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“No deberíamos tener que faltar a clase por luchar contra el cambio climático”.Greta Thunberg.

"Soy una niña que dice que otras personas están robando mi futuro", 

dice sobre ella misma Greta Thunberg, 
adolescente sueca, símbolo de las protestas por el clima.




Greta Thunberg, junto al Parlamento sueco, en Estocolmo, el viernes. FOTO: SAMUEL SÁNCHEZ / VÍDEO: CARLOS MARTÍNEZ
Llega sola, cargando con un cartel de madera. Una lluvia fina cae sobre su chubasquero amarillo de varias tallas más de lo que debería y que esconde su figura menuda. Cruza los arcos del majestuoso edificio del Riksdag, el Parlamento sueco, y sigue andando en línea recta, ignorando el trajín de la calle. Son casi las ocho de la mañana del viernes y en la plaza de Mynttorget ya hay gente esperándola. Ella apenas intercambia algunas palabras y coloca su cartel al lado de una jardinera: Skolstrejk for Klimatet, huelga escolar por el clima. En este lugar del centro de Estocolmo empezó todo en agosto. Fue cuando Greta Thunberg, hasta entonces conocida por ser la hija de una famosa cantante sueca de ópera, emprendió la protesta que la convertiría en pocos meses en el símbolo del movimiento juvenil de lucha contra el cambio climático que promete llenar las plazas en la huelga mundial del 15 de marzo.

"Yo tan solo he llegado en el momento justo. Cada vez más personas son conscientes de la situación de emergencia que vivimos, del hecho de que estamos atravesando una crisis existencial que no ha sido tratada nunca como tal", dice. 
Es la semana 29 de los "Viernes para el futuro" o #FridaysForFuture, la etiqueta en inglés con la que la protesta se ha extendido como pólvora, primero en las redes sociales y luego en las calles de decenas de ciudades de todo el mundo. El viernes fue el día que eligió para continuar con una huelga que al principio se prolongó durante tres semanas seguidas: el objetivo era obligar a su país a cumplir con el Acuerdo de París sobre el clima. Ni ella ni su familia imaginaban el impacto que tendría. "Empezó el 20 de agosto. Pensábamos que estaría aquí un rato, que volvería a casa para la comida, pero no. Y lo mismo hizo el día después y el siguiente", cuenta Svante Thunberg, el padre de Greta, que durante las más de siete horas de la huelga de su hija, discretamente, se acerca a la plaza.
Cuando la protesta empezó a salir en los medios llegó una invitación para el TEDTalk, luego otra para la cumbre del clima de Naciones Unidas de Katowice (Polonia), donde la joven deslumbró con un discurso de frases contundentes y sin medias tintas, el mismo tono que usó en enero en Davos o hace unas semanas en Bruselas. Frases como esta, que suelta cuando se le pregunta cómo se siente cuando alguien dice que tan solo son unos niños protestando: 
"Estoy de acuerdo. Nosotros solo somos niños que protestan, 
no deberíamos estar haciendo esto, no deberíamos tener que hacerlo, 
sentir que nuestro futuro está amenazado 
hasta el punto de tener que faltar a clase por luchar por esto. 
Es un fracaso de las generaciones anteriores que no han hecho nada".

—¿Por qué cree que su protesta está teniendo este impacto?


Tengo un mensaje muy directo y soy una niña que dice que otras personas están robando mi futuro y el de otros. Mucha gente se siente culpable.


Greta Thunberg es, en realidad, una adolescente de 16 años en un cuerpo de niña. Aparenta menos años de los que tiene por las secuelas de una fuerte depresión que la llevó a dejar de comer durante dos meses y a perder 10 kilos: "Cuando tenía 11 años, empecé a estar muy deprimida: dejé de comer, dejé de hablar, dejé de ir a la escuela. Esto tenía que ver mucho con el cambio climático: yo estaba muy preocupada. No sabía qué hacer…". Su padre explica que todo comenzó después de ver en el colegio unos vídeos sobre este asunto. Lo que para la activista fue tan impactante, para el resto de su clase fue algo que desapareció de sus preocupaciones nada más salir al recreo. "Cuando ella dice que su depresión tuvo que ver con el clima hay que entender que tenía una fuerte sensación de haberse quedado apartada y sola", añade.
La soledad y la incomprensión también derivaban de uno de los primeros datos biográficos que de ella se conocen. Lo revela en su perfil de sus redes sociales: tiene síndrome de Asperger, un trastorno del espectro autista que afecta a la interacción social. "No hablo con la gente más de lo que tengo que hacer... No es tan duro, lo puedo gestionar, pero aun así es abrumador, toda esta gente alrededor", admite tras haber sido recibida por miles de estudiantes en Bruselas, París o Hamburgo.

En la plaza de Mynttorget la gente sigue llegando. Pequeños grupos van rotando y en total, al final de la jornada, habrán pasado unas 200 personas. "No viene mucha gente", comenta David Fopp, profesor universitario, "somos una sociedad no conflictiva y muchos piensan que ya se ha hecho bastante aquí contra el cambio climático". A pesar de eso, los tabloides suecos Aftonbladet y Expressen han nombrado a Greta Thunberg "mujer del año". "Cuando te ocupas del cambio climático —comenta ella— ves que las mujeres son más activas. Según muchos estudios, los hombres de media producen más emisiones que las mujeres. Ellas serán las más afectadas. Esta lucha tiene mucho que ver con el feminismo".

"Mi vida ha cambiado"



Greta Thunberg, este viernes en Estocolmo.
Greta Thunberg, este viernes en Estocolmo. SAMUEL SÁNCHEZ
Entre sus sostenedores en la plaza hay de todo, cada uno con su hashtag: abuelos para el futuro, escritores para el futuro y hasta inversores para el futuro… A la hora de la salida del colegio llegan grupos de niños con carteles de mil colores. La activista apenas interactúa, pero de vez en cuando los mira y esboza una sonrisa pícara, que, junto a sus dos largas trenzas y a sus ojos verdes, la hace parecerse a Pippi Calzaslargas, la impertinente niña de los libros de la escritora sueca Astrid Lindgren.

"Antes de todo esto yo era muy tímida y aún lo soy en privado. Siempre era la persona que estaba detrás, la que nadie notaba", dice Thunberg. La protesta ha sido como una terapia. "Mi vida ha cambiado mucho, me siento con más energía, más feliz, puedo tener algo que tiene sentido, algo que hacer. No tengo mucho tiempo libre pero está bien".

El cambio ha sido radical para toda su familia. Es vegana e intenta que sus padres lo sean. Svante Thunberg casi lo consigue; la madre, Malena Ernman, sigue comiendo queso. Para ella, la mayor renuncia fue dejar de coger aviones como le pedía su hija para reducir el impacto ambiental de sus acciones. "Ha tenido que cambiar su carrera. Sigue cantando pero ahora lo hace en musicales aquí en Estocolmo", explica la joven. Cuando habla de los logros obtenidos con su familia se le ilumina la cara. 
Lo mismo ocurre cuando imagina lo que puede pasar el próximo viernes con la huelga global de estudiantes: "Me entusiasmo pensando en el día después, cuando miraré en Internet y veré las fotos que llegan de todo el mundo". Ella gestiona sus redes sociales y contesta a los mensajes. No todos llegan por Internet. Mientras el fotógrafo prepara la cámara para hacerle un retrato, una mujer se acerca y le entrega una carta: la envía una joven francesa.
"Esto es como en los cuentos: un niño, el más pequeño de todos, empuja a los demás a luchar contra el dragón", comenta Gerd Johnsson, una activista de 66 años, tras regalar dos ramos de tulipanes rojos a su heroína. Thunberg los reparte entre los jóvenes que se quedan hasta el final de la huelga. A las tres, recoge su cartel y andando, en silencio, con su padre al lado, enfila la misma calle por la que horas antes había llegado.



El riesgo de convertirse en una marca


"Mucha gente ha usado mi nombre con fines comerciales o no comerciales y no puedo pararlo. Si alguien me pregunta y es algo que hacen por lucro, yo digo que no, pero no puedo parar a toda la gente, no tengo mucho tiempo...". Greta Thunberg es consciente del riesgo de estar convirtiéndose en una marca. Su cara aparece en convocatorias de manifestaciones, camisetas… No puede evitar que esto pase pero, al ver que su fama aumentaba, decidió no afiliarse a ninguna organización. Aun así ha tenido que dar un paso al frente para contrarrestar, con largas publicaciones en Facebook, los rumores y las sospechas de tener a alguien detrás, y para explicar que ella viaja solo con el permiso de su instituto y de sus padres, que han costeado todos sus desplazamientos, desde Katowice (Polonia) hasta Davos (Suiza) o Bruselas. "Mucha gente se ha ofrecido a pagar; cuando fue a Davos la organización quiso pagar el viaje y lo mismo cuando fue a Bruselas. Y quizá podemos pensarlo cuando son ocasiones oficiales, pero de momento lo hemos pagado todo nosotros", asegura el padre.

El riesgo de ser usada como una marca se hizo realidad cuando un empresario sueco activo en el movimiento contra el cambio climático usó su nombre para los folletos destinados a los inversores de una nueva start-up, reconociendo después que no había informado ni a la joven ni a su familia. Ella también ha contestado a quien sospechaba que su protesta fuera la campaña de lanzamiento del libro que sus padres escribieron para contar la experiencia de estos últimos dos años. La publicación tenía que salir en mayo pero tras problemas con la primera editorial, encontraron finalmente otra que quiso sacarlo el 24 de agosto, dos semanas antes de las elecciones generales en Suecia. "Me esperaba que hubiera odio, si no encuentran algo, lo inventan. Y es triste", lamenta la activista.




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Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio.

Día Internacional de la Mujer 2019.
ONU. MUJERES. 

Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio
Foto: ONU Mujeres/Sandra Hollinger.
El tema elegido para el Día Internacional de la Mujer 2019, que se celebrará el 8 de marzo, es Pensemos en igualdad, construyamos con inteligencia, innovemos para el cambio”.
Este tema se centrará en formas innovadoras en las que podemos abogar por la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres, en especial en las esferas relativas a los sistemas de protección social, el acceso a los servicios públicos y la infraestructura sostenible.
El logro de los ambiciosos Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) requiere cambios transformadores, enfoques integrados y nuevas soluciones, sobre todo en lo que concierne a la defensa de la igualdad de género y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas. Si se mantienen las tendencias actuales, las intervenciones existentes no bastarán para conseguir un Planeta 50-50 para 2030. Es crucial contar con planteamientos innovadores que rompan con la situación habitual, a fin de eliminar las barreras estructurales y garantizar que ninguna mujer y ninguna niña se quede atrás.
La innovación y la tecnología brindan oportunidades sin precedentes; sin embargo, las tendencias actuales indican que la brecha digital se está ampliando y que las mujeres están insuficientemente representadas en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería, las matemáticas y el diseño. Esto les impide desarrollar e influir en el desarrollo de innovaciones sensibles al género que permitan lograr beneficios transformadores para la sociedad. Desde la banca móvil hasta la inteligencia artificial o la Internet de las cosas, es vital que las ideas y las experiencias de las mujeres influyan por igual en el diseño y la aplicación de las innovaciones que conformarán las sociedades del futuro.

Haciéndose eco del tema prioritario del 63.º período de sesiones de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, el Día Internacional de la Mujer 2019 pondrá la mirada en los líderes de la industria, las empresas emergentes que están cambiando el panorama en el mundo de los negocios, las/os emprendedoras/es sociales, las/os activistas que trabajan en favor de la igualdad de género y las mujeres innovadoras, con objeto de examinar cómo puede la innovación eliminar barreras y acelerar los avances hacia la igualdad de género, fomentar la inversión en sistemas sociales sensibles al género y construir servicios e infraestructuras que den respuesta a las necesidades de las mujeres y las niñas. Le invitamos a unirse a nosotras el 8 de marzo de 2019 para celebrar un futuro en el que la innovación y la tecnología creen oportunidades sin precedentes para que las mujeres y las niñas desempeñen un papel activo en la creación de sistemas más inclusivos, servicios eficientes e infraestructuras sostenibles para acelerar el logro de los ODS y de la igualdad de género.

La batalla de la igualdad también es de los adolescentes.

El feminismo avanza entre las nuevas generaciones, 
aunque entre ellos siguen predominando actitudes machistas. 
Aquí, siete adolescentes hablan sobre relaciones y control.
Isabel Valdés,
Día Internacional de la Mujer.
Desde la izquierda, Alicia Bello, Miguel Laorden, Sergio Mahía, Lidia Guillén, Ana Bello, Pablo Mahía y Teo Planell, alumnos del Colegio Montserrat de Madrid. En vídeo, reacciones al informe del Centro Reina Sofía. FOTO: JAIME VILLANUEVA | VÍDEO: ATLAS

—Mmm…Tóxico. —Falsedad, sí. Falso.
—Un error, basura.
—Tradición, una tradición con una base muy extendida.
—Jodido. A secas.
—Heterobásico. Muy heterobásico.
—La gran mentira del siglo XX y XXI.
Pablo Mahía y su hermano Sergio, Ana Bello y su hermana Alicia, Lidia Guillén, Miguel Laorden y Teo Planell sueltan rápido las palabras con las que definen el amor romántico. Y Teo apostilla:
—Eso no es amor. Es amor mal entendido. Nosotros no queremos ese amor de mierda, con perdón.

Es 28 de febrero, jueves lardero, y por los pasillos del madrileño colegio Montserrat, un centro laico y concertado en Retiro, corren demonios y punkis. El patio está veteado de pelucas de colores y la música se cuela hasta el último rincón de las aulas. Los siete están entre 4º de la ESO y 2º de bachillerato —tienen entre 15 y 18 años—, todos tienen pareja o “cosas por ahí”, excepto Pablo, que acaba de cortar con su novia. Hablan de dependencia, malos apegos, control, la necesidad de espacio, autonomía o autoestima con soltura. La teoría, dicen, se la saben. No paran de repetírsela. Y cuentan que el feminismo les hace libres. A ellas de los estereotipos y las expectativas de los demás, a ellos también. Pablo, que da vueltas una y otra vez a uno de sus anillos, para un momento y hunde la mano izquierda en su densa maraña de pelo: “El feminismo nos libera de esos anacronismos en las relaciones. En gran parte gracias a él, nos permitimos relaciones más abiertas y más comprensivas”.
Pablo irá el año que viene a la universidad y es parte del 44% que se enfrenta a posiciones machistas en relaciones personales, roles o discriminación, según un informe difundido ayer por el Centro Reina Sofía de Adolescencia y Juventud que explora las actitudes de los jóvenes de entre 15 y 29 años y que señala una clara polarización. Frente a ese 44%, con mayoría de mujeres (64,7%), más de la mitad de los jóvenes, el 56%, defiende actitudes patriarcales. De ellos, un 39% se tipifican como “tradicionales y sexistas” y un 17%, “negacionistas y conservadores”. Y en estos dos últimos grupos, son una mayoría de hombres.
El feminismo nos libera de los anacronismos al relacionarnos
PABLO MAHÍA, ESTUDIANTE DE 2º DE BACHILLERATO
Belén Barreiro, fundadora de la consultora 40dB, afirma que estos datos “concuerdan” con lo que ella percibe. “Que el 44% se adhiera a los valores de igualdad es un reflejo de cómo es la sociedad española, sobre todo entre los jóvenes, entre los que despunta el compromiso con el feminismo”. También le cuadra la parte tradicional: “Hemos detectado ese retorno a los discursos machistas, y nos resultan insólitos, sí, pero son una reacción a los avances”. Eso a lo que Barreiro hace alusión, es en lo que Lidia piensa cuando cuenta que, todavía, en 2º de ESO, “hay quien toca el culo”. “Y sí, claro, lo hacen los chicos”. También en su curso, en 2º de bachillerato, “ocurren cosas que no deberían. Chavales que acribillan a whatsapps o que quieren tener el control de todo lo que ocurre en el móvil de su novia. A veces también lo hacen ellas”. Pero lo normal, aseguran, es que sean ellos los que intenten ejercer el control. Es entonces cuando Ana recuerda algo que vio en Instagram hace no mucho tiempo: “En una storie [de Instagram], un chico le soltaba un guantazo en la boca a su novia porque ella se había besado con una amiga. Eso ya es subir muchos escalones, ¿no? Yo no lo he permitido ni lo permitiré nunca”.
Mar Venegas, profesora de Sociología en la Universidad de Granada y autora de un análisis sociológico de la política afectivosexual en la adolescencia, afirma que hoy, parte del debate, está en cuál es la relación entre las nuevas masculinidades y el feminismo. Cree que “ellas están cada vez más empoderadas, se han ocupado de educarse mucho en el feminismo y ellos andan a remolque. No hay equilibrio”. Aunque explica que hay un espacio de reflexión profundo que los ha ido contagiando, que comenzó en los años sesenta y ha ido lento, pero progresivo, y que cada vez es más rápido. “Hay menos corazas".

—La sinceridad es importantísima, creo que en una relación hay que contarlo todo.Lo dice Sergio Mahía, a punto de cumplir 15, mientras trastea con los dos globos que hasta hace un rato le servían como pechos para su disfraz.—Si existe respeto y confianza y sinceridad ya hay mucho ganado en una relación. Aunque no es lo mismo contar todo que hablar todo. Hablar es necesario, de todo lo que ambas partes necesiten, pero siempre hay que respetar que el otro tiene derecho a tener sus secretos y a mantener su parcela de privacidad.

Lo puntualiza Teo Planell, también nacido en 2004, mientras intenta quitarse la gomina de su media melena que ha sido parte de su caracterización para el desfile de Carnaval en el colegio y que le hace sentir poco cómodo.

CONSCIENTES, TRADICIONALES O NEGACIONISTAS

En España hay tres formas de posicionarse frente al feminismo entre los jóvenes según el I Informe Jóvenes y Género. La (in)consciencia de equidad de la población joven en España, del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud de Fad, Banco Santander y Telefónica.
Un 44% componen un colectivo consciente y equitativo: en este grupo, las mujeres son mayoría (dos de cada tres). Un 39% son tradicionales y sexistas: tienen posiciones más machistas en general y "se caracteriza por defender los planteamientos sexistas, desigualitarios y estereotipados respecto al género". Por último están los negacionistas conservadores, el 17%, integrado, como el anterior, mayoritariamente por hombres. En este último, sus componentes se "identifican con ideas de pareja y de las relaciones muy opresivas y estrictas, pero a veces contradictorias. Niegan la importancia de que las dos personas puedan tomar decisiones en la pareja y la necesidad de tener un espacio propio, y defienden que el amor implica la renuncia a una o uno mismo".
Explicar emociones o expresar sentimientos ha sido históricamente, y mayoritariamente de forma negativa, acciones asociadas a lo femenino. El “tenemos que hablar” viene, casi de forma inherente, con la imagen de una mujer pronunciándola y un hombre con cara de circunstancias. Para ellos y ellas, ya no. Ana Bello, a punto de hacer Selectividad, cuenta que sus padres se separaron y que siempre le chirrió la falta de diálogo: “No hablaban de lo que sentían. Dar las cosas por supuestas me parece un error que se hace muy a menudo”. Para Pablo, que asiente mientras ella habla, una relación es impensable sin diálogo. “Es fundamental porque, sin él, no sabes qué o cómo se siente el otro. Es la base de cualquier relación”. Hasta ahora él solo ha tenido una. Duró un mes y el principio de su fin fue una carta en la que él le explicaba lo que sentía y a la que ella no supo contestar. “O no quiso. La cosa es que fue dando largas. Le dijo que no sabía hasta qué punto le podía corresponder. No fue franca ni creo que fuera respetuosa con lo que él sentía”, recuerda Ana. Miguel entra aquí en la conversación para recordar cuánto se "sacrificó" por estar con su primera novia. "Hacía a diario dos horas de metro, salía de casa a las cuatro o cinco de la tarde y volvía a las once o doce de la noche. Acababa reventado, todo por estar con ella porque ella me lo pedía. Pero me di cuenta de que no estaba haciendo lo que yo quería". ¿El amor implica sacrificio? Él dice que aprendió que no con esa primera novia.
Conversar, decir la verdad, respetar al otro y confiar son, para los siete, los elementos imprescindibles en una relación. “Sin ni una sola presión para estar con alguien si no quieres”, añade Miguel Laorden, que comparte curso con Ana. “Sin presión tampoco por parte del otro. Sin atosigamientos”, incluye Alicia Bello, dos cursos por debajo de su hermana y que, como ella, "no tiene tiempo para tonterías". 
Esta percepción de las relaciones está ya lejos de las ideas preconcebidas con las que, según Iskra Pavez, la sociedad ha sido educada hasta hace no mucho de forma mayoritaria "en determinadas creencias sobre el amor romántico, el erotismo, la sexualidad o los cuerpos". Esta doctora en Sociología por la Universidad Autónoma de Barcelona e integrante del Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (GSIA), creado en 2002, explica que cuando se analizan situaciones de violencia de género entre adolescentes, se descubre que los valores sobre los roles de género o las ideas preconcebidas de amor romántico o sexualidad influyen en la forma de llevar a cabo esa relación, ya sea de un modo abusivo o más igualitario.

El amor líquido

"Dentro de los estudios sociológicos se está reflexionando sobre el llamado amor líquido o lo desechable que son las relaciones afectivosexuales hoy en día entre jóvenes. Las niña y los niños de esta generación están aprendiendo que es más fácil quedar para follar que para conocerse o entablar una relación". Y esto, dice Pavez, puede afectar en mayor medida a las adolescentes, porque están en una fase de cambios culturales acelerados, donde los patrones de género y las formas de establecer relaciones afectivas y sexuales se están transformando: "Puede haber confusión respecto a cómo enfrentar sus emociones, sus deseos o sus miedos en cuanto a este tema. El mundo adulto no tiene muchas respuestas frente a estos cambios, se encuentra, más bien, en una actitud de perplejidad y desconcierto".
Para contrarrestar eso trabaja Cayetana Martínez. Es profesora de Filosofía en el Montserrat y en sus clases la historia y teoría del feminismo son ineludibles. Va y viene de la conversación con los alumnos. Ellos no se inmutan cuando ella llega o cuando se va, no cohíbe sus argumentos ni sus relatos. Arguye que esta actitud viene dada por el respeto, máximo por ambas partes, y la libertad para expresarse, que también es total. Y asegura que se nota el cambio según van pasando las generaciones: “Lo más llamativo es la enorme distancia entre los chavales que opinan así y los que siguen anclados en otro tiempo. Cuanto más nítida es la diferencia, más me doy cuenta de cuánto han cambiado”. Algo que, según la profesora, se refuerza en la familia: “Se nota en qué casas el tema de las relaciones, el sexo o el feminismo es más común y en cuáles no”. El cambio para ella es posible, a medio plazo y no solo para los adolescentes: "Yo no veo futuro sino presente continuo, es lo más emocionante de esta tarea en la que yo también aprendo, he cambiado cosas de mí misma al verlos. Aprendo de ellos cada día".
Y lo que queda según Alicia, que es "muchísimo". Ana pone un ejemplo: "Erradicar el machismo, en general y de las relaciones, por ejemplo. Cuando empiezas una relación absorbente y entras en bucle, siempre favorece más al hombre que a la mujer y luchar contra eso, detectarlo, pararlo a tiempo y salir es muy difícil”, dice Ana. Lidia mete algo más en la bolsa de “cosas para tirar”: “Justificarlo todo, tener que dar explicaciones por todo o estar disponible o de acuerdo con el otro 24 horas. ¡Qué cansinez!”. Teo alude al control  “A veces, desde dentro, no se percibe lo que desde fuera es muy obvio. Si yo percibo algo así ni me planteo no decirlo”. Y eso de lo que él habla con absoluta normalidad es una de las claves para salir de una mala relación. Timanfaya Hernández, vocal del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, explica que “la mayor dificultad que suele existir es la de la toma de conciencia". "Para eso, una red afectiva de amigos y familia es imprescindible”.

El feminismo como trampolín

Según una encuesta de 40dB. para EL PAÍS, el movimiento feminista ha crecido exponencialmente, hasta alcanzar el 43,2%. Ese empujón se debe, sobre todo, a las menores de 25 años. Ellas se consideran feministas en el 64,5% de los casos, casi el doble que hace cinco años. A ellos, aunque todavía les cuesta, también comparten cada vez más la idea de que el feminismo busca la igualdad real entre hombres y mujeres, sobre todo entre los más jóvenes, los que tienen entre 18 y 24 años.

Alicia, Lidia, Ana, Miguel, Pablo, Sergio y Teo son parte de esa nueva generación que no concibe en la misma frase amor y dolor, sumisión, dependencia o esfuerzo.
—En el fondo es fácil. Yo soy yo y el otro es el otro. No somos un todo y el mundo aparte. Somos por separado y cuando nos unimos y caminamos hacia el mismo lado, está bien. Y si un día dejamos de hacerlo, también está bien.
Lo resume Ana, que no ha cumplido aún los 18, que dice que le ha costado aprenderlo, que tuvo que hacer un ejercicio de análisis después de una mala relación para darse cuenta. Pero que ya no lo olvidará. "Lo demás es lo que decía Teo al principio, que el amor se enseña mal y eso no es amor. ¿Cómo había dicho Teo? Un amor de mierda. Pues eso".