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Madres que trabajan fuera de casa:

 entre la culpa y el deseo.

Un estudio considera que las hijas de estas progenitoras tienen empleos mejores de adultas. 
Para la socióloga Lourdes Gaitán es importante resaltar: 

¿es el trabajo un indicador de felicidad para todos?.



Madres que trabajan fuera de casa: entre la culpa y el deseo
Getty
Un estudio de la Escuela de negocios Harvard concluye que las hijas cuyas madres desempeñan un empleo remunerado tienen en la edad adulta una mayor probabilidad de encontrar un empleo, siendo además en la mayoría de los casos puestos de responsabilidad y bien retribuidos. En los hijos se observa una mayor presencia en el hogar y sentido de la corresponsabilidad. Las autoras se han basado en dos encuestas internacionales en las que han participado más de 100.000 personas de 29 países distintos.



Una de sus autoras, Kathleen L. McGinn, profesora de la Escuela de negocios Harvard, declara que “tanto las madres empleadas como las madres que se quedan en casa pueden ser modelos positivos”. Para la docente, lo que los niños ven como "normal" en sus familias a medida que crecen da forma a sus expectativas y preferencias para sus vidas como adultos. “Las madres empleadas buscan la manera de equilibrar el trabajo fuera de casa y las responsabilidades en el hogar, y eso influirá en que sus hijos, especialmente las hijas, tomen ese mismo camino y lo repitan en sus propias vidas”, explica a El País. El valor del ejemplo.

No siempre grandes profesiones.

Para Lourdes Gaitán, doctora en Sociología y socia fundadora del Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (GSIA), aunque la investigación está bien fundamentada y bien realizada desde el punto de vista metodológico, cree que solo refleja la realidad de la clase media acomodada urbana de países desarrollados, “que es la que suele estar reflejada en la mayoría de los estudios de este tipo”.

Para explorar la posibilidad de que la asociación encontrada en el estudio varíe con la clase social de la familia de origen, sus autoras desglosaron los resultados por categorías ocupacionales generales de las madres: trabajo manual o equivalente, mano de obra no manual de baja calificación, alta destreza, y también el nivel de educación de las madres. 
Según McGinn, la relación positiva entre el empleo materno y la probabilidad de empleo de las hijas es independiente de la ocupación y educación de la madre: “las hijas adultas criadas por madres empleadas tienen más probabilidades de ser empleadas que las hijas criadas por madres que se quedaron en casa a tiempo completo”. En cuanto a la relación positiva entre el empleo materno y el nivel de ingresos, “se aplica principalmente a las hijas criadas por madres que trabajaban en trabajos de alta destreza y que tenían una educación relativamente alta”.

La fundadora de GSIA, por su parte, considera que más que “lo que demuestra el estudio”, es interesante pensar en lo que no se ve: “Tener un trabajo de responsabilidad, de muchas horas y de buena remuneración, es un indicador ¿de qué? ¿De éxito? ¿De felicidad? ¿Quién señala esto como patrón de logro?”, se pregunta. 
No solo el tipo de trabajo de la madre (y del padre) influyen, según Gaitán, en las oportunidades de las hijas e hijos, también la clase social de origen o la existencia (o no) de recursos y beneficios sociales públicos, entre otros.

La economía familiar es un marcador importante, pero en sentido distinto a los aspectos de “mejores trabajos” o de “corresponsabilidad de los hijos”. 
Para Gaitán, en cuanto a los mejores trabajos, si no hay una educación igualitaria y de calidad, los económicamente más potentes estarán mejor situados; además contarán con un “capital social”, que facilitará el acceso a mejores empleos. Sobre la corresponsabilidad, cree que esta puede ser mayor en una economía familiar más precaria, donde es más patente la necesidad de colaboración de todos los miembros. Añade la socióloga que una lectura superficial y rápida de estos estudios suele conducir a una explicación causal lineal: a madres trabajadoras y educación igualitaria, hijas mejor situadas e hijos más colaboradores en el hogar. Sin embargo, lamenta que no se tenga en cuenta a las hijas que fracasan, o que elijen un modelo tradicional, tampoco a las hijas que “triunfan” igual partiendo de situaciones totalmente contrarias. Por eso, frente a lo que la socióloga considera “explicaciones deterministas”, considera que debe primar la autonomía de las personas desde niñas “para marcar y hacer su propio camino”.

Ocurre que quizás también la percepción cuando se habla de términos como “desarrollo profesional” o “carrera profesional” es la de estar hablando de profesiones bien valoradas y remuneradas, y con una proyección enorme o de grandes responsabilidades. En el océano de empleos actuales en los que bucean las mujeres, también hay trabajos precarios, poco o nada reconocidos. Esto, para Lourdes Gaitán, está relacionado con que hay una tendencia a identificar “lo normal” con “lo nuestro”: “Las muestras no permiten, a veces, desagregaciones más finas, o no se buscan, o se cede a la predominancia (y popularidad) de los métodos cuantitativos, en detrimento de otros más largos, costosos y difíciles como son los de carácter cualitativo, que permiten mayor aproximación a lo que desborda lo normal”, explica Gaitán.

La culpa de las madres.
Pese a la relación positiva entre empleo materno y futuro profesional de las hijas que muestra el estudio elaborado por las docentes de la Escuela de negocios Harvard, muchas mujeres que tienen trabajos remunerados fuera del hogar siguen cargando con cierto sentimiento de culpa por tener que dejar a sus hijos pequeños para reincorporarse a su carrera laboral. Mientras que algunas desean la vuelta al trabajo tras la maternidad, otras hubieran preferido dedicarse más tiempo a la crianza y el cuidado de sus hijos. 
Una decisión y un sentimiento de culpa que aún hoy sigue siendo mayoritariamente “cosa de mujeres”. Así lo demuestra el informe La vida de las mujeres y los hombres en Europa, elaborado por el Instituto Nacional de Estadística y Eurostat. Según el mismo, la tasa de empleo entre las mujeres de 15 a 64 años en España (datos de 2016) es del 54,3%, diez puntos y medio menos que la de los hombres (64,8%). Entre las madres con un hijo, la tasa de ocupación sube sorprendentemente hasta el 63%, pero la brecha con los hombres empieza a ampliarse (77,7%). Una brecha que se dispara con la llegada del segundo hijo (62,9% por 83,7%), para alcanzar su máximo en el caso de las familias con tres hijos (46,5% por 72,7%).

Laura del Valle es del 63% de las mujeres españolas con un hijo que tiene un empleo remunerado. Se reincorporó a su puesto de trabajo cuando su hijo tenía cinco meses y doce días porque acumuló la lactancia y las vacaciones del año anterior. Ella pudo dejar a su hijo con la abuela, pero reconoce que al principio fue muy duro. “Te invaden las dudas, te planteas si estará bien, y si tu madre le estará cuidando como tú deseas. Había días que se quedaba llorando y me sentía muy mal por no poder quedarme con él”, cuenta. Si no hubiera sido porque tenía que trabajar a jornada completa, admite que habría tenido otro hijo, pero dadas las circunstancias, ha preferido no tener más. “Yo no estoy mal en mi trabajo, pero hubiese necesitado alguna ayuda o algo más para poder estar con mi hijo al menos hasta el año o los dos años, porque tampoco me compensa tanto como para dejarle con alegría para desarrollarme profesionalmente yo... Si trabajaba entonces era porque no me quedaba más remedio, pero hasta que empezó el cole me hubiese gustado criarle solo yo”, lamenta.

A Gentzane Landa, maestra de educación primaria, no la renovaron su contrato por estar embarazada. No fue hasta que su hijo cumplió casi dos años cuando volvió al mercado laboral, y lo hacía en un sector muy distinto al de su formación, pero en un puesto en el que podía compaginar mejor el cuidado de su hijo. Ahora acaba de ser madre por segunda vez y a punto de reincorporarse tras el permiso de maternidad siente una gran culpabilidad por no poder estar con una bebé que tendrá 18 semanas de vida cuando llegue el día de su regreso laboral. “La vuelta al trabajo me genera muchos sentimientos. Por una parte me da mucha pena y siento una gran culpabilidad porque no le voy a poder dedicar el 100% de mi tiempo, como sí hice con su hermano. A veces incluso siento ansiedad al pensarlo. También me preocupa tener que depender de una guardería siendo tan pequeña. Por suerte solo voy a trabajar a media jornada, la guardería está al lado de mi trabajo, y los días de libranza no irá, por lo que la podré disfrutar bastante. En una pequeña parte de mí también tengo ganas de volver al trabajo porque me gusta mucho lo que hago, son pocas horas, y yo creo que lo podremos llevar bien las dos”, cuenta.

Concluye Lourdes Gaitán que nunca utiliza el término “conciliación” porque lo considera una falacia y una trampa para las mujeres. Para paliar en parte ese sentimiento de culpa materna con respecto a la reincorporación al puesto laboral y para disminuir la brecha entre hombres y mujeres en lo referente al impacto que la llegada de los hijos tiene en sus aspiraciones laborales, la socióloga ve fundamental que “las actitudes igualitarias y los horarios laborales y escolares compatibles para que hombres y mujeres, niñas y niños puedan vivir, convivir y desarrollar sus vidas de forma armoniosa, según sus deseos y preferencias, sean una realidad”.


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Niños con apego, adultos con habilidades

Un comienzo injusto: desigualdad en la educación de los niños en países ricos.






En los países más ricos del mundo, 
a algunos niños les va peor en la escuela que a otros 
debido a circunstancias que escapan a su control, 
como el lugar donde nacieron, el idioma que hablan 
o la profesión que ejercen sus progenitores.

UNICEF Innocenti Launches Report Card 15:      

Office of Research - Innocenti
Acceso al Documento.       

Estos niños acceden al sistema educativo en situación de desventaja y pueden quedarse aún más rezagados si las políticas y prácticas educativas refuerzan, en lugar de reducir, la brecha entre ellos y sus compañeros. Esos tipos de desigualdad son injustos. No todos los niños tienen las mismas oportunidades de alcanzar su pleno potencial, de perseguir sus intereses y de desarrollar sus talentos y habilidades, acarreando con ello costos sociales y económicos. Este informe se centra en las desigualdades educativas en 41 de los países más ricos del mundo, todos ellos miembros de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) o de la Unión Europea (UE). A partir de los datos más recientes disponibles, se examinan las desigualdades a lo largo de la infancia —desde el acceso a la educación preescolar hasta las expectativas educativas una vez concluida la enseñanza secundaria— y se analizan en profundidad las relaciones entre la desigualdad educativa y factores como la actividad profesional de los padres, los antecedentes migratorios, el género y las características de las escuelas.
La principal particularidad de este informe es la tabla clasificatoria, donde se resume el calado de la desigualdad educativa en la enseñanza preescolar, primaria y secundaria. El indicador de la desigualdad en la educación preescolar es el porcentaje de alumnos matriculados en centros oficiales un año antes de la edad oficial de ingreso en la escuela primaria. Tanto para la escuela primaria (cuarto curso, alrededor de los 10 años) como para la escuela secundaria (15 años), el indicador muestra la diferencia entre las puntuaciones obtenidas en las pruebas de lectura por los estudiantes que obtienen los mejores y los peores resultados.

Nota de prensa y accesos: 

Gordon Brown, UN Special Envoy for Global Education, delivered a video address to kick off the launch event, emphasizing that, even after 200 years of public education, we still have a long way to go to close the gaps. Watch his video address.
Report authors Kat Chzhen, Anna Gromada, and Gwyther Rees presented the key findings of the report, with a focus on sources of educational inequalities, and findings for each stage of education: preschool, primary school, and secondary school.
The launch event also featured two panel discussions with experts, educators, and students discussing the importance of mitigating education inequality and what the most pressing policy and programming recommendations are.

In another first, UNICEF Innocenti developed a dedicated website for Report Card 15: An Unfair Start: https://www.unicef-irc.org/unfairstart, which features an interactive league table and other figures from the report, as well as infographics and data videos to highlight the key findings, conclusions, and recommendations from the report.



What are the sources of education inequality and how can we close the gaps?
Report Card 15: An Unfair Start addresses these questions and more.

Follow the conversation on Twitter: #UnfairStart

Diseñando hijos: la loca paternidad posmoderna.


La paternidad se empieza a plantear 
como el gran proyecto de crear un hijo perfecto.






La hiperpaternidad: 
marcaje, hiperprotección, sumisión a los deseos del niño, 
intromisiones en la escuela, desescolarización, 
individualización, aislamiento…

hiperpaternidad

Los libros de crianza colman las librerías. 
Las tesis de unos contradicen a las de otros. 
O las copian y refríen; tanto da, se venden igual. 
Los padres leen para fabricar al hijo perfecto, exitoso, emocional, feliz, creativo, sereno, intrépido: al hijo total. 
Libros tramposos y alentadores con títulos como Todos los niños pueden ser Einstein.

Un mercado triunfa cuando canaliza un deseo, y estos contenidos, presentados como ciencia jovial, te dicen que tu niño puede ser exactamente como tú quieras. Solo hay que motivarlos, escucharlos, guiarlos, moldearlos. «El hijo es el gran proyecto», señala Eva Millet, periodista y autora de Hiperpaternidad, «es la obra maestra a la que vas a dedicar todo, es un signo de estatus. Lo que hace tu hijo dice mucho de ti».

La maternidad sagrada y religiosa se desarboló como un suflé. Hoy surge una concepción de santidad laica. La maternidad evangélica sometía a la mujer; la versión laica somete a la mujer, incluye al hombre y vacía los bolsillos.
El niño nace con el cerebro en blanco y aprende como una esponja. Esta premisa es una mina de oro: todo está por hacer y los padres pueden diseñar a sus hijos a su antojo. Deben formarse, tecnificar la crianza. Una mina de oro y una falacia: que el cerebro nazca de ese modo no implica que puedas volcar en él lo que desees ni elegir el orden y el gusto con que el pequeño dirigirá su atención.

«Hay neuromitos educativos que ponen muy nerviosos a los padres. Dicen que tienen que aprender mucho antes de la escuela, que es el momento en que el niño va a aprender música, idiomas y va a ser un genio… Se está cambiando el patrimonio de la infancia, cada vez tienen menos tiempo de jugar», explica Millet. Es una de las vías de acceso a la hiperpaternidad: marcaje, hiperprotección, sumisión a los deseos del niño, intromisiones en la escuela, desescolarización, individualización, aislamiento…

Millet lo achaca a, entre otras cosas, el momento hipercapitalista que vivimos: ya no tomas un café, tomas un café con moca o leche de avena o estevia o sirope de agave. «Todo está muy compartimentado. También sucede con la crianza de hijos. Aquí hay veinticinco mil métodos y libros, todos con esa idea subliminal de que lo que tú hagas va a marcar a tu hijo y será esencial en que triunfe o no».

El exceso de oferta suma al perfeccionismo de los progenitores el factor de la incertidumbre. Cada sistema marca un camino y ofrece un bufé de investigaciones que lo avalan. Tanta vuelta para lo mismo: al final, un padre ansioso debe guiarse por pura fe; agarrarse a un método con devoción. La superstición siempre ha inundado la crianza. Ahora sigue haciéndolo, pero vestida de ciencia.

El naming del chiquillo

Las primeras pinceladas del diseño se aplican con la elección del nombre. Antiguamente el proceso consumía pocos minutos para la mayoría de la gente, es decir, para la gente pobre. Se escogía casi automáticamente: por ejemplo, replicando el de familiares o colocando el santo del día por muy feo que sonara. Al margen de si es mejor o peor, la cuestión es que se operaba por inercia o por afán de asentar lo común, de reconocer al niño como parte del grupo amado.
Hoy ponemos los nombres hacia fuera: seductores, originales, suaves o chispeantes, dependiendo del carácter que quiera imprimirse.
Google arroja veintiún millones de resultados con consejos y reflexiones sobre el asunto. En muchas páginas se asegura que el nombre influirá en la vida del niño. La revista Hola: «Si nos imaginamos al bebé con personalidad alegre y positiva, buscaremos un nombre que se asocie a esto… El significado del nombre es importante ya que psicológicamente puede influir». A la soberana del papel cuché la leen diez millones de personas.
«Esto viene de las celebrities. Ahora hay que buscar los nombres más raros y más diferentes porque, claro, mi hijo es tan especial, tan único que cómo lo voy a llamar Pepe o Juan», opina Millet.
Ocurre también con métodos como la crianza por apego, que sigue rutinas como la lactancia prolongada, el colecho (dormir con ellos) o trasladarlos mediante porteo y no en carricoche. Otra forma de entender que el buen futuro de un niño depende de la presencia ubicua de los padres. «Procede en parte de la clase alta americana. Viene de las millonarias, pero aquí se plantea como una cosa alternativa, casi anarquista», apunta Millet.

Necesitar la escuela perfecta

En abril de 2018, TV3 emitió un reportaje de tono inspiracional que relataba la travesía de dos padres para elegir la mejor escuela para su hija: abandonaron total o parcialmente sus puestos de trabajo, compraron una caravana y viajaron durante veinte días por Cataluña para encontrar el colegio idóneo. Lo encontraron en el municipio de Estany y echaron el freno de mano. En el momento de publicación de la pieza, la pequeña familia vivía en el vehículo a unos cuantos metros del centro elegido.

Padres con archivos Excel imposibles, padres de excedencia, padres que inventan intolerancias alimentarias para ganar puntos y acceder al centro de sus sueños. La Conselleria d’Ensenyament catalana optó por eliminar el sistema que otorgaba puntos a los niños con este tipo de problemas digestivos. Lo hizo, entre otras cosas, para limitar los intentos de fraude.
¿Qué pasa si aceptas, simplemente, el centro que te toca por proximidad? «Casi parece que eres mal padre», lamenta Millet, «las escuelas públicas están muy bien, todas quieren educar y enseñar a nuestros hijos, pero este modelo de paternidad las están cuestionando mucho».

Hay familias que discrepan de la educación reglada y deciden explorar otros territorios. Bien en centros alternativos o bien enseñando a sus hijos ellos mismos. Estos últimos, se llaman homeschoolers.
Madalen Goiria, experta en Derecho Civil, ha estudiado a fondo el fenómeno desde 2015. No hay datos oficiales. Cuenta Goiria que, desde el punto de vista estadístico, quienes educan en casa y quienes optan por proyectos no homologados son indistinguibles. Para la Administración, «mandar a tus hijos a escuelas como Montessori, Freire o Wild es como mandarlos a una escuela de macramé». No obstante, afirma Goiria, estas instituciones están creciendo como setas.

¿Por qué las familias deciden echarse al monte educativo? «A las familias no les gusta el sistema habitual porque está basado en unas motivaciones ajenas a la manera de sentir de los padres: porque usan el sistema de premio y castigo, porque usan libros de texto, porque siguen procedimientos autoritarios y directivos…», resume Goiria.

¿Qué entienden por métodos autoritarios? «Tienen que comer a una hora determinada, que hacer fichas a la hora en que se le ocurre al profesor aunque ellos no quieran hacerlo, tienen que dormir a la hora que le conviene al centro», explica.
Estas familias prefieren unos procedimientos más abiertos: «Que los padres puedan intervenir en el centro y ayudar a sus hijos a adaptarse un medio distinto, que no tengan que ir el primer día y dejarles solos y que si lloran, los dejen así porque ya se acostumbrarán y pararán de llorar. Esto hay familias que no lo ven».

La implicación no se limita a la aclimatación al medio: «Quieren tener un ámbito de decisión mayor en cómo se produce la participación del menor en el proyecto educativo, en qué condiciones, por qué…». Se alegan también «problemas de socialización». Por un lado, el acoso. Por otro, formas más leves de conflicto. «Que alguna característica específica que tenga el menor le haga ser víctima del sarcasmo del resto. Ahí se produce como defensa la desescolarización y el acudir a medios más amables, humanos y adaptados a sus características».
Este tipo de escuelas, al no ser concertadas, son caras. No todos se las pueden permitir. «La educación de calidad es cara», puntualiza Goiria. Hay padres con ingresos suficientes y otros que viven con austeridad y se privan de todo para poder regalar a sus hijos esa formación. En muchos casos solo trabaja el padre: la madre, poco a poco, primero por baja maternal, luego por reducción de jornada o excedencia, acaba centrada solo en la crianza.

Estas tiranteces entre el ámbito privado y el público, entre la esfera de control parental y la esfera de la vida exterior, se infiltran también en las escuelas tradicionales. Los padres se implican, piden cada vez más cuentas de lo que ocurre dentro del centro, solicitan tratos especiales para sus hijos.

La socióloga de la Universidad de Valladolid Almudena Moreno ha observado el fenómeno: «El maestro está amenazado, por un lado, por la complejidad de la sociedad informativa en la que vive el niño y, por otra parte, por el papel tan protagonista que quieren tener los padres en el proceso educativo. Está bien que se impliquen, pero puede correrse el riesgo de que cuestionen la función del maestro».

La tecnología consigue que el mundo escolar pertenezca cada vez menos a los chavales. En el microcosmos de la escuela, los pequeños ensayaban su independencia, su capacidad de influir y aprender de un ecosistema social que no controlan del todo. Pero hoy proliferan sistemas para avisar ipso facto a los padres cuando el menor falta a clase. Hay guarderías como El Parque de Pozuelo, que instala cámaras en las aulas para que los padres espíen a sus hijos siempre que lo deseen.
Algunas escuelas informan día a día de lo que sucede en las clases. Y los grupos de Whatsapp de padres son la normalidad, y el caos.

Ferran (nombre ficticio) es tutor en un colegio público de Alicante. «Hay muchos niños que están perdiendo el hábito de anotarse los deberes en la agenda porque dicen que, total, luego su madre lo pregunta por el grupo y se lo dice». En su opinión, estos chats reflejan la «inseguridad de los padres», que necesitan la confirmación de los demás en todo para estar seguros de no tropezar ni en lo más nimio. «Se vuelven locos con cualquier cosa». Si se dice que los chavales tienen que llevar una camiseta roja para un festival, los padres se sienten golpeados por un tsunami de dudas. «¿Roja? ¿Roja lisa? ¿Roja a rayas?».

Los padres no solo respetan hasta la sumisión los gustos o apetencias de sus hijos, sino que tratan de que el centro replique su actitud. A Ferrán le sorprende el número de niños con alergias alimentarias en su centro. Algunas, rocambolescas. «Yo no me las creo, les pido el certificado médico porque si no, sería un despiporre. Aquí tenemos un niño que siempre que tocan habichuelas, llega su madre y pide dieta blanda», relata.

Baja tolerancia a la frustración

Existe una tensión entre el deseo paterno de crear un mundo inocuo de probeta para sus hijos, sin fricciones, alejado de toda posibilidad de dolor y adaptado plenamente a su sensibilidad (a la sensibilidad que ellos tratan de diseñar) y el mundo real, externo, escolar.
Los padres se documentan y se aplican para dar sentido a un axioma contemporáneo: todos los niños son especiales, hay que proteger la singularidad del niño; o también: el éxito depende de la motivación. Como en toda fe, afloran paradojas: en la época en que los padres se involucran con más fuerza en cada paso de sus hijos, resulta que las malas notas no son responsabilidad suya ni de los pequeños, sino de que el maestro no sabe motivarlos. Y si no: «Ellos dicen: “Mira el niño que no se comporta, que no aprueba; es porque tiene una baja tolerancia a la frustración”, y lo dicen como si fuera una enfermedad crónica», cuestiona Eva Millet.

La hiperprotección logra que los obstáculos y los pequeños tropiezos se agiganten y se conviertan en un problema de remanencias médicas. Si un problema es médico, significa que es ajeno a la esencia del menor, que no compromete su ser genial.
El último estudio del Plan Nacional sobre Drogas reveló que, en 2017, uno de cada seis adolescentes tomó ansiolíticos para soportar la tensión de los exámenes o el trago de una ruptura sentimental. La edad de inicio se adelanta a los 14 años. La primera droga, como recogió la Cadena SER, es psiquiátrica y se prueba antes que el alcohol o los porros.

La angustia de poder elegirlo todo

Un niño protestaba con la espalda pegada a una valla en una calle del centro de Madrid. Las dos manitas agarrando fuerte uno de los travesaños. Lagrimeaba sin convicción, amenazaba con patalear. No se entendían sus quejas, tenía edad para hablar, podía hablar, pero soltaba gruñiditos. Ansioso, dubitativo.

No le convencía nada de lo que le sugerían sus padres. Sus padres. Ella, con el carrito del hermano; él, argumentando: «Venga, te vienes con el papá a poner gasolina y cogemos una pizza y vemos una peli, ¿eh?, ¿vale?». Ella: «¿O prefieres venirte con mamá y te pones los dibujos hasta que venga el papá?». El chaval se inflaba y desinflaba como una colchoneta de playa. No decía ni sí ni no.

Es la escenificación infantil, despojada de recursos intelectuales, de una crisis existencial. La angustia de la libertad, de que todo esté abierto. El único asidero ante tales aflojamientos del ser es la rutina, la inercia: que exista un tejido de cosas prosaicas inmutables, que no haya que ponderar, valorar y decidir. Esos automatismos pueden dejar de cuajar por la acción de los padres que creen que debe debatirse, consensuarse y negociarse cualquier acción.

«La familia no es una democracia. Hay una jerarquía. Claro que los hijos tienen derechos, pero no podemos estar preguntándoles todo el tiempo, dándoles la responsabilidad de qué van a cenar, qué se van a poner o si se quieren duchar. Se pregunta todo porque así somos más guays y más democráticos, pero no hace bien», critica Millet.

Los nuevos padres son padres tardíos. Han tenido tiempo de formarse, de analizar cómo ejercían la paternidad sus semejantes, de criticarlos, de convencerse de que lo pueden hacer mejor.  Han asumido, además, que sus propias taras provienen de su crianza. Han detectado los fallos de sus progenitores, de sus entornos. Han caído en la ilusión de la infoxicación: creen que todo lo que influirá en el desarrollo de una persona es accesible y puede aprenderse.

Temen que se repita la precariedad, la inseguridad, la crisis: quieren blindar a sus hijos, que sean los más formados y preparados, a pesar de haber comprobado que eso garantiza pocas cosas. Quizá sea una reacción defensiva: necesitan creer que controlan lo que, finalmente, la vida hará con sus pequeños.

María Luisa Carcedo.

De Alta comisionada para la lucha contra la pobreza infantil 
a Ministra de  la cartera de Sanidad, Consumo y Bienestar Social.

Con ese motivo reproducimos la entrevista de ctxt.es que le hizo el 15 de julio, 
recién nombrada entonces Alta Comisionada para Lucha contra la Pobreza Infantil.

“No se trata de atender a los niños pobres, 
se trata de que no lo sean”.

José Luis Marín

Maria Luisa Carcedo
Maria Luisa Carcedo (San Martín del Rey Aurelio, Asturias, 1953) ha estado ligada al PSOE durante más de cuarenta años. Desde la clandestinidad en la etapa tardofranquista a la caída y ascenso de Pedro Sánchez, la política asturiana ha pasado por las juventudes del partido y por multitud de cargos y responsabilidades. Su trayectoria, casi siempre vinculada a aspectos sociales y sanitarios, es prácticamente inabarcable: directora de Salud Pública y consejera de Medio Ambiente y Urbanismo en el Principado, presidenta de la Agencia Estatal de Evaluación de Políticas Públicas, diputada, senadora… entre muchos otros cargos.

Desde el pasado 21 de junio, este médico de atención primaria de formación ha añadido un nuevo epígrafe en su currículum: Alta Comisionada para la lucha contra la pobreza infantil. El organismo, dependiente de Presidencia, fue una prioridad expresa de Pedro Sánchez desde sus primeros días en el Gobierno. Carcedo, de semblante apacible y con la tranquilidad de la experiencia, explica con mucha prudencia –quizá por lo reciente del puesto– los retos de una situación social insostenible: 2,3 millones de menores en riesgo de pobreza y exclusión. El primer paso, asegura, es poner en la agenda y visibilizar la pobreza infantil. También vincular el problema a una situación estructural de desigualdad galopante que se transmite entre generaciones.

Los primeros movimientos del Comisionado han sido casi inmediatos. En menos de un mes desde su creación, el órgano ha puesto en marcha el programa VECA, una suerte de refuerzo a las becas comedor y los campamentos infantiles que organizan las Comunidades y los ayuntamientos durante el verano.
La exsenadora –dejó el cargo hace poco más de dos semanas para asumir la nueva responsabilidad– explica estos planes a CTXT el lunes 9 de julio en el edificio de Semillas del La Moncloa, el mismo día y a pocos metros de la reunión entre Pedro Sánchez y Quim Torra.

En su trayectoria política ha tenido puestos de responsabilidad en áreas como la salud, las políticas públicas o el bienestar social… Son ramas que conectan de forma integral con el tema de la pobreza infantil.

La pobreza infantil no se puede ver como algo anecdótico o que apareció de repente. Es consecuencia del incremento de la desigualdad en España.
Y también de una tendencia, en este caso global, que se viene desarrollando desde que tomaron preponderancia las tesis neoconservadoras –yo prefiero llamarlas así– de la etapa de Ronald Reagan o Margaret Thatcher, cuando se pusieron en práctica las teorías de Friedrich Hayek y Milton Friedman contrarias a la doctrina keynesiana de la economía. En España esto se agudizó mucho más durante la crisis, porque las que la pagaron fueron las rentas bajas, todas ellas. Y también muchas rentas medias que cayeron de escalón. Este fenómeno, la desigualdad, ha desembocado en que haya más familias pobres. Y que aquellas que tienen hijos sean todavía más pobres. Especialmente las monoparentales, donde casi la mitad están bajo el umbral de la pobreza. Esta es la foto, y también la consecuencia de la poca efectividad de las políticas redistributivas en la infancia. Por eso es necesario poner en marcha medidas que rompan las desventajas de los niños que están en estas familias. No se trata de atender a los niños pobres, se trata de evitar que lo sean. Y esto pasa también por la predistribución: evitar los salarios precarios y los recortes brutales en las prestaciones que se han hecho durante los años de la crisis.


Hablamos de 2,3 millones de niños en riesgo de pobreza y exclusión. Aproximadamente uno de cada tres menores. ¿No es esto una emergencia social de primer orden?

Esto es un problema estructural de país. Va más allá de lo que es la justicia social sobre las personas afectadas, en este caso las familias –yo siempre digo que no hay niños pobres en familias ricas–. Es un problema que, al final del recorrido, también afecta a la economía: esos niños, que pueden aportar conocimiento, talento, que pueden ser una pieza clave para la productividad y la competitividad del país, dejan de serlo por las dificultades y la falta de oportunidades. Es algo que, además, puede generar fractura social, con todos los problemas que conlleva. Es decir, no es un problema solo de las familias, sino del conjunto de la sociedad. Y no es solo un problema de justicia social, si no de la estructura económica del país.  


El Alto Comisionado que usted dirige es de creación muy reciente. Ha habido un primer paso, anunciado en el Consejo de Ministros de finales de junio, que consiste en un plan –llamado VECA– de choque contra la exclusión infantil en el periodo estival.

Hay dos cuestiones básicas que forman parte de la Convención sobre los Derechos del Niño y que no se hacen efectivas para aquellos que viven en hogares con carencias severas. El primero es el derecho a una alimentación sana, equilibrada y adecuada a su edad. El segundo es el derecho al ocio, al esparcimiento y a la cultura. Este periodo, el de verano, es una etapa de aprendizaje informal muy efectivo para los niños. Visitan museos, van a obras de teatro… Pero hay familias que no se pueden permitir estos gastos –prácticamente el 100% de las que están en pobreza severa–. Que esto se consiga hacer con carácter general ha sido uno de nuestros objetivos, para que existan actividades inclusivas en las que participen niños de todos los niveles socioeconómicos. Por eso hablamos, a la hora de poner en marcha el plan, de reforzar y duplicar la inversión, que es lo que hemos podido hacer este verano. Llegamos hace poco y ya había un programa para cofinanciar con las Comunidades y los ayuntamientos estas actividades.


Los Presupuestos Generales del Estado ¿afectan a su labor? José Luis Ábalos señaló hace poco que se intentaría adaptar las partidas dentro de la flexibilidad que permite la ley.

Bueno, estamos ya en junio y queda la mitad del ejercicio presupuestario, que se cerrará enseguida. En el programa VECA en concreto se aprovechó que había 60 millones de euros destinados a la infancia y usamos una parte para impulsar el plan. Lo que tengamos se aprovechará y ejecutará, y si hay que desviar dinero de distintas partidas, pues se hará. Para el año que viene hay que diseñar unos presupuestos más adecuados a lo que perseguimos.


 Y en términos estructurales, ¿cómo se ha trazado el plan? ¿De dónde salen los fondos? ¿Ha habido también incrementos en términos de capital humano?

Esto depende de las Comunidades Autónomas y los ayuntamientos. Nosotros lo que queremos para el próximo año es diseñar un programa más sistematizado, contando con las bases de población que tenemos –más de 300.000 niños en familias en riesgo–, y analizando cómo se puede planificar la estrategia de incluir a los más posibles. Hay familias que a veces no llegan ni a conocer los programas o desconocen sus mecanismos.


Pedro Sánchez insistió desde un primer momento en que la pobreza infantil era un tema prioritario. Es más, el Alto Comisionado depende de Presidencia. ¿Hasta qué punto hay un contacto directo o participación de las dos partes?  

 No queremos duplicar el aparato administrativo. El Alto Comisionado es un equipo pequeño que se encarga de estudiar la situación, identificar con detalle los orígenes de la pobreza infantil y proponer el diseño de políticas efectivas. Pero esto es algo que, en última instancia, tiene que hacerse a través de los Ministerios. Por eso queremos trabajar con los departamentos afectados: la Secretaría de Estado de Servicios Sociales del ministerio de Sanidad y Bienestar Social; el Ministerio de Educación; el de Trabajo y Seguridad Social… Todos aquellos que tienen que ver con las políticas que hagan efectivas las medidas para combatir la situación de pobreza infantil.


Siempre, con temas como la pobreza infantil, hay una percha recurrente: el famoso pacto de Estado. ¿Es posible en este ámbito? ¿Hay avances? 

Acabamos de llegar y justo ahora empiezan las vacaciones parlamentarias. Es un asunto sobre el que todos los partidos ya se pronunciaron en el Congreso, donde había incluso un mandato al Gobierno. Lo que ocurre es que hay que analizar el alcance de ese posible pacto e identificar las zonas de acuerdo –ya ocurrió con una muy importante, la violencia contra los niños– para que la situación de la infancia entre en la agenda política. Lamentablemente, tenemos temores de que hay un cierto negacionismo contra la situación de la pobreza en la infancia. La pobreza ahora tiene otros perfiles, ya no son niños con harapos y legañas. Pero sigue siendo pobreza.


¿Negacionismo desde sectores sociales, partidos o ámbitos económicos?

No hay una expresión concreta en la que alguien se atreva a decirlo abiertamente. Pero sí que se percibe que se habla de ello como si fuese solo estadística y que la realidad no es así. No, las estadísticas miden lo mismo en España que en otros países. Y tenemos la situación relativa que tenemos. Afortunadamente, el Estado de Bienestar tiene servicios públicos, pero el deterioro, los recortes y la falta de avance de este sistema –que en España también nació con retraso respecto de los países del entorno– hace que los que más sufran las consecuencias sean los niños. Y particularmente los que tienen más carencias. Si tú las becas las derivas a la excelencia académica y no a esas carencias, tienes un problema. Si estás fomentando que haya segregación escolar favoreciendo que hay desgravación de la renta a las familias que llevan a sus hijos a centros privados, como ocurre en Madrid, pues tienes otro problema. Todas son medidas concretas de cómo se gestiona el Estado del Bienestar y los servicios públicos, que deberían tener vocación inclusiva, y no siempre es así. Eso genera importantes desventajas en las familias con menos recursos.  

¿Está previsto que la cuestión de la pobreza infantil termine en alguna ley, al estilo de lo que se hizo con la dependencia?

Bueno, incluso en varias leyes, dependiendo de los temas. El objetivo es combatir la desigualdad, la pobreza, tomar medidas en las familias con grandes carencias…. Todo esto irá generando decisiones en función del rango necesario. Durante la legislatura pasada se impulsaron dos leyes de infancia para modificar sobre todo el tema del tutelaje, la acogida y la adopción. Para el Alto Comisionado lo primordial es hacer efectivos los derechos de la Convención sobre los Derechos del Niño. Esto exigirá en algunos casos una modificación legal, y en otras medidas como el programa VECA, que no requirió ninguna norma.


Has mencionado los derechos recogidos en la Convención sobre los Derechos del Niño de la ONU. Es decir, que la situación supera las cuestiones económicas y se traslada a un plano en el que hay unos derechos que no se están haciendo efectivos. Y aquí pueden aparecer otras cuestiones que guardan relación con la pobreza infantil, que tampoco están resueltas en nuestra sociedad, como la vivienda.

A mí no me gusta, y es algo en lo que coinciden muchas organizaciones de infancia, fragmentar la pobreza. Es decir, el que es pobre para poner la calefacción lo es para comprar alimentos sanos, es pobre para comprar libros, para consumir cultura… Lo que hay que combatir es la desigualdad y la pobreza y que las familias tengan ingresos que le permitan cubrir las necesidades básicas. 


Pero en el programa electoral del PSOE para esta legislatura el apartado de infancia hacía hincapié en etas cuestiones estructurales como la vivienda o la educación… 

Ahí tiene que haber una intervención pública en la política de vivienda y todas las dimensiones que la rodean. En España, lamentablemente, la política de vivienda se convirtió en un elemento de especulación y no en un bien social, que es lo que debería de ser. Hay que retomar eso en ámbitos como el alquiler, para que no suponga un coste para las familias más allá del porcentaje de gastos aceptable. En la educación, por su parte, es fundamental que se recupere su papel como motor del ascensor social. Temas como el abandono escolar son problemas muy serios que afectan sobre todo a las familias con pocos recursos. Hay relaciones muy estrechas entre la formación de los padres y el rendimiento de los hijos. 


Las desigualdades de acceso a la educación son más notables en edades muy tempranas. Hay estratos socioeconómicos que, por ejemplo, no tienen apenas posibilidades de acceder a la educación inicial (de 0 a 3 años). ¿Qué hay de la gratuidad de estos servicios?

El acceso a los servicios públicos debe ser gratuito, y estamos en contra de cualquier tipo de copago tanto en la educación como en la sanidad. Ya nos opusimos cuando quisieron poner el euro por visita en los servicios sanitarios. El acceso debe ser gratuito y de carácter universal, es crucial.


Pero los datos de Eurostat dicen que apenas existen menores en el país que reciban atención de los servicios formales de cuidados de forma gratuita… 

Ahí es donde encaja el programa VECA que hemos puesto en marcha. No tiene por qué ser gratuito para todos los niños, pero aquellos que tengan padres que no puedan sufragar los gastos deben ser becados. El verdadero problema está en los niños que no pueden acceder por razones económicas. Esa es la clave. 


¿Y cómo harán para evaluar las situaciones y las capacidades económicas de las familias? 

En ese tema hay bastante avanzado. Los niños que tienen becas de comedor ya conforman un censo. En los servicios sociales municipales también tienen identificadas a las familias con situación de necesidad. Hay que tener en cuenta que esto son cosas que nosotros podemos impulsar, pero que son competencias de ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Se trata de diseñar programas sistematizados, que contengan información para conocer lo que está sucediendo y unas guías sobre los requisitos que se deben reunir para hacer efectivos los derechos de los niños.


Estos distintos niveles en la administración hacen que la implementación de planes a veces se vuelva compleja ¿Han pensado cómo llevarlos a cabo para que sean efectivos y haya sinergia entre las distintas instancias?

Lo que planteamos es que el propio diseño de los planes participe ya las distintas Comunidades y ayuntamientos y que trasladen sus experiencias. Es decir, difundir las buenas prácticas y que sean parte del diseño de los programas. Con el plan VECA se ha hecho de forma un poco intuitiva y en cuatro días, porque ya estaban empezando las actividades de verano. Para el año que viene, como he comentado, todo se debe sistematizar.


Hay otra cuestión en el ámbito de la pobreza infantil, que es la desigualdad territorial, muy pronunciada en España. ¿Cómo se puede solucionar esta cuestión geográfica?

Para eso se necesita el concierto con las administraciones que están en esa realidad, especialmente los ayuntamientos. Los planes deben tener un sistema de información, es decir, saber a cuántos niños estamos llegando actualmente y qué necesidades de desarrollo futuro se deben afrontar. Y también las que no se deben hacer, como tener guetos para niños pobres.

En las últimas semanas hemos visto cómo llegaban a los puertos de España personas rescatadas en el mar. Migrantes, entre los que hay niños y bebés. Dentro de la infancia, que es un colectivo vulnerable, ellos son un grupo de riesgo. ¿Tienen previsto intervenir, pronunciarse o aconsejar con estas situaciones?

Queremos trabajar con la Secretaría de Estado de Migraciones. Hay dos temas altamente preocupantes en este asunto: por un lado, que en todo el proceso sobre los refugiados hay muchos niños desaparecidos. Por otro lado la escolarización, que hay que asegurarla. Esto pasa por fomentar políticas de inclusión social. Otro asunto, que es común a niños y niñas, y especialmente a estas últimas, son los abusos y la violencia que sufren. A los problemas de la infancia se unen otros problemas específicos, por lo que hay que garantizar la seguridad de este colectivo de forma prioritaria.

¿Y lugares como los Centros de Internamiento de Extranjeros, donde hay menores? Varios ayuntamientos prometieron cerrarlos pero de nuevo parece un tema poco resuelto

Efectivamente. Naciones Unidas alertó sobre la situación de estos centros. Son lugares de acción prioritaria. Es una problemática que hay que afrontar: garantizar la inclusión, la seguridad y la educación. Y sobre todo no meter a los niños en guetos.

From Reflexivity to Normalization: Parents and Children Confronting Disclosure in Families Formed through Assisted Reproduction Involving Gamete Donation.





Los resultados muestran cómo los niños tratan 
como aspectos NO problemáticos y ordinarios: 
su experiencia familiar y orígenes genéticos 
que están en el centro del trabajo y las preocupaciones reflexivas de la madre.
From reflexivity to normalization: Parents and children confronting disclosure in families formed through assisted reproduction involving gamete donation. Human Organization, 77 (1), 10-21.
This article explores how parents and children in families formed through assisted reproductive technologies involving gamete donation (ART-D) experience disclosure of children’s genetic origins. 
We draw our data from a large study centered on attitudes and strategies towards disclosure in ART-D families in Spain and focus on a sub-sample of eighteen families (24 children) in which parents and children were interviewed and, often, observed in other organizational settings. 
This sample is primarily formed by female-led families (single mothers by choice and lesbian couples) and helps reveal how maternal/parental reflexive work and socialization strategies around their family project are reconstructed and appropriated by their children. 
We focus on three socialization strategies and contexts that are singled-out and discussed by adults and children: narratives about children’s origins, family organizations, and teachable moments in daily interaction. 
The results show how children treat as unproblematic and ordinary aspects of their family experience and genetic origins that are at the center of maternal reflexive work and concerns. 
We close the article by discussing ways in which research and researchers can support the work that families are already leading around disclosure. Access in Human Organization: here

La tragedia silenciosa que afecta a los niños de hoy (y qué hacer al respecto),

 Un aumento brusco y constante en enfermedades mentales en niños y adolescentes.
¡El estado emocional de nuestros hijos es horrendo!.
Los niños de hoy están siendo privados de los fundamentos de una infancia sana.

Somos NOSOTROS, los padres, la solución a muchas de las dificultades de nuestros hijos.

Terapeuta ocupacional.
Fuente 


Hay una tragedia silenciosa que está ocurriendo ahora mismo, en nuestros hogares, y que afecta a las joyas más preciadas que tenemos: nuestros hijos. Después de tratar a cientos de niños y familias en mi trabajo como terapeuta ocupacional, soy testigo de una tragedia que está sucediendo frente a mis propios ojos. ¡El estado emocional de nuestros hijos es horrendo! Hable con profesores y profesionales que estén trabajando en terreno durante los últimos 15 años. Tienen preocupaciones similares a las mías. Lo que es peor, en los últimos 15 años, las investigaciones han generado estadísticas alarmantes de un aumento brusco y constante en enfermedades mentales en niños, que ya es casi una epidemia:
  • 1 de cada 5 niños tiene problemas de salud mental
  • El trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH) aumentó en un 43%
  • La depresión adolescente aumentó en un 37%
  • La tasa de suicidio en niños de 10 a 14 años aumentó en 100%

¿Qué más pruebas necesitamos para despertar ante este problema?

No, la solución no está en «aumentar los diagnósticos»
No, la solución no está en decir «ellos nacen así»
No, la solución no está en decir «es la culpa del sistema escolar»
Sí, a pesar de que nos cueste admitirlo, en muchos casos, somos NOSOTROS, los padres, la solución a muchas de las dificultades de nuestros hijos.
Se ha comprobado científicamente que el cerebro tiene la capacidad de recalibrarse al interactuar con el medio ambiente. Pero tristemente, el estilo de ambiente y crianza que estamos aplicando en los niños está recalibrando su cerebro en una dirección equivocada y creando más dificultades para su vida diaria.


Sí, hay niños que nacen con discapacidades, y que todavía tienen dificultades a pesar de del esfuerzo de sus padres por darles un ambiente y una crianza bien equilibrados. Pero NO me refiero a esos niños en este artículo.

Me refiero a los niños que tienen dificultades generadas por factores ambientales que padres bien intencionados están produciendo. Tal como lo he visto en la práctica de mi profesión, en el momento en que los padres modifican su perspectiva sobre la crianza de los hijos, los niños también cambian.

¿Cuál es el problema?

Los niños de hoy están siendo privados de los fundamentos de una infancia sana, como:

• Padres que estén involucrados emocionalmente
• Límites y orientación claramente definidos
• Responsabilidades
• Nutrición equilibrada y sueño adecuado
• Movimiento y tiempo al aire libre
• Tiempos de juego creativo, interacción social, oportunidades de tiempos de aburrimiento y sin estructura
Por el contrario, a los niños se les está dando:
• Padres distraídos con herramientas digitales
• Padres indulgentes que permiten que los niños asuman el rol de autoridad
• Mayor prioridad a los derechos propios que a las responsabilidades
• Sueño inadecuado y nutrición desequilibrada
• Estilo de vida sedentario y puertas adentro
• Estimulación constante, niñeras tecnológicas, gratificación instantánea y ausencia de momentos de aburrimiento
¿Es posible imaginarse que se pueda criar una generación saludable en un ambiente tan insalubre? ¡Por supuesto que no! No hay atajos para criar los hijos, y no podemos engañar a la naturaleza humana. Ya podemos ver los devastadores resultados cuando se hace eso. Son nuestros hijos quienes pagan con su bienestar emocional por tener una infancia desequilibrada.

¿Cómo solucionar este problema?

Si queremos que nuestros hijos lleguen a ser individuos felices y saludables, tenemos que despertar y volver a lo más fundamental. ¡Todavía es posible! Lo sé porque cientos de mis clientes ven cambios positivos en el estado emocional de sus hijos en semanas (incluso días en algunos casos) después de aplicar estas recomendaciones:

.-Establezca límites y recuerde que usted es la madre o padre de su hijo, no su amiga o amigo.

.- Provea a sus niños de un estilo de vida equilibrado basado en lo que NECESITAN, no sólo lo que QUIEREN.

No tenga miedo de decir «No» a sus hijos si lo que ellos quieren no es lo que necesitan.

• Proporcione alimentos nutritivos y disminuya los alimentos entre comidas.
• Pasen 1 hora al día en espacios verdes andando en bicicleta, caminando, pescando, observando aves e insectos

• Disfruten de una cena familiar sin tecnología todos los días.

• Jueguen un juego de mesa al día. (Lista en inglés de juegos para la familia)
• Que sus hijos cumplan con una obligación al día (doblar la ropa, guardar los juguetes, colgar la ropa, guardar los alimentos después de comprarlos, poner la mesa, etc.)
• Establezca una rutina para irse a la cama, que garantice que su hijo duerma largo tiempo en un dormitorio sin nada de tecnología.

Enseñe responsabilidad e independencia. No los proteja en exceso contra pequeñas equivocaciones. Ayúdeles a adquirir las habilidades necesarias para superar los mayores desafíos de la vida:

• No prepare la mochila de su hijo, no le lleve la mochila, no le traiga a la escuela el almuerzo o la agenda que olvidó, y no pele el plátano para un niño de 5 años. Enséñele habilidades a sus niños en lugar de hacer las cosas por ellos.


Enseñe a que posterguen la gratificación, y otorgue oportunidades para que se «aburran», ya que el aburrimiento es el momento en que la creatividad despierta:
• No sienta que usted es responsable por el entretenimiento de su hijo.
• No use la tecnología como una solución contra el aburrimiento.
• Evite usar tecnología durante las comidas, en el auto, restaurantes, centros comerciales. Utilice dichos momentos como oportunidades para entrenar el cerebro de sus niños y aprendan a funcionar en «tiempos aburridos»
• Ayúdeles a crear un «botiquín de primeros auxilios contra el aburrimiento» que contenga ideas de actividades para cuando «estoy aburrido».

Esté disponible emocionalmente y comuníquese con sus niños, enséñeles habilidades sociales y cómo controlarse a sí mismos:
• Apague el teléfono hasta que los niños estén en la cama, evitando así que usted se distraiga con una herramienta digital.
• Conviértase en el entrenador de las emociones de su hijo. Enséñeles a reconocer y lidiar con la frustración y la ira.
• Enséñeles a saludar, tomar turnos, compartir, tener empatía, modales en la mesa, conducir una conversación,
• Conéctese emocionalmente: sonría, abrace, bese, cosquillee, lea, baile, salte o gatee con su hijo.
¡Es necesario que hagamos cambios en la vida de nuestros hijos 
antes de que toda esta generación de niños esté sumida en medicamentos! 
Aún no es demasiado tarde, pero pronto lo será ...


Victoria Prooday, Terapeuta ocupacional

Translation to Spanish by JOHANNA PEREZ RAY · CERTIFIED ENG-SPA TRANSLATOR