'Quiéreme cuando menos lo merezca...
porque es cuando más lo necesito',
de Robert Louis Stevenson.
Entrevista al
El educador Jaume Funes, autor del libro
'Quiéreme cuando menos lo merezca... por que es cuando más lo necesito', aborda la adolescencia desde una premisa simple:
"para ayudarles a
construirse, tienes que estar a su lado cuando descubran",
afirmación
aplicable a tabúes como el sexo, las drogas o, incluso, el
adoctrinamiento.
Jaume Funes | Sandra Vicente |
Y es que hablar de adolescencia es hablar de la infancia pero también
de la edad adulta. De contradicciones y de descubrimientos, de rebeldía
y del amor. Así, hablamos de sexo y drogas, de nuevas tecnologías, influencers e, incluso, de adoctrinamiento, en la misma conversación. Todo ello, con un único hilo conductor: la adolescencia.
Es hablar de adolescencia y mucha gente se estresa: ¿por qué
es una etapa tan convulsa, tanto para los propios jóvenes, como para los
adultos que les rodean?
Hace más de cuarenta años que trabajo esta etapa vital: empecé en el
año 73 del siglo pasado. He visto muchas adolescencias, incluso cuando
éstas no existían como concepto universal, hasta las adolescencias
online que tenemos hoy. En estos años ha habido muchos cambios sociales
pero siempre se ha mantenido una constante: adultos desconcertados. La
primera reacción siempre es convertir el cambio en problema y tendemos a
construir el control. Pero no se puede intentar poner barreras ni leyes
a lo que es incontrolable.
Mi batalla como profesional siempre ha sido intentar que los adultos
aprendan a mirar a los adolescentes. No puedo decir que no generen
problemas: yo mismo he vivido intensamente la época de la heroína y
muchos de los chavales con los que he trabajado ahora están
muertos. Pero no aportamos nada si enfocamos esta etapa vital desde el
conflicto: debemos aprender a ayudar a unas personas que piden ayuda,
pero no de la manera que nosotros quisiéramos o entenderíamos. No son
drogatas ni delincuentes; antes que nada son adolescentes que se
complican, o no, la vida de una determinada manera y que nos la
complican, o no, a nosotros.
Habla de una época en la que no existía la adolescencia como
concepto universal, pero jóvenes en transición los ha habido siempre
Cualquier profesional de la educación y la salud ha estudiado la
pubertad y el cambio biológico y fisiológico que de ella se deriva. Pero
no es sólo físico, sino que está tremendamente relacionado con las
condiciones sociales. La manera cómo vivimos la primera menstruación o
el despertar sexual tiene que ver con el contexto. Piensa en estos
cambios en los años sesenta y setenta, cuando muchos chicos no tenían
tiempo de observar y reflexionar, sino que debían ocuparse de la casa,
ponerse a trabajar … La contemplación de estos cambios y , con ellos, la
posibilidad de vivir la adolescencia, sólo era posible para los jóvenes
con dinero y recursos.
¿La adolescencia no puede ser sin ocio?
Es una etapa que va ligada al tiempo para ser adolescente, un tiempo
no dedicado a ser un sujeto productivo explotado por el trabajo. Además,
también se caracteriza por unas dosis mínimas de consumo porque, aparte
de contemplar la adolescencia, también debes consumir como tal. La
lógica psicológica de la adolescencia pasa por sentirse diferente, no
querer ser un niño ni tampoco un adulto, y uno de los mecanismos para
salir de estas incertidumbres es identificar a los que son como tú y
compartir esa vivencia en comunidad.
Esta conformación de grupo se basa en comuniones de estilo de vida
que van desde las tribus urbanas a los lenguajes, pasando por las
maneras de vestir o la música. Las construcciones sociales se hacen a
través del ocio, que no debemos confundir con tiempo de diversión: son
espacios que no están destinados al trabajo. Y es que buena parte de los
mecanismos que los adultos interpretamos como diversión, son
simplemente cuestiones de relación. Uno de los más tópicos es el botellón: los adolescentes no se juntan para beber, sino para relacionarse en un espacio en el que no hay adultos.
Siempre que abordamos esta práctica desde la perspectiva del alcohol
olvidamos que es un mecanismo de relación. Así como el consumo no es lo
más importante de estos encuentros, tampoco debemos olvidar que nos
encontramos en una sociedad, precisamente, de consumo que aspira a
fidelizar adolescentes. Al igual que los partidos políticos y las
iglesias, el capitalismo intenta que los jóvenes comulguen con su manera
de consumir y entender el mundo. Porque el consumo relacionado a
determinados estilos de vida que se hacen fuertes a partir de la
adolescencia luego se hacen muy difíciles de cambiar. Tu consumo acaba
definiéndote así que, de alguna manera, los adolescentes acaban siendo
las grandes víctimas del mercado.
¿Los adultos tendemos a magnificar los conflictos resultantes de la adolescencia?
A veces me veo como un digestólogo, que ayuda a digerir adolescencias
difíciles a familias desconcertadas. Es vivir con una persona que te
cuestiona continuamente, pero es que los adultos tampoco asumimos que la
mayor parte de nuestras certezas son incertidumbres con seguridades
artificiales. Y en el fondo nos consolamos pensando que quien nos está
cuestionando es una criatura que no sabe lo que dice que sabe y que se
la pegará seguro.
Pero asumir esto no significa dejar de estar a su lado. Al contrario,
quiere decir estar dispuesto a enseñar a una persona que dice que lo
sabe todo -y que nunca reconocerá que no sabe algo- y conseguir que
aprenda -aunque no lo reconozca- para que cuando aprenda nunca te den
las gracias. La función del adulto debe estar detrás de las bambalinas:
debe ser quien le ayude a construir preguntas para buscar las
respuestas. Pero quien quiera dirigir la vida de un adolescente deberá
asumir demasiados conflictos.
Esta actitud requiere paciencia que, en su defecto, se sustituye por autoridad. ¿Qué piensa de la autoridad?
Quienes educan de manera sensata olvidan el poder o la autoridad, que
sería el equivalente al “te aguantas, la vida es dura”, “mientras vivas
en mi casa mando yo”, etcétera. El poder no es una herramienta, es un
desastre: debemos asumir que nosotros y nuestros conocimientos, valores y
criterios, dejan de ser un referente cuando los niños tienen 10 años. A
partir de entonces, usar la autoridad significa imponer, adoctrinar.
Más allá de las manipulaciones que pueda haber de las informaciones,
debemos saber que todos los poderes aspiran a adoctrinar a las nuevas
generaciones para que piensen de una determinada manera. No deben
cerrarse la puerta a estas informaciones, al contrario, lo que tenemos
que hacer es incentivar que las escuchen y guiarlos para que entiendan
que ellos mismos han de discernir y descubrir su criterio. Es un proceso
larguísimo que no se puede imponer.
Y esto ocurre en todos los ámbitos de la educación: tenemos un power point que
deben aprender. Tú te lo empollas, yo te evalúo, tú lo olvidas, yo te
doy un certificado y ya, partir de ahí, eres un buen ciudadano porque
vas asumiendo una serie de conocimientos. Pero si queremos que se
interroguen por lo que sucede a su alrededor, no podemos obligarlos a
aprender lo que creemos que se debe aprender, sino que debemos cultivar
sus propios intereses. Los adolescentes no son el proyecto de nadie.
¿Tendemos a infantilizar a los jóvenes cada vez que hablamos de adoctrinamiento?
Puedes montar un cirio hablando sobre que el día 1 de octubre pasaron
un montón de bestialidades pero tienes ante ti personas a las que, si
no has estado presente en su vida, si no te has preocupado de ellos y si
no les hablas continuamente sobre lo que ocurre a su alrededor, ya les
puedes meter el mitin que quieras, que será inútil. Sólo convencerás al
convencido. Quienes hablan de adoctrinamiento están dando poder a un
profe que, fíjate qué casualidad, hasta ayer era un inútil y hoy es un
adoctrinador.
Los maestros deben respetar pero explicar la desigualdad social: que
ha cerrado una fábrica echando a no sé cuántas personas, que los Mossos
han ido a no sé dónde y han hecho no sé qué, que el banco ha desahuciado
a una familia … con eso les dices a los chavales: vigilad, que hay algo
que se llama intereses económicos que afectan diferente a todos. Quien
explica esto de esta manera no adoctrina, sino que ayuda a leer la
actualidad de manera crítica.
¿Hoy deberíamos hablar de los palestinos masacrados por
Israel? Claro, y las escuelas que hablen de lo que pasa en la vida lo
harán. Y seguro que saldrá un filo-israelí diciendo que se adoctrina en
el antisemitismo. Pero el drama no es ese, el drama es que la mayoría de
chavales pasen de escuchar cuando se habla sobre chicos de su edad que
han sido asesinados. No debemos focalizar en si eres propalestino,
proisraelí, independentista o unionista. Tienes que ser pro-pensamiento,
porque las irracionalidades las encontramos partes.
Hablemos de los grandes tabúes de la adolescencia: por mucho
que cambien los tiempos, el sexo y las drogas siguen estando ahí. Y
continuamos afrontándolas mal. ¿Por qué?
El sexo siempre ha sido pecado mortal, enfocado desde la
moralidad. Siempre he tenido que hacer educación sexual y, así como en
los años 70 no podía hacerlo sin saber qué fotos de señoras del Interviú se pasaban bajo el pupitre, ni sin conocer los consultorios sentimentales del Pronto, hoy no puedes hacer educación sexual sin conocer las nuevas tecnologías ni la pornografía.
Estos elementos para descubrir y gestionar el despertar sexual
siempre estarán y el papel de los adultos siempre debe ser el mismo:
ayudar a construir una sexualidad feliz, atractiva y equilibrada para
que durante el resto de su vida una fuente significativa de placer y
felicidad venga de la sexualidad. Pero para que con cincuenta años
todavía disfruten follando, abrazándose y acariciándose, antes deben
haberse equivocado, preguntado …
Y para ello necesitamos adultos que no se escandalicen y que tengan
una vida equilibrada, porque la especialidad de los adolescentes es
desequilibrar al adulto. Si no se afronta esta etapa de manera serena,
ya les puedes decir lo que quieras, esto es como el adoctrinamiento: les
podemos decir que el sexo es malo, que deben mantenerse vírgenes … pero
ellos ya descubrirán qué piensan, nos guste o no. Y si los queremos
ayudar a construirse, debemos estar a su lado cuando descubran. Para que
te crean cuando les digas que el sexo no es sólo penetración, sino que
te lo puedes pasar bien acariciando, no les puedes ir diciendo “pobre de
ti que folles”, porque entonces no confiarán en ti.
Prohibir lo que los adultos hacen o consumen nunca ha sido una buena táctica
Las drogas y el sexo estarán siempre y parte del proceso de
maduración de los jóvenes pasa por ir descubriendo cómo relacionarse con
los riesgos. Los chavales tienen que ir descubriendo que hay una gran
diferencia entre un kalimocho Don Simón y un Gran
Reserva. Pero, aunque yo sepa que no vale la pena agarrarse un pedo
monumental con vino de un euro, no seré yo quién les diga que no lo
hagan. Porque es un pedo que se debe agarrar antes de llegar a la
conclusión de que no compensa.
¿Que el alcohol es malo? Desde el punto de vista neurológico es una
droga muy potente. Tú mismo, destroza tus neuronas como quieras, pero
debes saber que el alcohol también sirve para pasarlo bien. Yo disfruto
mucho con un buen whisky, pero no diré nunca que para pasarlo bien
necesito beber.
No podemos pensar que los adolescentes pasarán de la inocencia de la
infancia a la estabilidad de la edad adulta sin trasiegos. Esta etapa de
transición, al contrario, debe ser bastante entretenida y la deben
vivir intensamente, porque si no, los problemas vendrán luego. Hay que
tener en cuenta, eso sí, que es un proceso de aprendizaje terrible si no
se encuentra ningún adulto que ayude a hacerlo.