Entrevista con Yvonne Laborda*.
"Esto
de "pórtate bien" o "se ha portado mal" es desde el juicio del adulto.
¿Qué es portarse bien? ¿Es hacer todo lo que el adulto quiere?.
Eso sería
reprimir al niño". Apunta
a la necesidad de escuchar a los menores:
"Parece que molestan en la
sociedad. Tenemos la necesidad de que el niño deje de serlo cuanto
antes".
Su enfoque se llama crianza consciente.
Elena Couceiro,
Yvonne Laborda. |
¿Criamos inconscientemente?
No es que haya una crianza consciente y otra
inconsciente. Cuando yo nombro crianza consciente me refiero a que
tomemos conciencia de cómo estamos criando, qué es lo que el niño
necesita. Yo hablaría más de una crianza convencional, que es la que
todos hemos ido recibiendo, por la que necesitamos obediencia y siempre
se anteponen nuestras necesidades a las de los niños. La crianza
consciente no es peor ni mejor que otros tipos de crianza, supone tomar
conciencia.
Habla de conectar con nuestra propia infancia para criar de forma más consciente. ¿Solemos olvidarla?
Perpetuamos
el mismo trato que hemos recibido en la infancia. Normalmente la forma
en que se nos habló, se nos escuchó, se nos respetó e incluso en que nos
amaron es la capacidad que tendremos para dar. Dar lo que no se tuvo
cuesta y duele emocionalmente. ¿Por qué seguimos gritando a los niños,
castigándolos y amenazándolos?. Porque eso es lo que hicieron con
nosotros. Tenemos la creencia de que el niño debe obedecer, de que los
niños necesitan ser dirigidos.
Perpetuamos a veces el
mismo trato, incluso me atrevería a decir el mismo maltrato, porque
gritar es maltratar, aunque suene mal. Y todo esto provoca malestar en
el niño. Mi mensaje aboga por cortar la cadena transgeneracional y
empezar a sentir a los niños. Un niño respetado aprende a respetar a los
demás y a sí mismo. Cuanto peor tratamos a un niño, peor persona
pensará que es.
Dice en su libro
que llamamos portarse bien a estar sometido a las necesidades del adulto
y portarse mal a tener criterio propio. ¿Cómo conjugar las necesidades
del niño y las nuestras?
Esto de "pórtate
bien" o "se ha portado mal" es desde el juicio del adulto. ¿Qué es
portarse bien? ¿Es hacer todo lo que el adulto quiere? Eso sería en
realidad someterse a las necesidades del adulto, reprimir al niño.
Pensemos que a mayor represión mayor explosión. Un niño que tiene que
estar reprimiendo su necesidad de moverse, su necesidad de jugar, no se
ha portado mal. A lo mejor necesita moverse y ha estado muchas horas
encerrado en casa. Un niño no puede satisfacer sus necesidades solo.
Necesita de un adulto amoroso, respetuoso y dispuesto.
Hay
muchos momentos en los que las necesidades del niño y del adulto chocan
(mi necesidad de calma o de trabajo con la necesidad de juego y de
moverse del niño, por ejemplo). En ese momento solemos abusar
emocionalmente del niño: no lo escuchamos, queremos que el niño se
reprima, obedezca, se someta y haga lo que yo necesito. Pero cuando yo
no puedo satisfacer una necesidad del niño (de juego, de contacto, de
presencia), sí puedo validar esa necesidad. "Cariño, tú ahora
necesitarías estar conmigo, ¿verdad?". Cuando yo le valido, estoy de su
lado, le comprendo, el niño se relaja. Yo siempre digo que a mayor
conexión mayor cooperación, porque el niño necesita ser comprendido,
amado y respetado.
¿Qué necesita realmente el niño? ¿La sociedad está conectada con esas necesidades?
Lamentablemente,
una gran parte de la sociedad no. Mi gran propósito es dar voz a los
niños para que haya un cambio social lo antes posible. Aunque parezca
una utopía, estoy convencida de que en una sola generación podríamos
cambiar la sociedad. Si todos hubiésemos sido niños amados, respetados y
tenidos en cuenta, no podríamos hacer daño a otro ser. No entendemos la
verdadera importancia de la infancia y la adolescencia. Tal vez no
podemos cambiar toda la sociedad, pero desde casa sí puede haber un
cambio individual en la mirada hacia el niño. Si de entrada aceptamos
que los niños no están equivocados necesitando lo que necesitan de
nosotros sino que somos nosotros que no se lo podemos estar ofreciendo,
la mirada es otra.
Un niño, cuando se siente bien, se
comporta bien, porque está en armonía. Y un niño solo "se comporta mal"
si no está en armonía. La sociedad no tiene esa mirada. Por ejemplo, si
voy a un lugar público, un banco, un restaurante, y mi hijo empieza a
corretear porque está aburrido, recibiré miradas de desaprobación.
Parece que los niños molestan en la sociedad. Tenemos la necesidad de
que el niño deje de ser niño cuanto antes.
¿Qué
suponen las cuatro raíces de la crianza consciente: estar presente,
validar las emociones del otro, comunicarnos honestamente y crear intimidad emocional?
Son
cuatro pasos para poder sentir más y mejor al niño. Lo primero es
presencia. Cuando un adulto elige estar con el niño, eso es lo que le
confirma al niño que vale, merece e importa. Muchas veces el niño recibe
nuestra atención por insistir y el niño tiene la sensación de que
siempre hay algo más importante que él. Luego nos pasamos media vida
intentando mejorar nuestra autoestima, ¡pero si nacemos con autoestima!
La máxima expresión de autoestima es conectar con tu necesidad,
defenderla y pedirla y eso es lo que hace el niño, pero aprende a dejar
de hacerlo porque le decimos que no.
La segunda raíz
es validar. Validar una necesidad aunque no la podamos satisfacer no
frustra al niño. Por ejemplo, "A ti te gustaría estar conmigo ahora,
pero me tengo que ir a trabajar. ¿Cómo lo compensamos?". O con las
emociones: "No te sientes bien, ¿no? Has gritado por esto". Cuanto peor
se porta el niño, más ayuda necesita. En cambio, más le rechazo, más le
juzgo. Y entonces peor se siente y peor se comporta. Es el pez que se
muerde la cola.
Luego estaría nombrar mi verdad. Sería
explicarle que me pongo nerviosa cuando se mueve tanto comiendo, porque
a lo mejor a mí de pequeña no me dejaban moverme y por eso creo que hay
que estar quietos. A veces nos ven mal y les decimos que no nos pasa
nada, pero podemos decirles que mamá está triste o preocupada. Negar la
verdad confunde al niño y crea malestar y ese malestar se verá reflejado
en su conducta.
La cuarta raíz es crear intimidad
emocional en casa. Ojalá la pudiéramos crear en las familias, en las
escuelas, en el lugar de trabajo, pero empecemos por la base, con los
hijos... Se trata de crear conexión. Intimidad emocional es que yo
también me abra a mi hijo, que muestre mi vulnerabilidad, y le explique
que estoy disgustada con papá porque hemos discutido o que estoy muy
preocupada porque el abuelo tiene cáncer o que me cuesta gestionar algo
porque a mí de pequeña me pegaban. Cuanto más me abra yo y le muestre a
mi hijo de verdad quién soy, a medida que van creciendo ellos también
tienen la libertad de mostrar quiénes son. Cuando me preguntan qué se
puede contar al niño, digo que los hijos tienen derecho a saber todo lo
que nos afecte emocionalmente, porque les va a afectar a ellos. Habrá
más conexión, si no es así lo que habrá es más confusión. Como
terapeuta, me he encontrado con casos de abuso sexual que se han negado
durante muchísimo tiempo por falta de intimidad emocional, porque en
casa no se cuentan esas cosas. La intimidad emocional es un espacio
libre de juicio, libre de crítica, libre de quejas.
¿Qué cambiaría en la sociedad y en nuestras casas también el hecho de dar voz al niño?
Dar
voz al niño no es solo dar voz a los niños de nuestra vida, sino dar
voz también al niño que fuimos. La vivencia del niño que fuimos es lo
que se interpone entre yo y lo que el niño realmente necesita. Porque
todo eso que no tengo resuelto saldrá, se manifestará y explotará
delante de mis hijos. Cuando los niños no se comportan como necesitamos,
lo primero que nos sale es el enfado, el grito, la amenaza, el castigo.
Porque lo que recibíamos era eso.
¿Cómo cambiaría la sociedad si diéramos voz a los niños?
Estaríamos
acompañando la etapa más importante del ser humano y la que
arrastraremos el resto de nuestras vidas. Dar voz a los niños es
simplemente permitirles llegar a ser quienes han venido a ser. ¿Por qué
necesitamos expertos que nos den ideas para ser los padres que nuestros
hijos necesitan? Mi propósito es inspirar, no enseñar. Es conectar con
la otra persona y despertar aquello que la otra persona ya sabe pero
había olvidado o estaba dormido en ella. Y lo hemos olvidado porque
quizá en nuestras infancias no nos han respetado de esta forma y no nos
han amado como necesitábamos, sino como han podido.
*Yvonne Laborda es terapeuta y ha publicado recientemente el libro Dar voz al niño en el que expone las claves de la llamada crianza consciente. Yvonne Laborda es terapeuta, asesora en crianza y educación consciente y comunicación no violenta. Madre de tres hijos, ha editado recientemente con Grijalbo el libro Dar voz al niño, con el que pretende inspirar para ser los progenitores "que nuestros hijos necesitan". Aboga por "tomar conciencia de qué le pasa al niño, qué necesita y qué me pasa a mí, como madre, con aquello que le pasa al niño, cómo me siento" y por "cortar con la cadena transgeneracional y empezar a sentir al niño".