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«Familias ayudando a familias: el eslabón perdido», Renovando desde Dentro, nº 13.


Marta Llauradó,
Renovando desde Dentro, nº 13.


Una familia en apuros

Laura[1] es una mujer venezolana, con residencia legal en España, viuda y madre de dos niños pequeños. Su marido murió después de una larga enfermedad coincidiendo con el deterioro de la economía del país. La emigración se vislumbró ante ella como la única posibilidad de no sucumbir a la pobreza. Desde el principio, tuvo claro que no iba a emigrar sin sus hijos. Tras un largo y difícil periplo, con diversos cambios de localidad y de domicilio, consiguió su permiso de residencia y de trabajo, y un contrato temporal en una empresa por el que está obligada a trabajar muchos fines de semana.

La familia vive en Barcelona, en una habitación alquilada. Laura tiene una hermana viviendo en la misma ciudad, cuyos horarios de trabajo por turnos y su propia vida personal no siempre le permiten ocuparse de sus sobrinos y , en ocasiones “no le quedaba otra” que dejarlos solos y trabajar con un ojo en la pantalla de su móvil.

Su trabajadora social le habló del Servicio de Familias Colaboradoras (SFC)[2]. Este servicio del ayuntamiento de Barcelona dispone de un banco de familias (personas) voluntarias que se ofrecen para dar un apoyo a familias en situación de vulnerabilidad que por distintas razones tienen dificultades para atender a sus hijos e hijas pequeños.

Laura tenía muchas dudas. Una madre del colegio de sus hijos, que también es atendida por los Servicios Sociales, la inquietaba. “Me coloca una cabeza grandísima, diciéndome que me van a quitar a los niños, que te lo pintan todo muy bonito y que presiente eso”. “A mí me dio tanto nervio que le dije a la trabajadora social: ‘No, tranquila. Ya veo con mi hermana cómo hago’”.

Sus hijos siguieron quedándose solos en algunas ocasiones y fue entonces cuando la trabajadora social le dijo a Laura que tenía que acudir al SFC sí o sí, porque en el caso de que los niños sufrieran algún percance debían estar protegidas, tanto ella, como madre, como la trabajadora social, por la responsabilidad que tiene de ofrecer este recurso.

“María, es que tengo miedo”, le dijo Laura a la trabajadora social.

Su principal miedo era que en la familia colaboradora hubiera una persona que pudiera tener una conducta abusiva con sus hijos, hasta el punto de que ya los iba advirtiendo de cómo detectarlo, cómo avisar y cómo salir corriendo. “Este es un miedo que tenemos la mayoría de las madres, una figura masculina desconocida que se quede a solas con nuestros hijos”.

Entre tanto, conoció a una familia atendida por el SFC, que le habló así del servicio: “Para mí es una bendición. Adriana ha estado ya en dos familias porque la primera tuvo que dejar de colaborar por atender otras necesidades”. A Laura esta idea de discontinuidad no le gustaba para sus hijos, pero la familia la tranquilizó: “Las dos familias han sido magnificas”, y siguió apartando sus temores.

Finalmente, decidió cerrar oídos a los comentarios negativos y aceptó la mediación del SFC. Por teléfono le informaron de las condiciones del servicio y de las características de la familia seleccionada para colaborar en su caso. “Cuando me dijeron que era Mónica, una mujer que vivía sola, me sentí muy aliviada”.

Una familia dispuesta a arrimar el hombro

Mónica es la persona que colabora con Laura. Se ofreció al SFC, deseosa de hacer un voluntariado social que para ella tuviera algún sentido. Tras un proceso de valoración psicosocial y de una visita a su domicilio por parte de las responsables del servicio fue admitida en el banco de familias colaboradoras. Aunque vive fuera de Barcelona, su disponibilidad horaria y sus circunstancias personales le permitieron aceptar la propuesta de cuidar a los dos hijos de Laura los fines de semana en los que esta tenía que trabajar.

Primero, tuvo una reunión en la oficina del SFC con la coordinadora y la familia al completo. Tras las oportunas presentaciones, se les explicó a los niños lo que iba a pasar y con quién, y se les pregunto por sus gustos, preferencias, rutinas, etc. A continuación, ambas familias plantearon sus condiciones, para finalmente acordar que Mónica recogería a los niños los viernes a la salida de la escuela y los llevaría a su casa para devolverlos el domingo a una hora y lugar convenidos. De este modo, llegaron a la firma de un acuerdo de colaboración por un periodo de seis meses, el tiempo máximo contemplado por el servicio, aunque renovable si continua la necesidad de apoyo.

Unos días después, Mónica propuso que Laura fuera con los niños a su casa, para conocerse mejor y para que pudiera tener un idea tranquilizadora de las condiciones en las que iban a estar sus hijos. También para que los niños se sintieran acompañados ante esta novedad en sus vidas. A partir de ese momento, los niños van solos a casa de Mónica, donde disfrutan de un tiempo de ocio en el campo: participan en algunas tareas, van en bicicleta, juegan a la pelota, ven la televisión, juegan a videojuegos…, y realizan salidas a la playa, a comprar, al cine, etc. Tanto Mónica como los niños se comunican con Laura en distintas ocasiones, ya sea para informar de alguna incidencia, mandar fotos o para darse las buenas noches o los buenos días.

Transcurridos los primeros seis meses de forma satisfactoria, Laura y Mónica se han sentado de nuevo en la mesa del SFC y han renovado el acuerdo para los siguientes seis meses.

La percepción del servicio por parte de Laura ha cambiado totalmente, tanto es así que cuando la mamá recelosa sigue con su discurso, Laura le dice: “Deja de ser tan obtusa. Tú no sabes la ayuda que te aporta el SFC. Te quitarías todas las dudas si solicitaras el SFC. Yo siento su apoyo cien por cien y estoy muy tranquila. Es una persona ideal. No me esperaba ver cómo la barrera de lo extraño desaparece”.

Esta es una de los cientos de historias que ha albergado el SFC desde su inició en 1984. En ella quedan reflejadas muchas de las características del Servicio. Como he dicho ya, su finalidad es ofrecer un apoyo temporal a familias en situación de vulnerabilidad que por distintas circunstancias (conciliación de la vida laboral y familiar, enfermedad, formación, respiro…) no pueden atender todo el tiempo a sus hijos e hijas pequeños.

Esta colaboración interfamiliar se apoya en cuatro principios básicos: proximidad, temporalidad, complementariedad y voluntariedad.

La proximidad entre las dos familias facilita la colaboración por razones prácticas y evita la desubicación de los niños de sus entornos habituales. Por su parte, el servicio se mantiene próximo a las dos familias, realizando un seguimiento y estando siempre disponible para atender cualquier duda o incidencia que pueda surgir a lo largo de la colaboración.

El principio de la temporalidad implica que la colaboración, ya sea por horas, por días concretos o por periodos de convivencia, es tan temporal como lo es la necesidad de apoyo por parte de la familia usuaria, con una duración máxima de seis meses, renovable por otros seis meses si la necesidad persiste.

El principio de la complementariedad implica que la familia colaboradora atiende solo aquellas necesidades de los niños que no pueden ser atendidas por su propia familia, en un marco de confianza mutua, basado en una relación fluida y colaborativa entre ambas familias.

Por último, el principio de la voluntariedad implica que las familia colaboradoras sean personas que se ofrezcan voluntariamente al servicio, sin recibir una prestación económica a cambio.

El Servicio se caracteriza también por su flexibilidad. La franja horaria en las que las familias usuarias necesitan este apoyo es tan diversa (determinadas horas, días o periodos de convivencia) como lo puede ser la disponibilidad de las familias voluntarias. De este modo, el servicio puede ajustarse a múltiples circunstancias.

Las familias usuarias llegan al servicio derivadas desde otros servicios del ámbito educativo, social o sanitario cuando se detecta una necesidad o se recibe una demanda de apoyo. El SFC les facilita el contacto con una familia colaboradora próxima a su domicilio (el caso de Laura y Mónica es poco frecuente en este sentido) cuya disponibilidad y circunstancias encajen con su demanda concreta de apoyo. Ambas familias, tras conocer la necesidad de una y la disponibilidad de la otra, acuerdan por escrito los términos de esta colaboración.

Este servicio tiene especial relevancia en los entornos de las grandes ciudades donde las condiciones y el ritmo de vida, la diversidad social y cultural, y el anonimato implican que no se den las relaciones de apoyo entre vecinos o, incluso, entre familiares que, de forma natural, se dan en núcleos de población más pequeños. En definitiva, este servicio provoca artificialmente el encuentro entre dos familias , en un marco garantista para ambas, que permite superar la barrera del miedo a lo desconocido.

Por otra parte, esta colaboración abre la puerta (o no) a una relación más sólida, de forma que, una vez finalizada la colaboración, la familia usuaria puede continuar contando con el apoyo de su familia colaboradora, si así lo desean , al margen del SFC.

“En la mayor parte de los casos se trata de una madre sola, una realidad familiar que no necesariamente está desestructurada… La mediación que realiza el SFC es muy importante porque da garantías a una y otra familia… Irene, la mamá con la que colaboro, alucinó cuando se enteró de que a las familias colaboradoras se les exigía un certificado de delitos de naturaleza sexual… Empiezas como vecina y puedes acabar siendo familia”. (Carolina, una familia colaboradora).

El perfil mayoritario de los usuarios de este servicio es el de una familia emigrante monoparental, encabezada por la madre, con serias dificultades económicas y que no cuenta con suficientes personas de confianza que puedan apoyarla en momentos en los que, por razones diversas, sus hijos pueden quedar desatendidos.

Alisha, nacida en Bangladesh y con residencia legal en España, tiene un hijo de seis años. Víctima de violencia de género, vive con unos familiares en un piso de cuarenta metros cuadrados, mientras espera (desespera) que le sea concedida una vivienda social. Desde hace un año se recupera de una grave enfermedad. Le preocupaba ver a su hijo encerrado durante los fines de semana, sin espacio para jugar y sin poder socializar con otros niños realizando actividades lúdicas. Los Servicios Sociales la derivaron al SFC.

Mis familiares me decían: ‘¿Te lo van a raptar o qué?’. Sí, tenía miedo. Un hijo único… Pero pensé que si firmaba un contrato no iba a pasar nada malo. El miedo desapareció en el momento en que conocí a la familia colaboradora. Son superamables y muy buenas personas. Tienen un niño y mi hijo está encantado de pasar con ellos los fines de semana alternos. Que él disfrute me hace disfrutar”.

“Con su carácter extrovertido, Alisha nos dio pie a establecer una rápida comunicación. Es una persona muy implicada en el bienestar de su hijo. El proceso de su enfermedad le llegó a afectar bastante y estuvimos pendientes para hacerle más fácil la entrega y la recogida del niño… El hacer calmoso de Kiran ha contagiado a mi hijo y a nosotros mismos”. (Lluïsa y Pau, la familia colaboradora de Alisha).

En la actualidad el banco de familias colaboradoras está constituido por 86 familias y se realiza una media de cien colaboraciones por año. La demanda es muy superior, indicando la necesidad de captar nuevas familias, objetivo en el que las profesionales del servicio dedican no pocos esfuerzos. Por otra parte, no tengo noticia de la existencia de un servicio similar en otros municipios españoles, salvo en Manresa, cuyo ayuntamiento ofrece el servicio “Fer de tiets (Hacer de tíos)”[3] con similares características.

La vida de las familias con hijos e hijas menores de edad tiene una dimensión relacional no exenta de carencias (soledad, enfermedad, estrés, obligaciones laborales, cuidado de otros familiares…) que van a determinar que los padres y madres no estén siempre disponibles para atender las necesidades de sus hijos e hijas y a tener que recurrir a apoyos externos.

En este sentido , las administraciones han articulado algunos servicios profesionales de apoyo. En Cataluña, por ejemplo, se ha creado el servicio CONCILIA, que atiende a niños y niñas de familias con pocos recursos económicos, fuera del horario escolar, en un lugar concreto y en una franja horaria determinada que no siempre se ajusta a la necesidades de las familias.

Sin embargo, tanto a los servicios de atención y protección de la infancia y la adolescencia como a la sociedad misma se nos escapa la importancia que para las familias con dificultades tiene la existencia de una red social de apoyo entre iguales. Quizás porque se les supone y la damos por hecha. Quizás porque pensamos que ya existen servicios profesionalizados que se ocupan de ello o porque “vete tú a saber quién es esta gente”.

La red social de apoyo ha demostrado ser fundamental para la estabilidad familiar y más, si cabe, en los momentos difíciles. Esta red la constituyen normalmente los parientes, los amigos, los vecinos, quienes de una forma natural y espontánea, sienten a la vez la necesidad y el deseo de arrimar el hombro, en una suerte de reciprocidad en la que el alivio de una es también la satisfacción de la otra. Estas relaciones naturales de apoyo mutuo se va forjando a lo largo del tiempo con la convivencia, con los relatos comunes y con las avenencias y las simpatías.

Un pez fuera del agua

Aunque la ausencia de red social se puede dar por diversas circunstancias, afecta en mayor grado a las familias inmigrantes o desplazadas de su lugar de origen y, entre ellas, a las familias monoparentales. Su aislamiento social puede verse agravado por la precariedad laboral y económica en la que malvivan. Por otra parte, la atención a sus hijos se convierte en un lastre para desarrollar sus proyectos laborales y de formación, y las mantiene en una vulnerabilidad crónica.

Las familias que han decidido salir de su país o de sus entornos de origen, huyendo casi siempre de la pobreza, a la que puede haberse sumado la violencia familiar o social, lo hacen porque vislumbran un futuro mucho más prometedor y liberador para ellas y para sus hijos, pero no deja de ser un salto al vacío. Tienen que empezar de cero, en ocasiones desconociendo el idioma o en la mas absoluta soledad.

Con el pretexto de controlar los flujos migratorios, las políticas de los países de destino no se lo ponen fácil. Su regularización está sujeta a que tengan un precontrato de trabajo que tarda años en llegar, viéndose obligadas a sobrevivir en la economía sumergida. Mientras la regularización no llega, no pueden acceder a los servicios sociales, con la excepción de la “gratuidad” de los servicios sanitarios y de los servicios de educación obligatoria.

Con la regularización no terminan sus dificultades en lo que se refiere al acceso a la vivienda, a unos ingresos suficientes y estables, y a las condiciones laborales que se ven obligados a aceptar, propias de los sectores en los que suelen encontrar empleo (hostelería, limpieza, cuidado de personas…). Su supervivencia es un constante y frágil equilibrio en el que cualquier incidente, cualquier pago inesperado, cualquier enfermedad, las puede llevar al traste.

El informe Abriendo ventanas. Infancia, adolescencia y familias inmigradas en situaciones de riesgo social publicado por UNICEF España[4] aborda la citada problemática a la que se enfrentan estas familias y las consecuencias que su no resolución tiene sobre sus hijos e hijas en todos lo ámbitos. En él se subraya (p. 151) como factor de riesgo la ausencia de redes familiares extensas y considera como factor protector la existencia de estas y de redes sociales con familias autóctonas en el lugar de residencia.

Aunque ese informe no distingue entre hogares biparentales y monoparentales, hay que añadir el dato de que, según un informe de 2021[5], ocho de cada diez familias monoparentales (cerca de   1,5 millones) están encabezadas por la madre, con un riesgo de pobreza veinte puntos superior (47,3 %) al riesgo medio estatal (27,4 %). No es de extrañar, por tanto, que las familias demandantes del SFC sean mayoritariamente familias monomarentales de origen extranjero.

Una pregunta y algunas posibles respuestas

¿Cómo ha sido posible que un servicio como el SFC, que lleva más de treinta y cinco años proporcionando algo tan importante (así lo reconocen numerosos informes sobre las familias en situación de dificultad) como es una red social de apoyo en la propia comunidad, no tenga apenas réplica en los 63 municipios españoles con más de 100.000 habitantes?

Desde la reflexión que esta pregunta ha suscitado entre los integrantes del grupo Renovando desde dentro, puedo apuntar algunas razones:

- Los servicios sociales, en lo que respecta a la atención a la infancia y a la adolescencia, están estructurados de tal forma que los ayuntamientos tienen atribuidas unas facultades determinadas y la administración autonómica otras, con una nítida separación entre ambas. De este modo, se ha llegado a consolidar una forma de intervención en la que los servicios sociales de base, al no disponer de otros recursos, ejercen una labor exclusiva de vigilancia. Cuando la situación de los menores es insostenible son derivados a los servicios especializados del sistema de protección de la Comunidad Autónoma. No existe o ha desaparecido en la filosofía de los servicios sociales la protección de los menores desde la propia comunidad, la protección de proximidad. Sin embargo, desde la lejanía, el sistema de protección autonómico, a través de un complejo entramado institucional, acude con toda la caballería.
- El soporte a las familias con hijos e hijas menores de edad que se articula desde los ayuntamientos es, en su mayor parte, de tipo económico, siendo una tarea ingente la gestión o tramitación de los mismos, dada la diversidad de estos apoyos (ingreso mínimo vital, ayudas por hijo o hija a cargo y por discapacidad, para el pago del alquiler y de los suministros, para los alimentos, becas comedor, etc.) y la letra pequeña de los mismos. En su diseño no están contempladas las redes sociales de apoyo ni otras soluciones creativas, dentro de la propia comunidad, a los problemas cotidianos de las familias.
- La lógica del mercado ha alterado las relaciones sociales hasta el punto en el que han desaparecido formas colaborativas que tradicionalmente han sido tablas de salvación en momentos de crisis personal, familiar o social. “Hoy por ti, mañana por mí. ¡No me debes nada, faltaría más!”. Todo se ofrece a cambio de dinero y bajo la ley de la oferta y la demanda. Esto explica, en parte, el auge de la especialización que hace a los profesionales y no a los ciudadanos responsables exclusivos de tales tablas de salvación.

Por último, no quiero acabar este apartado sin mencionar un aspecto que ha sido apuntado por las dos familias usuarias entrevistadas y que condiciona su percepción de los servicios sociales: el miedo a perder el control sobre sus hijos. Leyendas o no, muchas familias temen a los servicios sociales, que son vistos más efectivos controlando que ayudando, llegando, en algunos casos, a la desidia. “La asistenta social del distrito anterior solo me atendió por teléfono y nunca me habló del SFC”, explica Laura como familia usuaria.

El miedo también afecta a la comunidad autóctona en la que se asientan estas familias. Se trata tanto de un miedo real a lo desconocido, a lo extraño, como de una excusa para no acercarse a ellas: el antes mencionado “vete tú a saber quién es esta gente”.

No podemos esperar que este apoyo interfamiliar se produzca de forma espontánea. La dilatada experiencia del SFC nos demuestra que, por raro que nos parezca, la artificialidad inicial de esta colaboración es solo eso: inicial.

La creación del SFC significó un trabajo previo de análisis de las necesidades y de los recursos, de los pros y los contras, de los beneficios y de los riesgos, hasta llegar a la configuración de un modelo que corresponsabiliza a la sociedad en el cuidado de los niños, niñas y adolescentes a través del apoyo interfamiliar.

El modelo está listo para que, con las necesarias adaptaciones, pueda ser implementado, por parte de las administraciones locales, en las grandes ciudades, especialmente en aquellas con importantes porcentajes de población inmigrada.

Las familias usuarias de este servicio podrían ser la punta del iceberg de una demanda subyacente, que hoy por hoy no tiene a quién dirigirse, pero cuya atención puede significar acceder a un nivel de seguridad más alto del que muchas familias andan faltas y que, sin duda, mejoraría la atención que reciben sus hijos e hijas.

[1]Se han utilizado nombres ficticios para proteger la identidad de las personas que han sido entrevistadas.

[2]https://ajuntament.barcelona.cat/infancia/es/canal/servei-de-families-collaboradores (página en castellano) y https://ajuntament.barcelona.cat/infancia/ca/canal/servei-de-families-collaboradores (página en catalán).

[3]http://www.manresa.cat/web/menu/4360-atencio-a-la-infancia-adolescencia-i-familia (página web en catalán).

[4]Quiroga, V.; y Alonso, A. (2011). Abriendo ventanas. Infancia, adolescencia y familias inmigradas en situaciones de riesgo social. S.l.: UNICEF (España) y Fundació Pere Tarrés. https://www.unicef.es/publicacion/abriendo-ventanas-infancia-adolescencia-y-familias-inmigradas-en-situaciones-de-riesgo

[5]Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil. (2021). Madre no hay más que una: monoparentalidad, género y pobreza infantil. https://www.comisionadopobrezainfantil.gob.es/es/madre-no-hay-m%C3%A1s-que-una-monoparentalidad-g%C3%A9nero-y-pobreza-infantil.

Incorporación de buenas prácticas basadas en la evidencia en el Programa NAYFA. Memoria técnica

Acceso a la Memoria Técnica NAYFA

Resumen:

El Programa preventivo para niños, niñas y adolescentes en situación de dificultad y/o conflictividad en el ámbito familiar (Programa NAYFA) es una intervención selectiva de prevención secundaria insertada dentro de la red de recursos públicos de atención a la infancia y las familias de la Comunidad de Andalucía. Alineado con la perspectiva de derechos de la infancia y el enfoque de parentalidad positiva que fundamentan la legislación vigente (Ley 4/2021, de 27 de julio, de Infancia y Adolescencia de Andalucía), este programa es de carácter preventivo y tiene como finalidad atender, apoyar y orientar a familias con niños, niñas y adolescentes (NNA) que empiecen a mostrar problemas de adaptación y/o comportamiento especialmente en el contexto familiar.

La presente memoria recoge los resultados del proyecto realizado durante el último año y cuya finalidad última tiene que ver con la incorporación de buenas prácticas en el Programa NAYFA a partir de las evidencias obtenidas en la evaluación realizada. En concreto, los objetivos abordados han sido:

.- Llevar a cabo tareas de formación profesional, asesoramiento y supervisión técnica de las actuaciones desarrolladas en el marco del Programa NAYFA.

.- Completar las evidencias de efectividad del Programa NAYFA con la incorporación en la evaluación de un grupo de comparación.

.- Desarrollar un aplicativo informático para facilitar los procesos de evaluación por parte de los y las profesionales implicados en la aplicación del Programa NAYFA.

.- Promover la difusión del Programa NAYFA como buena práctica para la atención de familias con niños, niñas o adolescentes en situación de conflicto y/o dificultad social.

En la presente memoria se da cuenta de las diferentes actividades realizadas para abordar los objetivos propuestos y se describen los principales resultados obtenidos. En concreto, tras esta introducción, se presenta un apartado donde se abordan los aspectos metodológicos relacionados con el análisis y evaluación del Programa NAYFA; concretamente, se describe la muestra de estudio total de la investigación, los instrumentos empleados, el procedimiento llevado a cabo para la recogida de la información y los análisis efectuados para la obtención de los resultados. 

A continuación, se presenta el apartado de resultados organizado en diferentes subapartados. En primer lugar, se describen las actividades realizadas en relación con el asesoramiento, procesos de coordinación, formación y apoyo a los y las profesionales, todo ello encaminado a la mejora y optimización de la aplicación del programa. En este mismo apartado, se describen también las actividades desarrolladas en relación con la difusión del programa en foros científicos, que contribuirán a poner en valor la intervención desarrollada en este ámbito en Andalucía. En segundo lugar, se presentan los resultados relativos a la evaluación de cobertura, describiendo el perfil tanto de las familias atendidas como de los y las profesionales responsables de implementar el programa. En tercer lugar, se presentan los resultados relativos a la evaluación de la implementación del Programa NAYFA, ofreciendo una descripción destallada de las características de aplicación del programa. Finalmente, el apartado de resultados concluye con la evaluación de efectividad del programa, que permite conocer el impacto del programa tanto en las figuras parentales como en sus hijos e hijas. 

Asimismo, se incluyen en este apartado los resultados relacionados con la eficiencia del programa, analizando si el impacto observado varía en función del perfil de los y las participantes y/o las características de implementación. La memoria finaliza con un apartado de conclusiones en el que se analizan los principales resultados obtenidos y se identifican los retos pendientes para la mejora y optimización del Programa NAYFA a partir de las evidencias obtenidas.

Coordinación: Mª Pilar Hidalgo Figueroa. Jefa de Servicio de Prevención (SP). Dirección General de Infancia. Consejería de Igualdad, Políticas Sociales y Conciliación de la Junta de Andalucía.

Universidades colaboradoras: Universidad de Sevilla y Universidad Loyola Andalucía.

Estrategia estatal de desinstitucionalización: Para una buena vida en la comunidad.

Acceso a la web de la Estrategia

Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 20-30


"Se trata de promover servicios que permitan a las personas 

vivir con independencia y autonomía 

en su entorno familiar, social y comunitario".


La Estrategia

¿Qué se quiere conseguir con ella?


Dar un impulso en el desarrollo de los servicios comunitarios y la transformación del modelo de apoyos y cuidados, poniendo en el centro los derechos

y el proyecto de vida de cada persona.


Por eso nos dirigimos a grupos de población diversos.

Como personas mayores, personas con discapacidad. Niños, niñas y adolescentes.

Personas en situación de sinhogarismo

y otros colectivos institucionalizados.


¿Cómo será el proceso?

El proceso se dividirá en tres fases, entre noviembre de 2022 y enero de 2024.


El Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 tiene entre sus objetivos la transformación de los servicios de apoyo y cuidados dirigidas a las personas que más lo necesitan para garantizar que todas las personas puedan vivir donde ellas elijan. 
Actualmente, muchos de estos servicios dirigidos a personas con más necesidades de apoyo se prestan en grandes instituciones y precisamente el objetivo de la futura Estrategia es tratar de promover servicios que permitan a las personas vivir con independencia y autonomía en su entorno familiar, social y comunitario. 
La futura Estrategia de Desinstitucionalización y desarrollo de servicios de apoyo comunitarios quiere priorizar la atención personalizada en la comunidad. Para niños y niñas, esta atención tiene que realizarse en el entorno familiar, prioritariamente. 
El compromiso del Gobierno es garantizar que todas las personas tengan acceso a los servicios que más les pueden ayudar y sobre todo asegurarnos de que pueden ejercer sus derechos en igualdad de condiciones que cualquier otra persona. Evento de presentación 8 de febrero de 2023 
De esta manera estaríamos reforzando el cumplimiento de nuestra Constitución, pero también del Pilar Europeo de Derechos Sociales y de varias convenciones de Naciones Unidas como la de los Derechos de las Personas con Discapacidad o de los Derechos de la Infancia. 

Análisis de la encuesta de condiciones de vida con enfoque de infancia 2022.

El presente informe surge a raíz de la publicación, el pasado 29 de septiembre de 2022, del módulo «impacto de la COVID-19, de modos de convivencia y condiciones de los niños, y de carencia material infantil» de la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) de 2021 por parte del Instituto Nacional de Estadística (INE)

Los módulos de la ECV son aleatorios porque nunca se repiten dos años consecutivos, pero permiten estudiar fenómenos que establece la Comisión Europea en resolución parlamentaria. El módulo de la edición de 2021, que nunca se había abordado con anterioridad, contempla cuestiones como el cuidado de los niños y niños, la pobreza materia infantil, las relaciones familiares en las familias reconstituidas, el acceso a la asistencia sanitaria o la limitación en el desarrollo de las actividades habituales.



López Oller, Joffre;  Gracía, Eva; 
Ibarra, Ricardo (coord.).  
Plataforma de Infancia
 

La difusión de los resultados de 2021 de la ECV trajo consigo otra modificación sustancial. La ECV se usa para estimar el indicador AROPE, que sirve para medir el grado de pobreza y exclusión social en todos los países de la Unión Europea. El indicador es el resultado de combinar tres dimensiones de la pobreza: la escasez de recursos económicos, las carencias materiales severas y la baja intensidad de empleo. La novedad de 2021 es que se presentaron dos resultados distintos del indicador AROPE en función de dos metodologías parcialmente distintas. La diferencia  entre la metodología vigente hasta la fecha, basada en la estrategia Europa 2020, y la que se introdujo en 2021 radica en la definición de las carencias materiales severas y la baja intensidad de empleo. En cuanto a las carencias materiales severas, en la nueva propuesta no se considera la disponibilidad de teléfono, televisor o lavadora y, por el contrario, se añaden la no posibilidad de sustituir muebles viejos o estropeados y, a escala individual, no poder permitirse sustituir ropa estropeada por otra nueva, no poder permitirse tener dos pares de zapatos en buenas condiciones, no poder permitirse reunirse con amigos/familia para comer o tomar algo al menos una vez al mes, no poder permitirse participar regularmente en actividades de ocio, no poder permitirse gastar una pequeña cantidad de dinero en sí mismo y no puede permitirse conexión a internet. Bajo este nuevo prisma, se considera que una persona padece carencias materiales y sociales severas cuando tiene limitaciones en al menos 7 de los 13 componentes finales. En cuanto a la baja intensidad deempleo, las modificaciones son menos relevantes ya que  tan solo implican una conceptualización más precisa del término 

Sin embargo, en el presente informe se usa la conceptualización del indicador AROPE basada en la estrategia Europa 2020 porque, al menos hasta la fecha, es la única que permite construir una serie histórica desde 2008. Esta opción tiene un impacto mínimo en las cifras de pobreza y exclu- sión social de la población menor de 18 años: según la estrategia Europa 2020, el indicador AROPE en 2021 para esta población fue del 33,0%; según la nueva definición de 2021, del 33,4%. En las siguientes páginas se indaga en las características comparadas del riesgo de pobreza y exclusión de la infancia, así como en los resultados que se pueden extraer del módulo específico de 2021.

"Uno de los grandes mitos que desmiente la neurociencia es que la infancia es la etapa más feliz de la vida".

"Si hacemos el ejercicio mental de ponernos en sus zapatos 
y preguntarnos por qué un niño se comporta de determinada manera 
es más fácil entenderle".



Portada del libro 'Los niños que fuimos, los padres que seremos' de Beatriz Cazurro.
La psicóloga y psicoterapeuta
Beatriz Cazurro presenta
'
Los niños que fuimos, los padres que seremos'.
 Cortesía Planeta.
Cuántas veces habremos oído o incluso pronunciado aquello de ‘cuando sea padre no voy a cometer los mismos errores que los míos cometieron conmigo’. Sin embargo, huir de ello no es tan sencillo ya que está demostrado que una parte de nuestro cerebro está condicionado por lo que recibió y absorbió durante sus primeros años. No hay posible escapatoria... la propia infancia y la manera en que nuestros progenitores actuaron con nosotros influye e influirá en los padres que somos o seremos.

A ello ha dedicado un interesantísimo libro la psicóloga y psicoterapeuta Beatriz Cazurro: Los niños que fuimos, los padres que seremos (Planeta, 2022). 

En él, además, arroja por tierra falsas creencias entorno a la supuesta vida idílica de los niños -que ‘no se enteran’ o ‘no tienen problemas’ son dos de las más frecuentes- y afirma con rotundidad que debemos darle el protagonismo que se merecen porque “son personas, sienten, desean, sufren… Es necesario que les demos la importancia que tienen y les escuchemos con empatía”.


Entrevista a Beatriz Cazurro*

Es una frase muy recurrente decir ‘cuando yo sea padre no cometeré los mismos errores que cometieron los míos’, sin embargo, en el libro demuestras que esto es complicado. ¿De qué manera el trato que nos dan nuestros padres de pequeños, la atención o la desatención y la seguridad o falta de seguridad que nos transmiten afectan a nuestro cerebro y nos moldea de cara a nuestra futura paternidad?

Ya incluso dentro del útero el estado emocional de nuestra madre puede afectar a la forma en la que se va estructurando el cerebro. Se sabe ya, por ejemplo, que la ansiedad traspasa la placenta. No se trata de culpar a nadie, por supuesto, pero cuando hay madres muy desreguladas luego esos bebés tienen mucha más probabilidad de sufrir, por ejemplo, síntomas de disociación.

Durante los nueve o diez primeros meses de vida lo que se va configurando en el cerebro y en nuestro cuerpo es una especie de impronta, de huella cerebral. Con esa edad, obviamente, no tenemos palabras para explicar ‘mira me estoy sintiendo de esta manera’. Lloramos o no lloramos, nos acercamos o no nos acercamos, y no es la manera ideal de comunicarnos… Debido a esta huella cerebral lo que ya se sabe es que los niños y las niñas a esta edad tienen una sensación corporal real a partir de la cual se empieza a construir su identidad, su autoestima, su forma de relacionarse… Y en esa sensación, lo que saben es si pueden confiar en el mundo, si son valiosos para los demás, si pueden expresarse o no… Como no sabemos que ese es un primer cimiento, muchas veces empezamos a construir a partir de ahí sin darnos cuenta que no estamos viendo lo que ha ocurrido en esos cimientos.

Esta frase típica sobre un niño de un año tipo ‘uy es que es buenísimo porque se va con cualquiera’, que se dice como algo positivo, en realidad está dando una señal de que ese niño no tiene seguridad porque lo normal con un año es que los niños lloren cuando se separan de sus papás.

Cuando podemos ir atrás y nos damos cuenta de cómo ha sido nuestra infancia… nos sale resulta más fácil traducir a nuestros hijos porque tenemos el lenguaje

Utilizas en tu libro un término que es la ‘culpa sana’: analizarse para poder comprendernos y avanzar. ¿Cómo nos va a ayudar ese viaje retrospectivo a la niñez para entendernos mejor?.

Cuando la mayoría somos niños -algo que he comprobado en terapia pero también con amigos y amigas-, lo que tenemos es una interpretación muy desajustada de lo que nos pasaba en general. Tenemos muchas etiquetas: ‘yo era llorón, era intenso, era vago…’ pero casi nadie nos tradujo lo que nos estaba pasando: si teníamos miedo, si necesitábamos ir más despacio, si nos sentíamos presionados, si nos estaban atacando nuestras figuras de referencia y estábamos reaccionando como podíamos… En general esa historia no la tenemos hecha. Cuando podemos ir atrás y verdaderamente lo sentimos, lo notamos, nos damos cuenta de verdad cómo ha sido eso… nos sale mucho más fácilmente traducir a nuestros hijos porque tenemos el lenguaje. Es como adquirir un nuevo idioma.

¿Y cómo va a ayudar a nuestros hijos que desandemos lo andado?.

Pues vamos a dejar de proyectar en ellos cosas que no son suyas. Muchas veces necesidades nuestras las ponemos en ellos. Por ejemplo: ‘no llores que yo me pongo nervioso’ o ‘dale un beso a la abuela que sino se enfada conmigo’. Son conflictos que están ahí pero que no están resueltos. Al ser los niños los más vulnerables y no tener muchas veces palabras para expresar lo que les está ocurriendo, encima a veces los tachamos de malos. Vamos cubriendo necesidades con ellos y creo que es importante dejar claro -y por ello intento expresarlo con palabras muy claras en el libro- que cuando estamos utilizando a alguien para cubrir nuestras necesidades eso es un abuso.

Hay que decir muy claro que cuando utilizamos a un niño para cubrir nuestras necesidades o carencias es un abuso

Hablas también de la ‘positividad forzada’ cuando uno es padre, ¿por qué está tan enraizado que no es lícito sentirse desencantado con la paternidad/maternidad? ¿Cómo debemos gestionar nuestras emociones cuando la paternidad pasa por horas bajas o baches?.

Lo que creo es que hay una resistencia social a reconocerlo porque da mucho miedo. Cuando empezamos a destapar cómo nos sentimos, lo que nos ha pasado o lo que estamos haciendo con pareja, con hijos, con amigos… empiezan a salir cosas muy duras y si las decimos en alto nos tenemos que hacer cargo. Una vez que está dicho es mucho mas difícil de desdecir. Por eso tendemos a decir de que todo está bien y que debemos sacarle el lado positivo a las cosas. Si recuerdas con la pandemia pasó lo mismo, al segundo día ya estábamos intentando sacar un aprendizaje sin dejar a la gente asustarse y entender qué estaba pasando… Y esto ocurre todo el rato, en cuanto nos sentimos medio mal hay que solucionarlo y esto es en realidad un miedo muy profundo a conectar realmente con lo que ocurre y el miedo a no saber qué hacer con ello.

Hay una resistencia social a reconocer que muchas veces nos sentimos desencantados con la paternidad o maternidad

Comentas algo muy interesante: ‘no ya niños malos sino niños en un entorno que hay que revisar’. ¿Cómo cambiamos la corrección por la conexión?.

Es algo que nos cuesta mucho y en el libro he querido dar pistas sobre ello con casos y ejemplos que pueden ayudar para darnos cuenta de las interpretaciones que estamos haciendo. Por ejemplo, cuando decimos ‘este niño lo está haciendo por fastidiar’ o ‘es un vago porque no le interesa’ lo que debemos es empezar a reconocer este tipo de interpretaciones y a generar hipótesis de por qué pueden estar sucediendo las cosas.

Si alguien está mintiendo, por qué motivo puede estar haciéndolo: ¿por que tiene miedo a que le digamos que no, a nuestra reacción…? Si hacemos el ejercicio mental de ponernos en sus zapatos y preguntarnos por qué un niño se comporta así dependiendo de nosotros, sabiendo que no son malos… es más fácil entenderles. Por eso todo el libro va a enfocado a este objetivo: intentar poner palabras a todas esas experiencias que deben estar teniendo ellos, lo difícil que es para ellos cuando no conectamos con ellos, cuando somos violentos, cuando les ponemos todas esas etiquetas… Cuando nos quitamos, al menos, los obstáculos es posible ver al niño que es y al que hay, no la interpretación que tenemos de él.

Las violencias invisibles hacen exactamente el mismo daño en el niño que la violencia física

Dices que ’es imprescindible entender mejor que es la violencia si queremos que nuestros hijos desarrollen seguridad en sí mismos y en nosotros’. Y es que aunque se da por hecho que la violencia física no aporta nada bueno, las violencias invisibles hacen también mucho daño. ¿Cómo afectan al desarrollo de los niños?.

Exactamente igual que la violencia física. La violencia, toda la falta de seguridad interna afecta, no hay un daño físico, no hay un moratón, pero todo lo que ocurre por dentro es lo mismo: la confusión, el miedo, la impotencia… Es una sensación de yo no valgo, los demás pueden hacer conmigo lo que quieran, lo que sienta yo por dentro no vale… Afecta exactamente igual. Creo que en la violencia de género ya lo empezamos a ver, no hace falta que un hombre pegue a una mujer para que esté siendo violento y aún así nos cuesta, pero con los niños no lo vemos y está super normalizado. Si no le ponemos palabras, aunque suenen muy feas, yo creo que es imposible dejar de normalizarlo.

Comentabas al principio de la entrevista que tendemos a quedarnos con algunas pinceladas de la infancia pero no rebuscamos en ella tanto como deberíamos. ¿Cómo saber si nuestra infancia fue o no realmente feliz?.

Hablo de algunos síntomas que nos pueden dar pistas. Empieza a haber una corriente de psicología que habla cada vez más fuerte de que todos estos síntomas que llamamos enfermedades o trastornos psiquiátricas igual nos toca revisarlos porque cuando miramos hacia atrás encontramos muchas situaciones estresantes y traumáticas de la vida de la gente. El tener este tipo de síntomas puede ser: la dificultad para decir que no, el ser adicto al trabajo o ‘workaholic’ que llaman ahora, la dependencia emocional… Todo ese tipo de cosas que son muy cotidianas nos dan pistas de que algo ha ocurrido durante la infancia para queesa seguridad que no se haya podido dar.

La dificultad para decir que no, el ser adicto al trabajo, la dependencia emocional… nos dan pistas de que algo no fue bien durante la infancia

Un niño que haya tenido una mala infancia, con traumas, soledad, falta de autoestima, al que le prestaban poca atención… ¿Puede ser un buen padre? ¿Cómo le afecta el poso de su propia infancia?.

Por supuesto que puede ser un buen padre. De hecho el trabajo que muchas veces hago con mis pacientes en consulta va por ahí: entender un poco cuáles son las heridas, los puntos de conflicto y dónde están las cosas en las que saltamos, proyectamos e incluso tratamos mal y ver cuáles son los recursos que se van desarrollando para poder hacerlo diferente. Hay historias increíbles de infancias durísimas y que tras la toma de conciencia, cuando la persona aprende a cuidarse en lo que no le pudieron cuidar, aprende a la vez a cuidar de forma diferente. Por eso los libros de pautas están muy bien a veces pero no tienen raíz, si no hay un lugar desde el que estés preparado para llevar las pautas a cabo no durarán ni diez días, porque lo otro es mucho más grande. Estamos hablando de la configuración del sistema nervioso, del cerebro, de un montón de carencias muy profundas, de defensas psicológicas.

Cuando una persona aprende a cuidarse en lo que no le pudieron cuidar, aprende a la vez a cuidar de forma diferente

Dedicas una parte en tu libro a desmentir algunos mitos sobre la infancia basándote en la neurociencia, ¿cuál crees que es el que más va a sorprender?.

Una de las más grandes puede ser aquella de que la infancia es la etapa más feliz de la vida. Es una frase categórica que decimos y no dudamos, que cuando los adultos estamos cargados de responsabilidades añoramos y por supuesto los niños juegan porque es su lenguaje pero toca ponernos en el lugar de que los niños son absolutamente dependientes de los adultos y que los adultos por lo general creemos ue no tienen problemas. Es imposible que se sientan escuchados cuando creemos que todo está bien. Son seres humanos como nosotros, sienten como nosotros y además no tienen los recursos para afrontar las cosas, se los tenemos que dar y enseñar nosotros. El hecho de ser totalmente dependiente de alguien que cree que no te pasa nunca nada es en sí mismo un problema.

*Beatriz Cazurro: es psicóloga y psicoterapeuta. Dispone de un máster en Psicoterapia Infantil, otro en Psicoterapia Humanista Integrativa y ha cursado diversas formaciones de especialización en apego y trauma con algunos de los mayores expertos nacionales e internacionales. Presenta más de quince años de experiencia trabajando tanto con niños como con sus familias, también con adultos, apoyándose en técnicas de enfoque corporal como el Focusing y en recientes descubrimientos de la neurociencia. Creadora de campañas virales por los buenos tratos como #Ensuszapatos o #Childrentoo, para la autora cada persona es única: cada cual ha tomado las mejores decisiones que ha podido y, de la misma manera, tiene el derecho y la capacidad de tomar nuevas decisiones desde la libertad y el contacto con su poder personal. www.beatrizcazurro.com

«Individuo, comunidad y sistema», Renovando desde Dentro, Art. 10, Pepa Horno Goicoechea.

Soy consciente de que las experiencias que más me han enseñado como persona han sido la crianza de mi hijo y el fallecimiento de mis padres. Pero si tuviera que añadir una tercera, sería sin duda los viajes que he tenido el privilegio de realizar por diferentes continentes para trabajar la prevención de la violencia contra los niños, niñas y adolescentes en diferentes contextos sociales, culturales, geográficos y etnográficos.

He tenido el privilegio de conocer diferentes culturas y pueblos viviendo junto a ellos. He podido conversar sobre su infancia, su crianza o la forma de relacionarse en sus familias. No eran viajes de turista, eran encuentros humanos con personas que de un modo u otro podían contribuir al cambio social necesario para eliminar el castigo físico a los niños, niñas y adolescentes. Trabajé con profesionales de la educación, del ámbito social, del periodismo o de la medicina, entre otros; con políticos y legisladores y con familias que en lugares lejanos trataban de mejorar las condiciones de vida de los niños, niñas y adolescentes en sus comunidades.

Aquellas experiencias generaron en mí una mirada asombrada, pequeña y humilde hacia el ser humano. Una mirada que ha marcado en gran medida mi desarrollo profesional. Aprendí infinidad de cosas, pero sobre todo quedó dentro de mí la certeza de lo que trasciende a lo cultural en el ser humano. Y quiero quedarme con dos aspectos que trascienden lo cultural:

•La universalidad del desarrollo afectivo. Darse cuenta de que el ser humano es un ser en relación, que se crea desde un “otro” y para un “otro”. La necesidad básica, primaria y universal del ser humano es el apego: tener alguien que le cuide y le proteja. Y aprendí a valorar en su justa medida la fuerza de esa necesidad. El apego no es una cuestión de amor, sino de seguridad, vinculada a la supervivencia misma. Es el cuidado del otro el que va a permitir sobrevivir a la persona porque le dará de comer, le tapará cuando haga frío, etc. Conseguir esa persona que le cuide, la figura de apego, no es una necesidad afectiva sólo, es la única posibilidad de sobrevivir. Por eso las personas van a preferir tener una mala familia a no tener familia. La herida mayor que puede recibir un niño, niña o adolescente es el abandono. La soledad es el mayor temor de las personas a cualquier edad pero de niño, de niña, el abandono genera terror. El terror que llega cuando ve amenazada su subsistencia sin ser todavía suficientemente autónomo para conseguirlo por sí mismo. Y eso no depende de la cultura donde nacemos. Es algo universal.

•El abuso de poder como la clave para comprender la violencia en cualquiera de sus formas y en cualquier escenario donde tiene lugar. No se es violento con quien se quiere sino con quien se puede. Cualquier forma de violencia es posible porque existe una relación de poder. Era interesante que, fuera donde fuera, todo el mundo me decía que el castigo físico a los niños, niñas y adolescentes era imposible de erradicar porque era parte de su cultura. Pero no era así. El castigo físico era parte de la crianza en todas y cada una de las culturas donde trabajé. Y se da porque los niños, niñas y adolescentes son el eslabón más débil de cualquier sociedad. Se les pega porque se puede. Se puede porque son más débiles físicamente, porque quieren a los adultos y dependen de ellos, porque no pueden sobrevivir solos, porque la sociedad legitima el castigo y les da la autoridad a las familias para aplicarlo, porque la ley lo permite… Se puede por varios factores relacionados entre sí.

Pero también de aquel aprendizaje surgió un esquema que quiero desarrollar en este artículo, tanto en lo general como en lo referente al sistema de protección. Un esquema que me ha permitido estructurar programas de intervención, analizar y evaluar diferentes problemáticas sociales y comprender la parte sistémica del ser humano en la intervención terapéutica, entre otras muchas cosas.

Individuo, comunidad y sistema

Para que una sociedad se desarrolle de forma positiva, necesita preservar estos tres pilares: el individuo, la comunidad y el sistema.

Cuando me refiero al INDIVIDUO, pienso en la persona, en cada uno de nosotros y nosotras. Me refiero a preservar y promover la consciencia individual. Esto se logra si en su proceso de socialización la persona puede:

•Fortalecer su conexión interna con sus propias sensaciones corporales, vivencias emocionales y pensamientos, de forma que puedan construir un psiquismo en el que los tres niveles de procesamiento, somatosensorial, emocional y racional, sean integrados. Esta conexión interna se genera desde la relación con las figuras de apego. Son ellas quienes nombran las cosas: “Esto es una mesa”; las sensaciones: “Tienes frío, ¿verdad?” y las emociones: “Estás contento”. Dan significado a las sensaciones corporales y vivencias emocionales del bebé, enseñándole a reconocerlas y legitimarlas (mentalización). Si ese proceso se realiza de forma errónea, parte de esa vivencia interna del niño o niña queda sin ser integrada o nombrada, queda disociada. Esto puede ocurrir por la falta de escucha, conexión y ajuste de la figura de apego a las señales que emite el bebé, o bien porque la figura de apego adjudica a esas señales significados erróneos más vinculados a su propia vivencia que a la del bebé.

•Lograr la autonomía suficiente para ser protagonista de su propia vida, generando un proyecto de vida propio que puede coincidir, o no, con el que sus figuras parentales y su comunidad haya definido para esa persona. Desde la libertad individual de tomar sus propias decisiones generará también una red afectiva propia. Esa autonomía se fomenta desde la participación del niño, niña y adolescente en diferentes áreas de su vida, su familia y su comunidad.

•Validar su identidad desde el respeto y la aceptación de su entorno de la misma. La identidad es el reflejo de la individualidad. Incluye diferentes aspectos: la identidad sexual, la identidad étnica o racial o la identidad religiosa, entre muchos otros. Conforme surge la consciencia individual se va estructurando el autoconcepto de la persona sobre sus habilidades, destrezas o cualidades y una validación emocional de las mismas, a la que llamamos autoestima. Desde ahí se construirá una identidad que debe ser única e integrar la diferencia como un valor positivo, como un aporte a la familia y a la comunidad.

Cuando me refiero a la COMUNIDAD, pienso en una red de personas que construyen relaciones afectivas estables y comparten un lugar de pertenencia. Incorpora a la familia pero va un paso más allá. Hablamos de elegir, construir y cuidar las redes afectivas que sostienen al individuo y le dan su lugar de pertenencia. Me refiero a preservar y fomentar la consciencia de pertenencia.

La comunidad exige asumir la corresponsabilidad en el cuidado del individuo. El cuidado de las personas más débiles de la comunidad no es una responsabilidad exclusiva de sus familias ni del sistema, es una responsabilidad colectiva de la comunidad. Por lo tanto, la comunidad es una red de vínculos afectivos sanos que se relacionan desde la reciprocidad y la corresponsabilidad.

Está construida de dos tipos de relaciones afectivas que forman parte de la cotidianeidad de las personas:

•Las redes familiares, que conservan la historia de vida de la persona y configuran su identidad. Las personas eligen a otras personas con las que generan vínculos afectivos profundos y asumen el compromiso de permanencia. Estas redes familiares van más allá de la familia nuclear e implican romper con el presupuesto de la unión entre la familia y la biología. Pensando en la crianza, lo que convierte a un adulto en figura de apego de un niño o niña es el cuidado cotidiano, asumir su crianza y su seguridad y hacerlo desde un vínculo afectivo profundo. Esta responsabilidad puede asumirse con la misma fuerza aunque no se tenga vínculo biológico alguno con ese niño o niña, como hacen las familias adoptivas y acogedoras o como hace la “tribu” en diferentes lugares del mundo. Ver las redes familiares que van más allá de la familia nuclear es un aspecto especialmente importante en las sociedades donde las familias se han reducido. Las familias extensas, mucho más habituales hace unos años, podían llegar a funcionar como pequeñas comunidades en sí mismas.

•Las redes afectivas más amplias. Son aquellas que se pueden generar desde la pertenencia a un lugar, una actividad o una entidad, entre otras. Redes afectivas en torno al lugar donde se reside, el barrio o el municipio, a valores culturales o religiosos, a entidades sociales, deportivas o en torno a actividades de ocio o al mundo asociativo. Son redes de relaciones interpersonales donde se comparten elementos de la identidad propia: vivencias, experiencias, aficiones, etc. Todas ellas funcionan como redes de pertenencia de la persona.

Por lo tanto, la comunidad se construye si:

•Se crean espacios de relación afectiva entre las personas, espacios compartidos en torno a actividades comunes, sencillas, en las que las personas se prestan ayuda mutua para lograr una mayor eficacia. Esas tareas pueden ir desde las actividades relacionadas con la supervivencia y el cuidado, hasta espacios relacionados con el placer, el disfrute y el ocio.

•Si en el proceso de socialización se plantea a los niños, niñas y adolescentes la comunidad como un valor positivo, un lugar de seguridad y fortaleza. Se les enseña a pedir ayuda cuando se sienten débiles o vulnerables por algún motivo, a lograr mayor eficacia desde el trabajo en grupo o comunitario y a las oportunidades de aprendizaje que supone relacionarse con otras personas, especialmente aquellas que son más diferentes. Por el contrario, si se les educa desde el temor, desde la protección mal entendida, desde el miedo a la diferencia y la necesidad de control, se genera aislamiento social y se coloca a las personas en situación de riesgo.

•Si en ese mismo proceso de socialización, se une el concepto de familia al de red y comunidad, promoviendo habilidades para construir redes afectivas que vayan más allá de las familias y educando en la corresponsabilidad en el cuidado de los más débiles y la reciprocidad como un valor afectivo.

•Si se da una regulación informal, basada en las relaciones afectivas de cuidado mutuo. Las comunidades no están estructuradas en torno a ningún sistema oficial. Las personas asumen esas “reglas no escritas” porque se sienten pertenecientes a la comunidad y afectivamente vinculadas a la misma.

Cuando me refiero al SISTEMA, pienso en las instituciones. No sólo en los gobiernos, sino en todas las instituciones sociales que se crean para organizar y estructurar de forma más eficaz la atención a las necesidades sociales. Pienso en quien legisla, en los ministerios, las organizaciones, las empresas, los medios de comunicación, las multinacionales… Me refiero a estructurar la atención, a preservar y fomentar la consciencia colectiva. El sistema surge cuando:

•La comunidad crece tanto que es difícil atender las necesidades individuales y comunitarias sólo desde las relaciones interpersonales y porque se generan desigualdades estructurales en las comunidades que no pueden ser paliadas y atendidas únicamente desde las relaciones interpersonales.

•Se regula la convivencia a través de instrumentos varios: legislación, normativas e instituciones.

•El sistema requiere especialización: formación, profesionalización e inversión que la posibilite.

•El sistema conlleva dos elementos clave: generar una estructura especializada que conlleva unos costes humanos y económicos de mantenimiento independientes de la necesidad a la que pretende dar respuesta; y generar relaciones de poder que deben ser reguladas con consciencia para que no permitan o legitimen situaciones de abuso de poder, de violencia.

Mi certeza es que para que una sociedad esté sana y permita el desarrollo pleno de las personas debe preservar con estos tres pilares: individuo, comunidad y sistema.

Una mirada al mundo…

Sin embargo, al recorrer casi cuarenta países de cuatro de los cinco continentes, me di cuenta de que en todas las sociedades se había sacrificado de forma significativa uno de los tres pilares, o al menos había carencias muy serias en su desarrollo. Y con cada uno de los pilares que falla, se desarrollan problemáticas diferentes.

En los países del sur de Asia y y del Sudeste Asiático, así como en aquellos que conocí en África, la comunidad es el pilar clave de la sociedad. Es la comunidad la que define la identidad individual de las personas. La pertenencia a la comunidad condiciona el proyecto de vida que desarrollan las personas. Los sistemas tienen un nivel débil de desarrollo, aunque esto varía enormemente de un país a otro, pero en general no tienen la fortaleza suficiente para atender las necesidades individuales de las personas. Este predominio de la comunidad se puede percibir en las costumbres sociales, los ritos de iniciación, incluso en el mismo idioma.

Los países de la región de Latinoamérica y el Caribe la comunidad sigue presente aunque el individuo y su consciencia individual tiene más fuerza. Los conflictos que surgen en esta región y los movimientos sociales y políticos no son tribales ni religiosos, son movimientos que surgen de la consciencia de la injusticia y la desigualdad. Pero también en esta región los sistemas tienen verdaderas dificultades en su implementación y desarrollo y no logran cubrir las necesidades individuales de modo que las comunidades tratan de atender lo que los sistemas no logran cubrir.

Y en Europa y América del Norte la comunidad está muy mermada, por no decir desaparecida. Se establece la relación entre el individuo y el sistema. El individuo demanda al sistema que cubra sus necesidades de forma individual. Las estructuras comunitarias son puntuales, en determinados barrios, o zonas, pero no son generalizadas. En algunos de los países, la familia aún ha podido paliar la ausencia de la comunidad y cubre algunas necesidades de las personas que el sistema no llega a atender: necesidades de cuidados, económicas o de integración social. Pero la transformación de los modelos familiares hacia modelos de familia nuclear está conllevando que la familia esté dejando de poder paliar los efectos de la desaparición de la comunidad.

En todas las sociedades parecemos haber perdido uno de los tres pilares. Y creo de verdad que una sociedad no alcanza su pleno desarrollo si no promueve sus tres pilares.

Cuando el individuo desaparece, se pierde la posibilidad de plena implementación de todos sus derechos humanos fundamentales. Se esfuma la consciencia crítica, el pensamiento divergente, la creatividad y las personas renuncian a su proyecto de vida y a su identidad generando, entre otras muchas problemáticas, problemas de salud mental.

Cuando la comunidad desaparece, la sociedad se vuelve individualista con unos niveles de aislamiento social y exclusión social preocupantes, el cuidado de las personas vulnerables pasa a ser limitado y se pierde calidez humana. Las personas pueden sentir cubiertas sus necesidades básicas y que la soledad les ahogue. Y sin una comunidad fuerte, el sistema no llega a cubrir todas las necesidades individuales porque hay necesidades que tienen que ver con la relación, el cuidado, la cercanía y el afecto que ningún sistema puede cubrir. Pero además, la comunidad permite generar movimientos de cambio, unir a la gente en redes afectivas de apoyo comunes, romper con el miedo y el aislamiento social.

Y si el sistema falla, entonces el bienestar de una sociedad se limita a lo que puede cubrir la comunidad, falta estructura y cobertura de los derechos humanos, falla el sistema de bienestar social al que el sistema permite llegar.

Y en cierto sentido merece la pena cuestionarse la interrelación entre los tres pilares cuando en vez de trabajar para el bienestar común lo hacen para otros intereses. Entonces, ¿al sistema le interesa una comunidad fuerte o prefiere que las personas se mantengan aisladas y sin movilizarse? ¿Y a la comunidad le interesa el pensamiento crítico y divergente del individuo o prefiere la obediencia? ¿Y el individuo está dispuesto a aceptar la corresponsabilidad que supone la comunidad y el costo de mantenimiento del sistema?

Necesitamos los tres pilares para poder garantizar el desarrollo pleno de una persona y de una sociedad, pero cualquiera de esos tres pilares puede fallar, desaparecer o pervertirse. Un sistema sin los mecanismos necesarios de control puede colocarse en una posición de impunidad. Y en ese caso toca recordar el título de aquel libro de Henry Mash que debería ser obligatorio: “Ante todo, no hagas daño”(1). De hecho, una comunidad potente puede y debe producir los cambios necesarios en el sistema y exigir el cumplimiento de sus mecanismos de control.

Asimismo, una comunidad sin un sistema que la complemente y la regule y un individuo consciente y crítico puede anular al individuo, violar sus derechos humanos y convertirse en una trampa de la que el individuo se vea obligado a huir. Y un individuo que pierde o rechaza el sostén afectivo de su comunidad y no encuentra un sistema que e brinde un marco protector puede enfermar y hacerse daño o hacérselo a los demás.

¿Y los tres pilares en el sistema de protección?

Como decía al principio, este sistema de análisis desde los tres pilares lo empleo en el diseño y evaluación de programas de intervención y en la evaluación de cualquier estructura organizativa. El sistema de protección se puede y se debe mirar desde esta perspectiva. A continuación desarrollo algunas preguntas que merece la pena hacerse sobre el sistema de protección analizado desde esta perspectiva. No pretende ser un listado de preguntas exhaustivo, sino una invitación a la reflexión.

¿Quién es el individuo en el sistema de protección? Los niños, niñas y adolescentes. Y si miramos las claves de desarrollo del pilar del individuo…

•¿Podemos decir que en los recursos del sistema de protección se fomenta la conexión interna del niño, niña o adolescente? Yo diría que al contrario. En niños, niñas y adolescentes que vienen en muchos casos ya desconectados fruto de los mecanismos de disociación que tuvieron que poner en marcha para sobrevivir o por las carencias de sus figuras de apego a la hora de ajustarse emocionalmente a ellos, sintonizar y ayudarles a nombrar sus vivencias, ¿trabajamos con programas de estimulación sensoriomotriz que permitan a los niños, niñas y adolescentes reconectarse? ¿Contemplamos el trabajo corporal como elemento de intervención deseable del sistema de protección? ¿Cuidamos los entornos del sistema de protección para que generen conexión interna en los niños, niñas y adolescentes? ¿Formamos a los profesionales en habilidades de mentalización?

•¿Podemos decir que el sistema de protección promueve el protagonismo de los niños, niñas y adolescentes sobre sus propias vidas? Creo que en este sentido se ha avanzado muchos los últimos años, pero es necesario ver hasta qué punto el sistema llega a anular el protagonismo de los niños, niñas y adolescentes. Pensemos en las distintas áreas donde el niño o niña necesita ser protagonista de su propia vida: la vida cotidiana (qué vestir, a qué hora levantarse, si se ducha por la mañana o por la noche…), las decisiones de su propia vida (va o no al campamento, ve o no a sus padres, va a terapia o no…), el protagonismo en la comunidad donde viven (participación en las actividades del barrio, instalaciones, con los vecinos…), el protagonismo sociopolítico y el protagonismo en la evaluación y mejora de los entornos donde viven (¿cuántos recursos evalúan con los niños, niñas y adolescentes su funcionamiento?). Sin participación no hay autonomía, y sin autonomía no se logra el protagonismo sobre la vida propia necesario para cualquier proceso de recuperación. Aunque esta reflexión probablemente sería igual de válida para el nivel de protagonismo que se permite a los niños, niñas y adolescentes que crecen en familias protectoras.

•¿Podemos decir que el sistema de protección respeta y valida la identidad de los niños, niñas y adolescentes? Creo que en este sentido la situación es muy variada. Se ha mejorado mucho en el abordaje de la diversidad en el sistema de protección, se integran las diferentes identidades religiosas, sexuales y étnicas o raciales. Aunque queda mucho que mejorar en este sentido, sólo es necesario pensar en la atención que el sistema brinda a los adolescentes migrantes no acompañados.

¿Trabaja el sistema de protección de forma integrada con la comunidad?

•¿Está el sistema de protección integrado en la comunidad o permanece como un desconocido para la sociedad, funcionando de forma aislada y hacia dentro, llevando a los adolescentes al salir del sistema de protección a una situación de exclusión social?

•¿Realizan las instituciones las medidas necesarias para combatir los estereotipos sociales sobre los niños, niñas y adolescentes del sistema de protección? ¿Existen campañas de sensibilización social que los visibilice de forma positiva?

•¿Se promueven programas de familias colaboradoras que puedan mantener una relación con los niños, niñas y adolescentes sin acogerlos, sacándolos en verano o los fines de semana, etc.?

•¿Se trabaja con los niños, niñas y adolescentes para que vean la comunidad como un recurso, un espacio en el que pedir ayuda?

•¿Pueden ir los niños, niñas y adolescentes a dormir a casas de sus amistades? ¿A fiestas de cumpleaños sin rellenar cuatro formularios por escrito? ¿Pueden venir los amigos del colegio a verles a los centros residenciales?

•¿Se trabaja el acogimiento como una responsabilidad comunitaria? ¿Se entiende que no sólo acoge una familia sino también su comunidad, que el cuidado de estos niños, niñas y adolescentes en situación de desprotección es responsabilidad de toda la comunidad donde viven, de todos nosotros?

•¿Se trabaja el concepto de comunidad más allá de la familia en el sistema de protección? ¿Responde a este enfoque comunitario el abordaje que se hace de la familia biológica dentro del sistema de protección?

No me extiendo en las respuestas a estas preguntas porque están ampliamente desarrolladas en los artículos previos escritos en el marco de “Renovando desde Dentro” por Alberto Rodríguez (2), Javier Múgica (3) y Antonio Ferrandis (4).

Y respecto al pilar del sistema, el sistema de protección es uno de los elementos clave del sistema de cualquier sociedad desarrollada. Sería importante plantearse:

•¿Tiene el sistema de protección recursos suficientes? ¿Cuenta con la especialización adecuada: formación de los profesionales, espacios de supervisión? Desde el momento en que la supervisión solo empieza ahora a ser incorporada como obligatoria en los pliegos de concertación de algunas comunidades autónomas, que las titulaciones necesarias para determinados profesionales del sistema de protección no están reguladas en todos los territorios y que la formación inicial de las profesiones relacionadas con niños, niñas y adolescentes no incluyen todo el tema de protección, puedo responder sin riesgo a equivocarme que no.

•¿Se cumple la legislación que regula el sistema de protección o se aceptan las diversas vulneraciones de la ley sin imponer las sanciones correspondientes? Sólo un dato: más de 1.200 niños y niñas menores de seis años siguen viviendo en centros de protección, aunque la legislación aprobada en 2015 lo prohíbe expresamente para menores de 3 años y recomienda evitarlo para menores de 6 años. Y no ha habido ninguna sanción por ese incumplimiento de la ley. El único avance ha sido que el Plan de Acción y Lucha contra la Explotación Sexual Infantil en los Centros de Acogida aprobado en mayo de 2022 incluye medidas destinadas a solucionar esta situación antes del 2026.

•¿Contempla el sistema de protección las medidas necesarias para el cuidado de su propia estructura: cuidado y formación de los profesionales, actualización y evaluación de los sistemas de trabajo o mantenimiento de entornos e infraestructuras, entre otros? Aunque se está realizando una inversión muy potente en la mejora y actualización de los recursos del sistema de protección, queda mucho por avanzar.

•¿Existen medidas suficientes para regular las relaciones de poder dentro del sistema de protección y erradicar las distintas formas de violencia? Creo que todos los casos que han salido en medios de comunicación en los últimos dos años responderían por mí a esta cuestión.

El sistema de protección no es diferente de cualquier otro sistema que podamos evaluar. Necesita un marco normativo claro y que se cumpla en la práctica, unos sistemas de intervención actualizados, la especialización necesaria y mecanismos externos de control de su funcionamiento.

Una forma de mirar…

Un individuo consciente, una comunidad fuerte y un sistema sólido son condiciones imprescindibles para lograr la plena implementación de los derechos humanos y el desarrollo de sociedades justas que posibiliten vidas plenas a sus ciudadanos. No es que un pilar sea más importante que el otro, es que necesitamos los tres para lograr el desarrollo pleno como personas y como sociedades.

Este esquema es aparentemente sencillo pero, en mi experiencia, de gran calado. Para mí fue especialmente relevante entender lo que pasa cuando falla uno de esos pilares, hacia dónde deriva la sociedad. Y lo he aplicado tanto en la visión sociológica de los lugares en los que he vivido o trabajado como al análisis, evaluación y mejora de sistemas y programas de intervención.

(1) Mash, H. (2016). Ante todo, no hagas daño. Madrid: Salamandra.

(2) Rodríguez González, A. (2022). Las imágenes del acogimiento familiar que merman su desarrollo y la captación de nuevas familias. En el marco de la iniciativa Renovando desde dentro. Siete retos y propuestas de mejora del sistema de protección de la infancia en España.

Recuperado de: https://renovandodentro.wordpress.com/2022/01/19/articulo-4-disenando-la-mesa-del-cambio-que-tipo-de-intervencion-es-mas-eficaz-en-la-reparacion-de-danos-por-desproteccion-infantil-por-alberto-rodriguez/

(3) Múgica Flores, J. J. (2022). Las imágenes del acogimiento familiar que merman su desarrollo y la captación de nuevas familias. En el marco de la iniciativa Renovando desde dentro. Siete retos y propuestas de mejora del sistema de protección de la infancia en España.

Recuperado de: https://renovandodentro.wordpress.com/2022/06/20/articulo-8-las-imagenes-del-acogimiento-familiar-que-merman-su-desarrollo-y-la-captacion-de-nuevas-familias-por-javier-j-mugica-flores/

(4) Ferrandis Torres, A. (2022). La permanencia, todavía una asignatura pendiente. En el marco de la iniciativa Renovando desde dentro. Siete retos y propuestas de mejora del sistema de protección de la infancia en España.

Recuperado de: https://renovandodentro.wordpress.com/2022/10/04/articulo-9-la-permanencia-todavia-una-asignatura-pendiente-por-antonio-ferrandis-torres/