Ana Isabel Lima Fernández es profesora de la Universidad Complutense de Madrid y la UNED y Directora de Servicios Sociales. Ana Isabel Lima Fernández. Foto:FEMP.
Es asociada de la Asociación GSIA.
El pasado 13 de diciembre de 2021, Ana Isabel Lima participó en la 1ª Conferencia Ciudades que Cuidan organizada por Fundación Mémora con el apoyo de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP).
Potenciar el mundo local en pueblos y ciudades garantiza la existencia de relaciones sociales que alivien el sentimiento de soledad no deseada de muchas personas mayores. No obstante, ciertos municipios carecen de dichas interrelaciones. ¿Qué beneficios tendrían si realizaran un plan social que generara convivencia?
Desde el ámbito social definimos cuatro claves de la innovación social aplicadas al mundo de los cuidados que contribuirían a las ciudades cuidadoras: la creación de alianzas; la necesidad de revisión y reestructuración de las políticas públicas; la sensibilización de la percepción social del envejecimiento; y la importancia del municipalismo y los planes estratégicos.
Consideramos que los beneficios que pueden aportar las políticas municipales y sus planes estratégicos son relevantes porque las ciudades son un espacio clave para las prácticas de la ciudad cuidadora, es en el contexto más cercano, los barrios o pueblos, donde se producen la mayor parte de las interacciones sociales.
Y cómo podríamos hacer esto…
La planificación estratégica en los municipios se encargaría de desarrollar la parte más operativa de los planes estatales y autonómicos, y lo hace de una manera transversal e integral. Por ello, la futura estrategia nacional contra la soledad no deseada impulsada desde Imserso debería tener reflejo en los planes municipales con iniciativas de proximidad a la ciudadanía, impulsando todas las redes posibles para dar respuesta desde cada barrio o cada pueblo.
En este caso valoramos especialmente el nivel de transversalidad de estos planes estratégicos de lucha contra la soledad no deseada y la vulnerabilidad de las personas mayores, ya que su diseño supone una medida que requiere de la acción y la aportación presupuestaria de todas las áreas implicadas: salud, seguridad, servicios sociales, urbanismo, cultura, educación, deportes, etc., además su implementación debe realizarse desde una perspectiva de intervención comunitaria. Proponíamos también la conveniencia del liderazgo de los servicios sociales en estos planes por su cultura en este tema.
Nos hablabas de una mayor aportación presupuestaria de todas las áreas…
Ya hemos visto que los planes estratégicos sobre el envejecimiento: soledad, cuidados, prevención, atención, implican a otras áreas de atención a nivel municipal, pero si no se dota de presupuesto a esa coordinación transversal, no saldrá adelante el plan estratégico. Además, es importante recordar que la transversalidad no excluye a la atención específica que requieren los servicios especializados y que se pueden combinar los esfuerzos desde los dos lados, acción transversal y acción específica.
¿Qué beneficios reportaría la intervención comunitaria?
La intervención comunitaria supone un valor añadido para crear conciencia social, impulsar el desarrollo de redes de apoyo efectivas. También requiere que los recursos sean espacios y equipamientos abiertos a la comunidad, interactuar con elementos comunitarios de apoyo y para contribuir a una transformación necesaria de la percepción social de reconocimiento positivo del proceso de envejecimiento y situaciones de dependencia. Unos de los objetivos de los servicios sociales municipales es la mejora de la convivencia y la cohesión social, además tienen equipamientos de carácter social con centros, servicios, prestaciones vinculadas al mundo de los cuidados, es necesario dimensionar y reforzar el sistema como cuarto pilar del Estado de Bienestar Social para que pueda liderar y coordinar estos planes estratégicos. Los propios servicios sociales necesitar eliminar los laberintos burocráticos y dimensionar el acompañamiento social.
¿Y qué pueden hacer los municipios?
Los municipios pueden responder a las necesidades sociales aportando soluciones locales, pueden replantear espacios públicos donde se potencien las relaciones sociales y los encuentros, además es importante que instauren la creación de consejos de participación democrática como los foros locales y apoyen programas y proyectos que generen redes, tejido social y voluntariado.
Dentro de los espacios de participación sería interesante crear una Comisión de emergencia que se active frente a las crisis transversales, como la ocurrida con la pandemia COVID-19, que ha afectado a diferentes sectores de la ciudadanía, incluido el de las personas mayores y sus familias, y desde diferentes ámbitos de actuación.
No olvidemos que la pandemia ha afectado a las personas que viven en residencias, pero también a las que viven en sus casas, con recursos como la ayuda a domicilio, centros de día, y han visto afectada también, en gran medida, su calidad de vida, relaciones, salud, actividad diaria, rutinas, exponiéndose a un aumento repentino de su deterioro físico y psíquico.
En definitiva, sería interesante establecer indicadores que evalúen estas actuaciones e implantar la necesidad de realizar informes de impacto convivencial a la hora de poner en marcha cualquier proyecto en una ciudad al igual que existen otro tipo de informes de impacto de género o medioambiental. Estas acciones podrían ser incluidas en la planificación y evaluación de los planes estratégicos municipales.
Como bien decías, es preciso atender a las personas dependientes en su propio contexto, adecuando el servicio o el producto a su situación como puede ser su propio hogar. ¿Considera que el modelo de atención vigente se ajusta a esa diversidad?
Desde nuestro equipo social teníamos claro que hay que considerar que el envejecimiento es una etapa vital, producto de una revolución demográfica actual con una alta esperanza de vida que, al mismo tiempo, está desencadenando una transformación social. Por tanto, también hay que transformar los modelos tradicionales de promoción de la autonomía y atención a las personas en situación de dependencia, ya que en su mayoría son personas mayores.
La pandemia ha puesto en tela de juicio la globalización, por un lado, como fenómeno de mundialización fundamentalmente económico, ha acelerado tendencias como el excesivo individualismo y la limitación de la diversidad. Además, se ha evidenciado aún más la necesidad de la revisión de los sistemas de cuidados en el sistema de dependencia y en la crianza con el cuidado de los niños y las niñas respecto de la necesidad de conciliación de la vida laboral y familiar por los efectos negativos que ha tenido en estos ámbitos sociales.
Cada vez vivimos más aislados tanto personas mayores como más jóvenes. Se ha comprobado con el confinamiento que la soledad provoca consecuencias muy negativas para la salud y para la convivencia tanto personal como social. Somos vulnerables, interdependientes y tenemos que asumir esa vulnerabilidad.
Has hecho referencia al desencadenamiento de una transformación social. ¿A qué te refieres?
Los cambios sociodemográficos requieren transformar también los centros y servicios vinculados a la Ley de dependencia, en este caso las residencias deben transformarse en lugares más hogareños que simulen la propia casa de la persona, también es necesario desmitificar las residencias como formas de no ejercer responsabilidad familiar.
Las personas mayores consideran que el modelo tradicional de las residencias debe transformarse de un concepto de grandes residencias a más pequeñas que emulen a los hogares y la participación democrática de las personas que residen en ellas. Además, se debe procurar la implantación de fórmulas innovadoras como el co-housing y otras alternativas que propicien el envejecimiento saludable.
En el caso de las personas que se mantengan en sus hogares, es importante dotar a los territorios de servicios de proximidad como una ayuda a domicilio reforzada y flexible y una mayor la adaptación de los hogares ayudándose de la tecnología.
En cualquier modalidad de la atención a las situaciones de dependencia -tanto en el domicilio como en centros residenciales- las personas mayores exigen ser atendidos desde el sistema público sanitario que les corresponda y, por ello, se considera que en el nuevo modelo tanto los centros de atención primaria de salud como los centros hospitalarios deben tener en cuenta las necesidades sanitarias específicas de cada territorio. La coordinación y la atención de los servicios sociales y los sanitarios se debe reforzar en este nuevo modelo.
¿Qué necesitamos para una mayor coordinación entre los servicios sociales y sanitarios?
Es muy necesario para el nuevo modelo conseguir una mayor incorporación de la tecnología en el mundo de los cuidados y la mayor capacitación de los profesionales de los servicios residenciales y domiciliarios, bajando las ratios de los equipos de atención profesional y dignificando las condiciones laborales del sector. Es importante reforzar los servicios profesionales de atención a personas mayores y complementar la acción solidaria y a acción profesional.
El compromiso de nuestro país con el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, una apuesta más fuerte por lo local y por la organización desde ese espacio del apoyo mutuo y la solidaridad, por ello los equipamientos municipales destinados a personas mayores deben ser más abiertos a la comunidad, para interactuar con elementos comunitarios de apoyo y para contribuir a una transformación necesaria de la percepción social del envejecimiento e impulsar redes de apoyo efectivas.
Se habla constantemente de la atención centrada en la persona y eso como metodología es importante que sea bien definido, no obstante, las personas necesitan estar vinculadas con su entorno, aunque vivan en una residencia necesitan una atención transversal y es cometido de los servicios sociales y otras áreas municipales trabajar en ello.
Siguiendo su intervención en la 1ª Conferencia Ciudades que Cuidan, asegura que el edadismo debilita los derechos y la dignidad de las personas. ¿Por qué cree en ello y qué opina que puede hacerse desde la sociedad y las administraciones para combatirlo?
Nuestro equipoinvitó en el foro de debate a hacer un ejercicio de reflexión personal sobre cómo nos posicionamos ante conductas de discriminación por edad, sobre todo cuando se da en personas mayores vulnerables.
Ciertamente el edadismo debilita derechos de forma muy poco visible como impedir que las personas tomen decisiones sobre sus vidas, se limita su participación como ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho. Se generan situaciones de desigualdad a la hora de ejercer derechos fundamentales. Se cometen intromisiones en su privacidad de forma gratuita, se les infantiliza.
Es importante la introducción en las políticas públicas de elementos correctores del edadismo institucional, acabando con la idea de que los mayores, por el hecho de serlo, precisan de prestaciones, subvenciones, etc., para transporte, viajes… en realidad supone una discriminación y, por ende, prácticas clientelares en la mayoría de los casos que debe pasar por mejorar las condiciones económicas de las pensiones.
¿Cómo crees que ha afectado la pandemia a este fenómeno de “edadismo”?
Con la crisis de la COVID-19 se ha hecho evidente el edadismo, los prejuicios sobre las personas mayores como grupo homogéneo de personas vulnerables, débiles y que no aportan nada en tiempo de crisis. Estereotipos negativos y concepciones falsas construidas sobre generalizaciones que no se corresponden con la realidad: se vuelven niños, no son productivos, no tienen nada que hacer. Los estereotipos son la puerta de entrada de la estigmatización, a la discriminación.
Pero esta discriminación era anterior a la pandemia, quizá con ella ha aumentado ya que se han producido situaciones de aislamiento prolongado, la atención sanitaria no les priorizó en el comienzo, no se distingue entre personas mayores con autonomía funcional y las que se encuentran en situación de dependencia, se ha segregado por edad y no por patología, y no es la edad, sino las patologías las que vuelven más vulnerables a las personas. La evidencia de la soledad sorprende ahora, pero es la realidad de muchas personas que merma su dignidad y bienestar.
¿Qué podemos hacer para revertir esta situación?
Hay que sensibilizar a la ciudadanía y para ello también es importante el lenguaje, la forma de nombrar y denominar los fenómenos sociales. Hay que tener en cuenta que no son nuestros mayores, ni nuestros abuelos. No son nuestros, sino de cada uno de ellos, igual que las personas adultas no somos de nadie sino de nosotras mismas.
Tampoco son nuestros abuelos o abuelas, porque no todas las personas mayores tienen nietos. Se obvia la heterogeneidad del colectivo formado por personas con características muy diversas, experiencias, estilos de vida, salud.
Las consideraciones edadistas condicionan a las propias personas mayores que acaban asumiendo conductas previsibles basadas en expectativas prejuiciosas, se pueden aislar asumiendo como naturales las patologías emocionales, renunciando a sus capacidades.
Por ello es importante mostrar la parte positiva de la situación demográfica actual, ya que las personas que cumplen hoy 65 años tienen una esperanza de vida entre 19 y 23 años dependiendo del género, que viven en buenas condiciones de salud, al menos la mayoría de ellos.
La jubilación abre la puerta de una nueva etapa vital de oportunidades de enriquecimiento personal y contribución social. La mayoría cuidan a sus nietos y nietas, a personas en situación de dependencia y mantienen y ayudan económicamente o acogiéndoles en su casa a familiares en paro o sin vivienda. Muchas personas mayores participan activamente en su comunidad realizando actividades solidarias y contribuyen a la economía. No nos olvidemos del concepto “silver economy” que sitúa a las personas mayores como motor de la economía del futuro.
Es urgente sensibilizar a la sociedad sobre estas contribuciones que realizan las personas mayores y transformar así la percepción social sobre el envejecimiento para romper con los estereotipos de que laspersonas mayores solo gastan y consumen recursos, y no producen bienes y servicios.
¿Qué pueden hacer los sistemas sanitarios y sociales para contribuir a esta sensibilización?
Los sistemas sanitarios y sociales tienen que dar respuesta desde la innovación social a ese potencial y ofrecer alternativas que resulten interesantes a estas personas, acompañamiento para orientarles ante esa nueva etapa vital. Porque a muchas personas que se jubilan les gustaría participar y enrolarse en actividades solidarias, pero desconocen cómo hacerlo.
Por otro lado, es muy positivo vivir tantos años, pero un gran reto cuando llega la dependencia. Por ello, es importante hablar del nuevo modelo en el mundo de los cuidados.
Nos enfrentamos a grandes dificultades para conseguir que el resto de generaciones valore a las personas mayores, reconozca y reclame su aportación al desarrollo comunitario. Por eso, es fundamental las actuaciones de sensibilización. Esta permite una verdadera comunicación intergeneracional que facilita la reflexión y el debate sobre la realidad actual, anima a la toma de conciencia en torno al futuro y posibilita la cooperación entre las distintas edades.
Cuéntanos más sobre la comunicación intergeneracional entre personas mayores y jóvenes…
La sociedad necesita dar respuesta urgente al vertiginoso envejecimiento demográfico y los cambios sociales que determina. Adaptar sus valores, costumbres y actitudes para la sostenibilidad de la convivencia y el ejercicio de derechos y responsabilidades compartidas entre todas las generaciones. Es imprescindible que las más jóvenes conozcan a las personas mayores y reconozcan y reclamen su aportación al desarrollo comunitario.
Para combatir el edadismo es urgente diseñar políticas sociales dirigidas a transformar las actitudes colectivas hacia una plena solidaridad intergeneracional. Sabemos que los cambios socioculturales no se producen como procesos rápidos y requieren un esfuerzo integral, sistemático y permanente respaldado por el compromiso profesional y las políticas públicas comprometidas con el bienestar de la ciudadanía y con los retos de futuro del Envejecimiento Activo.
Es necesario un enfoque basado en derechos fundamentales, en la dignidad de las personas, en la promoción de su autonomía personal y social, en la capacidad de decidir, igualdad, libertad, seguridad, participación social, relaciones familiares y sociales, continuidad en la atención, respeto al honor, residencias hogareñas, mantenimiento de una imagen positiva, acceso a recursos, permanencia en entorno, autotutela, protección jurídica… En definitiva, un enfoque que sea el resultado de una estrategia política con visión amplia basada en el estado social de derechos y en construir una sociedad para todas las edades.
Hemos hablado de personas mayores y jóvenes, queremos hablar ahora de otro colectivo muy específico. Cuando hablamos de cuidados de larga duración, también hablamos de las mujeres. Tanto en lo formal como en lo informal, está en sus manos. ¿Qué tan importante es elevar su reconocimiento para universalizar el sector de la atención?
Se puede decir que la denominada economía de mercado ha dejado sin resolver algunas cuestiones cruciales que afectan la igualdad entre hombres y mujeres, sobre todo en lo que tiene que ver con el mundo de los cuidados, sumado esto transformaciones en el rol de las mujeres tradicionalmente como cuidadoras en el ámbito familiar ha provocado la denominada crisis de los cuidados en las sociedades contemporáneas.
Los cuidados en el seno familiar son proporcionados mayoritariamente por mujeres y no han sido computados en el modelo productivo por lo que, en general, a la sociedad prácticamente le han salido gratis. Históricamente las mujeres han regalado su tiempo, un tiempo dedicado a los cuidados y con ello han contribuido a la sostenibilidad social, pero también al fenómeno de la feminización de la pobreza.
Procurar una vida de calidad a las personas mayores es un deber político y moral que afecta a decisiones políticas que deben reducir deficiencias, pero también afecta a actitudes personales que conducen a la ciudadanía a asumir el cuidado como una responsabilidad cívica.
¿En qué cree que la organización y el desarrollo de conferencias como esta, en las que se pone la atención a las personas mayores en el centro, puede ayudar al futuro de los cuidados?
Realiza una función social fundamental, ya que sensibiliza sobre la realidad en cuanto al valor de los cuidados y muestra un gran trabajo de muchas personas expertas en diferentes áreas a través de la presentación del “Libro Blanco de las Ciudades que Cuidan”. No solo se trata de una guía, sino que difunde, promueve e implica a muchos actores para que analicen, reflexionen, planifiquen y pongan en marcha iniciativas en las diferentes ciudades en torno a crear comunidades cuidadoras.
Valoramos muy positivamente el trabajo que realiza a favor de potenciar el desarrollo de estrategias institucionales ante la soledad no deseada, e intentando que introduzcan la innovación social en la gestión de recursos para personas mayores y en los programas de soledad no deseada. Así como la creación desde Fundación Mémora del observatorio y la realización de proyectos de investigación social que fomentan la evaluación de iniciativas y experiencias de buenas prácticas en el ámbito. La forma de desarrollar su actividad es ejemplar en el sentido en que en todas las acciones han ido implicando a diferentes actores de distintos ámbitos y con ello han incorporado la participación y la diversidad de miradas sobre los temas que se tratan.
Antes de concluir la entrevista, ¿le gustaría resaltar algún tema?
Finalmente me gustaría terminar poniendo en valor un término que he estado ideando sobre la necesidad de no solo introducir la necesidad de empatía de las profesiones vinculadas a los cuidados, sino hablar también de la empatía institucional en el marco de organización de los cuidados y, yendo más allá, en cuanto al concepto comunitario de las ciudades que cuidan propongo que adoptemos el concepto de la empatía estructural, es decir, ponernos en el lugar del otro desde una dimensión integral.