Soy consciente de que las experiencias
que más me han enseñado como persona han sido la crianza de mi hijo y
el fallecimiento de mis padres. Pero si tuviera que añadir una tercera,
sería sin duda los viajes que he tenido el privilegio de realizar por
diferentes continentes para trabajar la prevención de la violencia
contra los niños, niñas y adolescentes en diferentes contextos sociales,
culturales, geográficos y etnográficos.
He tenido el privilegio de conocer
diferentes culturas y pueblos viviendo junto a ellos. He podido
conversar sobre su infancia, su crianza o la forma de relacionarse en
sus familias. No eran viajes de turista, eran encuentros humanos con
personas que de un modo u otro podían contribuir al cambio social
necesario para eliminar el castigo físico a los niños, niñas y
adolescentes. Trabajé con profesionales de la educación, del ámbito
social, del periodismo o de la medicina, entre otros; con políticos y
legisladores y con familias que en lugares lejanos trataban de mejorar
las condiciones de vida de los niños, niñas y adolescentes en sus
comunidades.
Aquellas experiencias generaron en mí
una mirada asombrada, pequeña y humilde hacia el ser humano. Una mirada
que ha marcado en gran medida mi desarrollo profesional. Aprendí
infinidad de cosas, pero sobre todo quedó dentro de mí la certeza de lo
que trasciende a lo cultural en el ser humano. Y quiero quedarme con dos
aspectos que trascienden lo cultural:
•La universalidad del desarrollo
afectivo. Darse cuenta de que el ser humano es un ser en relación, que
se crea desde un “otro” y para un “otro”. La necesidad básica, primaria y
universal del ser humano es el apego: tener alguien que le cuide y le
proteja. Y aprendí a valorar en su justa medida la fuerza de esa
necesidad. El apego no es una cuestión de amor, sino de seguridad,
vinculada a la supervivencia misma. Es el cuidado del otro el que va a
permitir sobrevivir a la persona porque le dará de comer, le tapará
cuando haga frío, etc. Conseguir esa persona que le cuide, la figura de
apego, no es una necesidad afectiva sólo, es la única posibilidad de
sobrevivir. Por eso las personas van a preferir tener una mala familia a
no tener familia. La herida mayor que puede recibir un niño, niña o
adolescente es el abandono. La soledad es el mayor temor de las personas
a cualquier edad pero de niño, de niña, el abandono genera terror. El
terror que llega cuando ve amenazada su subsistencia sin ser todavía
suficientemente autónomo para conseguirlo por sí mismo. Y eso no depende
de la cultura donde nacemos. Es algo universal.
•El abuso de poder como la clave para
comprender la violencia en cualquiera de sus formas y en cualquier
escenario donde tiene lugar. No se es violento con quien se quiere sino
con quien se puede. Cualquier forma de violencia es posible porque
existe una relación de poder. Era interesante que, fuera donde fuera,
todo el mundo me decía que el castigo físico a los niños, niñas y
adolescentes era imposible de erradicar porque era parte de su cultura.
Pero no era así. El castigo físico era parte de la crianza en todas y
cada una de las culturas donde trabajé. Y se da porque los niños, niñas y
adolescentes son el eslabón más débil de cualquier sociedad. Se les
pega porque se puede. Se puede porque son más débiles físicamente,
porque quieren a los adultos y dependen de ellos, porque no pueden
sobrevivir solos, porque la sociedad legitima el castigo y les da la
autoridad a las familias para aplicarlo, porque la ley lo permite… Se
puede por varios factores relacionados entre sí.
Pero también de aquel aprendizaje
surgió un esquema que quiero desarrollar en este artículo, tanto en lo
general como en lo referente al sistema de protección. Un esquema que me
ha permitido estructurar programas de intervención, analizar y evaluar
diferentes problemáticas sociales y comprender la parte sistémica del
ser humano en la intervención terapéutica, entre otras muchas cosas.
Individuo, comunidad y sistema
Para que una sociedad se desarrolle de
forma positiva, necesita preservar estos tres pilares: el individuo, la
comunidad y el sistema.
Cuando me refiero al INDIVIDUO, pienso
en la persona, en cada uno de nosotros y nosotras. Me refiero a
preservar y promover la consciencia individual. Esto se logra si en su
proceso de socialización la persona puede:
•Fortalecer su conexión interna con
sus propias sensaciones corporales, vivencias emocionales y
pensamientos, de forma que puedan construir un psiquismo en el que los
tres niveles de procesamiento, somatosensorial, emocional y racional,
sean integrados. Esta conexión interna se genera desde la relación con
las figuras de apego. Son ellas quienes nombran las cosas: “Esto es una
mesa”; las sensaciones: “Tienes frío, ¿verdad?” y las emociones: “Estás
contento”. Dan significado a las sensaciones corporales y vivencias
emocionales del bebé, enseñándole a reconocerlas y legitimarlas
(mentalización). Si ese proceso se realiza de forma errónea, parte de
esa vivencia interna del niño o niña queda sin ser integrada o nombrada,
queda disociada. Esto puede ocurrir por la falta de escucha, conexión y
ajuste de la figura de apego a las señales que emite el bebé, o bien
porque la figura de apego adjudica a esas señales significados erróneos
más vinculados a su propia vivencia que a la del bebé.
•Lograr la autonomía suficiente para
ser protagonista de su propia vida, generando un proyecto de vida propio
que puede coincidir, o no, con el que sus figuras parentales y su
comunidad haya definido para esa persona. Desde la libertad individual
de tomar sus propias decisiones generará también una red afectiva
propia. Esa autonomía se fomenta desde la participación del niño, niña y
adolescente en diferentes áreas de su vida, su familia y su comunidad.
•Validar su identidad desde el respeto
y la aceptación de su entorno de la misma. La identidad es el reflejo
de la individualidad. Incluye diferentes aspectos: la identidad sexual,
la identidad étnica o racial o la identidad religiosa, entre muchos
otros. Conforme surge la consciencia individual se va estructurando el
autoconcepto de la persona sobre sus habilidades, destrezas o cualidades
y una validación emocional de las mismas, a la que llamamos autoestima.
Desde ahí se construirá una identidad que debe ser única e integrar la
diferencia como un valor positivo, como un aporte a la familia y a la
comunidad.
Cuando me refiero a la COMUNIDAD,
pienso en una red de personas que construyen relaciones afectivas
estables y comparten un lugar de pertenencia. Incorpora a la familia
pero va un paso más allá. Hablamos de elegir, construir y cuidar las
redes afectivas que sostienen al individuo y le dan su lugar de
pertenencia. Me refiero a preservar y fomentar la consciencia de
pertenencia.
La comunidad exige asumir la
corresponsabilidad en el cuidado del individuo. El cuidado de las
personas más débiles de la comunidad no es una responsabilidad exclusiva
de sus familias ni del sistema, es una responsabilidad colectiva de la
comunidad. Por lo tanto, la comunidad es una red de vínculos afectivos
sanos que se relacionan desde la reciprocidad y la corresponsabilidad.
Está construida de dos tipos de relaciones afectivas que forman parte de la cotidianeidad de las personas:
•Las redes familiares, que conservan
la historia de vida de la persona y configuran su identidad. Las
personas eligen a otras personas con las que generan vínculos afectivos
profundos y asumen el compromiso de permanencia. Estas redes familiares
van más allá de la familia nuclear e implican romper con el presupuesto
de la unión entre la familia y la biología. Pensando en la crianza, lo
que convierte a un adulto en figura de apego de un niño o niña es el
cuidado cotidiano, asumir su crianza y su seguridad y hacerlo desde un
vínculo afectivo profundo. Esta responsabilidad puede asumirse con la
misma fuerza aunque no se tenga vínculo biológico alguno con ese niño o
niña, como hacen las familias adoptivas y acogedoras o como hace la
“tribu” en diferentes lugares del mundo. Ver las redes familiares que
van más allá de la familia nuclear es un aspecto especialmente
importante en las sociedades donde las familias se han reducido. Las
familias extensas, mucho más habituales hace unos años, podían llegar a
funcionar como pequeñas comunidades en sí mismas.
•Las redes afectivas más amplias. Son
aquellas que se pueden generar desde la pertenencia a un lugar, una
actividad o una entidad, entre otras. Redes afectivas en torno al lugar
donde se reside, el barrio o el municipio, a valores culturales o
religiosos, a entidades sociales, deportivas o en torno a actividades de
ocio o al mundo asociativo. Son redes de relaciones interpersonales
donde se comparten elementos de la identidad propia: vivencias,
experiencias, aficiones, etc. Todas ellas funcionan como redes de
pertenencia de la persona.
Por lo tanto, la comunidad se construye si:
•Se crean espacios de relación
afectiva entre las personas, espacios compartidos en torno a actividades
comunes, sencillas, en las que las personas se prestan ayuda mutua para
lograr una mayor eficacia. Esas tareas pueden ir desde las actividades
relacionadas con la supervivencia y el cuidado, hasta espacios
relacionados con el placer, el disfrute y el ocio.
•Si en el proceso de socialización se
plantea a los niños, niñas y adolescentes la comunidad como un valor
positivo, un lugar de seguridad y fortaleza. Se les enseña a pedir ayuda
cuando se sienten débiles o vulnerables por algún motivo, a lograr
mayor eficacia desde el trabajo en grupo o comunitario y a las
oportunidades de aprendizaje que supone relacionarse con otras personas,
especialmente aquellas que son más diferentes. Por el contrario, si se
les educa desde el temor, desde la protección mal entendida, desde el
miedo a la diferencia y la necesidad de control, se genera aislamiento
social y se coloca a las personas en situación de riesgo.
•Si en ese mismo proceso de
socialización, se une el concepto de familia al de red y comunidad,
promoviendo habilidades para construir redes afectivas que vayan más
allá de las familias y educando en la corresponsabilidad en el cuidado
de los más débiles y la reciprocidad como un valor afectivo.
•Si se da una regulación informal,
basada en las relaciones afectivas de cuidado mutuo. Las comunidades no
están estructuradas en torno a ningún sistema oficial. Las personas
asumen esas “reglas no escritas” porque se sienten pertenecientes a la
comunidad y afectivamente vinculadas a la misma.
Cuando me refiero al SISTEMA, pienso
en las instituciones. No sólo en los gobiernos, sino en todas las
instituciones sociales que se crean para organizar y estructurar de
forma más eficaz la atención a las necesidades sociales. Pienso en quien
legisla, en los ministerios, las organizaciones, las empresas, los
medios de comunicación, las multinacionales… Me refiero a estructurar la
atención, a preservar y fomentar la consciencia colectiva. El sistema
surge cuando:
•La comunidad crece tanto que es
difícil atender las necesidades individuales y comunitarias sólo desde
las relaciones interpersonales y porque se generan desigualdades
estructurales en las comunidades que no pueden ser paliadas y atendidas
únicamente desde las relaciones interpersonales.
•Se regula la convivencia a través de instrumentos varios: legislación, normativas e instituciones.
•El sistema requiere especialización: formación, profesionalización e inversión que la posibilite.
•El sistema conlleva dos elementos
clave: generar una estructura especializada que conlleva unos costes
humanos y económicos de mantenimiento independientes de la necesidad a
la que pretende dar respuesta; y generar relaciones de poder que deben
ser reguladas con consciencia para que no permitan o legitimen
situaciones de abuso de poder, de violencia.
Mi certeza es que para que una
sociedad esté sana y permita el desarrollo pleno de las personas debe
preservar con estos tres pilares: individuo, comunidad y sistema.
Una mirada al mundo…
Sin embargo, al recorrer casi cuarenta
países de cuatro de los cinco continentes, me di cuenta de que en todas
las sociedades se había sacrificado de forma significativa uno de los
tres pilares, o al menos había carencias muy serias en su desarrollo. Y
con cada uno de los pilares que falla, se desarrollan problemáticas
diferentes.
En los países del sur de Asia y y del
Sudeste Asiático, así como en aquellos que conocí en África, la
comunidad es el pilar clave de la sociedad. Es la comunidad la que
define la identidad individual de las personas. La pertenencia a la
comunidad condiciona el proyecto de vida que desarrollan las personas.
Los sistemas tienen un nivel débil de desarrollo, aunque esto varía
enormemente de un país a otro, pero en general no tienen la fortaleza
suficiente para atender las necesidades individuales de las personas.
Este predominio de la comunidad se puede percibir en las costumbres
sociales, los ritos de iniciación, incluso en el mismo idioma.
Los países de la región de
Latinoamérica y el Caribe la comunidad sigue presente aunque el
individuo y su consciencia individual tiene más fuerza. Los conflictos
que surgen en esta región y los movimientos sociales y políticos no son
tribales ni religiosos, son movimientos que surgen de la consciencia de
la injusticia y la desigualdad. Pero también en esta región los sistemas
tienen verdaderas dificultades en su implementación y desarrollo y no
logran cubrir las necesidades individuales de modo que las comunidades
tratan de atender lo que los sistemas no logran cubrir.
Y en Europa y América del Norte la
comunidad está muy mermada, por no decir desaparecida. Se establece la
relación entre el individuo y el sistema. El individuo demanda al
sistema que cubra sus necesidades de forma individual. Las estructuras
comunitarias son puntuales, en determinados barrios, o zonas, pero no
son generalizadas. En algunos de los países, la familia aún ha podido
paliar la ausencia de la comunidad y cubre algunas necesidades de las
personas que el sistema no llega a atender: necesidades de cuidados,
económicas o de integración social. Pero la transformación de los
modelos familiares hacia modelos de familia nuclear está conllevando que
la familia esté dejando de poder paliar los efectos de la desaparición
de la comunidad.
En todas las sociedades parecemos
haber perdido uno de los tres pilares. Y creo de verdad que una sociedad
no alcanza su pleno desarrollo si no promueve sus tres pilares.
Cuando el individuo desaparece, se
pierde la posibilidad de plena implementación de todos sus derechos
humanos fundamentales. Se esfuma la consciencia crítica, el pensamiento
divergente, la creatividad y las personas renuncian a su proyecto de
vida y a su identidad generando, entre otras muchas problemáticas,
problemas de salud mental.
Cuando la comunidad desaparece, la
sociedad se vuelve individualista con unos niveles de aislamiento social
y exclusión social preocupantes, el cuidado de las personas vulnerables
pasa a ser limitado y se pierde calidez humana. Las personas pueden
sentir cubiertas sus necesidades básicas y que la soledad les ahogue. Y
sin una comunidad fuerte, el sistema no llega a cubrir todas las
necesidades individuales porque hay necesidades que tienen que ver con
la relación, el cuidado, la cercanía y el afecto que ningún sistema
puede cubrir. Pero además, la comunidad permite generar movimientos de
cambio, unir a la gente en redes afectivas de apoyo comunes, romper con
el miedo y el aislamiento social.
Y si el sistema falla, entonces el
bienestar de una sociedad se limita a lo que puede cubrir la comunidad,
falta estructura y cobertura de los derechos humanos, falla el sistema
de bienestar social al que el sistema permite llegar.
Y en cierto sentido merece la pena
cuestionarse la interrelación entre los tres pilares cuando en vez de
trabajar para el bienestar común lo hacen para otros intereses.
Entonces, ¿al sistema le interesa una comunidad fuerte o prefiere que
las personas se mantengan aisladas y sin movilizarse? ¿Y a la comunidad
le interesa el pensamiento crítico y divergente del individuo o prefiere
la obediencia? ¿Y el individuo está dispuesto a aceptar la
corresponsabilidad que supone la comunidad y el costo de mantenimiento
del sistema?
Necesitamos los tres pilares para
poder garantizar el desarrollo pleno de una persona y de una sociedad,
pero cualquiera de esos tres pilares puede fallar, desaparecer o
pervertirse. Un sistema sin los mecanismos necesarios de control puede
colocarse en una posición de impunidad. Y en ese caso toca recordar el
título de aquel libro de Henry Mash que debería ser obligatorio: “Ante
todo, no hagas daño”(1). De hecho, una comunidad potente puede y debe
producir los cambios necesarios en el sistema y exigir el cumplimiento
de sus mecanismos de control.
Asimismo, una comunidad sin un sistema
que la complemente y la regule y un individuo consciente y crítico
puede anular al individuo, violar sus derechos humanos y convertirse en
una trampa de la que el individuo se vea obligado a huir. Y un individuo
que pierde o rechaza el sostén afectivo de su comunidad y no encuentra
un sistema que e brinde un marco protector puede enfermar y hacerse daño
o hacérselo a los demás.
¿Y los tres pilares en el sistema de protección?
Como decía al principio, este sistema
de análisis desde los tres pilares lo empleo en el diseño y evaluación
de programas de intervención y en la evaluación de cualquier estructura
organizativa. El sistema de protección se puede y se debe mirar desde
esta perspectiva. A continuación desarrollo algunas preguntas que merece
la pena hacerse sobre el sistema de protección analizado desde esta
perspectiva. No pretende ser un listado de preguntas exhaustivo, sino
una invitación a la reflexión.
¿Quién es el individuo en el sistema
de protección? Los niños, niñas y adolescentes. Y si miramos las claves
de desarrollo del pilar del individuo…
•¿Podemos decir que en los recursos
del sistema de protección se fomenta la conexión interna del niño, niña o
adolescente? Yo diría que al contrario. En niños, niñas y adolescentes
que vienen en muchos casos ya desconectados fruto de los mecanismos de
disociación que tuvieron que poner en marcha para sobrevivir o por las
carencias de sus figuras de apego a la hora de ajustarse emocionalmente a
ellos, sintonizar y ayudarles a nombrar sus vivencias, ¿trabajamos con
programas de estimulación sensoriomotriz que permitan a los niños, niñas
y adolescentes reconectarse? ¿Contemplamos el trabajo corporal como
elemento de intervención deseable del sistema de protección? ¿Cuidamos
los entornos del sistema de protección para que generen conexión interna
en los niños, niñas y adolescentes? ¿Formamos a los profesionales en
habilidades de mentalización?
•¿Podemos decir que el sistema de
protección promueve el protagonismo de los niños, niñas y adolescentes
sobre sus propias vidas? Creo que en este sentido se ha avanzado muchos
los últimos años, pero es necesario ver hasta qué punto el sistema llega
a anular el protagonismo de los niños, niñas y adolescentes. Pensemos
en las distintas áreas donde el niño o niña necesita ser protagonista de
su propia vida: la vida cotidiana (qué vestir, a qué hora levantarse,
si se ducha por la mañana o por la noche…), las decisiones de su propia
vida (va o no al campamento, ve o no a sus padres, va a terapia o no…),
el protagonismo en la comunidad donde viven (participación en las
actividades del barrio, instalaciones, con los vecinos…), el
protagonismo sociopolítico y el protagonismo en la evaluación y mejora
de los entornos donde viven (¿cuántos recursos evalúan con los niños,
niñas y adolescentes su funcionamiento?). Sin participación no hay
autonomía, y sin autonomía no se logra el protagonismo sobre la vida
propia necesario para cualquier proceso de recuperación. Aunque esta
reflexión probablemente sería igual de válida para el nivel de
protagonismo que se permite a los niños, niñas y adolescentes que crecen
en familias protectoras.
•¿Podemos decir que el sistema de
protección respeta y valida la identidad de los niños, niñas y
adolescentes? Creo que en este sentido la situación es muy variada. Se
ha mejorado mucho en el abordaje de la diversidad en el sistema de
protección, se integran las diferentes identidades religiosas, sexuales y
étnicas o raciales. Aunque queda mucho que mejorar en este sentido,
sólo es necesario pensar en la atención que el sistema brinda a los
adolescentes migrantes no acompañados.
¿Trabaja el sistema de protección de forma integrada con la comunidad?
•¿Está el sistema de protección
integrado en la comunidad o permanece como un desconocido para la
sociedad, funcionando de forma aislada y hacia dentro, llevando a los
adolescentes al salir del sistema de protección a una situación de
exclusión social?
•¿Realizan las instituciones las
medidas necesarias para combatir los estereotipos sociales sobre los
niños, niñas y adolescentes del sistema de protección? ¿Existen campañas
de sensibilización social que los visibilice de forma positiva?
•¿Se promueven programas de familias
colaboradoras que puedan mantener una relación con los niños, niñas y
adolescentes sin acogerlos, sacándolos en verano o los fines de semana,
etc.?
•¿Se trabaja con los niños, niñas y adolescentes para que vean la comunidad como un recurso, un espacio en el que pedir ayuda?
•¿Pueden ir los niños, niñas y
adolescentes a dormir a casas de sus amistades? ¿A fiestas de cumpleaños
sin rellenar cuatro formularios por escrito? ¿Pueden venir los amigos
del colegio a verles a los centros residenciales?
•¿Se trabaja el acogimiento como una
responsabilidad comunitaria? ¿Se entiende que no sólo acoge una familia
sino también su comunidad, que el cuidado de estos niños, niñas y
adolescentes en situación de desprotección es responsabilidad de toda la
comunidad donde viven, de todos nosotros?
•¿Se trabaja el concepto de comunidad
más allá de la familia en el sistema de protección? ¿Responde a este
enfoque comunitario el abordaje que se hace de la familia biológica
dentro del sistema de protección?
No me extiendo en las respuestas a
estas preguntas porque están ampliamente desarrolladas en los artículos
previos escritos en el marco de “Renovando desde Dentro” por Alberto
Rodríguez (2), Javier Múgica (3) y Antonio Ferrandis (4).
Y respecto al pilar del sistema, el
sistema de protección es uno de los elementos clave del sistema de
cualquier sociedad desarrollada. Sería importante plantearse:
•¿Tiene el sistema de protección
recursos suficientes? ¿Cuenta con la especialización adecuada: formación
de los profesionales, espacios de supervisión? Desde el momento en que
la supervisión solo empieza ahora a ser incorporada como obligatoria en
los pliegos de concertación de algunas comunidades autónomas, que las
titulaciones necesarias para determinados profesionales del sistema de
protección no están reguladas en todos los territorios y que la
formación inicial de las profesiones relacionadas con niños, niñas y
adolescentes no incluyen todo el tema de protección, puedo responder sin
riesgo a equivocarme que no.
•¿Se cumple la legislación que regula
el sistema de protección o se aceptan las diversas vulneraciones de la
ley sin imponer las sanciones correspondientes? Sólo un dato: más de
1.200 niños y niñas menores de seis años siguen viviendo en centros de
protección, aunque la legislación aprobada en 2015 lo prohíbe
expresamente para menores de 3 años y recomienda evitarlo para menores
de 6 años. Y no ha habido ninguna sanción por ese incumplimiento de la
ley. El único avance ha sido que el Plan de Acción y Lucha contra la
Explotación Sexual Infantil en los Centros de Acogida aprobado en mayo
de 2022 incluye medidas destinadas a solucionar esta situación antes del
2026.
•¿Contempla el sistema de protección
las medidas necesarias para el cuidado de su propia estructura: cuidado y
formación de los profesionales, actualización y evaluación de los
sistemas de trabajo o mantenimiento de entornos e infraestructuras,
entre otros? Aunque se está realizando una inversión muy potente en la
mejora y actualización de los recursos del sistema de protección, queda
mucho por avanzar.
•¿Existen medidas suficientes para
regular las relaciones de poder dentro del sistema de protección y
erradicar las distintas formas de violencia? Creo que todos los casos
que han salido en medios de comunicación en los últimos dos años
responderían por mí a esta cuestión.
El sistema de protección no es
diferente de cualquier otro sistema que podamos evaluar. Necesita un
marco normativo claro y que se cumpla en la práctica, unos sistemas de
intervención actualizados, la especialización necesaria y mecanismos
externos de control de su funcionamiento.
Una forma de mirar…
Un individuo consciente, una comunidad
fuerte y un sistema sólido son condiciones imprescindibles para lograr
la plena implementación de los derechos humanos y el desarrollo de
sociedades justas que posibiliten vidas plenas a sus ciudadanos. No es
que un pilar sea más importante que el otro, es que necesitamos los tres
para lograr el desarrollo pleno como personas y como sociedades.
Este esquema es aparentemente sencillo
pero, en mi experiencia, de gran calado. Para mí fue especialmente
relevante entender lo que pasa cuando falla uno de esos pilares, hacia
dónde deriva la sociedad. Y lo he aplicado tanto en la visión
sociológica de los lugares en los que he vivido o trabajado como al
análisis, evaluación y mejora de sistemas y programas de intervención.
(1) Mash, H. (2016). Ante todo, no hagas daño. Madrid: Salamandra.
(2) Rodríguez González, A. (2022). Las
imágenes del acogimiento familiar que merman su desarrollo y la
captación de nuevas familias. En el marco de la iniciativa Renovando
desde dentro. Siete retos y propuestas de mejora del sistema de
protección de la infancia en España.
Recuperado de: https://renovandodentro.wordpress.com/2022/01/19/articulo-4-disenando-la-mesa-del-cambio-que-tipo-de-intervencion-es-mas-eficaz-en-la-reparacion-de-danos-por-desproteccion-infantil-por-alberto-rodriguez/
(3) Múgica Flores, J. J. (2022). Las
imágenes del acogimiento familiar que merman su desarrollo y la
captación de nuevas familias. En el marco de la iniciativa Renovando
desde dentro. Siete retos y propuestas de mejora del sistema de
protección de la infancia en España.
Recuperado de: https://renovandodentro.wordpress.com/2022/06/20/articulo-8-las-imagenes-del-acogimiento-familiar-que-merman-su-desarrollo-y-la-captacion-de-nuevas-familias-por-javier-j-mugica-flores/
(4) Ferrandis Torres, A. (2022). La
permanencia, todavía una asignatura pendiente. En el marco de la
iniciativa Renovando desde dentro. Siete retos y propuestas de mejora
del sistema de protección de la infancia en España.
Recuperado de: https://renovandodentro.wordpress.com/2022/10/04/articulo-9-la-permanencia-todavia-una-asignatura-pendiente-por-antonio-ferrandis-torres/