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¿Han arruinado los móviles la salud mental de los jóvenes? La ciencia busca explicaciones a un problema universal

En un polémico libro, el psicólogo estadounidense Jonathan Haidt culpa a las pantallas y a las redes sociales del aumento de ansiedad y depresión entre jóvenes y adolescentes, pero en ciencia la explicación nunca es tan sencilla.

elDiario.es

Antonio Martínez Ron




El 9 de enero de 2007, cuando Steve Jobs presentó el primer iPhone y anunció que iba a “reinventar el teléfono”, el mundo de las comunicaciones cambió para siempre. Pero aquel día, según el psicólogo estadounidense Jonathan Haidt, se produjo otro cambio siniestro e inesperado: fue el pistoletazo de salida de la gran crisis de salud mental que atenaza hoy a jóvenes y adolescentes, con tasas de ansiedad y de depresión nunca vistos.


Esta es la atrevida tesis de su nuevo libro, La generación ansiosa, que se publicará en español a finales de mayo y en el que pone el foco en el supuesto “recableado mental” que ha experimentado la llamada generación Z por culpa de las nuevas tecnologías y el botón de “me gusta”. “Sostengo que esta gran reconfiguración de la infancia es la principal razón del maremoto de enfermedades mentales en los adolescentes que comenzó a principios de la década de 2010”, escribe Haidt. 


El autor también defiende que los padres de estos niños cometimos el error de sobreprotegerlos en el mundo real, mientras los dejábamos indefensos en el mundo virtual cuyos peligros se desconocían, como si los hubiésemos enviado al planeta Marte sin conocer previamente las condiciones. “Estas son las razones principales por las que los niños nacidos después de 1995 se convirtieron en la generación ansiosa”, resume.


“No está respaldado por la ciencia”


El libro ya ha tenido respuesta de conocidos científicos que estudian la cuestión. La psicóloga Candice L. Odgers, de la Universidad de California en Irvine, rebatió los argumentos de Haidt en la revista Nature y le acusó de establecer una falsa relación causal entre dos factores que coinciden en el tiempo. También anticipa que el libro va a vender muchos ejemplares por su enfoque amarillista “que muchos padres están dispuestos a creer”, aunque su tesis central “no está respaldada por la ciencia”. 


“Un análisis realizado en 72 países no muestra asociaciones consistentes o medibles entre el bienestar y el despliegue de las redes sociales a nivel mundial”, escribió la experta. “Además, los hallazgos del estudio Adolescent Brain Cognitive Development, el mayor estudio a largo plazo sobre el desarrollo del cerebro adolescente en los Estados Unidos, no han encontrado evidencia de cambios drásticos asociados con el uso de la tecnología digital”.


Haidt se ha defendido con una gran profusión de datos en su popular newsletter, en la que admite que este miedo a que los jóvenes se estén “pervirtiendo” es un tic generacional que se repite desde la antigüedad. “Hasta ahora, los escépticos han tenido razón la mayoría de las veces, y cuando tienen razón, se ganan el derecho de llamar alarmistas a los que han fomentado un pánico moral infundado”, escribe. Pero, como pasó antes con el tabaco, el alcohol o la violencia en televisión, los escépticos no siempre tienen razón, advierte. Como en el cuento de Pedro y el lobo, sugiere, “la pregunta que tenemos que hacernos es la siguiente: ¿tienen razón los escépticos... o realmente el lobo llegó alrededor de 2012 y desde entonces ha estado atacando a los jóvenes a través de sus teléfonos inteligentes y cuentas de redes sociales?”.


Separar el trigo de la paja


Para tener una visión fundamentada y completa del problema, conviene reconocer primero los hechos que recoge Haidt que son incontestables. A lo largo de su libro, el psicólogo muestra las tablas con la evolución de las tasas de depresión y ansiedad en Estados Unidos y en otros países, y en todos se repite la misma tónica. A partir de 2010, en las sociedades occidentales se disparan los problemas de salud mental en todos los tramos de edad, pero entre adolescentes y jóvenes se observan aumentos de hasta el 134% en ansiedad y del 104% en depresión, con especial incidencia en las mujeres. Si acudimos a los datos de España observamos lo mismo: las cifras se disparan en los dos grupos de edad, de 15 a 19 años y de 20 a 24.


“Lo que postula Haidt es que ya tenemos estudios que hablan de causalidad y no solo de correlación”, explica Gregorio Montero, médico psiquiatra infantil y juvenil, experto en TDAH y problemas con las nuevas tecnologías. “Y desde el otro lado, donde yo me incluyo, se le critica que efectivamente no tenemos estudios longitudinales con una población muy amplia que demuestren claramente una relación causal, porque para eso necesitamos ensayos clínicos aleatorizados, y es muy difícil hacerlos, sobre todo con grandes poblaciones”. La sensación entre la comunidad científica, resume, es que Haidt se está dejando llevar por el sensacionalismo y que su libro está plagado de afirmaciones que no son del todo ciertas a nivel científico, aunque el problema sobre el que pone el foco sea grave y muchas de sus recetas, válidas.


“Mamá, ¡mírame a los ojos!”


“A esta generación le ha pasado mucho más que el iPhone”, asegura Sara Toledano, psicóloga de la Fundación Manantial. “A estos jóvenes también les ha pasado tener unos padres que están igual de estresados que ellos, dedicando toda la energía al trabajo y que están usando muchas veces las redes para desconectar”, apunta. Y recuerda el caso de una paciente que sufrió un shock cuando su hija le dijo: “Mamá, ¡mírame a los ojos!”.


“Lo que yo veo en consulta es que padres y madres trabajan cada vez más horas y los chavales están cada vez más solos”, recalca Montero. “Si un chaval está solo porque sus padres no llegan a final de mes y no tienen más remedio que trabajar todo el día, y al mismo tiempo otros chavales están como él, tenemos el cóctel perfecto”, asegura. Así que, en general, no es solo el hecho de usar el móvil y las redes, hay que entender el contexto, lo mismo que sucede con el alcohol y otras drogas. “Es muy diferente tomar cerveza que tomar tequila, y tomarte un vino porque ha ganado tu equipo el sábado, que tomarte un tequila por las noches, que es lo que hacen [metafóricamente] los adolescentes”.


“Por mi experiencia y mi conocimiento —insiste Toledano—, te puedo decir que en el campo de la salud mental no podemos establecer causas directas de ningún problema, no funciona la causalidad lineal”. Ella y su equipo lideraron recientemente el informe #Rayadas en el que se abordaba con profundidad este asunto y se mostraba su especial incidencia en las mujeres más jóvenes. En este estudio trataron de entender qué ocurre a nivel emocional con la población entre 16 y 24 años y la conclusión es que la causa es multifactorial, aunque las pantallas lo hayan empeorado. 


“En el estudio preguntábamos a estos 2.000 chicos cuáles eran las preocupaciones que asociaban a su salud mental, y colocaban la crisis climática, el desempleo y la ausencia de expectativas como tres factores muy importantes que condicionaban su bienestar o malestar emocional”, recuerda. “Lo que sí creo es que las redes sociales han supuesto un cambio en el comportamiento, en la manera de ser y de percibir el mundo y, por tanto, en el bienestar o malestar emocional de estos jóvenes, pero que impacta igual que el resto del contexto social”, asegura.


“Creo que es multifactorial, pero está claro que estamos ante un experimento en tiempo real en todo el mundo”, afirma Gabriel Rubio, catedrático de la Universidad Complutense (UCM) y jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Doce de Octubre. “Lo que sí que vemos en las consultas es que cuanto más grave es el cuadro clínico que tiene el joven, mayor es el enganche que tiene con el móvil y las redes sociales”. Hace un año, en la facultad de Medicina de la UCM, en la que él trabaja, hicieron una encuesta anónima en la que participaron 657 estudiantes, casi el 70% de los matriculados. “Y nos encontramos que una de las conductas que claramente estaba más sobrerrepresentada era la de uso abusivo de las tecnologías, la adicción al móvil”, asegura. “¡Y esto en estudiantes de Medicina!”. 


Adolescencia vulnerable 


Un posible argumento contra la tesis de Haidt es que este aumento de los problemas de salud mental está presente en todos los tramos de edad, como si la causa fuera el gran cambio en los modos de vida, en las formas de relacionarse y de informarse. “Pero no hay que olvidar que es mucho más fácil condicionar los rasgos de personalidad de un crío que de una persona de 35 años”, matiza el doctor Rubio. “Cuando un chaval está conectado en redes sociales desde los 11 años, acostumbrado a que le respondan, a que se le acepte, a los likes, le estás condicionado su forma de ser, seguramente para mal”.


“El motivo por el que nos preocupa más la adolescencia es por el desarrollo cerebral”, afirma Rubén Baler, especialista en salud del Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de EEUU (NIDA). “La adolescencia es un periodo de vulnerabilidad y las autoridades de salud pública tienen una responsabilidad mayor de enfatizar el mensaje e intervenir de forma temprana para poner a esos individuos en una trayectoria más saludable”. Para Baler, de visita en España por el Congreso Mundial de Patología Dual de Mallorca para hablar de este tema, aunque el mensaje de Haidt sea simplificador y no del todo correcto científicamente, es mejor pasarse de alarmista que reaccionar tarde.


“No cuesta tanto hacer algo preventivo”, sostiene. “Yo creo que los responsables deberían al menos tomarlo con cautela, para que los adolescentes no sufran los efectos más contundentes y nocivos que, sospechamos, pueden tener”. Y recuerda que hay ejemplos en la historia en los que, a pesar de que no había una prueba contundente de estudios longitudinales, resultó que se debía a intereses de la industria, como pasó con el tabaco, o la culpabilización de las grasas de los problemas cardiovasculares, cuando lo que estaba detrás era sobre todo el azúcar. 


“En medicina y psicología conviene aplicar el principio de prudencia”, coincide Montero. “Que la ciencia no haya demostrado al 100% que la epidemia de trastornos mentales en adolescentes y adultos sea por las redes sociales o los smartphones, no significa que no debamos hacer nada al respecto ni tomar medidas”. Aunque los argumentos de Haidt son muchas veces inconsistentes, las recomendaciones que hace en su libro le parecen válidas: retrasar la compra del smartphone y el acceso a las redes sociales, evitar el uso de dispositivos digitales en los centros escolares y la supervisión por parte de los padres para enseñar a los jóvenes a usarlos. “Hay que enseñarles a conducir y ponerse al volante del móvil, pero para circular con responsabilidad y madurez”, concluye.


“Nos han puesto en un experimento global de magnitudes épicas, en el cual millones de ciudadanos en el mundo somos conejillos de Indias”, asegura Baler. “Lo que hay que conseguir es una alfabetización, el primer paso es educarnos, porque la gran mayoría están viviendo como sonámbulos sin darse cuenta de lo que está pasando”. “A los chavales hay que ayudarles desde la escuela y la familia a que tomen cierta distancia crítica de los mensajes que escuchan, que puedan tener experiencias presenciales, relacionales, y no solo a través de las redes sociales”, recomienda Toledano. “Hay que volver a hacer interesante el mundo real”. 

Marcadores sociodemográficos y nuevas tecnologías en las generaciones catalanas. 1926-2005,

 MARCADORES SOCIODEMOGRÁFICOS Y 
NUEVAS TECNOLOGÍAS EN LAS GENERACIONES CATALANAS. 1926-2005.

Damoun, Osama, Andreu Domingo y Jordi Bayona-i-Carrasco. 2024.
Revista Internacional de Sociología 82 (1): e247. https://doi.org/10.3989/ris.2024.82.1.1185

" El tema de las generaciones es básico en la sociología de la infancia. 
El adultismo no es sino la constatación de la existencia de un orden generacional jerárquico que coloca a las personas adultas en la cima."


Resumen.
En  este  artículo  delimitamos  y  caracterizamos  las  generaciones  catalanas contemporáneas  en  torno  a  su  tamaño y a tres marcadores sociodemográficos (el lugar de nacimiento, el nivel de instrucción y su posición en la revolución digital), enmarcándolas siguiendo los acontecimientos históricos que han marcado su juventud y las diferencias de género. Con datos de censos de población y el padrón continuo, hemos confirmado que las características sociodemográficas analizadas se erigen como fronteras generacionales. Explotando la encuesta de uso de  las  TIC  en  hogares  del  Instituto  Nacional  de  Estadística, encontramos indicios de diferencias generacionales. La agrupación decenal propuesta se adecua con más pre-cisión al contexto catalán y, por extensión, español, siendo fundamento para futuras investigaciones desde una perspectiva generacional...
Conclusiones:  
LA  BRECHA  TECNOLÓGICA  COMO DISCRIMINANTE GENERACIONAL 
Nos  hemos  propuesto  delimitar  las  generaciones  catalanas vivas caracterizándolas en torno al tamaño generacional y tres marcadores sociodemográficos; nivel de estudios, impacto migratorio y posición en la  revolución  tecnológica.  
Se  trata  de  un  trabajo que  cubre  el  vacío  existente  en  los  estudios generacionales,   ya   sea   en   Cataluña   como   en   España,  presentando  una  división  generacional acorde con una serie de criterios fundamentales: la evolución  demográfica  y  los  períodos  históricos  o acontecimientos más relevantes propios del contexto español.  El  resultado  obtenido,  ocho  generaciones  decenales    construidas    a    partir    del    cruce    de    biografía (y los efectos de cohorte o generación) e historia  (local  y  global),  en  las  cuales  el  tamaño  al  nacimiento  (que  establece  generaciones  vacías  y llenas) en combinación con el impacto de los flujos migratorios, determinan el volumen contemporáneo de  las  diferentes  generaciones.  
De  los  marcadores  anunciados,   las   migraciones,   en   cuanto   afectan   al  volumen,  tienen  un  papel  determinante  en la  agrupación  generacional,  no  así  el  nivel  de instrucción ni el uso de las TIC, que utilizamos como descriptivos  de  los  grupos  preestablecidos.  Estos descriptivos  nos  ayudan  a  justificar  los  diferentes sistemas de vigencias propios de cada generación; el nivel educativo máximo alcanzado demuestra una evidente gradación generacional y de sexo, mientras que el uso de las nuevas tecnologías exhibe indicios discriminatorios  entre  generaciones.  La  presente  clasificación  generacional  resulta  un  instrumento de  gran  utilidad  para  aplicar  la  perspectiva  del metabolismo  demográfico  y  el  cambio  social  y generacional en España. 
Por  lo  que  atañe  a  las  migraciones  y  la particularidad   del   caso   catalán,   además   de   los   intensos  flujos  internacionales  más  recientes, la  singularidad  de  los  procesos  de  inmigración interior  vividos  décadas  atrás  han  reconfigurado el  tamaño  de  las  generaciones  contemporáneas,  conformándose  como  el  principal  factor  de  cambio  demográfico. Mientras que el cambio a mediados del siglo XX resultó de la combinación de las migraciones (internas) y el crecimiento natural, en el caso de las transformaciones  más  recientes  la  baja  fecundidad  enfatiza el peso de las migraciones (internacionales), siendo  el  ejemplo  más  representativo  el  de  la generación millennial. En referencia al tamaño generacional, los flujos migratorios relativizan la proyección de los itinerarios vitales a partir de la pertenencia a una generación llena  o  vacía,  según  la  teoría  de  Easterlin.  Sin embargo, podrá darse el caso que, fruto del efecto de la segmentación laboral y la etnoestratificación sobre esas trayectorias, los nativos de generaciones vacías se encontraran en una situación ventajosa respecto a sus coetáneos inmigrados. De modo que, pese al crecimiento de los efectivos generacionales, se  estaría  escenificando  el  cumplimiento  parcial de  la  teoría  easterliniana.  Por  otro  lado,  las  dos generaciones boomers  (1956-1965  y  1966-1975)  y  la generación @ (1976-1985) siguen consolidadas como   las   generaciones   más   llenas,   recibiendo   también importantes contingentes migratorios.  El nivel de instrucción aparece como un marcador rompedor    entre    generaciones    con    un    claro    componente  de  género.  La  meteórica  ascensión de  los  estudios  superiores,  especialmente  entre  las  generaciones femeninas más recientes, han llevado a  las  millennials  (1986-1995)  a  superar  el  umbral  del 50 %. Los valores del máximo nivel de estudios crecen  en  todas  las  generaciones  a  lo  largo  de  los  cuatro puntos temporales observados, especialmente en  el  último  período  (2011-2021),  coincidente  con la  segunda  oleada  migratoria  posterior  a  la  Gran  Recesión y caracterizada por entradas de población con niveles elevados de educación superior, siendo los millennials el caso más paradigmático. 
De forma opuesta, aquellos que solo alcanzaron la educación elemental  han  ido  disminuyendo  drásticamente  con  las  generaciones  más  jóvenes,  hasta  situarse  en valores inferiores al 10 %.Mientras que las migraciones alteran el tamaño de  las  generaciones,  y  con  este,  posiblemente  las  trayectorias  vitales  esperadas,  la  mejora  del  nivel de  instrucción  y  la  revolución  tecnológica  tienden a  subrayar  la  brecha  entre  las  generaciones  más  antiguas y las más recientes. Sin embargo, el ritmo de apropiación o de “migración” de las generaciones analógicas es muy dispersa. Los nacidos en 1926-1935,  por  un  efecto  edad  quedan  definitivamente rezagadas. El resto, los progres y las generaciones boomers, han hecho un esfuerzo por migrar, debido más a la presión pública y privada para concretarse (pensando   en   la   necesidad   impuesta   para   la   información  y  los  servicios  sociosanitarios)  en  el efecto momento que ha representado la pandemia del Covid-19. Entre estos boomers y las generaciones nativas  digitales,  más  que  el  uso  siempre  mayor entre las segundas, lo que las distingue es el tipo de herramientas que utilizan y la colonización de todas las actividades (ocio, trabajo, información), siendo esto  efectivamente  un  discriminante  generacional. Es más, a diferencia del resto de generaciones, los nativos digitales han construido una identidad digital individual y colectiva.
Los resultados de la Encuesta de uso de las TIC proporcionan  más  de  un  indicio,  pero  es  necesario  refinar la investigación en un futuro, dependiendo, eso sí,  de  la  disponibilidad  de  datos.  Con  generaciones  cada vez más instruidas, es importante realizar un análisis más detallado que permita diferenciar entre tipos de uso de las TIC, haciendo posible una lectura más allá de la simple intensidad de uso.  
Para concluir, nos hemos servido de la metáfora enfrentando boomers y millennials para ejemplificar el estudio del cambio social a través de la sucesión generacional.    Dichas    generaciones    han    sido    interpretadas  como  el  arquetipo  de  generaciones antagonistas; una generación llena y la otra vacía; una inició los progresos en los niveles de instrucción y  otra  los  elevó  a  valores  nunca  vistos.  Una generación es analógica y la otra digital, y respecto las migraciones, una es relativamente homogénea mientras que la otra se caracteriza por la diversidad. La  metáfora  generacional  es,  pues,  una  forma  de  plantear y abordar el problema de las generaciones y el cambio social, empezando por su delimitación.

Este  articulo  forma  parte  de  una  tesis  doctoral  del  programa  de  doctorado  en  Demografía  de  la  Universidad Autónoma de Barcelona y está incluido en  los  resultados  del  proyecto  I+D+I  Metabolismo demográfico,  migraciones  y  cambio  social  en España (PID2020-113730RB-I00), financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad.

Los  autores  de  este  artículo  declaran  no  tener  conflictos de intereses financieros, profesionales o personales que pudieran haber influido de manera inapropiada en este trabajo...

Derechos Digitales por conquistar: I Conferencia sobre Alfabetización Digital de la Infancia y la Adolescencia, próximo día 27.

Los Derechos Digitales por Conquistar, 27 de febrero.






















Los Derechos Digitales por Conquistar.
I Conference sobre la Alfabetización Digital en la Infancia y la Adolescencia.
 Abordará temas cruciales como 
la Alfabetización Digital y los Derechos Digitales de los más jóvenes.

Organizan la Universidad Complutense de Madrid, 
a través del proyecto europeo “Safer Internet Centre – Spain” SIC SPAIN 3.0

El día martes 27 de febrero de 2024 
En horario de 09:00 a 15:00. 
Lugar: Sala de Conferencias de la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM
             o transmisión sincrónica en línea 

 

Este evento, dirigido a investigadores/as, docentes, madres y padres, así como a otros profesionales 

que trabajan en el ámbito de atención a la infancia y la adolescencia, abordará temas cruciales 

como la Alfabetización Digital y los Derechos Digitales de los más jóvenes.


El evento es gratuito y se llevará a cabo tanto de forma presencial en la Sala de Conferencias de la Facultad 

de Ciencias de la Información de la UCM, así como de manera sincrónica online. 

 

Inscripciones abiertas:

Para asegurar tu participación, te invitamos a registrarte a través del siguiente enlace: https://forms.gle/Z2TQrmoB31iPXuBLA; o escanea el código QR del cartel de arriba.


Contenidos:

.- Conferencia inaugural. EL MARCO ACTUAL

.- Debate LA CONTROVERSIA: ¿Impedir el uso del móvil hasta los 16 años
.- Exposición. LOS DATOS: ¿Los datos están describiendo la realidad de los niños, niñas y
adolescentes usuarios del entorno digital de hoy
.- Reflexión. LA INNOVACIÓN: ¿Sobre qué quieren ser alfabetizados los y las adolescentes?
.- Presentación de BUENAS PRÁCTICAS.



Certificados de Asistencia: Se otorgarán certificados a aquellas personas que asistan presencialmente.






Móviles y adolescencias sin cobertura.

1. Somos la generación que hemos y seguimos abrazando las tecnologías de manera generalizada, acrítica y consumista. También como proveedores e incitadores de su consumo a las infancias.
2. No tenemos resuelta la cuestión de la autonomía de los niños y niñas, ni sabemos cómo poder posibilitar las derivas propias de las adolescencias.
3. El sistema educativo está incapacitado e inhabilitado para intervenir en relación a las pantallas, en uno y en otro sentido.
4. Las redes sociales virtuales conducen a un consumo de relaciones, a una exposición nociva y unas relaciones basadas en el control y la inmediatez… ¿Y las otras redes saludables? ¿Dónde están y qué hacemos para que las adolescencias puedan explorar una sociabilidad alternativa a la digital?.
5. La regulación y la prohibición ¿Dónde están los riesgos? ¿Es una cuestión de peligros o de necesidad de control adulto?

Las pantallas nos complican la vida. Puede ser que nos hagan el día a día más cómodo y que podamos acceder con rapidez a potentes herramientas que antes no estaban y que ahora tenemos normalizadas en nuestra existencia, pero si las pensamos en clave pedagógica, vemos que aún queda mucho que perfilar.

El debate educativo se hace complejo, difícil de transitar. Tenemos ganas de encontrar formas de salir de la maraña, de huir a espacios más sosegados fuera del ritmo que nos marca la propaganda de aplicaciones y redes sociales, ganas de ir a lugares habitables donde conectar con lo humano en una forma tradicional en la que nos reconocemos desde una legítima nostalgia. Pero pronto vemos que no hay huida posible. No queda más remedio que gestionar la dificultad.

Y desde la honestidad las dificultades siempre se gestionan con más dudas que certezas. Ni idea de cómo desenredar el lío, ni idea de cómo escapar del secuestro, pero sí que tengo claro que, en términos de infancias y adolescencias, hay ciertos planteamientos que aparecen de manera recurrente en todos los debates y, se hable de lo que se hable, las criaturas terminan palmando siendo víctimas de los postulados adultocéntricos.

Hace pocas semanas salió a luz pública una iniciativa de familias preocupadas por el condicionamiento social a la hora de facilitar a los adolescentes su primer dispositivo móvil, cómo la presión de grupo y el contexto social dificultan que cada familia pueda tomar sus propias decisiones desde el diálogo. Y en el momento que este tema ha estado en el debate mediático, los discursos criminalizadores se han hecho hueco para acallar otras búsquedas, otras maneras de encontrar soluciones que a la vez nos lleven al respeto de la realidad adolescente.

Este texto pretende colaborar con dicha búsqueda dando cinco toques de atención, cinco coordenadas que pueden servir para generar diálogo en un intento de aportar a la conversación argumentos que valgan para reconfigurar una relación con las infancias y adolescencias en clave de respeto y antagónica a las dinámicas de represión y control social que, por desgracia, están tan presentes en el debate público.

1. Somos la generación que hemos abrazado (y seguimos abrazando) las tecnologías de manera generalizada, acrítica y consumista. También como proveedores e incitadores de su consumo a las infancias.

Miramos a las adolescencias enganchadas al móvil y vemos todos los riesgos y peligros que tenemos absolutamente integrados y normalizados en nuestro día a día. Desde que en la transición compramos el modelo del progreso y el desarrollismo capitalista como manera de huir de la miseria franquista, creemos que todo lo que pita y hace lucecitas nos va a mejorar la vida. Como padres y madres hemos elegido escuelas en las que daban una tablet a criaturas de 5 años para que aprendieran las letras o los colores, incluso hemos celebrado aplicaciones para comer o dormir en guarderías y en las cocinas de nuestras casas. Hemos regalado playstations a cascoporro y hemos ido cambiando de móvil cada 2 años al son de las campañas publicitarias de las multinacionales para no perder estatus y poder seguir alimentando la fantasía de control de tener el mundo guardado en nuestro bolsillo. Nuestros hijos e hijas han crecido viendo como estábamos pegados al móvil y cómo mirábamos la vida a través de las pantallas. Los álbumes de fotos familiares están en la nube, evaporados en la inmediatez de un wasap y sin posibilidad de cristalizar en una historia familiar tangible y respirable.

Todo esto, hoy por hoy, está lejos de cuestionarse. Los adultos con las tecnologías también nos enganchamos, también nos suicidamos, perdemos nuestro dinero jugando a la apuestas o cayendo en los timos, pero en ningún caso se nos plantea un uso restrictivo de las mismas o una demonización de nuestro estilo de vida. Es muy cuestionable por tanto cuando hablamos desde la superioridad moral o desde un paternalismo. Supone construir un muro y desechar la interesante posibilidad de dialogar con los chicos y las chicas desde la miseria que compartimos, desde ese lugar común en el que estamos perdidos, y del que podemos aprender juntos cómo recorrerlo. La realidad nos pone en bandeja una oportunidad de encuentro, no la fastidiemos ocupando un lugar de pedantería. Se nos nota demasiado la impostura y perdemos la opción de hacer algo lindo con nuestra legítima preocupación.

2. No tenemos resuelta la cuestión de la autonomía de los niños y niñas, ni sabemos cómo poder posibilitar las derivas propias de las adolescencias.

Móviles sí o móviles no, puede haber debate, pero autonomía sí, sin ninguna duda.

Tenemos un grave problema social con la fragmentación y el individualismo. Nuestras comunidades están rotas, erosionadas, desiertas, cada vez es más difícil encontrar a alguien dispuesto a ofrecer ayuda, disponible para la relación. La chavalería es víctima de esa desertificación. Los itinerarios por el cuerpo social frío y hostil se parecen cada vez más a deslizamientos por el hielo, sin agarres, sin posibilidad de frenada, cada vez con más riesgos y cada vez con menos probabilidades de amparo. La cosa está mal, pero no es responsabilidad de la chavalería el desastre que se encuentran cada día que pisan la calle. Y sí, podemos valorar que es una gran lástima que la autonomía vaya asociada a la tecnología, que da pena que un chico o una chica no se atreva a hacer determinadas cosas hasta que no tenga un móvil en el bolsillo, llorar que un papá o una mamá no autorice determinados planes si no se garantiza la posibilidad de contacto (o control) inmediato…

Añoramos aquellos momentos en los que lo social estaba regado por la confianza, por el apoyo mutuo y por una libertad que no fuera vigilada. Pero en el momento actual, si se ha de elegir entre móviles o autonomía, yo lo tengo claro. Ojalá seamos capaces de construir lugares sociales habitables en los que dicha disyuntiva no sea necesaria, ojalá lugares donde la autonomía no necesite muletas, pero, mientras, habrá que pagar el precio que cuesta salir de casa. Si retrasar el uso de móvil es también retrasar la adquisición de la autonomía y el disfrute de la libertad, no compensa.

3. El sistema educativo está absolutamente incapacitado e inhabilitado para intervenir en relación a las pantallas, en uno y en otro sentido.

Puede haber debate de si pantallas en los institutos (se acaba de firmar un manifiesto en este sentido) o, por lo contrario, si los centros educativos han de estar libres de móviles, de si las tecnologías se tienen que integrar en las asignaturas como un aprendizaje instrumental o trabajarse de manera transversal, de si sí o si no. Y como todo debate pedagógico y didáctico que se da en el marco de la educación reglada encandilará a unas y aburrirá a otras, pero, en todo caso, no es la discusión que necesitamos.

Sobre la cuestión fundamental de cómo afectan las tecnologías a los y las adolescentes, el debate en términos educativos es superficial. El uso que hace de los móviles la chavalería tiene que ver con temas vitales como “la importancia de la relación con los colegas”, “la necesidad de referencias culturales más allá de los entornos inmediatos”, “jugar y entrenar las identidades y las opciones sexuales”, “acceder a contenidos que desde la cultura adulta están denostados y repudiados”, etc. Y todo eso, hace tiempo ya, que queda fuera de los currículums y fuera de circulación en la estructura formal del sistema educativo. Por tanto, cuando un centro se autodenomina “un lugar libre de móviles”, o por lo contrario, vende como “innovación educativa” tener pantallas hasta en la sopa, estamos en ambos casos ante simples propuestas autorreferenciales, epidérmicas, que tienen un calado ínfimo en las vidas del alumnado.

Si se prohíbe el uso de los móviles no es para promover una sociabilidad alternativa con los alumnos y alumnas (que, por otro lado, ni se cuidan ni se sostienen desde lo humano) sino como un elemento de autoprotección institucional y de contención de la violencia. En los institutos de secundaria hay constancia de que la convivencia es precaria, que las agresiones pueden ser frecuentes y que haya una pantalla para publicar y publicitar los comportamientos indeseables dificulta la gestión de las vergüenzas. Pero su prohibición difícilmente erradica los problemas (que tienen causas sistémicas), solo traslada su expresión a otros espacios en los que los chicos y chicas dialogan con lo que les pasa con más libertad y menos control.

El sistema educativo debiera empezar por asumir su responsabilidad respecto a los marcos de violencia que construye para la chavalería, no olvidar tampoco las condiciones materiales que condicionan los procesos vitales del alumnado, y también hacer una evaluación honesta sobre qué ha mejorado en la convivencia de los centros desde el día en que sacar un smartphone formó parte del sistema disciplinario y del menú de castigos y sanciones. Y después de todo esto, cuando haya hecho los deberes, estará en condiciones de desempeñar un papel significativo en la solución del problema que nos preocupa.

4. Las redes sociales virtuales conducen a un consumo de relaciones, a una exposición nociva y unas relaciones basadas en el control y la inmediatez… ¿Y las otras redes saludables? ¿Dónde están y qué hacemos para que las adolescencias puedan explorar una sociabilidad alternativa a la digital?

Si ya había “temita” con la cuestión de la autonomía, si hablamos de la vida social de las criaturas en relación a las tecnologías la cosa también se presenta tiznada... Hay una preocupación general respecto al uso de las aplicaciones de las redes sociales como sucedáneo del encuentro con cuerpo y alma. El miedo que da normalizar relacionarse con avatares, hablar con emoticonos o follar por zoom. Mal panorama, sí, pero es un lío que no vamos a poder esquivar…

Las relaciones sociales son una necesidad básica en todas las edades, somos una especie mamífera, necesitamos roce y cachorreo, y nos lo estamos montando para exiliar esto de nuestro día a día. Cada vez nos vemos menos, nos tocamos menos y nos encontramos menos. Cada vez más solas, con más necesidad y con más carencia. Y ninguna de las instituciones pensadas para las infancias y adolescencias priorizan el abrazo. Pocos recreos, pocos espacios de juego liberados de la mirada adulta y pocos lugares donde experimentar la conexión con los demás. Precariedad psico-afectiva generalizada.

Cuando las criaturas son pequeñas aun les llevamos a planes con abuelos y abuelas, convocamos a tíos y tías en una fantasía instantánea de la familia extensa que ya no tenemos, vamos de peregrinaje a cumpleaños colectivos y hacemos fiestas de halloween o de pijamas… Pero claro, llega un momento que las criaturas crecen, pronto cumplen 12, 13 o 14 años y la sociabilidad que demandan y necesitan ya no se da de la mano de papá o mamá. Desde ese momento, y hasta que puedan conquistar la confianza de quienes les cuidan para tener libertad de movimientos y funcionar de forma autónoma ejerciendo de “adultas”, tendremos que asumir que van a tener que canalizar de manera precaria e insuficiente sus necesidades de socialización, “ni tan mayores como para quedar solos, ni tan pequeños como para verse en encuentros con familia encima”, que van a querer conectarse a juegos en red para chatear con colegas, o mandarse mil gifs por wasap para sentir que no están tan solas en el encierro de sus casas…

Porque, reconozcámoslo, la alternativa social que estamos ofreciendo a las adolescencias es de precariedad y encierro. Ni los horarios, ni los espacios, ni las ciudades, ni las dinámicas de relación que tienen con los adultos de su vida dan muchas posibilidades distintas al aislamiento. Y no parece que estemos muy dispuestos a cambiar nuestras prioridades, ni que el capital y la adultocracia nos lo vaya a permitir.

En este contexto, las aplicaciones y las pantallas son quizá más consecuencia que causa de lo que nos debiera preocupar.

5. La regulación y la prohibición ¿Dónde están los riesgos? ¿Es una cuestión de peligros o de necesidad de control adulto?

No es la primera vez que cuando nos asusta algo respecto a las infancias nos lo queremos quitar con educación punitiva o con represión. La educación y el castigo para salir del atolladero.

Somos conscientes de que el mundo que hemos construido, y que se expresa con toda su crudeza en internet, deja mucho que desear. Sabemos que no tenemos capacidad de control del capitalismo, ni del patriarcado ni de la violencia estructural que sufrimos, por lo que puede parecer una buena opción controlar a las adolescencias y así “defenderlas de lo que somos”. De esta manera, aunque la efectividad de nuestras medidas sea casi nula, seguimos demostrando quien manda y expiamos parte de las culpas. Reivindicar el privilegio adulto siempre será la mejor forma de acallar debates y de no asumir responsabilidades.

Pero desde una regulación ajena a las necesidades de la chavalería, y desde la prohibición en base a criterios moralistas y prácticas paternalistas, no se crece como sociedad, no se renuevan las alianzas intergeneracionales. Se culpabiliza a las adolescencias por “hacer lo mismo que los demás” pero a ellos y ellas no se les permite por las inseguridades y los miedos que las personas adultas les vuelcan.

Si pensamos en una tablet, para jugar, para aprender, o para matar el tiempo en una sala de espera o en un viaje, nos parece todo bien (aunque esté demostrado que es nocivo para los niños y las niñas, y nosotras justifiquemos “hacer la vista gorda” por nuestro bienestar), pero si proyectamos en los dispositivos y las tecnologías el acceso al porno o el que jueguen a las apuestas, nos parece mucho más peligroso en manos de la chavalería que en nuestras manos, cuando los riesgos son similares y las consecuencias negativas también.

Las propuestas punitivas, además de ineficientes, imposibilitan dialogar con el problema en clave de la responsabilidad que tenemos, lo que es muy inmaduro como sociedad y además injusto para aquellas personas que no viven en situaciones de privilegio y por tanto que no se pueden beneficiar de una mirada benevolente y comprensiva a sus conductas reprobables. Los y las adolescentes están lejos de poder ocupar ese lugar de reconocimiento y de poder disfrutar de los beneficios de la hipocresía social. Tienen todos los números para seguir siendo las dianas de nuestro malestar.

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Y así, como resumen y cierre, decir que, sin duda, en un ambiente sin pantallas que nos secuestran la atención, la vida y que instrumentalizan nuestros anhelos y necesidades, sería más fácil de cultivar la relación humana, pero más allá de ese marco, hoy por hoy lejano y artificioso, no nos queda otra que lidiar con las dificultades, y hemos de hacerlo en clave de respeto y responsabilidad, y no ahogar el debate en propuestas finalistas y simplificadoras que quizá nos ayuden a dormir más tranquilos, pero que distan mucho de colaborar con hacer un mundo más habitable para las infancias y adolescencias

I Conference sobre Alfabetización Digital en la Infancia y Adolescencia: Los Derechos Digitales por Conquistar, 27 de febrero.


Los Derechos Digitales por Conquistar.
I Conference sobre la Alfabetización Digital en la Infancia y la Adolescencia.
 Abordará temas cruciales como 
la Alfabetización Digital y los Derechos Digitales de los más jóvenes.

Organizan la Universidad Complutense de Madrid, 
a través del proyecto europeo “Safer Internet Centre – Spain” SIC SPAIN 3.0
El día martes 27 de febrero de 2024 
En horario de 09:00 a 15:00. 
Lugar: Sala de Conferencias de la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM, o transmisión sincrónica en línea 

 

Este evento, dirigido a investigadores/as, docentes, madres y padres, así como a otros profesionales que trabajan en el ámbito de atención a la infancia y la adolescencia, abordará temas cruciales como la Alfabetización Digital y los Derechos Digitales de los más jóvenes.


El evento es gratuito y se llevará a cabo tanto de forma presencial en la Sala de Conferencias de la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM, así como de manera sincrónica online. 

 

Inscripciones abiertas:

Para asegurar tu participación, te invitamos a registrarte a través del siguiente enlace: https://forms.gle/Z2TQrmoB31iPXuBLA; o escanea el código QR del cartel de arriba.

 

Certificados de Asistencia: Se otorgarán certificados a aquellas personas que asistan presencialmente.