La historia de los puzles se remonta 250 años atrás, cuando a un cartógrafo inglés se le ocurrió recortar un mapa por las líneas fronterizas de los países para montarlo sobre un tablero de madera. La idea era que, al ensamblar las piezas, los niños aprendieran geografía de una forma entretenida.
Lectura del Manifiesto de Oviedo / © UNICEF Comité Español-Plataforma Infancia/Pedro Timó |
En esa misma línea de aunar aprendizaje y diversión, con motivo del Quinto Encuentro Estatal de Consejos de Participación Infantil y Adolescente 200 niños y niñas han trabajado intensamente para hacer realidad el lema del evento celebrado en Oviedo: “Creando el Puzle de Nuestros Derechos”.
Con edades de entre 10 y 17 años, los participantes representaban a cerca de 1.500 consejeros que habían trabajado previamente en la preparación del encuentro, los cuales representan a su vez más de 800.000 niños y niñas de prácticamente todo el territorio nacional.
Con la equidad como hilo conductor de un proceso que arrancaba hace más de seis meses con el impulso creativo de los niños y niñas encargados de diseñar el programa del encuentro, los jóvenes representantes han juntado en un documento las líneas una nueva geografía de los derechos de infancia. Una a una, los participantes han ido construyendo las piezas que, en forma de propuestas para mejorar la sociedad en los aspectos que más les preocupan, han encajado finalmente en el gran el mapa de sus derechos que es el Manifiesto de Oviedo.
“Hemos trabajado muchísimo”, explicaba Erika, del Consejo de Infancia de Nava, que se lo ha pasado tan bien que ya piensa en repetir dentro de dos años. “De esta experiencia hemos sacado que somos escuchados, y que se nos tiene en cuenta” afirmaba Luis, procedente de Alcalá de Henares e integrante del grupo impulsor.
Combinando la creatividad artística, el análisis de la realidad y el marco de la Convención sobre los Derechos del Niño, los chicos y chicas se repartieron en siete grupos de trabajo para elaborar propuestas en cada una de las temáticas planteadas: igualdad de género, redes sociales (ciberbullying), identidades y diversidad, educación, cambio climático, protección y modelos de cuidados.
Fruto de todo este esfuerzo, en el que los chicos y chicas han contado con la ayuda de dinamizadores, técnicos municipales y expertos de la sociedad civil, el Manifiesto de Oviedo es a la vez un diagnóstico detallado de los principales problemas que acechan a la infancia y a la sociedad en general y un catálogo de medidas para solucionarlos.
Palabras de hormigón
Comenzando por las redes y el ciberacoso, los niños y adolescentes ven las redes sociales como una herramienta beneficiosa que, en unas manos inadecuadas, puede resultar emocionalmente destructiva. “Las redes nos conectan con el mundo, pero también si eres adicto pierdes el mundo de tu alrededor, y de tu desconocimiento, la gente se podrá aprovechar. Por eso, es bueno limitar su uso, no subir contenido ofensivo o inapropiado y no seguir a gente desconocida“, recoge el texto consensuado en Oviedo.
“Hemos visto también que ser diferente no es nada malo. Para normalizar la diversidad necesitamos una base desde la educación y desde la familia”, señala el manifiesto en el apartado sobre identidades y diversidad. “Es importante ser uno mismo y saber cómo se siente, de esa manera, a la hora de relacionarse, no habrá conflictos ni discriminación”, añade.
En el ámbito educativo, los consejeros infantiles quieren aprender a ser personas, para lo cual desean contar con profesores motivados que infundan pasión y les ayuden a desenvolverse mejor en el futuro con enseñanzas más prácticas: “En este país hay universitarios que no saben freir un huevo. Queremos aprender a llevar un orden en nuestra vida”.
Respecto a la paridad entre hombres y mujeres, el Manifiesto presta especial atención a la brecha salarial, un problema que proponen solucionar con la presencia en las empresas de una persona específica encargada de velar por la equivalencia salarial. “Por mucho que biológicamente seamos diferentes, socialmente somos iguales“, señalan los jóvenes, que además solicitan que se fomente el feminismo en los centros educativos.
Para los autores del Manifiesto también son importantes los cuidados, desde el punto de vista personal y colectivo, y apuestan por los hábitos saludables, evitando los más excluyentes y disruptivos. Entre otras medidas concretas, proponen que en casos de emergencia se refuerce la ayuda a las familias que lo necesiten, ya sean refugiados o personas que vengan de países en guerra. También mencionan la necesidad de implementar técnicas de integración en los centros educativos y estimular la participación de chicos y chicas.En cuanto al cambio climático, los niños lo definen como un suicidio colectivo al que se debe poner remedio aplicando la regla de las tres erres ecológicas: reducir, reutilizar y reciclar.
Por último, en el apartado sobre protección, los niños han aprovechado para poner todas las cartas sobre la mesa: “Queremos defender nuestra imagen, no somos las caras bonitas a las que simplemente nos utilizan para la foto y que altas esferas se lleven los méritos de trabajos que nosotros estamos elaborando. Además, los derechos deben revisarse de forma más continuada. No queremos que nuestras propuestas y opiniones sean de porcelana, queremos que se cumplan y se tengan en cuenta”, reclaman en el Manifiesto.
Erika, del Consejo de Navia, abundaba en esta última línea al final del acto: “Nuestras palabras no son de porcelana, sino de hormigón, porque son resistentes, no son frágiles, resistimos todo lo que nos venga”.
De Oviedo a Madrid, larga vida al Manifiesto
Con la presentación del Manifiesto, se ponía punto y final a un evento promovido por la Plataforma de Infancia y UNICEF Comité Español que ha tenido en el Ayuntamiento de Oviedo a un gran anfitrión. “Para ganar el futuro algo muy importante es que les demos voz a quienes serán sus protagonistas. Por eso hemos de hacer un esfuerzo para que los más jóvenes encuentren un cauce a través del que expresarse”, señalaba el alcalde de esta ciudad asturiana, Wenceslao López, durante el acto de inauguración.
La lectura del Manifiesto en el Palacio de Congresos, ante más de 500 personas entre representantes de los consejos de participación, autoridades, organizaciones sociales y familias, apenas es el pistoletazo de salida de un documento al que le espera una larga vida en los próximos meses.“Es increíble cómo los niños y niñas en cada encuentro nos aportan cosas distintas, cosas diferentes, cada vez cosas más potentes”, afirmaba al final de la última jornada Sole, de la Asociación Los Glayus, entidad que ha superado con creces el reto de dinamizar las actividades soslayando las inclemencias del tiempo. No obstante, “los adultos seguimos teniendo muchos deberes que hacer”, reconocía esta veterana en el oficio de fomentar la participación infantil.
Para empezar, viajará con los chicos y chicas presentes en Asturias hasta sus lugares de origen, donde los Consejos de Infancia tienen el encargo de presentarlo a las autoridades y órganos locales y regionales. También será una herramienta imprescindible para que las entidades impulsoras del Encuentro, la Plataforma de Infancia y UNICEF Comité Español, trasladen la voz de la infancia a los actores políticos con el fin de que las propuestas de los niños y niñas sean tenidas en cuenta en el diseño de políticas y programas dirigidos a la infancia.
Además, como ya se hizo con las propuestas elaboradas en Santander en noviembre de 2016, el Manifiesto de Oviedotendrá su última parada en la Comisión de Derechos de Infancia y Adolescencia del Congreso de los Diputados. En enero de 2019, los autores y autoras del documento lo darán a conocer a los representantes de todos los grupos parlamentarios.
Con el de Oviedo son ya cinco los encuentros estatales celebrados desde el nacimiento de la iniciativa, en 2010, y en ellos cerca de 1.000 niños, niñas y adolescentes han elaborado cientos de propuestas para ser tenidos en cuenta en la toma de decisiones de los asuntos que les afectan. En Oviedo, como antes hicieran en Avilés, Málaga, Guadalajara y Santander, los niños han hablado alto y claro.
Ahora es el turno de los adultos.
¿Se atreverán a escucharlos?