Sólo en 2015 entraron por las costas
españolas 414 menores,
un 85% más que en 2014.
De esta desprotección
sacan partido las mafias de trata de seres humanos.
Ese es el dato acumulado, pero el que reflejó el propio 2015 no fue menos preocupante: 414 niños llegaron
a las costas españolas en pateras u otras embarcaciones rudimentarias.
En comparación con los años precedentes, supone un 85,65% más que en
2014, cuando llegaron 223, y un 160% si se observa 2013, cuando hubo 159
casos.
La
desprotección de los menores la aprovechan las mafias de trata, que
trafican directamente con ellos o chantajean a sus madres para que se
prostituyan si quieren volver a verlos.
Esta desprotección es aprovechada por las redes de trata, que, o bien trafican directamente con ellos, o chantajean a sus madres para que ejerzan la prostitución si quieren volver a verlos, secuestrando a los menores (en buena parte, bebés)
y recluyéndolos en pisos donde se hacinan junto a otros en esta
situación, en provincias diferentes de donde están sus madres o
directamente en el extranjero.
Según datos de la memoria de la
Fiscalía de Extranjería de 2015 (la última publicada), en donde se
recogen todas las sentencias judiciales relativas a delitos de trata en
ese año, y a los que ha tenido acceso el semanario de información
religiosa Vida Nueva, estamos ante un drama de enormes dimensiones.
Si hablamos de niñas vendidas por sus padres
a las mafias y traídas desde Nigeria o Rumanía, nos encontramos con 45
menores prostituidas en pisos, teniendo además siete de ellas algún tipo
de discapacidad intelectual.
Secuestro, tortura y prostitución de menores
En este punto, resulta estremecedor conocer
algunas de las historias reseñadas en las sentencias judiciales. Es el
caso de la protagonista de la sentencia 34/2015, una chica rumana de 15 años traída engañada desde Bucarest y obligada a ejercer la prostitución.
"Tras ser brutalmente
torturada, la chica de 15 años fue exhibida ante el resto de mujeres,
para que vieran las consecuencias de desobedecer e intentar huir”.
Tras sufrir palizas, consiguió huir con la ayuda de un taxista.
Pero, una vez que la mafia dio con ella, meses después y la volvió a
recluir en un piso de Valdemoro (Madrid), pasó por este castigo: “El
acusado la azotó repetidamente con un cable doblado en dos por todo el
cuerpo, propinándole puñetazos en toda la cara y clavándole lentamente
la punta de un cuchillo en diversas partes de su cuerpo, como cuello,
piernas y manos, golpeándola también con una barra de hierro en ambos
brazos. Asimismo, le realizó un tatuaje en la cara interna de su muñeca
derecha, consistente en un código de barras. (…)
Con una máquina
de afeitar, le rasuró el cuero cabelludo y las cejas, y le pulverizó
harina en el rostro con un secador de pelo, mientras se reía. A
continuación, le colocó una peluca de color rojo, le golpeó la cara
con guantes de boxeo y le roció la cara con un spray. (…) A la mañana
siguiente, fue exhibida, en las condiciones referidas, al resto de las
mujeres que se hallaban en la vivienda, con el propósito de que estas
vieran las consecuencias en caso de desobedecer e intentar huir”.
Un caso similar es el que recoge la
sentencia 25/2015, relativa a dos menores rumanas, hermanas mellizas de
16 años, que fueron vendidas por su madre para ser prostituidas en
nuestro país. Primero estuvieron en un piso de Gerona, sin recibir
remuneración. Luego, en Málaga, fueron explotadas sexualmente en dos
clubes de alterne, llevándose apenas la mitad de las ganancias.
En Ávila, pasaron por un parecido trance otras dos ciudadanas rumanas,
explotadas por dos compatriotas hermanos. Una fue internada en un piso,
extorsionada tras ser separada de su hijo. Fue violada salvajemente
hasta en tres ocasiones por cada uno. La otra fue forzada a prostituirse
en clubes de Ávila y Segovia, en régimen de acuartelamiento y sin recibir ningún salario.
Chantaje a las madres
La sentencia 292/2015 muestra el horror vivido por una madre nigeriana y su bebé.
Su llegada en patera le supuso una deuda estratosférica de 35.000
euros. Para asegurarse de que la pagaba, los tratantes la sometieron a
un rito vudú. Fue así como abandonó el Centro de la Cruz Roja en el que
estaba con su hijo y llegó a Valmojado (Toledo).
Ellos la explotaron sexualmente en Poitiers
(Francia) mientras su bebé se quedaba aquí, maltratado en un piso.
Cuando la policía lo rescató junto al bebé de otra mujer subsahariana
prostituida, lo encontró “solo en una habitación, extremadamente
delgado, tendido sobre una cama y con un pañal, en actitud abúlica e
indiferente”. Atado a las barras de la cama, permanecía drogado. La posterior exploración médica señaló varias quemaduras en su cuerpo.
Este
último caso refleja una situación muy frecuente, la de las víctimas de
la trata que, al poco de ingresar en centros de protección con sus
hijos, los abandonan por la influencia de las mafias que las chantajean.
Actúan por miedo a perder definitivamente a sus hijos, aunque, sin
saberlo, rechazan la última posibilidad de protección real de la
que disponen. Para evitarlo, la Fiscalía de Extranjería aconseja la
promoción de espacios seguros ajenos a la Administración en los que
estas mujeres puedan vivir junto a sus hijos por un tiempo.
"En España se han documentado tres matrimonios forzosos en 2015, todos ellos padecidos por menores"
La idea es que, en un ámbito de confianza,
en el trato diario con el personal de instituciones especializadas (las
religiosas adoratrices son referentes desde hace décadas en este reto), las
mujeres sí se reconozcan al fin como víctimas de la trata, un primer
paso imprescindible para una posible solución a su problema.
59 bebés llegaron en 2015
Otro fenómeno es el de los matrimonios forzosos, documentándose tres en España en 2015, todos ellos padecidos por menores: una
niña rumana vendida por su familia por 8.000 euros, otra menor rumana
de 11 años de edad que acabó siendo violada, y una niña marroquí,
siendo finalmente detenido su propio padre.
"De los 545 dictámenes de ADN
hechos en 2015, sólo en tres la prueba demostró que el adulto que
acompañaba al menor a su llegada en patera no era su progenitor"
Frente a este horror, del que solo se
percibe la punta del iceberg, queda un espacio final para la esperanza:
si en 2015 llegaron a España por patera un total de 59 bebés o niños de
corta edad “en unión de adultos que afirmaban tener vínculo
paterno-materno filial con el niño sin acreditarlo de manera
fehaciente”, este fenómeno se ha cortado en seco gracias a la prueba del ADN.
De hecho, de
los 545 dictámenes de ADN realizados en 2015, solo en tres la prueba
demostró que el adulto que acompañaba al menor no era su progenitor. La conclusión es que, apercibidas las mafias de que la policía conoce su estrategia, ya la han abandonado.
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