Transformar la información en conocimiento.
Conocer no es una acción ni exclusiva ni excluyente.
Kepa Paul Larrañaga *
La
utilización de Internet en los centros educativos posibilita tanto el
acceso universal a la información como el surgimiento de distintas
propuestas metodológicas para integrar Internet y las Redes Sociales en
el proceso de aprendizaje, y transformar la información en conocimiento.
Sustrayendo las salvedades, las contingencias, la incompetencia, la
negligencia, las convenciones, la ideología, el poder, el
desconocimiento, la falta de formación, la desidia, el formalismo, la
administratización, las lecciones, el aburrimiento, los exámenes, etc…
Aquel debería de ser el contexto educativo ideal para aprender a generar
conocimiento.
Escuchaba
hace unos días a una madre reprendiendo a su hija para que permitiera a
su hermano menor aprender una acción por imitación, por puro repetir,
una y otra vez. Casi todos y todas reconocemos este método de
aprendizaje. Devolviendo cada recuerdo a la memoria de una ristra de
conceptos olvidados. Donde apartadas las ideas sólo encontramos el
recuerdo de los momentos en las aulas y pasillos, los nervios, los
pupitres escolares, las mesas de estudio…
Todos los elementos que
configuran esas performances del estudio mimético. Mimetismo fonético y
escrito que se acompaña de hábitos.
Resultado: habremos aprendido a
habituarnos.
La habituación
genera, en el peor de los casos, la apropiación de información e ideas,
simulando decir siempre uno lo que es de otro, otros o de todas y todos,
y por tanto aplicando el ‘conocimiento propietario’ -cuando uno se
piensa propietario del conocimiento-. Mal síntoma para la salud
educativa y social si para de verdad “conocer”, se aprende compartiendo.
Frente
al conocimiento oficializado, propietario por haberse pagado con
exámenes, propietario por valer dinero, el tiempo dedicado a aprender es
un reconocimiento del otro, de sus características y cualidades.
Ayudando a dotarle de los recursos que sepa suministrar a otros, a su
vez, ahora como después. Aunque la idea aún establecida es ensalzar las
competencias que se apropia y ha apropiado el alumno o la alumna frente a
otras y otros. Y en el sentido estricto que se entiende la palabra
competencia: medir ser competente en comparación con… Esta última es la
urdimbre del tejido educativo.
En
mi defensa de un aprendizaje para y en el re-conocimiento de las
cualidades del otro, hay que aplacar la soberbia de quien pretenda
ostentar el saber de manera unilateral, atenuar la segregación de los
más capaces frente a los menos capaces y por tanto discriminando a
tantos, mejorar en los procesos, sobre todo metodológicos, de acceso a
un conocimiento colectivizado y universal.
Conocer
no es una acción ni exclusiva ni excluyente. Se logra no demandando la
atención al orador-experto sino sabiendo convocar a quienes en una
acción saben expresar las pesquisas con las informaciones por donde un
conocimiento discurre. Esta sincronía de informaciones -de datos- es
prevalente frente a la concentración y centralización del
saber-propietario, más sabiendo de la importancia de las sutilezas para
los cambios, descubriendo enfoques determinados sobre aquellos matices.
Sé
de las dificultades al presentar esta posible hoja de ruta.
Principalmente porque supone transformar la fisonomía de los centros
educativos y por tanto de la educación, como de la relación y vínculo
entre los que se apropian y aplican el saber oficial frente a quienes
parecen sus súbditos. Y recordemos que todos los niños y niñas (los
denominados clientes de los centros educativos) han acabado convencidos
de serlo -me refiero a súbditos de los adultos- para quedar expropiados
de sus propias intuiciones y afirmaciones.
Si el camino es método, mal atajo hemos cogido.
* Kepa Paul Larrañaga es presidente de la Asociación GSIA