El cartel de "¡Atención! ¡Niños jugando!" recibe a los visitantes de Summerhill. "Básicamente, somos los niños los que dirigimos el colegio", aseguran los niños y niñas. |
Son las 10:30 de la mañana de un viernes de junio y los niños de la Clase 2, que acoge a estudiantes de 10 a 12 años, son buena muestra de esta independencia.
Es hora del taller de escritura, en el que hay inscritos 9 niños, pero en el aula solo hay una alumna con la maestra. Otros tres estudiantes juegan Monopolio en la sala común y una cuarta, tumbada en un sillón y absorta en un libro, apenas levanta la vista cuando entran los visitantes al saloncito.
Fuera luce el sol por primera vez en muchos meses y pronto cambian los billetes del juego por los saltos y piruetas en la cama elástica del jardín.
“Al principio del trimestre te apuntas a las clases que te gustan, pero luego eres libre de ir o no”, nos explica Latisha, que entró con 7 años y lleva ya 9 en el colegio.
Ella y su hermano son la segunda generación en su familia que acude a Summerhill. Su padre, Adrian, pasó también su infancia aquí y lo disfrutó tanto que mandó a sus hijos. “Luego fue a la universidad y se dedicó a los negocios”, apunta la chica, que quiere seguir el camino de su padre. “Mucha gente piensa que todos los de Summerhill queremos dedicarnos a cosas artísticas, pero no es verdad. A mí, de hecho, se me da fatal”, confiesa la adolescente....
... Que los niños vivan en un ambiente igualitario con los adultos que les rodean es, para Henry Readhead, fundamental. “Más que cuestionarse por qué el voto de todos vale lo mismo, la pregunta tendría que ser: ¿por qué no? Los niños deberían tener los mismo derechos que nosotros a la hora de tomar este tipo de decisiones”, razona.
La autorregulación ha hecho que, por ejemplo, ellos mismos decidan que no se pueden usar pantallas -y esto incluye las redes sociales en los móviles de los adolescentes- hasta las 4 de la tarde.
Durante un tiempo, explica Montse, se permitió que los niños jugaran videojuegos o que usaran las pantallas a la hora que quisieran y todo el tiempo que desearan. Al final, un niño de 9 años lo acabó llevando ante la asamblea porque se dio cuenta de que necesitaba que alguien le dijera cuándo parar, ya que se pasaba todo el tiempo frente a la computadora y hasta se le olvidaba comer. “Que venga de ellos es lo máximo, y es un tema que hablamos mucho durante la asamblea”, reconoce la maestra.
La asamblea acaba y el jardín vuelve a llenarse de niños jugando.
“Aquí queremos celebrar la infancia como un periodo esencial para los seres humanos”, resume Readhead, “y esto no es solo una idea de A. S. Neill, es una idea para la humanidad”...
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