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Tú sí que no vales.

 
Fotograma de Los 400 golpes
La cultura del esfuerzo, tan manida y que tanto se olvida de las dificultades que muchas personas tienen, se ha convertido en un mantra peligroso, freno en muchos momentos de la inclusión y acicate de la segregación escolar. El compromiso social y colectivo de cada cual se convierte, en este momento, en la mayor defensa ante un sistema excluyente y seleccionador.


En un exitoso concurso televisivo, con una fórmula repetida hasta la saciedad en distintos países, las personas participantes son seleccionadas en función de su talento para demostrar que poseen determinadas habilidades artísticas demandadas por el público.
Ese talento, a partir del esfuerzo personal, se va desarrollando fase a fase y, a medida que se acerca la final y se quedan atrás los menos aptos -los que menos puntuación obtienen-, se convierte en todo un reto de “superación personal”, espoleado por unos espectadores ansiosos por asistir a demostraciones asombrosas de lo que se es capaz de hacer delante de una cámara y ante el empuje popular: todo por lograr tener éxito.

La narrativa posmoderna de la escuela se ha nutrido de un mensaje similar; y es verdaderamente preocupante, porque la educación poco o nada debiera parecerse a un concurso televisivo alimentado por las audiencias. Sin embargo, determinadas políticas educativas de corte capitalista han convertido la escuela en un complejo entramado de oportunidades más cercano a los principios de la mercadotecnia que a los valores humanistas en los que debiera apoyarse todo acto educativo.

Si lleva unos meses revoloteando entre la comunidad escolar y en medios cierta polémica sobre la llamada “cultura del esfuerzo” es porque una visión problematizadora de esta hace tambalearse el sistema, y no interesa a los que sí que valen y han progresado gracias a lo que ellos llaman “su esfuerzo y su mérito personal”.

El mantra neoliberal de la individualización que supone todo aspecto social del aprendizaje supone un interesado intento de alejar el foco de los aspectos relacionales, colectivos y longitudinales que afectan al fracaso, el abandono y la marginación escolar, cuyos signos pueden observarse desde el momento en que se inicia la escolarización.

En ese mantra, se explica la segregación como antesala de la exclusión social: en el sistema educativo actual se perpetúan determinadas posiciones, estructuras y construcciones organizativas e identitarias que imposibilitan que determinadas personas puedan alcanzar el éxito y el bienestar a través de las fórmulas y acciones habituales de la educación formal; ello conlleva la creación de redes educativas privadas sostenidas con fondos públicos, programas idiomáticos que marcan al alumnado e incrementan las desigualdades, caminos paralelos para todo aquel que representa una desviación de lo comúnmente aceptado y bifurcaciones en forma de itinerarios que forjan una escuela para débiles y otra para fuertes; o mejor dicho: para debilitados y fortalecidos por una concepción histórica privilegiante de la vida que no interesa derribar.

Estrategias y enfoques como el aprendizaje cooperativo, la interculturalidad, la diversidad o el pensamiento crítico siempre han pasado “de puntillas” por las aulas ordinarias porque suponen un cambio de perspectiva en esa narrativa de lo fugaz, del centelleo, de un sistema propagandístico de libertades que anula todo intento de colectivización y de forjar ciudadanía. Y si nada lo remedia, igual pasará con la inclusión, un principio ineludible y un imperativo legal relacionado con los derechos humanos, sí, pero que choca con la ideología clasista de la selección de individuos en función de sus capacidades, y la separación del que “no vale” para que siga otro camino diseñado exclusivamente para él y sus iguales en donde -nos garantizan- estará mejor.

Y es así, en ese permanente “tú sí que vales pero tú, en cambio, no”, como se va construyendo el relato deslegitimador de determinadas diferencias hasta convertirlas en un hándicap, un inconveniente que es necesario atender paralelamente hasta el punto de hacerlas invisibles, en un permanente intento de infrarrepresentación de los grupos más vulnerables. Todo disfrazado del discurso de la supuesta libertad individual y el fracaso personal.

Porque la escuela del “tú sí que no vales” es la escuela de los privilegios, una escuela que atenta contra cualquier proyecto de colectividad y que se nutre de estereotipos culturales heredados. Una escuela construida sobre un engranaje organizativo plagado de marcas, de símbolos de violencia estructural y de fórmulas excluyentes que señalan y clasifican al individuo según sus condiciones de partida, su origen, su identidad, sus estilos y ritmos de aprendizaje, sus motivaciones, sus barreras y, finalmente, sus resultados.

Y es en este punto donde las relaciones pedagógicas de los centros se deterioran, para dar paso a la vigencia de modelos punitivos, coercitivos y basados en el castigo, y no en el desarrollo de las potencialidades de todo el alumnado. La escuela del “tú sí que no vales” es incompatible con la universalización de la educación, ya que interfiere en el mantenimiento del sentido de comunidad democrática en el que tienen que basarse los proyectos educativos de los centros en la práctica.

Nuestra capacidad para cambiar este sistema excluyente y seleccionador está en nuestro grado de implicación, de compromiso social y colectivo. Cualquier miembro de una comunidad educativa es copartícipe de una educación emancipadora que cambie este relato; una educación que le permita identificar y crear junto a sus iguales una visión crítica sobre posibles barreras, filtros y mecanismos de presión que asfixian siempre al que menos puede, cuando este, el que parte de condiciones estructurales, personales o sociales que no puede controlar, es el que más necesita de ese enfoque de la educación como bien común en el que “tú sí vales, y tú también.»



Shaun Murphy, The Good Doctor.

El impulso entre los creadores neurotípicos de pintar a los personajes autistas 
en extremos caricaturescos -como una cáscara vacía o demasiado sabio para encajar-
 refleja muchas teorías populares y ahora obsoletas sobre el autismo. 
Quizá puede ser mucho pedir, pero me gustaría que Murphy estuviera a gusto en su autismo, 
que no nos lo presenten como un «normal estropeado» 
sino como alguien magníficamente diferente...
Me gustaría que le trataran como hay que tratar a todo el mundo, 
también a usted, también a mí.


The Good Doctor forma parte de uno los tipos de series que más ha triunfado en televisión: los dramas médicos. Los que peinamos canas nos acordamos de «Marcus Welby, Doctor en Medicina», un médico empático y cariñoso de los que se sentaban al borde de la cama; las que tienen canas y las que no se acuerdan de «Urgencias» que convirtió en objeto de deseo a George Clooney, perdón, al Dr. Doug Ross. La serie fue creada por el novelista y médico Michael Crichton y se emitió durante quince temporadas, lo que la convirtió en la serie médica en horario estelar de más larga duración en la historia de la televisión. Luego vinieron House, Anatomía de Gray, New Amsterdam y muchas más. Ahora tenemos The Good Doctor, protagonizada por un médico peculiar, Shaun Murphy.

Shaun Murphy es un cirujano que combina la condición del espectro del autismo y el llamado síndrome del savant, aquellos autistas que destacan por tener alguna habilidad concreta muy superior a la de la población general. Las habilidades destacadas de Murphy son una memoria casi fotográfica y su capacidad para darse cuenta de detalles aparentemente nimios o de cambios muy sutiles en el estado de sus pacientes.

La serie presenta a su protagonista como un autista funcional, con una gran capacidad profesional y con dificultades en su vida personal. Forma parte de un grupo creciente de personajes de ficción con autismo, entre los que están Walter Hill en «Joyful Noise», Billy en la nueva película de los Power Rangers, Jane en «Jane Wants a Boyfriend», Sheldon Cooper en «The Big Bang Theory», la Dra. Virginia Dixon en «Anatomía de Grey»,Sam Gardener, el adolescente con autismo de alto funcionamiento que protagoniza la serie de Nextflix «Atypical» y luego actores en «Sherlock», «Bones», «Criminal Minds», «The IT Crowd» y otros.

Hay que pensar en todas estas producciones como buenas noticias, ya que favorecen el conocimiento del autismo y mejoran la sensibilización social. Por otro lado, el deseo de ser «políticamente correctos» implica el riesgo de no mostrar la realidad de las personas autistas, sino una versión edulcorada, en la que lo que la pantalla muestra es mucho más deseable que el mundo en el que vivimos. El autismo es tan diverso que es preocupante cuando piensas que no hay nadie como el personaje que te muestran en la televisión.

Hay muchas cosas de Murphy que encajan en la experiencia diaria de muchas personas con autismo: tiene dificultad para las relaciones sociales, en particular para tener amigos o pareja; a pesar de su clara bondad no le resulta fácil ponerse en los zapatos de los demás y ver una situación desde la perspectiva del otro; puede ser víctima de errores, agravios o maltratos porque sus peculiaridades no son comprendidas; a menudo no establece contacto visual; puede parecer poco empático pues no le resulta fácil mentir u ocultar sus pensamientos y alguna persona se puede ofender porque le ven indiferente o cruel porque es incapaz de engañar y tiene dificultades para el contacto físico. Otros detalles veraces son, por ejemplo, unos recuerdos de su infancia en los que quería jugar al fútbol, pero los otros niños lo acosan o incluso lo golpean -se calcula que un 70% de los niños con TEA sufre acoso escolar- o la presencia de estereotipias, estímulos y movimientos repetitivos que el protagonista utiliza para calmarse cuando se siente abrumado. Otra característica que muchas personas con TEA reconocerán son sus intentos para aprender estrategias de los «normales» e intentar mejorar sus relaciones sociales. Por último vemos también, y es algo que personas con autismo dicen de sí mismos, que el protagonista afronta los problemas de distintas maneras: intenta evadirlos, se hiperfocaliza en ellos o a veces da un tajante sí o no, sin dar una explicación.

Las críticas a la serie incluyen aquellos aspectos que pueden dar una imagen irreal del autismo: la más evidente es que muchas personas con autismo tienen problemas para encontrar un trabajo y más uno con alta responsabilidad como puede ser un cirujano en un hospital de prestigio. Pero. ¿por qué no? Una segunda crítica es que los padres de Shaun eran muy abusivos física y psicológicamente, por lo que su hermano y él se escaparon de casa. En realidad la gran mayoría de las familias con autismo se vuelcan en su hijo con TEA y el índice de divorcios es menor que en la población general. Otro aspecto discutible es volver a la imagen del autista savant pues puede sugerir que la sociedad solo se beneficia cuando los autistas tienen habilidades especiales. Se calcula que el número de autistas con un perfil savant, una habilidad extraordinaria, es del 30%, pero pocos de ellos la sacan partido en la vida diaria. Si nos pidiesen habilidades excepcionales a la población general ¿cuántos quedarían?

El impulso entre los creadores neurotípicos de pintar a los personajes autistas en extremos caricaturescos -como una cáscara vacía o demasiado sabio para encajar- refleja muchas teorías populares y ahora obsoletas sobre el autismo. Quizá puede ser mucho pedir, pero me gustaría que Murphy estuviera a gusto en su autismo, que no nos lo presenten como un «normal estropeado» sino como alguien magníficamente diferente; que no fuera un savant, que no tuviera capacidades especiales o que no fueran de utilidad, porque es lo que sucede en la mayoría de las personas con autismo y la gente espera a veces que sean como fenómenos de feria y no es así; que le quieran por cómo es y no a pesar de cómo es; que vaya avanzando en su carrera profesional y en su vida personal porque es joven y tiene todo el futuro por delante; que tenga caricias y buen sexo, que es algo que sienta fenomenal; que no tenga que demostrar todos los días que es capaz de hacer bien su trabajo porque no escudriñan así a ningún otro médico del hospital y, finalmente, que nadie se aproveche de él ni le hagan daño. En resumen, me gustaría que le trataran como hay que tratar a todo el mundo, también a usted, también a mí.

Para leer más:

"Segregación escolar una cuestión de Derechos Humanos y Justicia Social" , Coloquio

La Cátedra UNESCO en Educación para la Justicia Social de la Universidad Autónoma de Madrid se ha organizado un coloquio virtual titulado “Segregación escolar una cuestión de Derechos Humanos y Justicia Social” para el próximo 9 de junio a las 16.30 (España).

Día/hora: 9 de junio, 
16:30 (España), 
Acceso: 

F. Javier Murillo,
director de la Cátedra y experto en segregación escolar, moderará el coloquio virtual,
 
en el que participarán: 
.- Carmen Rodríguez Martínez (Universidad de Málaga), 
.- Xavier Martínez Celorrio (Universidad de Barcelona) y
.-  Lidón Gasull (directora de la aFFaC).



Familias de clase media se unen para llevar a sus hijos a los colegios gueto que nadie quiere.

El maltrato estructural/institucional: la segregación escolar se da,
 cuando la Administración no interviene para conseguir un sistema equilibrado 
y los niños acaban divididos en diferentes colegios en función de su renta familiar. 
De esto no se habla en España, es un tema tabú en España.
España, con Madrid y Cataluña a la cabeza, 
es el tercer país de la OCDE con mayor número de colegios gueto.
El Comité de Derechos del Niño o la ONU han urgido en los últimos años a España 
a aprobar políticas que frenen la segregación escolar.
Grupos de madres y padres de Manresa se organizan para matricular de forma conjunta a sus hijos 
en centros con un alto porcentaje de alumnos de origen inmigrante.

Madres valientes, familias coherentes de la escuela Muntanya del Drac (Manresa):
son María, Anna, Sara y Georgina... F.Albert Garci.

 ―¿Verdad que te gusta tu cole?
Marc no contesta. Tiene cuatro años y se esconde detrás de las piernas de su madre, Anna Candel, de 36. Probablemente, Marc aún no sabe que su caso es especial y que sus padres han tomado una decisión sobre su escolarización que puede cambiar la historia educativa de Manresa. Su colegio es uno de esos centros públicos conocidos como gueto, en el que más del 95% de los alumnos son de origen inmigrante. Es una de esas escuelas de las que las familias de clase media catalanas huyen. Sus padres, ambos profesores, tenían claro que él no crecería en un colegio burbuja. Pero no querían hacerlo solos y se pusieron de acuerdo con otras seis familias con un perfil parecido al suyo para matricular a sus hijos de forma conjunta en Muntanya del Drac, una de las siete escuelas públicas de “alta complejidad” del municipio.

La segregación escolar, que se da cuando la Administración no interviene para conseguir un sistema equilibrado y los niños acaban divididos en diferentes colegios en función de su renta familiar, es un tema tabú en España. Los vecinos saben a qué escuelas no quieren llevar a sus hijos, aunque queden a menos de 100 metros de su casa. La Administración las tiene perfectamente identificadas, y los maestros y directores de centro prefieren guardar silencio.

España, con Madrid y Cataluña a la cabeza, es el tercer país de la OCDE con mayor número de colegios gueto, situación que se da cuando el nivel de concentración de alumnado con bajos recursos socioeconómicos en un mismo centro supera el 50%, según un estudio pionero publicado el pasado abril de la ONG Save the Children y el centro de estudios EsadeEcPol con datos de 64 países. Por ello, la Comisión Europea, el Comité de Derechos del Niño o la ONU han urgido en los últimos años a España a aprobar políticas que frenen la segregación escolar, que afecta al 46,8% de los centros educativos ―nueve de cada 10 son públicos―.

De forma anónima, una de las directoras de uno de los colegios de alta complejidad de Manresa habla. “Las familias de clase media catalanas no nos eligen porque pesa más la segregación que el proyecto educativo que ofrecemos… No vamos a esconder el tipo de alumnado que tenemos, basta pasar por la puerta para verlo”.

Para conocer el Muntanya del Drac hay que hacerlo a conciencia. Está en uno de los barrios más alejados del centro de Manresa, el Xup, que fue construido a finales de los 60 para alojar a las familias obreras recién llegadas, fundamentalmente andaluzas. Ahora, abunda la población musulmana. Ubicado en la parte más alta de la ciudad, a sus calles el alcantarillado llegó más tarde y para muchos de los vecinos del municipio, de 78.000 habitantes, sigue siendo una barriada. Frente al colegio hay varios bloques grandes de vivienda social y en la parte trasera solo hay bosque. “Es un entorno idílico, hacen muchas excursiones a la naturaleza”, dice María Ribera (psicóloga de 36 años), otra de las madres que matriculó a su hija junto a Anna Candel de forma conjunta. “Es una pena que los prejuicios tapen todo el potencial que yo le veo a este centro”, añade. “A la escuela van niños, el resto de etiquetas tienen que ir fuera”, comenta Candel.

Anna Candel, María Ribera, Sara Pio (maestra de 37 años) y Giorgina Bori (ingeniera agrónoma de 37) son madres de la generación milenial. Reunidas en el Jardí del Casino de Manresa para la foto que ilustra este reportaje coinciden en que no quieren ser vistas como heroínas, que les parece lógico llevar a sus hijos a un colegio con una representación real de lo que ven en la calle. 
No quieren que en su clase haya únicamente “catalanets blanquets” (catalanes blancos). Pero son conscientes de que son una minoría. En los últimos tres cursos, unas 15 familias han matriculado de forma conjunta a sus hijos en diferentes centros de alta complejidad del municipio, según datos del Ayuntamiento.

Muchas de esas familias se han sensibilizado con el tema gracias a unas jornadas que celebra desde hace tres años la Xarxa de Famílies d’Escoles Públiques (una plataforma de familias de los 13 centros públicos del municipio), en las que informan de los proyectos educativos de las escuelas de alta complejidad y animan a los padres a conocerlas en las jornadas de puertas abiertas.

Los investigadores consultados resaltan la “valentía” de estas familias, organizadas por su cuenta y riesgo al margen de la Administración para acabar con una sociedad fragmentada en la que no quieren ver crecer a sus hijos. Pero alertan de que la solución no puede venir únicamente de esa parte. Hacen falta políticas sólidas con nuevos criterios de escolarización, aunque gusten poco a las clases medias.

Aunque la nueva ley educativa, la Lomloe, aprobada el pasado noviembre, es la primera normativa estatal que aborda el problema de la segregación e incluye un paquete de medidas para frenarla, la decisión final está en manos de las autonomías, que son las que diseñan los procesos de admisión. Precisamente Cataluña ha sido una de las comunidades pioneras en aprobar en 2019 un pacto contra la segregación escolar, que este curso incluye por primera vez una reserva mayor de plazas para alumnos vulnerables en todos los centros, entre otras medidas.

Manresa está entre los municipios catalanes con un mayor índice de segregación escolar: allí el 41% de los alumnos de primaria tendrían que cambiar de colegio para que las escuelas reprodujesen la composición real del barrio (en secundaria, tendrían que hacerlo el 23% de los estudiantes), según un informe de la Fundación Jaume Bofill. En 2017, el Ayuntamiento de Manresa creó junto a la Inspección Educativa (dependiente de la Generalitat) una comisión para analizar la segregación escolar, después de recibir quejas por parte de las direcciones de varios centros afectados. Su reclamación: el grave perjuicio ocasionado a los niños de origen inmigrante al privarles de clases más heterogéneas.

Diferentes investigaciones muestran que las consecuencias de la falta de diversidad cultural y económica en las aulas perjudica al rendimiento de los alumnos con menos recursos. En caso de producirse una mezcla, se genera el “efecto compañero”, un contagio de las aspiraciones que influye en el éxito académico de los más desfavorecidos. ¿Y qué pasa con los niños de familias más acomodadas? Diferentes revisiones del informe PISA ―elaborado por la OCDE para medir las competencias de los alumnos de 15 años en matemáticas, ciencias y lectura― muestran que esos chavales sacan las mismas notas independientemente de si su centro está más o menos segregado, ya que lo que más les influye es el nivel educativo de sus padres, especialmente de la madre.

Este ha sido el primer curso en el que el Ayuntamiento de Manresa ha puesto en marcha medidas innovadoras. La prioridad es detectar cuántos y quiénes son los alumnos con menos recursos (revisan los datos de los servicios sociales para ver qué familias perciben la Renta Mínima de Inserción), los que presentan problemas de aprendizaje (a través de los informes prescritos desde pediatría) y los que no dominan bien el español o el catalán (preguntan a las escuelas infantiles municipales). Todos los centros, incluidos los concertados, están obligados a reservar cuatro plazas en cada clase para ese alumnado. “De esa manera nos aseguramos de que el reparto es más equitativo, aunque los efectos se verán a largo plazo, para acabar con la segregación no hay medidas drásticas”, apunta Marta Romeo, técnica de educación del Ayuntamiento.

Este mecanismo provoca, en ocasiones, el efecto contrario: familias de origen inmigrante que quieren llevar a sus hijos a los colegios gueto se ven forzadas a matricularlos en otros para cumplir con esa cuota de cuatro plazas. “Hay familias que no lo aceptan porque quieren que sus hijos vayan con sus iguales... Les pagamos el autobús escolar y el comedor porque algunos de esos centros están lejos de su domicilio”, añade.

En la clase de la hija de Mariam Berraha, que llegó a Manresa hace 30 años de Marruecos, no hay ninguna Laia ni José, todos los compañeros de aula tienen nombres árabes. “El 99% de los alumnos del colegio son inmigrantes, estamos excluidos, todos en el mismo sitio”, cuenta Berraha, de 33 años, que trabaja de traductora en centros públicos del municipio para facilitar la comunicación entre las familias recién llegadas, sobre todo de África, y los docentes del colegio. Le gustaría que hubiese más diversidad porque cree que así los problemas con el idioma se solucionarían y el ritmo de aprendizaje sería más rápido. “En el recreo hablan en árabe y a eso se suma que los profesores les tratan con menos cariño que en colegios donde solo hay catalanes”.

Nadia Lahchiri, de 45 años, ya tiene a dos de sus hijos, que fueron a otro de los colegios gueto de Manresa, haciendo Bachillerato. “En casa siempre hemos estado encima para que hagan los deberes, y los catalanes deben pensar que nuestros hijos lastran a los suyos, pero no es así... Los niños tendrían que estar mejor repartidos para que desde pequeños convivan y creen lazos”.

El rol del profesor
Albert Ramírez ha sido el inspector jefe de educación en Manresa durante los últimos cinco años. Él insiste en que la solución para acabar con los colegios gueto no pasa solo por distribuir de otra manera a los alumnos, sino por formar a los docentes para que pongan en los alumnos vulnerables las más mismas expectativas que en el resto. “La forma en la que el profesor se relaciona con sus alumnos y con las familias en estos centros es clave; no es lo mismo transmitirles que sus hijos pueden llegar a la Universidad que decirles que, al menos, tienen que sacar los estudios obligatorios, el efecto no es el mismo”, recalca. “Ya estamos trabajando este aspecto con el profesorado”.

Es lo que en psicología se conoce como profecía autocumplida. “El docente es el líder y, muchas veces de forma inconsciente, transmite un mensaje que tiende a cumplirse, ya que los niños carecen de pensamiento crítico y asumen lo que les dice su maestro”, indica Rafa Guerrero, psicólogo y autor del libro Educar en el vínculo. “El ser humano nace frágil, así son sus primeros años de vida, y en un contexto de protección, de relación vertical, en función de cómo interprete ese adulto de referencia lo que hace, le va a empoderar o ridiculizar. El impacto a nivel emocional es muy fuerte y determinante para su futuro”, zanja.

Las transferencias monetarias no contributivas:

Un instrumento para promover los derechos y el bienestar 
de la población infantil con discapacidad en América Latina y el Caribe.

Ullmann, Heidi, Atuesta, Bernardo, 
Rubio García, Mónica, Cecchini, Simone 
Signatura: LC/TS.2020/154

En este estudio se lleva a cabo una caracterización sociodemográfica de la población infantil con discapacidad, que presenta altos niveles de pobreza, y se analizan los programas de transferencias monetarias no contributivas que incluyen o priorizan a las familias con niñas, niños y adolescentes con discapacidad en América Latina y el Caribe. Estos programas pueden ser la puerta de entrada al establecimiento de rutas de plena inclusión para los niños, niñas y adolescentes con discapacidad y sus familias, tanto en el ámbito social como en el laboral. Si bien el número de programas de transferencias monetarias que incluyen o priorizan a las familias con niñas, niños y adolescentes con discapacidad ha aumentado en la región, se hace un llamado a realizar intervenciones integrales que garanticen la existencia de servicios accesibles; a fortalecer los instrumentos de selección, así como los registros de destinatarios y los procesos para certificar la discapacidad, y a establecer montos que se condigan con todos los costos asociados a la discapacidad en la infancia.


Índice
Resumen ejecutivo .-- Introducción: objetivos, metodología y alcance del estudio .-- I. Conceptos y evidencias que orientan la investigación .-- II. Un panorama sociodemográfico de la población infantil con discapacidad en América Latina y el Caribe: pobreza y vulneración de derechos .-- III. Programas de transferencias monetarias no contributivas que incluyen o dan prioridad a familias con niños con discapacidad en América Latina y el Caribe: evolución histórica y características principales .-- IV. Diseño y operación de programas seleccionados de transferencias monetarias no contributivas que incluyen o priorizan a familias con población infantil y adolescente con discapacidad .-- V. Conclusiones y recomendaciones. 

Niños de alta demanda: Queremos niños estándar, pero no!, todos los niños son diferentes, como nosotros los adultos.

Son niños o niñas muy intensos y sensibles, con una personalidad arrolladora 
que a menudo agota y desconcierta a los padres. 
"La sociedad nos transmite la idea equivocada de que al hijo/a le pasa algo. 
Nada que ver. Los seres humanos somos diferentes, 
en el aspecto físico pero también en el emocional.
 Sin embargo, en la infancia no se respetan esas diferencias. 
Queremos niños 'estándar' 
que se adapten a nuestras expectativas 
y que nos permitan vivir una crianza tranquila. 
Pero eso no es realista»Úrsula reflexiona Perona*.

Carmen Barreiro, 
BurgosConecta.

Mikel Casal

Cuando nació Leyre, su madre se las prometía muy felices. Los mellizos tenían cinco años –«la etapa de pañales, purés y noches en vela estaba más que pasada»–, ya no eran padres primerizos –«con todo lo que supone de agobios y preocupaciones añadidas– y, además, esta vez solo era una. «¡Qué podía salir mal!». En defintiva, estaba «absolutamente convencida» de que la disfrutaría «más y mejor» que a sus hermanos. «Elegí un nombre alegre, porque una amiga me dijo que la tercera sería la alegría de la casa. Y vaya si lo fue. La alegría y unas cuantas cosas más», confiesa la madre de esta pequeña 'drama queen' de siete años, la psicóloga infantil Úrsula Perona.

Leyre es una cría de alta demanda, «un término poco conocido que describe a niños de temperamento fuerte, intensos, muy sensibles y también movidos. No tienen ningún problema psicológico, ni tampoco son malos ni consentidos. Son personitas maravillosas, pero con una personalidad agotadora que suele complicar mucho su crianza», resume la experta, que acaba de publicar 'Hijos de alta demanda' (Ed. Toromítico), un libro con el que pretende «ayudar y guiar» a otros padres en su misma situación. «No se trata de etiquetar a los niños con el fin de colgarles un sambenito. Se trata simplemente de conocer por qué se comportan de una determinada manera para que nosotros sepamos cómo actuar. Y también para que nos liberemos de la culpa y entendamos que el comportamiento de nuestro hijo no se debe a que no sepamos educarle», insiste Perona.

Llorar y llorar
Los padres de niños muy demandantes suelen sentirse a menudo «cansados, estresados y agobiados». Lo que les funciona un día ya no vale al siguiente. Sus hijos les absorben. No les dan tregua y «encima todo el mundo les da consejos que no piden porque la realidad es que ya lo han probado absolutamente todo sin éxito», reflexiona el enfermero pediátrico Armando Bastida, fundador de la comunidad Criar con sentido común. Cuando son bebés son muy llorones, solo quieren estar en brazos, sobre todo en los de su madre, reclaman pecho continuamente y apenas duermen. «Es una crianza muy dura, desesperante en muchos aspectos. Son niños absolutamente normales, pero con ellos todo es muchísimo más intenso. No pueden estar solos, no se entretienen con nada, protestan en la cuna, en la hamaca, en la trona, en el coche... Los padres no viven, sobreviven como pueden», coinciden los expertos.

A medida que crecen algunos aspectos mejoran, pero la intensidad se mantiene en otros muchos ámbitos. 'No tengo sueño', 'en la sillita no', 'me aburro', 'con la abuela no quiero', 'mamá, contigo', 'mamá, solo no', 'mamá, ven', 'mamá, aupitas', 'mamá', 'mamá', 'mamá'... «Si cada vez que Iraia me llama, me regalasen un ladrillo hace tiempo que tendría un chalé», comenta medio en serio medio en broma la profesora alicantina Carolina Hernández, madre de un niña «intensita» de casi dos años. «Es muy sociable y autónoma para su edad, pero cuando no consigue lo que ella quiere monta unas rabietas de escándalo. La pelea es continua. Pasa de la risa al llanto en dos segundos. Vive todo con muchísima intensidad, tanto lo bueno como lo malo», describe su madre.

Actriz de comedia romántica
¿Cómo es un niño de alta demanda? ¿Qué lo distingue de otros de su misma edad? «Su comportamiento es muy característico y lo dejan bien claro desde las primeras semanas de vida», apunta Armando Bastida. Perona identifica en su libro al menos una docena de rasgos representativos de esta manera de ser, que tanto exaspera a las personas que los rodean.

Tienen problemas de sueño. No necesitan dormir demasiado, por eso les cuesta mucho conciliar el sueño, sobre todo si no está presente un adulto. Tardarán meses, incluso años, en hacerlo del tirón. «Leyre se plantó en el año y medio sin dormir más de media hora seguida. Ni ella, ni nosotros, claro. Parecía que la cuna tuviese pinchos. Solo se dormía a ratos en el pecho o en brazos», recuerda Úrsula.

Dependencia del adulto. Su ansiedad por separación es intensa. «Necesitan mucho contacto físico. Estar cerca de sus padres, que les cojan la mano, que los sujeten en brazos, pecho a todas horas... Agotan a cualquiera. Cuando algunos padres se quejan de que su hijo es muy 'inquieto' y tú lo ves todo tranquilo en su carrito, te dan ganas de decirles 'vosotros no sabéis lo que es un bebé movido de verdad'. Ahora mismo estaría berreando sin consuelo solo por estar metido en la silla», explica Bastida, padre de tres niños, uno de ellos de alta demanda.

Poseen un temperamento muy fuerte. «Quieren salirse con la suya a cualquier precio, lo que les lleva a tener grandes berrinches cuando se les niega lo que piden. Suelen ser considerados por su entorno como unos malcriados y caprichosos», lamenta la psicóloga infantil.

Son impredecibles. «Puede que durante un tiempo te sirva una determinada estrategia para que coma o duerma, pero al día siguiente deja de ser efectiva. Resulta muy estresante».

Son hipersensibles. «Experimentan las emociones con mucha intensidad. Son vulnerables, intuitivos y perspicaces. Les afecta cualquier minucia y no le gustan las malas caras o cualquier pequeña riña». Sandra, madre de una niña de alta demanda, describe a su hija Carlota como «una actriz de comedia romántica. Es muy melodramática y me preocupa que si no aprende a gestionar la emociones de otra manera, lo va a pasar muy mal».

No saben calmarse solos. Suelen necesitar a un adulto para tranquilizarse porque «les cuesta contenerse y autorregularse».

Se alimentan con frecuencia, sobre todo durante la lactancia. «No lo hacen únicamente por hambre sino porque necesitan el contacto y sentirse protegidos», señalan los expertos en crianza.

Tampoco saben jugar solos. Necesitan un adulto continuamente a su lado para entretenerse. Además, se aburren con facilidad.

Tienen muchísima energía. Son movidos e inquietos. «Parece que no conocen el cansancio y siempre tienen ganas de más. Nada los agota».

Son inteligentes, despiertos y curiosos. «Esta característica es muy evidente desde los primeros meses», señala Úrsula Perona. Son niños que no pierden detalle de lo que pasa a su alrededor, aprenden deprisa y preguntan mucho.

Son ansiosos y preocupadizos. «En el niño de alta semanda a menudo se dan dos condiciones que le predisponen a la ansiedad: la inteligencia y la sensibilidad. Esto tiene que ver con la agudeza de su sistema sensorial y con su capacidad de análisis, lo que les suele llevar a preocuparse y darle muchas vueltas a las cosas», aclara la psicóloga.

Son obstinados, testarudos y repetitivos. La perseverancia es una cualidad muy presente en la mayoría de los niños, pero en el caso de los de alta demanda la llevan «a otro nivel».

Y la pregunta del millón que se hacen los padres ¿cómo se gestiona la crianza de un niño tan absorbente? «El primer paso es asumirlo. Debemos interiorizar la idea de que no lo estamos haciendo mal y que al niño no le pasa nada malo. Sencillamente y debido a su naturaleza, necesita más atención y cariño. A partir de ahí, el camino es más fácil. Porque no todo es malo. El niño de alta demanda será un adulto muy interesante. Todas esas características que en sus primeros años de vida nos desbordan harán que se convierta en una persona apasionada, inteligente, curiosa, perseverante, sociable y muy cariñosa», anima Úrsula Perona.

"Hyden la niña que lo inspiró 1966", fue la primera vez que se usó el término 'alta demanda' para referirse a los niños de temperamento difícil, como se conocían hasta entonces. Fue acuñado por el conocido pediatra estadounidense William Sears después del nacimiento de su cuarta hija, Hyden, un bebé «difícil y absorbente» que consiguió «desbordar» al matrimonio pese a su dilatada experiencia en crianza, tanto desde el punto de vista de la experiencia (tenían tres hijos más) como de su profesión (pediatra y enfermera pediátrica).

«Todo el mundo te da lecciones sobre lo que tienes que hacer»
«Si tu hijo es de alta demanda, probablemente habrás tenido que aguantar ciertos comentarios como que no sabes calmar al niño o que con tu actitud le pones todavía más nervioso, que lo que ocurre es que es un consentido o directamente que no sabes ponerle límites», explica Úrsula Perona por experiencia propia. La psicóloga cuenta que la mayoría de padres que acuden a su consulta se sienten inseguros y desbordados, «con la sensación de estar haciendo todo mal». «Se han acostumbrado a recibir críticas y lecciones desde el nacimiento de su pequeño. 'Es pesado', 'está mimado', 'es un tirano', 'os manipula'... 

Además, les han transmitido la idea equivocada de que a su hijo le pasa algo. Nada que ver. Los seres humanos somos diferentes, en el aspecto físico pero también en el emocional. Sin embargo, en la infancia no se respetan esas diferencias. Queremos niños 'estándar' que se adapten a nuestras expectativas y que nos permitan vivir una crianza tranquila. Pero eso no es realista», reflexiona Perona.

*Úrsula Perona es psicóloga infantil y madre de tres hijos. Lleva más de diez años desarrollando su labor como psicóloga sanitaria en su clínica de Alicante, el Instituto de Psicología Úrsula Perona, donde atiende a personas de todas partes del mundo. Además del abordaje clínico de trastornos complejos, está especializada en Niños de Alta Demanda, y asesora a las familias desde la perspectiva de la crianza consciente. Es docente universitaria, conferenciante y colabora habitualmente con medios de comunicación nacionales e internacionales.

"De la escuela inclusiva a una escuela exclusiva...". Conferencia de Francesco Tonucci.

El protagonismo de alumnas y alumnos.

 17 de abril: - 11:00h (ESPAÑA), 05:00 AM (MÉXICO),
07:00 AM (ARGENTINA), 06:00 AM (PERÚ), 
directo en youtube,


De una escuela inclusiva a una escuela exclusiva: el protagonismo de alumnas y alumnos
Hay que resaltar el papel del docente y considerarlo una pieza esencial en la educación de los niños y de las niñas, ya que  niños pasan más tiempo con nosotros/as que con su familia a lo largo del día.


El Anteproyecto de Ley maestra de libertad de elección educativa del Gobierno Ayaso supone una violación del derecho a la educación inclusiva.

Ataque frontal al derecho a la educación de NNA, en la Comunidad de Madrid.
La inclusión nunca se puede conseguir con la segregación o la integración, 
ya que son modelos educativos radicalmente opuestos, 
como explícitamente ha dicho reiteradamente 
el Comité de Naciones Unidas de los Derechos 
de las Personas con Discapacidad.
Ese  Comité  concluía su Informe sobre España denunciando que 
en España se viola grave y sistemáticamente el derecho a la educación inclusiva.
Educación Inclusiva. Blog Educación y TIC.
Ignacio Campoy Cervera*
Profesor Titular de  Universidad Carlos III 
y especialista en derechos de los niños.


El actual Anteproyecto de Ley Maestra de Libertad de Elección Educativa de la Comunidad de Madrid es contrario al derecho a la educación en muchos sentidos. No obstante, dado el objetivo central de este artículo, sólo puedo dejar apuntados aspectos básicos como son que en el propio título ya se prefiera hablar de libertad de elección educativa que del derecho a la educación (incluso siendo falso que los padres puedan elegir, por ejemplo, la educación en un centro ordinario siempre que así lo quieran), que se tome como norma de referencia a la LOE del 2006 y ni se nombre a la LOMLOE -en vigor desde diciembre de 2020-, que la libre elección de centro que se plantea se traduciría en un sistema que lleva a la exclusión de muchos niños o que se pretende hacer una obvia defensa de un sistema de funcionamiento de los centros privados concertados que no respeta el derecho a la educación de los niños y las niñas.

En todo caso, la denuncia que quiero subrayar aquí es el ataque frontal que se hace al derecho a la educación intentando dar carácter legal al envenenado lema de educación inclusiva sí, especial también y, de esta manera, cambiar el sentido de lo que significa la educación inclusiva, lo que necesariamente contamina toda la ley. Así -y aunque la misma idea se repite en diferentes partes del texto legislativo-, en el artículo 13 del anteproyecto se regula sobre el falso presupuesto de que la educación inclusiva se puede realizar "en centros de educación especial o en unidades de educación especial en centros ordinarios" o "en un centro ordinario y un centro de educación especial, de manera combinada".

Hablar, como se hace en el Anteproyecto de inclusión educativa para regular un sistema opuesto a la misma, supone querer sacar provecho de la legitimidad que ahora tiene dicho término -fruto de la lucha, que tantos sufrimientos humanos ha costado y sigue costando- para, cambiándole completamente su significado, perpetuar un sistema que precisamente supone una sistemática y grave violación del derecho a la educación inclusiva.

El derecho a la educación, entendido como educación inclusiva, es el derecho humano que todos y cada uno de los niños tiene, sin distinción alguna -independientemente, pues, del sexo, etnia, condición económica, discapacidad o cualquier otra condición o circunstancia personal o social- a educarse, en igualdad de condiciones con los demás, en el mismo sistema de educación general, garantizándose la adaptación del sistema educativo a las diversas necesidades, capacidades, potencialidades y preferencias educativas de cada niño, de modo que todos puedan desarrollar sus diferentes personalidades, aptitudes y capacidades, hasta el máximo de sus posibilidades y formarse en el máximo respeto por los derechos humanos.

La inclusión nunca se puede conseguir, pues, con la segregación o la integración, ya que son modelos educativos radicalmente opuestos, como explícitamente ha dicho reiteradamente el Comité de Naciones Unidas de los Derechos de las Personas con Discapacidad. Así, en el párrafo 11 de la Observación General Nº 4, sobre el derecho a la educación inclusiva, se subraya que "El Comité destaca la importancia de reconocer las diferencias entre exclusión, segregación, integración e inclusión. […] La segregación tiene lugar cuando la educación de los alumnos con discapacidad se imparte en entornos separados diseñados o utilizados para responder a una deficiencia concreta o a varias deficiencias, apartándolos de los alumnos sin discapacidad. La integración es el proceso por el que las personas con discapacidad asisten a las instituciones de educación general, con el convencimiento de que pueden adaptarse a los requisitos normalizados de esas instituciones".

Y en el Informe de la investigación relacionada con España bajo el artículo 6 del Protocolo Facultativo de la Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, el Comité vuelve a ser meridianamente claro, afirmando explícitamente en el párrafo 82 que "de conformidad con su jurisprudencia y su observación general núm. 4 (2016), el Comité recuerda que un sistema inclusivo basado en el derecho a la no discriminación e igualdad de oportunidades, requiere la abolición del sistema separado de educación para estudiantes con discapacidad".

Por eso, el Comité concluía dicho Informe denunciando que en España se viola grave y sistemáticamente el derecho a la educación inclusiva. Más claro no se puede ser, pero en el Anteproyecto se quiere tergiversar el significado de la educación inclusiva para seguir manteniendo un sistema injusto y antijurídico, que viola grave y sistemáticamente el derecho a la educación. Impidamos tanto la aprobación de esta ley cuanto el malintencionado y sumamente dañino intento de manipulación que del término educación inclusiva se pretende hacer.

* Ignacio Campoy Cervera: Profesor Titular de Filosofía del Derecho Universidad Carlos III de Madrid y especialista en derechos de los niños.

Fuente Blgos Público.


Atención Temprana, otra más de las brechas de la infancia en España.

 La doble brecha de la atención temprana de 0 a 6: "Hay miles de niños perdidos entre las cifras".
Solo 40% de niños con problemas de neurodesarrollo reciben tratamiento.
¿Qué pasa con ese otro 60%?.

La desorganización del Estado Español la pagan los niños y las niñas:
Las diferencias entre CC.AA. y clases sociales determinan 
la posibilidad de recibir tratamiento de atención primaria.


Con dos años y cuatro meses, Adriana no hablaba y tenía problemas con el sueño. “Pensábamos que iba con más retraso y ya”, recuerda su madre, Alicia. Fue entonces cuando el neurólogo diagnosticó trastorno del espectro autista (TEA) a Adriana y aconsejó a Alicia: “Solicita ya tu cita de atención temprana de la Comunidad de Madrid porque tienen mucha lista de espera”.

Las diferencias entre CC.AA. y
clases sociales determinan
la posibilidad de recibir tratamiento
de atención primaria.
THINKSTOCK
Atención temprana es el nombre que engloba al conjunto de intervenciones destinadas a alteraciones del desarrollo en niños entre 0 y 6 años. Es la respuesta a una señal de alerta previamente detectada por el sistema sanitario, educativo o las propias familias, y suele traducirse en dos o tres sesiones semanales de fisioterapia, psicomotricidad, logopedia, psicoterapia o estimulación en centros especializados.

La palabra clave es ‘temprana’: la plasticidad del cerebro hasta los 6 años implica que cuanto antes se actúe sobre cualquier alteración del lenguaje, la movilidad o de interacción social, hay más probabilidad de conseguir progresos. La atención temprana es una carrera que determina el futuro de los menores.

Alicia solicitó en verano de 2019 la cita para valorar a Adriana y tardó tres meses en ser convocada. Tras la valoración –una redundancia burocrática, porque ya estaba valorada por su neurólogo-, otros dos meses de espera hasta conocer el dictamen. Al fin, la Comunidad de Madrid reconocía su necesidad de estimulación, psicomotricidad y logopedia, pero Adriana quedaba a la espera de que le asignasen la plaza en un centro público. Más de año y medio después, a punto de cumplir cuatro años, sigue esperando en ese limbo junto a otros 1.511 niños de la región cuyas necesidades de atención temprana están reconocidas pero no cumplidas.

“En atención temprana no puede existir lista de espera”, reclama José Luis Peña, neuropediatra y presidente de la Federación Española de Asociaciones de Profesionales de Atención Temprana (GAT). “Un niño de tres meses no puede esperar un año para entrar en el programa con 15 meses, porque mientras ocurren un montón de cosas en el neurodesarrollo del niño, pero también en la familia”.

¿Cuántos niños de 0 a 6 necesitan atención temprana? Según la literatura médica, un 10% de los niños entre 0 y 6 años necesitan algún tipo de intervención. “Son niños que presentan dificultades, más allá del 3% con discapacidad. Niños y familias con condición diagnóstica con alta probabilidad de derivar en trastornos de desarrollo, niños con demora en su condición madurativa, o que conviven en situaciones de exclusión social y estrés”, enumera Peña.

Según los datos expuestos esta semana por el GAT, en España se atiende solo al 4%, lo que señalan como un claro fracaso en el deseable objetivo de la universalidad. “Hay miles de niños perdidos entre las cifras”, resume Óscar Hernández, portavoz de la Plataforma por la Atención Temprana que reúne a las familias afectadas por la carencia de plazas públicas y agotadoras listas de espera, y que persigue visibilizar el problema y "la consecución de una atención al desarrollo universal, pública, gratuita y de calidad".

La brecha autonómica: 
de la atención universal de Cantabria o Cataluña a las carencias de Canarias
La atención temprana es una competencia autonómica que está especialmente invertebrada: no existe ley estatal (solo la reciente 'ley Rhodes', cuyo objeto no es la atención temprana, menciona la necesidad de su carácter universal) y en las 17 comunidades autónomas existe una disparidad enorme de plazas públicas, profesionales, organización jerárquica (suele depender de consejerías de servicios sociales y en algún caso de consejerías de sanidad) y, sobre todo, de menores atendidos.

Hace falta una ley de mínimos a nivel estatal porque existen diferencias tremendas entre las CC.AA. y no debería ser así: hablamos de la parte más frágil de la sociedad, niños con problemas serios y sus familias”, expone el doctor Peña. “Debería ser universal, gratuita y ser un derecho subjetivo”.

La brecha es llamativa: Cataluña atiende al 100% de los niños con necesidades de atención temprana, mientras que Comunidad Valenciana, Comunidad de Madrid, Galicia o País Vasco no llegan al 20%, según los datos del GAT. Canarias no articuló una orden de atención temprana hasta 2019 y en 2020 ha abierto sus dos primeros centros, pero todavía están muy lejos de atender a los 9.000 niños que necesitan tratamiento en las islas.

La ausencia de indicadores homogéneos no facilita recrear una fotografía precisa de la atención temprana. Durante su congreso anual, el GAT ha calculado el porcentaje de niños atendidos en cada autonomía, (si bien incluye datos de 2019 y 2018). A la cabeza sitúan a Cataluña (10%), Cantabria (7%), Castilla-La Mancha (5%), La Rioja (5%), Andalucía (5%), Murcia (5%), Asturias (4%), Castilla y León (4%) e Islas Baleares (3-4%). Y, por debajo de la media, País Vasco (2%), Navarra (2%), Comunidad de Madrid (1%-2%), Galicia (1%), Comunidad Valenciana (1%) y Canarias, con menos del 1%.

En la Comunidad  Valenciana, que además es la única autonomía que solo contempla la atención temprana hasta los 4 años, la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas admitió en noviembre que había 1.400 niños en lista de espera. Al número de plazas insuficiente se suma a veces el retraso provocado por la puerta de acceso única: centros de valoraciones convertidos en auténticos cuellos de botella en Aragón, Madrid, o La Rioja.

La Consejería de Asuntos Sociales de la Comunidad de Madrid reconoce el retraso de listas de espera y la falta de plazas. “No deberia existir ese tiempo y hay que agilizar los procesos y simplificarlos tanto para el acceso a la valoración como para disponer de más plazas”, afirma el director general de Discapacidad, Óscar Álvarez.

Un problema estructural agravado por la pandemia que imposibilita cualquier tipo de intervención precoz: en marzo de 2020, el tiempo medio de espera para resolver la necesidad de una plaza de atención temprana en la Comunidad de Madrid superaba por poco los tres meses; en diciembre de 2020, alcanzó los 10 meses, lo que refleja prácticamente una paralización burocrática.

“Al margen de la pandemia, el problema es tener una puerta única”, opina Peña. “Un niño prematuro que sale del hospital, ¿no va ya valorado?; un niño al que su pediatra le han preocupado rasgos de TEA, ¿no va ya valorado? Debería ser atendido y que la administración fiscalice luego: eso ocurre en Cataluña”.

La brecha económica: familias que pueden pagar atención privada
Con año y medio, Mikel recibió esa valoración en la guardería donde detectaron un retraso madurativo que confirmó el neurólogo, iniciando un camino similar al de Alicia: ocho meses de espera solamente para resolver la necesidad de logopedia y pedagogía terapéutica.

“Todavía sigue a la espera de una plaza en un centro público en Madrid, así que fuimos centro privado”, explica resignada su madre, Ruth. “300 euros de logopedia y otros 300 de estimulación al mes. Así llevamos casi tres años. Me lo he podido quitar de otras cosas, pero hay gente que tiene que pedir un crédito o que directamente no puede pagarlo porque las terapias son muy caras”.

Como la atención temprana llega a los seis años, Mikel, que ya tiene 5 años, probablemente saldrá de las listas de espera de plaza sencillamente por haber cumplido el límite de edad. “Mikel no va a entrar, va a ser un número menos”, asume Ruth. “A largo plazo, le sale más caro a una sociedad tener niños que van a ser más dependientes que si reciben una buena intervención a tiempo”, opina Ruth

Alicia también pudo permitirse la atención temprana privada para Adriana y, al tiempo que denuncia el abandono administrativo, resalta la importancia del tratamiento en sí. “Desde que empiezas eres consciente del cambio y de la necesidad del tratamiento. Claro que hay evolución: me puedo comunicar con ella, enseñarle el sí y el no. Necesitas el respaldo de un profesional que tú no eres”.

Tras una ley de mínimos que reconozca la universidad
El acuerdo de Gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos reconoce en su punto 2.2.10 el desarrollo de un sistema de atención temprana “que implique el reconocimiento y garantía de un derecho subjetivo a la atención temprana integral, universal, gratuita y pública y sin discriminaciones en virtud del lugar de residencia”.

De momento, solo existe en el ministerio de Sanidad un grupo de trabajo para analizar la realidad de la atención temprana. Mientras, con la mayoría de las comunidades autónomas sin la cobertura resuelta, el tiempo corre en contra de los niños. “Es un derecho esencial, igual que la educación y sanidad”, concluye Peña. 
“Los niños que necesitan atención temprana deberían recibirla”.

“Educación inclusiva en la primera infancia”.

La educación en la primera infancia es un derecho para todos los niños, 
y la condición de discapacidad no puede ser un motivo para privarles de ella. 
Son muchos los estudios demuestran las bondades de la educación inclusiva desde las etapas tempranas. 
Los niños con discapacidad aprenden como cualquier niño, 
participando en actividades funcionales, por repetición de estrategias 
que les ayudan a desarrollar habilidades de autonomía, independencia y sociabilización.  
Y la diversidad enriquece a todos, no sólo a los niños con discapacidad, 
pues los aprendizajes se construyen también interactuando y relacionándose con iguales.

Margarita Cañadas*,

Para crear sociedades más tolerantes y respetuosas hay que estar de frente a las diferentes realidades, ya sean económicas, sociales o por situación de discapacidad. La participación de los niños en sus rutinas habituales, con interacciones de calidad con sus padres o docentes, es la manera óptima de favorecer el desarrollo infantil.

A pesar de las ventajas conocidas y la apuesta de los sistemas educativos de muchos países por potenciar la inclusión, en las edades más tempranas, las comprendidas entre los 0 y los 6 años, no es una práctica tan generalizada.

Ante el nacimiento de un hijo con discapacidad, las familias se ven envueltas en un sistema sanitario que dista mucho del modelo educativo inclusivo. El modelo médico que sigue imperando en muchos países incita a las familias a buscar muchas horas de terapia y tratamientos rehabilitadores que difícilmente se pueden compaginar con la asistencia a un centro educativo.

Al mismo tiempo, los centros educativos de la primera infancia no suelen tener los apoyos necesarios para dar respuesta al alumnado con necesidades especiales respecto a las que los docentes no se sienten capacitados para atender de manera óptima. 

Es por ello que, en muchas ocasiones, lejos de pensar en ofrecer las intervenciones necesarias a los niños en el centro educativo, las familias se ven obligadas a renunciar a la escolarización en estas etapas para que sus hijos reciban los tratamientos adecuados en centros especializados. 

En contra de esa realidad, las prácticas basadas en la evidencia promulgan que el mejor tratamiento para los niños son las estrategias de intervención que se ofrecen dentro de sus actividades diarias, en la casa o el centro educativo. Ese cambio de enfoque supone que un momento como el del almuerzo sea el espacio idóneo para potenciar el desarrollo motor y de la deglución, o que el momento del juego al aire libre sea un espacio en el que trabajar la motricidad, el equilibrio, las relaciones sociales o la adaptación a los estímulos, etc. 

Parece una paradoja hablar de inclusión y que los niños con discapacidad pasen horas en terapias individualizadas fuera del aula. Necesitamos un cambio de creencias en el que el aula de educación infantil sea el espacio idóneo para el aprendizaje de todos los niños, tengan o no necesidades educativas especiales. 

Al hablar de educación inclusiva no podemos conformarnos sólo con el número de niños con discapacidad que están matriculados en las aulas, se requiere que los niños convivan en el mismo espacio durante la jornada escolar, ofreciendo igualdad de oportunidades para la participación, lo cual les permita aprender en igualdad de condiciones. 

Los niños necesitan tener parte activa en el aprendizaje y para ello es necesario que las aulas tengan a los profesionales con la formación y el tiempo para ofrecer lo mejor a cada niño. 

A modo de ejemplo, en España nos encontramos con una normativa que establece que un docente debe atender a 20 niños de 2 a 3 años. Las ratios actuales en muchos países, no permiten la educación inclusiva de la que estamos hablando. Es por ello que, ante la angustia de muchos docentes por no poder dar respuesta a los niños con discapacidad, incitan a las familias a buscar cada vez más terapias externas y tratamientos individualizados que privan al niño de convivir con sus iguales. 

Si bien hace décadas que se viene hablando de estos conceptos y sus limitaciones, no siempre se ha realizado un proceso de implementación eficaz de prácticas recomendadas basadas en la evidencia, y eso hace complejo que sea una realidad en todos los países. 

Los sistemas educativos deben diseñar planes de implementación de prácticas inclusivas en la primera infancia, contando con la participación de docentes, directivos, políticos, familias y otros agentes implicados como el ámbito sanitario. 

Es necesario contar con una infraestructura personal y también económica. La formación de los profesionales requiere de un acompañamiento directo y del manejo de situaciones reales en las que ofrecer oportunidades para comprobar in situ las ventajas de la inclusión en las primeras etapas. Los profesores deben comprender que la inclusión no es sinónimo de que todos los niños tengan que hacer lo mismo y si no, mejor que estén fuera en terapias. 

Los cambios de enfoque son más complejos que la redacción u aprobación de Leyes.
La inclusión supone reconocer al otro en igualdad de condiciones 
y darle la oportunidad de participar según sus posibilidades. 
 

*Margarita Cañadas, directora del Centro de Educación Infantil y Atención Temprana L´ Alquería de la Universidad Católica de Valencia de España.