Soy consciente de que las experiencias que más me han enseñado como persona han sido la crianza de mi hijo y el fallecimiento de mis padres. Pero si tuviera que añadir una tercera, sería sin duda los viajes que he tenido el privilegio de realizar por diferentes continentes para trabajar la prevención de la violencia contra los niños, niñas y adolescentes en diferentes contextos sociales, culturales, geográficos y etnográficos.
He tenido el privilegio de conocer diferentes culturas y pueblos viviendo junto a ellos. He podido conversar sobre su infancia, su crianza o la forma de relacionarse en sus familias. No eran viajes de turista, eran encuentros humanos con personas que de un modo u otro podían contribuir al cambio social necesario para eliminar el castigo físico a los niños, niñas y adolescentes. Trabajé con profesionales de la educación, del ámbito social, del periodismo o de la medicina, entre otros; con políticos y legisladores y con familias que en lugares lejanos trataban de mejorar las condiciones de vida de los niños, niñas y adolescentes en sus comunidades.
Aquellas experiencias generaron en mí una mirada asombrada, pequeña y humilde hacia el ser humano. Una mirada que ha marcado en gran medida mi desarrollo profesional. Aprendí infinidad de cosas, pero sobre todo quedó dentro de mí la certeza de lo que trasciende a lo cultural en el ser humano. Y quiero quedarme con dos aspectos que trascienden lo cultural:
•La universalidad del desarrollo afectivo. Darse cuenta de que el ser humano es un ser en relación, que se crea desde un “otro” y para un “otro”. La necesidad básica, primaria y universal del ser humano es el apego: tener alguien que le cuide y le proteja. Y aprendí a valorar en su justa medida la fuerza de esa necesidad. El apego no es una cuestión de amor, sino de seguridad, vinculada a la supervivencia misma. Es el cuidado del otro el que va a permitir sobrevivir a la persona porque le dará de comer, le tapará cuando haga frío, etc. Conseguir esa persona que le cuide, la figura de apego, no es una necesidad afectiva sólo, es la única posibilidad de sobrevivir. Por eso las personas van a preferir tener una mala familia a no tener familia. La herida mayor que puede recibir un niño, niña o adolescente es el abandono. La soledad es el mayor temor de las personas a cualquier edad pero de niño, de niña, el abandono genera terror. El terror que llega cuando ve amenazada su subsistencia sin ser todavía suficientemente autónomo para conseguirlo por sí mismo. Y eso no depende de la cultura donde nacemos. Es algo universal.
•El abuso de poder como la clave para comprender la violencia en cualquiera de sus formas y en cualquier escenario donde tiene lugar. No se es violento con quien se quiere sino con quien se puede. Cualquier forma de violencia es posible porque existe una relación de poder. Era interesante que, fuera donde fuera, todo el mundo me decía que el castigo físico a los niños, niñas y adolescentes era imposible de erradicar porque era parte de su cultura. Pero no era así. El castigo físico era parte de la crianza en todas y cada una de las culturas donde trabajé. Y se da porque los niños, niñas y adolescentes son el eslabón más débil de cualquier sociedad. Se les pega porque se puede. Se puede porque son más débiles físicamente, porque quieren a los adultos y dependen de ellos, porque no pueden sobrevivir solos, porque la sociedad legitima el castigo y les da la autoridad a las familias para aplicarlo, porque la ley lo permite… Se puede por varios factores relacionados entre sí.
Pero también de aquel aprendizaje surgió un esquema que quiero desarrollar en este artículo, tanto en lo general como en lo referente al sistema de protección. Un esquema que me ha permitido estructurar programas de intervención, analizar y evaluar diferentes problemáticas sociales y comprender la parte sistémica del ser humano en la intervención terapéutica, entre otras muchas cosas.
Individuo, comunidad y sistema
Para que una sociedad se desarrolle de forma positiva, necesita preservar estos tres pilares: el individuo, la comunidad y el sistema.
Cuando me refiero al INDIVIDUO, pienso en la persona, en cada uno de nosotros y nosotras. Me refiero a preservar y promover la consciencia individual. Esto se logra si en su proceso de socialización la persona puede:
•Fortalecer su conexión interna con sus propias sensaciones corporales, vivencias emocionales y pensamientos, de forma que puedan construir un psiquismo en el que los tres niveles de procesamiento, somatosensorial, emocional y racional, sean integrados. Esta conexión interna se genera desde la relación con las figuras de apego. Son ellas quienes nombran las cosas: “Esto es una mesa”; las sensaciones: “Tienes frío, ¿verdad?” y las emociones: “Estás contento”. Dan significado a las sensaciones corporales y vivencias emocionales del bebé, enseñándole a reconocerlas y legitimarlas (mentalización). Si ese proceso se realiza de forma errónea, parte de esa vivencia interna del niño o niña queda sin ser integrada o nombrada, queda disociada. Esto puede ocurrir por la falta de escucha, conexión y ajuste de la figura de apego a las señales que emite el bebé, o bien porque la figura de apego adjudica a esas señales significados erróneos más vinculados a su propia vivencia que a la del bebé.
•Lograr la autonomía suficiente para ser protagonista de su propia vida, generando un proyecto de vida propio que puede coincidir, o no, con el que sus figuras parentales y su comunidad haya definido para esa persona. Desde la libertad individual de tomar sus propias decisiones generará también una red afectiva propia. Esa autonomía se fomenta desde la participación del niño, niña y adolescente en diferentes áreas de su vida, su familia y su comunidad.
•Validar su identidad desde el respeto y la aceptación de su entorno de la misma. La identidad es el reflejo de la individualidad. Incluye diferentes aspectos: la identidad sexual, la identidad étnica o racial o la identidad religiosa, entre muchos otros. Conforme surge la consciencia individual se va estructurando el autoconcepto de la persona sobre sus habilidades, destrezas o cualidades y una validación emocional de las mismas, a la que llamamos autoestima. Desde ahí se construirá una identidad que debe ser única e integrar la diferencia como un valor positivo, como un aporte a la familia y a la comunidad.
Cuando me refiero a la COMUNIDAD, pienso en una red de personas que construyen relaciones afectivas estables y comparten un lugar de pertenencia. Incorpora a la familia pero va un paso más allá. Hablamos de elegir, construir y cuidar las redes afectivas que sostienen al individuo y le dan su lugar de pertenencia. Me refiero a preservar y fomentar la consciencia de pertenencia.
La comunidad exige asumir la corresponsabilidad en el cuidado del individuo. El cuidado de las personas más débiles de la comunidad no es una responsabilidad exclusiva de sus familias ni del sistema, es una responsabilidad colectiva de la comunidad. Por lo tanto, la comunidad es una red de vínculos afectivos sanos que se relacionan desde la reciprocidad y la corresponsabilidad.
Está construida de dos tipos de relaciones afectivas que forman parte de la cotidianeidad de las personas:
•Las redes familiares, que conservan la historia de vida de la persona y configuran su identidad. Las personas eligen a otras personas con las que generan vínculos afectivos profundos y asumen el compromiso de permanencia. Estas redes familiares van más allá de la familia nuclear e implican romper con el presupuesto de la unión entre la familia y la biología. Pensando en la crianza, lo que convierte a un adulto en figura de apego de un niño o niña es el cuidado cotidiano, asumir su crianza y su seguridad y hacerlo desde un vínculo afectivo profundo. Esta responsabilidad puede asumirse con la misma fuerza aunque no se tenga vínculo biológico alguno con ese niño o niña, como hacen las familias adoptivas y acogedoras o como hace la “tribu” en diferentes lugares del mundo. Ver las redes familiares que van más allá de la familia nuclear es un aspecto especialmente importante en las sociedades donde las familias se han reducido. Las familias extensas, mucho más habituales hace unos años, podían llegar a funcionar como pequeñas comunidades en sí mismas.
•Las redes afectivas más amplias. Son aquellas que se pueden generar desde la pertenencia a un lugar, una actividad o una entidad, entre otras. Redes afectivas en torno al lugar donde se reside, el barrio o el municipio, a valores culturales o religiosos, a entidades sociales, deportivas o en torno a actividades de ocio o al mundo asociativo. Son redes de relaciones interpersonales donde se comparten elementos de la identidad propia: vivencias, experiencias, aficiones, etc. Todas ellas funcionan como redes de pertenencia de la persona.
Por lo tanto, la comunidad se construye si:
•Se crean espacios de relación afectiva entre las personas, espacios compartidos en torno a actividades comunes, sencillas, en las que las personas se prestan ayuda mutua para lograr una mayor eficacia. Esas tareas pueden ir desde las actividades relacionadas con la supervivencia y el cuidado, hasta espacios relacionados con el placer, el disfrute y el ocio.
•Si en el proceso de socialización se plantea a los niños, niñas y adolescentes la comunidad como un valor positivo, un lugar de seguridad y fortaleza. Se les enseña a pedir ayuda cuando se sienten débiles o vulnerables por algún motivo, a lograr mayor eficacia desde el trabajo en grupo o comunitario y a las oportunidades de aprendizaje que supone relacionarse con otras personas, especialmente aquellas que son más diferentes. Por el contrario, si se les educa desde el temor, desde la protección mal entendida, desde el miedo a la diferencia y la necesidad de control, se genera aislamiento social y se coloca a las personas en situación de riesgo.
•Si en ese mismo proceso de socialización, se une el concepto de familia al de red y comunidad, promoviendo habilidades para construir redes afectivas que vayan más allá de las familias y educando en la corresponsabilidad en el cuidado de los más débiles y la reciprocidad como un valor afectivo.
•Si se da una regulación informal, basada en las relaciones afectivas de cuidado mutuo. Las comunidades no están estructuradas en torno a ningún sistema oficial. Las personas asumen esas “reglas no escritas” porque se sienten pertenecientes a la comunidad y afectivamente vinculadas a la misma.
Cuando me refiero al SISTEMA, pienso en las instituciones. No sólo en los gobiernos, sino en todas las instituciones sociales que se crean para organizar y estructurar de forma más eficaz la atención a las necesidades sociales. Pienso en quien legisla, en los ministerios, las organizaciones, las empresas, los medios de comunicación, las multinacionales… Me refiero a estructurar la atención, a preservar y fomentar la consciencia colectiva. El sistema surge cuando:
•La comunidad crece tanto que es difícil atender las necesidades individuales y comunitarias sólo desde las relaciones interpersonales y porque se generan desigualdades estructurales en las comunidades que no pueden ser paliadas y atendidas únicamente desde las relaciones interpersonales.
•Se regula la convivencia a través de instrumentos varios: legislación, normativas e instituciones.
•El sistema requiere especialización: formación, profesionalización e inversión que la posibilite.
•El sistema conlleva dos elementos clave: generar una estructura especializada que conlleva unos costes humanos y económicos de mantenimiento independientes de la necesidad a la que pretende dar respuesta; y generar relaciones de poder que deben ser reguladas con consciencia para que no permitan o legitimen situaciones de abuso de poder, de violencia.
Mi certeza es que para que una sociedad esté sana y permita el desarrollo pleno de las personas debe preservar con estos tres pilares: individuo, comunidad y sistema.
Una mirada al mundo…
Sin embargo, al recorrer casi cuarenta países de cuatro de los cinco continentes, me di cuenta de que en todas las sociedades se había sacrificado de forma significativa uno de los tres pilares, o al menos había carencias muy serias en su desarrollo. Y con cada uno de los pilares que falla, se desarrollan problemáticas diferentes.
En los países del sur de Asia y y del Sudeste Asiático, así como en aquellos que conocí en África, la comunidad es el pilar clave de la sociedad. Es la comunidad la que define la identidad individual de las personas. La pertenencia a la comunidad condiciona el proyecto de vida que desarrollan las personas. Los sistemas tienen un nivel débil de desarrollo, aunque esto varía enormemente de un país a otro, pero en general no tienen la fortaleza suficiente para atender las necesidades individuales de las personas. Este predominio de la comunidad se puede percibir en las costumbres sociales, los ritos de iniciación, incluso en el mismo idioma.
Los países de la región de Latinoamérica y el Caribe la comunidad sigue presente aunque el individuo y su consciencia individual tiene más fuerza. Los conflictos que surgen en esta región y los movimientos sociales y políticos no son tribales ni religiosos, son movimientos que surgen de la consciencia de la injusticia y la desigualdad. Pero también en esta región los sistemas tienen verdaderas dificultades en su implementación y desarrollo y no logran cubrir las necesidades individuales de modo que las comunidades tratan de atender lo que los sistemas no logran cubrir.
Y en Europa y América del Norte la comunidad está muy mermada, por no decir desaparecida. Se establece la relación entre el individuo y el sistema. El individuo demanda al sistema que cubra sus necesidades de forma individual. Las estructuras comunitarias son puntuales, en determinados barrios, o zonas, pero no son generalizadas. En algunos de los países, la familia aún ha podido paliar la ausencia de la comunidad y cubre algunas necesidades de las personas que el sistema no llega a atender: necesidades de cuidados, económicas o de integración social. Pero la transformación de los modelos familiares hacia modelos de familia nuclear está conllevando que la familia esté dejando de poder paliar los efectos de la desaparición de la comunidad.
En todas las sociedades parecemos haber perdido uno de los tres pilares. Y creo de verdad que una sociedad no alcanza su pleno desarrollo si no promueve sus tres pilares.
Cuando el individuo desaparece, se pierde la posibilidad de plena implementación de todos sus derechos humanos fundamentales. Se esfuma la consciencia crítica, el pensamiento divergente, la creatividad y las personas renuncian a su proyecto de vida y a su identidad generando, entre otras muchas problemáticas, problemas de salud mental.
Cuando la comunidad desaparece, la sociedad se vuelve individualista con unos niveles de aislamiento social y exclusión social preocupantes, el cuidado de las personas vulnerables pasa a ser limitado y se pierde calidez humana. Las personas pueden sentir cubiertas sus necesidades básicas y que la soledad les ahogue. Y sin una comunidad fuerte, el sistema no llega a cubrir todas las necesidades individuales porque hay necesidades que tienen que ver con la relación, el cuidado, la cercanía y el afecto que ningún sistema puede cubrir. Pero además, la comunidad permite generar movimientos de cambio, unir a la gente en redes afectivas de apoyo comunes, romper con el miedo y el aislamiento social.
Y si el sistema falla, entonces el bienestar de una sociedad se limita a lo que puede cubrir la comunidad, falta estructura y cobertura de los derechos humanos, falla el sistema de bienestar social al que el sistema permite llegar.
Y en cierto sentido merece la pena cuestionarse la interrelación entre los tres pilares cuando en vez de trabajar para el bienestar común lo hacen para otros intereses. Entonces, ¿al sistema le interesa una comunidad fuerte o prefiere que las personas se mantengan aisladas y sin movilizarse? ¿Y a la comunidad le interesa el pensamiento crítico y divergente del individuo o prefiere la obediencia? ¿Y el individuo está dispuesto a aceptar la corresponsabilidad que supone la comunidad y el costo de mantenimiento del sistema?
Necesitamos los tres pilares para poder garantizar el desarrollo pleno de una persona y de una sociedad, pero cualquiera de esos tres pilares puede fallar, desaparecer o pervertirse. Un sistema sin los mecanismos necesarios de control puede colocarse en una posición de impunidad. Y en ese caso toca recordar el título de aquel libro de Henry Mash que debería ser obligatorio: “Ante todo, no hagas daño”(1). De hecho, una comunidad potente puede y debe producir los cambios necesarios en el sistema y exigir el cumplimiento de sus mecanismos de control.
Asimismo, una comunidad sin un sistema que la complemente y la regule y un individuo consciente y crítico puede anular al individuo, violar sus derechos humanos y convertirse en una trampa de la que el individuo se vea obligado a huir. Y un individuo que pierde o rechaza el sostén afectivo de su comunidad y no encuentra un sistema que e brinde un marco protector puede enfermar y hacerse daño o hacérselo a los demás.
¿Y los tres pilares en el sistema de protección?
Como decía al principio, este sistema de análisis desde los tres pilares lo empleo en el diseño y evaluación de programas de intervención y en la evaluación de cualquier estructura organizativa. El sistema de protección se puede y se debe mirar desde esta perspectiva. A continuación desarrollo algunas preguntas que merece la pena hacerse sobre el sistema de protección analizado desde esta perspectiva. No pretende ser un listado de preguntas exhaustivo, sino una invitación a la reflexión.
¿Quién es el individuo en el sistema de protección? Los niños, niñas y adolescentes. Y si miramos las claves de desarrollo del pilar del individuo…
•¿Podemos decir que en los recursos del sistema de protección se fomenta la conexión interna del niño, niña o adolescente? Yo diría que al contrario. En niños, niñas y adolescentes que vienen en muchos casos ya desconectados fruto de los mecanismos de disociación que tuvieron que poner en marcha para sobrevivir o por las carencias de sus figuras de apego a la hora de ajustarse emocionalmente a ellos, sintonizar y ayudarles a nombrar sus vivencias, ¿trabajamos con programas de estimulación sensoriomotriz que permitan a los niños, niñas y adolescentes reconectarse? ¿Contemplamos el trabajo corporal como elemento de intervención deseable del sistema de protección? ¿Cuidamos los entornos del sistema de protección para que generen conexión interna en los niños, niñas y adolescentes? ¿Formamos a los profesionales en habilidades de mentalización?
•¿Podemos decir que el sistema de protección promueve el protagonismo de los niños, niñas y adolescentes sobre sus propias vidas? Creo que en este sentido se ha avanzado muchos los últimos años, pero es necesario ver hasta qué punto el sistema llega a anular el protagonismo de los niños, niñas y adolescentes. Pensemos en las distintas áreas donde el niño o niña necesita ser protagonista de su propia vida: la vida cotidiana (qué vestir, a qué hora levantarse, si se ducha por la mañana o por la noche…), las decisiones de su propia vida (va o no al campamento, ve o no a sus padres, va a terapia o no…), el protagonismo en la comunidad donde viven (participación en las actividades del barrio, instalaciones, con los vecinos…), el protagonismo sociopolítico y el protagonismo en la evaluación y mejora de los entornos donde viven (¿cuántos recursos evalúan con los niños, niñas y adolescentes su funcionamiento?). Sin participación no hay autonomía, y sin autonomía no se logra el protagonismo sobre la vida propia necesario para cualquier proceso de recuperación. Aunque esta reflexión probablemente sería igual de válida para el nivel de protagonismo que se permite a los niños, niñas y adolescentes que crecen en familias protectoras.
•¿Podemos decir que el sistema de protección respeta y valida la identidad de los niños, niñas y adolescentes? Creo que en este sentido la situación es muy variada. Se ha mejorado mucho en el abordaje de la diversidad en el sistema de protección, se integran las diferentes identidades religiosas, sexuales y étnicas o raciales. Aunque queda mucho que mejorar en este sentido, sólo es necesario pensar en la atención que el sistema brinda a los adolescentes migrantes no acompañados.
¿Trabaja el sistema de protección de forma integrada con la comunidad?
•¿Está el sistema de protección integrado en la comunidad o permanece como un desconocido para la sociedad, funcionando de forma aislada y hacia dentro, llevando a los adolescentes al salir del sistema de protección a una situación de exclusión social?
•¿Realizan las instituciones las medidas necesarias para combatir los estereotipos sociales sobre los niños, niñas y adolescentes del sistema de protección? ¿Existen campañas de sensibilización social que los visibilice de forma positiva?
•¿Se promueven programas de familias colaboradoras que puedan mantener una relación con los niños, niñas y adolescentes sin acogerlos, sacándolos en verano o los fines de semana, etc.?
•¿Se trabaja con los niños, niñas y adolescentes para que vean la comunidad como un recurso, un espacio en el que pedir ayuda?
•¿Pueden ir los niños, niñas y adolescentes a dormir a casas de sus amistades? ¿A fiestas de cumpleaños sin rellenar cuatro formularios por escrito? ¿Pueden venir los amigos del colegio a verles a los centros residenciales?
•¿Se trabaja el acogimiento como una responsabilidad comunitaria? ¿Se entiende que no sólo acoge una familia sino también su comunidad, que el cuidado de estos niños, niñas y adolescentes en situación de desprotección es responsabilidad de toda la comunidad donde viven, de todos nosotros?
•¿Se trabaja el concepto de comunidad más allá de la familia en el sistema de protección? ¿Responde a este enfoque comunitario el abordaje que se hace de la familia biológica dentro del sistema de protección?
No me extiendo en las respuestas a estas preguntas porque están ampliamente desarrolladas en los artículos previos escritos en el marco de “Renovando desde Dentro” por Alberto Rodríguez (2), Javier Múgica (3) y Antonio Ferrandis (4).
Y respecto al pilar del sistema, el sistema de protección es uno de los elementos clave del sistema de cualquier sociedad desarrollada. Sería importante plantearse:
•¿Tiene el sistema de protección recursos suficientes? ¿Cuenta con la especialización adecuada: formación de los profesionales, espacios de supervisión? Desde el momento en que la supervisión solo empieza ahora a ser incorporada como obligatoria en los pliegos de concertación de algunas comunidades autónomas, que las titulaciones necesarias para determinados profesionales del sistema de protección no están reguladas en todos los territorios y que la formación inicial de las profesiones relacionadas con niños, niñas y adolescentes no incluyen todo el tema de protección, puedo responder sin riesgo a equivocarme que no.
•¿Se cumple la legislación que regula el sistema de protección o se aceptan las diversas vulneraciones de la ley sin imponer las sanciones correspondientes? Sólo un dato: más de 1.200 niños y niñas menores de seis años siguen viviendo en centros de protección, aunque la legislación aprobada en 2015 lo prohíbe expresamente para menores de 3 años y recomienda evitarlo para menores de 6 años. Y no ha habido ninguna sanción por ese incumplimiento de la ley. El único avance ha sido que el Plan de Acción y Lucha contra la Explotación Sexual Infantil en los Centros de Acogida aprobado en mayo de 2022 incluye medidas destinadas a solucionar esta situación antes del 2026.
•¿Contempla el sistema de protección las medidas necesarias para el cuidado de su propia estructura: cuidado y formación de los profesionales, actualización y evaluación de los sistemas de trabajo o mantenimiento de entornos e infraestructuras, entre otros? Aunque se está realizando una inversión muy potente en la mejora y actualización de los recursos del sistema de protección, queda mucho por avanzar.
•¿Existen medidas suficientes para regular las relaciones de poder dentro del sistema de protección y erradicar las distintas formas de violencia? Creo que todos los casos que han salido en medios de comunicación en los últimos dos años responderían por mí a esta cuestión.
El sistema de protección no es diferente de cualquier otro sistema que podamos evaluar. Necesita un marco normativo claro y que se cumpla en la práctica, unos sistemas de intervención actualizados, la especialización necesaria y mecanismos externos de control de su funcionamiento.
Una forma de mirar…
Un individuo consciente, una comunidad fuerte y un sistema sólido son condiciones imprescindibles para lograr la plena implementación de los derechos humanos y el desarrollo de sociedades justas que posibiliten vidas plenas a sus ciudadanos. No es que un pilar sea más importante que el otro, es que necesitamos los tres para lograr el desarrollo pleno como personas y como sociedades.
Este esquema es aparentemente sencillo pero, en mi experiencia, de gran calado. Para mí fue especialmente relevante entender lo que pasa cuando falla uno de esos pilares, hacia dónde deriva la sociedad. Y lo he aplicado tanto en la visión sociológica de los lugares en los que he vivido o trabajado como al análisis, evaluación y mejora de sistemas y programas de intervención.
(1) Mash, H. (2016). Ante todo, no hagas daño. Madrid: Salamandra.
(2) Rodríguez González, A. (2022). Las imágenes del acogimiento familiar que merman su desarrollo y la captación de nuevas familias. En el marco de la iniciativa Renovando desde dentro. Siete retos y propuestas de mejora del sistema de protección de la infancia en España.
(3) Múgica Flores, J. J. (2022). Las imágenes del acogimiento familiar que merman su desarrollo y la captación de nuevas familias. En el marco de la iniciativa Renovando desde dentro. Siete retos y propuestas de mejora del sistema de protección de la infancia en España.
(4) Ferrandis Torres, A. (2022). La permanencia, todavía una asignatura pendiente. En el marco de la iniciativa Renovando desde dentro. Siete retos y propuestas de mejora del sistema de protección de la infancia en España.
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