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Medidas de Atención Educativa (MAE), medida para la discriminación.


La religión es un juego de niños. Eso asegura Lucas, un chaval de 12 años que cursa Primero de la ESO en un colegio público de Alcalá de Henares (Madrid) y que está harto.
Por eso, ha enviado una carta al director de El País, que también ha sido remitida a El Huffington Post por sus padres, en la que vuelca toda su indignación. En dos folios escritos a mano, explica que cursa Medidas de Atención Educativa (MAE), la alternativa a religión, y se queja de la discriminación según la materia que se elija.

“Los niños que van a religión hacen excursiones sin nosotros (…) y no sólo eso. Además ven películas, van a ordenadores, a jugar al paintball (guerra de bolas de pintura), piragüismo, al teatro, al cine…”. 
Lucas, que firma la carta junto a otros 12 compañeros, se queja de que, en cambio, las horas de su asignatura las dedican sólo a dibujar y a hacer deberes. Por eso, piden que se “equilibren” las actividades de ambas materias.

Los alumnos no tienen duda de a qué se deben estas diferencias. “Es un soborno de la iglesia para que los niños se apunten a religión y elijan el catolicismo. Lo hacen para que se apunten y que la religión no se extinga del colegio”, denuncian en su carta, en la que se preguntan: “¿Qué tiene que ver el paintball con la religión (no creo que disparen avemarías)? ¿Qué tiene que ver con el piragüismo? ¿La película 300 tiene más que ver con la Iglesia o con un acontecimiento histórico?”

Por eso, Lucas acaba su carta pidiendo que “al menos los de MAE tengan alguna excursión”.

“Los niños que van a religión hacen excursiones sin nosotros (…) y no sólo eso. Además ven películas, van a ordenadores, a jugar al paintball (guerra de bolas de pintura), piragüismo, al teatro, al cine…”. Lucas, que firma la carta junto a otros 12 compañeros, se queja de que, en cambio, las horas de su asignatura las dedican sólo a dibujar y a hacer deberes. Por eso, piden que se “equilibren” las actividades de ambas materias.

“Durante la clase en MAE lo que hacen es leer o dibujar. Hay una profesora con ellos, pero no es una clase con contenido pedagógico alguno”, lamenta María. Por eso, Lucas aspira a que su carta represente el primer paso para terminar con la discriminación en su instituto.