Mayo 2016.
"La evaluación basada en pruebas de conocimiento mediante tests
no consideran el “saber hacer”
ni consideran el “saber ser”,
ni por supuesto consideran el “saber sobre uno mismo” y sobre las relaciones con los demás,....
a pesar de tratarse, paradójicamente, de dimensiones tan importantes para la persona"
¿Qué es la Evaluación Educativa?
¿Qué evaluamos?
¿Qué técnicas de evaluación son las más utilizadas en los procesos de enseñanza-aprendizaje?
¿En qué medida participan en el proceso evaluador los niños y las niñas a los que se evalúa?
¿Qué atención existe a la diversidad?
¿Se gestionan adecuadamente los resultados obtenidos en los procesos de evaluación?
¿Qué experiencias positivas e innovadoras se están llevando a cabo en este ámbito?
"La evaluación es una actividad o
proceso sistemático
de identificación, recogida o tratamiento de datos
sobre elementos o hechos educativos,
con el objetivo de valorarlos
primero
y, sobre dicha valoración, tomar decisiones". (García Ramos, 1989)
Es innegable la importancia de la Evaluación en el proceso de
enseñanza y aprendizaje. Es una estrategia útil y necesaria para
determinar el grado en que se están logrando los objetivos de
aprendizaje y contribuye, o debería contribuir, a mejorar la calidad de
la educación.
Para profundizar en el concepto de Evaluación Educativa en el ámbito de la Educación Formal y la Educación No Formal,
hoy entrevistamos a Begoña Learreta y César Torres.
Con los dos he tenido el placer de trabajar y de ambos he aprendido mucho acerca del tema que nos ocupa.
Begoña es actualmente directora del área de formación de Renovacentia,
empresa consultora de centros escolares. Compagina esta actividad con
la docencia en la Universidad Europea de Madrid, en áreas relacionadas
con la Didáctica y la Educación.
Begoña ¿Con qué definición de evaluación educativa te sientes más identificada?
Yo definiría la evaluación como la mayor
oportunidad de mejorar un aprendizaje si se refiere al alumnado, un
desempeño profesional si se refiere al profesorado y un modelo de
intervención, aplicada a un centro educativo. Debe entenderse
como una extensa y continua recogida de información de diferente
naturaleza, con la intención de ser analizada para sacar conclusiones y
poder mejorar realidades educativas. La evaluación debe ser siempre
constructiva y producirse con el único objetivo de mejorar y reconducir
situaciones. En ningún caso debería entenderse bajo una perspectiva
negativa, represora o sancionadora.
¿Cómo debería concebirse la evaluación?
La evaluación debería ser más cualitativa,
más vinculada a procesos, más centrada en la observación de lo que
ocurre en el día a día y no tanto en aspectos puntuales que buscan la
materialización en un resultado, y que se basan en un dato numérico.
Abogo por una evaluación polivalente, basada en una gran variedad de procedimientos e instrumentos,
y llevada a cabo de manera continua, inmersa en el propio proceso
educativo. Las propias actividades de aprendizaje deben ser manejadas
además como actividades de evaluación.
¿Qué enfoque evaluativo es el predominante en las escuelas y hacia qué enfoque deberíamos ir?
Desde mi punto de vista, el modelo de evaluación que predomina en la mayor parte de los centros educativos es el que se centra en el alumnado exclusivamente y llevado a cabo desde un punto de vista muy cuantitativo. La
evaluación actualmente se orienta a valorar la memoria y la
reproducción mediante instrumentos muy rígidos y analíticos, e incluso
no aplicados en el momento ni forma adecuados. Por otra parte, hay una
clara tendencia a identificar evaluación con calificación lo cual es un
grave error de concepto. La calificación debe ser la consecuencia de la
evaluación. El enfoque debería orientarse hacia valoraciones más
holísticas e integradoras, capaces de centrarse en la creatividad, la
capacidad de solucionar problemas, de integrar información y aplicarla a
diferentes contextos. Estaría bien poder hablar de una evaluación
basada en competencias, en capacidades que pongan en valor el desarrollo
integral de los estudiantes.
¿Son los test y las pruebas los mejores instrumentos para evaluar el progreso y el aprendizaje de los estudiantes?
Por supuesto que no. La mayor
parte de la evaluación se basa en este tipo de técnicas e instrumentos, y
aporta conocimiento muy analítico y descontextualizado de cómo el
alumnado se manejaría en situaciones cotidianas manejando su
conocimiento. Sólo se considera valioso y por tanto merecedor de ser
evaluado el “saber” materializado en información, datos y explicaciones
que en ocasiones además son sólo saberes estancos, que en poco tiempo
quedarán obsoletos en la sociedad de la información y del conocimiento
en la que estamos inmersos. La evaluación
basada en pruebas de conocimiento mediante tests no consideran el “saber
hacer” ni el “saber ser”, ni por supuesto el “saber sobre uno mismo” y
sobre las relaciones con los demás, a pesar de tratarse, paradójicamente, de dimensiones tan importantes para la persona.
¿Participan los alumnos en el proceso de evaluación de la práctica educativa? o ¿son los únicos evaluados?
Por lo general el alumnado no participa en los procesos de evaluación.
Esto resulta un enfoque muy reduccionista que se aprecia a dos niveles.
Por una parte, porque se pierde la oportunidad de que el propio
estudiante se evalúe a sí mismo, (a partir de determinadas edades ya
está capacitado para hacerlo si se le orienta) y podría aportar una
visión muy rica a la evaluación que le hace el profesorado a través de
planteamientos de autoevaluación. También podría participar en procesos
de coevaluación, potenciándose de esta manera la evaluación entre
iguales, siempre bajo las premisas y estándares adecuados, y en relación
a procesos de aprendizaje llevados a cabo en comunidad, como puede ser
vinculado al aprendizaje cooperativo. Desde otra perspectiva, el
alumnado podría también ser un agente activo en procesos de evaluación
orientados al profesorado y a la propia institución educativa, y no sólo
mediante procedimientos cuantitativos, sino también cualitativos, que
aporten la comprensión de muchas circunstancias educativas. Realmente son los únicos evaluados, obviándose por tanto la evaluación del profesorado y la de las propias instituciones.
¿Qué experiencias de referencia en este ámbito nos recomendarías conocer?
El modelo finlandés, el cual
tuve la oportunidad de conocer in situ, es un buen exponente de ausencia
de pruebas externas en su sistema educativo. Las evaluaciones poseen un gran peso, y se llevan a cabo a nivel interno en cada centro, por parte de todos los agentes de la comunidad educativa, pero con la única finalidad de mejorar,
a partir de los análisis que derivan de dichos procesos de evaluación.
Los centros poseen un gran nivel de autonomía y autogestión, y se valen
de sus propias evaluaciones para fomentar una mejora continua. En este
contexto la evaluación tiene realmente la finalidad que debe tener.
¡Muchas gracias por tus aportaciones Begoña!
César es padre de cuatro hijos.
Profesor del Departamento de Didáctica y Organización Escolar de la
Universidad de Granada. También educador deportivo de la modalidad de
baloncesto enfocado en la formación de las categorías inferiores.
César ¿qué entendemos por Educación No Formal?
En términos generales podría decirse que la
Educación No formal hace referencia tanto a todas aquellas entidades
como a las actividades, medios o ámbitos de educación que no sean
escolares o sistemáticamente académicos, pero que han sido creados
explícitamente para satisfacer unos objetivos educativos determinados.
Ofrece una abundante y dispar perspectiva, no sólo en cuanto a sus
funciones educativas, sino también con relación a las instituciones,
agentes, métodos y procedimientos que forman parte de esta particular
modalidad de formación.
¿Qué tipos de programas se incluyen en la Educación No Formal que estén dirigidos a los niños y adolescentes?
La variedad es superlativa,
también incluyendo los ámbitos de la Animación Sociocultural o de la
educación especializada: colonias, semanas culturales, museos,
ludotecas, bibliotecas, parques temáticos, espacios al aire libre,
granjas escuela, escuelas en la naturaleza, escuelas viajeras,
itinerarios de educación ambiental, senderismo, casas de juventud,
albergues, asociacionismo juvenil, grupos Scout, zoológicos, centros
cívicos, asociaciones de vecinos, clubes deportivos…
Se supone que dentro de este ámbito también debiera haber Evaluación Educativa, pero ¿es real? ¿Se lleva a cabo? ¿Qué se evalúa?
Claro que existen procesos evaluativos, y de manera más o menos estructurada se realiza. Toda acción educativa incluye una evaluación.
Y desde el punto de vista didáctico debe responder a tres cuestiones:
qué, cómo y cuándo evaluar. Lo que se evalúa es si las finalidades,
propósitos u objetivos y competencias establecidos se han alcanzado y en
qué grado.
¿Qué tipo de instrumentos se utilizan?
Los instrumentos utilizados para llevar a cabo la valoración responden al cómo, ya sea de naturaleza cualitativa (por ejemplo, a través de la observación directa, diarios, rúbricas…), de naturaleza cuantitativa (por ejemplo, cuestionarios, pruebas objetivas…) o de naturaleza ecléctica
(empleando instrumentos cualitativos y cuantitativos para luego
triangular los resultados). Muy unido a este aspecto está cuándo
evaluar, pues pueden emplearse ciertos instrumentos al principio,
durante y/o al final de una sesión o periodo formativo.
Por lo general ¿participan los
destinatarios (niños y adolescentes en este caso) en las evaluaciones?
¿Se recoge su opinión de manera sistemática acerca del programa en el
que han participado?
Depende de la naturaleza de la propuesta formativa, de los objetivos planteados, de la madurez de los usuarios… Por lo general se les hace más partícipes a los usuarios de una propuesta de Educación No Formal, pues la evaluación continua, la retroalimentación está más presente en este tipo de actuaciones educativas.
¿Qué aspectos de mejora
consideras necesarios? ¿Y qué aspectos de la metodología en el ámbito de
la Educación No Formal crees que se podrían trasladar con éxito a la
Educación Formal?
Más que aspectos de mejora, considero que necesitamos
concienciarnos de la complementariedad y refuerzo que los tres tipos de
educación (formal, no formal e informal) presentan y que esto se
traslada perfectamente al ámbito de la evaluación. A ver si con
el siguiente ejemplo soy capaz de esclarecer lo que quiero decir. Hay
dos asignaturas que afortunadamente llevo varios años impartiendo, una
está relacionada con los aspectos didácticos generales y otra con el
liderazgo y calidad en la educación no formal. Todos los años solicito
el aula de Expresión Corporal donde grabamos las sesiones que dirige el
alumnado para su posterior visualización, análisis y propuesta de
mejora; y a su vez visitamos el monumento de La Alhambra, generalmente, y
otros espacios de la ciudad de Granada. La combinación de sesiones en
el aula ordinaria, el desarrollo de sesiones de dinamización y animación
de grupos, y la salida del espacio académico para convivir,
relacionarnos, conocernos, así como aplicar en la realidad lo que
teóricamente vamos avanzando, hace que se fundan lo informal, formal y no formal en una experiencia didáctica ecléctica
que aglutina todas las ventajas de los tres tipos de educación y
minimiza sus posibles inconvenientes. El esfuerzo como docente es
máximo, sin duda. Pero entiendo que como profesional quizá pueda estar
proporcionando una mayor formación y concienciar a los futuros docentes y
educadores de que esa fusión de actuaciones formativas es positiva y
que se puede valorar a través de la evaluación. Es difícil, soy
consciente, pero puede hacerse.
¡Muchas gracias César!
Terminamos el artículo con una infografía que recoge algunas ideas clave sobre lo que es y no es la Evaluación Educativa.
¡Otro tipo de evaluación es posible!
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