No es país para niños,

La crianza y la educación son las dos cosas más importantes que hacemos como sociedad, 
pero la pandemia ha demostrado que la infancia no le importa a nadie.
Los niños no existen.

Un niño, frente a un parque infantil en Madrid
que continúa cerrado a pesar de la desescalada. / 
JOSÉ LUIS ROCA
Olga Pereda.

"No hay premios Nobel de crianza o educación, pero debería haberlos. Son las dos cosas más importantes que hacemos en nuestra sociedad. Cómo criamos y cómo educamos no solo determina qué personas serán nuestros hijos sino también la sociedad en la que vivimos"
Así lo reivindica la profesora Esther Wojcicki, revolucionaria del sistema educativo y autora de 'Cómo educar personas de éxito' (Grijalbo). La realidad es muy distinta. La infancia no le importa a nadie. La pandemia nos lo ha vuelto a demostrar.

Ni más unidos. Ni más fuertes. Ni mejores. De la batalla contra el coronavirus vamos a salir exactamente igual que entramos. Con varias lecciones aprendidas, eso sí. 
Una: la sanidad pública merece no solo aplausos sino dinero. 
Dos: la ciencia es infinitamente más importante y mejor que la política. 
Tres: los bares son los reyes de la economía. 
Y cuatro: los niños no existen.


En Europa los hijos son una cuestión de Estado
En España no. En España los hijos son de sus mamás y sus papás
Si tienes problemas la respuesta está clara: no haberlos tenido.


Gruñidos a niños y niñas

El día en el que, por fin, el Gobierno permitió paseos a los menores de 14 años, un niño salió a la calle con su hermano y su madre. Hacía tantas semanas que no respiraban aire fresco que estaban pletóricos. Cogieron unas tizas y pintaron una rayuela en la acera. Una vecina, bastante mayor, comenzó a gritarles. "Eso no se hace", les gruñó la mujer, que probablemente no sabía que la inocua tiza se va con la lluvia. En los primeros días del confinamiento, a Emma (7 años), otra vecina le dijo entre gritos que no volviera a sacar el patinete a la azotea de casa. Ya en la fase 2, a Mario (5 años) un señor muy mayor le empezó a hacer aspavientos en el supermercado porque no llevaba mascarilla (cuyo uso no es obligatorio en menores de 6 años). El anciano llevaba su mascarilla por debajo de la nariz pero la culpa de todos los males la tenía ese niño. Ese mismo crío que -tres meses después- sigue sin poder montarse en los columpios del parque. Ni ir al colegio.



El plan de desescalada analiza con bisturí la vuelta a la acción de bares, restaurantes, discotecas, verbenas y plazas de toros. La desescalada educativa existe. Pero solo sobre el papel. Y eso que el Gobierno ha anunciado 2.000 millones del fondo Covid-19 para educación. El lunes, primer día de apertura de un instituto de Madrid, poquísimos estudiantes entraron. A todos se les midió la temperatura. "Si tienes 37 te vas a casa", decían los responsables del centro a los estudiantes. Hubiera estado bien que el chaval le respondiera que fiebre es a partir de 38 grados.


¿Toman la temperatura a los clientes de los bares? ¿Les hacen limpiarse los zapatos en un felpudo con desinfectante? ¿Les tratan como si fueran apestados? ¿Está pasando en los colegios lo mismo que en las terrazas, donde a veces hay que esperar hasta dos horas para sentarse en una mesa? En un bar a las dos de la mañana ¿se respeta la distancia interpersonal, básica para combatir el coronavirus?


Una pandemia es un asunto gravísimo. Cada paso que se da para combatirla debe estar respaldado por la ciencia. Un colegio es un espacio cerrado -no al aire libre- y tiene en su interior miles y miles de personas. No es fácil acometer la desescalada. Pero tendría que ser una prioridad política y no lo es.


Esta Navidad los Reyes Magos deberían dejar bajo el árbol de la Moncloa 
un único regalo, el libro 'Por qué la infancia', de Francesco Tonucci. 
Sus argumentos son tan poderosos que la persona que lo lee 
jamás vuelve a pensar que un niño es un infraser.

Quién cuenta con los niños!.

Por qué, si no voy a volver al cole, tengo que seguir trabajando. 
Por qué puedo viajar a ver a sus primos y no puedo ver a sus compañeros. 

Y yo no quiero contestarle que en realidad lo que pienso es que nadie ha contado con los niños. Ellos no lo entienden y, la verdad, yo tampoco.



EN ESTA INCERTEZA que flotamos todos hoy me pesa la decepción de los niños por no volver al cole este curso. 
Nos corresponde a los padres y madres explicarles 
.- que es por su bien, por el de todos. 
.- que la decisión tomada hace semanas obedece a criterios sanitarios, de seguridad, 
.- que no tiene que ver con la presión de grupos sociales como los sindicatos de educación o la proximidad de unas elecciones autonómicas. 
.- que es mejor no abrir los coles aunque llevemos semanas abriendo todo tipo de establecimientos a los que sí pueden ir, como centros comerciales o bares. 
.- que ni siquiera podrán despedirse de sus maestros o compañeros y cerrar el curso —algo que recomiendan pedagogos y psicólogos—.

Durante la pandemia se ha puesto sobre la mesa el derecho de unos a trabajar y a conciliar, y el de los profesores a educar, y no ser guardadores de niños, 
y mientras nos hemos vuelto a olvidar de los ellos y ellas. De su derecho a ser escuchados. 
.- de su derecho a la escuela, a sentirse acompañados por su clase en un momento tan extraordinario como este, arropados por sus profesores. 
.- de su derecho a volver a ese lugar donde no sólo se imparten conocimientos, sino que se ponen los cimientos para construir sociedades de futuro. 
.- de su derecho a tener una escuela más humanizada, que se preocupa de cómo se sienten, de formar personas y no sólo de impartir contenidos.

Han demostrado ser los más pacientes y responsables. Soportando las clases de mamá o papá que a veces no tienen tiempo porque teletrabajan, ni paciencia, ni conocimientos para hacerlo bien. Nos han enviado esperanza desde las ventanas. Han aguantado el encierro tanto si les ha tocado hacerlo en una casa con finca como en un apartamento de 60 metros sin balcón. Han aprendido a hacer pan y a besar con los codos. A vivir confinados, sin posibilidad de subirse a los árboles, de correr por el parque o sentir el vértigo del tobogán... Hasta han cantado Resistiré y aplaudido a las ocho una y mil veces y se han sorprendido con la naturaleza en su encuentro. Han aparcado sus extraescolares y realizado fajos de fichas insufribles en la era de la tecnología. Y todo esto sin los abrazos de los suyos. En muchos casos sin contacto con sus maestras y maestros, porque Educación les obliga a enviar deberes y a entregar interminables memorias o programaciones, pero no a acompañarles en este trance, ni siquiera cuando sabemos que la parte emocional (esa a la que ahora se agarran para no bajar la ratio por aula) es la que más hay que proteger durante una pandemia, porque lo que no hayan aprendido se podrá recuperar en unos meses, pero las secuelas emocionales las veremos después.


Llama la atención que en este país se hayan regulado las terrazas y los bares, hasta una liga de fútbol y las corridas de toros pero a punto de acabar el curso, profesorado, padres y madres seguimos perdidos sin saber qué pasará realmente en septiembre. Mi hijo Daniel, con esa lógica que te deja sin palabras, me ha preguntado por qué si no va a volver al cole tiene que seguir trabajando. Por qué podemos viajar a ver a sus primos y no puede ver a sus compañeros. Y yo no quiero contestarle que en realidad lo que pienso es que nadie ha contado con los niños.

Jamás haría nada que pusiera en riesgo la vida de mis hijos. No tengo claro que sea bueno volver a la normalidad aunque sea nueva. Pero el caso es que, si quisiera, mañana podría ir a un restaurante a comer con ellos, a un centro comercial de compras. A misa, al súper, de terrazas, con mascarilla y respetando la distancia, sí, pero no pueden ir al cole, a su espacio, al lugar que les hace fuertes, seguros, iguales. Ni siquiera unas horas a la semana, ni por grupos reducidos, ni siquiera sin patio, ni los que dejan el cole y se van al instituto, los que no van a volver. Se van sin cerrar el ciclo. Sin decir adiós. Ellos no lo entienden y, la verdad, yo tampoco.

Por fin una ley sobre la violencia contra la infancia



Jorge Cardona
Por fin una ley sobre la violencia contra la infancia
La semana pasada se aprobó el Proyecto de Ley Orgánica de Protección Integral de Violencia contra la Infancia. El texto inicia ahora el trámite parlamentario. Pero esta aprobación nos plantea varias preguntas.

Primera pregunta: ¿realmente hay tanta violencia contra la infancia como para necesitar una ley?

Sorprende la dificultad para encontrar datos sobre violencia contra la infancia. No existen datos globales que nos describan el fenómeno. Pero sí tenemos datos parciales que nos muestran la punta de un iceberg de dimensiones dramáticas. Durante los últimos nueve años, el teléfono de ayuda a la infancia ha recibido dos millones y medio de llamadas. De ellas, la mitad hacían referencia a situaciones de violencia contra niños y niñas. Del informe que presenta periódicamente la Fundación ANAR, que gestiona esta línea de ayuda, se constata que la violencia se da en espacios que deberían ser los más protectores: 7 de cada 10 agresiones se producen en el hogar, el 73% del abuso sexual se produce en el seno de la familia, y aunque la violencia en el entorno escolar sólo supone un 28%, ha aumentado un 500% en los últimos nueve años. En el último año se produjo un promedio de 21 llamadas diarias relatando casos graves que necesitaban la intervención urgente de servicios sociales, sanitarios y/o policiales. Y los datos provisionales del confinamiento por el COVID-19 hablan de un gran aumento de esa violencia. Y son sólo los supuestos en que los niños llaman. Piénsese en el enorme porcentaje de niños y niñas que no llaman: niños con discapacidad intelectual o psicosocial, niños que no conocen la línea de ayuda o que están aterrados y no se atreven.
Los datos demuestran que la violencia contra los niños aumenta cada año en frecuencia, intensidad y gravedad. Pero la violencia contra los niños no está en el debate social. Se oculta. Como se ocultaba la violencia de género hasta hace no muchos años. UNICEF España lleva años trabajando para visibilizarlo.

Segunda pregunta: ¿en esta situación de crisis provocada por la pandemia del COVID-19 es una prioridad este proyecto de ley?
Esta ley llega 10 años después de que el Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas recomendara a España elaborar una ley de estas características, cinco años después de que España se comprometiera en los ODS a erradicar la violencia contra la infancia en 2030 y tres años después de que todos los grupos parlamentarios, por unanimidad, solicitaran al gobierno que iniciara «en el plazo de tiempo más breve posible», los trabajos para su aprobación. En cumplimiento de este mandato, el Gobierno presidido por Mariano Rajoy, en febrero de 2018, declaró ante el Comité de Derechos del Niño que en pocas semanas presentaría el proyecto y, tras la moción de censura, el gobierno presidido por Pedro Sánchez se comprometió, en diciembre de 2018, ante la Representante Especial del Secretario General de Naciones Unidas sobre la Violencia contra los Niños, a hacerlo en 2019. A lo largo de todos estos años UNICEF España ha trabajado con los partidos políticos, las organizaciones de infancia y la sociedad civil para lograr esta ley. ¡Esta ley es una prioridad desde hace 10 años! La pregunta, por tanto, no es por qué ahora. La pregunta debería ser por qué no antes.

Tercera pregunta: el maltrato a la infancia ya está prohibido ¿Para qué es necesario hacer una ley sobre este tema?
La violencia contra la infancia es un fenómeno estructural para cuya erradicación es necesaria, no sólo castigar al culpable (que también), sino sobre todo concienciar a la sociedad sobre esta realidad y sus consecuencias, adoptar medidas de prevención, de detección temprana y de rehabilitación de las víctimas. Por eso es necesaria una ley que contemple el fenómeno de la violencia integralmente, abarcando todas esas actividades y cubriendo todos los ámbitos donde se produce: familia, instituciones de protección y de reforma, escuela, ámbito deportivo y de ocio, medios de comunicación, sistema judicial, sistema sanitario, etc.

Cuarta pregunta: ¿y con una ley se erradicará la violencia?
Para la erradicación de la violencia contra la infancia no basta una ley. Es necesaria una estrategia integral que, con carácter plurianual, prevea objetivos y metas mensurables y la coordinación de todos los actores implicados. Y ello debe hacerse, tal y como señala el proyecto de ley, con participación de todos los actores, incluidos los niños, niñas y adolescentes.
Ninguna violencia contra la infancia es admisible y toda violencia contra la infancia es prevenible. Conforme con estas premisas, UNICEF España está comprometida en conseguir la erradicación de la violencia contra la infancia en España y seguiremos trabajando para, durante el proceso parlamentario, ayudar a mejorar el proyecto de ley y, tras su aprobación, ayudar en su aplicación.

Diálogos de Saberes y Aprendizajes 2020: 2º Diálogo jueves día 18.



.- Para su participación rellenar el siguiente formulariohttps://bit.ly/3dobSGd
.- Plataforma en línea Webex, hora en Costa Rica 9 A.M., en España 17 h.


Homenaje a Dr. Ludwig Guendel González.

Objetivo: Crear un proceso de consultas, reflexión y análisis con especialistas y personas menores de edad, que permita delinear una ruta país, para promover y garantizar los derechos de participación de las personas menores de edad, tomando en cuenta la diversidad de las poblaciones, de los contextos en que están inmersas, así como los marcos referenciales.
Cuando: 9 Diálogos distribuidos entre los meses de mayo y noviembre 2020.
Dónde: 8 Diálogos en línea por medio de la plataforma Webex, para terminar con dos días presenciales a desarrollarse en el Centro Cultural de Niñez y Adolescencia del PANI, en San José, Costa Rica.

.- Invitación  DNI:  Muy entusiasmados les compartimos programa Diálogos de Saberes y Aprendizajes 2020. 9 Diálogos distribuidos entre los meses de mayo y noviembre sobre derechos de #participación de niños, niñas y adolescentes.
.- 8 diálogos virtuales por medio de la plataforma webex para terminar con 2 dias presenciales.
.- Para su participación rellenar el siguiente formulariohttps://bit.ly/3dobSGd

.- Plataforma en línea Webex, hora en Costa Rica 9 A.M., en España 17 h.
.- Programa de Diálogos


.- Convocantes: DNI Costa Rica, Patronato Nacional de la InfanciaUNICEF Costa Rica
DNI Costa Rica: María José Murillocomunicaconrespeto@dnicostarica.org
PANI: José Bogantes: jbogantes@pani.go.cr
UNICEF Costa Rica: Xinia Miranda: xmiranda@unicef.org



«Las voces infantiles llegan a ser tan potentes que es imposible no escucharlas».

Revista Latinoamericana de Ciencias Socs, Niñez y Juventud, publicó un monográfico esta primavera dedicado a las Infancias y Juventudes Latinoamericanas y caribeñas sobre violencia, migraciones, estigmas y re-existencia.


Desde Gsia resaltamos en ese monográfico la entrevista que se hace a Susana Sosenski, que merece la pena no perderse. 

Te invitamos a adentrarte en los estudios de esta licenciada en Estudios Latinoamericanos y doctora en Historia, Susana Sosenski*, máxima experta en historia latinoamericana de la propia infancia: la historia de los niños, niñas y adolescente, no la de los adultos respecto a los NNA.


 Juan Carlos Amador Baquiro
vol 18, mayo/agosto 2020.

Ingresa aquí para leerla completa: 

* Susana Sosenski es licenciada en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) y doctora en historia por El Colegio de México. Adelantó una estancia posdoctoral en el Instituto de Investigaciones Sociales de la Unam. Desde 2010 está vinculada al Instituto de Investigaciones Históricas de esta misma universidad y está adscrita al Sistema Nacional de Investigadores en el Programa de Primas al Desempeño del Personal Académico de Tiempo Completo de México.
La doctora Sosenski ha sido pionera en indagar la presencia de los niños y las niñas en la historia de México y América Latina y el Caribe. Si bien existen abundantes trabajos historiográficos de la infancia en la región, especialmente construidos desde el análisis crítico de los discursos de la protección y las políticas de  representación sobre la infancia y la familia, las investigaciones de Susana Sosenski auscultan distintas formas de participación infantil en la historia y develan la capacidad de agencia y resistencia de estos actores sociales en medio de condiciones adversas, intervenidas casi siempre por la experiencia colonial y sus respectivas herencias: adultocentrismo, clasismo, patriarcado y racismo.

Una de las contribuciones más importantes de la doctora Sosenski es la exploración de la historia de la infancia en México, desde ámbitos polémicos e incómodos para el mundo adulto.
En primer lugar, ha analizado la presencia de los niños y las niñas en el sistema económico (en los siglos XIX y XX) a partir de categorías complejas como trabajo infantil y consumo infantil.
En segundo lugar, ha abordado la participación de los niños y las niñas en la guerra y en el exilio, así como la percepción de estos sobre diversos con#ictos bélicos. Por último, y de manera más reciente, se ha ocupado de problematizar el consumo infantil y familiar en la historia reciente de México.

¿El Fin de la Escuela tal y como la conocemos?.

La crisis derivada de la #COVID19 está suponiendo un cambio radical 
en el modo de afrontar la #docencia y el #aprendizaje.
Es posible que estemos ante un mero paréntesis tras el cual volveríamos al sistema de siempre. 
Sin embargo, una situación tan excepcional como la actual 
podría ser una inigualable ocasión para mejorar el funcionamiento de nuestra escuela.


En una memorable conferencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid en 1930, 
John Maynard Keynes hablaba de que al cabo de cien años 
los avances tecnológicos serían tales 
que bastaría con trabajar quince horas a la semana...

Es obvio que aún carecemos de información suficiente para saber cómo se está resolviendo este problema en los diferentes niveles educativos.

Por lo pronto, se está poniendo aún más de manifiesto la brecha que separa a los alumnos en función de sus capitales cultural y económico. Los padres –más bien madres– con altos niveles educativos se pueden convertir en tutores de sus hijos. Quienes gozan de mayor capacidad económica pueden contar con una buena conexión a internet, varios ordenadores en el hogar y la posibilidad de contratar profesores particulares online.

Lecciones en la red

Respuestas de los Sistemas Educativos de Latinoamérica ante la crisis del Covid-19.



Este recurso es uno de los insumos que la UNESCO pone a disposición del público 
ante la emergencia educativa producida por la COVID-19


Su propósito es sistematizar y difundir las principales respuestas que han dado los países de América Latina desde sus respectivos sectores educativos. 
El texto pone el foco en la educación inicial, primaria y secundaria. La información que contiene toma como insumo iniciativas gubernamentales que han sido difundidas en los sitios de internet y cuentas de redes sociales de organismos oficiales de los países (ministerios de educación, agencias de evaluación educativas, etc.), en medios de comunicación, o que han sido obtenidas mediante consultas realizadas a funcionarios de gobierno.
Si desea agregar recursos a esta sistematización, por favor envíenos el enlace escribiendo un correo a siteal@iiep.unesco.org

Para iniciar la lectura, despliegue los capítulos que se encuentran enlistados a continuación:


Descubrimientos educativos sorprendentes durante la pandemia, Propuestas de futuro.

En estas semanas de confinamiento mundial por la COVID-19 se ha reflexionado aceleradamente acerca del sentido de la vida en casi todos los ámbitos humanos. Y, lógicamente, también en el necesario replanteamiento de la educación, en su caso.


Si se afirma, con buenas razones, que el virus lo cambió todo, 
¿cómo no va a cambiar la escuela? ,
¿Cómo se va a quedar sin responder a las nuevas situaciones a las que se enfrenta la humanidad?.

La experiencia de las familias

Las familias han tenido oportunidad de conocer con mejor y mayor criterio lo que sus hijos aprenden en el sistema educativo o, más exactamente, lo que ese sistema les intenta enseñar. En unas ocasiones lo han valorado positivamente, pero en otras no comprenden para qué tiene que recibir su hijo determinados conocimientos que no entiende, que va a olvidar de inmediato y que, además, no le son funcionales ni le van a servir para casi nada a lo largo de su vida.

El profesorado y las competencias

Por otro lado, el profesorado también se ha dado cuenta de lo que es importante y lo que, realmente, tiene que pasar a un segundo plano. ¿Por qué? Porque para el último trimestre del curso ha debido seleccionar los aprendizajes que resultan esenciales para poder seguir adelante el próximo curso sin mayores problemas.
Y, en efecto, ha “recortado” bastantes conocimientos que podrá adquirir más adelante si, de verdad, ha conseguido las competencias necesarias para ello.

Las materias menos valoradas por el sistema

Por otro lado, hemos descubierto que las materias menos valoradas en el sistema se han convertido en las más importantes para sobrevivir durante los días de confinamiento.
Es decir, que la música, la plástica, la dramatización, el deporte-educación física, la cocina, la literatura, el cine o el teatro están contribuyendo positivamente al desarrollo personal de niños y adultos, a la consecución de nuevos aprendizajes y competencias hasta ahora descuidados institucionalmente y a la cooperación como base de la convivencia en familia.
La diversidad de talentos se valora ampliamente y, por lo tanto, se confirma en la práctica diaria que el modelo educativo no se basa solamente en las matemáticas y la lengua, sino en otras muchas facetas de la vida que teóricamente están en el currículum, pero que no se atienden como se debe.

Habilidades desconocidas

Maestros y profesores están descubriendo habilidades en su alumnado hasta el momento desconocidas y, por ello, no valoradas porque no se reflejan formalmente en el currículum oficial. Las intervenciones que realizan niños y niñas por videoconferencia para demostrar la realización de los trabajos encargados dejan asombrados a padres, madres y profesorado en general, por la soltura, el interés, el compromiso, la seriedad con que las hacen.
Competencias de comunicación oral, de expresión artística, de apreciación visual, de dominio digital, básicas para la vida actual, se ponen de manifiesto ahora, aunque el sistema no las haya considerado fundamentales para conseguir los aprobados necesarios y seguir adelante. Como no se evalúan en exámenes escritos, a nadie le ha importado hasta ahora que se dominen o no, que la persona se enriquezca con sus aportaciones.

¿Qué cambio habría que hacer?

En consecuencia, ante los descubrimientos educativos que estamos haciendo, parece imprescindible replantearse qué educación queremos para las generaciones que actualmente están en procesos formativos, de manera que las competencias, objetivos y contenidos sean los adecuados para el mundo actual, a la vista de las incertidumbres agrandadas que se nos presentan ante el futuro.
Todo ello implica nuevas estrategias de trabajo en el aula (metodologías cooperativas, motivadoras, centradas en retos y problemas actuales) y, por supuesto, diversificados modelos de evaluación.
Todo lo que hace nuestro alumnado ahora mismo en sus casas, ¿se puede evaluar con un examen escrito? Familias, administradores de la educación y profesorado deben asumir que ese no es el formato apropiado para valorar los múltiples e interesantes aprendizajes que se realizan en las etapas de escolarización obligatoria.

Propuestas de futuro

Algunas propuestas para seguir avanzando hacia un sistema más razonable podrían ser:
  • Equilibrar el desarrollo del conjunto de áreas/materias del diseño curricular para que sean apreciadas en el justo valor que les corresponde por su importancia para la vida.
  • Incorporar nuevos aprendizajes, descubiertos como fundamentales, a la educación institucional.
  • Priorizar el planteamiento curricular por competencias, sobre el que da preferencia a los conocimientos que, en muchos casos, se olvidan y solo se memorizan para exponer en los exámenes.
  • Fomentar la creatividad, el pensamiento crítico, la autonomía, la capacidad de discernimiento, el espíritu de esfuerzo y la actitud de aprendizaje permanente.
  • Promover el tratamiento de la competencia emocional, el equilibrio de la personalidad, el desarrollo afectivo y de cuidado, la socialización, como contenidos imprescindibles ante una sociedad incierta.
  • Desarrollar escuelas resilientes que promuevan la superación y el crecimiento personal en situaciones críticas.
  • Establecer estrategias metodológicas coherentes con los quehaceres que, en la actualidad, se precisan para trabajar en sociedad.
  • Aplicar el modelo de evaluación continua y formativa de forma generalizada, que, aunque legalmente está implantado, continúa sin ser una realidad en los centros docentes.
  • Formar al profesorado en alfabetización mediática y en todos los planteamientos señalados, para asumir las funciones que exigen la educación y la sociedad actuales.
  • Favorecer la colaboración de la familia con los centros, a la vista del excelente papel que está desempeñando en los momentos de crisis.
Podría parecer difícil poner en marcha esta innovación profunda de la educación, pero hay que ser optimistas ante el desenvolvimiento de la misma que se está produciendo en estos momentos, sin previo aviso ni preparación de los agentes que intervienen en ella.
Algunos (el profesorado) con sesiones de actualización aceleradas y otros (las familias) asumiendo el papel que les corresponde como primeros educadores de sus hijos, e incluso apoyando la labor de los docentes como eficaces colaboradores de la enseñanza.

Adaptación a la nueva realidad

Estamos en tiempos de cambio, disponemos de aportaciones importantes de la psicopedagogía, de las neurociencias, de la ciencia y de otros muchos enfoques válidos para afrontar un porvenir más sostenible y más acorde con la realidad.
Hay que aprovechar las circunstancias, incluso las adversas, como la situación actual, para mejorar la preparación de la ciudadanía ante el futuro de la sociedad, cada día más incierto y desconocido.

La crisis económica del COVID-19 empujará a millones de niños al trabajo infantil.

Si no se toman medidas de protección social, factores como el cierre de escuelas, 
la muerte de padres y madres, la reducción de remesas, 
la falta de trabajo en general y el aumento de las labores informales, 
 dejarán a millones de niños en el mundo expuestos a la explotación, 
la trata de personas, y el trabajo forzado. 

La crisis del coronavirus podría empujar a millones de niños más al trabajo infantil, y paralizar el progreso de 20 años para eliminar este flagelo, advierte un nuevo informe de la Organización Internacional del Trabajo y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
Desde el año 2000, se ha logrado sacar del trabajo a unos 94 millones de niños,  pero esas ganancias están ahora en riesgo por la pandemia. Según las agencias, aquellos que ya sufren esta explotación podrían estar trabajando más horas o en peores condiciones, y otros más podrían ser forzados a soportar trabajos terribles, con un daño significativo a su salud y seguridad.
Esto ocurriría principalmente debido al aumento de la pobreza, lo que empuja a los hogares a recurrir a todos los medios disponibles para sobrevivir. Según el informe, cuando la pobreza aumenta un 1%, el trabajo infantil aumenta un 0,7% en algunos países.
Cuando la pobreza aumenta un 1%, el trabajo infantil aumenta un 0,7% en algunos países.
"En tiempos de crisis, el trabajo infantil se convierte en un mecanismo de supervivencia para muchas familias, a medida que aumenta la pobreza, las escuelas cierran y la disponibilidad de servicios sociales disminuye, más niños son empujados a la fuerza laboral”, asegura la directora ejecutiva de UNICEF, Henrietta Fore.
Según el informe, los grupos más vulnerables, como las personas que trabajan en la economía informal y los migrantes, sufrirán la mayor parte de la recesión económica, el aumento de la informalidad y el desempleo, la caída general en los niveles de vida, las crisis de salud y los sistemas de protección social insuficientes, entre otras presiones.

           

UNICEF/Eyas El Baba: Un niño de 13 años en Palestina recoge escombros cerca de la ciudad de Gaza para transportarlos en burro al mercado y venderlos.

La caída de la calidad de vida

En crisis anteriores que impulsaron la caída de los niveles de vida, muchos países de bajos y medianos ingresos vieron cambios drásticos en el progreso en la reducción del trabajo infantil y la inscripción de niños en la escuela.
Un estudio en Côte d'Ivoire sobre la caída de los precios del cacao en la crisis económica de 1990 encontró que una caída del 10% en los ingresos condujo a una disminución de más del 3% en las matrículas escolares, y un aumento de más del 5% en los niños trabajando.
Según el informe, la evidencia de las recesiones económicas en América Latina apunta a impactos más débiles o incluso marginalmente positivos, especialmente cuando existen medidas de protección social adecuadas.
Durante la crisis cafetera en América Central de 2000 a 2001, por ejemplo, varios países de la subregión fueron testigos de avances en las tasas de matriculación en la escuela primaria y un ligero descenso en el trabajo infantil. Los programas de asistencia social desempeñaron un papel importante en la protección del bienestar de los hogares. Los hogares en las zonas cafeteras con programas de asistencia social podrían proteger mejor los gastos del hogar y la asistencia escolar de los niños en comparación con aquellos en las zonas cafeteras sin dichos programas.
© UNICEF/Kamuran Feyizoglu: Un niño turco trabajando en el campo. El 70% del trabajo infantil ocurre en la agricultura. 

Empleo a la baja

Las horas de trabajo globales cayeron en el primer trimestre de 2020 en un 4,5% estimado en comparación con el último trimestre de 2019. Esto suma aproximadamente 130 millones de empleos a tiempo completo, suponiendo una semana laboral de 48 horas. Se espera que las horas de trabajo globales en el segundo trimestre sean 10,5% más bajas, equivalentes a 305 millones de empleos a tiempo completo.
Menos oportunidades de empleo y salarios más bajos pueden llevar a las personas a un trabajo informal o de explotación, lo que puede reducir aún más los salarios y, a su vez, contribuir al trabajo infantil. En comparación con los adultos, es más probable que los niños acepten trabajo por menos salario y en condiciones vulnerables. Las empresas pueden reclutar niños deliberadamente para reducir costos y aumentar las ganancias.
Y es que los niños son a menudo la mano de obra más disponible en los hogares. Por ejemplo, el desempleo de los padres debido a las crisis económicas en Brasil ha llevado a los niños a intervenir para proporcionar apoyo temporal. Se han documentado efectos similares en Guatemala, India, México y Estados Unidos. República de Tanzania.
Una forma de ayuda financiera para las familias es reducir los costos escolares, afirma el informe. Esta fue una parte importante de cómo los hogares afrontaron la Gran Recesión en El Salvador, con familias que cambiaron la asistencia de escuelas privadas a públicas dentro de un año escolar para reducir los gastos en educación.
También cuando las familias no pueden encontrar trabajo y se quedan sin opciones de sustento, incluso en el hogar, los niños pueden ser enviados lejos, lo que los hace vulnerables a la explotación. Consecuencias similares pueden resultar si los miembros de la familia se mudan o se separan. Los niños abandonados o solos están aún menos protegidos y son más vulnerables a las peores formas de trabajo. Después del terremoto de 2015 en Nepal, por ejemplo, el colapso de los mecanismos de protección públicos y privados impulsó el aumento de niños víctimas de la trata de personas. 

UNICEF/ Nyani Quarmyne: Niños trabajando en una instalación informal de procesamiento de oro en Ghana. El trabajo infantil es algo común, debido a la pobreza.

El crecimiento del trabajo informal

Las crisis económicas pasadas han impulsado el crecimiento del empleo informal, ya que los despedidos del trabajo formal buscan cualquier fuente alternativa de ingresos.  
Como está bien documentado, el trabajo infantil prevalece principalmente en la economía informal, donde los niños pueden intervenir fácilmente como trabajadores no calificados. Por lo tanto, las amenazas a los derechos de los niños de un sector informal ampliado no deben subestimarse. Un mayor empleo informal junto con dificultades económicas podría empujar a muchos niños fuera de la escuela y al mercado laboral.
Además, según los expertos, algunos hogares comenzarán nuevas empresas para hacer frente a la pérdida de empleo y el desplazamiento económico, lo que puede provocar más trabajo infantil. La evidencia reciente de Malawi, Filipinas y Zambia destaca cómo cuando la producción crece dentro de los hogares, el trabajo infantil aumenta.

La reducción en las remesas

La desaceleración económica mundial seguramente reducirá las remesas nacionales e internacionales que proceden principalmente de la Unión Europea y los Estados Unidos. Según el informe, en el pasado, se ha demostrado que las remesas internacionales reducen el trabajo infantil en los países pobres.
Cuando los migrantes remiten menos ingresos, las familias sufren. Los estudios de la Gran Recesión encontraron que redujo considerablemente las remesas de los Estados Unidos a México. Las familias que experimentaron una disminución tenían más probabilidades de tener hijos en el trabajo infantil.  Además, Los estudios de la crisis financiera asiática indicaron que las remesas respaldaban a las empresas familiares al tiempo que sostenían la escolarización y la protección contra el trabajo infantil.
Además, los retornos forzados de trabajadores migrantes en algunos países han resultado en niños y familias varados en las fronteras o confinados en centros de cuarentena. En Nepal, el cierre de algunos hornos de ladrillos, junto con la falta de transporte, han impedido que unas 12.000 personas, incluidos 2000 niños, regresen a sus aldeas de origen.
Banco Mundial/Ghullam Abbas Farzami: Niños agricultores trabajan en la provincia de Balkh, en Afganistán.

Una crisis de crédito

Una crisis crediticia reduce la inversión, incluso en la escolarización, lo que puede producir más trabajo infantil, una progresión evidente, por ejemplo, en Sudáfrica. A nivel familiar, una contracción del crédito puede generar que las tarifas escolares sean menos accesibles, lo que mantiene a los niños fuera de la escuela, y puede aumentar el trabajo infantil.
Además, cuando el crédito formal e informal no está disponible, los hogares pueden recurrir a formas más desesperadas para acceder al crédito, como el trabajo en condiciones de servidumbre. Esta ha sido una estrategia común en la historia reciente, y la crisis de COVID-19 podría empeorarla aún más.
Ya existe evidencia anecdótica de trabajo infantil en condiciones de servidumbre asociado con la pandemia, asegura el informe. El riesgo de que los prestamistas abusivos exploten a los niños puede aumentar especialmente una vez que se levanten las medidas de cierre y se reanuden las actividades normales.

Menos comercio internacional

A nivel mundial, el comercio internacional se ha derrumbado, con expectativas de que la depresión persista como lo hizo después de la crisis financiera de 2008. La pandemia provocó una caída del 3 por ciento en los valores del comercio mundial en el primer trimestre de 2020. Se prevé que la desaceleración se acelere en el segundo trimestre. Las previsiones recientes muestran una disminución del 27%.
Dada la estrecha tensión de las cadenas de suministro mundiales, las medidas para detener la propagación del virus, como el cierre de fronteras, el transporte y las empresas, han suprimido las exportaciones e importaciones mundiales y han reducido la producción. Tales cambios pueden influir en el nivel de vida de los pobres al inflar los precios al tiempo que se reducen los ingresos del trabajo y los activos familiares. Una disminución en el comercio que disminuye el nivel de vida empeorará el trabajo infantil, advierte el informe.
Banco Mundial/Arne Hoel: Una joven estudia a distancia en Túnez.

Las escuelas cerradas: otro factor de riesgo

De acuerdo con las agencias, la evidencia indica cada vez más que el trabajo infantil está aumentando a medida que las escuelas cierran durante la pandemia. El cierre temporal de los centros educativos está afectando actualmente a más de mil millones de estudiantes en más de 130 países. Incluso cuando se reinician las clases, algunos padres ya no pueden permitirse enviar a sus hijos a la escuela.
Los expertos advierten que esto causa que más niños se vean obligados a hacer trabajos peligrosos o sean explotados.  Además, las desigualdades de género pueden hacerse más agudas, con las niñas particularmente vulnerables a la explotación en la agricultura y el trabajo doméstico.
Después del tsunami de Indonesia, solo las familias más ricas y educadas pudieron hacer frente y mantener a sus hijos saludables y en la escuela.
La evidencia sobre el trabajo infantil aumenta a medida que las escuelas cierran durante el cierre global que está aumentando gradualmente. En Malawi, por ejemplo, el Gobierno cerró las escuelas para evitar la propagación del virus. Incapaces de aprender, los niños pronto terminaron con otras tareas. Las agencias citan el testimonio de un niño en ese país: "Muchos padres en mi vecindario se han aprovechado de las" vacaciones "para enviar a los niños a la ciudad a vender frutas y verduras".
OPS: Una mujer y su hija en un hospital de Colombia durante la pandemia de COVID-19.

La muerte de los padres

El creciente número de muertes por COVID-19 es seguido por el creciente número de niños que se quedan sin uno o ambos padres, así como otros cuidadores, como los abuelos. Los niños privados de cuidado familiar son particularmente vulnerables al trabajo infantil, la trata y otras formas de explotación.
La evidencia de crisis anteriores sugiere que cuando los sistemas de salud no cuentan con recursos suficientes y faltan mecanismos de protección social, es muy probable que las familias experimenten crisis de salud severas. Muchos trabajadores, especialmente aquellos en el sector informal, no tienen más remedio que continuar trabajando, lo que aumenta su riesgo de enfermarse. Los hogares pueden enfrentar costos de salud catastróficos exacerbados por la pérdida de un proveedor de la familia o un receptor de pensiones. El trabajo infantil se convierte en una estrategia de supervivencia. Las niñas en particular pueden asumir un papel más importante en el cuidado de los miembros del hogar que se enferman.
Cuando los miembros adultos del hogar se enferman o mueren, no es inusual que los niños asuman su trabajo. En sociedades con roles de género tradicionales, la muerte paterna puede llevar a los niños a buscar trabajo, incluidas las peores formas de trabajo infantil, fuera del hogar. 
Un estudio reciente en Mali documentó cómo la enfermedad de las mujeres en la familia hace que los niños asuman ciertas tareas. Aun cuando el trabajo de los niños y el de sus madres generalmente están estrechamente entrelazados, las madres a menudo también juegan un papel de supervisión para asegurarse de que los niños continúen en la escuela.
Además, la evidencia anecdótica de diferentes países revela que, dado que las personas piensan que los niños no se ven afectados por COVID-19, se les pone a trabajar en lugar de los adultos. Cuidan a los familiares enfermos y hacen compras y otras actividades que implican romper la cuarentena. También complementan el ingreso familiar cuando los adultos no pueden trabajar, especialmente porque pueden saltarse o evitar el toque de queda, ya que son menos visibles y es menos probable que la policía los atrape.

PNUD Uruguay/Pablo La Ros: Una niña estudiando con una computadora portátil proporcionada por la Fundación OLPC (una computadora portátil por niño). Montevideo, Uruguay

Recomendaciones

“Al imaginar el mundo después del COVID-19, debemos asegurarnos de que los niños y sus familias tengan las herramientas que necesitan para enfrentar tormentas similares en el futuro. La educación de calidad, los servicios de protección social y las mejores oportunidades económicas pueden cambiar las reglas del juego”, agregó la jefa de UNICEF.
El director de la Organización Internacional del Trabajo recalcó también que la protección social es vital para estos tiempos de crisis.
“La integración de las preocupaciones sobre el trabajo infantil en políticas más amplias de educación, protección social, justicia, mercados laborales y derechos humanos y laborales internacionales hace una diferencia crítica”, aseguró Guy Rider.
El informe propone una serie de medidas para contrarrestar la amenaza del aumento del trabajo infantil, entre ellas:
  • una protección social más integral
  • un acceso más fácil al crédito para los hogares pobres
  • la promoción del trabajo decente para adultos
  • medidas para que los niños vuelvan a la escuela, incluida la eliminación de cuotas escolares
  • más recursos para inspecciones laborales y cumplimiento de la ley.
 La OIT y el UNICEF están desarrollando un modelo de simulación para analizar el impacto del COVID-19 en el trabajo infantil a nivel mundial. Se publicarán nuevas estimaciones mundiales sobre el trabajo infantil en 2021.
La Organización Internacional del Trabajo  lanzó el "Día Mundial contra el Trabajo Infantil" en 2002 para concienciar acerca de la magnitud de este problema y aunar esfuerzos para erradicarlo.
El Día Mundial este  2020 se centra en el impacto de la crisis en la explotación laboral de la infancia y hace un llamamiento a los países y organizaciones para proteger a los más vulnerables durante la gestión y recuperación de esta crisis.