A raíz del anuncio de la posible apertura
de los centros educativos para niños de 0 a 6 años
de aquí a tres semanas, nos gustaría exponer
A raíz del anuncio de la posible apertura de los
centros educativos para niños de 0 a 6 años
de aquí a tres semanas, nos gustaría exponer una serie de reflexiones al
respecto y algunas
certezas sobre nuestro trabajo.
En referencia al hecho de que sólo se abran las escuelas para los niños de 0 a
6 años de aquellas familias que tengan que trabajar los dos miembros fuera de
casa, surgen muchas dudas también respecto a las necesidades de las familias de
niños mayores y cómo podrán justificar algunas de ellas su situación laboral.
Leyendo las declaraciones de la ministra Celáa, también nos parece
irresponsable enfrentar a los
niños de 0 a 6 años a riesgos, exponiéndose ellos y sus familias, mientras
anuncia que los
mayores de 6 años tienen que seguir confinados.
Estas
decisiones no hacen más que demostrar la concepción asistencial que se le
continúa dando a la educación infantil, pero no queremos entrar en este debate
ahora mismo.
Creemos que ante el hecho de estar confinados por una pandemia mundial, no
podemos quedarnos solo con el argumento de la “conciliación” para plantear la
apertura de las escuelas.
Creemos que ante el hecho de dejar muy claros los protocolos a seguir en
locales comerciales, qué equipos de protección son necesarios, y todos los
rituales de higiene y desinfección, urge
un debate y una argumentación de salud que avale la decisión de abrir las
escuelas.Y esto es lo que todavía no tenemos.
¿CÓMO PODEMOS GARANTIZAR UNAS MEDIDAS DE
SEGURIDAD EN LA ESCUELA INFANTIL DE 0 A 3 AÑOS?
Quizás hay que
recordar o explicar a aquellos que no están vinculados de ninguna forma al
ámbito de la pequeña infancia, cuál es el día a día de un centro con niños y
niñas menores de 3 años.
El vínculo con criaturas pequeñas pasa por la atención directa y atención a las
necesidades básicas, y éstas, evidentemente, implican contacto corporal por la
proximidad (un cuidado, limpiar una nariz, cambiar un pañal, ofrecer una
comida, consolar un llanto, curar una herida, vestir-desvestir, acompañar el
descanso,... no acabaríamos nunca....).
Uno de los sistemas más importantes de una criatura es el propioceptivo, quizás
del que menos se habla, pero del cual depende la manera en que una persona se
ubica y se estructura como tal dentro de su entorno. Este sistema se va
formando a partir de la percepción recibida de los diferentes sentidos y
especialmente del contacto, de las sensaciones que recibe a través de la piel y
que estructuran la información de su exterior, para así poderla usar para
adaptarse al medio y desarrollarse. ¿Las mascarillas nos acompañarán? ¿Los
guantes nos acompañarán?
¿Qué imagen percibe el niño de todo eso?
Y tenemos que
pensar en el espacio de la escuela y en el juego de los pequeños, de la
necesidad de moverse, de tocar, de lamer, de explorar, de subirse a diferentes
estructuras, de apilar, de encajar, de construir juntos y juntas, de
relacionarse los unos con los otros, etc... Actividad necesaria para su
desarrollo global. No se puede pedir que se contenga todo esto porque
estaríamos limitando las capacidades de los niños.
Venimos también
de una dinámica con rátios muy altas que no contempla las necesidades de vida y
relación de una criatura. Así que contamos con espacios pequeños, pocas
persones adultas y muchos niños y niñas con necesidad de ser acogidos,
acompañados, cuidados,... Pero estos niños y niñas también tienen unas familias
que viven y se relacionan con familiares suyos, con compañeros y compañeras de
trabajo, vecinos y vecinas del barrio, seguramente también tienen hermanos o
hermanas,... Es habitual que cuando hay alguna dolencia infecciosa (tipo
escarlatina,
varicela, boca-mando-pie,...) la encontremos también en diferentes centros
educativos del barrio. Somos una red muy potente de relación y esta característica
arrastra muchas cosas.
¿Cómo podremos garantizar una contención?
¿Y cómo podemos asegurar que las maestras no tenemos el virus y que por lo
tanto no lo podemos transmitir? ¿Cómo lo haremos para protegernos y para
proteger a los más pequeños y a sus familias? ¿Y a las nuestras? ¿Qué equipos
de protección tendremos que llevar? ¿Quién recogerá a las criaturas de la
escuela? Si los padres trabajan (y por eso se abren), ¿vendrán los abuelos?
¿Los ponemos en riesgo? ¿Cómo se puede mantener una distancia social en el
marco de la escuela infantil de 0 a 3 años? ¿Entre niños y niñas?, ¿Entre
criaturas y adultos?
Es imposible, y pedirlo es ir en contra
no sólo de los proyectos, sino también poniéndo
en riesgo el derecho al bienestar y al desarrollo de los más pequeños, y de
manera extensa, el de sus familias y el de las educadoras.
Se ha hablado mucho del derecho de los niños y las niñas a salir a la
calle, pero no se está hablando del derecho a volver a la escuela en unas
condiciones dignas de seguridad. ¿La OMS considera la infancia población de
riesgo y queremos abrir las escuelas?
Y no nos
olvidemos de aquellos que viven situaciones de vulnerabilidad. Precisamente
este
sector seria el que más atención necesitaría y probablemente no tenga los dos
progenitores (o uno) trabajando.
Sin dar respuesta a estas preguntas, creemos que se está poniendo en riesgo a
la pequeña
infancia y a su red de relaciones; le quitamos valor y seguimos con la dinámica
de que los
más pequeños son los que se tienen que adaptar y remangar para que la sociedad
capitalista y feroz pueda seguir funcionando.
Volvemos a poner en los niños y las
niñas el peso de la conciliación. Y quizás lo que tocaría ahora como sociedad
justa, sería que se pudiera dar un permiso para cuidar a las hijas y a los hijos hasta que sea seguro volver a las
escuelas.
Las criaturas pequeñas no tienen que tener la responsabilidad de tener cuidado
de contener el virus ni de cuidarnos, y tomando la decisión de volver a los
centros educativos les estamos traspasando esta responsabilidad, porque tendrán
que aceptar convivir con situaciones de gran estrés familiar, tendrán que
volver a vincularse con personas sin cara, sus relaciones y cuidados llegarán
sin contacto,... ¿qué desarrollo le ofrecemos?
Los equipos de las escuelas infantiles municipales y de los espacios familiares
de la ciudad hemos tenido más tiempo que nunca para reflexionar sobre cuál es
nuestro papel con la pequeña infancia, de qué manera incidimos en los más
pequeños y sus familias día a día y buscar nuevos planteamientos para saber
acompañarlos. La situación actual nos hace pensar en los diferentes
funcionamientos familiares, en las posibilidades de cada núcleo y en cómo
podremos acoger toda la vivencia de la pandemia tanto a nivel profesional como
personal. No nos planteamos esta parada como un periodo de descanso; para
nosotros no es un descanso, es un tiempo para seguir con la reflexión, la
formación y el intercambio de recursos para saber adaptar nuestros saberes y metodologías a todo lo que vendrá con la
vuelta.
Nada nos gustaría más que volver a disfrutar de nuestra tarea como educadoras y
educadores. No podemos decidir sin pensar de qué manera volveremos a empezar, y
sobre todo no podemos volver a empezar de cualquier manera. Ahora nos toca
pensar y planificar cómo acogeremos. Toca trabajar y preparar las bases ya que
el retorno será intenso, emocional y físicamente.
Nuestra responsabilidad también como trabajadoras públicas es pedir que se
cumplan una serie de garantías para la vuelta, por el bien de todas y todos.
Porque no podemos poner en riesgo todo aquello que hemos conseguido durante
este tiempo. Porque creemos que nuestra responsabilidad como trabajadoras
públicas es también el bienestar común.
Por lo tanto, queremos argumentos
sanitarios en la decisión de volver a las escuelas en tres semanas, y no solo
argumentos de conciliación y reactivación económica, producto de una sociedad
capitalista.
Col·lectiu de
Mestres i educadores de les Escoles Bressol Municipals de Barcelona.
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Desde GSIA pensamos que en la nueva situación que apenas hemos comenzado a vivir será imprescindible sustituir las visiones lineales, unidireccionales, dominantes por otras abiertas a contemplar la complejidad de una vida social entendida a través de múltiples redes, nudos e intereses. Entre esas nuevas complejidades están los derechos de los últimos ciudadanos que han llegado a la palestra social como son los niños, niñas y adolescentes, que necesariamente tiene que subir en su protagonismo, el que les pertenece, ni más ni menos.
Los hechos que pone en claro estas reflexiones los entendemos como un ejemplo de ello.
Es una muestra más de conflicto de intereses que sólo puede resolverse con consensos que vayan dando forma a un nuevo contrato social.
No se trata de un o blanco o negro, de un qué se dice que me opongo, sino de una decisión a tomar en el marco de diferentes intereses en liza (de los niños, de las educadoras, de las madres, de los autónomos, de los empleados públicos, de los decisores políticos...)