“Están fallando muchas cosas,
pero la mayor parte de ellas no fallan en el mundo de los adolescentes,
sino en el de los adultos”
Por Adrián Cordellat y Diana Oliver
Según los datos de la última Encuesta sobre Uso de Drogas en Estudiantes de Enseñanzas Secundarias, realizada por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad
y publicada en 2015, el 78,9% de los menores entre 14 y 18 años ha
probado el alcohol alguna vez en su vida. Uno de cada tres, por su
parte, lo había consumido en el último mes a modo de atracón y seis de
cada 10 aseguraban haber participado en algún botellón en el último año.
La encuesta del Ministerio no tiene en cuenta a los menores de 14 años,
pero lo cierto es que el consumo de alcohol ha traspasado esas barreras
de edad, como demuestra la muerte por coma etílico de una niña de 12
años la semana pasada.
Desde
la sociología se apunta habitualmente al hecho de que puede estar
produciéndose una maduración temprana de niñas y niños”, asegura Iván Rodríguez Pascual, presidente del Grupo de Investigación de Sociología de la Infancia de la Federación Española de Sociología (FES)**.
Según el sociólogo, esta tendencia estaría relacionada con tres factores:
.- Por un lado las nuevas pautas familiares de socialización (“padres y madres haciendo equilibrismos para que no les mate eso que eufemísticamente llamamos “conciliación”
y que apenas pueden dedicar un tiempo de calidad a crecer junto a sus
hijos que lo hacen a veces prácticamente solos”);
.- por otro, el temprano rol de los jóvenes como consumidores; y,
.- por último, la anticipación de la propia maduración biológica, “que parece hoy un hecho constatado”.
"La
conjunción de estos tres aspectos ha provocado, según Rodríguez, una
situación contradictoria: “Nos encontramos con personas a las que
consideramos menores de edad y a las que situamos en un limbo de
no-madurez, de hecho hasta les alargamos la adolescencia y la juventud. Sin embargo, desde muy niños están acostumbrados a sentirse maduros en muchos otros campos:
consumidores activos, gestores de su propio dinero, “propietarios” de
tecnología… Es un caldo de cultivo perfecto para que sientan maduros
para consumir alcohol”.
A esta contradicción alude también Myriam Fernández, cofundadora de la Asociación Grupo de Sociología de la Infancia y la Adolescencia (GSIA),
que asegura que vivimos en un “sistema contradictorio para una buena
crianza de los niños” en el que estamos usando unos valores
“antagónicos”. “¿Para qué sirve tener leyes de
protección a la infancia y a la adolescencia cuando éstas no son
acompañadas por las leyes laborales, penales, civiles que van en
colación con los adultos que tienen que criar a sus hijos? Ahí es
dónde tendrían que estar instaurados los valores de una sociedad que
cuida a los niños. La sociedad española, en ese sentido, no los cuida”.
El contexto cultural
Muchas
veces, cuando suceden desgracias de este tipo, se asocia el consumo de
alcohol a una realidad cultural establecida. Para Myriam Fernández**, la
muerte de una menor en un botellón no se puede explicar como algo
cultural, “ya que para que fuese así esta realidad tendría que ser
integrada, normalizada y aceptada por la propia población, algo que no
sucede en España para ninguna franja de edad cuando hablamos de beber de
esta manera”. Para la politóloga, en los países mediterráneos está
instaurada la cultura del vino, asociada a las relaciones sociales, a la
comida, a las reuniones familiares, a beber en pequeñas cantidades y de
forma dosificada:
“Ahora los chavales se reúnen en botellones solo por
beber,
lo que no tiene nada que ver con lo que culturalmente estaba
establecido aquí”.
Para Iván Rodríguez, por su parte, sí que es una realidad cultural
actual el hecho de que los jóvenes “decidan desafiar prohibiciones para
reunirse en grupos más o menos masivos en los que no se entiende la
sociabilidad si no es alrededor del consumo de alcohol”, algo que delata
un cambio tanto en el cómo se consume como en el qué se consume.
Otra
realidad cultural para Rodríguez, por su parte, es que las fronteras de
edad en las que los chicos y chicas se inician en el consumo del
alcohol y otras sustancias “son movibles y han cambiado con el tiempo, a
veces de manera paradójica”. Así, según el sociólogo, es muy probable que estemos asistiendo a un cambio en estas edades de inicio,
“que puede que se estén retrasando para otras drogas antes más
populares pero que se revelan inesperadamente tempranas en el caso del
alcohol”.
Esta reflexión la corrobora la encuesta del Ministerio de Sanidad, que deja un dato alarmante: “Los estudiantes de entre 14 y 18 años perciben el alcohol como la sustancia menos peligrosa”.
Para el responsable de FES, este dato refleja “la hipocresía” con la
que nuestro contorno social trata la bebida: “¡Hasta hemos tenido un
conocido expresidente del gobierno que alardeaba de su derecho a beber
al volante! Una droga tan dura recibe siempre en nuestro entorno un
trato complaciente, convirtiéndose en deseable no solo para los adultos
que la consumen habitualmente, sino también para los que aspiran a
serlo”.
En ese sentido Iván Rodríguez recuerda que “hablamos de
adolescentes, no de tontos”, por lo que
resulta incoherente informarles
sobre el peligro de beber
si luego “ven cómo lo hacemos los adultos
continuamente”.
“Se nos olvida que los niños, los
adolescentes y los jóvenes son parte activa de la sociedad, son sujetos
y actores tan importantes de ésta como los adultos y los ancianos. Solo
nos fijamos en ellos cuando suceden este tipo de noticias. Y
generalmente malas. Cuando hacen algo bueno no son noticiables”,
lamenta Myriam.
Aspecto en el que también incide Iván, que considera
“significativo culturalmente hablando” que el mundo adulto solo se
acuerde de estos temas cuando se producen este tipo de hechos, “sin que
reciba la atención merecida el resto del tiempo”.
¿Qué
está fallando entonces? “Están fallando muchas cosas, pero la mayor
parte de ellas no fallan en el mundo de los adolescentes, sino en el de
los adultos”, asegura Iván Rodríguez.
Para el sociólogo de FES falla una sociedad que se empeña en dar mensajes “que, de tan contradictorios, acaban por ser surrealistas”
(“Si nuestra sociedad banaliza el alcohol y prodiga su consumo,
cualquier información sobre sus efectos parece de cartón- piedra”); y falla
una sociedad en la que, aparentemente, “es tan fácil para niños y niñas
de 12 años acceder a una droga muy peligrosa, como es el alcohol”.
Aspecto, este último en el que también coincide con Myriam Fernández,
que asegura que necesitamos un sistema legislativo, político y social
que no sea, como en la actualidad, “totalmente contradictorio” en estos
temas. “Queremos proteger a los niños y los desprotegemos de esta
manera”, afirma Fernández, que explica que es “facilísimo” comprar alcohol por parte de menores y fuera del horario establecido en “comercios orientales” ante la pasividad de quienes deberían evitarlo.
También, para Rodríguez, fallamos como sociedad porque en medio del
mundo de opulencia material y tecnológica en el que ellos viven, en
muchos casos hemos “abandonado” a nuestros hijos e hijas:
“Han crecido sobreprotegidos
en casas acolchadas y equipadas
con cierres anti-niños en los armarios y
sin salir a la calle porque nos daba miedo, pero se han hecho
adolescentes y de repente impera la lógica contraria:
tienen una vida
propia que discurre alterna a la nuestra y se la juegan sin red porque
los damos por imposibles y parece que ya no es posible entendernos”.
Para
Myriam Fernández, por su parte, tiene mucho que decir en este aspecto
“la educación dentro de las familias”, que es la base primordial. Y
también la educación en los colegios, donde la relación con el alcohol y otras drogas no debería abordarse solo de forma puntual,
sino que debería ser un “tema transversal” que se tendría que tratar en
muchas asignaturas “desde primaria” para que los niños conozcan y vean
los efectos que el alcohol “puede tener en su desarrollo como adultos”.
En la actualidad, en España,
no existe una norma específica, sino una serie de normas que tratan
cuestiones relacionadas con el alcohol y un “batiburrillo” de leyes
autonómicas que, en general, según afirma Francisco Ojuelos, abogado y autor del blog Crítica Procesal, incluyen “una prohibición de venta de alcohol a menores de 18 años y una serie de limitaciones adicionales”.
En 2007 y 2014 hubo dos Proyectos de Ley
más centrados en el consumo de alcohol que pretendían incluir
advertencias sanitarias en el etiquetado y la publicidad, ampliaban el
ámbito de la responsabilidad (a los padres negligentes y se exigía la
denuncia de los médicos), restringían en mayor medida la publicidad y
establecían sanciones económicas más severas. “La historia de estos proyectos y los anteriores ha sido la historia de un fracaso: el de los poderes públicos”, asegura Ojuelos, que parafraseando al Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer, que declaró que “las evidencias científicas relacionadas con el cáncer justifican la recomendación de no ingerir bebidas alcohólicas”, se pregunta “¿Cómo es posible que un producto como el alcohol no incluya advertencias sanitarias?”.
En ese sentido, para el abogado es necesario
llegar a un nivel “como el alcanzado respecto del tabaco”, en el que
debe quedar “absolutamente claro” que el alcohol no se asocia con salud,
éxito o belleza, “como pasó una vez con el tabaco”. Ojuelos
afirma que cuando se produce el consumo de alcohol por menores, “el
sistema de salud pública -que sufragamos todos- ha fracasado”. El
fracaso, en su opinión, “es doble si se llega al consumo por falta de conciencia de sus efectos nocivos para la salud”.
** Tanto Myriam como Iván son socios de GSIA