a Amanda. Pero Robyn tiene celos de Amanda porque pudo estar cuatro años con su padre y ella no estuvo ninguno".

Memorial del 11-S. EFE

Cada vez que llegaba el 11 de septiembre, se intensificaba la atención sobre Robyn. "Durante todo el instituto fue algo horrible, con personas que ni siquiera eran amigas acercándose para decir 'Oye, ¿cómo estás? ¿Estás bien?'. Era como si esperaran que yo necesitara su compasión y su lástima", cuenta ella. 

A veces Robyn tenía la extraña sensación de que la gente quería que rompiera a llorar o que tuviera un ataque de nervios: "Querían que me derrumbara; cada vez que salía un anuncio del 11 de septiembre, todos los ojos giraban hacia mí en el momento en que la primera torre caía y yo empezaba a reaccionar".

Robyn, Amanda y Vycki asistirán por primera vez este año a la conmemoración oficial del 11-S en la Zona Cero. Tras evitar durante años este acontecimiento de difusión mundial, Vycki cree que ha llegado el momento. "Este parece ser el año adecuado para hacerlo", dice.

Robyn ya se está angustiando un poco por el 20 aniversario. Siete semanas después, cumplirá veinte años y eso le ha hecho pensar que no faltan tantos para llegar a los 29, la edad de su padre. "Me estoy acercando a la edad que tenía él cuando murió; cuando tenga 30 años haré cosas que él nunca pudo hacer como dejar a mi hijo en la guardería, algo que él nunca hizo conmigo", dice. "Si lo piensas, es muy desconcertante".

No poder escapar de los recuerdos

Los 105 bebés del 11-S son un subconjunto de un grupo mucho mayor formado por todas las niñas y niños que perdieron a uno de sus padres en las Torres Gemelas, en el Pentágono o en el vuelo 93 de United Airlines que se estrelló en un campo cerca de Shanksville. Un total de 3.051 menores sufrieron la muerte de un progenitor. En la mayoría de los casos, el padre (siete de cada ocho víctimas del 11-S fueron hombres).

Terry Sears lleva veinte años metida en el mundo de los niños del 11-S. Es la directora ejecutiva de la ONG Tuesday's Children, creada a pocos días de los atentados para dar asistencia a largo plazo a los niños de la tragedia. Ahora que se acerca el aniversario, Sears se ha puesto a mirar viejas imágenes de los primeros años de la ONG, cuando llevaban a los niños de excursión. 

Lo que más le impresiona es la magnitud de la pérdida. "Se organizaba un picnic en Nueva Jersey o una fiesta en la playa de Long Island, y acudían cientos de niños que habían perdido a sus padres ese día, era una sensación de duelo tan concentrada... Mirar las imágenes hoy sigue siendo algo abrumador".

A lo largo de los años, Sears ha identificado experiencias compartidas entre los niños. Una de las más potentes es la condición siempre presente del 11-S, la sensación de que no pueden escapar de él por mucho que lo intenten. "Salía todos los días en las noticias, justo cuando empezabas a ver la televisión al regresar del colegio, volvían a aparecer esas imágenes con los edificios derrumbándose", dice. "Para los niños del 11 de septiembre, sus historias se reprodujeron todos los días y durante años en público".

Sears llama la atención sobre otra potente experiencia compartida de la que también habla Robyn Higley: la tiranía de lo que esperan las otras personas. "Muchos niños del 11 de septiembre me han contado que a lo largo de los años han tratado de ser ellos mismos", dice Sears. "Conseguir un nuevo trabajo y sentirse frustrados cuando alguien les dice 'He oído que has perdido a tu padre', aunque ellos no buscaran que nadie se apiade, cuando solo querían ser normales".

"Nunca llegas a ser totalmente inmune"

Mike Friedman conoce perfectamente la sombra que el 11 de septiembre ha proyectado sobre los niños de la tragedia. Él y Dan, su hermano gemelo, tenían 11 años el día en que perdieron a su padre. "El 11 de septiembre es la única tragedia que se asocia a una fecha concreta, nadie deja que se te olvide", dice. "Está en las noticias, en la televisión, en Internet; nunca llegas a ser totalmente inmune; en la semana previa al 11-S nunca me siento como soy normalmente".

Incluso antes de los atentados, los hermanos tenían una conexión especial con los enormes rascacielos del World Trade Center en el centro de Manhattan. Mike y Dan miden 1,80 metros y fueron durante años los más altos de su escuela, incluidos los profesores. Gracias al trabajo de su madre tuvieron la oportunidad de conocer a la estrella del baloncesto Magic Johnson, que les firmó un autógrafo que decía: "A las Torres Gemelas, la mejor de las suertes". El apodo quedó y Mike y Dan serían conocidos como las Torres Gemelas mucho antes de que su padre, Andrew Friedman, fuera ese día a trabajar comprando y vendiendo acciones en el piso 92 de la torre norte. Tenía 44 años.

Entre las experiencias de los gemelos y las de Robyn Higley hay diferencias notables. Ellos sí habían nacido el 11-S y recuerdan perfectamente al director del colegio llamándolos para que salieran de clase. Les dijo que un avión se había estrellado contra el edificio de su padre en Nueva York y que no se preocuparan, que él estaba bien.

El resto del día transcurrió como si nada hubiera ocurrido. Recuerdan estar pasándolo bien en casa de un vecino, nadando en la piscina y disfrutando de la barbacoa. No fue hasta el día siguiente cuando su madre, Lisa Friedman Clark, los sentó y les dijo: "Chicos, no creo que vuestro padre vuelva a casa".

Pero también hay afinidades entre los niños del 11-S. Como le ocurrió a Robyn, a los gemelos les llevó años averiguar lo que le había ocurrido a su padre. Lisa quería ocultarles los detalles dolorosos hasta que tuvieran la edad para asimilarlos, así que crecieron pensando que su padre había estado bien hasta el derrumbe de la torre norte, que había tenido "mucho aire", como les dijo su madre. Dan tenía la impresión de que el piso 92 había sido un lugar tranquilo hasta el último momento.

Con poco más de 20 años, su madre les dijo la verdad. "Nos contó que pasó una hora y media de infierno atrapado en el piso, tosiendo un montón mientras ella hablaba por teléfono con él, con humo, paredes derrumbándose, el hueco de la escalera inaccesible, la gente ahogándose y saltando del edificio; fue algo doloroso de escuchar".

El proceso de duelo

Todos los niños del 11-S han pasado por dificultades a lo largo de los años. Los Friedman acudieron a terapeutas infantiles que les ayudaron en el proceso de duelo y de niña Robyn tuvo graves ataques de paranoia. Le generaba ansiedad separarse de su madre y solo entraba en un cine cuando alguien lo había inspeccionado y declarado seguro. "Crecí sabiendo que mi padre entró un día en el trabajo y no salió, eso me hizo tener mucho miedo de entrar en cualquier situación", dice.

Los recuerdos les han ayudado a establecer una conexión con sus padres perdidos. Los gemelos tienen colchas que les tejió un desconocido de Oregón con las camisetas y prendas de la universidad en la que Andrew estudió. Dan guarda uno de los palos de golf de su padre en la taquilla del club de Long Island donde ahora juegan los dos y Robyn guarda un conejito rosa de peluche que su padre le compró cuando él y Vycki se enteraron de que el embarazo era de una niña. 

El conejito la ha tranquilizado mucho en todos estos años. También la ha ayudado a afrontar una de sus mayores angustias: que su padre nunca supiera quién era ella. "Tuve que lidiar con eso durante un montón de tiempo, con que él no supiera quién soy; pero él sí sabía que yo era una niña, lo sabía porque me había comprado cosas y eso me reconfortaba un poco, sabía de mí, sabía quién era, se emocionaba por mí".

El asesinato de Bin Laden

Los chicos del 11-S también han compartido inesperados momentos de regocijo. El más extraño de todos, el asesinato de Osama Bin Laden en mayo de 2011. Su muerte en Pakistán a manos de un equipo de seis Navy Seal estadounidenses se anunció mientras Robyn celebraba con su familia el 14 cumpleaños de su hermana Amanda. "Lo celebramos con una tarta de chocolate, estuvo realmente bien", recuerda Robyn.

También han tenido lo que podríamos llamar las ventajas de ser famosos del 11 de septiembre. A Robyn la llevaron entre bastidores de Hairspray, el exitoso musical de Broadway. "Pude ponerme sobre un bote gigante de laca para el pelo. Para una niña de seis años, era lo más genial que había", recuerda. Todos los veranos asistía durante una semana al "Campamento de América", un lugar de recreo en el campo dedicado expresamente a los niños del 11 de septiembre. Llegó a considerarlo un refugio, un lugar donde no había que dar explicaciones ni tenía que hablar de "eso".

Con el paso de los años, según cuenta Robyn, su afecto por el padre que nunca conoció se ha hecho más profundo. Cuando ella era niña, él solo era una fotografía. Ahora tiene un perfil más completo de su padre como ser humano. "Un loco divertido al que le gustaba hacer reír a la gente", dice. "Una de las mejores personas que hayan existido".

Pese a todo, Robyn dice estar sorprendida por lo bien que ha salido, por cómo pasó de bebé del 11-S a convertirse en una mujer independiente y fuerte. "Estoy muy sorprendida por lo bien que he salido teniendo en cuenta todo lo que había en mi contra". 

Dice que sólo tiene dos penas. Le gustaría que su padre estuviera cerca para verla crecer. "Que pudiera ver lo orgullosa que estoy de mí misma", dice. El otro está relacionado con el mismo 11 de septiembre. De vez en cuando se permite divagar sobre cómo Robbie sacrificó su propia vida para salvar a otros. "Fue un héroe y eso me encanta", dice. "Pero también hay momentos en los que me enfado: ¿por qué no se subió a ese ascensor?".

Traducido por Francisco de Zárate     

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El ejército británico aún recluta a más soldados a los 16 que cualquier otra edad



Veinte organizaciones importantes de derechos humanos y de niños escribieron al gobierno del Reino Unido (2021/06/23) pidiendo el fin del reclutamiento de menores de 18 años por parte de las fuerzas armadas del Reino Unido. 

La carta pide al Secretario de Estado de Defensa que utilice el proyecto de ley de las Fuerzas Armadas, que se debatió en el Parlamento el miércoles, para elevar la edad mínima de alistamiento a 18 años en la ley.

Mientras que la mayoría de los estados en todo el mundo ahora permiten que solo se recluten adultos en sus fuerzas armadas, el ejército británico aún recluta a más soldados a los 16 que cualquier otra edad, particularmente para roles básicos de infantería.


 Comic animados para "unirse" al ejército:  En respuesta a las campañas de reclutamiento del ejército dirigidas a adolescentes a partir de los 16 años, que pintan una visión glamorosa de la vida militar pero nunca cubren los riesgos y las responsabilidades involucradas, nos asociamos con un artista de la palabra hablada, un animador y diseñadores de sonido para crear un poema animado (video) que contrarreste retórica y fomenta el pensamiento crítico sobre el reclutamiento de menores de 18 años.

En un artículo de opinión de CRIN para RUSI, el grupo de expertos en defensa y seguridad más antiguo del mundo, revisamos las razones para abolir el reclutamiento de menores de 18 años en las fuerzas armadas, una práctica cada vez menor en todo el mundo que, en el Reino Unido, está sumida en la controversia sobre el impacto desproporcionado en la salud mental de los jóvenes reclutas, entre otras cosas.

Obtenga más información sobre este problema.

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«Los niños han echado de menos a sus amigos y han acabado hartos de deberes». Entrevista a Francesco Tonucci.


“Tengo 80 años y es la primera vez que he vivido una experiencia así, imagínate lo que ha sido para los niños”, comenta Francesco Tonucci, pedagogo italiano, alter ego del dibujante Frato, y una de las voces mundialmente más respetadas en materia de infancia. La cuarentena le ha dejado recluido en casa durante tres meses y le ha aclarado la agenda, pero ha estado tan activo como siempre en su lucha por que los adultos escuchemos más a los niños, sin filtros ni prejuicios. Y que las ciudades se desarrollen pensando en ellos y no en los coches o las prisas. Hace unos días Tonucci participó en un webinar sobre la importancia de la participación infantil en el marco del proyecto Alimentando el Cambio, que promueven la Fundación Ashoka y Danone, junto con la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO) y el Ministerio de Educación y FP.

¿Cómo ha llevado estos meses?
Los viejos y los niños hemos sido los más afectados por este virus. Nosotros, porque el virus nos mata, y los niños porque no podían entenderlo. Yo he estado tres meses encerrado y sin ver a mis hijos ni mis nietos, y lo raro fue ver cómo mi agenda, que en marzo estaba llena de viajes y compromisos, se vació de repente. Aunque ahora ya se ha vuelto a llenar. Lo que me sorprendió mucho es que, en esta situación de dificultad y de crisis, se ha generado una audiencia mucho mayor de la habitual. Yo he participado en conferencias virtuales en las que había 70.000 y 100.000 personas escuchando. Para llegar a un público así yo tengo que viajar mucho, y cada vez me cuesta más hacerlo. En realidad, cada vez que se borra un viaje de mi agenda para mí es una pequeña alegría.

¿Qué lecciones deberíamos sacar de esta situación?
Antes de que empezara esto todos estábamos, por suerte, reflexionando y preocupados por el medio ambiente. Pero ahora parece que esa preocupación ha desaparecido, Greta ya no es noticia, sino algo del pasado. Y sin embargo es un tema que sigue ahí, encima de nosotros, con toda su gravedad. Y probablemente las dos cosas estén relacionadas, y no sea casual que donde más ha afectado el virus es donde más contaminación hay. Es decir, en nuestras ciudades más desarrolladas y más ricas. Este es un virus rico, que viaja en avión, y por eso llega rápido y a todas partes, mientras que antes los virus eran más lentos porque viajaban en barco. Pero, a la vez, ha afectado especialmente en los lugares de mayor masificación, donde vive la gente en peores condiciones. Y esto me lleva a pensar que ocurre lo mismo en las zonas de monocultivos intensivos, en los que es más probable que ocurra algo grave. Y que sobre todo este virus ha afectado donde tenemos el monocultivo de ancianos, en las residencias. Es decir, la pérdida de diversidad se convierte en debilidad. Y esta lógica vale también para la escuela, que establece grupos de edad homogéneos, lo cual la vuelve más frágil.

¿Los niños no deberían estar agrupados según su año de nacimiento?
Por supuesto que no, por el principio que comentaba: a menor diversidad mayor empobrecimiento. El error de tener niños iguales es que te lleva a pensar que efectivamente son iguales. Y no lo son, pero lo pensamos, y los libros de texto y los programas escolares están hechos con este criterio. No hay ninguna otra experiencia en nuestra vida cotidiana donde se reproduzca este esquema de grupos homogéneos de edad. Ni en la familia, ni en el trabajo… Siempre que doy una charla en un teatro le pregunto al público cómo se sentiría si, al entrar, a cada uno le mandáramos a una fila en función de si está en los treinta, los cuarenta o los cincuenta años. No tendría sentido y más de uno se rebelaría.
Las dos principales referencias de mi formación como maestro y pedagogo son de clases en las que había mezcla de edad. En primer lugar, la experiencia de Freinet, un maestro que en tiempos de entreguerras tenía un aula de 40 niños de 4 a 16 años y que tenía muy poca voz y salud, porque era tísico, y al que con sus 10 minutos de voz al día no le quedó más remedio que imaginar una escuela en la que los alumnos se enseñaran entre ellos. La otra experiencia es la de Don Milani y su escuela de Barbiana, cerca de Florencia; también él era una persona enferma, que murió joven, y también aquí los mayores ayudaban a los más pequeños. Y en ambas experiencias los mayores también aprendían cosas de los pequeños.

Algunas voces han considerado que los niños han sido los grandes olvidados de esta crisis. ¿Comparte esta opinión?
Totalmente. Es lo primero que denunciamos desde el proyecto de la Ciudad de los Niños. En Italia, casi la mitad de los 30.000 muertos son ancianos que vivían en residencias, pero desde el principio todos notaron que los niños y las niñas eran los que vivían esta experiencia de la manera más difícil, porque era difícil para ellos entender el sentido y soportarlo. Vivir encerrados en casa, sin poder conectar con sus amigos… Cuando en Italia se empezó a hablar de los niños lo que nos sorprendió es que empezaron a salir en televisión mis colegas psicólogos para dar consejos a los padres y mis colegas pedagogos para dar consejos a los maestros. Y nadie pensó en hablar con los niños. Nosotros lo primero que hicimos fue invitar a los alcaldes de las ciudades de nuestra red internacional a hablar con los niños, a enviarles mensajes y convocar los consejos de niños y niñas. Y entonces empezamos una investigación, proponiendo un cuestionario a estos niños y niñas para que nos dieran su punto de vista de lo que estaba pasando. Y salieron tres elementos, que fueron siempre los mismos al margen del país donde se realizó la encuesta. El primero es que los niños echaban de menos a sus amigos. A veces escribían que extrañaban la escuela, y algunos periodistas explicaron que, por primera vez, los niños echan de menos su escuela, pero en realidad era a los amigos. Lo que pasa es que desde hace años el lugar de los amigos es la escuela, cosa que es una equivocación grave, porque el lugar de los amigos tiene que ser la calle. Hace poco Frato dibujó una viñeta en la que se decía que de la escuela han desaparecido los recreos, las entradas y salidas… y se han quedado solo los deberes y las clases. Es decir, que la escuela ha quedado reducida a lo que no gusta.

¿Y qué otras dos cosas decían los niños?
Lo segundo que dicen es que lo han pasado bastante bien con sus padres, es decir, que nunca antes habían tenido a sus padres tanto tiempo para ellos, y que la experiencia les ha gustado, porque han hecho y han aprendido cosas juntos. Y lo tercero que salió es que están hartos de deberes, y están cansados y aburridos de seguir clases a través de una pantalla.
La primera semana parecían unas pequeñas vacaciones, porque iba a ser poco tiempo, pero luego ya se vio que iba para largo, y claro, había que seguir el temario…
Yo me atreví a proponer a la escuela que considerase la casa como un laboratorio; es decir, si el mundo de los niños se ha reducido a su casa, y lo están pasando bastante bien con sus padres, ¿por qué no pedimos a los padres que ayuden a la escuela, asumiendo una especie de papel de asistentes en este laboratorio nuevo que es la casa? Había que cambiar la naturaleza de los deberes y renunciar por un tiempo al programa, los libros de texto y los deberes tradicionales. Hagamos otra cosa. Pidamos a los padres que ayuden a la escuela, pero para hacer con sus hijos las mismas cosas que hacen siempre: poner una lavadora, tender la ropa, plancharla, cocinar… La cocina se tenía que considerar como un laboratorio de ciencias, y que un maestro les dijera a sus alumnos que para mañana el deber es preparar una pasta, y que cada semana haremos un plato diferente, y la escuela trabajará sobre estos deberes, porque trabajará sobre la matemática de la pasta, las cantidades, el peso, la duración de la cocción, la temperatura… o incluso el lenguaje de la receta… Esto se lo propuse a muchos países.
Ya sabemos que es difícil convencer a los maestros de que dejen sus costumbres. Yo les decía que estamos en un momento raro, y nadie os controla demasiado, con lo que podéis aprovechar para intentar una cosa nueva, y que si funciona, adelante, y si no lo hace, cuando vuelvas a la escuela vuelves a lo de siempre. Me consta que quien lo probó lo valoró muy bien, porque este laboratorio gustó a los niños y también a las familias, ya que no tenían que ayudar a los hijos a hacer cosas que no sabían hacer. Y, sobre todo, gustó a quienes tenían situaciones más complicadas de falta de dispositivos. Pero esta fase ya está acabada y ahora nos asomamos a la segunda, que es pensar qué hacemos ahora.

Eso le quería a preguntar. Aquí ha habido un debate muy fuerte porque la mayor parte de niños estarán seis meses sin pisar su centro educativo, ya que en España se han abierto los centros en junio pero de forma muy limitada, han ido muy pocos alumnos.
En Italia no se ha abierto nada.

Pues aquí hay quien sostiene que esa desconexión de tantos meses traerá mayor desigualdad y un incremento en la tasa de abandono escolar prematuro. Me gustaría saber su valoración.
No sé si eso ocurrirá, pero si lo hace sería una prueba de que la escuela no es la que se necesita. Uno no pierde a sus amigos por estar seis meses sin verles, al contrario, cuando les vuelves a ver es una fiesta. Si la escuela pierde alumnos porque ha ocurrido este incidente significa que no era lo que la ley ofrece y promete, y luego diré por qué me refiero a la ley. Yo creo que en este tiempo los niños y las niñas han aprendido mucho, y me gustaría que la escuela ahora no se preocupara de saber si se acuerdan de las clases que han tenido por pantalla, o si se acuerdan de lo último que aprendieron antes de la cuarentena. Me gustaría que trabajara intensamente sobre todo para saber lo que ganaron en términos de competencias. En nuestros cuestionarios muchos niños han dicho que han aprendido a cocinar, o a quedarse solos, o a hacer menos cosas que las deseadas… ¡Esto son temas enormes! A nivel emocional se puede trabajar muchísimo, han tenido que asistir a escenas impresionantes, con montones de muertos, y es probable que muchos niños hayan perdido a alguien de su familia. Hay que reflexionar sobre esto y es un trabajo enorme al que creo que la escuela tiene que sumarse. La escuela no tiene que hacer psicología, yo nunca les he pedido a los maestros que hicieran de psicoterapeutas, pero hay que exigirles que el mundo entre en la escuela. Por eso propuse la casa como laboratorio, porque el mundo de los niños había quedado restringido a su casa. Una sugerencia que daba durante el confinamiento es que los niños tuvieran un diario secreto, un lugar donde desahogar sus sentimientos, alguien con el cual hablar, y, si querían, tenerlo secreto. Porque los niños lo van a olvidar todo, tienen una capacidad de resiliencia más fuerte que la nuestra, pero han vivido una experiencia muy rara y tener memoria de esta experiencia puede ser interesante para ellos, para reelerlo pasado mañana con sus hijos.

Dice que los maestros no tienen que hacer de psicólogos, pero a la vez se da mucha importancia al acompañamiento emocional que tendrán que hacer en septiembre, para poder evaluar las secuelas que este periodo haya podido dejar en cada uno de sus alumnos. ¿Esto no les obliga a ser un poco psicólogos?
Las emociones forman parte del mundo de los niños, y como tal son competencia de la escuela. La cuestión es si la escuela se ocupa únicamente de sus disciplinas o si lo hace del mundo de los niños. En mi opinión, una buena escuela debe tener las puertas abiertas para que puedan entrar las experiencias de los niños. En este caso ha sido lo que han vivido dentro de casa, pero espero que mañana sea lo que vivirán fuera de casa y de la escuela. El mayor regalo que podrían tener los niños después de esto es que sus padres les den más autonomía, para que en su memoria se junten la tristeza del confinamiento con la conquista de la autonomía, esa sería la mejor forma de que les quede un buen recuerdo de esta experiencia. Y esto también vale para la escuela. Freinet propuso el texto libre, que es exactamente esto: si te ha ocurrido algo importante fuera de la escuela, escríbelo y llévalo a la escuela. La escuela tiene muchas fuentes, pero la más importante debería ser el mismo niño. Por lo que, claro, el niño tiene que explicar sus emociones, pero esto no es un tema de psicología, el maestro no tiene que tratar de interpretarlas, sino facilitar que se puedan expresar.

¿Qué le ha parecido la gestión de los distintos gobiernos en relación a la pandemia y la infancia? ¿Ha tenido la ocasión de comparar lo que hacían en distintos países?
He notado una sensibilidad distinta en distintos países. En países como Nueva Zelanda o Suecia las autoridades han celebrado encuentros virtuales con niños. También vi que en España hacían algo así. En Argentina me llamó el ministro de Educación, al que yo no conocía, y me pidió que le explicara lo que pensaba, y luego organizó un encuentro público en el que participaron más de 100.000 personas. En Italia, en cambio, nada de esto ha ocurrido. Lo hicieron algunos alcaldes respondiendo a nuestra invitación, pero a nivel nacional no.
Pero lo que estoy viendo, sobre todo, es que estamos pensando en cómo podemos volver a lo de antes. Y, por tanto, lo que ahora nos preocupa es qué cosas raras tenemos que hacer durante este tiempo de espera provisional, que esperemos que sea breve. Ahora mismo se van a abrir los cines, y se están preparando para que haya siempre espacio entre butacas. Esto no es preparar algo distinto para mañana, sino pasar la temporada problemática a la espera de volver lo más pronto posible a lo de antes, a cuando sea posible ocupar todos los sitios. Y así en cualquier ámbito. Y lo mismo está ocurriendo en educación, lo cual me parece un error. Los de la sala de cine pueden pensar que lo que tenían antes ya estaba bien, pero no entiendo cómo la escuela puede pensar lo mismo. En una encuesta que se hizo pública durante la cuarentena, Italia aparecía en el penúltimo lugar en un ranking de analfabetismo funcional. Tenemos un 30% de jóvenes que son analfabetos funcionales, es decir, que aprendieron a leer y a escribir, pero que ni escriben ni leen. También tenemos en Italia un porcentaje muy alto, mayoritario, de niños que no quieren ir a la escuela, que sufren cuando van a la escuela, y algunos lo somatizan hasta ponerse enfermos. La mayoría se aburre, y cuando un niño se aburre en la escuela tampoco aprende o su aprendizaje es superficial. Con este resultado, si en lugar de una escuela fuera una empresa, debería cerrar. La Seat no podría existir si el 30% de sus coches salieran mal de la fábrica. Einstein decía que si queremos que algo cambie no podemos seguir haciendo siempre lo mismo. Pues ahora lo que estamos haciendo son cosas raras, como dividir un grupo en dos, para poder seguir haciendo lo de antes cuando todo pase.

Antes me hablaba de la ley ¿A qué se refería?
El psicopedagogo Jerome Bruner decía que lo peor de la escuela es que los niños se aburren y que de esto hay que salir a toda costa, porque, decía, si se aburren no puede ser educación. Por eso, para no hablar de deseos que vayan a ser calificados de utópicos yo me refiero a la ley. En la Constitución italiana se dice que el objetivo de la educación es el pleno desarrollo de la personalidad, y este principio está recogido también en el artículo 29 de la Declaración de los Derechos del Niño, que es un tratado internacional y está por encima de las legislaciones nacionales. El artículo de la escuela es el 28, ahí se habla de la escuela pública, gratuita y obligatoria. Pero el artículo 29 habla de educación, e involucra las responsabilidades de la familia y de la escuela. Me gustaría que se asumiera este artículo como una refundación de una nueva relación entre familia y escuela, querría ver a estas dos entidades sentadas en una mesa, leyendo este artículo y preguntándose: “¿Cómo lo hacemos?”. Porque el artículo habla de desarrollar la personalidad de los niños, y sus aptitudes psíquicas y físicas hasta el máximo nivel posible. Y esto, lo que significa no es que los niños consigan los resultados que han previsto los adultos, sino que cada uno pueda descubrir su vocación y recibir por parte de la familia y de la escuela las herramientas para poder desarrollarla hasta el máximo nivel posible. Diversos autores le han puesto nombres distintos a esto que la ley llama aptitudes. Yo lo llamo “aquello para lo uno ha nacido”. Con lo cual, la escuela no puede ser solo la de la lengua y las matemáticas, porque si es así va a excluir a muchos alumnos. No los va a expulsar, pero los va a excluir.

¿Pero entonces cree o no cree que va a haber algún cambio, o que volveremos a lo de antes?
Un consejero de Educación de una comunidad autónoma española me preguntó lo mismo. ¿Cómo puedo favorecer el cambio?, me decía. Presuponía que la mayoría de los maestros no quiere cambios y que solo una minoría se atreve a hacer cosas. Yo le contesté que es muy sencillo: usted tiene que ponerse al lado de los que cambian, que los que cambian se sientan privilegiados, apoyados por el consejero, por le ministro; es decir, yo no puedo obligar a todo el mundo a cambiar, pero sé que la escuela lo necesita, los niños lo necesitan y la ley lo pide, pues aquellos que se pongan manos a la obra tendrán más apoyo, y llegarán a ser ejemplos para que más personas se muevan.

¿En qué dirección deberían ir esos cambios?
La escuela que yo imagino no está hecha de aulas. Pensar en aulas supone utilizar menos de la mitad del espacio de la escuela, y además son espacios cerrados, todas iguales, con el mismo mobiliario, y volvemos a lo de antes, si no hay diversidad no hay vida. En la casa cada espacio tiene una finalidad muy clara, y lo mismo en los espacios donde trabajan los científicos, los artistas, los artesanos… Lo que yo propongo es renunciar a las aulas para tener laboratorios, de manera que cualquier espacio de la escuela se aproveche para hacer cosas distintas.
Pero no es solo la escuela la que se tiene que hacer cargo de la reapertura, esto es cosa de toda la comunidad. Lo que propongo es que se cree una mesa que no sea ministerial, sino de ciudad, en la que se sienten el alcalde, los docentes, los padres y los alumnos… ¡es muy importante que no falte nadie! En Italia estamos esperando a que sea la ministra quien nos diga cuáles son las reglas nuevas. Si a los niños les damos reglas que vienen de arriba intentarán librarse de ellas, siempre ha sido así, es casi imposible que respetes una regla que no reconoces como tuya.

Como ha participado en el webinar de ‘Alimentando el cambio’ imagino que en el ámbito de la alimentación también pensará que hay que cambiar cosas.
De todas las cosas que se están diciendo en Italia, posiblemente la que más me gusta es la propuesta de que se coma en el aula. Yo hace 50 años que lo digo, porque siento una gran aversión hacia los comedores escolares.

¿Y eso?
Muchos de los problemas de la mala alimentación tienen que ver con el comedor. Son lugares donde se concentra demasiada gente, hay demasiado ruido, y se tira demasiada comida ¡Todo es negativo! La comida tiene que ser un momento de placer, de estar a gusto, de estar juntos, de compartir un tiempo… Y de hacerlo con mucha autonomía. En muchas escuelas te dicen lo que tienes que comer, cómo y en cuánto tiempo. Cuando yo pregunto por qué os gusta el comedor, muchas veces me contestan que allí los niños pueden socializar, pero eso es absurdo, porque en una comida socializas con los cuatro que tienes al lado. Cien niños en un comedor no tiene nada que ver con socializar.
Yo hace muchos años fui responsable de formación de una escuela infantil en Livorno, en la que pasamos a comer en las aulas. Y el comedor lo transformamos en un estupendo taller de arte. Y como las cocineras no querían servir a los niños, solo llevaban a las aulas las fuentes con la comida, con lo que los niños se levantaban con su plato y se servían de lo que querían y la cantidad que querían, y tras unos cuantos días de aprendizaje ya no se tiró nada de comida. Comían lo que se servían y lo pasaban muy bien, preparaban las mesas… fue un cambio total.


El día 26 de junio Francesco Tonucci participó en el 2º Encuentro Intergeneracional: 

Ciudad y ciudadanía de la infancia y la adolescencia en el COVID, organizado por la Asociación GSIA, GSIA Lab..