Manfred Liebel1 y Lourdes Gaitán2
Presentación Revista
En
los primeros meses de 2019, varios cientos de miles de niños, en más de 125 países,
se saltaban la escuela todos los viernes
y salían a las calles para manifestarse en contra de
la destrucción del Planeta Tierra y a favor de una política climática sostenible.
Este movimiento juvenil
fue impulsado por Greta Thunberg, una niña que desde agosto de 2018, cuando
tenía 15 años, ha estado llamando todos los viernes, ante el parlamento sueco,
a una “huelga escolar por el clima”.
Los videos de sus apariciones en la Conferencia de las
Naciones Unidas Sobre el Cambio Climático, en el Foro Económico Mundial o su
fallida presencia ante la Comisión Europea se difundieron rápidamente en
Internet. Al mismo tiempo, Greta se ha convertido en el ídolo de muchos niños y jóvenes
que están impresionados por su persistencia e intransigencia y
la toman como ejemplo. Obviamente, Thunberg ha tocado un punto sensible, ya que
el miedo a que sus medios de vida sean destruidos y su futuro robado, mientras
que ellos permanecen excluidos de cualquier decisión política al respecto, se
está extendiendo entre los integrantes de la generación joven de hoy.
El movimiento Fridays for future3 obtuvo rápidamente una amplia
acogida en los medios de comunicación y fue bien recibido e incluso elogiado
por los mismos adultos criticados y por las élites de poder, aunque con cierta
condescendencia. A la vez, se
acusaba a los manifestantes de violar las leyes existentes y de carecer de las
habilidades necesarias para intervenir en el tema. En uno de los primeros
análisis serios, Albrecht von Lucke (2019) habla de la “infantilización” del movimiento para devaluarlo.
Según Greta, ella aprendió a
pensar en el calentamiento global por primera vez en la escuela, a la edad de ocho años. Su compromiso con la protección del clima comenzó con el apagado de la iluminación
de su casa para ahorrar energía. Más tarde, decidió dejar de viajar en avión y alimentarse con comida vegetariana, convenciendo también a su familia. En mayo de 2018, ganó un
premio en un concurso de escritura sobre política ambiental, iniciado
por un diario sueco. La publicación de su con- tribución creó contactos con varias personas
que la animaron a involucrarse, y así, poco después, comenzó a hacer campaña activamente para la protección
del clima. Greta Thunberg es
sólo una de los y las jóvenes que en los últimos años han estado haciendo campaña a favor de una causa política,
que han tenido una gran acogida
en los medios de comunicación y cuyo compromiso ha sido asumido por políticos y organizaciones internacionales. Nos referiremos brevemente a tres de ellos aquí y, junto
con el ejemplo de Greta, nos preguntaremos si sus historias
expresan la exis- tencia de un poder
específico de los niños. Después
se citarán otros ejemplos que han
atraído menos la atención internacional, pero que han tenido repercusión localmente.
Quizás la activista joven más famosa
de los últimos años es Malala Yousafzai, de Pakistán. Desde que tenía nueve años, ella había estado haciendo
campaña en su país
natal y en su propio blog para mejorar las oportunidades educativas de las niñas y
casi llegó a ser asesinada
por un grupo islamista. Cuando
se recuperó de sus lesiones mortales, fue invitada a varias
conferencias internacionales como “embajadora
de la educación” de los niños, celebrada por los jefes de Estado y el Secretario General
de las Naciones Unidas,
recibió numerosos premios
y fue galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 2014, a la edad de 17 años.
Un ejemplo anterior, menos
presente en los medios de comunicación, es la iniciativa de Felix Finkbeiner, un alumno de nueve años de Alemania,
que fue el iniciador de la
iniciativa mundial de Plant-for-the-Planet
para niños y jóvenes. En enero de 2007, en una presentación escolar, había
formulado la idea de que los niños podían plantar un millón de árboles en todos
los países del planeta para compensar las emisiones de CO2 y contribuir a la justicia climática. Hoy, la iniciativa está presente en más de 100 países e incluye
a miles de niños y niñas. Los propios niños se vuelven activos plantando
árboles. La iniciativa fue adoptada por el Programa de las Naciones Unidas
para el Medio Ambiente.
El último de los ejemplos internacionalmente conocido es el de Ahed Tamimi,
de Palestina, nacida en 2001, que se rebeló contra la ocupación israelí
cuando era niña y arriesgó su vida por ello. En primer lugar, a la edad de 11 años, se enfrentó a los soldados israelíes con los puños
levantados cuando los colonos israelíes confiscaron una fuente de agua que era vital para varias
aldeas de los alrededores. Tres años más tarde, junto con otras mujeres,
intentó impedir que un soldado presionara a un niño herido en el brazo contra
una roca. En diciembre de 2017, cuando tenía 16 años, fue juzgada por un tribunal militar
israelí por abofetear a un soldado.
Un video la mues-
tra empujando y pateando a un soldado, luego abofeteándolo y gritando “¡Vete!”. Fue sentenciada a ocho meses de
prisión. El pueblo palestino la admira por su valentía y muchos se
identifican con ella. Se ha convertido en un icono de resistencia contra la
ocupación israelí.
Las iniciativas
anteriores muestran que el compromiso con el cambio político llega a una edad temprana y puede provenir
de niños muy jóvenes.
Sus protagonistas
se movilizaron por primera vez a los ocho, nueve u once años de edad. Los
objetivos que se fijaron estaban influenciados por su entorno y con su acción
crearon un sentimiento de injusticia. El padre de Malala fue profesor de
escuela y se involucró en la política educativa de su país, y probablemente
contribuyó a concienciar a su hija sobre la discriminación de las niñas en el
sistema educativo pakistaní. El padre de Félix era uno de los principales
representantes de una fundación dedicada a la gestión ambiental, y Félix fue
alentado inicialmente por los maestros de su escuela. Ahed proviene de una
familia que había resistido durante mucho tiempo la ocupación israelí y que
grabó con orgullo las acciones de su hija en video y las publicó en Internet. El compromiso de Greta, por
otro lado, no encontró un modelo a seguir en su familia, pero parece haber sido
alentado por una sensibilidad particular hacia los peligros que siente como amenazas.
Pero sería demasiado simple,
y atestigua prejuicios adultistas, rechazar las iniciativas de los niños y niñas como resultado de los susurros de los adultos
interesados, como sucede a menudo en los medios de comunicación. Sus iniciativas
nacieron de sus propias consideraciones
y convicciones, que poco a poco se habían desarrollado a partir de sus
propias experiencias de vida. Se caracterizan por el hecho de que, como niños,
defienden un objetivo que les afecta personalmente y porque, al defenderlo,
aceptan riesgos o desventajas personales. La amplia resonancia que han
encontrado en otros niños, niñas y jóvenes está probablemente influida por este
compromiso personal. También está
relacionada con el hecho de que las imágenes de sus actividades se difundían
muy rápidamente en Internet y de que los propios protagonistas ayudaron en
parte a crear un público nacional en sus propios blogs.
Además, hay muchos otros
niños que han luchado solos o juntos por una vida mejor y que han mostrado sus
demandas a los adultos sin recibir mucha atención pública. Algunos de estos ejemplos sin nombre son los
siguientes:4
– Niños y jóvenes de pueblos o barrios
que a menudo se ven afectados por epidemias debido a las precarias condiciones
de vida, abogan en conjunto por mejores condiciones ambientales y de salud; temporalmente se involucran en
iniciativas y campañas correspondientes (p. ej., campañas de vacunación contra
la malaria).
– Niños y jóvenes de comunidades
indígenas que participan en acciones de protesta contra medidas y proyectos de
“desarrollo” que no respetan los derechos de estas comunidades y ponen en
peligro su hábitat (ejemplos de pueden encontrar en varios países de América Latina).
– Niños y jóvenes que se ven afectados en sus lugares
de vida por los conflictos armados y están involucrados en grupos en contra de la violencia
y en favor de una
convivencia pacífica (como en Colombia y países africanos).
– Niños y jóvenes que trabajan y experimentan a menudo explotación y violencia, se
organizan en una especie de sindicatos infantiles, para luchar en contra de su
explotación, discriminación y por mejores condiciones de vida y trabajo; se
describen a sí mismos como movimientos de niños, niñas y adolescentes
trabajadores (organizaciones y redes al respecto en África, América Latina e
India).
– Cientos de miles de estudiantes
estadounidenses salen a las calles con una “Marcha por nuestras vidas”,
en la primavera de 2018
para exigir –acompañados de manifestaciones de solidaridad en más de 40 países–
restricciones efectivas a la
posesión de armas.
– En
agosto de 2018, con motivo de la muerte violenta
de una niña y un niño en el tráfico, varios miles de niños y jóvenes de Dhaka, la capital de Bangladesh,
se negaron a ir a la escuela. Bloquearon e incluso regularon el tráfico para
manifestarse contra la corrupción y por más seguridad en las calles.
En estas y ciertamente
muchas otras acciones, de las que no sabemos nada, los niños han caído fuera
del papel que les ha sido prescrito por un modelo de infancia construido por
adultos. Han atraído -y a veces han influido- la atención sobre los problemas,
y siguen haciéndolo; en este sentido es como se puede entender que han ejercido
un poder. Hablando del poder de los
niños, les invitamos a liberarse de las ideas tradicionales de poder. Con la filósofa Hannah Arendt
([1970]2006) entendemos el poder no como algo que una persona
posee y hace superior a los demás,
sino como un espacio de posibilidad que se comparte con otras personas y
que sirve para liberarse de
dependencias injustificadas. El poder de los niños es efímero, está limitado
en el tiempo. No puede ser permanente, pero de vez en cuando puede sacudir las
relaciones de poder de una sociedad e incluso del mundo.
En la medida en que los
movimientos sociales representen los intereses específicos de las
generaciones de niños y jóvenes, como es el caso del movimiento climático,
tendrán que conservar su autonomía relativa. Cualquier tipo de apoyo de los
adultos debe tener en cuenta esta necesidad.
En nuestra opinión, el apoyo no puede consistir en convertir los movimientos en “cumbres infantiles”, a las que los niños son amablemente invitados por los adultos, ni en elogiar, premiar y expresar solidari- dad. El mejor y más eficaz apoyo es que nosotros, los adultos, nos volvamos activos y trabajemos por un mundo y unas políticas mejores y más justas. Tendremos que aceptar que los niños y jóvenes, cuyos derechos políticos son todavía muy limitados, también rompen las normas y reclaman el derecho a la desobediencia civil.
En nuestra opinión, el apoyo no puede consistir en convertir los movimientos en “cumbres infantiles”, a las que los niños son amablemente invitados por los adultos, ni en elogiar, premiar y expresar solidari- dad. El mejor y más eficaz apoyo es que nosotros, los adultos, nos volvamos activos y trabajemos por un mundo y unas políticas mejores y más justas. Tendremos que aceptar que los niños y jóvenes, cuyos derechos políticos son todavía muy limitados, también rompen las normas y reclaman el derecho a la desobediencia civil.
El
presente volumen de nuestra revista, dedicado en su parte monográfica al protagonismo en la infancia, contiene
artículos que, desde la investigación sociológica, etnográfica o histórica, dan
muestra de la actuación protagónica de niñas y niños, bien de forma individual, bien de forma
colectiva. El artículo
con el que se abre esta
parte monográfica es una buena muestra de lo dicho.
Así, en O protagonismo infantil
no interior de movimentos sociais
contemporâneos no Brasil, Maria Cristina Soares Gouveia, Levindo Diniz Carvalho,
Fábio Accardo de Freitas y Luciana Maciel Biz- zotto analizan la inserción de
los niños en dos movimientos sociales brasileños, como son el Movimiento de los
Trabajadores Rurales Sin Tierra y el Movimiento de las ocupaciones urbanas en
las grandes ciudades, que tienen por objeto la lucha de las familias por
tierra, trabajo y vivienda. Después, el papel de niños y niñas en contextos de
especial conflictividad es abordado por Nohora Constanza Niño en su artículo La calle y el barrio como entornos violentos
y espacios de subjetividad política de niños, niñas y jóvenes
en la ciudad fronteriza de Cúcuta (Colombia). El tercer artículo que se ofrece
en este bloque, nos coloca
frente a otra situación extrema,
esta provocada por un fenómeno natural, como es un terremoto. Aquí,
Eliud Torres Velázquez muestra la particularidad de la Participación infantil
en la Costa de Chiapas durante el desastre por terremoto
y en la reconstrucción con bibliotecas.
Existen situaciones en
las que los factores de vulnerabilidad que afectan a niñas y niños se hacen
especialmente patentes. Entre ellas cuentan aquellas en las que las personas
responsables de su cuidado no tienen la capacidad de ofrecérselo adecuadamente. En el artículo titulado El apoyo
social durante el acogimiento: relevancia para los niños y las niñas en el sistema
de protección a la infancia
y la adolescencia, Maria Àngeles Balsells Bailon, Eduard Vaquero
Tió y Anna Ciurana muestran
el efecto de los fuertes cambios que se producen en la vida de los niños al
adoptarse una medida de protección que conlleva la separación de su familia.
Por su parte, María de Fátima Melo y Ana Isabel Sani, en su artículo A participação da criança na justiça:
mito ou realidade? nos sitúan frente
a los niños que están en contacto
con el sistema de justicia por diferentes motivos,
sus percepciones y sus demandas
de ser más activamente
escuchados por los adultos. Por otro lado, Carmen María Sánchez Caro, en Niños/as indígenas en Bogotá, o de la dualidad vulnerable/agente, a través
de la observación de un grupo reconocido como vulnerable, muestra que, en este
contexto, tanto la agencia como la vulnerabilidad resultan ser performadas por los propios niños.
Cerrando la sección
monográfica de este volumen, el texto del que es autor
Hugo Pérez Trejo,
titulado Los niños en la antigua
ciudad de Teotihuacán (150 a.C.-650 d.C.): un primer acercamiento, trata de dar
visibilidad a los niños como agentes activos en cualquier grupo social,
representando no sólo la transición generacional, sino también la
reproducción cultural de la que forman parte.
En la sección de Miscelánea
de este volumen se incluyen cuatro artículos con una orientación teórica o
analítica. En el primero de ellos, Iskra Pavez y Natalia Sepúlveda plantean la
revisión de uno de los conceptos clave en la sociología de la infancia, cual es
el de agencia, contemplando tanto los
fundamentos del concepto en el campo de la sociología en general, como las
aportaciones de señaladas autoras
adscritas a la sociología de la infancia, concluyendo que aunque
se encuentra todavía en fase de consolidación, el
concepto resulta útil y pertinente para comprender la acción social de niñas y
niños en el mundo actual. Monique Aparecida Voltarelli
y Maria Letícia Barros Pedroso Nascimento abordan por su parte la noción
de campo aplicada a los estudios de infancia tal como se producen y manifiestan en tres países de América Latina, señalando las
cuestiones que muestran mayor relevancia en este contexto regional. Después, a
través de un minucioso estudio de base documental, Ana Chacón Martínez e Isabel
Marín Gómez, en su artículo Hacia la
visibilidad de la infancia. Análisis
jurídico y social de los expedientes de adopción o prohijamiento
en el siglo XIX en España (Murcia, 1850-1900) nos acercan al modo en el que
va evolucionando la visión de la infancia desde mediados del siglo XIX, a
partir de la observación de un espacio geográfico concreto. Por fin, Gabriel Guzmán
Riquelme y Silvana Zeballos,
en su artículo Contención
física como método de control
y castigo en centros
residenciales de niños y niñas: análisis de su pertinencia y aplicación en
Chile plantean la situación de violación de derechos que podría darse en
centros residenciales de protección.
De manera
excepcional, este volumen de Sociedad e
Infancias contiene una Sección especial
dedicada a recordar
el 30 aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño, que tendrá lugar el
próximo 20 de noviembre, a través de una figura que representa tanto la defensa
de los derechos en la infancia, como la dedicación a aquella que se encuentra en situaciones de
máxima vulnerabilidad. Esta sección, que lleva por título Las enseñanzas de Janusz Korczak en el 30 aniversario de la Convención
de los Derechos del Niño, contiene varios textos que nos acercan a este
educador, pedagogo y pediatra polaco-judío. La contribución de Antoni Tort (Con
la infancia. El legado ineludible de Janusz Korczak) sirve de introducción
a la persona y la obra de Korczak, no siempre bien conocidas entre nosotros.
El artículo de Urszula Markowska-Manista y de Dominika Magdalena Zakrzewska-Oledzka, La pedagogía de Janusz Korczak y los métodos de trabajo
participativo con los niños por sus derechos humanos apuesta por una aplicación de las
enseñanzas del “Viejo doctor” al trabajo con niños que se encuentran en circunstancias difíciles, particularmente en centros cerrados, como instituciones
educativas, centros de refugiados y campamentos. La sección especial se
completa con las recensiones de dos textos de Korczak, el más conocido
-Cómo amar a un niño- y el más recientemente publicado en España: Diario del gueto.
El aniversario de la Convención también es recordado en
un artículo de Víctor
A. Giorgi, en la sección de “Otras
colaboraciones”, titulado, 30 años: entre
movimientos instituyentes y fantasmas de restauración, donde el autor repasa los cambios
sucedidos en las infancias de las Américas. A su lado, en
la misma sección, las con- tribuciones de Javiera Isabel
Roa Infante y de Mireia
Sala Torrent nos dan noticia de sendos proyectos, el primero de
intervención y el segundo de investigación social, ambos del mayor interés en
el ámbito de nuestra revista.
El apartado de
recensiones, además de un texto que relaciona el feminismo con los estudios de
infancia, tiene en este volumen una mirada internacional, referida a fenómenos
que afectan a las vidas de niños y niñas, y que les colocan en posiciones de
especial vulnerabilidad, como son la pobreza estructural y las migraciones
inter- nacionales.
Notas:
1 Socio de GSIA e Investigador independiente,Berlín (Alemania), Managua(Nicaragua). E-mail: mliebel@ina-fu.org
4 Nos referimos a nuestras propias experiencias e investigaciones en Internet, donde se pueden encontrar numerosos documentos audiovisuales y hablamos de niños y jóvenes, porque a pesar de su “minoría” o a causa de ella, los participantes a menudo ya no se ven a sí mismos como niños.