Infancia psiquiatrizada
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Los hechos detrás de la campaña millonaria de marketing
20 millones de niños son etiquetados con “trastornos mentales” que se basan únicamente en una lista de comportamientos. No hay escáneres cerebrales, radiografías, pruebas genéticas ni de sangre que demuestren que son enfermos mentales. Sin embargo, a estos niños se les prescriben drogas psiquiátricas peligrosas que ponen en riesgo su vida.
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La droga infantil es una industria de 4.8 mil millones dólares al año.
1. No existen pruebas que puedan demostrar que los “trastornos” mentales son condiciones médicas. El diagnóstico psiquiátrico se basa únicamente en la opinión.
La psiquiatría y la industria farmacéutica gastan miles de millones de dólares al año con el fin de convencer al público, a los legisladores y a la prensa que los trastornos psiquiátricos —como el trastorno bipolar, la depresión, el trastorno de déficit de atención (ADD/ADHD), el trastorno de estrés postraumático, etc.— son enfermedades, iguales que las condiciones médicas verificables, como el cáncer, la diabetes y las enfermedades cardíacas.
Esto es simplemente una forma de mantener su control sobre la industria de la droga psiquiátrica, que factura 84 mil millones dólares al año y que se basa en la comercialización, no en la ciencia.
A diferencia de la enfermedad médica real, no hay pruebas científicas para comprobar la existencia médica de ningún trastorno psiquiátrico.
A pesar de sus intentos de demostrar, durante décadas, que los trastornos mentales corresponden a condiciones biológicas del cerebro, debido a desequilibrios químicos o factores genéticos, la psiquiatría no ha sido capaz de probar que siquiera uno de los centenares de los llamados trastornos mentales se debe a un defecto o “desequilibrio químico” del cerebro.
Para contrarrestar esta falla evidente en su empuje para medicar los comportamientos, la industria psiquiátrica plantea que hay ciertas condiciones médicas que no cuentan con pruebas verificables, de modo que es por eso que tampoco las hay para la “enfermedad mental.” Esto es, francamente, un argumento muy débil. Aunque puede haber raras condiciones médicas que no cuentan con evidencia médica verificable, no hay ningún trastorno psiquiátrico que se pueda verificar médicamente como una anomalía física o enfermedad. Ni uno solo.
De hecho, los “escáneres cerebrales”, a los que se ha estado recurriendo como prueba de que la esquizofrenia o la depresión son enfermedades del cerebro, son simples falacias. La mayoría de estos escáneres han sido llevados a cabo en pacientes que estaban bajo tratamiento con fármacos psiquiátricos, tales como antipsicóticos (de los cuales se ha documentado que causan atrofia cerebral). Otros escáneres cerebrales mostraban cerebros de niños más pequeños para “compararlos” con otros más grandes –que correspondían a niños mayores– y se afirmaba entonces que los niños con TDAH tenían cerebros más pequeños. Ningún escáner cerebral ha demostrado concluyentemente que los trastornos mentales provienen de anormalidades del cerebro.
Si realmente existieran tales escáneres cerebrales de verificación, o si de hecho algún exámen médico o prueba científica pudiera verdaderamente demostrar una anormalidad física/médica como causa de un trastorno psiquiátrico, no hay duda de que los pacientes se harían estas pruebas antes de permitir que se le administraran medicamentos psiquiátricos.
Esto es un hecho: No hay exámenes genéticos, ni escáneres cerebrales, ni análisis de sangre, ni pruebas de desequilibrio químico, ni rayos X que puedan demostrar científica o médicamente que un trastorno psiquiátrico es una condición médica. Punto.
Mientras que las enfermedades reales se descubren en los laboratorios, los trastornos psiquiátricos los inventa un comité que vota para decidir si existen o no.
2. Sí, la gente puede deprimirse, sentir tristeza, ansiedad e incluso actuar de manera PSICÓTICA. Esto no hace que esté mentalmente “enferma”.
Nadie está negando que las personas se deprimen, o se sienten tristes, preocupadas, ansiosas, nerviosas e incluso a veces actúan como psicóticas. La pregunta es, entonces, muy simple: ¿se debe esto a alguna “enfermedad” mental que puede ser verificada del mismo modo que se puede comprobar el cáncer u otra condición médica real? Y la respuesta es NO.
Por ejemplo, ¿los soldados que regresan de la experiencia de la guerra experimentan estrés extremo y a menudo debilitante? Sí. ¿Hay algo que anda mal con su cerebro? No; es el horror de la guerra.
¿Los niños pueden distraerse y no prestar atención? Desde tiempos inmemoriales, la respuesta ha sido sí. Sin embargo, la psiquiatría ha patologizado estos comportamientos infantiles como “enfermedades mentales”.
Lo mismo ocurre con las madres. ¿Puede una madre angustiarse después de vivir un episodio que es motivo de alegría, como el nacimiento de un hijo? Sí. ¿Es una anormalidad cerebral o enfermedad mental? No. Y ¿sería entonces la solución más humana poner a estas personas en tratamiento con fármaco que organismos regulatorios internacionales han documentado que causan manía, psicosis, el empeoramiento de la depresión, ataque cardíaco, accidente cerebrovascular y muerte súbita? ¿Sería la mejor solución que las mujeres embarazadas corran el riesgo de causar defectos o daños congénitos a sus hijos, al prescribírseles drogas tan potentes?
Esto también es cierto de las personas diagnosticadas como “esquizofrénicas”. No hay ningún examen médico que verifique que alguien padece la anomalía cerebral o la condición médica de esquizofrenia. Y si bien nadie niega que las personas se vuelven psicóticas, lo cierto es que no hay evidencia biológica que demuestre que la esquizofrenia es una enfermedad cerebral ni que proceda de una anormalidad química.
Considere lo siguiente: si una persona se vuelve psicótica o irracional, ¿realmente la causa es
un problema médico (no psiquiátrico) subyacente? ¿Por qué un estudio de seguimiento múltiple llevado a cabo durante 15 años determinó una tasa de recuperación del 40% de los diagnosticados con esquizofrenia que no tomaron antipsicóticos, en comparación con un 5% de recuperación para los que sí lo hicieron? ¿Qué pasó con su supuesta “enfermedad cerebral”? ¿Se desvaneció, simplemente?
Por otra parte, si estas personas pudieron recuperarse de un estado mental como ése, ¿merecen que el estigma de la “esquizofrenia” siga formando parte de su expediente médico permanente? ¿De por vida? Piense en ello. Imagine que usted tiene una condición de obesidad, un sobrepeso extremo. Pierde todo el sobrepeso, por lo que ya no sufre de obesidad. Sin embargo, sus expedientes médicos siguen afirmando que usted padece obesidad.
Y si la esquizofrenia es realmente una “enfermedad”, a pesar del hecho de que no hay evidencia médica o biológica (tenga en cuenta que no hemos mencionado especulaciones ni teorías, sino evidencia), entonces ¿por qué el psiquiatra Loren Mosher –ex Jefe de Investigación de la Esquizofrenia del Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH)– declararía abiertamente que no existe la condición biológica de esquizofrenia como enfermedad ni disfunción cerebral? ¿Y por qué la industria de la salud mental no utilizó sus estudios con resultados durante 2 años que demuestran que las personas diagnosticadas con esquizofrenia pueden recuperarse sin el uso de fármacos? ¿Es porque está demostrado que la recuperación es posible, refutando así la teoría de que algo andaba mal con su cerebro? ¿O fue el hecho de que estas personas se recuperaron sin el uso de drogas, poniendo así en peligro una industria farmacéutica multimillonaria? Quizá esto explica que Mosher fuera despedido de su cargo en en NIMH.
3. La campaña de “Alto Al Estigma De La Enfermedad Mental” es presentada por… las grandes farmacéuticas
Con una agenda aparentemente altruista, la verdad es que la campaña para acabar con el “estigma” de la enfermedad mental es impulsada y financiada nada menos que por aquellos que se benefician de que cada vez más y más personas se etiqueten con enfermedades mentales: las farmacéuticas, la psiquiatría y los grupos financiados por farmacéuticas, como el NAMI y el CHADD, por nombrar sólo dos. A modo de ejemplo, los “patrocinadores” de la campaña de NAMI para detener “el estigma” y “terminar con la discriminación” en contra de los enfermos mentales, eran los laboratorios Abbott, Bristol-Myers Squibb, Eli Lilly, Janssen, Pfizer, Novartis, SmithKline Beecham y Wyeth- Ayerst.
El hecho es que la “estigmatización” viene precisamente de aquellos que se benefician de que las personas sean etiquetadas/estigmatizadas con trastornos mentales sin evidencia médica ni pruebas biológicas. Para muestra, algunos botones. Si usted es rebelde, se le estigmatiza con la etiqueta de “trastorno de negativismo desafiante.” Si su hijo actúa como un niño, es estigmatizado con la etiqueta “TDAH“. Si se siente triste o infeliz (incluso temporalmente), es estigmatizado con las etiquetas “depresivo” o “trastorno bipolar”. Si usted es tímido, se le etiqueta con “trastorno de ansiedad social“. Por otra parte, a usted o a su hijo ahora se les estigmatiza de por vida ya que estas etiquetas, que se basan únicamente en la opinión, son ahora parte de su expediente médico a pesar de que no hay evidencia médica que demuestre que son “enfermos mentales”.
4. Las etiquetas psiquiátricas SON el problema
Cada vez más gente se da cuenta de que sólo porque un niño sea inquieto, o pierda sus lápices o juguetes –ambos, criterios para un diagnóstico de ”TDAH”–, esto no significa que sea un enfermo mental. De hecho, muchos ahora afirman que los niños diagnosticados “TDAH” sufren en realidad de envenenamiento por plomo, alergias, mala alimentación o destrezas de lectura insuficientes y no de una “enfermedad” mental. El problema es que siguen usando la etiqueta psiquiátrica, el TDAH, que estigmatiza al niño como “mentalmente enfermo”.
Si, de hecho, un niño sufre de envenenamiento por plomo, entonces ¿por qué no llamarle envenenamiento por plomo? Si no se le ha enseñado a leer, ¿por qué no decir simplemente que no se le ha enseñado a leer? Lo mismo puede decirse de todos los diagnósticos psiquiátricos –todos y cada uno de ellos estigmatiza a la persona que se etiqueta.
Los diagnósticos psiquiátricos son simplemente una lista de conductas que los psiquiatras han compilado en listas más pequeñas; les han dado un nombre, agregando “Desorden” al inicio; y han votado por cada una para que sea incluida en su Biblia de Facturación: el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM), como un trastorno “legítimo”.
Este es un gran negocio, grande, pero ni siquiera se acerca a un diagnóstico legítimo. Al menos no en un contexto médico o científico. ¿En un contexto con fines de lucro? Claro. Porque estas nuevas listas de comportamientos y nuevos “trastornos” son la base de los miles de millones de dólares de la industria psicofarmacéutica. Es la forma en que se les paga. Recuerde, sin etiqueta psiquiátrica, no se prescribe ningún fármaco; sin etiqueta psiquiátrica, no se le puede facturar a la compañía de seguros.
Así que hasta que dejemos de usar estas etiquetas, que no significan otra cosa que lo que un psiquiatra decidió que era una “enfermedad” mental, nunca nos libraremos del estigma. Porque estas etiquetas están respaldados por intereses corporativos, no por la medicina; no por la ciencia.
5. Las drogas psiquiátricas son un gran negocio y la psiquiatría/farmacéuticas están haciendo su agosto: 84 mil millones de dólares anuales
La razón principal de que la gente tome drogas psiquiátricas es que se le ha enseñado a creer que padece una condición médica llamada trastorno psiquiátrico, que justifica su tratamiento con fármacos.
Se trata de una campaña de marketing brillante, pero no es ciencia.
Cualquier droga cambia el comportamiento o el estado de ánimo, se trate de cocaína, alcohol, marihuana o de heroína. Esto no significa que alguien que actúa o se siente diferente cuando ha consumido cocaína es porque tiene un desequilibrio de cocaína que la cocaína entonces ha corregido. Significa que las drogas cambian el humor, las emociones y el comportamiento.
Pero mientras que el consumo de drogas ilícitas es universalmente mal visto como el peor de los medios para que alguien enfrente sus problemas, los fármacos psiquiátricos se presentan falsamente como las drogas “buenas”, a pesar de ser mucho más adictivas que la cocaína o la heroína, y de tener efectos secundarios que rivalizan con las drogas más “duras” de la calle, como el LSD, la heroína y el crack.
6. Dónde obtener datos sobre los riesgos de las drogas psiquiátricas y sus efectos adversos
Debido a que el público ha sido tan engañado por la industria psiquiátrica/farmacéutica sobre los peligros de las drogas psiquiátricas, la CCDH ha creado un sitio web singular, una base de datos de fácil búsqueda de efectos secundarios de drogas psiquiátricas, que contiene todos los estudios internacionales y las advertencias de regulación farmacéutica que han sido publicadas, tanto por clase de fármacos (antidepresivos, antipsicóticos, ansiolíticos, estimulantes, etc.) como por marca, como Prozac, Zoloft, Paxil, Risperdal, Seroquel, Ritalin, etc.
Estos datos son proporcionados por la CCDH como un servicio público gratuito, a fin de ayudar a las personas a tomar decisiones informadas, basadas en hechos y no en campañas de marketing.
7. Por qué los tratamientos seguro y eficaces para las dificultades mentales se mantienen enterrados
El problema mayor es que el modelo biológico de fármacos (basado en la campaña de marketing que clasifica falsos trastornos mentales como enfermedades) impide que los gobiernos financien soluciones médicas reales para personas que experimentan dificultades.
Hay tratamientos médicos viables, no dañinos, que no reciben fondos gubernamentales porque la industria psicofarmacéutica gasta miles de millones de dólares en publicidad y cabildeo –incluyendo cientos de sus “grupos de derechos de los pacientes” financiados por farmacéuticas– para contrarrestar cualquier modalidad médica incompatible con su modelo biológico de medicación de los trastornos mentales como enfermedades. ¿Por qué? Porque de otra forma, miles de millones de dólares de ingreso para la industria psicofarmacéutica se perderían.
Es una industria que una y otra vez ha demostrado que pone las ganancias por encima de vida de los pacientes.