Historia Infantil de la Edad Media.

A muchos nos parece que la Historia de la Infancia comienza con la obra de Charles Dickens, en la que se ve la descarnada realidad de la infancia en las primeras etapas de la revolución industrial capitalista.
Evidentemente no es así, las historia de la infancia es tan amplia como su propia existencia.

Afortunadamente, el tiempo que Dickens pasó en la fábrica no duró para siempre. Después de unos meses, su padre salió de prisión y Charles pudo volver a la escuela. Pero las cicatrices permanecieron. El trauma de aquellos días lo acompañó, impulsando su increíble ética de trabajo, pero también contribuyendo a sus inseguridades y las complejidades de su vida personal. 
La historia, que Charles Dickens vive y reseña en sus obras, es un testimonio más de la resiliencia infantil, que, al margen de su muerte/asesinato que ha sucedido y sucede en muchas ocasiones, convierte una experiencia tan dolorosa en una suerte de poder, que supera lo, a primera vista, insuperable, y, no obstante, sus consecuencias acompañan la vida entera.
Pero la  Historia de la Infancia en toda su extensión temporal a penas si se conoce en profundidad. Replicamos aquí un artículo sobre la Historia Infantil en la Edad Media, basada en el estudio de fuentes medievales escritas y otras. Esas citas no son citas directas: a los niños, como es costumbre, se les cita de soslayo. De esas fuentes indirectas es de las que este estudio saca unas conclusiones que merecen consideración porque nos permite acercarnos algo a la vida infantil en la Edad Media.

Historia Infantil de la Edad Media
Antonio Manuel Sánchez Roldán
Área de Historia Medieval, Universidad de Córdoba
Revista Anahgramas.  
Número V.  Año 2018, pgs.190‐235

El presente trabajo es un estudio sobre la infancia en la Baja Edad Media, utilizando, sobre todo, la información proporcionada por los tratados médicos de la época, los testimonios cronísticos, fuentes de tipo jurídico y documentación notarial, así como testimonios no escritos. 

Se abordarán distintos temas relacionados con la vida infantil, como son el nacimiento, la alimentación, la indumentaria, la enfermedad y la muerte, lo que nos permitirá un acercamiento a la vida cotidiana de los niños medievales.

10. CONCLUSIONES. 
Tras  la  realización  de  este  trabajo,  podemos  llegar  a  una  serie  de  conclusiones finales.  
En  primer  lugar,  nos  encontramos  con  que  el  escenario  del  parto  tendrá  una constante presencia femenina, que podemos  interpretar como una  actitud de pudor de  la mujer. Así,  la figura del varón solamente se hacía presente en  el cirujano  y, como ya se ha citado, éste hacía acto de presencia en situaciones muy puntuales. Este protagonismo de la mujer en las alcobas de parto ha estado presente hasta bien entrado el siglo XX, donde no era extraño que los varones se quedasen en la puerta del paritorio a la espera de escuchar el llanto de un recién nacido.  
En  segundo  lugar,  tenemos  que  destacar  la  importancia  de  la  lactancia  y  de  la higiene en la vida de los pequeños, siendo instrumentos elementales para su crecimiento y su bienestar. Ello se puede constatar en las representaciones pictóricas del Medievo, en las que  no  es  extraño  encontrar  pinturas  de  niños  recibiendo  un  baño,  así  como  numerosas representaciones  de  la  Virgen  María  amamantando  al  Niño  Jesús.  Además,  y  relacionado con  esto, debemos  recalcar  la importancia que tenían  las nodrizas, esas mujeres a  las que como tuvimos ocasión de ver, se las seguía recordando con cariño cuando hacía tiempo que habían fallecido. 
En  tercer  lugar,  llama  la  atención  la  práctica  del  enfajamiento,  que,  como  cabe suponer, tendría  repercusiones  negativas  para  el  desarrollo  físico  de  los  pequeños,  que, probablemente, empezaban a gatear y a andar más tarde de los que lo hacen hoy día. 
En  cuarto  lugar,  hemos  podido  observar  cuáles  eran  las  enfermedades  más comunes  entre  la  infancia,  siendo  de  gran  importancia  para  ello  el  análisis  de  la sintomatología descrita en los tratados pediátricos de finales de la Edad Media. Además, es curioso ver cómo todos los remedios que se citan son de naturaleza vegetal, a todo lo cual hay  que  añadir  la  fuerte  presencia  de  la  superstición  en  la  mentalidad  de  la  gente  del Medievo. 
Por  último,  y  relacionado  con  la  anterior  idea,  debemos  señalar  la  alta  mortalidad  infantil existente en estos siglos, ya que, como se ha podido ver a lo largo de este trabajo, seguramente eran muy pocos los niños que conseguían sobrevivir a las enfermedades que se les presentaba. Así, en las famosas Danzas de la muerte, se puede observar la presencia de pequeños, tanto humildes como nobles, siendo arrebatados de los brazos de sus madres por la Muerte. 

Finalmente, tras la lectura del contenido, se nos plantea una última cuestión: ¿era la vida  infantil  medieval  muy  distinta  a  la  vida  infantil  en  la  actualidad?  Evidentemente,  en algunos  aspectos,  sí.  Así,  en  los  países  civilizados,  la  mortalidad  infantil  ha  disminuido considerablemente  gracias  a  los  avances  médicos,  poniéndose  remedio  a  muchos  males que antaño  podían  acabar  con  la  vida  de  estos  niños.  Sin  embargo,  por  otra  parte,  se  ha podido ver, a lo largo de este trabajo, que muchos aspectos de la vida de los pequeños de los  siglos  medievales  era  bastante  similar  a  la  de  los  pequeños  de  hoy  en  día.  Así,  se  ha señalado la existencia en esta época de andadores, chupetes, mordedores, cunas o, incluso, biberones,  es  decir,  objetos  que  forman  parte  del  ajuar  de  un  bebé  de  la  actualidad.  
Por otra  parte,  es  sorprendente  ver  cómo  en  los  tratados  pediátricos  del  Medievo  se recomendaban remedios naturales a los que hoy en día se acude. No es extraño ver como una  persona  utiliza  manzanilla  para  curar  alguna  afección  ocular  o  usa  el  calor  como remedio  terapéutico  contra  el  dolor.  Por  ello,  podemos  llegar  a  la  conclusión  de  que,  a pesar  de  las  muchas  diferencias  que  nos  separan,  en  cierto  modo,  nuestra  infancia  no  ha sido tan distinta a la que vivieron nuestros antepasados medievales.  
 


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