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Children's Rights and the Environment: Day of General Discussion 2016:
La defensora de los derechos de los niños que apoya el trabajo infantil.
La diputada indígena peruana Tania Pariona, líder de los derechos de los niños y niñas trabajadoras de Latinoamérica y diputada del Frente Amplio de Perú.
Tania asegura que "siempre que
sea digno, el trabajo infantil puede ser positivo para los niños".
"Diferenciamos
entre la explotación y otras formas de trabajo en las que los niños
tienen poder de decisión y un papel importante para su país y su
familia".
"Un niño trabajador es visto siempre como un pobre, excluido y explotado, pero nadie cuestiona en Europa que un niño sea actor".
Vídeo: Polémica sobre la ilegalización del trabajo infantil en Bolivia |
Cuando tenía 10 años, Tania Pariona trabajaba y
estudiaba.
El peso de esa experiencia, asegura, recae sobre su defensa
del empleo infantil en condiciones dignas. Sus recuerdos de aquella
época, en la que se organizaba con sus compañeros para defender sus
derechos por sí mismos, le empujan a cuestionar desde el Congreso
peruano el "paternalismo" con el que, dice, suele observarse a los niños
trabajadores.
La diputada
indígena peruana y líder del movimiento de los niños y niñas trabajadores de Latinoamérica defiende que no se incluya en el saco de
la explotación infantil muchos trabajos que, en su opinión, "dignifican a
los niños, les hacen crecer en valores y mejoran su
desarrollo educativo".
Insiste en que bordar tejidos durante su niñez le permitió aprender el
arte de sus antepasados indígenas. Vender gelatinas en el mercado,
añade, contribuyó a comprar su material escolar. "Lo hacía porque
quería, y lo hacía feliz", reitera la líder indígena. En ningún momento
dejó de estudiar.
No siempre ocurre así. Alrededor
de 17 millones de niños indígenas trabajan en América Latina en labores
agrícolas o desempeñan en las ciudades actividades domésticas, en la
construcción o como vendedores ambulantes, según datos de la OIT. "Parte
de ellos pueden estar sometidos a labores que se identifican dentro de
la explotación infantil", recuerdan desde la Agencia de la ONU para la
Infancia.
La distribución que Unicef considera
necesaria para el correcto desarrollo de un niño consiste en ocho horas
para estudiar, ocho horas para jugar, ocho horas para dormir. "No es que
un niño no pueda ayudar a sus padres en una tienda los sábados por la
mañana o colaborar en el campo, pero hay que tener siempre en cuenta que
si está trabajando, alguna de esas tres partes se resiente",
puntualizan desde Unicef.
Invitada a Madrid por Podemos, Tania Pariona responde
a las preguntas de eldiario.es para exponer su enfoque y explicar sus
diferencias con respecto al punto de vista de otras organizaciones.
Incide en diferenciar entre trabajo infantil en condiciones de
explotación y el empleo digno, reiterando que la clave de la protección
de la infancia está en ellos mismos: "Basta con saberles escuchar".
¿En qué se diferencia el discurso de su colectivo sobre el trabajo
infantil del que hacen otras organizaciones como la OIT, el Banco
Mundial o Unicef?
La consideración de la
niñez que hacemos nosotros es distinta. Actualmente el discurso sobre la
infancia es muy paternalista, sobreprotector y adultocentrista. El niño
es visto como un objeto de sobreprotección, sin capacidades, no
preparado, incapaz. Su opinión no vale. Y con ello se invisibiliza la
capacidad de los niños para ser actores que construyen y defienden sus
propios derechos, que eligen. La escucha y el derecho a participación de
los niños en la sociedad actual están anulados.
En
este sentido, un niño trabajador es visto como un pobre, excluido,
explotado y, además, sin capacidades. Y esto no siempre es así. Se
asocia al niño que trabaja con aquel que no va a la escuela, sin futuro,
y todos esos clichés que, por lo general, han tenido un impacto fuerte
dentro de la manera de abordar las políticas públicas de protección de
la infancia.
¿Por qué no abogan por la abolición del trabajo infantil?
El trabajo infantil en sí mismo no es malo, pero sí algunas formas en
las que se da. Ahí es cuando hay que denunciar y condenar la
explotación. Nadie está de acuerdo con que se explote a los niños en
ningún contexto. Pero tampoco se puede echar en el mismo saco todas las
formas de trabajo, sin diferenciar cuáles pueden contribuir a la
educación de estos niños, porque algunas pueden sumar al desarrollo de
su conocimiento y sus capacidades.
¿En qué casos consideran positivo que un niño trabaje?
Bueno, pensemos en los niños en el campo, por ejemplo. En zonas donde
la agricultura es la base de la subsistencia, ellos van creciendo y
aprendiendo colaborando en la chacra, aprendiendo de las labores que
hacen sus padres. Ese aprendizaje es mucho más que solo verlos labrando
la tierra, porque tiene que ver con su entorno, su cultura, la relación
del hombre con la naturaleza, con las responsabilidades que van
adquiriendo en un contexto familiar y comunitario.
Nuestra crítica pasa precisamente por saber diferenciar entre aquellas
formas de trabajo que sí son explotación, y otras en las que los niños
tienen poder de decisión y una autoría importante para su país y su
familia. Y no pierden su dignidad, por supuesto, sino todo lo contrario.
Yo cuando era niña crecí en un espacio organizativo. Trabajaba y
estudiaba a la vez, y eso me permitió educarme en valores y en derechos,
en reciprocidad y hermandad con otros niños y otras culturas.
[La OIT reconoce que "no todas las tareas realizadas por los niños
deben clasificarse como trabajo infantil que se ha de eliminar". En su último informe,
la organización señala que "la participación de los niños en trabajos
que no atenten contra su salud y desarrollo personal ni interfieran en
su escolarización se consideran positivos. Ver también reciente doc de la OIT "Abordaje contra el trabajo infantil desde el Mercosur. Sistematización de la experiencia regional en prevención y erradicación del trabajo infantil" ].
La infancia es un colectivo especialmente vulnerable, ¿cómo se
garantiza que no se les exponga en mayor medida a situaciones de
explotación en un entorno laboral?
Yo no
diría que la infancia es vulnerable, sino que está en una situación de
vulnerabilidad. No es que sean de por sí seres indefensos, sino
que los estados no garantizan sus derechos adecuadamente. En Perú, por
ejemplo, tenemos una política nacional de protección de la infancia, con
un plan escrito y concreto, pero que no está ni presupuestado.
Para mejorar esto hay que escuchar a los niños, dejar que se organicen.
Un ejemplo de buena práctica en este sentido, también en mi país, es el
de los 'CONOS', en Lima: consejos de niños y adolescentes dentro de las
autoridades municipales, donde ellos mismos ponen la agenda de las
cosas que les afectan, son consultados y opinan sobre las medidas
políticas que les afectan.
¿Dónde está la línea roja en el trabajo infantil?
En el trabajo digno. Porque la explotación no es un trabajo, es
explotación. Para que un trabajo sea digno para un niño debe tener
garantizados todos sus derechos: acceso a la educación, a la sanidad, a
la salud, a ser escuchados y a participar.
Si esto se
logra, el trabajo permite el crecimiento de las capacidades de un niño,
no las limita. Siempre que ellos decidan, claro. Porque trabajo digno
también es eso: cuando un niño opta, elige, se siente feliz porque nadie
le impone y nadie le dice "a ti te toca hacer esto".
¿Y eso cómo se logra? ¿Cómo se asegura que un niño trabaje porque quiere y no por una situación de pobreza o necesidad?
Es evidente que hay contextos en los que esas situaciones de necesidad
se dan, y tiene que ver con un problema de pobreza estructural. ¿Cómo se
mide la libertad de un niño en esos casos? Yo creo que haciendo
más estudios cualitativos que evalúen las circunstancias, para saber en
qué medida estos chicos tienen opción de sentirse bien y de decidir.
En mi caso, por ejemplo, nunca tomé como obligación contribuir a la
economía familiar, lo decidí libremente. Mi mamá tenía un puesto en el
mercado donde vendía quesos y gelatinas, y yo quise ir a vender a las
losas deportivas porque sabía que ahí habría más compradores. Conseguí
vender en un día unos 200 helados, apenas gané 20 soles (unos 10
dólares), pero me sentí superbien porque sabía que con eso podía
contribuir a que todos juntos tomásemos algo un domingo, o a tener más
útiles en la casa.
Su postura es
crítica con la prohibición de todas las formas de trabajo infantil.
Hablan de excluir la explotación, pero, ¿por qué no concretan límites en
la edad mínima o el tipo de trabajo?
Porque
hay realidades que sobrepasan los marcos legislativos, y no por ello
podemos invisibilizarlas o hacer que el Estado no cumpla con su
responsabilidad política. ¿Qué pasa con los niños que trabajan con menos
de 14 años, la edad mínima legal para trabajar en Perú? ¿No existen?
¿Están desprotegidos? ¿Son niños a los que hay que borrar? ¿A los que
hay que sacar de las calles? Eso es por lo que se está optando ahora,
una limpieza social. En lugar de proteger sus intereses y estudiar sus
casos, los estamos tratando como un estorbo, porque están "faltando a la
imagen pública del país".
Sobre las formas de
trabajo, a veces tiene que ver con lo que está bien o mal visto. ¿Qué
ocurre, por ejemplo, con los niños actores? ¿Por qué esas formas de
trabajo no entran en la discusión sobre el trabajo infantil? Claro, les
vemos actuar y nos encanta, pero lo que hacen es trabajo también. Nadie
pone en duda en estos casos que lo que están haciendo les está aportando
cosas buenas, y que pueden estudiar a la vez.
¿Condiciona el trabajo infantil las oportunidades de futuro de ese niño?
Cuando escucho algunos discursos de la OIT o el Banco Mundial, en los
que se tacha al niño que ha trabajado como un niño fracasado, no es tan
cierto. Los jóvenes de mi generación que hemos estado involucrados en el
movimiento por la defensa de nuestros derechos como niños y
trabajadores hoy estamos mucho más comprometidos con el cambio social,
hemos accedido a estudios superiores y alcanzado niveles grandes de
profesionalización.
Limpiabotas, niños que vendían
helados en la zona, vendedores ambulantes... hoy son chicos
profesionales, antropólogos, facilitadores de procesos, etc. En todos
esos casos, el hecho de haber trabajado y haberse organizado para
defender sus derechos como niños trabajadores ha hecho de ellos mejores
ciudadanos.
¿Es posible compaginar los trabajos de estos niños con el colegio sin que esto repercuta en su rendimiento?
Depende mucho de los horarios. Yo, por ejemplo, trabajaba en mis días
libres y los fines de semana, pero siempre tenía y sabía que debía
responder a la escuela. Claro que es posible, y no es una carga o una
obligación. Muchos se sorprenderían al hablar con ellos y ver cómo
estos chicos se organizan tan bien ellos solos, sin que sea una carga.
Yo invito a todo el mundo a que conozca la situación a través de lo que
explican ellos. Solo así podemos evitar un discurso sesgado y conocer
las realidades de las infancias, porque no hay una única infancia
homogénea y monocultural.
El
discurso actual y legislativo sobre el trabajo infantil y la protección
de la infancia, ¿tiene en cuenta esta multiculturalidad de la infancia?
No siempre. Recuerdo un profesor de una escuela rural que estaba en
contra de que los niños aprendieran el arte de su pueblo porque decía
que "eso ya no servía". Pese a que es el saber más cercano y que tiene
un vínculo identitario enorme para el niño.
En las
políticas públicas hacemos algo parecido. Estamos asistiendo a un
discurso mayoritario que construye cómo debe ser la niñez a partir de un
único niño modelo, basado en una visión casi europea. Así estamos
creando niños sin voz, invisibles.
Entre la violencia y la paz: Novelas, cuentos y poemas...para hacer habitable el mundo para niños y jóvenes a pesar de las injusticias.
Ahora que recordamos la matanza del 68 en México y el
segundo año de Ayotzinapa,
y que Colombia pone en jaque su proceso de
paz,
María Fernanda Maquieira, Pilar Lozano, Inés Garland, Jeannete Winter, Nuria Santiago, María Baranda, Perla Suez y Lola Larra
nos hablan de crímenes de Estado, desapariciones forzadas, guerra y estudiantes en lucha, para nombrar y recordar.
Ellas recuerdan. Y no lo hacen para
informarnos o dar cátedra histórica de la dictadura militar argentina,
la guerrilla colombiana, el régimen talibán, el crimen organizado en
México o las movilizaciones estudiantiles, escriben para contarnos una
historia. Hay memoria y dolor, pero primero están los personajes y sus
deseos.
Sobre la pertinencia de ubicar a esos personajes en contextos violentos en la literatura para niños y jóvenes, dice María Fernanda Maquieira: “Creo
que en la LIJ caben todos los temas, aún se traten cuestiones
difíciles, duras, traumáticas como el abandono, el desamor, la
desaparición, la violencia, las guerras, la muerte. Y la historia
reciente de nuestros países, con todos sus dolores, es uno de los
tópicos que considero pertinentes”.
Pero, otra vez: “Debe prevalecer la
historia y no perder de vista el hecho estético. Es decir que el tema no
se imponga al hecho literario”, continúa Maquieira. Y además: “Creo que
debe haber un abordaje acorde a la edad y a la emoción de los niños, un
cuidado porque en el texto haya una tabla de salvación que de alguna
manera les permita elaborar el duelo, la pérdida, la tristeza. Y ese
abordaje debe ser con verdad, emoción y empatía con el lector”.
También Michèle Petit
parece ofrecernos una respuesta cuando afirma que: “La lectura no puede,
como tampoco el dibujo, reparar los desórdenes del mundo ni tener en
todas las ocasiones una función catártica. Sin embargo, entre
más violento e insensato es el contexto, más vital resulta mantener
espacios de respiro, de ensueño, de pensamiento, de humanidad. Espacios en los cuales rehacerse, en los cuales mantener la propia dignidad”.
Aquí, entonces, ocho libros que, sin apartarse de esa difícil realidad, la trastocan.
1. RompecabezasMaría Fernanda Maquieira, Alfaguara, 2013.
Ganadora del Premio Fundación Cuatrogatos 2015, Rompecabezas
es primero una novela de amigas inseparables, “Las Chicas de Siberia”,
que crecen, empiezan a enamorarse y se cuentan todo en la cotidianidad
del colegio, entre tareas, bromas, dudas y primeros besos. Pero ese
entorno, que sentimos familiar, va transformándose poco a poco con una
guerra que estalla en las Malvinas (con reclutas muy jóvenes, uno de
ellos hermano de un compañero del cole), las composiciones escolares
sobre “Patria”, “Soberanía” y “Amigos soldados” que están obligados a
escribir, las manifestaciones de las madres que buscan a sus hijos en
una plaza y la repentina huída de una amiga: Gabi. Este
hecho reavivará en Mora, la protagonista y narradora de esta historia,
la duda central en su vida: ¿dónde están sus padres? ¿qué pasó con
ellos? Mi vida era un curso intensivo de ausencias y espacios vacíos, de preguntas con respuestas múltiples, de fantasmas y secretos.
Un rompecabezas, como metáfora perfecta
del crecimiento, que el lector querrá armar y rearmar, él también, tras
la pista de esas piezas que a todos nos faltan.
2. Era como mi sombraPilar Lozano, Ediciones SM, 2015.
Yo tenía algo muy claro: uno puede
ser muy pelión, pero no falta que por ahí una bala lo coja y lo vuelva
nada. Eso se lo hice entender de entrada a Julián… Temía quedar con las
piernas partidas, sin un brazo… Prefería, mil veces, un tiro en la
frente.
Son guerrilleros sin dejar de ser niños.
Dos adolescentes, que buscan mejorar sus condiciones de vida uniéndose a
la guerrilla colombiana, se emocionan cuando entrenan, cuando salen a
combate y disparan. Pero también quisieran poder jugar con sus canicas y
saltar libres en una cama; tienen miedo, recuerdan a sus familias y
ruegan por ser enterrados dignamente si los matan.
La potencia en la voz del protagonista,
franca y espontánea, cala hondo. No narra desde la miseria y el
abandono, narra desde la voluntad de sobrevivir, a pesar de un desánimo insuperable y aunque duela hasta la sangre. Y aunque tampoco nosotros podemos evitar preguntarnos: —¿Y no es injusto que un niño que debe estar jugando y estudiando termine en la guerrilla o en los paramilitares?, leemos porque estamos seguros que ese testimonio que tenemos entre manos, alguna justicia nos dará.
3. Piedra, papel o tijeraInés Garland, Alfaguara, 2014.
En capítulos breves, como instantes de
una vida, esta autora construye una atmósfera completamente envolvente y
una narración intimista imposible de soltar. Al paisaje visual y
sonoro lleno de juncos, cañas, chapoteos, pequeños muelles y noches
plagadas de estrellas y chicharras, se integra el paisaje afectivo de
los personajes con sus desconciertos y alegrías. Alma, Carmen y Marito
van y vienen, siempre al margen del río y, como él, cercanos, reales,
melancólicos, pequeños… el río era, para ella, una gran compañía.
—Con eso que tiene de pasar y pasar y estar siempre moviéndose, les
quita importancia a las cosas —decía.
El tono nostálgico con el que recuerda y
cuenta Alma la época dorada de su infancia y adolescencia, cuando iba
los fines de semana de Buenos Aires a su casa en el Tigre, con sutiles
toques humor y una fascinación constante por el devenir de las cosas, no
da casi ninguna señal, en toda la primera parte de la novela, del
contexto violento al que de pronto se verán enfrentados sus
protagonistas. Este giro dramático tiene mucha fuerza; es inesperado sin
perder verosimilitud. La historia de amor de Alma, ese paisaje afectivo
que tanto se ensancha y cambia, nos tocará profundamente.
4. La escuela secreta de NasreenJeanette Winter, Editorial Juventud, 2010.
Cada año la American Library Association
(ALA) publica una lista con los 10 libros más censurados en Estados
Unidos. En 2015, el libro álbum La escuela secreta de Nasreen
fue uno de ellos. Distintos grupos de censores, con una mirada
conservadora sobre la infancia, lo acusaron de difundir entre el público
infantil una realidad aterradora: la del régimen talibán en Afganistán.
Nasreen vivía con su abuela y sus padres en una ciudad pacífica, hasta que llegaron los soldados y todo cambió. El arte, la música y el saber desaparecieron. La ciudad se cubrió de nubes negras. Nasreen
se la pasaba encerrada pues los soldados talibanes prohibían que las
niñas fueran a la escuela. Por si fuera poco, un día, los allanaron y se
llevaron a su papá. Poco después, su mamá salió a buscarlo. Nasreen
dejó de hablar, sus padres no volvían, pero su abuela había oído hablar
de una escuela, una escuela secreta para niñas. Y su vida empieza a mejorar.
Seleccionado en el programa Libros del
Rincón de la SEP en 2011, una historia sobre el poder del conocimiento
para abrir espacios de libertad interior y las esperas que nunca
terminan.
5. Olivia, el bosque y las estrellasNuria Santiago. Ilustraciones de Ángel Campos, Ediciones SM, 2015.
No existía hasta ahora ninguna historia
para niños situada en México que abordara el tema de las desapariciones
forzadas perpetuadas por el crimen organizado en complicidad con el
gobierno. Esta breve novela, ganadora del Premio El Barco de Vapor 2015,
se acerca. Abre preguntas con especial resonancia en nuestro país: ¿Y si mi papá decide no aparecer? Peor: ¿y si hay algo que no le permite aparecer?, se pregunta Olivia.
Su papá no es el único que subió al
bosque y no regresó. Otros padres de sus amigos y gente de su pueblo
también han desaparecido. Los talamontes y la policía local parecen
estar involucrados. Olivia está decidida a averiguarlo.
¿A dónde va la gente cuando desaparece? (este era título original del libro: más sugerente pero menos comercial, opinarían, quizás, los editores), ¿Cómo puede algo dejar de estar? ¿O desaparecer? Hasta este martes el único que desaparecía era mi gato Michu.
Un punto de vista infantil, convincente,
mantiene el interés desde el arranque. Sin embargo, quizá por la
complejidad y la crudeza del tema, hacia la mitad, la autora decide
cambiar el tono y los niños vuelven a su lugar habitual, como
observadores de los adultos. Entonces los acontecimientos se suceden
rápidamente y predomina un mensaje de resistencia y lucha social que
diluye la historia. A pesar de ello, Olivia no pierde el coraje y el
libro es una apuesta valiente que abre brecha.
6. Diente de LeónMaría Baranda e Isidro R. Esquivel, Ediciones El Naranjo, 2012.
Laina tiene once años, cuatro hermanos,
dos amigos y, a veces, mucha hambre. La montaña en la que vive se llenó
de soldados. Su papá se fue lejos, / muy lejos; tanto, / que a veces ya no se oye / ni siquiera detrás de las nubes. Y
ahora, su mamá se ha ido también para huir de la tristeza y del hambre,
y se llevó a sus hermanos. Ella se quedó para cuidar a su abuela.
“Ven, papá, ven”, / grité por toda
la casa, / “que el sol nos arde mucho / hasta en los ojos”. / Después
llegó el silencio / como si estuviéramos / adentro de la noche.
Hasta que un día Laina decide ir a
buscar a su mamá a un “Campamento”. Va con su amigo Maki. Juntos se
preguntan por qué no hay nadie que los cuide. El camino se hace largo y
seco. Laina resiste.
Desde la poesía narrativa, con una
manera de decir sin censuras pero con sutileza, María Baranda pone en
tensión el abandono, la pobreza y la soledad de una niña con su voluntad
de sobreponerse y recuperar a su familia. La guiarán las palabras
cálidas de su abuela y una voz interna llena de sueños, que ha germinado
como un diente de león.
7. UmaPerla Suez y María Belén Sonnet, Comunicarte, 2016.
También el nuevo libro de Perla Suez nos
habla, desde la poesía narrativa y con la voz de una niña, de la
soledad que pueden enfrentar los niños y los nuevos caminos, en este
caso fantásticos, que se abren para ellos. Pero
aquí el tono es de una fábula antigua que se ve interrumpida por la
guerra. Uma, así intuimos que se llama la protagonista, aunque no se
dice explícitamente, vivía tranquila en una llanura. Daba de comer a los
patos y escuchaba historias alrededor del fuego. Pero un día eso cambió. / Una
sombra apareció entre los árboles, en la espesura. / Los murciélagos
gritaron en los techos de las casas, / y el pasto empezó a encorvarse, a
ponerse blanco / como si fuera un viejo (…).
El relato continúa sombrío acentuado por
las ilustraciones en blanco y negro, que en algo recuerdan a la
estética de los ilustradores de cuentos de hadas y fábulas del siglo XVI
y XVII en Europa, y hasta al Pinocho de Enrico Mazzanti (de hecho, a la
usanza de estos artistas, Sonnet firma cada uno de sus dibujos). Sólo
que es más que eso: su mezcla de técnicas también dan actualidad a la
propuesta visual y se corresponden con el poema, transparente, evocador e
inquietante.
Entonces vi hombres de cuero / enfundados en largas botas, / avanzaban, / sus ojos se encendían / como el carbón al arder.
Un bello libro para leer y releer con
pausa, y en el que será necesario quedarse, más tiempo del que dura una
página, a contemplar el final.
8. Al sur de la alameda.Lola Larra y Vicente Reinamontes, Ekaré, 2014.
Alguien los observa hacer y deshacer. Un
personaje que se va revelando poco a poco mira desde sus binoculares a
un grupo de jóvenes que ha tomado el colegio. Entre ellos hay uno, Nicolás, que vaga solitario, como perdido. Y escribe. Lleva un diario, “diario de una toma”: En
estos tres días de toma el colegio ha cambiado y los alumnos también.
Están las sillas amontonadas afuera, las mesas pegadas a las ventanas,
sacos de dormir en el suelo. Y aunque la mayoría anda todavía de
uniforme, se ven distintos, o yo los veo distintos.
Ese cruce de miradas es la clave de esta
novela gráfica. No sólo por las dos historias que se entrelazan (la del
observador y el observado) y los dos lenguajes: el visual y el escrito
(hay que destacar la cercanía que escritora e ilustrador tienen con los
lectores), sobre todo por el choque de mundos que implica enamorarse en
plena revolución y resistir al sometimiento del mundo adulto.
Este libro rescata un momento histórico
en la vida de Chile, la “Revolución de los pingüinos” de 2006, en la que
estudiantes tomaron sus colegios para exigir mejoras en el sistema
educativo. Desde su publicación, Al sur de la alameda
ha generado mucho interés de especialistas, mediadores de lectura,
jurados de premios (ha recibido todos los reconocimientos posibles) y,
principalmente, de sus lectores. Adolescentes, jóvenes, que se
encuentran en estas páginas. Que leen que aquí mandan ellos, con sus
porqués en lo alto.
................
Imagen de portada de Vicente Reinamontes.
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Agenda 2030 contra la pobreza: un año de luces y sombras.
Hace un año, 192 Estados daban el pistoletazo de salida de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Coordinadora de ONG para el Desarrollo
Doce meses después, los avances tienden a la lentitud o incluso al estancamiento
El acuerdo al que se llegó fue un
importante paso, principalmente porque, bajo el principio de
universalidad, responsabiliza a todos y cada uno de los países. También
porque sitúa la lucha contra la pobreza, la desigualdad y el respeto por
el medio ambiente como caras de una misma moneda. Hasta aquí, los
motivos para la celebración.
Doce meses después de la firma de la Agenda, el Overseas
Development Institute (ODI) nos dice que si proyectáramos hasta 2030 lo
que las políticas existentes darían de sí, no alcanzaríamos mucho.
Cinco de los objetivos –entre ellos los avances contra la desigualdad,
la lucha contra el cambio climático o la reducción de suburbios en las
ciudades– serían inalcanzables.
Nueve de ellos se
conseguirían de manera parcial: acceso universal a la energía y
saneamiento o acabar con el hambre, entre otros. Y sólo tres podrían
tener un cierto grado de éxito como acabar con la extrema pobreza o
reducir la deforestación a la mitad. Honestamente, no estamos para tirar
cohetes.
Las sombras de la Agenda van apareciendo
aquí y allá. Algunas con la lentitud de su puesta en marcha y con el
riesgo de que el acuerdo se convierta en una especie de cajón de sastre
del que salen trajes a medida adaptados a los intereses de cada cual sin
que se consiga el cambio deseado.
Lo cierto es que,
entre luces y sombras, hay un faro que debería guiar todos los avances
que se vayan dando en la construcción de esta Agenda 2030: nadie debe
quedar atrás. Este concepto – leitmotiv de la
primera revisión de la Agenda en el Foro de Alto Nivel de Nueva York del
pasado julio– lleva a sus espaldas un contenido político trascendental.
Significa que las personas más vulnerables, independientemente de su
procedencia, género, etnia, edad u opción sexual, deberían mejorar sus
vidas gracias a políticas públicas que así lo garanticen.
Esto pasa, necesariamente, por su incorporación en las estrategias de
desarrollo sostenible de cada país. Pasa por contar con información
sobre su situación. Exige el fortalecimiento de políticas sociales de
educación, sanidad o cooperación. En última instancia, requiere que las
políticas comerciales, económicas, migratorias o medioambientales sean
coherentes entre sí y contribuyan al buen desarrollo del planeta y sus
pueblos.
Más ruido que nueces
Como suele ser
habitual en estos acuerdos internacionales, hasta ahora los avances
tienden a la lentitud o incluso al estancamiento. En el caso de España,
el paso parece de tortuga. En el recientemente presentado Índice sobre
los Objetivos de Desarrollo Sostenible, España ocupa el puesto número 30
por debajo de países como la República Checa o Eslovenia.
Está
claro que ya no podemos perder más tiempo. Debemos acelerar la acción
política en varios frentes. Los retos son múltiples y diversos, y eso
exige estrategias transversales que empapen todas las políticas.
¿Por dónde empezar? España debe elaborar un Plan de Desarrollo
Sostenible en el que se defina qué leyes deben adecuarse, qué
gobernabilidad se necesita construir, qué indicadores y sistemas de
rendición de cuentas se van a aplicar, qué recursos van a destinarse y
cómo se va a informar a la sociedad de todo el proceso.
Todo esto implica no solo a la política de cooperación, sino también a
la política económica, ambiental, educativa, comercial o energética. Y
no solo al gobierno central, sino también a las autonomías y las grandes
ciudades. La coherencia política es esencial para alcanzar los
objetivos, de forma que lo que se avance por un lado en términos de
desarrollo sostenible no se socave por otro.
Si no la podemos bailar no será nuestra Agenda
Más allá de las decisiones políticas tomadas (o no) hasta la fecha, el
cumpleaños que ahora celebramos nos invita a bailar con otras. La
ciudadanía debe apropiarse de la propuesta. Para ello, debemos salir de
nuestros espacios tradicionales y tender puentes que nos permitan ir
mucho más allá de nuestros propios espacios. Solo así podremos impulsar
cambios realmente transformadores.
Como
organizaciones sociales, ya hemos comenzado el baile. Hemos iniciado un
proceso llamado 'Futuro en Común' en el que, de la mano de
organizaciones feministas y medioambientales, con sindicatos,
organizaciones de base, universidades y centros de estudios, afrontamos
los enormes retos que la Agenda nos pone por delante.
Nuestro objetivo común es asumir responsabilidades colectivas y exigir
que los políticos hagan los deberes a los que se comprometieron hace un
año. Tenemos certeza de que este trabajo colectivo será un importante
valor añadido para impulsar leyes, pactos y reformas que garanticen que
el proceso camina por la senda adecuada.
Nuestra
generación y la que le sigue deberán construir la Agenda 2030. La
implicación de las personas más jóvenes será esencial que la
construcción sea robusta. El planeta y sus gentes se juegan mucho en
este camino. La piñata que construyamos para fiesta de los 15 años de la
Agenda dependerá fundamentalmente de la implicación colectiva y
política que consigamos. Esperemos que entonces podamos tirar confeti y
serpentinas.
Los niños soldado de las FARC comienzan una nueva vida tras el acuerdo de paz.
Los rebeldes de izquierdas entregan a los niños a la Cruz Roja
como
parte del acuerdo que pone fin a décadas de guerra civil en Colombia.
Sibylla Brodzinsky - Bogotá
Los
niños soldado serán enviados a centros especiales, algunos volverán con
sus familias y todos recibirán atención psicológica y educativa.
El acuerdo de este lunes es definitivo y será sometido a un referéndum nacional el próximo 2 de octubre
Damaris cuenta que se unió a las FARC por su propia voluntad, saliendo a
hurtadillas de la casa rural en la que vivía junto a sus padres y a sus
cinco hermanos y hermanas. "Me gusta llevar un rifle. Estoy orgullosa
de ser una guerrillera", reconoció para the Guardian en una entrevista reciente en un campamento en la selva.
Pero la presencia de Damaris en las filas del grupo
armado es una violación grave de los derechos humanos y de la ley
humanitaria internacional. Como parte del acuerdo del fin de los 52 años de guerra civil en Colombia,
las FARC liberaron este fin de semana a 13 niños soldado de sus filas,
entregándolos al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR).
El CICR dijo el sábado en un comunicado que los menores estaban en
buenas condiciones de salud y que estaban siendo transportados a
alojamientos temporales bajo la supervisión del Fondo para la Infancia
de las Naciones Unidas (UNICEF).
Todos los 7.000
miembros de las FARC se están preparando desmovilizarse como parte del
acuerdo de paz histórico que ha sido firmado formalmente este lunes y
que se votará en referéndum el próximo 2 de octubre. Sin embargo, la
entrega de los menores se consideró una medida humanitaria que iba por
delante que el acuerdo final.
El CICR no identificó a
los niños liberados, diciendo que la discreción era prioritaria para
proteger los derechos de los menores. No estaba claro si Damaris, que
sabía que a la larga sería enviada a su familia como parte del acuerdo
de paz, estaba entre los niños entregados el fin de semana.
Durante mucho tiempo las FARC han sido acusadas reclutamiento forzoso
de menores, aunque el número exacto de combatientes menores de edad es
desconocido. El grupo guerrillero dijo a principios de este año que solo
tenían 21 miembros menores de 15 años. Por su parte, el Ministro de
Defensa dijo en mayo que calculaba que había unos 170 miembros por
debajo de 18.
Desde 1999, la agencia de bienestar
familiar de Colombia se ha ocupado al menos de 6.000 casos de niños
soldados que fueron capturados por grupos armados ilegales o
abandonados. El 60% ha pertenecido a las FARC según cifras oficiales.
El reclutamiento forzoso ha sido uno de los motivos principales de
desplazamiento interno ya que las familias han estado huyendo de las
áreas rurales para proteger a sus hijos de ser forzados o atraídos
dentro de las filas rebeldes.
Intentaron encerrarla en una habitación
En su lugar, los padres de Damaris recurrieron a encerrarla en una
habitación en su casa cuando anunció que estaba pensando en unirse a la
unidad de las FARC que frecuentaban su pueblo. "Tuve una pelea con mi
padre y él me golpeó y me encerró en una habitación", cuenta, "escapé".
Ocho meses después de unirse a las FARC fue a visitar a sus padres.
"Mis padres lloraron y y me dijeron que esto no era bueno para mí, pero
yo ya había decidido quedarme en la guerrilla", asegura.
Damaris y otros niños soldados como ella son consideramos víctimas más
que criminales. Pero aquellos que los reclutaron deberán responder por
este crimen ante un tribunal especial que se establecerá como parte del
acuerdo. Si confiesan, serán candidatos a que se les reduzcan sus
sentencias y cumplirán penas alternativas a prisión que todavía no se
han definido. Los que se nieguen a confesar puede que terminen en la
cárcel con penas de entre cinco y diez años.
Mientras
tanto, los menores entrarán en un programa especial de reintegración
dentro de la vida civil, que incluirá apoyo psicológico y educativo.
Algunos, aunque no todos ellos, quizá se reúnan con sus familias.
Damaris contó que le gustaría volver a casa y aprovechar las ayudas que
recibirá del gobierno para estudiar enfermería. Su madre sufre de mala
circulación en las piernas. "Como enfermera, podría ayudarle".
Co-gestión del tiempo y de las actividades en el hogar:
Una mirada sociocultural y cualitativa acerca de las rutinas digitales de niños/as (3-7) de Madrid.
Galera, N. (2016). Co-gestión del tiempo y de las actividades en el hogar: Una mirada sociocultural y cualitaitva acerca de las rutinas digitales de niños/as (3-7) de Madrid.Papers infancia_c nº 14, 1-30.
En este trabajo presento un estudio que explora cómo las familias con niños pequeños organizan sus rutinas y actividades diarias y el lugar que los dispositivos y tecnologías digitales desempeñan en estas rutinas.
Los datos de este estudio fueron recogidos con un protocolo (JRC, 2015), que incluyó la realización de entrevistas y un vídeo-tour por la casa, con 9 familias y 10 niños del área metropolitana de Madrid (España), y con edades comprendidas entre los 3 y 7 años.
El análisis se basa en conceptos de la teoría sociocultural actual (Lave, 2011; Lave y Wenger, 1991; Rogoff, 2003, 2014) y examina las interrelaciones entre las actividades del hogar de los adultos, las necesidades de atención y la actividad de los niños/as y la co-organización de las rutinas familiares.
Nuestros datos permiten dividir a los niños en dos grupos de edad (cinco niñas entre 3-5 años y cinco niños entre 6-7 años), y el análisis transversal sugiere un patrón de desarrollo en la co-organización de la participación y el sistema de actividades familiares.
Los niños más pequeños parecen tener un mayor acceso, pero no necesariamente un “aislamiento” mayor, en el uso de los dispositivos digitales, que es compatible con la atención de los padres a otras tareas de la casa o con demandas relacionadas con el trabajo.
Los niños mayores siguen utilizando dispositivos digitales, pero como sus usos se hacen más variados, y las preocupaciones de los padres sobre los riesgos asociados más explícitos, encontramos estrategias de mediación más variadas.
En ambos casos, los miembros de la familia co-construyen sus rutinas familiares y la ecología de sus actividades, que evolucionan con el tiempo, y nuestros datos sugieren que los dispositivos digitales (en el conjunto de las familias urbanas / suburbanas “europeos” que hemos estudiado) juegan un papel importante en la organización y desarrollo de la vida familiar de los niños.
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