"Incarcerated Childhood and the Politics of Unchilding" libro de la prof. Nadera Shalhoub-Kevorkian "invitada a renunciar" a su trabajo en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Una de las más de 1.350 Investigadoras y Estudiantes de la Infancia, que pedimos un alto el fuego inmediato en Gaza, ha sido invitada dejar a la U. Hebrea de Jerusalén.
Profesora Nadera Shalhoub-Kevorkian |
crítica. Décadas de desplazamiento, asedio y ocupación han dejado como saldo:
directas de la violencia relativa a ataques aéreos, bombardeos y enfrentamientos armados.
Relativo a las víctimas directas también se han reportado casos del uso de interrogatorios con
apremios de diverso tipo. Esta exposición a la violencia ha causado traumas físicos y
psicológicos graves que difícilmente sanarán.
servicios esenciales como atención médica, comida y agua potable debido al bloqueo israelí.
Estas restricciones atentan contra el derecho internacional y particularmente vulnera
derechos básicos consignados en la Convención Internacional de los Derechos del Niño.
palestinos se ven obligados a abandonar sus hogares debido a la violencia y los bombardeos,
lo que interrumpe el acceso a servicios de salud, educación, vivienda y estabilidad emocional.
alimentos han llevado a una crisis de desnutrición y escasez de alimentos en Gaza, afectando
especialmente a los niños y niñas.
por la falta de recursos, la destrucción de escuelas y la exposición constante a la violencia.
Muchos niños y niñas tienen dificultades para acceder a la educación.
una alta densidad poblacional debido a las restricciones del desplazamiento y una
infraestructura dañada. Los niños a menudo viven en entornos inseguros y con falta de
servicios básicos.
incalculables son la pérdida de sus seres queridos, madre, padre, hermanos, hermanas,
abuelos, parientes, amigos, vecinos, etc. que siguen siendo asesinados diariamente por los
ataques israelíes. La desaparición de las figuras de afecto les dejan expuestos y aún más
vulnerables.
oportunidades y la persistente inestabilidad en la región. Muchos tienen dificultades para
acceder a una educación de calidad y perspectivas de empleo.
sido asesinados más de 3000 niños y niñas, incluyendo menores de dos años, bajo el
bombardeo indiscriminado sobre civiles ejecutado por Israel, acción consignada por diversos
organismos internacionales de derechos humanos como crímenes de guerra.
1.- Denunciamos la violencia sistemática de la que han sido víctimas los niños, niñas y
adolescentes por parte del Estado de Israel y la masacre que se encuentra en curso en esta
última agudización del conflicto.
por Hamas.
vulnerado sistemáticamente los derechos de los niños, niñas y adolescentes.
medicamentos, agua y alimentos a la población y la atención médica y psicológica en especial
a niños y niñas.
Informe sobre abusos sexuales en el ámbito de la Iglesia católica, España. Una Respuesta Necesaria.
‘El silencio roto’: el ‘podcast’ sobre la investigación de la pederastia en la Iglesia española
Los periodistas de EL PAÍS que han destapado el escándalo de la pederastia en la Iglesia española cuentan cómo fueron los tres años de trabajo que llevaron a abrir por primera vez unas pesquisas sobre los oscuros episodios en la jerarquía eclesiástica
MARTA CURIEL - ÍÑIGO DOMÍNGUEZ
Madrid - 07 MAY 2022 - 05:45 CEST
El silencio roto es una miniserie sonora de tres episodios que permite conocer los entresijos de tres años de investigación periodística. Un trabajo de EL PAÍS que ha propiciado la primera causa oficial sobre los abusos sexuales a menores en el seno de la Iglesia en España. Los periodistas que han destapado el escándalo de pederastia cuentan cómo fueron esos años de pesquisas que finalmente llevaron a que por primera vez en la historia se abriera una investigación oficial al respecto.
Cómo empezó la investigación sobre los abusos de la Iglesia española
2. Algo que nunca le conté a nadie
Cómo, a pesar de los cientos de testimonios que recibió EL PAÍS, la Iglesia seguía tapando lo ocurrido
Cómo el equipo del periódico hizo llegar un dosier con 251 denuncias inéditas al Papa. Y cómo eso lo cambió todo
Créditos
- Marta Curiel: Entrevistas, guion, realización, montaje
- Íñigo Domínguez: Narración
- Isabel Cadenas: Diseño de sonido, edición, producción ejecutiva
- Ana Ribera: Edición
- Nicolás Tsabertidis: Diseño de sonido, mezcla, grabaciones en estudio
- Fernando Hernández: Dirección de arte
- María José Durán: Diseño
Disponible en las plataformas de podcast: Podium Podcast | Podimo | Spotify | Apple Podcasts | iVoox | RSS Feed
Hablemos de incesto
La mitad de agresiones a menores, como poco, la efectúan sus familiares. No quiero pensar que la voluntad de denunciar a una institución como la Iglesia supere a la de acabar con estos actos nefandos dentro del seno de las propias familias
Dejó dicho Lord Byron que el mejor profeta del futuro es el pasado. No le faltaba razón. Uno se da cuenta a cada momento. La casualidad ha hecho que repare en ello al contemplar el mismo día en la prensa la presentación del informe del Defensor del Pueblo sobre abusos sexuales a menores en el seno de la Iglesia Católica –que afirma que ha afectado al 0,6% de la población española– y la impactante campaña del gobierno francés contra el incesto, es decir, contra las violencias sexuales y los abusos cometidos contra los niños en el seno de la unidad familiar. Si nauseabundo es el abuso cometido por los clérigos en uso de su supremacía escolar o espiritual, ¿qué dejamos para los abusos y violaciones cometidos por padres, abuelos, padrastros u otros en el seno de la familia? Cada tres minutos se comete uno de estos actos en Francia, así lo dice crudamente la campaña iniciada allí. ¿En España sucede menos o, simplemente, es una olla aún por descubrir? Más lo segundo que lo primero.
Un “p'tit secret”. Así relata en los duros spots una niña el chantaje emocional que acompaña a las violaciones o abusos incestuosos. Ese secreto entre el menor y el abusador al que quiere y en el que confía. Creo en la necesidad de restauración de las víctimas de los sacerdotes y en la obligación de la Iglesia de hacer frente a esta indecente realidad, pero también creo en la obligación social de destapar lo que sucede muros adentro y de dejar de taparnos los ojos pensando que se trata de algo que sucede poco o que sucede solo en entornos desestructurados porque todos los informes existentes dicen lo contrario. “Todos los días te cruzas con personas que han sufrido el incesto en la infancia y con otros que lo han practicado”, afirma la secretaria de Estado de Infancia francesa. ¿De verdad creemos que esto no sucede en España?
Miremos al futuro también, a la prevención, a la muestra del rechazo social absoluto a esta realidad que sigue produciéndose y que incluso aumenta entre nosotros. La última preocupación expresada respecto a nuestro país es la de la ONU a través de su 'Observación sobre el noveno informe periódico en España', que la secretaria de Estado de Igualdad presentó hace tan solo seis meses. No habrán visto que el tema de la infancia abusada haya copado los titulares ni las campañas. Sin embargo, el comité “observa con preocupación que la legislación y los esfuerzos para atender las formas específicas de violencia de género contra las mujeres y las niñas como el incesto (...) son insuficientes en España”, de lo que alertan al gobierno. Los “informes oscuros” que se han manejado, aportados por asociaciones como Alanna, Clara Campoamor, Feminicidios y otras elevan las 3.206 denuncias oficiales recogidas en el Rumi de 2021 hasta 5.865 casos de los que sólo se habría producido condena judicial en 738. Recordemos que los niños no pueden denunciar y que tiene que hacerlo un adulto (la madre, un médico, un profesor...).
Nuestros niños son igualmente masacrados por estos delitos y por los cometidos por miembros de la Iglesia. Las consecuencias son igualmente devastadoras. No quiero pensar que la voluntad de denunciar a una institución como la Iglesia supere a la de acabar con estos actos nefandos dentro del seno de las propias familias. ¿Qué se ha hecho contra esto último? Claramente, poco o nada. Las asociaciones que trabajan estos temas llevan dirigiéndose al Congreso y al Senado desde 2015, con varias reiteraciones incluso este mismo año, que no han obtenido respuesta. ¿No le interesa esta horrible realidad a nuestros representantes? ¿Es un tabú demasiado difícil de vencer?
Ni siquiera nuestra Justicia ofrece una respuesta adecuada a los retos de una realidad más cruda de lo que queremos asumir., en aumento con visos de empeorar. La pornografía pederástica se ha convertido en un escándalo en alza donde estos degenerados encuentran una especie de normalización de sus peores instintos. Según el informe realizado en nuestro país hace unos años por Save the Children tras el análisis de procedimientos concretos, en pocos casos de denuncia se lleva a cabo por la Justicia una investigación exhaustiva, más bien se tiende al sobreseimiento que apenas es recurrido por la Fiscalía. La ong denunció también falta de motivación y ponderación en las resoluciones al aplicar el principio de superior interés del menor, insistencia en la “normalización” de la relación del menor abusado con el progenitor denunciado, poca especialización infantil de los equipos psicosociales, falta del impulso del procedimiento penal, fallos en la aplicación por los juzgados de Familia de la prejudicialidad penal y, llegan a decir, prejuicios de partida contra las madres denunciantes cuando está en marcha un proceso de divorcio. Al final ha calado el mensaje de la madre manipuladora que influye en los niños y denuncia al padre para sacar ventaja. Las infamias de ciertos grupos en la red no salen gratis y tienen repercusiones.
En medio de todo ese maremágnum burocrático y judicial hay muchos menores sufriendo, menores que serán adultos con un trauma difícil de superar y que tal vez intenten en el futuro exigir reparación y justicia a una sociedad que no ha sido capaz de protegerles ahora. ¿Somos como sociedad mejor que la Iglesia como institución? ¿No nos estamos, autoridades y ciudadanos, tapando los ojos como en su caso hicieron y hacen los prelados? ¿Somos de verdad mejores que ellos?
El Gobierno francés, por primera vez, ha utilizado la palabra incesto junto al abuso y violación de menores. Nunca antes se había hecho. Según los datos en el tiempo que han tardado en leer ese artículo un menor ha sido violentado por sus propios familiares. “Quería golpear en el estómago a nuestros conciudadanos” ha dicho la artífice de la valiente campaña francesa. Participo de su loable objetivo. El mejor profeta del futuro es el pasado y la byroniana reflexión nos permite afirmar que en el sufrimiento de los testimonios recogidos por Gabilondo podemos ver el dolor que ahora mismo se está fraguando en una infancia que será adulta.
Hablemos del incesto y de que la mitad de agresiones a menores, como poco, la efectúan sus familiares. Estoy segura de que hasta este artículo será leído por el autor de un incesto porque están entre nosotros, cada día, asquerosamente impunes.
Hagamos algo, seamos mejores y más efectivos que las sotanas.
Un país de extraescolares
Admitamos que la idea de madrugar para que todos entremos a trabajar a la misma hora, como hacían los primeros obreros bajo la tutela estricta de algún silbato, o de fichar en alguna máquina para demostrar que estamos ahí encadenados durante el tiempo suficiente debería hacerse extraña en el capitalismo volátil y globalizado de ese mismo siglo XXI. Pero, como las filas a la entrada del colegio, son realidades que resisten tozudas incluso tras una pandemia planetaria que –decían los agoreros- vendría a cambiar para siempre nuestras vidas.
POR IVÁN RODRÍGUEZ
PUBLICADO EL: 9 DE OCTUBRE DE 2023
Pasó septiembre y volvió a dejarnos la imagen de ver caminar a nuestros hijos cabizbajos hacia su fila en el primer día de clase tras el receso estival. Y este texto quizás podríamos dedicarlo a preguntarnos por qué la educación del siglo XXI necesita todavía de filas cuartelarias. En su lugar me ha llamado la atención cuánto nos parecemos niños y adultos en aquello de dejar atrás la ficción vacacional.
Convertimos un tiempo que sabemos excepcional y conquistado a lo ordinario –el verano de nuestras vacaciones pagadas- en una improvisada realidad en la que nos sentimos más auténticos que nunca, lejos de rutinas, horarios y tareas en las que no nos vemos reflejados; por eso dejar ese tiempo es un poco como sellar una traición contra nosotros mismos y por eso se cobra su precio en la moneda del malestar emocional. Debe de ser eso lo que las psicohuestes de la posmodernidad han bautizado como depresión posvacacional. Una tristeza que brota de comprobar que lo que hemos tomado por realidad es una brillante invención, una hermosa pompa de asueto y holganzas varias que explotará cada año al morir agosto, dejando al descubierto lo que somos el resto del año: gente capaz de entregar sin resistencia su tiempo y sus energías a labores que, en muchos casos, ni nos llenan ni nos importan, y en otros nos laceran. ¿Acaso no es este el más pleno triunfo de las sociedades capitalistas que surgieron de la revolución industrial, que nos brindemos voluntaria y rutinariamente a los lazos inflexibles de la jornada laboral?
Admitamos que la idea de madrugar para que todos entremos a trabajar a la misma hora, como hacían los primeros obreros bajo la tutela estricta de algún silbato, o de fichar en alguna máquina para demostrar que estamos ahí encadenados durante el tiempo suficiente debería hacerse extraña en el capitalismo volátil y globalizado de ese mismo siglo XXI. Pero, como las filas a la entrada del colegio, son realidades que resisten tozudas incluso tras una pandemia planetaria que –decían los agoreros- vendría a cambiar para siempre nuestras vidas.
No es casualidad que el trabajo y el colegio hayan aparecido juntos mientras pergeño estas letras para La Enzina. Sería imposible entender el uno sin lo otro en cualquier sentido que se quiera considerar. Se mire como se mire la escuela sigue siendo, en su sentido más básico, un adiestramiento para la realidad laboral de nuestra sociedad. Es una vieja (y difícilmente contestable) idea de la Sociología de la Educación la de que existe alguna clase de correspondencia entre la organización escolar y la laboral. Es decir, que las rutinas escolares, los madrugones, sus rígidos horarios, las tareas repetitivas, los odiosos deberes que se siguen encargando a machamartillo por más que se demuestre su futilidad pedagógica o la nula relevancia de nuestros deseos en el seno de una institución orientada a la contención en la que hay que levantar la mano y pedir permiso hasta para ir al servicio, son un apropiadísimo entrenamiento para, el día de mañana, poder entregar dócilmente nuestra fuerza de trabajo. Miren que bien lo vio venir Irvine Welsh cuando tituló irónicamente su libro de ácidos relatos Si te gustó la escuela te encantará el trabajo (If You Liked School You’ll Love Work). Más que recomendable.
Pensemos en la realidad cotidiana que viven niñas y niños en España. A tenor de la impresión generalizada de la población adulta, que cree firmemente que hoy la educación no educa, que nadie estudia porque no se repite, que el profesorado pasa medio año de vacaciones y que no se exige lo suficiente; los colegios, en fin, son algo muy parecido a un spa vacacional. Pero vaya, no es este el día a día de la chavalada nacional. Un dato que desconoce la mayor parte de nuestra ciudadanía es que la población infantil española pasa más horas escolarizada por término medio que los niños alemanes, británicos o finlandeses. Y que en la secundaria obligatoria supera ya las 30 horas semanales (es decir, rondando una jornada laboral, pero no piensen mal, que es casualidad) y es una brecha con nuestro entorno que se ensancha. Esto por no mencionar que fabricamos los horarios escolares contra los niños y sus ritmos biológicos, en lugar de con ellos, como bien explicaba hace poco mi colega de riñas sociológicas Daniel Gabaldón. Añadan a este panorama de jornadas escolares que las familias tendemos a alargarlas con la parrilla (interminable) de actividades extraescolares, lo que posibilita que haya muchas niñas y niños que ingresen a un centro escolar a las 9 de la mañana pero no lo abandonen –inglés, judo o baile mediante- hasta las 5 de la tarde: 8 horas más tarde (¡ándele, otra jornadita laboral!). ¿Adivinan por qué? Exacto, hacemos coincidir el tiempo escolar con el ritmo de nuestros (locos e inflexibles) horarios laborales. A la fuerza ahorcan, se suele decir.
Ahora simplemente piénsenlo e imaginen los deberes como ese trabajo que –qué remedio- uno tiene que llevarse a casa; o conciban ese tiempo de extraescolares que no deseamos como unas horas de trabajo extra en las que habrá que “calentar la silla”. Eso por no hablar del fenómeno de la prolongación fraudulenta de la jornada laboral (es robar nuestra fuerza de trabajo, pero llámenlo así que suena más chic). Y junten el producto de su imaginación con un dato: en España se trabaja más tiempo que en la mayor parte de los países que se tienen a sí mismos por “la Europa que trabaja”[1]. Lo revelaba Eurostat con datos de 2022: el número promedio usual de horas semanales trabajadas en España y (sobre todo) Grecia y Portugal superaba con creces el dato alemán, holandés y danés. Vaya con los PIGS. Y ahora si quieren, sigan pensando que esta coincidencia entre la resignación al tedio escolar que se prolonga, que parece ser esa cosa tan de aquí, y la aceptación sumisa de que nuestras jornadas laborales deben estirarse más que un día sin pan son sólo una funesta casualidad.
En fin, que en esto del adocenamiento escolar y laboral es mejor no seguir al sentido común y fiarse un poco más de los datos. Eso y no descuidar la memoria porque gran parte del problema radica en una organización de nuestros tiempos laborales y sociales que roza el desvarío sistémico. Deberíamos trabajar menos y ser más productivos justamente para poder olvidar antes el tiempo del trabajo y entregarnos a ese otro en el que sí nos reconocemos y en el que, entre otras cosas, podríamos cuidar mejor de nuestros hijos. Para esto es perentoria e ineludible en nuestro paisaje sociopolítico una ley de racionalización de horarios que apueste, de una vez por todas, por acabar con este imperio de la insensatez que atenta contra nuestra salud física y emocional. Pues lo dicho, hagamos memoria: ¿cuál fue una de las iniciativas legislativas más novedosas de la pasada legislatura que quedó por poco en el tintero tras la convocatoria de las tórridas elecciones del pasado 23-j? Adivinen.
[1] El asunto, por cierto, no puede ser más paradójico si tenemos en cuenta que España fue uno de los estados pioneros, a principios del XX, a la hora de regular la jornada laboral para que esta no excediera de las ocho horas diarias. A veces el devenir histórico es como un chiste, no precisamente de los más logrados.