Hablamos con…
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Ana Isabel Lima Fernández. Foto:FEMP. |
Ana Isabel Lima Fernández es profesora de la Universidad Complutense de Madrid y la UNED y Directora de Servicios Sociales.
Popularmente
conocida por su cargo como Secretaria de Estado de Servicios Sociales
en el Gobierno de España hasta el 2020, Ana Isabel Lima Fernández cuenta
con un gran bagaje profesional a sus espaldas. Empezó su andadura
profesional como trabajadora social en dos municipios del sureste de
Madrid y como directora de Centro de Servicios Sociales, pero no tardó
en formar parte de instituciones como el Consejo General del Trabajo
Social, el Comité Español de Bienestar Social y la Federación Europea de
Trabajo Social -entre otras-, las cuales ha llegado a presidir.Actualmente
es docente en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y de la (UNED)
y Directora de Servicios Sociales y, siguiendo sus propias palabras, se
define como una persona comprometida con los DDHH, las políticas, el
trabajo social y los servicios sociales.
Es asociada de la Asociación GSIA.
El pasado 13 de diciembre de 2021, Ana Isabel Lima participó en la 1ª Conferencia Ciudades que Cuidan organizada por Fundación Mémora con el apoyo de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP).
Potenciar el mundo local en pueblos y ciudades garantiza la
existencia de relaciones sociales que alivien el sentimiento de soledad
no deseada de muchas personas mayores. No obstante, ciertos municipios
carecen de dichas interrelaciones. ¿Qué beneficios tendrían si
realizaran un plan social que generara convivencia?
Desde
el ámbito social definimos cuatro claves de la innovación social
aplicadas al mundo de los cuidados que contribuirían a las ciudades
cuidadoras: la creación de alianzas; la necesidad de revisión y
reestructuración de las políticas públicas; la sensibilización de la
percepción social del envejecimiento; y la importancia del municipalismo
y los planes estratégicos.
Consideramos que los beneficios que
pueden aportar las políticas municipales y sus planes estratégicos son
relevantes porque las ciudades son un espacio clave para las prácticas
de la ciudad cuidadora, es en el contexto más cercano, los barrios o pueblos, donde se producen la mayor parte de las interacciones sociales.
Y cómo podríamos hacer esto…
La
planificación estratégica en los municipios se encargaría de
desarrollar la parte más operativa de los planes estatales y
autonómicos, y lo hace de una manera transversal e integral. Por ello,
la futura estrategia nacional contra la soledad no deseada impulsada
desde Imserso debería tener reflejo en los planes municipales con
iniciativas de proximidad a la ciudadanía, impulsando todas las redes
posibles para dar respuesta desde cada barrio o cada pueblo.
En
este caso valoramos especialmente el nivel de transversalidad de estos
planes estratégicos de lucha contra la soledad no deseada y la
vulnerabilidad de las personas mayores, ya que su diseño supone una
medida que requiere de la acción y la aportación presupuestaria de todas
las áreas implicadas: salud, seguridad, servicios sociales, urbanismo,
cultura, educación, deportes, etc., además su implementación debe
realizarse desde una perspectiva de intervención comunitaria.
Proponíamos también la conveniencia del liderazgo de los servicios
sociales en estos planes por su cultura en este tema.
Nos hablabas de una mayor aportación presupuestaria de todas las áreas…
Ya
hemos visto que los planes estratégicos sobre el envejecimiento:
soledad, cuidados, prevención, atención, implican a otras áreas de
atención a nivel municipal, pero si no se dota de presupuesto a esa
coordinación transversal, no saldrá adelante el plan estratégico.
Además, es importante recordar que la transversalidad no excluye a la
atención específica que requieren los servicios especializados y que se
pueden combinar los esfuerzos desde los dos lados, acción transversal y
acción específica.
¿Qué beneficios reportaría la intervención comunitaria?
La
intervención comunitaria supone un valor añadido para crear conciencia
social, impulsar el desarrollo de redes de apoyo efectivas. También
requiere que los recursos sean espacios y equipamientos abiertos a la
comunidad, interactuar con elementos comunitarios de apoyo y para
contribuir a una transformación necesaria de la percepción social de
reconocimiento positivo del proceso de envejecimiento y situaciones de
dependencia. Unos de los objetivos de los servicios sociales municipales
es la mejora de la convivencia y la cohesión social, además tienen
equipamientos de carácter social con centros, servicios, prestaciones
vinculadas al mundo de los cuidados, es necesario dimensionar y reforzar
el sistema como cuarto pilar del Estado de Bienestar Social para que
pueda liderar y coordinar estos planes estratégicos. Los propios
servicios sociales necesitar eliminar los laberintos burocráticos y
dimensionar el acompañamiento social.
¿Y qué pueden hacer los municipios?
Los
municipios pueden responder a las necesidades sociales aportando
soluciones locales, pueden replantear espacios públicos donde se
potencien las relaciones sociales y los encuentros, además es importante
que instauren la creación de consejos de participación democrática como
los foros locales y apoyen programas y proyectos que generen redes, tejido social y voluntariado.
Dentro de los espacios de participación sería interesante crear una Comisión de emergencia
que se active frente a las crisis transversales, como la ocurrida con
la pandemia COVID-19, que ha afectado a diferentes sectores de la
ciudadanía, incluido el de las personas mayores y sus familias, y desde
diferentes ámbitos de actuación.
No olvidemos que la pandemia ha
afectado a las personas que viven en residencias, pero también a las que
viven en sus casas, con recursos como la ayuda a domicilio, centros de
día, y han visto afectada también, en gran medida, su calidad de vida,
relaciones, salud, actividad diaria, rutinas, exponiéndose a un aumento
repentino de su deterioro físico y psíquico.
En definitiva, sería
interesante establecer indicadores que evalúen estas actuaciones e
implantar la necesidad de realizar informes de impacto convivencial a la
hora de poner en marcha cualquier proyecto en una ciudad al igual que
existen otro tipo de informes de impacto de género o medioambiental.
Estas acciones podrían ser incluidas en la planificación y evaluación de
los planes estratégicos municipales.
Como bien decías, es
preciso atender a las personas dependientes en su propio contexto,
adecuando el servicio o el producto a su situación como puede ser su
propio hogar. ¿Considera que el modelo de atención vigente se ajusta a
esa diversidad?
Desde nuestro equipo social teníamos
claro que hay que considerar que el envejecimiento es una etapa vital,
producto de una revolución demográfica actual con una alta esperanza de
vida que, al mismo tiempo, está desencadenando una transformación
social. Por tanto, también hay que transformar los modelos tradicionales
de promoción de la autonomía y atención a las personas en situación de
dependencia, ya que en su mayoría son personas mayores.
La
pandemia ha puesto en tela de juicio la globalización, por un lado, como
fenómeno de mundialización fundamentalmente económico, ha acelerado
tendencias como el excesivo individualismo y la limitación de la
diversidad. Además, se ha evidenciado aún más la necesidad de la
revisión de los sistemas de cuidados en el sistema de dependencia y en
la crianza con el cuidado de los niños y las niñas respecto de la
necesidad de conciliación de la vida laboral y familiar por los efectos
negativos que ha tenido en estos ámbitos sociales.
Cada vez
vivimos más aislados tanto personas mayores como más jóvenes. Se ha
comprobado con el confinamiento que la soledad provoca consecuencias muy
negativas para la salud y para la convivencia tanto personal como
social. Somos vulnerables, interdependientes y tenemos que asumir esa
vulnerabilidad.
Has hecho referencia al desencadenamiento de una transformación social. ¿A qué te refieres?
Los
cambios sociodemográficos requieren transformar también los centros y
servicios vinculados a la Ley de dependencia, en este caso las
residencias deben transformarse en lugares más hogareños que simulen la
propia casa de la persona, también es necesario desmitificar las
residencias como formas de no ejercer responsabilidad familiar.
Las
personas mayores consideran que el modelo tradicional de las
residencias debe transformarse de un concepto de grandes residencias a
más pequeñas que emulen a los hogares y la participación democrática de
las personas que residen en ellas. Además, se debe procurar la
implantación de fórmulas innovadoras como el co-housing y otras alternativas que propicien el envejecimiento saludable.
En
el caso de las personas que se mantengan en sus hogares, es importante
dotar a los territorios de servicios de proximidad como una ayuda a
domicilio reforzada y flexible y una mayor la adaptación de los hogares
ayudándose de la tecnología.
En cualquier modalidad de la atención
a las situaciones de dependencia -tanto en el domicilio como en centros
residenciales- las personas mayores exigen ser atendidos desde el
sistema público sanitario que les corresponda y, por ello, se considera
que en el nuevo modelo tanto los centros de atención primaria de salud
como los centros hospitalarios deben tener en cuenta las necesidades
sanitarias específicas de cada territorio. La coordinación y la atención
de los servicios sociales y los sanitarios se debe reforzar en este
nuevo modelo.
¿Qué necesitamos para una mayor coordinación entre los servicios sociales y sanitarios?
Es
muy necesario para el nuevo modelo conseguir una mayor incorporación de
la tecnología en el mundo de los cuidados y la mayor capacitación de
los profesionales de los servicios residenciales y domiciliarios,
bajando las ratios de los equipos de atención profesional y dignificando
las condiciones laborales del sector. Es importante reforzar los
servicios profesionales de atención a personas mayores y complementar la
acción solidaria y a acción profesional.
El compromiso de nuestro
país con el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de
la Agenda 2030, una apuesta más fuerte por lo local y por la
organización desde ese espacio del apoyo mutuo y la solidaridad, por
ello los equipamientos municipales destinados a personas mayores deben
ser más abiertos a la comunidad, para interactuar con elementos
comunitarios de apoyo y para contribuir a una transformación necesaria
de la percepción social del envejecimiento e impulsar redes de apoyo
efectivas.
Se habla constantemente de la atención centrada en la
persona y eso como metodología es importante que sea bien definido, no
obstante, las personas necesitan estar vinculadas con su entorno, aunque
vivan en una residencia necesitan una atención transversal y es
cometido de los servicios sociales y otras áreas municipales trabajar en
ello.
Siguiendo su intervención en la 1ª Conferencia
Ciudades que Cuidan, asegura que el edadismo debilita los derechos y la
dignidad de las personas. ¿Por qué cree en ello y qué opina que puede
hacerse desde la sociedad y las administraciones para combatirlo?
Nuestro
equipoinvitó en el foro de debate a hacer un ejercicio de reflexión
personal sobre cómo nos posicionamos ante conductas de discriminación
por edad, sobre todo cuando se da en personas mayores vulnerables.
Ciertamente
el edadismo debilita derechos de forma muy poco visible como impedir
que las personas tomen decisiones sobre sus vidas, se limita su
participación como ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho. Se generan
situaciones de desigualdad a la hora de ejercer derechos fundamentales.
Se cometen intromisiones en su privacidad de forma gratuita, se les
infantiliza.
Es importante la introducción en las políticas
públicas de elementos correctores del edadismo institucional, acabando
con la idea de que los mayores, por el hecho de serlo, precisan de
prestaciones, subvenciones, etc., para transporte, viajes… en realidad
supone una discriminación y, por ende, prácticas clientelares en la
mayoría de los casos que debe pasar por mejorar las condiciones
económicas de las pensiones.
¿Cómo crees que ha afectado la pandemia a este fenómeno de “edadismo”?
Con
la crisis de la COVID-19 se ha hecho evidente el edadismo, los
prejuicios sobre las personas mayores como grupo homogéneo de personas
vulnerables, débiles y que no aportan nada en tiempo de crisis.
Estereotipos negativos y concepciones falsas construidas sobre
generalizaciones que no se corresponden con la realidad: se vuelven
niños, no son productivos, no tienen nada que hacer. Los estereotipos
son la puerta de entrada de la estigmatización, a la discriminación.
Pero
esta discriminación era anterior a la pandemia, quizá con ella ha
aumentado ya que se han producido situaciones de aislamiento prolongado,
la atención sanitaria no les priorizó en el comienzo, no se distingue
entre personas mayores con autonomía funcional y las que se encuentran
en situación de dependencia, se ha segregado por edad y no por
patología, y no es la edad, sino las patologías las que vuelven más
vulnerables a las personas. La evidencia de la soledad sorprende ahora,
pero es la realidad de muchas personas que merma su dignidad y
bienestar.
¿Qué podemos hacer para revertir esta situación?
Hay
que sensibilizar a la ciudadanía y para ello también es importante el
lenguaje, la forma de nombrar y denominar los fenómenos sociales. Hay
que tener en cuenta que no son nuestros mayores, ni nuestros abuelos. No
son nuestros, sino de cada uno de ellos, igual que las personas adultas
no somos de nadie sino de nosotras mismas.
Tampoco son nuestros
abuelos o abuelas, porque no todas las personas mayores tienen nietos.
Se obvia la heterogeneidad del colectivo formado por personas con
características muy diversas, experiencias, estilos de vida, salud.
Las
consideraciones edadistas condicionan a las propias personas mayores
que acaban asumiendo conductas previsibles basadas en expectativas
prejuiciosas, se pueden aislar asumiendo como naturales las patologías
emocionales, renunciando a sus capacidades.
Por ello es importante
mostrar la parte positiva de la situación demográfica actual, ya que
las personas que cumplen hoy 65 años tienen una esperanza de vida entre
19 y 23 años dependiendo del género, que viven en buenas condiciones de
salud, al menos la mayoría de ellos.
La jubilación abre la puerta
de una nueva etapa vital de oportunidades de enriquecimiento personal y
contribución social. La mayoría cuidan a sus nietos y nietas, a
personas en situación de dependencia y mantienen y ayudan económicamente
o acogiéndoles en su casa a familiares en paro o sin vivienda. Muchas
personas mayores participan activamente en su comunidad realizando
actividades solidarias y contribuyen a la economía. No nos olvidemos del
concepto “silver economy” que sitúa a las personas mayores como motor
de la economía del futuro.
Es urgente sensibilizar a la sociedad
sobre estas contribuciones que realizan las personas mayores y
transformar así la percepción social sobre el envejecimiento para romper
con los estereotipos de que laspersonas mayores solo gastan y consumen
recursos, y no producen bienes y servicios.
¿Qué pueden hacer los sistemas sanitarios y sociales para contribuir a esta sensibilización?
Los
sistemas sanitarios y sociales tienen que dar respuesta desde la
innovación social a ese potencial y ofrecer alternativas que resulten
interesantes a estas personas, acompañamiento para orientarles ante esa
nueva etapa vital. Porque a muchas personas que se jubilan les gustaría
participar y enrolarse en actividades solidarias, pero desconocen cómo
hacerlo.
Por otro lado, es muy positivo vivir tantos años, pero un
gran reto cuando llega la dependencia. Por ello, es importante hablar
del nuevo modelo en el mundo de los cuidados.
Nos enfrentamos a
grandes dificultades para conseguir que el resto de generaciones valore a
las personas mayores, reconozca y reclame su aportación al desarrollo
comunitario. Por eso, es fundamental las actuaciones de sensibilización.
Esta permite una verdadera comunicación intergeneracional que facilita
la reflexión y el debate sobre la realidad actual, anima a la toma de
conciencia en torno al futuro y posibilita la cooperación entre las
distintas edades.
Cuéntanos más sobre la comunicación intergeneracional entre personas mayores y jóvenes…
La
sociedad necesita dar respuesta urgente al vertiginoso envejecimiento
demográfico y los cambios sociales que determina. Adaptar sus valores,
costumbres y actitudes para la sostenibilidad de la convivencia y el
ejercicio de derechos y responsabilidades compartidas entre todas las
generaciones. Es imprescindible que las más jóvenes conozcan a las
personas mayores y reconozcan y reclamen su aportación al desarrollo
comunitario.
Para combatir el edadismo es urgente diseñar
políticas sociales dirigidas a transformar las actitudes colectivas
hacia una plena solidaridad intergeneracional. Sabemos que los cambios
socioculturales no se producen como procesos rápidos y requieren un
esfuerzo integral, sistemático y permanente respaldado por el compromiso
profesional y las políticas públicas comprometidas con el bienestar de
la ciudadanía y con los retos de futuro del Envejecimiento Activo.
Es
necesario un enfoque basado en derechos fundamentales, en la dignidad
de las personas, en la promoción de su autonomía personal y social, en
la capacidad de decidir, igualdad, libertad, seguridad, participación
social, relaciones familiares y sociales, continuidad en la atención,
respeto al honor, residencias hogareñas, mantenimiento de una imagen
positiva, acceso a recursos, permanencia en entorno, autotutela,
protección jurídica… En definitiva, un enfoque que sea el resultado de
una estrategia política con visión amplia basada en el estado social de
derechos y en construir una sociedad para todas las edades.
Hemos
hablado de personas mayores y jóvenes, queremos hablar ahora de otro
colectivo muy específico. Cuando hablamos de cuidados de larga duración,
también hablamos de las mujeres. Tanto en lo formal como en lo
informal, está en sus manos. ¿Qué tan importante es elevar su
reconocimiento para universalizar el sector de la atención?
Se
puede decir que la denominada economía de mercado ha dejado sin
resolver algunas cuestiones cruciales que afectan la igualdad entre
hombres y mujeres, sobre todo en lo que tiene que ver con el mundo de
los cuidados, sumado esto transformaciones en el rol de las mujeres
tradicionalmente como cuidadoras en el ámbito familiar ha provocado la
denominada crisis de los cuidados en las sociedades contemporáneas.
Los
cuidados en el seno familiar son proporcionados mayoritariamente por
mujeres y no han sido computados en el modelo productivo por lo que, en
general, a la sociedad prácticamente le han salido gratis.
Históricamente las mujeres han regalado su tiempo, un tiempo dedicado a
los cuidados y con ello han contribuido a la sostenibilidad social, pero
también al fenómeno de la feminización de la pobreza.
Procurar
una vida de calidad a las personas mayores es un deber político y moral
que afecta a decisiones políticas que deben reducir deficiencias, pero
también afecta a actitudes personales que conducen a la ciudadanía a
asumir el cuidado como una responsabilidad cívica.
¿En qué
cree que la organización y el desarrollo de conferencias como esta, en
las que se pone la atención a las personas mayores en el centro, puede
ayudar al futuro de los cuidados?
Realiza una función
social fundamental, ya que sensibiliza sobre la realidad en cuanto al
valor de los cuidados y muestra un gran trabajo de muchas personas
expertas en diferentes áreas a través de la presentación del “Libro
Blanco de las Ciudades que Cuidan”. No solo se trata de una guía, sino
que difunde, promueve e implica a muchos actores para que analicen,
reflexionen, planifiquen y pongan en marcha iniciativas en las
diferentes ciudades en torno a crear comunidades cuidadoras.
Valoramos
muy positivamente el trabajo que realiza a favor de potenciar el
desarrollo de estrategias institucionales ante la soledad no deseada, e
intentando que introduzcan la innovación social en la gestión de
recursos para personas mayores y en los programas de soledad no deseada.
Así como la creación desde Fundación Mémora del observatorio y la
realización de proyectos de investigación social que fomentan la
evaluación de iniciativas y experiencias de buenas prácticas en el
ámbito. La forma de desarrollar su actividad es ejemplar en el sentido
en que en todas las acciones han ido implicando a diferentes actores de
distintos ámbitos y con ello han incorporado la participación y la
diversidad de miradas sobre los temas que se tratan.
Antes de concluir la entrevista, ¿le gustaría resaltar algún tema?
Finalmente
me gustaría terminar poniendo en valor un término que he estado ideando
sobre la necesidad de no solo introducir la necesidad de empatía de las
profesiones vinculadas a los cuidados, sino hablar también de la empatía institucional
en el marco de organización de los cuidados y, yendo más allá, en
cuanto al concepto comunitario de las ciudades que cuidan propongo que
adoptemos el concepto de la empatía estructural, es decir, ponernos en el lugar del otro desde una dimensión integral.