Begoña Leyra Fatou
Las niñas trabajadoras.El caso de México.
Los Libros de la Catarata, 2014.
Con motivo del Día de la Mujer
desde GSIA queremos promocionar este libro
que habla de Las Niñas Trabajadoras.
Y felicitar a todas las mujeres.
Reseña de José I. Pichardo Galán.UCM.
El extrañamiento forma parte de la esencia de la Antropología Social y este libro constituye un relato de esa experiencia por parte de una antropóloga española que ha llevado a cabo su trabajo de campo a lo largo de casi dos años con niñas trabajadoras de México Distrito Federal. Nos encontramos en este caso no solo ante un cambio de entorno geográfico y cultural, sino ante una realidad, la del trabajo infantil, que en principio parece ajena a las experiencias de los niños y niñas en Europa. Si poner el foco sobre la invisibilidad de las niñas trabajadoras es uno de los principales objetivos de Begoña Leyra, este trabajo nos invita a repensar la invisibilidad que también existe en otros contextos y partes del mundo sobre las diversas tareas productivas llevadas a cabo por menores y, más específicamente, por niñas.
El texto que aquí se reseña es el fruto de una tesis doctoral en Antropología Social defendida por la autora en la Universidad Complutense de Madrid. Y se nota. Nos encontramos ante un libro que, por un lado, sigue el esquema clásico de este tipo de trabajos de investigación: introducción, marco teórico, metodología, análisis y conclusiones.
Por este motivo descubrimos, pues, un trabajo serio y riguroso; teóricamente sustentado no solo en los primeros capítulos, sino a lo largo de los siguientes. Constantemente encontramos referencias, citas, reflexiones y debates teóricos diseminados por todas las páginas de este trabajo, una tarea que desgraciadamente en ocasiones se echa en falta en otro tipo de textos. Por otro lado, frente al formato corto en forma de artículos y capítulos al que nos parecen empujar irremediablemente determinadas políticas que pretenden indexar la «calidad» de los trabajos de investigación, no deja de ser un placer enfrentarse a la lectura de un estudio que, de forma evidente, se ha ido madurando y reposando a lo largo del tiempo, profundizando hasta alcanzar una visión rica y poliédrica de la realidad social que se ha abordado. Se trae pues visibilidad a una realidad invisibilizada y se aporta complejidad frente a unos análisis que generalmente han simplificado en lugar de explicar el trabajo infantil.
Efectivamente, el trabajo de Leyra aparece ante quien esto escribe como un texto impresionista donde cada una de sus pinceladas en forma de epígrafes va completando ese cuadro que nos permite acercarnos a la realidad de las niñas trabajadoras. Un cuadro que no es solo visual, sino que –gracias a la ricas descripciones que nos regala la autora– nos lleva a percibir los olores del basurero de Chimalhuacán, el bullicio del Mercado de Sonora, el ruido y los silbidos en el Mercado de la Merced, la alegría de la celebración del Día de los Muertos, y el temor de quien arriba por primera vez a unos espacios desconocidos y diferentes a nuestras experiencias previas.
Estamos ante una etnografía de la infancia, una parte de la población que muy pocas veces es protagonista de este tipo de acercamientos antropológicos. Como no podía ser de otra manera, es una antropóloga mujer la que, siguiendo la estela que inauguraran en su día Margaret Mead y otras pioneras, dirige su atenta escucha y su mirada hacia este colectivo.
Y, como intelectual feminista que es, lo hace optando por poner en el centro del análisis a las niñas, doblemente discriminadas e invisibilizadas como mujeres y como menores. Leyra aplica lo que ella denomina varias veces en el texto «las gafas de género» y que aquí entendemos como el acervo que la teoría feminista, especialmente en antropología, ha ido produciendo a lo largo de su historia.
De este modo, la dicotomía público / privado, que alarga su sombra sobre otras dicotomías como casa / calle o familia / trabajo, aflora no solo desdibujada en la realidad que la antropóloga encuentra entre las niñas trabajadoras, sus familias y sus redes sociales, sino que, aun siendo uno de los ejes principales de esta investigación, aparece como totalmente permeable. El concepto de hogar vinculado a la familia y, ambos, vinculados a la casa, no encuentra su correlato en vida de estas niñas que pasan más tiempo en sus lugares de trabajo (la calle, el mercado, el basurero..., espacios públicos), que en el espacio que normalmente solo ocupan para dormir. Aunque se aborda en varias ocasiones a lo largo del texto, el trabajo doméstico de las niñas como un empleo no ocupa el lugar que con los instrumentos teóricos que la teoría de género nos aporta probablemente debería ocupar al hablar de trabajo infantil femenino.
Sin embargo, tal y como la autora explica, esto se debe a la dificultad de hacer etnografía en el espacio privado del hogar donde esta actividad se lleva a cabo.
Las redes de parentesco aparecen reconfiguradas con una tensión entre lo que es y lo que debería ser la familia o, entre otras, la figura del padre. Si bien es cierto que encontramos una reivindicación de la agencia, de la capacidad de resiliencia y de autoafirmación de la mayor parte de niñas y mujeres que aparecen descritas a lo largo del análisis, los hombres no solo son aquí los beneficiarios de los réditos del patriarcado, sino que aparecen representados –en buena medida– como alcohólicos, violentos, infieles, despreocupados de sus responsabilidades dizque masculinas como supuestos proveedores y protectores.
Metodológicamente, llama la atención del uso cuantitativo del análisis de una muestra pequeña de 29 informantes y unidades domésticas. En principio, el recuento porcentual que realiza en varios momentos la autora no es generalizado en la tradición del acercamiento a la realidad que preferimos desde la Antropología Social. Siendo cierto que este tipo de datos no tienen ninguna representatividad estadística, sí nos permiten –a través de la presencia de excepciones y minorías porcentuales– dar cuenta de la capacidad de agencia de las y los individuos, que no siempre actúan según un patrón cerrado y determinista. En cualquier caso, el principal valor del acercamiento a través de la observación participante es la capacidad de poner rostro humano a las diversas problemáticas y situaciones a las que se van enfrentando sus protagonistas, las niñas trabajadoras, de manera similar a la que en tiempos anteriores lo hicieron sus madres.
Es destacable, por otro lado, el respeto con el que Leyra a trata a estas informantes, lo que nos remite a una antropología construida a partir de un cariño que, a pesar de las duras condiciones que trasmiten las páginas de esta monografía, nos hace compartir la ternura que atraviesa este trabajo.
Esta ternura no está reñida con la apuesta por una valoración crítica del trabajo infantil que queda clara desde el primer capítulo. Sin perder de vista los riesgos, las posibles relaciones de explotación, el acoso específico –en ocasiones sexual– que viven las niñas trabajadoras y sin dejar de recoger otras posturas al respecto (representadas sobre todo por los textos de la OIT y UNICEF), Begoña Leyra ha optado por acercarse a ellas como sujetos sociales, como personas que tienen una capacidad de acción sobre sus vidas y, sobre todo, una voz propia en una cuestión, el trabajo infantil, que organiza su cotidianeidad.
Después de haber trabajado yo mismo durante casi tres años acompañando a niños, niñas y adolescentes trabajadores en Tacna (Perú), la lectura de este libro me ha permitido comprobar los muchos paralelismos entre lo que Leyra nos presenta y mi experiencia personal. No obstante, me ha llamado la atención la opción que hace de incluir la mendicidad entre las actividades laborales que ella tiene en cuenta ya que, entre las
niñas y niños trabajadores que yo conocí, la idea de pedir plata sin aportar ningún servicio o bien a cambio aparecía como uno de los insultos más graves que se podían recibir por parte del grupo de pares. En esta línea, las reflexiones negativas que sobre el concepto de «ocio» devuelven a la etnógrafa estas niñas y niños nos muestran claramente cómo estas categorías no solo de pensamiento, sino de acción, están elaboradas y connotadas socioculturalmente.
Así, frente al estereotipo de que la infancia trabajadora no tiene precisamente infancia por no tener ocio, Leyra retrata unos niños y niñas que se ríen, que también descansan y, sobre todo, que juegan.
Este trabajo se encuentra en la encrucijada entre la Antropología de la infancia, del parentesco, del género, la Antropología urbana, del desarrollo, económica, del trabajo y de la pobreza. Cualquier persona dedicada a las ciencias sociales que se interese por alguna o varias de estas subdisciplinas encontrará, sin duda alguna, enriquecedora la lectura de «Las niñas trabajadoras. El caso de México».
Doctora en Antropología Social por la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y magíster en Género y Desarrollo por el Instituto Complutense de Estudios Internacionales (ICEI), es licenciada en Antropología Social y diplomada en Trabajo Social por la UCM. Profesora del Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Escuela de Trabajo Social de la UCM, participa como docente en cursos de postgrado de diferentes instituciones académicas, universitarias y profesionales y es cofundadora de GENERA (Red de Mujeres Feministas por la Equidad de Género en el Desarrollo).