A pesar de los importantes avances educativos de las últimas décadas, en 2019 América Latina y el Caribe se encontraba lejos de alcanzar las metas establecidas en el Objetivo de Desarrollo Sostenible 4 (ODS 4), en que se insta a “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos” (UNESCO/UNICEF/CEPAL, 2022, pág. 2).
Enero de 2024
La crisis social prolongada provocada por la pandemia de enfermedad por coronavirus (COVID-19) impuso desafíos aún más grandes en el camino: de todas las escuelas del mundo, las de la región fueron las que permanecieron cerradas durante más tiempo entre 2020 y 2022 (70 semanas en promedio), lo que dejó librados a niñas, niños y adolescentes a las ventajas y desventajas de sus de origen (CEPAL, 2022a), aumentó su exposición a contextos de violencia (CEPAL/UNICEF/ORESG-VCN, 2020) y al trabajo infantil (OIT/UNICEF, 2020), interrumpió sus procesos educativos y afectó de forma negativa sus aprendizajes y progresión escolar (CEPAL, 2022a; UNICEF, 2020 y 2021; Banco Mundial, 2021).
Tal como se indicó en el Panorama Social de América Latina y el Caribe, 2022 (CEPAL, 2022a), la pandemia de COVID-19 puso de relieve la importancia de la presencialidad educativa para el desarrollo y la protección integral de niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Aunque las diversas opciones de educación remota que se implementaron ofrecieron una solución importante para enfrentar el cierre repentino de los centros educativos, también plantearon una serie de desafíos que, en muchos casos, impidieron o disminuyeron la continuidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje, lo que contribuyó a profundizar las brechas educativas preexistentes entre estudiantes. Uno de los principales efectos que se constataron en las épocas más críticas de la pandemia fue la disminución de las tasas de asistencia escolar. Preocupa que, debido a esa disminución, aumenten las tasas de abandono escolar, que ya eran altas en el período previo a la pandemia, en particular a partir del nivel de enseñanza secundaria.
Adentrados ya en la tercera década del siglo XXI, el abandono escolar continúa siendo uno de los principales desafíos que afrontan los países de América Latina y el Caribe. Este problema plantea una encrucijada dada la labor que se viene llevando a cabo desde principios de siglo para ampliar la cobertura, en especial de los niveles preprimario y secundario, y que ha sido acompañada por diversas estrategias destinadas a garantizar la conclusión de la escolaridad obligatoria (Acosta, 2022). Esa labor ha incluido la ampliación de la cantidad de años de educación obligatoria hasta finalizar la secundaria baja o alta (Ruiz, 2020), el aumento de la inversión educativa como porcentaje del gasto público que se dio a comienzos de este siglo (CEPAL, 2022a) o la diversificación de la oferta institucional para atender las múltiples realidades en las que viven niñas y niños de la región (Acosta, 2022). En las primeras dos décadas del siglo XXI, los resultados de esa labor han permitido alcanzar tasas de cobertura muy altas que en 2020 ascendían al 93,2% en la secundaria baja y al 78,7% en la secundaria alta, con una tendencia a la baja respecto del abandono escolar (UNESCO/UNICEF/CEPAL, 2022).
Sin embargo, tal como se destacó en La encrucijada de la educación en América Latina y el Caribe: informe regional de monitoreo ODS4-Educación 2030, hacia 2020 se observaban signos de que los avances en materia de cobertura, por ejemplo, la disminución del abandono, se estaban desacelerando, situación que se agravó debido a la pandemia (UNESCO/UNICEF/CEPAL, 2022). Por consiguiente, hay riesgo de que los efectos de la pandemia de COVID-19 provoquen un retroceso en lo que atañe a esos avances, y de que ese retroceso afecte principalmente a estudiantes y hogares en situación de mayor exclusión y vulnerabilidad, a saber, las poblaciones afrodescendientes o indígenas, los hogares de menores ingresos, las personas que viven en territorios rurales, las estudiantes embarazadas, las madres o los padres jóvenes, la población migrante y las personas con discapacidad (CEPAL, 2022b).
Al mismo tiempo, el abandono escolar está estrechamente vinculado con el trabajo infantil y la informalidad laboral, otros dos desafíos importantes que se enfrentan en la región. La no conclusión del nivel secundario deja a las personas jóvenes en una posición de vulnerabilidad a la hora de acceder al mercado laboral y al trabajo decente, no solo porque no cuentan con el título secundario, que es uno de los requisitos mínimos, sino también porque han sido vulnerados sus derechos a una educación de calidad que les permita ejercer una ciudadanía plena (OIT, 2022; Ruiz, 2020). Previo a la pandemia, se estimaba que el trabajo infantil afectaba a 8,2 millones de niñas, niños y adolescentes en América Latina y el Caribe (OIT/UNICEF, 2021).
De acuerdo con la información estadística más reciente disponible en relación con 14 países de América Latina, un 41,4% de la fuerza de trabajo de 15 años y más no completó la enseñanza secundaria. Provenir de un hogar en que la persona que percibe la mayor parte de los ingresos y su cónyuge no finalizaron el nivel primario de educación eleva de forma considerable la incidencia de la pobreza y la pobreza extrema: entre la población de esos hogares, la incidencia de ambos tipos de pobreza llegaba al 46,8% y al 20,4%, respectivamente, en 2021. Entre quienes viven en hogares donde la persona que percibe la mayor parte de los ingresos o su cónyuge tienen educación terciaria completa, la incidencia de la pobreza era del 9,0% ese año, y la de la pobreza extrema, del 4,9% (CEPAL, 2022a). En el camino hacia un desarrollo social inclusivo, que es una dimensión estratégica del desarrollo sostenible, es fundamental hacer esfuerzos por continuar avanzando para garantizar que niñas, niños, adolescentes y jóvenes tengan la oportunidad de acceder a una educación de calidad y concluirla. A medida que la región avanza en cobertura educativa y reducción del abandono, aumenta la dificultad para llegar a niñas, niños y adolescentes que enfrentan situaciones de mayor exclusión y vulnerabilidad. Prevenir el abandono escolar y evitar que las personas jóvenes vean truncada su trayectoria educativa es una de las tareas fundamentales en ese camino. Por ese motivo, en la primera parte de este documento se analiza la situación de la región en ese ámbito, y, en la segunda, se enfoca la mirada sobre la acción, es decir, se ponen de relieve las principales medidas que los Estados pueden adoptar para prevenir y disminuir el abandono escolar.
El presente texto está tomado de la introducción del documento.
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Prevención y reducción del abandono escolar en América Latina y el Caribe